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Capítulo 1

Catrina Ortega

Desde que se había anunciado "La Mask Party" Eleanor no había hecho otra cosa que presionarme para que la acompañara, a lo cual me había negado más de una vez aún que me hiciera ilusión la idea. 

- Venga Catri así te diviertes un poco y te distraes, capaz  te sienta bien-. Me dijo mi mejor amiga. La verdad una parte de mí se sentía triste de no ir por el dinero, era una fiesta elegante donde las chicas se volvían locas comprando trajes súper recargados y caros,  eso era lo que me había frenado desde el principio.

-Me encantaría pero no tengo nada que ponerme, ¡Qué pena!-. El sarcasmo era patente en esa exclamación pero mi amiga aumento su sonrisa, lo cual me indicaba que estaba maquinando algo. 

-Me estas diciendo que si tuvieras algo que ponerte irías ¿no?-. Se puso en pie y no me dio tiempo de negar con la cabeza porque en cuanto salió de la habitación sabía que me había equivocado diciéndole eso, tendría que haberle puesto otra excusa.-Pues menos mal...-. Gritó desde el cuarto.- Que tengo uno de recambio-. Apareció por el salón donde estaba sentada con una traje negro, con escote, pegado de la cintura y suelto de ella para abajo. Me llevé una mano a la boca mientras negaba con la cabeza. 

- Venga ya , no hacía falta. Sabes que no me gusta que me compres cosas, parece que me aprovecho-.

-Shhh cállate y no digas boberías-. Se acercó dejándome en el regazo el vestido.-Quiero ver como te queda, así que ve corriendo a probártelo-. Hizo un ademán con las manos para que me fuera, me dio una palmadita en el culo, a lo que reí mientras me dirigía al baño. 

Me desnudé frente al espejo, paseando mis ojos marrones  por las cicatrices  repartidas en mi cuerpo, pero me quedé mirando una fijamente, media extrañada, la del muslo se estaba disipando, pensé que sería bonito a la vista tener la piel morrena perfecta, pero no me agradó la idea, me gustaban mis cicatrices sobre todo esa, era la más grande y singular, ya que tenía forma de una línea perfectamente perpendicular. 

De una vez me pasé el vestido por la cabeza bajándolo despacio hasta abajo, cuando estuve completamente enfundada en él me quedé de piedra, se ajustaba dando una forma preciosa a mis seno, no eran muy grandes pero estaban adecuados para mi cuerpo, mis curvas se acentuaban más de lo normal, mi cuerpo era hermoso para mí. Cierto es que el  escote era más abierto de lo que esperaba pero eso solo hacía que me gustara más. No me solía poner trajes y menos así, pero este, había cambiado mi opinión sobre ellos.

Salí del baño segura de mi misma y sintiéndome  más sexy que nunca, pero antes de llegar al salón me crucé con mi madre que me miró sorprendida.

-Estas guapísima-. Le sonreí mientras daba una vuelta sobre mí eje para que me viera completa.-¡Que peligro tienes!-. Nos reímos al unísono y me fui para que al fin me viera Eleanor.

Al llegar se le escapó una exclamación  y empezó a aplaudir de emoción.

-¡Te queda genial!-.Era verdad, pero había algo de culpabilidad en mi interior. Desde que me desperté el año pasado mi mejor amiga ha estado consintiéndome, demasiado y no es que me entusiasme la idea de que vaya gastando el dinero de su familia en mí, tampoco creo  que a su familia le haga más risa que a mí.-¿Qué pasa? Sabes que ahora no me puedes decir que no-. Se puso en pie.

-No es eso. Sabes que no me gusta que gastes tanto dinero en mí, esto te tuvo que costar mucho-. Anuncié algo menos segura.

-Ya lo hemos hablado muchas veces, el dinero no es problema y menos para los viejillos aquellos, creo que me siguen mandando dinero por mi abuela, porque si fuera por ellos...-. Se encogió de hombros y me sonrió.

-Ya, pero me parece mal-. 

-Pues no me costó mucho, el mío costo mucho más, si eso te hace sentir mejor-. Su carcajada me provocó la mía y me sentí ligueramente mejor. -Aparte un regalo no se rechaza es de mala educación-. Me guiñó el ojo.-Voy a probarme el mío, ahora vuelvo-. Me dejó con las palabras en la boca mientras la veía irse en dirección  a la habitación. 

Me senté en el sofá para esperarla, cuando mi madre como de costumbre hizo acto de presencia sentándose conmigo en el sillón. 

-Como dije antes, me parece que estas guapísima, ¿Sabes? Eres su única familia, bueno, a parte de mí. Sus padres como bien sabes, no quieren saber nada de ella, así que cuando creyó que te perdía se volvió loca, estuvo triste, esperanzada y sobre todo molesta con el mundo. Si la pillabas un buen día te saludaba y se encerraba en la sala del hospital todo el día, comiendo comida de máquina, pero si la pillabas los otros días, tenías que tener cuidado porque no se sabía que haría, si llorar en tu pecho o gritarte de la impotencia. Todo eso durante un año entero, por eso te consiente tanto, por eso quiere salir contigo por ahí todo el tiempo, quiere hacer lo que pensó que nunca podría-. Me quedé sin palabras durante más de un minuto, cuando asentí.

-Creo que nunca te cansarás de demostrarme que eres la mujer más sabia que conozco -. Dije a lo que ella rio entre dientes mientras se levantaba.

-Deberías dejarte consentir un poco cariño, ella te dará más de lo que yo puedo-. Negué rotundamente.

-Puede ser que no me hayas dado material, pero me inculcaste valores y amor en todo momento, eso es lo que soy ahora, nunca necesité más-. Me abalancé sobre ella para darle un abrazo.

En ese momento se escucharon unos pasos de tacón. Me quedé igual que cuando ella me vio, fascinada. El traje de ella era blanco de sirena con algo de pedrería en la cintura, resaltaba su color de piel bronceado, unos pendientes de perlas que conjuntaban perfectamente con sus ojos azules y por último su máscara del mismo color que el  vestido, hacía resaltar su pelo color negro. Estaba perfecta parecía una princesa.

-Estas preciosa-. Fue lo único que pude gesticular con la boca. Miré a mi madre que se había quedado igual que yo, de piedra.

-Sí, perfecta-. Eleonor se rio y me tendió la mano, donde descansaba un antifaz negro, igual que mi vestido, lo cogí y me lo puse de inmediato. 

-Dejémonos de cursilerías y vayámonos ya, ¡hay que  mover las caderas!-. Nos volvimos a reír y agarré su mano al dirigirnos a la puerta.-Adiós, Marina, ¡hasta mañana!-. Hice un ademan con las manos para despedirme de mi madre antes de cerrar la puerta.

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