IV
¿Era patético que te amé de esta manera? ¿Qué no te diga absolutamente nada? ¿Qué te vea sonreír y amar a alguien más mientras finjo que nada me molesta? ¿Qué escondo como una parte de mi se desvanece cada vez que era testigo de todo lo que no podía tener a tu lado?
Los celos insensatos que corrían por mis venas eran espantosos, lo sé. Sé que tan fuera de lugar era que estuve cabreado hoy cuando me dijiste que te mudarías con él. Me sentí como un estúpido al creer y asumir cosas diferentes cuando dijiste que tenías buenas noticias que contarme hoy.
¿Puedes creer que quería que me dijeras que se habían separado? Mi estúpido corazón realmente lo había creído. Oh, no sabes cuánto quería tirar a la pared la taza de café en mi mano cuando tus labios enunciaron otra cosa. Pero te veías tan feliz, tan enamorado, y me diste una de las sonrisas más hermosas mientras me contabas todo, que no podía mostrarte lo feo que podía sentirme. Te mentí y dije que estaba feliz por ti, por ustedes, cuando solo quería gritar, "no, por favor, quédate conmigo. No te vayas," pero mis labios permanecieron cerrados.
Tu seguías adelante mientras yo estaba atrapado en el mismo lugar, esperando que vinieras a mí, esperando por nuestra oportunidad, que podría haber un nosotros no muy lejos de ahora. Mientras más meses pasaban, el tiempo seguía burlándose de mí, gritando que tal vez nada se haga realidad y que tú corazón le pertenecía a él. Tu amor por mí siempre sería de amigos. Pero en vez de aceptarlo, me gustaba permanecer ciego a la realidad.
Prefería cerrar los ojos y soñar con que decidieras quedarte conmigo, no como compañeros de piso, en habitaciones separadas, sino como dos amantes, amándose él uno al otro.
Al abrir mis ojos no habría vacío ni silencio, estarías tú profundamente dormido a mi lado. Tu cabello estaba revuelto, dándote un aspecto aún más adorable. Tu respiración era una melodía tranquilizante. No pude resistirlo, así que extendí mi mano para acariciarte: tu cabello corría por mis dedos como la seda. Tu aroma me hacía recuerdo a las olas, al estar cerca del océano. Y así seguiría jugando con tu cabello, hechizado por cada detalle tuyo, pensando en lo malditamente hermoso que eras. Hasta que tus labios formaron una sonrisa.
—Buenos días, amor —me dijiste con los ojos cerrados. Amor. ¿Cómo podía una palabra causar un remolino de felicidad dentro de mí?
Bostezaste y te estiraste, haciendo que mi camiseta se levantara un poco. Si, mi camiseta porque te gustaba dormir en mi ropa, y me sentía tan feliz cada vez que soñaba con eso. Me incliné y planté un beso en tu abdomen.
Tu risa en la mañana era música para mis oídos. Descansé mi cabeza encima de tu abdomen y tu mano tocó mi cara. Podía sentir tus dedos acariciándome tiernamente, me encantaba.
—Si que es un buen día —respondí.
No pude evitar sonreír contigo. Estábamos en el apartamento que siempre había sido nuestro, en mi habitación que ahora se había convertido en la nuestra. Tu ropa estaba junto a la mía en el armario. Las cortinas moradas que te gustaban colgaban de las ventanas. Las dos alcancías en forma en forma de oveja, que laolao nos había regalado en Changsha, finalmente estaban juntas, la una al lado de la otra en el estante superior. Habíamos vivido juntos durante años, pero esta vez era diferente. Esta vez, realmente vivíamos juntos, ya no como amigos o compañeros de piso.
El gruñido de tu estómago nos hizo reír. Por alguna razón, también siempre nos reiríamos de ello en la realidad.
—¿Hambriento? —pregunté.
Asentiste.
—Voy a prepararnos algo de comer.
Había algo que querías decir, tal vez que te encargarías del desayuno, pero me fui antes de que pudieras protestar.
Nos sentamos en los extremos opuestos de la mesa del comedor, como siempre solíamos hacerlo, y sin embargo también era tan diferente. Era como sí la última pieza del rompecabeza al fin había sido puesta en su lugar.
Cuando llegó el día en que dejaste nuestro hogar, volví a soñar con esto. Soñaba que lavábamos la ropa juntos, los platos, mirando televisión, trabajando juntos en casa, bañándonos, desayunando en el balcón, incluso cosas como limpiando.
Las imágenes calmaban la miseria de mi corazón ahora que ya no escuchaba tu voz, preguntándome sí quería una tostada para el desayuno, ahora que faltaba tu cepillo de dientes, ahora que la puerta ya no se abría anunciando tu llegada del trabajo, ahora que ya no estabas aquí conmigo.
Mis sueños eran patéticos, ya lo sé.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro