Capítulo 14: En esas habitaciones
Bella
Empujo a mi estúpido novio hasta bajar las escaleras.
—Bella, basta —refutó cuando al fin llegamos.
—¿Qué rayos hacías ahí dentro? —mi ceño fruncido está muy marcado, lo puedo sentir.
—Me dio curiosidad, es todo.
—Quita esa sonrisa, no es gracioso. Esa habitación es un lugar al que solo Alten puede entrar, ni siquiera yo lo hago.
—Ay vamos, esta también es tu casa —está molesto, pero no retira su burlana cara.
—Es mi casa y la de Alten, con nuestras reglas que seguimos y cumplimos. Si ni siquiera nosotros la rompemos ¿qué te hace pensar que tú puedes? —se acercó a retarme.
—Tu novio.
Torcí mis labios de lado —Mi novio, más no tienes derecho a ir por MI casa y la casa de Alten como si fuera la tuya. Eres un invitado, no lo olvides.
Su diversión se esfumó dejando el fastidio, se asomó por la puerta del sótano y gritó: —¡Ya me voy! Ahí lleva mis cosas, Oscar.
—¡Travis! Entiende que eso no estuvo bien. ¡Travis! —azotó la puerta al salir, yo la abrí para verlo como se iba caminando— ¡Eres un idiota! —cerré la puerta pasando las manos por la cabeza exasperada, los chicos ya habían subido y me miraban en silencio— Lo siento chicos.
—Descuida —mencionó Fred sonriendo de lado—, ya conocemos a ese idiota. Vamos a recoger las cosas.
—Sí, yo tengo que ir arriba —dejé que ellos se ocuparan de abajo mientras yo subí a tocar la puerta. Como dice nuestro código, espero a que me conteste, pero no entro.
—¿Qué? —mencionó irritado sin abrir.
—Él ya se fue, pronto los demás también —hubo un periodo corto de silencio.
—¿Y? —es muy cortante.
—Perdón por eso. No volverá a pasar.
—Jamás nos vamos a llevar bien, y con esto que sucedió menos, lo sabes ¿no?
—Lo sé. Discúlpame por esto —abrió la puerta, me sorprende verle los ojos rojos, como si hubiera llorado.
—Tú no tuviste la culpa, no te disculpes, perdóname a mí por enfadarme contigo —me desvía la mirada.
—¿Por qué te afectó tanto? —sus ojos se posaron de inmediato en los míos, noto duda en ellos.
Antes de responder, escuchamos a mis amigos abajo—: ¡Ya nos vamos Bella! ¡Hasta luego!
—¡Adiós! ¡Nos vemos! —la puerta se cerró y yo viré mis ojos de nuevo a él.
Soltó un suspiro por la boca y se hizo a un lado diciendo que pase. Eso me impresionó mucho más. Me lo pensé por un instante y al final accedí. El interior es blanco, fue en lo único que le ayudé a decorar, lo demás fue él. Es la primera vez que entro y lo veo en todo su esplendor. Tiene un escritorio al lado de un sofá que se convierte en cama, estantes en las paredes que hacen parecer que los libros colocados en él, flotan. Una impresora al lado de un portátil, lápices de colores, plumones, lapiceros, una de esas máquinas de engargoladura con su guillotina, muchos paquetes de papel blanco y algunos de colores, pero si hay algo que llame mi atención, es el librero con muchos trabajos como cuadernillos.
—Son mis obras —le miré teniendo mi boca un poco entreabierta por la sorpresa. Está sonrojado.
—¿Tus obras? —asintió encogido de hombros empezando a jugar con un mechoncito de su cabello, como si quisiera ocultarse tras el brazo. Volví a mirar a ese estante— ¿Escribes libros?
—Algo así.
—Son muchos.
—Están los que hice de niño y los que hice ahora. Amo crear mundos o transformar el que tenemos, pero no me gusta que los demás lo vean. Siento pena de que lo lleguen a leer.
Siente pena… Le miré más sorprendida, pero también le entiendo. Al igual que él, en mi espacio personal hago cosas que no le mostraría a nadie, en mi caso, canto o escribo canciones cursis que jamás dedicaría.
Me sentí mal, esto es importante para él, se nota en su postura y actitud. Lo abracé con fuerza disculpándome de nuevo.
—Todo está bien, Bella, ya pasó —nos separamos para vernos.
—No está bien. Travis no tenía derecho a entrar aquí y menos tocar tus cosas. Hablaré con él, le diré que te ofrezca disculpas —negó con la cabeza dándome su sonrisa más calmada.
—Está bien así, en verdad.
Nos quedamos observando las facciones de ambos, pero más a nuestros ojos, fue entonces que me separé más y le dije que haría algo de comer para compensarle un poco el mal rato, así salí dirigiéndome un momento a mi habitación en la que Alten jamás ha entrado tampoco.
El color es un rojo oscuro, las cortinas blancas para darle un poco de iluminación, con pegatinas de notas enormes que Alten me ayudó a pegar, pero al igual que yo en su habitación, aquí también solo me dio una mano con las paredes, lo demás lo decoré yo sola.
Mi tocadiscos comprado en esa tienda de segunda mano, varios discos de vinilo, álbumes de pop, e incluso baladas y música de artistas como Alejandro Sanz y Ricardo Arjona. También veo mi libreta en la que su interior están algunas letras mías. Está esa primera canción que compuse en francés, y la que canto a diario en mi mente cada que veo a Alten.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro