Capítulo 1: Amigos
Bostezo estirando mis brazos dentro del auto a la vez que cierro mis ojos con algo de fuerza. Amo la sensación que da esto. Miro la hora en mi móvil sabiendo que mi bestia pronto saldrá de clases, no, ya salió y yo me atrasé en el tráfico. Resoplé saliendo del vehículo entrando al área del campus de Bellas Artes, camino viendo alrededor queriendo saber para dónde ir.
Jamás había venido a su universidad a pesar de que lleva dos años cursando para ser toda una artista en el área de canto. Y canta bien, la verdad, hermoso de hecho.
Me acerqué a un grupo de chicas que conversan gratamente para preguntar sobre el salón de a quien vine a recoger. Ella me dijo que me buscaría en el parking, pero quiero sorprenderla.
—¡¿Qué mierda te sucede loca?! —una voz masculina se escuchó a unos cuantos metros de ahí.
A él no lo conozco, pero resoplé resignado sabiendo a quien se dirige, así que agradecí a las chicas por su atención y volteé para ver lo que ya me esperaba.
—A mí me importas una mierda, Roger, lárgate y no me molestes —ahí está ella, con su guitarra dentro del estuche colgando del hombro, cabello suelto llegando a la cadera, castaña con degradado en las puntas, vestida como una badgirl (que en realidad muchos la ven así), con una lata de soda al frente echando espuma. Si deduzco bien, ella agitó la lata y la abrió en dirección a ese chico que parece jugador de fútbol americano, empapándole—. Puedes irte a coquetear con cualquier descerebrada que parece estar en su época de apareamiento, no vengas conmigo a querer bajarte la calentura.
—¡Hija de…! —otro chico le sostuvo apartándole, agradezco que haya sido así ya que no alcanzaba a llegar— Esta me las pagas Bella.
—Uy, como tiemblo —se burló haciendo mofa de él con una voz muy parecida a la hiena de El Rey León, para después juntar sus labios pintados de rojo oscuro a la soda mientras el otro se va soltando maldiciones por lo bajo.
—Siempre demostrando quién manda ¿eh? —me dirigió esos ojos abrumadores, tan enigmáticos que parecen místicamente mágicos ocultando la verdad de su interior.
Es un poeta. Dijo mi voz interior con quien suelo hablar mucho, ya hasta le he puesto nombre, se llama Víctor.
Ella sonrió de lado guiñándome un ojo caminando hacia mí terminando todo el contenido de su Coca-Cola, para después aplastar la lata con una mano y arrojarla al cesto de basura —¿Qué haces aquí? Se supone que me esperarías en el parqueo —viró los ojos haciendo una mueca fingiendo estar hastiada—. No quiero andarte buscando por el campus.
Llevé una mano al corazón dramatizando estar adolorido —¿Insinúas que soy un despistado?
—No, rectifico que eres un dolor en el trasero cuando tengo que buscarte. ¿O acaso ya olvidaste cuando te metiste al área de juegos en una pizzería para niños?
—N-No sé de qué hablas —reí nervioso mirando a otro lado sintiendo como una gota de sudor imaginaria recorre mi sien.
—Pues yo lo recuerdo a la perfección —su sonrisa maliciosa apareció comenzando a caminar y yo detrás de ella hasta quedar a su lado—. El niño grande quería estar cuál hámster en los tubos y caer a la piscina de las pelotas, pero te perdiste y ya no supiste a dónde ir.
—Baja la voz por favor —empecé a juguetear con un mechón (el poco que tengo ya que está recortado) de mi cabello oscuro, no quiero que ella hable de más o más alto, pero en realidad dejó ver su dentadura.
—A-yu-da —burlona, es como se muestra habiendo entrelazado sus manos como si rezara—, Bella, por favor rescatarme. ¡Oh! ¡Voy a morir! ¡Gran Bella hermosa!
—¡Jamás dije eso! —espeté más rojo que un tomate viendo como carcajeaba, capturando la atención de los demás a nuestro alrededor.
—Pero pediste ayuda casi llorando —bufé vencido llegando al auto, donde ella abrió la puerta trasera metiendo su instrumento y mochila, y luego ella entrar al copiloto a estirarse con placer—, sin embargo fue divertido ¿no? —asentí encendiendo el motor comenzando el recorrido a nuestra casa.
Bella y yo rentamos juntos la vivienda en donde estamos, de dos pisos, cuatro habitaciones en la planta alta, y otras cuatro en la baja, más el sótano. Cada uno tiene su cuarto las cuales quedan colindantes en el medio, las otras dos las remodelamos para nuestras necesidades, al lado derecho de su dormitorio está el cuarto donde ella ensaya sola, estudia o quiere pasar su rato sola. A mi lado izquierdo tengo una habitación para mí donde puedo relajarme a mi gusto, pues así como Bella tiene su lugar de esparcimiento, yo tengo el mío.
En la planta baja está la sala, el comedor, la cocina y nuestra área compartida, que es un cine en casa básicamente, también tenemos una mesa de ping pong y otra de billar, también una rockola.
—¿De qué te ríes? —me preguntó porque sonrio estando recargado con la barbilla en el volante esperando a que el semáforo en rojo cambie.
—Solo recuerdo algo gracioso.
—Ya sabes lo que dicen, uno se ríe solo de las maldades que hizo —reímos cómplices quedándonos mirando luego—. Ya en serio, ¿de qué te acordaste?
—De cómo nos conocimos —bufó de nuevo cerrando los ojos manteniendo su sonrisa.
La luz cambió a verde haciendo que continúe el camino a nuestro hogar.
Llegamos a esa casa hace dos años, cuando ambos teníamos dieciocho años. La casa estaba siendo vendida por una agencia inmobiliaria, y por un error nos marcaron el mismo día para un recorrido, cuando llegamos ambos creíamos que el otro era el vendedor.
—Es una bonita casa —dijo ella mirando la fachada.
—Lo es ciertamente, será un buen comienzo.
—Estoy muy de acuerdo.
Esta era como la casa de ensueños aunque el interior no se había visto todavía, pero a veces hay una intuición que te dice que algo es lo correcto.
La quiero. Dijimos al mismo tiempo, nos miramos confusos por un largo rato hasta que el verdadero vendedor llegó haciéndonos ver que confundimos la situación y que ahí fue que hubo un error, equivocación que en realidad fue una suerte para ambos, ya que aunque al principio ninguno quería ceder el contrato al otro, al final el vendedor nos sugirió hacer una compra compartida.
Y así llevamos dos años viviendo juntos, somos diferentes y a la vez iguales, ella a veces me llama Florecita (aunque eso no me agrada del todo, pero se lo paso por ser ella) porque dice que soy «delicado», y yo la llamo Bestia porque es ruda y dura. Mi Bella bestia.
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