22-Mañana Siempre Será Otro Día
Hace dos años, la rama principal de los Akatsuki fue llevada hasta casi su fin con la muerte de Akatsuki Sasaki y Akatsuki Otsu, una kitsune fue la responsable de tan horrible crimen, al igual que con la muerte de Oliver Frank ocurrida hace cuatro años previos a este asesinato, la Organización Lovecraft tampoco encontró pista alguna sobre la asesina y no había dejado rastro alguno, por lo que se piensa que ambos crímenes están relacionados entre sí.
Tras la muerte de sus padres, Akira fue a vivir al hogar de la rama secundaria del Clan Akatsuki. La casa al igual que la de Akira era bastante tradicional, pero estaba lleno de flores, no solo de Japón sino de también de varias partes del mundo. En el patio estaban sus dos primas, Akatsuki Gudako y Akatsuki Ritsuka; Gudako era la mayor de las dos con dieciocho años, su cabello pelirrojo era corto, sus ojos eran de color celeste, vestía con un kimono tradicional un poco escotado y su musculatura era desarrollada para una chica; Ritsuka era la menor con quince años, al igual que su hermana vestía un hermoso kimono, su cabello era largo y acomodado en una coleta, su musculatura era más común para una chica de su edad y sus ojos eran de color verde manzana.
Al ver llegar a Akira, ambas la abrazan con fuerza, acariciando su cabello.
—Lo sentimos tanto, Akira —dijo Gudako, separándose un poco de él para verlo a los ojos—. Nosotras estaremos aquí para tí, siempre que nos necesites.
—¡Correcto! Nunca te dejaremos solo —agregó Ritsuka al borde del llanto.
—Chicas, chicas, en serio les agradezco estas palabras, pero... necesito tiempo para mí —pidió decaído— ¿Dónde está el tío Motobe?
—¿Dónde crees? —respondió Gudako, con cierta molestia—. Sabes que desde lo de nuestra madre a estado igual.
Hace diez años, Akatsuki Hikari, hermana menor de Sasaki, murió en una misión de alto rango y desde entonces su esposo Akatsuki Motobe cayó en el alcoholismo y fue suspendido de la Organización Lovecraft por aparecer borracho en tres ocasiones.
Akira caminó iracundo hasta la habitación de su tío, quien estaba sentado en el suelo, con un libro en una mano y una botella de whisky en la otra. Akatsuki Motobe era un hombre de cuarenta y dos años, de cabello negro y despeinado, barba mal afeitada, ojos café con ojeras, bastante alto para el estándar japonés y con un traje de jiu jitsu en mal estado, sucio y arrugado.
—¿Qué quieres, Akira? —preguntó con la voz pastosa de un borracho.
El joven no dijo nada, solamente golpeó a su propio tío en el rostro, siendo visto con preocupación por sus dos primas.
—Maldito borracho de mierda... ¡¿esto es lo que haces?! ¡¿Perder el tiempo?! —gritó con los ojos llorosos— ¡Mis padres fueron asesinados ¿y tú únicamente te la pasas aquí emborrachándote y leyendo?! ¡Ellos eran tu familia por amor a Dios! ¡¿Cómo te pueden importar tan poco que ni siquiera te apareciste en su funeral?!
Motobe agarró a Akira del meñique izquierdo y le aplicó una llave clásica del jiu jutsu, haciendo que el joven caiga de rodillas al suelo, sintiendo como su dedo casi se disloca.
—Lo que haga con mi tiempo no es asunto tuyo, Akira —replicó con una mirada sombría—. Déjame solo y ven cuando siquiera puedas librarte de una simple llave.
—¡Oye! Suéltalo borracho de mierda o yo misma te dislocaré el brazo —exclamó Gudako, siendo retenida por su hermana menor, ya que de lo contrario se lanzaría a pelear con su padre.
El desdichado artista marcial parece reaccionar al escuchar la voz de su hija y suelta a Akira, dándoles la espalda para volver a encerrarse en su lectura.
—"Profeta, dije, o diablo, infausto cuervo por Dios, por mí, por mi dolor acerbo, por tu poder fatal dime si alguna vez a Leonora volveré a ver en la eternal aurora donde feliz con los querubes mora »; dijo el cuervo: «¡nunca más! »" —murmuraba cubierto en su depresión.
Akira abandonó la habitación, aún estaba molesto, pero sabía que lidiar con el estúpido de su tío no lo llevaría a ningún lado. El resto del día se encerró en la habitación que sus primas habían preparado para él previamente antes de su llegada, observando fijamente El Sol Orgulloso que le había sido legado por su fallecido padre y su abuelo había hecho la ceremonia de transferencia después del funeral, pero por alguna razón Amaterasu aún no se había manifestado ante él.
Ese suceso solo hacía que Akira se hundiera más en la oscuridad, durante la noche, después de dejar de lado la cena que le había traído Ritsuka sacó de una de sus maletas la rasuradora que su padre compró hace veinte años en un viaje a Europa y que guardaba como un gran recuerdo. "Un buen samurái siempre debe estar presentable, bien afeitado, bien vestido, con buen olor y con unos modales impecables, esa ha sido una filosofía del Clan Akatsuki heredadas por el maestro del fundador; no te conviertas en lo que más odia nuestro clan, Akira, siempre se un verdadero caballero". Esas fueron las palabras que alguna vez su padre le dijo.
—Padre... ¿cuál es el sentido de seguir vivo? —se preguntaba soltando una lágrima por uno de sus ojos—. Desearía haber muerto esa noche con ustedes.
—¿Irás en contra de los deseos de tus padres, Akiracchi? —inquirió una voz en su cabeza.
Delante de Akira, apareció la majestuosa figura de Amaterasu, cuyo brillo cegó al chico por unos segundos hasta que sus ojos pudieron acostumbrarse a tan celeste mujer.
—Perdón por no aparecer antes, Akiracchi, yo también estaba de luto por Sasakicchi —explicó con una ligera sonrisa mientras acariciaba el rostro de Akira, quien a pesar de no poder tocarla, podía sentir su calidez.
—Amaterasu yo... no sé si puedo seguir viviendo, ¿para qué? Lo he perdido todo y no pude hacer nada por ellos —confesó empezando a llorar.
—No lo has perdido todo, Akira, aún tienes a tu familia —corrigió la Arconte, siendo compresiva con él.
—A mi tío Motobe ni le importo, ¿Cómo podría importarle si solo está encerrado en su habitación emborrachándose? —cuestionó cabizbajo.
—¿Por qué no vamos a verlo un momento? —sugirió con una reluciente sonrisa.
Akira no sabía que era lo que planeaba la Arconte, pero de igual manera algo en él le decía que tenía que confiar en su sabiduría. Estando escondidos, escucharon desde la ventana del cuerto de su tío algo que ayudaría al chico a adoptar una nueva mentalidad.
—Ah, Hakari... ¿por qué la desgracia persigue a nuestra familia? —se cuestionaba con una foto de su querida esposa en la mano—. Primero tú y después una guerrera tan recta y firme como Otsu-san y un caballero sin igual como Sasaki-dono, ¿por qué no morí en lugar de ustedes tres?... ¡Mierda! ¡¿Qué diablos estoy diciendo?! Tú no quisieras eso, Otsu-san y Sasaki-dono tampoco, tú querías que yo viviera para poder criar a Gudako y a Ritsuka ¡y perdí el tiempo hundiéndome en mi tristeza! —gritó rompiendo la botella de alcohol que tenía en la mano—. Nunca más... ¡nunca más maldito cuervo! ¡Nunca más volverás a meter tus pensamientos oscuros en mi mente! Debo salir de esta oscuridad, debo volver a luchar más que antes porque Akira no debe terminar como yo, él es el sucesor de los Akatsuki, él debe ser el sol de la esperanza para todos aquellos que se hundieron la oscuridad... mi querido sobrino, de ahora en adelante trataré de ser un tío ejemplar. Perdóname por haber sido un tonto durante una década entera, Hakari, juró por tu espíritu y con Dios como testigo que cambiaré mi vida ¡Por Akira, por Gudako, por Ritsuka y por esta familia!
https://youtu.be/e-XEdAeAzj0
Akira se quedó sin palabras, ¿de verdad ese era su tío Motobe?
—¿Cómo sabías que esto pasaría? —preguntó en voz baja a Amaterasu.
—No lo sabía, solo esperaba que algo así pasaría —confesó con elocuencia—. Siempre espero lo mejor de las personas, porque este, el mundo humano, es el mundo de los héroes y de la esperanza. Akatsuki Motobe era muy fuerte hasta que perdió al amor de su vida y al verte pasar por la misma situación que él decidió salir de ese abismo para cuidarte, Akiracchi.
El joven y la Arconte se sentaron en el jardín debajo de un cerezo, mirando fijamente el cielo nocturno.
—¿Sabes algo curioso de las estrellas? —preguntó con ojos brillantes y una sonrisa cálida—. Están tan lejos que su luz tarda años en llegar a la tierra y para cuando llega, dichas estrella ya han muerto y sin embargo, su luz ilumina las tinieblas de la noche y nos regalan este gran paisaje. Así mismo es la esperanza, puedes llorar, pero tienes que hay que seguir adelante por aquellos que nos aman, no siempre lloverá, en cambio mañana siempre será otro día.
Akira lo comprendió todo aquella noche, su misión en el mundo, sobre la esperanza, el legado de sus padres. Quería seguir vivo, quería poder disfrutar de las cosas que este maravilloso mundo tiene, quería estar allí para aquellos que también pasaban por un mal momento.
En la mañana siguiente, Akira y sus dos primas estaban en la cocina, comiendo el desayuno cuando Motobe apareció, mejor vestido, afeitado y caminaba normalmente. Aún así, Gudako lo veía con desconfianza y se le notaba incómoda cuando este le acarició la cabeza.
—Yo... lo lamento, lamento no haber estado allí durante tantos años —confesó cabizbajo—. Las ignoré cuando ustedes también sufrían, pero nunca más. Prometo estar allí para ustedes, eso te incluye a tí, Akira.
Gudako y Ritsuka no sabían que responder, parecía lo más coherente que su padre había dicho en años.
—Entonces ayúdame a entrenar después del desayuno —pidió Akira, con una cálida sonrisa—. Anoche descubrí como salir de tu llave del meñique y quisiera mi revancha.
—Jejeje, muy bien, muy bien, pero sé amable con este viejo, creo que estoy algo oxidado después de tantas botellas de alcohol —bromeó mientras se rascaba la nuca—. Eres fuerte, Akira, estoy seguro que tus padres te están viendo ahora mismo y están orgullosos de tí.
—Después de ese día, mi tío Motobe fue a Alcoholicos Anónimos y regresó a trabajar a la Organización Lovecraft —finalizó Akira, recordando el gran cambio de su tío—. Gracias a él, a mis primar y a Amaterasu-Onee sama, soy la persona de ahora. No me hundí en el abismo gracias a ellos.
—También tienes que darte créditos, Akira —mencionó Shui Li, dándole un pequeño golpe en el hombro—. Incluso con apoyo, hay gente que simplemente no quiere salir de su infelicidad, pero tú incluso te convertiste en el chico más risueño que he visto en mucho tiempo.
—Zehaha... ¿En serio? —preguntó con algo de pena.
Yamiko no decía nada, estaba apartada en un rincón con varios pensamientos que inundaban su mente. No tenía idea de lo que le había ocurrido a los padres de Akira y por alguna razón que ella misma desconocía, se sentía mal por él.
A la habitación de juegos apareció un joven, parecía dos años menor que Akira y Yamiko y corrió abrazar a esta última para sorpresa de los demás presentes.
—O-o-oye, Makoto... la gente nos está viendo —avisó Yamiko, incómoda.
—Lo siento, Yamiko, hace mucho que no te veía desde lo ocurrido con Yu-
Yamiko le calló la boca y le indicó con la cabeza para ir afuera a hablar en privado, saliendo de la sala de juego. Sin embargo, gracias a Florentino y a su gran oído pudieron saber de lo que hablaron y cuando Yamiko regresó, se estaba limpiando las lágrimas notando al instante como los demás la estaban viendo.
—¿Qué les pasa? ¿Por qué me miran así? —inquirió frunciendo el ceño.
—Lo lamento, debió ser difícil perder a una amiga —dijo Florentino, poniendo una mano en su hombro.
—No, no lo sabes —replicó quitando con brusquedad su mano—. Maldito humano... ¡¿Quién te dio permiso para escuchar lo que dije?!
—Cálmate Yamiko-chan, lamentamos ser tan metiches, pero si quieres desahogarte con nosotros puedes hacerlo —dijo Akira, compresivo—. No es bueno que te guardes todo ese dolor para tí sola, nosotros aquí también hemos sufrido y podríamos ayudarte.
—Todos ustedes humanos tienen la culpa de lo que pasó ese día —declaró con una mirada sombría— ¿Quieren saber sobre su pecado? Pues entonces les diré por qué los odio tanto a ustedes, humanos.
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