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47-Ibaraki Douji

Era el once de marzo del 2011, finalmente la primavera había llegado a Tokio, las calles eran inundadas por el aroma de las flores, las cuales llenaban de vida la ciudad, las abejas volaban libremente recolectando el polen de las flores y la calidez del sol revitalizaba el cuerpo. Era una estación que transmitía una paz única y eso calmaba las almas de los ajetreados japoneses.

En una estación de metro, una mujer bajaba las escaleras para tomar un metro que la lleve rápido a su hogar junto a su hijo recién nacido que iba en su coche, pero en su bajada alguien la golpeó en el hombro, haciendo que suelte el coche y ruede por los escalares, pero antes de que caiga hacia el frente es atrapado con firmeza por una mujer.

—¡Dojyaaaa ~ n! —exclamó con teatralidad.

La madre observó a la mujer tras el susto, era mucho más alta que la mujer japonés promedio, llegando a los 1,89 mts, era difícil saber su edad, parecía en los treinta, vestía una camiseta negra mangas cortas con el logo de la banda Sex Pistol al frente, sobre una chaqueta desabotonada de color gris que parecía más grande que su talla, ya que ocultaba sus manos por lo largo de las mangas, llevaba pantalones cargo negros, junto a botines acordados con tacón de un gris metálico, sus orejas eran adornadas con pendientes con plumas de color anaranjado con rojo en las puntas; sus senos eran de un tamaño medio, ni pequeños ni grandes, su cintura era delgada y su cadera era ancha; su piel era blanca, su cabello rizado era de un color avellana y lucía como la melena de un león, sus ojos eran anaranjados, su sonrisa infundía un carisma y una alegría especial.

—¡Gracias al cielo! ¡Muchas gracias! No sé como agradecerle por salvar a mi hijo, puedo darle dinero si necesita para el metro —ofreció la madre, con los ojos llorosos, llena de agradecimiento hacia aquella misteriosa mujer.

—No hace falta, créame, me alegra ayudar a las personas —declaró, negando con la cabeza—. Su hijo es muy hermoso, ¿Cuántos meses tiene?

—Seis meses, es nuestro primer hijo y el orgullo de su padre —contó la mujer, ahora mucho más tranquila—. Mi esposo estaba tan feliz al verlo cuando nació que lloró durante largo rato, quiere ser un padre para darle una buena vida.

—Puedo asegurar que los dos serán excelentes padres, solo tienen que apoyarse mutuamente en todo —aconsejó con un tono amigable antes de retirarse—. Sin nada más que decir, tengo que retirarme, espero que tengan un lindo día.

Aquella mujer abandonó el metro, caminando por las calles de Tokio, deteniéndose para cosas simples como oler las flores y comprar un hotdog para merendar. Finalmente llegó hasta una casa lujosa de tres pisos, con techo negro y en forma de casa tradicional, la pintura era de un color ocre y en el amplio patio trasero había una piscina. Al abrir la puerta, se quitó la chaqueta para colgarla en el perchero y se quitó su calzado para ponerse unas zapatillas ligeras, sin esas mangas absurdamente largas, se podía apreciar que la mujer no tenía mano derecha.

—¡Mis amores, ya llegué! —exclamó entrando a la sala.

Una chica como de veinte años que estaba sentada en la sala se quedó boquiabierta con su llegada, tenía el cabello negro y recogido en una coleta invertida, junto con un flequillo a dos aguas, piel pálida como si no le diera nada de sol, ojos marrón claro, lentes hexagonales y vestía un kimono tradicional con colores otoñales; su cintura era delgada, sus senos ligeramente grandes y su rostro redondo y adorable, media cerca de 1,67 mts. Estaba escribiendo algo en una laptop cuando llegó aquella mujer y se levantó con energía y una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Bienvenida a casa, Mamá! —exclamó dándole un fuerte abrazo.

—¡I missed you so much, honey! ¡Te amo tanto, Yumei-chan! —dijo con jovialidad, alzando a la chica en el aire durante el abrazo.

La amorosa madre escucha como alguien rocía algo sobre ella y al voltear a ver, era una chica como de veinticinco años, de cabello totalmente blanco, acomodado en un corte asimétrico, sus ojos eran de un azul claro intenso y su rostro era como el de una muñeca de porcelana con labios celestes, media 1,80 mts; vestía una camisa blanca de mangas cortas, debajo de un delantal rosado, junto a unos jeans que realzaban su sensual y bien formado trasero y resaltaban la forma curvilínea de sus piernas, en su mano derecha tenía un atomizador lleno de alcohol etílico.

—Bienvenida de tu viaje, madre —dijo con tono de voz relajado, pero con una expresión carente de emociones.

—¡Sakura-chan, dale un abrazo a tu madre! —exclamó queriendo abrazarla al igual que a la otra chica.

La nombrada Sakura abrió los ojos con un poco de grima, dando un paso hacia atrás para evitar su abrazo y terminar de rociarle el cuerpo con el alcohol etílico.

—Sabes que primero tengo que desinfectarte antes de cualquier cosa —replicó abriéndose de brazos—. Ya puedes abrazarme. 

La mujer envolvió a Sakura en un fuerte abrazo que la hizo soltar un pequeño quejido.

—¿Dónde están sus otras hermanas? —preguntó separándose de Sakura.

—Nara salió esta mañana por una diligencia personal, Katsuki está en su habitación —respondió Sakura, volviendo a su rostro inexpresivo. 

—Mencionen el nombre del diablo y se les aparecerá —dijo una voz juvenil con aires de locura.

Otra chica se deslizó por el barandal de la escalera que daba al tercer piso, presentándose en la sala. Tenía el cabello negro con algunos mechones de color turquesa, sus ojos eran del mismo color que estos mechones, era la más bajita de las tres mujeres, midiendo 1,64 mts, vestía una camisa negra manga corta con un diseño del anime y manga Hellsing, falda de color morado que le llegaba hasta encima de las rodillas, pantimedias negras que resaltaban sus sensuales piernas y andaba sin calzado. Una sonrisa como la de una fiera adornaba su rostro.

—¡Katsuki-chan! —exclamó la mujer yendo a abrazarla.

—Es bueno volver a verte, madre —dijo Katsuki, correspondiendo el abrazo.

En ese momento la puerta de la casa se abre y la mujer junto a Sakura van a ver de quién se trata.

—Ya llegué, ¿Qué hay de almuerzo, Onee-sama? —preguntó nada más entrar, siendo rociada sin piedad por la peliblanca— ¡Hey! ¡Al menos avisa cuando hagas eso, podría entrarme a los ojos!

—Conoces las reglas de las casa, reglas son reglas —se limitó a decir con tono de voz frío.

—¡Nara-chan! —exclamó la mujer yendo a abrazarla, incluso alzándola en aire con bastante facilidad como si fuera una pluma.

—¡¿Ehhh?! ¡¿Madre?! —exclamó Nara, sorprendida—. No me esperaba que llegaras tan pronto de Hokkaido.

—Ah, la misión fue difícil, pero Sutoku Tenna no volverá a causar problemas y conseguí algunos aliados... por lo menos interesantes —confesó alzando los hombros de forma despreocupada— ¿Y bien? ¿Qué han hecho en mi ausencia?

—Nara ha estado saliendo con el almuerzo —soltó Katsuki con una sonrisa pícara, haciendo que su hermana se estremezca.

—¡O-oye, no seas chismosa! —reclamó ligeramente sonrojada.

—¡¿Quién es ese "almuerzo"?! Mamá quiere saber, ¿es tu novio? —preguntó con una emoción infantil.

—¿E-eh? N-no es nadie, nadie importante —balbuceó Nara, un poco nerviosa.

—Hablan por videollamada casi todas las noches y han salido juntos varias veces, creo que es algo serio y eso hacer arder mi alma de escritora de romance —comentó Yumei, igual de emocionada que su madre.

—¡Oh, ya quiero conocerlo! Solamente alguien especial llamaría así la atención de mi hija —comentó con una sonrisa—, pero bueno, ya habrá tiempo para eso, debemos reunirnos con mi querido capitán... y la "Bruja".

Las cuatro chicas cambiaron su expresión a un rostro serio y asintieron con la cabeza. Sakura se quitó su delantal y lo colgó en unos ganchos de la cocina antes de irse con el resto, cerrando la casa con llave. 

Acto seguido, la peliblanco sacó de su bolsillo un Sello especial que al romperlo, las cinco fueron teletransportadas a una guarida subterránea ubicada en el Monte Oe en Kioto, repleta de jarrones y pinturas de la antigua edad media de Japón que adornaban los largos pasillos del lugar que medían más de diez metros. Un tengu con armadura de samurái se arrodilló ante ellas para recibirlas.

—Ibaraki-sama, me llena de alegría en tenerla aquí de regreso con sus honorables hijas —dijo con tono cortes y educado.

—Isei, ya te he dicho que no me gusta ese tono cortés conmigo, con que me llames solo "Ibaraki" me basta —aclaró rascándose la nuca algo incómoda— ¿Los capitanes están aquí?

—Llegaron una hora antes que usted —afirmó.

—Muy bien, dile al cocinero que nos prepare un poco de ramen con filete de Cazador Furtivo, tengo hambre —ordenó y el tengu se retiró por un pasillo de la derecha—. Chicas, pongámonos cómodas.

https://youtu.be/QnbIJ_4UGP0

Las cinco mujeres fueron envueltas en una luz morada de Miasma, sufriendo una transformación no solo de su apariencia, sino también en su vestimenta.

Sakura había aumentado su altura de 1,80 mts a 4,87 mts, su piel ahora era totalmente blanca como la nieve y su cabello era de un color celeste brillante, alrededor de su piel habían marcas celestes en forma de copos de nieve, sus senos habían aumentado de tamaño en esta nueva forma y tenía dos cuernos de color amarillo que le salían de las sienes; vestía un kimono de color blanco con diseños blancos de copos de nieve, un haori celeste y una hakama negra, en su cinturón reposaba una katana, mucho más grande de lo normal debido al tamaño de la chica y como calzado portaba unas sandalias de madera como la gente del antiguo Japón al igual que sus otras hermanas.

Nara había aumentado de 1,78 mts a 4,57 mts, su piel era ligeramente amarillenta y su cabello rojizo se volvió más intenso, por su piel habían marcas rojas de llamas, ella tenía dos cuernos de color negro que le salían de la frente; vestía con una chaqueta negra desabotonada más del estilo occidental con el kanji  暴 (Salvaje) pintado en la espalda y dejaba al descubierto sus senos cubiertos por un sarashi junto con un abdomen de lavadero lo que demostraba su gran condición física a diferencia de sus hermanas, sus brazos también se notaban musculosos, su hakama era negro el cual ocultaba su bien formadas piernas, de su espalda colgaba una naginata de asta escarlata.

Chikatsu había aumentado de 1,64 mts a 4,26 mts, su piel era igual de blanca que la de Sakura y tenía marcas similares a nubes o a neblina de color turquesa alrededor esta, su cabello se había vuelto completamente turquesa y sus senos también habían crecido un poco, tenía dos cuernos de color celeste que le salían de las sienes y eran algo curvos; vestía con un kimono mucho más tradicional, como de clase alta y no como el de los samuráis que portaban sus hermanas, de color blanco con detalles turquesas en las mangas y cuello, amarrado con un cinturón azul marino y en sus manos habían dos curiosos abanicos de color amarillo.

Yumei había aumentado de 1,67 mts a 3, 76 mts, siendo la más pequeña de las cinco, su piel era de color crema pálida con marcas marrones en forma de torbellino por todo su cuerpo, su cabello era de color dorado y adornado con un listón de color ocre y una especie de kabuto como las antiguas armaduras de samurái, con una calavera dorada al igual que unos cuernos del msimo color; vestía con un kimono marrón otoñal, junto con un cinturón de tela ocre y una hakama negra, en su espalda llevaba un yumi, un arco de origen japonés, mucho más largo que el occidental y de forma más asimétrica.

Por último la mujer que decía ser su madre aumentó de 1, 89 a 5, 18 mts, su piel se volvió amarillenta con patrones de líneas similares a los de un tigre, sus ojos se volvieron dorados, su cabello de un color rojizo, pero manteniendo aquella forma de melena de león y se había vuelto más largo, sus senos habían aumentado de tamaño siendo un poco más grandes que los de su hija Sakura y tenía cuatro cuernos a cada lado de la cabeza; vestía con un kimono anaranjado con un patrón de escamas, debajo de un haori gris con patrón de telarañas, su hakama era de color negro con un cinturón carmesí de tela.

Con estas nuevas formas, caminaron por un pasillo central hasta llegar a lo que parecía ser un gigantesco dojo del tamaño de un estadio de football, lleno de artistas marciales humanos y de Yokais, quienes entrenaban todos juntos distintas disciplinas, kenjutsu, karate, kung-fu, judo, muay thai, silat, arquería, naginatajutsu, ninjutsu, entre otras. Llevaban largo rato así, debido a que se notaba desde lejos que estaban bañados en sudor como si entrenaran bajo la lluvia y el sudor salpicaba por doquier, por este motivo Sakura se ocultó detrás de su madre y hermanas.

https://youtu.be/DgcgG5e_dRI

—Bienvenida de regreso, Ibaraki-dono —dijo la voz de un anciano, descendiendo desde el techo.

Un Tengu mucho más grande que el anterior, con barba blanca, vistiendo ropas más sencillas y portando una larga espada en su espalda se paró enfrente de Ibaraki, haciendo una pequeña reverencia en señal de respeto. Él era ni más ni menos que Ootakemaru, el Tengu más poderoso de Japón y uno de los Tres Yokais más Temidos de la Edad Media.

—Es bueno volver a verte, Ootakemaru-san, ¿cómo ha ido el entrenamiento de las tropas? —preguntó con una sonrisa amigable.

—Han avanzado bastante en estos años, cada uno de mis discípulos dan todo de sí para mejorar sus técnicas, Artes Místicos y Jujutsus —informó con una notable satisfacción—. Treinta hechiceros de Clase Gilgamesh, cincuenta de Clase Perseo, otros cincuenta de Clase Diomedes, setenta Yokais de Clase A, cuarenta de Clase B y treinta de Clase C. Ese sería el número total de nuestras tropas actualmente.

—Agrega a otros tres Yokais de Clase S que encontré en mi último viaje a China y en Hokkaido —mencionó Ibaraki, cruzada de brazos a lo que Ootakemaru asintió— ¿Dónde está ella?

—Fufufu... ¿Me llamo, Ibaraki-sama? —inquirió un susurro en el aire.

Una nube de color rosa apareció en el dojo, Ibaraki, sus hijas y Ootakemaru sienten venir a una sanguinaria bestia. Era una mujer con kimono azul oscuro, cabello rosado, orejas de zorro así como nueve colas de este mismo animal, media cerca de 1,85 mts, su sonrisa era sumamente maquiavélica y el aura que proyectaba era el de un ser sin corazón alguno, sin alma, sin emociones, era de esos seres que no deberían de existir en el mundo, algo que debe desaparecer cuanto antes. 

—Su ausencia se ha notado, es bueno tenerte de regreso, recientemente me llegó un té importado de China que quiero servir durante el almuerzo, su sabor no decepciona —comentó yendo hasta Sakura, teniendo que levitar en el aire para poder masajearles los hombros—. El Shinsengumi cada vez se debilita más, la Organización Lovecraft ha hecho un gran trabajo deshaciéndose de esa plaga por nosotros, aunque yo también he hecho lo mío. Recientemente ataqué una aldea oculta del Shinsengumi, fufufu... los gritos de horror de todas esas personas fueron música para mis oídos y su carne tenía un increíble sabor.

—Quítalas —musitó Sakura, apretando la mandíbula.

—¿Hmm? ¿Qué dices? —preguntó con tono "inocente".

—Tus manos. Quítalas. Están sucias y me dan asco —replicó con varias venas marcadas en el rostro por el coraje.

Sakura desenvainó rápido su katana, queriendo cortarla por la mitad, pero la zorra de nueve colas logró esquivar su ataque sin muchos problemas.

—Fufufu... que bien, ¿quieres resolver esto afuera? —inquirió la zorra, con unos ojos impregnados en deseos homicidas.

—¿Te da miedo estar solita? Ve tú sola, yo te espero —respondió Sakura, emanando un aura de Miasma intensa.

Un fuerte aplauso tan fuerte como un choque de autos calma las tensiones entre ambas mujeres, había sido obra de Ootakemaru por orden de Ibaraki.

—No hay que pelear enfrente de nuestras tropas, eso afecta su moral —reprendió Ibaraki, con un rostro serio—. Dejemos de comportarnos como niños, ¿quieren?

La mujer zorro se limitó a alzarse de hombros antes de retirarse, por su parte, Sakura chasqueó la lengua con molestia, sacando de su kimono unas toallitas húmedas para limpiarse los hombros.

—¿Ha lastimado a personas inocentes en mi ausencia? —preguntó Ibaraki al Tengu.

—No, Sakura y yo la hemos vigilado muy bien, desde que tú y tus hijas la derrotaron hace dos años se ha vuelto bastante dócil —informó acariciando su barba blanca—. Por supuesto, no hay que quitarle los ojos encima. 

Ibaraki asintió y luego se dirigió hacia la multitud que entrenaba en el dojo, llamando su atención al aclarar su garganta para hablar e inmediatamente todos se detuvieron, arrodillándose ante ella, pero la enorme mujer les hizo un gesto para que se levantaran, realmente odiaba esos formalismos.

https://youtu.be/qqmO0b_JiPE

—No saben lo mucho que alegra mi corazón el que ustedes se hayan esforzado tanto para poder seguirme a mí, a mis comandantes y a mis capitanes, sé que fue un camino difícil y que querían renunciar muchas veces, pero mírense ahora —declaró con una sonrisa cálida, gestos elocuentes con sus brazos y un andar elegante—. Cuando los recluté eran matones de cuarta, hechiceros renegados, salarymans mal pagados, chicos indefensos al borde del suicidio, Yokais que vivían con miedo a las grandes ciudades, Yokais que no podían controlar sus impulsos homicidas, seres que rondaban en las sombras debido a sus trágicas muertes, pero... ¡ahora son algo más grande que eso! 

«Son mis hermanos de armas, mis fieles soldados por los cuales moriría en el campo de batalla con tal de salvarlos. Que bendición más grande del Universo el que hayan decidido confiar en mi para cambiar las cosas, les estaré eternamente agradecida por haber creído en mis sueños, por querer ayudarme a crear un mejor Japón para nuestros hijos, nietos y bisnietos. Ya basta de un Japón que explota a sus trabajadores, cuyos altos índices de suicidios no hacen más que reflejar la tragedia de sus ciudadanos, basta de un Japón que permite la discriminación a nuestros hermanos de China, Corea, India, entros otros países, no tiene sentido odiarlos porque de ellos proviene nuestra cultura, basta de un Japón que juzga de forma descuidada las injusticias». 

«Muy pronto todo eso va a cambiar, ¡yo, Ibaraki Douji, los comandaré conmigo al frente para poder crear un nuevo Japón! Recuperaremos los ideales que tanto nos enorgullecían del pasado, el honor, la solidaridad, la justicia, la paz, todos los valores que dejamos atrás regresarán y este país será liderado por los verdaderos humanos, no por esos corruptos del gobierno, esos políticos cuello blanco que permiten tantas injusticas. Sin embargo, ¿Qué me llevaré yo de esta revolución?... Nada, no busco riquezas, fama o gloria, solo quiero un lugar mejor, donde poder vivir y morir en paz cuando llegue mi momento. Ustedes serán los que pasarán a la historia como grandes revolucionarios que lograron el nuevo renacimiento de Japón».

«Mis hermanos, mi familia, mis fieles soldados, gracias a todos por todo el esfuerzo que han hecho estos últimos diez años. Vayan a descansar, tomen un buen baño ya que disfrutaremos de un festín digno de los dioses. Dentro de una semana, daremos el primer paso para nuestra revolución, por lo que prepárense mentalmente para este gran paso hacia nuestros sueños. Han hecho un grandioso trabajo».

La multitud estalló en aplausos, silbidos y alabanzas hacia su lider, derramando lágrimas por esas palabras de agradecimiento y confianza.

—¡¡¡¡Incluso si luchamos contra el mundo entero, la seguiremos sin dudarlo, Ibaraki-sama!!!! —gritaron con toda su alma.

—¡Incluso si me cortan las manos, las piernas y el cuello, seguiría luchando por ustedes! ¡Japón podrá caer, pero su gente jamás! —gritó Ibaraki, eufórica y llena de júbilo.

A lo lejos, Ootakemaru, Sakura, Chikatsu y Yumei la miraron con orgullo, esta última no pudo evitar llorar. Sin embargo, Nara se veía en su mundo, como si estuviera en un intenso debate consigo misma. Dicho estancamiento fue interrumpido cuando su madre se acercó mientras las tropas abandonaban el dojo.

—Iré a tomar una siesta, despiértenme cuando esté listo el banquete —avisó abrazando a sus cuatro hijas.

Ibaraki Douji abandonó el dojo, estirándose un poco y bostezando, queriendo tumbarse en una de las camas especiales que tenían en su guarida para alguien de su tamaño. Las últimas ocho semanas habían sido agotadoras y estresantes, pero ese esfuerzo siempre valía la pena por sus sueños. Quería honrar a sus maestros, a los personas que la habían formado como una verdadera líder y le enseñaron el verdadero valor de la raza humana.

¿Me habré convertido en lo que esperabas de mí, Kintoki-san? —se preguntaba en sus pensamientos.




Notas del Dr. Alto Clef.

Y con esto, damos inicio a lo que será el último arco de Mi Camino de la Espada y que mejor que presentando a los nuevos antagonistas quienes podrán a todo Japón de cabeza.

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