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Capítulo 29

DÍA DE AMIGOS

HAYLEY

A veces, me encontraba mirando fijamente un lugar y me preguntaba qué habría sucedido si mi padre hubiera podido evitar su enfermedad.

Sabía que los «y si hubiera» no existían, pero no podía dejar de imaginar situaciones en las cuales todo hubiese sido diferente.
   
Sin embargo, tras haber leído la carta que me había dejado, comencé a entender que mi padre quería algo diferente para mí. Él siempre había creído en la alegría de vivir, en buscar el sol, incluso en los días nublados. Quizás, ahora que tenía su mensaje claro, era momento de dejar atrás un poco ese sufrimiento y disfrutar más de los momentos de la vida.
   
Ahora comprendía que, de cierto modo, las cosas sucedían con un propósito y que cada experiencia, buena o mala, te hacía crecer.
   
Supongo que, después de todo, la vida era un aprendizaje. Y nosotros debíamos tomar la decisión de vivir y valorar cada lección, o quedarnos estancados en el pasado.
   
En mi caso, yo elegiría la primera opción.
  
Después de todo, ya había pasado por demasiadas cosas. Había llorado en silencio, había enfrentado mis miedos y había caído un montón de veces.
   
En esta ocasión no permitiría que el miedo al sufrimiento me detuviera.
   
Con una sonrisa genuina, me acerqué a mis amigos y me senté junto a ellos en el parque.
   
—Ya va siendo hora de sacar esa pizza y darnos un festín. ¿No lo creen? —opinó Susan, guiñando un ojo, mientras miraba la caja de pizza que reposaba sobre la manta de picnic.
   
Todos reímos al escuchar su comentario tan gracioso y asentimos. La idea de disfrutar una buena pizza era irresistible. Lo mejor de todo, era que cada persona importante en mi vida estaba presente. 
   
—Oh, estoy de acuerdo contigo, querida amiga —comentó Chase, con una voz llena de entusiasmo mientras se inclinaba hacia la caja con toda la intención de tomar una rebanada—. ¡Nada como una deliciosa pizza! 
   
Sonreí al ver a todos mis amigos reunidos. Cada uno de ellos se había ganado un lugar en mi vida y en mi corazón.
   
—¡Exacto! —añadió Maddie, frotándose las manos—. Espero que sea la mejor de la ciudad.
   
—Definitivamente lo es. Melbourne tiene una excelente gastronomía —afirmó Chase, dando un mordisco a la deliciosa pizza de pepperoni.
   
No pude resistirme más y tomé una rebanada, igual que Fred. Al primer bocado, la combinación de la salsa de tomate rica y picante con el sabor salado del pepperoni me inundó de satisfacción.
   
—Es realmente delicioso —expresé, mientras disfrutaba de lo crujiente de la masa y el suave queso derretido.
   
Mientras todos seguíamos comiendo, Susan se giró hacia Fred con una sonrisa pícara.
   
«Ah, aquí vamos».
   
—Oye, Fred, ¿qué opinas de Hayley? —preguntó, como si estuviera iniciando un interrogatorio amistoso—. Sabemos que le has dedicado unas cuantas miradas.
   
Sabía que Susan había estado esperando el momento perfecto para hacer esa pregunta. Su mirada traviesa revelaba que solo quería provocarlo un poco, sin presionarlo demasiado.
   
Fred levantó la vista de su pizza, cruzando los brazos con una expresión de sorpresa.
   
—¿Miradas? No tengo idea de qué hablas —respondió, con un tono despreocupado.
   
Mientras lo observaba, noté que sus ojos brillaban de una manera especial. Era como si, al pensar en mí, comenzara a deshacer esas barreras que había construido a lo largo de los años.
   
Me encantaba verlo así, libre de todo lo que lo había mantenido atrapado tanto tiempo.
   
En ese momento, Maddie soltó una risa, trayéndome de vuelta al presente.
   
—Claro, claro, ¡como si no lo supieras! —exclamó Susan, mirando a Everly y luego a Fred—. Todos lo hemos notado.
   
Fred se encogió de hombros, pero una sonrisita se dibujó en su rostro.
   
—Sí que lo sabe. Fred está completamente loco por ella —añadió Chase, mirándolo fijamente.
   
Fred abrió la boca para responder, pero las palabras parecían atrapadas en su garganta. El sonrojo en sus mejillas lo delataba. Todos comenzaron a reírse, excepto él.
   
—Vamos, Fred, no puedes negarlo. Es obvio que estás colado por ella —dijo Susan, cruzando los brazos con una mirada desafiante—. Así que admítelo. Además, todos aquí sabemos que ustedes son novios.
   
Fred simplemente se echó a reír, una risa que me hizo sonreír también.
   
—¿Por qué querrías que lo admita si ya sabes que somos novios? —cuestionó Fred, todavía riéndose y mirando a Susan.
   
—Porque quiero escucharlo de ti, Fred. —Susan hizo un gesto exagerado—. ¡Es más divertido así!
   
—Exacto, ¡no puedes guardar esos sentimientos tan valiosos solo para ti! —exclamó Everly, con una sonrisa—. No seas egoísta.
   
Fred miró a su alrededor, tratando de reprimir la risa. Mientras los demás lo observaban con diversión.
   
—¿Ves, Hayley? —comentó Chase, mirándome—. Es un chico sensible, un romántico en el fondo. Lo conozco desde pequeños, y sé que tiene su lado tierno.
   
—Totalmente —asintió Susan, riendo—. Estoy segura de que escribe poesía en secreto.
   
—Claro que no —respondió Fred, levantando las manos en señal de protesta.
   
—De acuerdo. Pero ya es hora de que nos cuentes que es lo que sientes por nuestra linda amiga —insistió Susan, cruzando los brazos con una mirada de desafío.
   
—¡El público necesita saberlo! —declaró Maddie, emocionada.
   
Fred se sonrojó. Sus manos jugueteaban nerviosamente con su cabello, y podía ver cómo su respiración se aceleraba. Miró a su alrededor, evitando hacer contacto visual con nadie, mientras el resto de nosotros contenía la risa.
   
—Bueno…, no sé. Es difícil definirlo con palabras.
   
—Por favor, Fred. Eso es lo que dicen todos los enamorados —replicó Susan, con un tono juguetón y una sonrisa burlona—. ¡Vamos, no te hagas el misterioso! Dinos, ¿qué es lo que sientes realmente?
    
Fred tomó un respiro profundo, y luego pasó su mirada sobre cada uno de nosotros. Mis latidos aumentaron al pensar en lo que podría decir.
   
—Es que…, ella es especial. No puedo dejar de pensar en lo divertida que es y cómo me hace reír. La forma en que se preocupa por los demás, incluso por Kira, su perrita —Fred sonrió, como si recordara algún momento especial—. Me encanta lo positiva que es.
   
Una risa suave escapó de mis labios mientras escuchaba sus palabras. En el fondo me sentía bastante nerviosa. Nunca había imaginado que Fred se abriría de esa manera.
   
—Guao, Fred, eso fue…, realmente dulce —agregó Everly, con una sonrisa de oreja a oreja—. ¡Estás ganando puntos aquí!
   
—Exacto —intervino Susan—. Si quieres nuestra aprobación, asegúrate de que lo que dices sea real.
   
—Basta, creo que se han olvidado de que yo estoy presente —expresé, divertida.
   
—No digas eso —contestó Susan, sonriendo. —Tú eres la reina del momento.
  
Al escuchar eso, no pude evitar sonreír. Me encogí de hombros, restándole importancia.
   
—Oh, vamos, no es para tanto —dije con un tono juguetón, mientras me pasaba una mano por el cabello.
   
Everly sonrió y luego me miró.
   
—Bueno, ya que estamos aquí. Creo que deberías saber que nos iremos a Francia esta noche —anunció con nostalgia.
   
Mis ojos se abrieron de sorpresa, y un nudo se formó en mi garganta. No quería que ellas se fueran; las había echado de menos en todo este tiempo.
   
—¿En serio? —pregunté, tratando de mantener la calma, pero mi voz temblaba un poco—. ¿Por qué tan pronto?
   
Everly se mordió el labio, su mirada evitando la mía.
   
—En dos días regresamos al colegio, y tengo que prepararme para mis funciones como presidenta del consejo estudiantil.
  
Su anuncio me sorprendió por completo. Everly siempre había sido la más brillante del grupo, y sabía cuánto significaba para ella ese papel.
   
—¿Y tú, Susan? —pregunté, sintiendo que el nudo en mi garganta se hacía más pesado—. ¿También te vas?
   
Ella asintió con un suspiro.
   
—Sí, tengo que volver con Everly. Me encantaría quedarme más tiempo, pero tengo que prepararme para las pruebas finales.
   
Everly me dedicó una sonrisa cálida.
   
—No te preocupes, volveremos pronto.
   
Asentí, intentando esbozar una sonrisa. 
   
—Suficiente de tristeza. ¿Qué tal si cambiamos de tema y hablamos de algo divertido? —propuso Susan, con una voz llena de energía.
   
—¿Alguna idea? —inquirió Maddie, curiosa.
   
—Es evidente. Sobre chicos atractivos.
   
Susan sonrió, moviendo las cejas de manera provocativa.
   
—Chicos guapos, claro —respondió Maddie, con una risa. —Eso siempre es un tema divertido.
   
Everly hizo un gesto de desdén.
  
—No me digas que eso es lo único que se les ocurre. Además, los chicos guapos suelen ser un poco…, superficiales.
   
—Oh, por favor, Everly —replicó Susan, con una sonrisa burlona—. No me digas que estás por encima de un buen chico que tenga un rostro agradable.
   
Everly frunció el ceño, desafiando a Susan.
   
—No se trata de eso. A veces un buen aspecto puede ocultar una falta de personalidad.
   
Susan sonrió de forma burlona.
   
—Está bien, Everly, pero no puedes negar que un poco de diversión nunca está de más. Pero bueno, dejemos de hablar de chicos.
   
—Así está mejor —comenté y continué hablando. —¿Qué les ha parecido Melbourne?
   
—Es fantástico.
   
—Sí. Me encanta Melbourne.
   
Everly asintió con la cabeza, sus ojos brillando.
   
—Me gustaría conocer más del parque —finalizó Susan, mientras se ponía de pie y nos observaba.
   
Todos asintieron, listos para seguir a Maddie. Ella les mostraría los mejores rincones del parque. Sin embargo, Fred y yo decidimos quedarnos un momento bajo un hermoso árbol frondoso.
   
—Sabes, el parque sigue igual de hermoso que cuando llegué a Melbourne por primera vez —comenté, sonriendo mientras contemplaba el paisaje.
   
—Sí, la vista es espectacular.
   
El parque había dejado su habitual tono verde, transformándose en una paleta de colores otoñales.
   
En ese instante, Chase se acercó, visiblemente emocionado.
   
—Hayley, no sé cómo decirlo… —comenzó, pasando la mano por su cabello. —Everly…, me agrado demasiado. Es linda y su forma de ser es bastante interesante.
   
Fred soltó una carcajada.
   
—Vaya. Hasta que por fin alguien te ha robado el corazón. ¿Vas a dedicarle cartas ahora?
   
Chase le lanzó una mirada de desdén, aunque una sonrisa se asomó en sus labios.
   
—Muy gracioso, Fred. No estoy en eso, pero en serio, me gustaría conocerla mejor.
    
—¿Entonces qué esperas? —insinuó Fred, cruzándose de brazos. —¿Vas a quedarte aquí hablando de lo linda que es o vas a hacer algo al respecto?
   
—Tienes razón —respondió Chase, tomando aire—. Debería ir a hablarle.
   
—¡Eso es! —exclamé, sintiéndome emocionada por él—. Ve y conquístala.
   
—Lo haré —afirmó Chase, tomando aire antes de echar a correr hacia donde estaba Everly.
   
Fred se volvió hacia mí, con una sonrisa cálida en el rostro.
   
—¿Cómo te sientes después de haber leído la carta?
  
Me detuve un momento, sintiendo que el nudo en mi garganta se apretaba. La carta de mi papá había traído a la superficie tantas emociones que había estado tratando de ocultar. Pero también recordaba sus palabras llenas de amor y cariño.
   
Bajé la mirada un momento, tratando de tranquilizarme.
   
—Honestamente, un poco abrumada —confesé, finalmente levantando la vista para encontrar su mirada. —Pero también estoy decidida. Sé que tengo que seguir adelante, como él habría querido.
   
Fred se pasó una mano por el cabello, como si estuviera buscando las palabras adecuadas.
   
—Sí. Tómate tu tiempo. No tienes que apresurarte en nada. Como solía decir mi abuela, la vida está llena de decisiones: ganas o pierdes, ríes o lloras, caes o te levantas. Y son esas acciones que moldean tu persona.
   
Las palabras de Fred eran tan reconfortantes, así como su presencia. Su mirada me transmitía una confianza inigualable, y por un momento, me permití dejar de lado mis preocupaciones.
   
De repente, él sonrió, y esa expresión iluminó su rostro, haciendo que sus ojos brillaran con una calidez que era imposible ignorar.
   
—¿Qué te hace sonreír así? —le pregunté, intrigada.
   
Él se metió las manos en los bolsillos de sus pantalones, encogiendo ligeramente los hombros, y mantuvo la mirada fija en mí.
   
—Lo valiente que puede llegar a ser mi novia.
   
Sentí que me sonrojaba. Mi corazón empezó a latir más rápido y el estómago se me revolvía. Era esa sensación incómoda, y a la vez electrizante, que solo él sabía provocar.
   
Entonces, sin previo aviso, me tomó de la mano, sus dedos entrelazándose con los míos de una manera que me hizo estremecer.
   
—Ven aquí, chispitas.
   
Fred me miró con una chispa en los ojos y, sin pensarlo, me atrajo hacia él en un abrazo cálido. Sus brazos me rodearon con fuerza, y acarició suavemente mi cabello, transmitiéndome una sensación de protección. Luego, se inclinó y me dio un beso tierno en la frente.
   
—No puedo evitarlo, siempre luces preciosa —susurró cerca de mi oído.
   
Lo que sentía por él era algo tan hermoso, y aunque no quería aceptarlo, tenía miedo de que nada de esto durara. Porque a veces, incluso el amor más puro y genuino podía llegar a desvanecerse.

NOTA:

Holaaaaa, ¿cómo están?

No puedo creerlo, hoy se cumple un año desde que publique el primer capítulo. Estoy muy emocionada.
💗✨ INFINITAS GRACIAS A TODOS LOS QUE HAN ESTADO CONMIGO, EN CADA PASO.
Muchas gracias.

¿Qué les pareció el capítulo?

Dejen sus comentarios, los leo.

Saluditos.
Los quierooooo❤️🍭💖.
    

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