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Capítulo 7: Lo quiero

—¡Bella! ¡Abre la puerta! —su puño se impacta contra la puerta del baño con fuerza.

—¡Y una mierda! —el desagüe del retrete suena llevándose lo que he tirado. El martirio de la madera cesó a la vez que oigo alguna maldición en alemán que se aleja.

Decido salir del baño mirando como Wotan está recostado de la pared con brazos cruzados y mirada fulminante a mi persona, enmarcada por algunos mechones de su cabello castaño-rubio poco ondulado y corto. A mí no me intimida y se lo dejo claro cuando le apuñalo con mis ojos.

—¿En serio? ¿El alcohol no era suficiente y tienes que meterte esa porquería?

—Eso no te incumbe —un tic en mi ojo derecho empezó a palpitar con violencia.

—¿Ah no? Entonces como eres tan independiente, a partir de hoy te olvidas de mi ayuda.

—Bella —su ceño se ablandó.

—No te pagaré la renta, no te traeré la comida, no limpiaré tu pocilga ni te conseguiré trabajo por séptima vez —volvió a apretar la piel entre sus ojos, la mandíbula tensa al igual que sus puños me dice lo iracundo que está porque sabe perfectamente que yo soy su soporte, el único que tiene—. Ya no puedo, Wo.

Lágrimas rebeldes se me formaron en un santiamén y salieron por su cuenta, Wotan descompuso su ira para abrazarme fuerte —Lo siento Jolie Poupée—. Regresé su abrazo dejando salir un sollozo por lo bajo cuando me esfuerzo en no soltar mi llanto.

—Te amo, en verdad, eres mi hermano mayor, pero esto es demasiado.

—Perdón, lo digo en serio, pero necesitaba distraerme, sabes que para mí no ha sido fácil.

—Nada es nunca fácil contigo —me soltó como si fuera fuego—. Sabes bien que no miento. Cuando Romina te dejó fue peor de lo que ya eras.

—¡No te atrevas Bella! ¡No uses eso para hacerme sentir mal! —ahí está de nuevo ese infierno en sus ojos.

—No me eches la culpa de lo que ella te hizo.

—Te pedí que me vinieras a ayudar, no a que me criticaras de algo que no sabes.

—¿Y quién me ayuda a mí? —escupí con rabia— ¿Acaso tú me ayudaste antes? ¿Eh? ¡¿Cuándo lo has hecho?! Yo soy tu hermana menor, ¡era a mí a la que tenías que ir a rescatar de una fiesta por andar borracha! ¡Era a mí a la que tenías que cuidar de que no me drogara o que no me fuera con un chico que no me convenía! ¡Eras tú el que estaba a cargo de una menor! ¡No al revés! En cambio ¿cuál era nuestro roll? Yo con dieciséis años salí a trabajar para ayudarte a pagar los viles, y en especial mis estudios porque querías sacarme de la escuela.

—No quieras ir por ahí, Bella, no quieres, te lo aseguro.

—No, yo te aseguro que no voy a regresar ahí por ti… —me detuve, di unos pasos hacia atrás cuando levantó la mano en el aire— ¿Qué ibas a hacer? —la bajó de inmediato aunque lento, me mira directamente, como si analizara lo que estaba haciendo— ¿Ibas a golpearme?

—¡No! Claro que no —pasó su mano con irritación por su cabello—. ¿Por qué todo lo haces difícil?

—Ibas a pegarme… —me mira molesto— Ibas a hacerlo ¿en verdad? ¡Tú no eres papá! —múltiples punzones en mi mejilla parecían pequeños piquetes que se extendían por mi rostro.

Le miré perpleja a su cara palidecida, observó su mano abierta con la que tocó mi piel y luego a mí, intentó acercarse a tocarme, sin embargo me alejé de su alcance.

—Bella… yo… Yo no quise… —fui caminando hacia atrás y luego de lado sin darle la espalda— Bella, por favor, lo siento.

—Me lo habías prometido… —alcancé a desatorar mi voz con un hilo de enojo y decepción.

Me nombró nuevamente, más lo único que mostré fue un semblante endurecido ante el hecho inequívoco que no tolero. Abrí la puerta y salí con prisa para largarme de ahí, él gritó mi nombre desde arriba junto a un «Lo siento».

Esas estúpidas disculpas no significan nada.

Me dispuse a encontrar un taxi que me llevara a casa, fueron al menos unos cinco minutos que pasé ahí. Maldije internamente la situación, a mi hermano que me había prometido que no se convertiría en nuestro padre, que jamás me pondría una mano encima, a nadie. Tenemos nuestras reglas y él rompió la más sagrada entre nosotros.

Llegué a casa iracunda, si supiera que Alten no estaría habría azotado la puerta sin importarme arrancarla de los segurillos, así que entré silenciosamente para no alertarlo. Imposible. Pues él estaba en la sala, me saludó con entusiasmo y esa enorme sonrisa alegre que siempre me tiene.

—Hola Alten, voy a subir ¿sí? —oculto mi cara con el cabello por enfrente.

—Oye, espera —se levantó corriendo con su sonrisa posándose enfrente de mí, algo que me estaba inquietando porque me vería—. ¿Bella? Oye, ¡Bella! —me había estado removiendo para que no me viera, pero al final me atrapó descubriendo mi rostro— ¿Qué esto?

—Nada —susurré desviando la mirada.

—¿Nada? ¡Esto es un golpe Bella! ¿Quién te lo hizo? —su voz torva obligó a mi atención ponerle los ojos.

Un genuina ira se le marcaba en el interior, lleno de fuego dispuesto a consumir todo, no es como la actuación, no es falsa, es una verdadera fiera la que quiere salir y enterrar sus garras…

—Fui a visitar a un amigo y…, me caí —¿en serio es mi mejor excusa?

—¡No mientas! —me asusto— ¡Esto no te lo permito! ¡No me mientas! ¡¿Quién te hizo daño Bella?! —aprieta los dientes, está colorado como si la sangre le hirviera, y sus ojos miel se han oscurecido.

—Das miedo —dije temblorosa, sus párpados se alzaron un poco más en sorpresa y el aire de su interior salió expulsado con pesadez, luego achicó un poco los ojos como si estuviera triste.

—Bella, esto me preocupa —me abrazó fuerte habiendo tomado mi mano de la misma forma poniéndola en su pecho, justo en el centro haciéndome sentir los latidos acelerados de su corazón, su otra mano se aferra en mis cabellos por la nuca teniéndome recostada la cabeza en él, puedo sentir también su ligero temblor—. Me preocupo por ti, sabes que te quiero.

Mido 1.62 mientas que él 1.78, he estado entre personas más altas y más robustas que él, y jamás me he sentido pequeña o desprotegida, pero con Alten es diferente, me hace sentir realmente pequeña, dócil, protegida. Odio eso y a la vez me gusta —Perdón, te prometo que no me volverá a pasar, recuerda que soy una perra que no da segundas oportunidades.

Subí mi rostro a verle dedicándole una sonrisa en melancolía, por su rostro severo se nota que no está de acuerdo, quiere saber la verdad, pero no me forzará a hablar.

Resopló fastidiado por esto y besó mi cabeza con dulzura —Pasé al supermercado a comprar helado napolitano. ¿Quieres comer?

Asentí sintiendo su calidez tan especial. Él me conoce bien, seguro pensó que volvería molesta y por eso compró helado. Por eso, porque me conoce, me comprende, me cuida y no me retiene, por todo lo que es, lo quiero.

×~×~×~×~×

Vemos una película juntos mientras estamos tapados con la misma manta. A su lado tiene el tazón de palomitas sobre la mesita con la lámpara, él come, luego me da de comer a mí para no destaparme al estar recostada de él, de vez en cuando mira la zona donde recibí el golpe, hace una pequeña mueca que no tiene intención de ocultar su enojo.

—Tal vez mañana ya no amanezca inflamado —eché al aire sin recibir contestación más allá de una leve sonrisa—. Sí, esto tuvo que ver con la llamada de la tarde.

Me miró esperando a que soltara más, pero curvé los labios en señal de que no diría otra cosa, al menos por ahora. Él entendió dándome un beso más largo en la sien, presiona con solidaridad sus labios en mi piel diciendo lo mucho que me quiere.

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