6-Radiante como el Sol
Aquel día soleado de septiembre, Kuroneko Yamiko y su amiga Yokai, Kirei, se encontraban en la histórica ciudad de Hiroshima.
Una ciudad que supo recuperarse de la tragedia tras lo ocurrido en la segunda guerra mundial y de sus cenizas nació un sentimiento de amor al prójimo y por la paz. Lastimosamente, las dos mejores amigas, estaban allí para investigar una serie de muertes que empezaron a ocurrir desde hace una semana, todas las víctimas fueron encontradas decapitadas y con varios huesos rotos.
Ellas dos caminaban por las calles de la ciudad, mientras se tomaban unas malteadas de chocolate, se detuvieron durante unos cuantos segundos en un semáforo, esperando que la luz se ponga roja para poder pasar. Cuando la luz cambió, empezaron a caminar al otro lado, pero de pronto, un motociclista casi se las lleva por delante.
—¡Maldito humano, ¿Qué te pasa?! —gritó Yamiko, indignada.
—¡¡¡Pasooooooo que voy ardieeeeendooooo!!! —gritó alguien.
Cuando Yamiko volteó a ver, un chico venía corriendo a gran velocidad y durante su carrera choca con ella y le hace derramar su malteada sobre su camisa de marca.
—¡Matar! —gritó Yamiko, haciendo brillar sus ojos de morado.
Usando su Umbrakinesis, se sumergió en las sombras, sin importarle mucho quien viera. Nadando en aquel mar de tinieblas, logra alcanzar más rápido al motociclista, por lo que con gran impulso emerge de las sombras y le pateo la cara, dejándolo inconsciente y al fijarse bien, ve que llevaba el bolso de una mujer.
https://youtu.be/buaoPo3wiBA
—Ah, gracias al cielo, ese sinvergüenza le robó el bolso a una mujer a un par de calles de aquí y fuí a perseguirlo, pero ¿Cómo llegaste tan rápido? —preguntó el chico de hace rato, rascándose la nuca.
—¡Matar! —el enojo aún no se le pasaba.
Yamiko trató de golpearlo por arruinar su camisa, pero se llevó una gran sorpresa al ver que logró frenar su golpe con la palma de su mano.
—Imposible... ¿eres tú, Yamiko-chan? —inquirió incrédulo.
La joven Kuroneko se alejó un poco para poder ver con atención al chico que quería golpear.
Parecía de su misma edad, era media cabeza más alta que ella, su cabello era de un rojo intenso y estaba cortado de manera que lo hacía ver como un samurái rockero, tenía una cicatriz de garras en su mejilla, sus ojos eran de color celeste, vestía una camisa sin mangas de color rojo que dejaba ver sus musculosos brazos, era evidente que hacía ejercicio, llevaba también un pantalón de tiro alto, en su espalda traía lo que parecía ser una mochila escolar ligeramente grande y calzaba unas zapatillas deportivas.
—¿Nos conocemos? —preguntó mientras fruncía el ceño y guardaba las manos en los bolsillos.
—¿Huh?... ¡Zehahahahahaha! Era de esperarse que no te acordaras de mí, teníamos como ocho años y he cambiado un poco —reconoció entre risas joviales—. Soy yo, Akatsuki Akira, ¿ya te acuerdas?
Ella casi se cae como una bomba al escuchar a ese nombre que no había oído en años. Recordó el día hace diez años cuando conoció al primogénito y heredero de la rama principal del Clan Akatsuki, quien junto al Clan Kuroneko protegían a Japón de los Yokais y los criminales sobrenaturales. Ambos clanes vivían lejos, los Kuroneko vivían en Tokio mientras que los Akatsuki vivían en Kioto, por lo que casi nunca se reunían, pero aquella ocasión era diferente ya que ambos líderes querían que sus hijos se conocieran para que en un futuro puedan trabajar juntos.
En aquel tiempo, Akatsuki Akira era alguien bastante tímido y miedoso, para alguien con un carácter fuerte como Yamiko no hubo ninguna conexión, aquel chico acoquinado no le produjo otra cosa más que pena ajena. Sin embargo, parecía alguien sumamente diferente ahora.
—¿Realmente es el mismo Akatsuki Akira? Se ve... cambiado —pensó Yamiko, cruzada de brazos y llena de curiosidad—. Es tan radiante, risueño y alegre... ¡que me repugna!
—Si, te recuerdo, eres el chico cobarde del Clan Akatsuki —habló por fin en tono despectivo.
—¡Zehahahaha! Si, el mismo, pero ya no soy tan cobarde, aunque si veo a una araña me voy a mear encima ¡Zehahahahaha! —bromeó estando en el séptimo cielo—¿Qué me cuentas de nuevo? Te has puesto muy guapa desde la última vez que te ví y también puedo notar que te has hecho más fuerte.
—Hmp... por supuesto que me he vuelto más fuerte, podría darte una paliza ahora mismo y debería, ¡porque manchaste mi camisa! —le reclamó señalando la enorme mancha en su camisa.
—¡Oh, diablos, cuánto lo siento! Déjame pagarte el lavado, hay una lavandería cerca de aquí —se disculpó, sonrojándose de la pena.
—¡No quiero que me pagues una lavandería quiero darte una paliza! —exclamó en pose de pelea.
—¡Un segundo! —gritó Kirei, apareciendo en la escena de los hechos tras una buena carrera. Le fue difícil llegar hasta allí debido a los tacones—. Re-recuerda las reglas, Yamiko-chan... las peleas entre miembro de los Clanes Kuroneko y Akatsuki están prohibidas... a menos que sean en sitios especiales —explicó entre jadeos debido al esfuerzo que hizo.
—¿Es tu amiga? —preguntó Akira, con curiosidad.
—¡¿Qué te importa?! —le replicó con hostilidad.
—Hola, es un honor poder conocer al primogénito de los Akatsuki —saludó Kirei con una ligera reverencia—. Yo soy Kirei, una Kuchisake-onna, soy amiga y compañera de misiones de Yamiko.
—¡Increíble! Debes de ser muy fuerte —comentó lleno de energía—. Bueno, ya que estás aquí, ¿me ayudas a convencerla de que me permita pagarle el lavado de su camisa?
—Seria bueno, así nos ahorramos algo de dinero para otra malteada —argumentó la Kuchisake-onna.
—Hmp, iba a hacerlo sin que me dijeran nada —replicó Yamiko, cruzada de brazos.
Debido a la insistencia de ambos para lavar su camisa y tras regresarle el bolso robado a su dueña, Yamiko los terminó acompañando de mala gana. Estaban sentados en una de las bancas del local, esperando a que la camisa se terminara de lavar para luego ponerla a secar, la joven Kuroneko llevaba la gabardina de Kirei para cubrirse, los tres se encontraban en un silencio incómodo, era evidente que Yamiko no quería estar cerca de Akira, pero en aquel momento, Tsukuyomi se manifestó.
—Ha pasado el tiempo desde la última vez que nos vimos, querida hermana —mencionó con una ligera sonrisa.
A un lado de Akira, apareció una mujer; parecía estar en sus veinte, eran sumamente alta, vestía un atuendo religioso blanco y rojo, llevaba un collar con muchos magatamas, en su cabeza tenía lo que parecía una tiara en forma de sol, su cabello era negro y sus ojos eran de un radiante amarillo como el sol, su sonrisa era sumamente bella, sensual y cautivante, además de que sus caderas eran anchas y sus senos grandes. Ella era la hermana mayor de Tsukuyomi, la Arconte del sol, Amaterasu.
—Lo mismo digo, Tsukuyomi-Onii chan —dijo con voz juvenil y melosa—. Ha sido obra del destino que nuestros usuarios se hayan encontrado en esta ciudad.
—No solo es alta, también los tiene como sandías —le susurró Yamiko a Kirei, señalando los senos de la Arconte.
—¡Oye, más respeto! Es de mi hermana mayor de la que estás hablando —increpó Tsukuyomi.
—¡Ohohohohohohoho! No te molestes, Tsukuyomi-Onii chan, era evidente que hasta las mujeres quedarían hechizadas por mi belleza —replicó Amaterasu, posando ante ellos con un porte soberbio—. Adelante, miren todo lo que quieran, mi belleza es un regalo para mis amados humanos.
—Además, tú tampoco te quedas atrás —comentó Akira con una sonrisa jovial—. Tu "pechonalidad" es algo poco común entre las mujeres japonesas.
—¡Mente sucia! —exclamó Yamiko, cubriendo su pecho con los brazos. Sus mejillas estaban ligeramente sonrojadas.
—¡Zehahahahahahahaha! ¡Yamiko-chan, eres sumamente divertida! —expresó entre risas—¡Nunca me aburriría contigo!
—¡P-pues yo me estoy aburriendo mucho contigo, idiota! —replicó, sintiéndose incómoda por alguna razón.
—Me agrada tu usuaria, se nota que es muy interesante —comentó Amaterasu, con una ligera sonrisa.
—Y el tuyo es muy ruidoso, le falta mucho para tener la verdadera disciplina de un samurái —agregó con algo más de seriedad.
—¡Ohohohohohohoho! Onii chan no has cambiado nada con los años, sigues siendo igual de amargado.
—¡¿Cómo que amargado?! —le gritó algo ofendido.
Kirei observaba toda esta escena con incredulidad.
—Son igualitos —murmuró anonadada.
Cuando la camisa de Yamiko estaba como nueva, ella y su amiga continuaron su camino por la ciudad, queriendo recorrerla antes de ponerse a investigar los asesinatos durante la noche.
—¡¿Por qué diablos nos estás siguiendo?! —increpó Yamiko, volteando hacia atrás para ver a Akira.
—Es que quiero pasar tiempo con ustedes, ha pasado tanto tiempo desde el día que nos conocimos que quiero conocerte más a fondo, Yamiko-chan —explicó Akira, alzándose de hombros—. Hay un arcade cerca de aquí, ¿quieren jugar videojuegos? Yo invito.
—Odio los lugares llenos de humanos, me repugnan —dijo Yamiko, frunciendo el ceño.
—¿Tienes miedo de que te gane en Mortal Kombat? —preguntó Akira, en tono pícaro.
—¡¿Qué?! ¡En tus sueños! —corrigió sintiendo ese ataque directo a su orgullo como gamer—. Vamos ahora mismo, te enseñaré quien es la mejor jugadora de todo Japón.
https://youtu.be/BYFtOU5DE4k
—Zehahaha... claro.
—Nunca ví a alguien que la manipulara tan fácil —pensó Kirei.
Mientras Kirei iba a lo juegos clásicos como pac-man, Yamiko y Akira fueron directamente a la máquina de Mortal Kombat II. El pelirrojo introdujo una ficha y cada uno escogió a su personaje. Yamiko escogió a Kitana, mientras que Akira escogió a Jhonny Cage, iniciando la partida.
—¿Por qué no te gustan las multitudes? —preguntó Akira, lleno de curiosidad, pero sin distraerse del juego.
—Los humanos son molestos, prefiero a los Yokais o estar sola conmigo misma —respondió Yamiko, con un tono de voz monótono.
—Hmm..., puedo entenderte, citando a Nietzche: "odio a quien roba mi soledad sin, a cambio, ofrecerme compañía de verdad" —explicó Akira, asintiendo con la cabeza—. Aunque no podría imaginarme una vida sin mi familia, mi tío y mis primas son gente maravillosa, por más molestas que sean mis primas al querer usarme de maniquí para hacer trenzas.
—Uhm... yo no sé como lidiar con mis hermanas, son tan... "ellas" que me vuelvo un bloque de hielo cada que quieren que juegue con ellas —trató de explicarse—. Mi hermano es igual de molesto, siempre tratando de superarme, a pesar de que sabe que es inútil, aún así cada vez que lo derroto se siente bien.
Con un movimiento rápido de dedos, Yamiko logró ejecutar un gran combo que le quitó toda la vida que le quitaba a Jhonny Cage, ganando el primer round.
—¡¿Qué?! ¡¿Qué clase de combo fue ese?! —exclamó Akira, pegando la cara a la pantalla por el asombro.
—¡Jajaja! ¿Sorprendido? Eso es el resultado de cuatro horas de práctica diarias—presumió con una sonrisa—. Trata de superar eso, Akatsuki Akira.
—¡Ni creas que voy a perder! —manifestó, tronándose los nudillos y el cuello.
La segunda ronda comenzó, Yamiko no estaba dando cuenta, pero realmente se divertía junto a Akira. El joven Akatsuki parecía sobreponerse en un principio, sin embargo, Yamiko volvió a ejecutar el combo de hace un momento, ganando esta partida y finalizando con un fatality.
—¡Booyah! ¡En tu cara, cabeza de manzana! —festejó saltando con alegría.
—¡Caray! Eso no lo ví venir, eres realmente buena en esto, Yamiko —reconoció Akira, viendo con una sonrisa a Yamiko celebrar—. Es la primera vez que te veo sonreír.
Yamiko detuvo su festejo al darse cuenta de lo que estaba haciendo e inmediatamente volvió a semblante serio y sombrío.
—¡N-no te acostumbres, idiota! —exclamó cruzada de brazos—. Fue divertido patearte el trasero, pero ya tengo trabajo que hacer y tú también si estás buscando a un Yokai.
Akira suspiró, ladeando la cabeza de un lado a otro.
—Es una chica difícil —comentó Amaterasu.
—Lo sé... ¡Eso la hace tan interesante! —exclamó Akira lleno de emoción—. Yamiko-chan es como una cebolla, tiene un montón de capas y estoy seguro que entre las primeras capas de frialdad y hostilidad, hay una chica sumamente interesante.
—¡Ohohohohohohoho! ¡Que gran reflexión, Akiracchi! Entonces sacia tu curiosidad hasta el fondo con ella.
La joven Kuroneko se quedó a unas cuantas calles fuera del negocio, le pasó un mensaje a Kirei sobre donde reunirse, ya que no quería volver a ver a Akira en lo queda del día y, si fuera posible, en lo que le restaba de vida.
—Ese idiota cabeza de manzana... solo me confunde, ¡no lo soporto! —pensó Yamiko mientras se mordía la uña de su meñique—. Él es tan estúpidamente alegre y cálido como... como Yuko-chan... ¡despierta, Yamiko, él es un humano! ¡Fueron los humanos los que te arrebataron a Yuko-chan! Cuando me descuide me va a apuñalar por la espalda, porque así son los humanos, no puedo confiar en ninguno.
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