Esta noche, descansaba mi cabeza sobre tu regazo. Eras más suave que el más fino algodón. Estábamos en casa, viendo una película, pero en lugar de prestar atención a Ryan Gosling y Emma Stone, observaba como te mordías los labios mirando ansiosamente lo que estaba sucediendo en la pantalla. Tu mano acariciaba mi cabello, tus dedos trazaban delicadamente cada parte de mi rostro. Oh, no te imaginas cuanto ansiaba que pudieras hacer eso en el mundo real también.

—Por favor, dime otra vez que me amas—dije, mirándote a la cara.

Toda su atención estaba puesta en mí ahora. Tu gran sonrisa era más valioso tesoro porque si eras feliz, entonces me contaba como el hombre más afortunado por haberlo presenciado.

—Te amo —respondiste.

Uno de mis sueños favoritos era oírte decir "te amo". Nunca me cansaría de oírlo. Palabras que nunca dirías en el mundo real, de repente podrían decirse un millón de veces si quisiera. Un millón de veces en las que me daría un vuelco al corazón porque, sí, aquí me amabas. Y maldita sea, necesitaba escucharlo esta noche, escucharlo del "ti" ficticio que mi subconsciente seguía trayendo a la vida. Me asombró cuánto tiempo había podido evitarte oír decirle esas palabras a él. Pero, por supuesto, él estaba en el extranjero y te había llamado para darte las buenas noches a pesar de que aquí era el mediodía. Y luego, escuche como se lo dijiste y mi corazón se rompió una vez más.

Tus palabras no eran para mí, pero me encantaba fingir que lo eran.

—Yo también te amo.

Y nunca me cansaría de finalmente decirlas en voz alta porque llevar todo esto dentro mí, me sofocaba todos los días.

Levanté una mano para acariciar tu mejilla, esas mejillas que finalmente podía sentir tan cerca de mí, y en respuesta te inclinaste hacia mi toque, todavía sonriendo.

—Tus manos son tan suaves.

—No tan suave como tu.

Oh, tu risa era una maravillosa melodía para mis oídos, una melodía tan hermosa que no me importaría escucharla por el resto de mi vida. Si perdiera la audición, el recuerdo de tu voz quedaría grabado en mi mente y sería suficiente para hacerme compañía en el silencio.

—Mian, eres tan hermoso.

—Creo que tú lo eres más, Xing. Cada habitación a la que entras, la gente no puede evitar mirarte. A veces me pone celoso.

—Es a ti a quien están mirando, tonto. Da la casualidad de que estoy a tu lado.

—Mi amor, ¿cómo no puedes ver lo que veo en ti?

Una conversación como esta podría durar para siempre. Eso era lo que pasaba con nosotros, podríamos haber pasado horas debatiendo un tema y nunca se consideraría tiempo perdido. Ahora, tenías esos debates con él. Ya no estaba allí para discutir contigo sobre qué película, qué canción, qué nueva alfombra de baño necesitábamos. Te extrañaba, aunque nos reuníamos semanalmente con nuestros amigos, aunque pudieras estar allí conmigo, te extrañaba.

El sueño continuó conmigo callándote con mis labios. Nos olvidamos de la película, y no me importaba porque yo estaba en tus brazos y tú en los míos.

Me encantaba soñar contigo, pero también estaba empezando a odiarlo.

Odiaba despertar, sabiendo que todo lo que mis ojos acababan de presenciar era una ilusión, una farsa, mentiras que me decía a mi mismos.

¿Por qué no podría ser yo el afortunado de estar contigo también en el mundo real?

¿Por qué no pudiste ser mío allí también?

¿Por qué no podía ser tuyo?

¿Por qué no pudiste amarme?

¿Por qué?