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Capítulo 15

CHICA ESPECIAL

FRED

—¿Y bien? —insistí.

Nunca imaginé que Hayley me causara tanta impaciencia, esta chica era diferente a todas. Era bonita, pero no me refería a su físico, sino a su personalidad. No podía explicarlo, simplemente me hacía sentir extraño.

«Ella te gusta, solo no quieres admitirlo»

Y de nuevo con esa vocecita. Estos días me había estado molestando demasiado, hasta el punto de dejarme irritado.

—La cicatriz es a causa de un accidente que tuve cuando montaba a caballo —dijo Hayley, restándole importancia.

Me lamí los labios y me pasé la mano por el mentón.

—Vaya, vaya. Sí que sabes cómo sorprender a las personas —comenté y mi expresión juguetona volvió.

Ella bajo la cabeza. Lo que me hizo pensar una cosa.

Estaba nerviosa.

Siendo sincero, no era la única que lo estaba.

—Es tu turno, ¿qué cosas te agradan, ya sea actividades, colores, todo?

Me reí al escuchar su pregunta, me esperaba algo diferente.

—Me gusta tocar el piano y la guitarra, amo el color verde, las tartas de fresa y los helados del mismo sabor.

¡Maldición!

Había sonado emocionado.

Y lo peor de todo, era que la chica llevaba puesto un vestido del mismo tono.

Bien hecho, idiota.

Ella me miró con un brillo en los ojos.

—Guao, eso es increíble. ¿Cuáles son tus temores? —preguntó atropelladamente.

Lo pensé por un momento, la respuesta era muy clara para mí, pero no sabía si debía confiar en ella.

—Las alturas.

De repente, noté una sonrisa divertida en sus labios.

—No me lo creo.

Ella no borró su sonrisita en absoluto.

—Pues hazlo porque lo digo en serio —aclaré con un poco de nerviosismo.

Me arrepentí internamente.

Debo actuar normal. Ella no es especial.

No lo es.

No lo es.

Deja de hacer esto, Fred. Tarde o temprano tus sentimientos se apoderarán de ti y acabarás aceptándolos.

Guarda silencio.

—¿Te gusta bailar? —inquirió, mientras apartaba su pelo hacia atrás de su oreja.

En realidad no me gustaba, pero eso no significaba que no sabía.

—No, y ahora es mi turno. Dime algo sobre ti.

Vale, eso la pilló desprevenida.

—Me gusta bailar, leer historias, me encantan los colores alegres, las flores, la pintura, amo las mascotas, en especial los cachorros y los caballos.

Su rostro se iluminó al hablar, y ahora era consciente de que me encantaría escucharla el resto de mi vida.

Pero qué tontería he dicho.

Esto me está afectando. Ella me afecta.

—¿Practicabas equitación? —le pregunté, jugueteando con mis manos.

Ya cálmate.

—Sí, pero hace mucho que dejé de hacerlo.— Me aseguró ella.

No pude evitar parecer sorprendido.

Esta chica realmente era asombrosa.

—¿Lo volverías a hacer? —fruncí el ceño.

De pronto, una idea llegó a mi mente.

Invítala a cabalgar.

¿Y si no acepta?

Esa es la cuestión. Debes tomar riesgos, si nunca lo haces, jamás sabrás con certeza lo que te espera.

¿Quién diría que mi subconsciente sería tan sensato?

—Tal vez —contestó entusiasmada.

Sonreí y me quedé mirándola un momento antes de añadir:

—¿Por qué no hablas francés?

—¡No es obvio! Si utilizara ese idioma, nadie me entendería.

Se quedó mirándome.

Idiota. Eso es lo que soy.

Incluso me sentí humillado.

—Me has dejado sin palabras —bromeé.

Empezó a reírse.

—¿Por qué no te agrada, Ryan? —preguntó, frunciendo sus cejas.

La pregunta me cogió un poco desprevenido.

¡Hayley había arruinado el momento!

—Eso no es de tu incumbencia —espeté apresuradamente.

Tardó unos segundos eternos en responder, mirándome fijamente.

—Sí, pero...

—Pero nada.

La miré por el rabillo del ojo. Parecía un poco enfurruñada.

—De acuerdo. Una pregunta... ¿Por qué te gusta el color verde? —preguntó, confusa.

Hice una mueca, pensativo. Pero no dije nada.

Ella me miraba fijamente, esperando mi respuesta.

—Bueno —me detuve y lo pensé—. El color verde me recuerda a los ojos de mi madre y lo fuerte que ha sido por mí..., además de trasmitirme tranquilidad.

Respiré hondo.

Me gustaba el color porque por varios años había aprendido jardinería con mi madre, y en la mayoría de sus flores se encontraba el tono.

Cuando mi padre intentaba golpearme me escabullía entre los arbustos y pasaba horas allí, hasta que él decidía irse. Eso me daba calma.

La tristeza me invadió, pero no era el mejor momento para lamentarme.

—Oh, eso es lindo. Eres un buen chico, Fred —me dijo lentamente.

Por algún motivo, eso me causó felicidad.

—Eh, gracias —admití.

—Claro, cuidador de mascotas.

Ella sonrió dulcemente.

—¡No vuelvas a repetir eso!

Parecía estar disfrutando maliciosamente de mi cara indignada.

—No prometo nada.

Se encogió de hombros.

—¿Cuáles son tus sueños o metas?

Ella me miró y sonrió.

—Me gustaría viajar por varios lugares del mundo..., pero con alguien especial, patinar sobre hielo, aprender a tocar algún instrumento... mm... y ahora es tu turno.

Me quedé mirándola fijamente, notando como aparecían dos huequitos en sus mejillas.

Se veía tierna y a la vez hermosa.

—Quiero escribir un libro.

No era mi único sueño, pero por ahora solo le diría eso.

—Oye, eso es jugar sucio.

Puse una cara de confusión absoluta.

—¿A qué te refieres?

—Solo mencionaste un sueño y eso es injusto —me recriminó.

Tal vez lo era, pero no confiaba en ella. No del todo.

En esta ocasión no sucedería lo mismo, no se repetiría la historia de ella.

—No lo es. Te recuerdo que no mencionaste la cantidad de sueños —sentencié, malhumorado.

Ella soltó una risita un poco cansada.

—Bien, ahora que lo pienso, tú podrías enseñarme a tocar el piano o tal vez la guitarra. Sería genial —comentó en un tono animado.

Me quedé un momento en silencio, pasmado.

—¡Qué!, claro que no.

No conviviría con ella. Me daría un dolor de cabeza, ya bastante tenía con cuidar a su mascota y que ella estuviera presente.

Tenía que huir de esa pesadilla.

—Oh, vamos. No seas cruel —me dio una mirada de súplica.

Acepta, así estarás más tiempo con ella.

¡De ninguna manera!

—Lo pensaré, así que no te emociones —Dudé un momento, pero al final contesté.

Ella sonrió victoriosa.

—¿Has escrito una historia?

En realidad, sí lo había hecho. Una de ciencia ficción, pero al final no me convenció y terminé desechando la historia. A partir de ese momento preferí esperar y tener una idea clara.

—No, pero me gustaría hacerlo en algún momento —confesé.

No tenía idea de por qué era tan sencillo hablar de estos temas.

—¿Alguna idea?

No me había dado cuenta del silencio hasta que me obligué a responder.

—Quiero escribir algo especial.

De pronto, un recuerdo invadió mi mente.

Quedé flechado —anunció Chase, llevando su mano a su pecho.

Venga, ¿quién es la afortunada?

Tenía curiosidad. Él solo había tenido una novia en toda su vida. Aunque había terminado con ella unos meses antes. La razón era que la chica iría a estudiar a Londres, era una estudiante prodigio y había ganado una beca completa.

Mi amigo tenía una cierta obsesión por las chicas inteligentes.

De la pelirroja, no recuerdo su nombre —respondió, colocando su mano en el mentón.

Una extraña sensación invadió mi cuerpo. Estaba molesto, no podía creer lo que había dicho.

¡No puede gustarle!

¡Joder, no puede!

¿Te sientes bien?

Escuché la voz de Chase. Él me miraba detalladamente.

Sentí la tensión en mi mandíbula y apreté los puños. La chica no podía afectarme tanto.

Si puede, admítelo.

Maldita sea.

Ya, es solo la impresión. Pensé que solo te gustaban las chicas inteligentes —musité más para mí que para él.

Chase se detuvo en su casillero, la abrió y guardó un recipiente pequeño de plástico, que contenía galletas que mi madre había horneado. Deliciosas, por cierto.

¿Quién dijo que ella no lo es? —cuestionó, prestándome atención

Exacto, no la conoces. No puedes enamorarte así de alguien.

Mi voz había sonado molesta.

Él me miró y sonrió.

Es cierto, ella no me gusta, solo quería comprobar una cosa —aseguró con un tono triunfante.

Apreté mis puños y bufé.

¿Qué cosa? farfullé molesto.

Sentía una ola de rabia. Quería golpearlo, pero no lo haría. Era mi mejor amigo y jamás me expondría así.

¡No debía saber la verdad!

Lo mucho que te afecta, Fred. La pelirroja es tu debilidad.

Su sonrisa se ensanchó.

¡Maldito Chase!

¡Idiota, qué ocurrencias dices!

Aparté la mirada y lo escuché suspirar.

La sangre se me heló.

Es verdad. Todo esto lo tenía planeado —indicó, señalando con su dedo la escena.— El día que llegué a tu casa, tu madre me dijo que estabas en el hospital porque tu querida vecina había perdido el conocimiento, lo cual me pareció bastante extraño, aunque no lo consideré importante, pero cuando llegaste, noté la preocupación en tu rostro, estabas pensativo, y sé muy bien que si algo te angustia es porque realmente te importa. Luego, cuando salí de tu casa, vi un auto estacionado al lado. Y fuera de él se encontraba alguien, adivina quién era...

Abrí la boca sorprendido porque no me esperaba escuchar esas palabras.

Apreté mis labios, incómodo.

Sorpréndeme —levanté la voz.

Chase se apoyó en las taquillas, cruzando los brazos sobre su pecho, con sus ojos sobre mí.

La pelirroja, o mejor dicho, Hayley —Su voz tenía ese tono burlón.

¡Felicidades, me descubriste!

Estás loco.

Chase era así, planeaba cada movimiento y siempre salía como él esperaba, buscaba respuestas a todo y era un completo idiota, pero sin duda era el mejor amigo. Uno que estaba para ti cuando el mundo se te venía encima, cuando necesitabas que alguien te tendiera una mano, era de esas personas que solo llegaban a tu vida para crear caos, pero el mejor caos del mundo.

No intentes ocultar algo que es inevitable.

Lo miré con mala cara.

¡¿Qué?!, yo no estoy ocultando nada.

Ah, ¿no?

Maldita conciencia.

Solté un suspiro cansado y volví a centrarme.

—Fred, ¿qué haré contigo? —Sonrió—. Deja de ser tan testarudo y admítelo.

Decidí volver a la realidad cuando vi que la chica seguía sonriendo amablemente.

—¿A dónde habéis viajado? —preguntó al ver que no decía nada.

—¿Eh?

—Era broma, es solo que te vi tan pensativo.

Apoyé el brazo libre en el respaldo de la banca.

—Tuve un... mmm... recuerdo.

Me miró, confusa.

—Genial. ¿Sobre qué?

—No deberías ser curiosa.

Me reí.

—Oh, vamos.

No pude evitar esbozar una sonrisa estúpida.

—Lo siento, pero no.

—Bien... puedo hacerte una pregunta.

Lo consideré un momento, calmado.

—Ya habéis hecho demasiadas, pero acepto —murmuré.

—¿Tu amigo conoce a Ryan?

Demonios..., ¿por qué la chica estaba interesada en él?

Me sentí furioso, como si no pudiera controlar mis celos de adolescente.

—Ni idea, ¿por qué no se lo preguntas a tu gran amigo? —le espeté.

—Relájate —dijo lentamente.

¿Qué me relaje?

Oh, sí. Qué fácil era para ella.

Respiré profundamente.

No debo estar celoso. No por ella.

Seguro está muy enamorada de ese imbécil.

—Mejor me voy —le avisé, molesto.

No permitiría que me mirara de esta forma. Estaba celoso. Lo admitía.

Apreté los puños con tanta fuerza que las uñas se clavaron en mi palma.

—Pero...

Fue lo último que escuché, caminé demasiado rápido, hasta llegar a la salida del parque. Me detuve lentamente y golpeé unas cuantas veces un árbol, manchándome con la sangre que brotaba de mis nudillos. Apreté mi mandíbula con tanta fuerza.

—Soy un idiota, lo soy...

¡Argh!

En realidad, Chase tenía razón. La chica me afectaba demasiado. Más de lo que pensaba. Y tal vez, esto sería un pequeño problema en mi vida, o el mayor de mis problemas.

NOTA:

Hola, ¿Cómo estás?
Les envío un saludo☺️
Bueno, les tengo nuevo capítulo, espero y sea de su agrado.
¿Qué les pareció?
¿Celoso, Fred?
Dejen sus comentarios, los leo.
Saluditos❤️
Chaooo solecitos✨

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