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Capítulo 2: Regla

Con gusto entró arrojándose al sofá largo abrazando su estuche, alcé sus piernas para sentarme en esa sección teniéndolas recogidas. Esperé en silencio a que ella terminara su relajación interna para verla poner su instrumento en el piso y sacarlo empezando a hacer algunas notas.

—Quieren hacer un musical —frunció el ceño fastidiada—. No quiero salir en escena y cantar canciones cursis llenas de desamor de una niñata.

—Ay vamos, lo harías de maravilla.

—Ese no es mi estilo, cosas rosas y lindas no van conmigo, yo soy…

—Oscuridad, maldad, ¡un demonio del infierno! ¡LUCIFER! —exclamé con las manos al aire. Recibí una patada al estómago sin mucha fuerza, pero la suficiente para abrazarme a mí mismo— Vamos Bella-Bella, lo harás bien. ¿Cuándo es?

—Ni siquiera se han repartido los papeles, están analizando quiénes serán lo que estarán en escena —sus ojos se posan en las cuerdas, suelta un suspiro dejando que su cabeza caiga de lado.

—Tendrás el protagonismo, lo verás —le dediqué una sonrisa sincera.

—Me esforzaré por no merecerlo —la miré mal provocando su risa, continuando un aumento en la velocidad de sus dedos al tocar—. Tal vez sea un árbol, o quizá una florecita.

—Un lobo feroz te quedará a la perfección —rodé los ojos quitando sus piernas de mí levantándome—. Más te vale ser la protagonista, si cae en mi horario de trabajo pediré un día libre.

—No hay necesidad.

—¡Claro que sí! —me volteé a señalarla acusador con el entrecejo fruncido, ella rió dejando de tocar— ¡Esto —apunté arriba haciendo una pausa dramática— no se va a discutir, Bestia! —ahora ella me miró mal por su apodo, tomó un cojín aventándomelo a la cara— ¡Eso dolió!

Con orgullo se había levantado dirigiéndose a la cocina, ella se encarga más de la comida ya que dice que voy a matarla un día de estos.

Descompusiste el microondas queriendo cocer dos huevos.

Bueno, no sabía que podían explotar.

¿Qué me dices de cuando se te quemó el pollo en el horno porque te dormiste esperando a que estuviera cocinado?

A cualquiera le pudo haber pasado.

¿Justo frente al horno y en el piso?

—Bueno, tú no ayudaste —crucé los brazos enojado con Víctor, él jamás sale cuando lo necesito.

—¿Cómo voy a ayudar si estaba en la escuela? —Bella se quejó atrás de mí dándome un susto, piensa que le hablo a ella— Además yo siempre cocino, tomar una de tus raciones de flan es justo —se refiere a que yo hago las compras en su mayoría.

—Es cierto, lo siento —reí avergonzado mirando que la comida de ayer la está recalentado.

Ella no sabe que discuto conmigo, ni siquiera sabe que le puse nombre a mi vocecita interna, bueno, no sabe que tengo una.

Ella terminó de comerse el postre tirando el vasito a la basura y apagando la estufa, sirvió los platos comenzando a comer juntos, pero la regañé porque comió algo antes del almuerzo y justo en mi presencia.

Ambos tenemos nuestras reglas, siempre comer juntos es una de ellas, las creamos para tener un orden y una convivencia sana y estable, ya que al principio tuvimos algunos problemas a la hora de coexistir, como la comida. Cuando uno quería comer algo el otro deseaba otra cosa, a veces chocábamos cuando uno quería lavar su ropa en el sótano, o cuando ella tenía que usarlo para ensayar con su banda.

Por eso establecimos reglas, una especie de contrato que estable los horarios de ciertas actividades si se pueden hacer individualmente, como el separar la ropa sucia y lavada de cada uno en un cesto diferente, el día de lavado debe hacerse los miércoles y sábados, el aseo también está condicionado para cada uno.

También tenemos prohibiciones entre nosotros, como el que ninguno puede entrar a la habitación especial del otro a no ser que sea estrictamente necesario, y si uno quiere algo debe llamar a la puerta y esperar afuera (hasta el momento no ha habido causa de fuerza mayor para que alguno entre). Con respecto a la ropa, Bella estableció que está estrictamente prohibido lavar la ropa interior del otro, ya que se avergonzó cuando le lavé la suya. Y yo establecí que cada domingo por la mañana debemos desayunar hotcakes.

—Oye Alten —le miré con ojos entrecerrados ya que en su mano tiene el teléfono—. Sí, ya sé, nada de móviles en la mesa —rió poniéndole a un lado haciendo que sonriera por ello—. Voy a salir con Travis esta noche, ¿te importa si te dejo en el trabajo y me llevo el auto? —hice un «Ah» en respuesta tratando de no sonar fusco, pero creo que no lo conseguí ya que ella dijo—: Si no puedes no hay problema.

—No, no, no hay problema, claro que puedes llevartelo —sonreí haciendo una cara pícara mientras movía las cejas—. Te envidio —alcé la voz junto a mi cuchara señalándola de forma acusadora—, viernes en la noche y yo me tengo que quedar a cubrir a un amigo en el trabajo.

—Pero te pagarán las horas extras ¿no?

—Claro —volvimos a comer tranquilos, o al menos ella.

Ese Travis es su pareja, baterista de la misma banda que Bella, ella es la guitarrista y vocalista. Su novio no me agrada mucho, nada de hecho, siento que se cree la última Coca-Cola fría del desierto, está bien tenerse amor propio, pero este tipo abusa.

Con disimulo veo a Bella comer y acomodando un mechón de su cabello detrás de la oreja donde tiene ese dragón que le queda tan bien en su imagen, ella ve por la ventana a las mariposas que revolotean en las flores que están plantadas fuera de dicha ventana.

Esas mariposas danzan lo que siento dentro de mí, pero que jamás podré confesarle a Bella.

Regla primordial entre los dos: Ninguno debe enamorarse.

Pero esa regla se rompió hace mucho.

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