Alten
Las mariposas revoloteando sobre las flores del jardín roban mi completa atención de la charla con Perla y mi madre sobre cómo será nuestra vida de casados. Todo está listo para mañana, me siento mal por tener que casarme solo por dinero aunque eso es lo que necesita mi hermana y su tratamiento. Perla sabe perfectamente todo y está de acuerdo con esto, está convencida de que lo nuestro funcionará como el matrimonio de sus padres que también fue arreglado, y yo prometí que daría todo de mí para que también funcione, sin embargo, no creo que llegue a amarla.

—Alten, cariño.

—Dime, Bella —abrí mis ojos sorprendido y arrepentido cuando respondí a Perla, rápidamente la miré para darme cuenta de que no se ofendió.

—Ay, gracias —piensa que le di un cumplido. Sonreí para ocultar mis nervios.

Cuando estaba distraído, Bella me decía cariño como forma de sacarme de mi mente, a partir de ahí yo le decía Amor cuando era ella la que estaba concentrada en algo, luego eso se nos volvió costumbre.

—Te decía que me gustaría tener cinco hijos —un largo silencio incómodo.

—¿Qué?

—Sí, imagina a nuestros niños correr por el jardín, en sus clases de piano y canto, en sus lecciones de etiqueta.

Mi madre tomó su mano con carisma —No lo sé, querida, recuerda que son mucha responsabilidad.

—Pero suegra, usted tuvo cuatro y los ha criado bien.

Uy sí, muy bien. Papá y la nana eran los que se encargaban de casi todo.

Ni como negarlo, Víctor.

—Los tuve en dos partos —acomoda su cabello con toques suaves—. ¿Qué opinas hijo?

¡No me preguntes a mí! —Aun somos jóvenes. Deberíamos disfrutar un poco de nosotros, no sé, ¿qué tal tus estudios, Perla?

—Estudié arte plástico con una profesora particular y me gradué en eso —dijo orgullosa.

—Oh, ¿y dónde trabajas?

—¿Trabajar? No, cariño, seré la ama de casa.

—¿Disculpa? —estoy confundido al escuchar su decidida respuesta como firme— ¿Te empeñaste en tener algo para no usarlo?

—Alten, hijo —con sonrisa mostrando sus dentadura se inclinó un poco a mí articulando palabras sin despegar sus dientes, está nerviosa y fuerza el gesto—, estás siendo grosero.

—No, está bien, suegra —Perla se encuentra tranquila y serena—. Cariño, eso es más formalismo, no sirve más allá de dar puntos para ser una buena esposa.

—Sí…, entiendo —no, en realidad no lo hago, pero no se lo puede decir.

Claro que sí, es una tontería. Es verdad, pero no se lo puede decir. Hay que regresar con Bella. Tampoco puedo hacer eso.

—Tengo que salir un momento —mencioné parándome y dando un beso en la mejilla a mi madre y a Perla.

—¿A dónde vas, hijo?

—Necesito —me lo pensé por un momento— comprar unas Aspirinas.

—Tenemos… —casi, casi le corté las palabras.

—No hay —me fui caminando a salir por esas enormes rejas de metal que se abren por personal de seguridad.

Toda la casa está rodeada de muros altos, la calle es amplia y bien cuidada, hay otras mansiones lujosas separadas unas de otras por un considerable perímetro dado que son personas adineradas. No es como que pueda conseguir un taxi por casualidad, para eso y si tengo suerte debo salir a pie del área de estos estirados.

Luego de casi una hora caminando fuera de ese lugar es que encontré un taxi que me llevó de nuevo al vecindario donde solía trabajar. Apenas entro Mónica me saluda junto a su tío que atienden a clientes que también se alegran de verme.

—Alten, mijo —dijo la adorable señora Dolores dándome un abrazo como solo una abuelita cariñosa sabe—. Te extrañamos por aquí.

—Y yo a ustedes, mis nenas hermosas —les guiño el ojo un par de veces sacándoles la risa.

—Qué galán —me jalan las mejillas—. Es una lástima que te cases.

—Lo siento —puse el dorso de la mano en mi frente siendo dramático—. Este muñeco se les escapó del aparador.

Ríen a carcajadas —No, nosotros estábamos seguros que terminarías casado con Bella. Esa chica es una belleza.

Mi sonrisa se apagó un poco —Sí, es verdad— fue todo lo que pude decir, pues yo fantaseaba con que fuera ella con quien me casara. Y para ser sincero, aún fantaseo.

—Voy a ayudar un poco —dije al que era mi jefe, aunque él decía que no era necesario—. Por favor, por los viejos tiempos.

Al final aceptó y me dará una caja de paletitas como regalo. Esos si son tratos. Así que me puse una bata y empecé a (no) trabajar de nuevo. Acomodo las medicinas en el estante tarareando en mi cabeza, al menos hasta que noto que una chica lleva rato parada frente al estante del otro lado. Tal vez tiene problemas para buscar algo, así que salgo por un lado para ofrecer mi ayuda.

Estaba tan concentrada que la asusté, está apenada. Su piel es diferente, está pigmentada. Poso mis ojos en lo que busca e internamente me río de lo que una vez me dijo Bella: […] quizá le vendas pruebas de embarazo. Me dijo cuando jugué sobre encontrar a mi chica ideal.

Como esta muchacha está apenada y deduzco que es su primera vez comprando test, le indico cuáles son los mejores, que son tres. Dijo que se los llevaría, estaba por tomarlos, pero con delicadeza le dije que me las llevaría tras el mostrador y se las entregaría en una bolsa negra.

Si hay algo que he aprendido en este trabajo es que el tema de la menstruación, los condones y los embarazos en sus primeras veces suele ser algo bochornoso para las mujeres, así que es mejor ser discreto y ayudarlas.

Me agradeció con una leve sonrisa en un poco de alivio luego de atenderla.

Espero que le vaya bien.

Bebés… ¿Cómo sería si tuviera uno con Bella? Me encantaría que sacara los ojos de ella. Y que fuera niña. Si también sacara su forma de ser sería interesante ver a una mini-Bella en todo su esplendor. ¡Una mini-Bestia!

Supongo, que sólo en mi fantasía se va a quedar.

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Traje blanco a medida con corbata morada bajito, arreglitos de unas flores en el broche que va en el pecho, la modista está mirando que no falte ni un detalle. Mi madre y hermanas chillan por verme listo para el día de hoy.

Mi boda con la que no es el amor de mi vida.

Perla ya debe de estar camino a la iglesia, y yo pronto estaré con ella.