Capitulo 57: No existen los cuentos de hadas (PARTE 2)
(Haley)
—Tyler, no te hagas el dormido, sé que estás despierto —le susurré en el momento en que Marie entró a la ducha, donde seguramente iba a quedarse un buen rato. La mata de cabellos rubios los entreabrió soñoliento, con una media sonrisa, para luego abrirlos totalmente al caer en la cuenta de lo cerca que estaba mi rostro de él—. ¡Feliz cumpleaños! —le sonreí.
Tyler parpadeó un par de veces, para luego soltar una risa, la cual intenté retener en mi mente. Quería recordar todos los momentos que nos quedaran juntos.
—Solo una persona con quien pasar mi cumpleaños y tengo que admitir que no ha comenzado tan mal como creía... —me respondió para enderezarse del suelo mientras yo, algo nerviosa, volví a mi cama—. ¿Qué sucede? ¿Pasó algo?
Negué con la cabeza, a lo que él me observó intrigado.
—¿Entonces qué?
No sabía cómo iba a tomárselo, tampoco si era mucho por mi parte, pero si ya lo había hecho no me cabía otra opción que dárselo.
—Te compré un regalo.
Desvié la vista de inmediato de él, pero de igual forma sentía sus ojos fijos en mí.
—No juegues conmigo, Haley —su voz sonó seria, incluso había algo de molestia.
En ese momento alcé la vista hacia él de inmediato, observándolo interrogante. Él estaba de igual forma hacia mí, y ahí caí en la cuenta de que no me creía, así que abrí el cajón de la mesilla para mostrárselo. Sus ojos me dejaron ver sorpresa, y de un momento a otro su expresión cambió totalmente a una de alegría y curiosidad al ver el regalo envuelto. Se acercó a mí.
—Wow, ¿qué es?
—Algo que me prometiste que harías cuando vuelvas a la vida —le dije, nerviosa, por si ya lo había olvidado o quizás solo lo había prometido para seguirme el juego.
Tyler se lo pensó un momento sin contestar de inmediato, hasta que finalmente soltó una carcajada.
—No me digas. ¿Lo compraste después de nuestra cita?
¿Cita? Al ver que Tyler ni se inmutó o seguramente ni se dio cuenta de lo que había dicho intenté calmarme y parecer normal, asintiendo.
—Bueno, tengo unas ganas inmensas de abrirlo, pero ya sabes, te dejaré hacer los honores —me señaló, y yo no pude evitar volcar los ojos riendo.
«Qué caballeroso», ironicé en mi mente para luego llevar las manos a la envoltura. Así fue que se dejó ver la portada del libro El Principito, y Tyler se acercó más hacia mí, observándolo a mi lado.
—Pero parece un cuento —me señaló.
—Es más bien una novela corta, pero te aseguro que la cantidad de páginas se queda corta respecto al contenido.
—¿Ah sí? —Tyler me observó a pocos centímetros del rostro, sonriendo con cariño, provocando de inmediato una aceleración en mi ritmo cardiaco.
Asentí como respuesta, y Tyler no se movió de su lugar, ni tampoco sus ojos de mí. Y justo en ese momento Marie salió del cuarto de baño. Ante la sorpresa di un paso hacia atrás de golpe, mientras que Tyler se quedó en el mismo lugar, cerrando los ojos mientras susurraba una maldición. Escondí la envoltura con el regalo en la cama, colocándole una almohada encima, mientras que Marie caminaba al armario envuelta en una toalla.
—¿Cómo estás? —le pregunté sentándome, observando de reojo a Tyler, que seguía en su lugar.
—Mejor, gracias por todo lo de anoche.
—No fue nada.
Ayer al ver que Tyler no estaba en casa decidí quedarme toda la noche con Marie viendo películas y hablando de cualquier tema que no tuviera que ver con el asunto de las fotos. Fue difícil, ya que su ánimo no era el mejor y tenía que estar en todo momento animándola o haciéndola reír, y solo funcionó a medias, porque no se me daba muy bien. Al menos lo había intentado.
—¿Qué tienes ahí? —no pude hacer nada, ya que Marie de inmediato quitó la almohada sin darme el tiempo de protestar—. Es de mala suerte abrir regalos un día antes del cumpleaños, y más aún cuando es uno tan bueno —esta le quitó el plástico de inmediato, ojeando las páginas—. Oh, adoro este libro.
Y lo siguiente que escuché fue la risa de Tyler, que nos observaba a ambas con una sonrisa, y cuando nuestros ojos se encontraron, habló.
—Gracias, Haley, nunca pensé que un libro iba a ser el mejor regalo que me hayan dado —de inmediato él captó mi expresión—. En serio, siempre me han dado todos los caprichos que he querido, pero este al menos trae algo más con él, algo más... real.
No supe qué decir, en realidad no debí hablar siquiera. Marie seguía junto a mí, pero en ese leve instante fue como si solo estuviéramos los dos solos en la habitación. Como si ese momento nos perteneciera.
(Tyler )
Fue extraño, luego de dejar a Marie y Haley hablando en la habitación la casa parecía estar muy silenciosa para ser las doce de un sábado por la mañana. Y ahí caí en la cuenta de que algo había sucedido. Ni Fernando ni Roy se encontraban en sus habitaciones, George parecía asustado dentro de su cama y a James y Mark no los encontré durmiendo, como era usual, sino más bien en la cocina junto a Martha. Todo estaba sumido en un silencio, James mantenía los ojos fijos en el periódico, mientras que Mark estaba con la mirada perdida. Y Martha escuchaba atentamente el televisor, que estaba colgado junto al reloj de la cocina. Fijé mi vista en él y escuché lo que el presentador estaba hablando.
—Sus padres seguramente habrán pagado una fortuna para que el accidente haya sido cubierto por los medios de comunicación, y aún más para pagar la fianza o incluso quizás el soborno que debieron haber hecho con el juez del caso. Pero la pregunta es otra. ¿Estará dispuesta Chicago a tener un alcalde que haya matado a un civil en plena adolescencia?
Oh, no. No podía ser. Retrocedí con los ojos abiertos de par en par, no quería escuchar nada más, tampoco quería aceptar que fuera cierto, y es que lo que había escuchado no significaba otra cosa que el hecho de que el accidente de mi padre hace más de una década atrás se había hecho público. Y justo un día antes de las elecciones.
—Fue ella, esa maldita arpía nos acaba de joder —soltó James, tirando el diario a un lado para luego soltar una maldición.
Y ahí caí en la cuenta de quién hablaba. Diana. Esa había sido la razón por la cual se había adentrado en casa y salido con mis hermanos. Ella había pasado todo este tiempo con la intención de publicar toda la verdad de mi familia. Y lo había conseguido.
—Voy a ir a buscarla y me las va a pagar.
—James, el señor Ross especificó que nadie salía de casa hasta que él volviera.
—¡Me importa una jodida mierda lo que diga!
—¡James, te quedas! —gritó Mark, a quien por primera vez en mi vida lo veía tan enojado. Y mi hermano mayor también, por lo que a regañadientes lo observó, atento—. Afuera está toda la prensa preparada para ver un espectáculo como el que quieres hacer, y seguramente esa arpía también. No le des lo que quieren y hazle caso a Fernando.
James y Mark se mantuvieron la vista el uno al otro, hasta que terminó la tensión cuando el mayor volvió a su asiento.
—¿Te das cuenta de que con todo esto Fernando no va a ganar?
Mark asintió sin añadir nada más a la conversación, echándole una mirada a su móvil. Y ahí caí en la cuenta de que era cierto. ¿Qué ciudad querría a un alcalde así? Fernando no iba a ganar, y la única opción que quedaba no era nada menos que Richard Gay. Al parecer no iba a volver a la vida.
(Haley)
Fernando Ross, a la edad de dieciocho años, tuvo un accidente en coche, en el cual llevaba consigo a una amiga cercana llamada Anna Dickens, la cual estaba embarazada. Al saltarse un semáforo impactó con el coche de una mujer viuda de treinta y dos años, la cual falleció al dar a luz a su tercer hijo en el hospital. Los doctores aseguraron que la muerte no fue por haber dado a luz, sino que a causa de las heridas que el accidente causó.
Todo fue encubierto por los medios de comunicación, a pedido seguramente de los padres de Fernando Ross en ese entonces. Sobre el juez del caso, que ahora ya se encuentra fallecido, no se sabe bien qué pasó para que este incidente se olvidara en la justicia y nuestro candidato a alcalde quedara libre.
Pero ahora la pregunta es la siguiente. ¿Será capaz la ciudad de Chicago de votar por un candidato que ha matado a una persona sin haber pagado a la justicia lo que le correspondía? Personalmente creo que no.
No. Tenía que ser una broma.
—¿Es cierto lo que dice? —la voz de Marie se escuchaba muy lejana en mi mente, y es que no podía creer que justo un día antes de las elecciones hayan sacado algo como esto.
Había páginas completas en el diario que seguían hablando del tema, sobre la adopción de Tyler, James y Mark, sobre la pregunta de su dinero y la herencia de sus padres, la cual se decía que no podía ser, ya que seguían vivos, y así varias dudas y respuestas sobre toda la vida de Fernando Ross, que había sido expuesta a toda la ciudad.
—Haley, tranquila —me dijo Tyler en un momento, y yo intentando hacerle caso me obligué a respirar con normalidad.
Dejé a un lado el diario y me integré a la conversación que estaban teniendo James, Mark, Martha y Marie para despejar mi mente.
—Entonces eso significa... ¿Que son los tres adoptados? —los dos asintieron, mientras que a Marie le costaba creerlo—. ¿Y saben quiénes son sus padres?
—Sí, lo sabemos —le respondió Mark al ver que James estaba muy ocupado intentando calmar su fastidio por lo que estaba sucediendo.
Lo único bueno de todo esto era que con este asunto Marie parecía olvidar lo que había sucedido ayer, y eso me alegraba, por una parte.
—¿Y a dónde fueron Fernando y Roy?
—Seguramente a hablar de todo este asunto. Cuando oscurezca y comience el debate público será muy difícil para Fernando con todo lo que sucedió.
—Richard Grey va a aplastarlo... —susurró James.
Y todos los presentes guardaron silencio. Sabían que era cierto. Pero no podía permitirlo, si Richard Grey ganaba las elecciones Tyler no volvería a la vida. Las elecciones son un evento importante, eso lo definirá todo. Recordaba a la perfección las palabras de Narco, y sabía que eran ciertas. ¿Pero qué hacer? Y ahí lo recordé. La evidencia. Si la llevábamos a la comisaría antes de las elecciones Richard Grey sería tomado bajo arresto y sería imposible que Fernando no ganara siendo la única opción de Chicago como alcalde. Debía ir a ver a Lauren ahora. Sin siquiera decírselo a Tyler me encaminé hacia la puerta de entrada para salir. Ya estaba vestida y tenía mi cartera colgada en la entrada.
—¿A dónde vas? —me preguntó Marie por detrás.
—Tengo que ir a... —no pude terminar, la voz de Mark se escuchó detrás de mí, haciéndome parar de inmediato.
—Nadie puede salir, Fernando lo dijo claramente.
Me quedé en mi lugar, debatiéndome si hacerle caso o no. Estábamos hablando de la vida de Tyler, la cual era mucho más importante que las órdenes de Fernando.
—Hazles caso, mis hermanos son capaces de correr detrás de ti y llevarte dentro, aunque te niegues —la voz de Tyler a mi lado me hizo rendirme, finalmente.
Pero no dudé en lanzarle una mirada furiosa desde mi lugar, para luego darme la vuelta y volver hacia donde estaban todos. De inmediato le envié un mensaje a Lauren, debíamos apresurarnos. Y con solo abrir el celular vi la respuesta de Kyle sobre su estado.
Kyle Reyes:
No hay forma, los exámenes decían que solo con un milagro volvería a caminar.
Y en ese momento me imaginé qué haría yo si tuviera un milagro en mis manos.
(Tyler )
Cuando Fernando llegó a casa todo fue un caos. Afuera los periodistas gritaban como locos para llamar su atención, y de un momento a otro James salió afuera al ver que no dejaban pasar de la reja a Fernando y Roy.
—¡James, no! —le gritó Mark de inmediato, que fue tras él, y yo no dudé en ir a ver qué estaba pasando.
Fernando y Roy intentaban pasar el coche, lo que hicieron con éxito menos por un periodista que no se salía del medio, hasta que James corrió hacia él hecho una furia.
—Vas a desear no haber nacido cuando te muela a golpes si no sales de ahí —le soltó acercándose cada vez más—. ¿Acaso eres sordo?
Y el muy imbécil no dudó en sacarle fotos a James, sin moverse de su lugar.
—No me vengas con que no te lo advertí —fue lo último que dijo para cortar la distancia que los separaba y quitarle de golpe la cámara de las manos, mientras que Mark intentaba llegar lo más rápido posible.
El periodista lo observaba, ahora aterrado, y James al notarlo soltó una carcajada sarcástica.
—¿La quieres? —le preguntó jugueteando con la cámara en sus manos, y el periodista asentía como un niño pequeño.
En ese momento se escuchó cómo las puertas del coche se abrían, saliendo de ahí Fernando y Roy, y en ese momento todo fue un desastre. Las luces y sonidos de las cámaras que sacaban fotos eran para volverse loco.
—James, no lo hagas —habló Fernando sin poder llegar a él por todos los periodistas que lo acosaban a su alrededor.
—¡Quítense de encima! —gritó Roy, intentando llegar a mi hermano.
Pero James no les hizo caso. Con la cámara en mano impulsó su brazo para tirarla lo más lejos posible, pero Mark se lo impidió, quitándosela por detrás.
—No voy a dejar que les des lo que quieren —soltó, entregándole la cámara en la mano al periodista, que asustado la recibió con una sonrisa.
Y en eso pensé que ya todo se había acabado. Fernando y Roy volvieron al coche con gran esfuerzo, y James y Mark no dudaron en adentrarse en él también. Pero justo en el momento en que James entraba en el coche el sonido de una cámara cercana tomándole fotos llamó su atención. Y al ver que era el mismo imbécil de hace un momento intentó golpearlo, pero Mark, que estaba por detrás, se lo impidió.
—No los dejes, no caigas —le susurraba una y otra vez hasta que al fin se calmó y a regañadientes entró al coche.
No quise entrar, sino que me quedé observando cómo llegaron los guardias personales de Fernando a la escena y ayudaron a sacar a los periodistas del medio para así dejar entrar el coche al estacionamiento. Y sabía que lo que viniera ahora iba a ser peor todavía.
Cuando se bajaron del coche todos caminaron a la puerta de entrada. Mark tenía a James agarrado del brazo, hasta que se lo quitó de encima soltando una maldición.
—¡Déjame en paz! —le gritó, adentrándose en la casa.
Y Mark no dijo nada. En el momento en que la puerta ya estaba cerrada y no había ojos observando todo esto, Fernando se dirigió a James.
—¿Sabes lo que has hecho? Has dado otra noticia con la cual tengo que cargar, le has dado a ese maldito imbécil más para echarme abajo.
James no dijo nada, solo desvió la vista.
—Déjalo —se metió Roy—. Si quieres pelear hazlo, pero no con ellos.
Fernando se mordió el labio, seguramente reprimiendo todo lo que quería decir.
—¿Consiguieron arreglar algo? —habló Mark mirando a Roy, que soltó un suspiro.
—Nada, todos están hablando de ello y no hay manera de pararlo ni negarlo. Intentamos averiguar quién pudo haber accedido a tanta información, pero nos...
—Fue Diana —le cortó James—. Esa maldita perr... —la mirada reprobatoria de Mark lo hizo callar un momento—. ¿Qué? Si es cierto, es una maldita perra.
Mark volcó los ojos, dejándose caer en uno de los sillones de la sala.
—¿La rubia de piernas largas? —preguntó Roy confundido—. ¿La que salía con ustedes dos?
Ambos asintieron.
—No me digan que era una periodista... —habló Fernando con los brazos cruzados.
Mark iba a decir algo, pero James se le adelantó.
—Peor aún, era la hija de Richard Grey.
Silencio. En ese momento pude notar que Mark ahora sí que lo fulminaba con la mirada, seguramente no era un dato que había que soltar, así como si nada, frente a Fernando y Roy, pero el daño ya estaba hecho. Y en ese momento todo se fue a la jodida mierda.
(Haley)
Los gritos de la sala se escuchaban cada vez más fuertes. Con Marie nos negamos de inmediato a ver qué estaba pasando, ya que desde la cocina se escuchaba perfectamente.
—¡No puedo creerlo! Ustedes lo sabían y lo permitieron. ¡¿ES QUE SON IMBÉCILES?! —los gritos de Fernando retumbaban en la casa, asustándonos a ambas.
—No puedo creerlo, lo siento, pero estoy de parte de Fernando en todo esto —al ver que Roy había dicho algo así no significaba otra cosa que la verdad.
Y ya había entendido qué era lo que sucedía. Diana, la novia de James y Mark, era la hija de Richard Grey, y ambos hermanos lo sabían sin habérselo dicho ni a Fernando ni a Roy.
—¿Y qué pensaban hacer? ¡Es que no entiendo cuál era el propósito de meterla en la casa, de adentrarla en nuestra vida!
Y así fue como los gritos fueron aumentando cada vez más. Marie en un momento
se excusó en ir a ver cómo estaba George ante todo esto, mientras que yo me quedé junto a Martha, ayudándola a terminar el almuerzo.
—Qué desgracia, y justo el día del cumpleaños de Tyler —susurró esta mientras sacaba del horno la carne ya lista.
Solo asentí. En realidad no sabía qué responder ante ello. En eso, un mensaje llegó a mi móvil.
Lauren Davis:
No estoy en mi casa ahora, cuando llegue lo hago.
Nerviosa, intenté tranquilizarme. ¿Que no estaba en casa ahora? ¿Y dónde estaba? Iba a preguntárselo, pero justo en ese momento otro mensaje llegó a mi móvil.
Simon Adams:
Haley, realmente necesito hablar contigo, no quiero que las cosas terminen así entre nosotros.
En realidad, ahora mismo no tenía ni tiempo ni cabeza para tener otra charla con Simon, así que borré el mensaje e intenté olvidarme de ello mientras colocaba la mesa con Martha para dejarlo todo listo. Y al entrar al comedor los gritos eran aún más fuertes.
—¿Y qué hago? ¿Sacar a relucir sus trapos sucios?
—Solo uno —habló James, cayendo todos los demás en un silencio—. Si lo sacas en el debate te aseguro que saldrás alcalde de Chicago.
—No puedo hacerlo, me estaría llevando a Anna conmigo —en eso, fruncí el ceño, sin entender qué tenía que ver mi madre en esto—. Roy, tú me entiendes.
—No es una posibilidad, hay que buscar otra cosa, tiene que haber algo.
Quería acercarme y preguntar qué tenía que ver mi madre, pero no lo hice, sabía que no iban a contármelo. Martha interrumpió su charla diciéndoles que el almuerzo estaba listo, pero ninguno tenía hambre y se excusaron.
—Yo tengo que salir —soltó Roy de inmediato.
—Yo igual —dijo Mark, y escuché sus pasos, que iban directos a la puerta principal.
Y James vino luego.
—No tengo hambre.
Silencio, hasta que Fernando lo rompió.
—Todos van a almorzar les guste o no. Es el cumpleaños de Tyler, y espero una mínima participación de su parte.
Tyler
El almuerzo fue en silencio. Lo único que se escuchaba era cómo se pasaban los distintos platos, cubiertos, aliños, etc. George, que era el que siempre estaba con la boca abierta hablando de cualquier estupidez, mantenía la cabeza gacha, comiendo en silencio, mientras que Marie los observaba a todos atentamente. Más bien a todos los hombres, a excepción de su hermano. El teléfono sonó unas cuantas veces, hasta que Fernando le pidió a Martha si podía descolgarlo y así evitar las llamadas.
—Quería pedirles a todos, tú también, Martha —le señaló cuando esta ya se retiraba a la cocina— que vengan conmigo al debate de hoy, ya he reservado los asientos y sería de gran apoyo verlos ahí a todos.
Todos asintieron menos Mark, que observaba su móvil debajo de la mesa.
—¿Mark? —levantó la vista de golpe, observando a Fernando, confundido—. ¿Vendrás hoy a ver el debate?
—Claro, iré.
Y así fue como el ambiente siguió igual el resto del almuerzo. Nadie hablaba, y si lo hacía era para decir frases cortas sobre lo bueno que estaba y sobre el tiempo de hoy, ya que era un día bastante caluroso. Aunque más bien el único que opinaba al respecto era Roy.
—Hoy llegan Holly y Anna después del debate. ¿Quién quiere venir a buscarlas conmigo? —preguntó Roy en el momento en que Martha, con la ayuda de Mark, Haley y Marie, retiraba la mesa.
George de inmediato levantó la mano, mientras que de los demás nadie decía nada.
—Bien. ¿Y ustedes dos, chicas? ¿No vienen?
Haley me echó un vistazo de inmediato, para luego responder.
—Estaré aquí cuando lleguen, pero tengo unas cosas que hacer antes.
Y Marie vino después.
—Sinceramente, no estoy de ánimos para ir al aeropuerto, pero estaré aquí esperándolas.
George entonces habló de inmediato.
—En realidad quiero quedarme aquí para darles una sorpresa —concluyó—. ¿Puedo?
—Por supuesto que sí. ¿Entonces iré yo solo? De seguro que Martha me acompaña, ¿no?
Se lo pensó un momento.
—Claro, alguien tiene que abrazar a mi hija mientras tú lo haces con Anna
—declaró, y por primera vez se escucharon un par de risas, aflojando la tensión del ambiente.
Así fue como el almuerzo terminó. Fernando les informó a todos que en cinco horas debían estar listos para partir al debate, y además les pidió que todos se quedaran en casa, ya que no quería otro incidente.
—Es el cumpleaños de Tyler, por lo que tenemos un ángel de la guarda junto a nosotros ahora mismo, no lo olviden. Pase lo que pase hoy, tengo la esperanza de que todo saldrá bien.
No sabía qué decir, Haley me observó de inmediato sonriéndome, mientras la mirada de James estaba fija en ella. Roy aplaudió de inmediato, soltando una exclamación.
—¡Te echamos de menos, Ty!
Y con eso todos los demás aplaudieron junto a él. James alzó su vaso con bebida haciendo un brindis, y nadie se quedó atrás.
—Por el enano.
Lo siguiente que se escuchó fue cómo todos respondían y luego un silencio mientras bebían de sus vasos. Y en ese momento me di cuenta de lo poco valoré la familia que tenía cuando estaba vivo y cómo ahora la echaba tanto de menos.
(Haley)
Al terminar el almuerzo Tyler fue a ver qué opiniones se estaban hablando en Chicago sobre Fernando, dejándome en casa junto a Marie, decorando la entrada para cuando llegaran mi madre y Holly. George no dejaba de jugar con los globos ya inflados, pateándolos una y otra vez, provocado que Marie perdiera la paciencia.
—¿Puedes dejar de jugar y ayudar en algo?
Dejó de hacerlo de inmediato, observando a su hermana atentamente, para luego darle la espalda.
—Nop —y así volvió a hacer lo mismo.
Marie soltó una maldición, llevándose un globo a la boca para inflarlo, mientras que yo sonreía. Luego de unos minutos en los que Marie siguió exigiéndole a su hermano que dejara de perder el tiempo, los pasos de James se escucharon a nuestro lado.
—Miren lo que he encontrado —habló, con un paquete de galletas de chocolate y crema en la mano. George al verlas se abalanzó de inmediato a este, pero James las alzó—. ¿Tú crees que voy a darte?
El pequeño hizo un puchero, cruzándose de brazos, mientras que Marie y yo volcábamos los ojos.
—Si no lo haces gritaré.
—Oh, hazlo, que Fernando seguramente te grita de vuelta y Roy está en la piscina. Y mientras lo hagas me las comeré todas antes de que lleguen.
—Entonces haré que me compren unas.
—¿Realmente crees que saldrán de casa con todos ellos afuera? —apuntó la ventana, la cual dejaba ver cómo todos los periodistas seguían instalados fuera del portón de entrada.
George, al caer en la cuenta de ello, lo observó fulminante.
—Pero yo quiero comer una... —susurró enojado.
Iba a decirle a James que no fuera malo y le diera una galleta, porque ver a George así me encogía el corazón, pero al parecer Marie no lo sentía así.
—Entonces trabajas, por cada globo que infles te comerás una galleta. ¿De acuerdo?
—Trato, trato, trato —saltaba George, que de inmediato se puso al trabajo.
—Eh, eh, eh, pero son mis galletas —soltó James de inmediato, observándola con el ceño fruncido.
Marie se encogió de hombros.
—Lo siento, el trato ya está hecho.
Y con esta escena los nervios que me estaban carcomiendo desde la mañana pudieron esfumarse un momento de mi cabeza, haciéndome sonreír. Y haciéndome creer por un leve instante que era una adolescente común y corriente, que no tenía bajo sus hombros el peso de una vida que salvar.
Luego de que George devorara las galletas como si su vida dependiera de ello y James lo comenzara a perseguir por la casa entera para darle su merecido, con Marie comenzamos a colgar los globos en sus respectivos lugares.
—¿Sabes por qué James tiene los nudillos lastimados? —le pregunté en un momento, recordándolo al verlo en el almuerzo.
Marie se demoró en responder, pero finalmente lo hizo.
—Cuando vio las fotos por el instituto junto a mí fue a buscar a los culpables y al parecer les dio su buen merecido.
Abrí los ojos, sorprendida.
—¿Y no lo pilló el director?
Al parecer esta nunca se lo preguntó, ya que se quedó quieta un momento, para luego darse la vuelta en mi dirección.
—En realidad no me lo había preguntado siquiera.
Marie fue de inmediato a averiguarlo, dejándome sola en la tarea de colgar globos. Sonreí al recordar su rostro preocupado en el momento en que se lo mencioné. No podía creer que este par, que habían partido con peleas constantemente, ahora, aunque no quisieran admitirlo, se tuvieran el cariño que habían adquirido el uno con el otro. Adentrada en mis pensamientos, no me di cuenta de que había alguien detrás de mí, asustándome al carraspear.
—Lo siento —la voz de James me hizo darme la vuelta de inmediato hacia su dirección, creyendo que venía con Marie, pero estaba solo.
Su traje de baño venía sucio con barro mojado, mientras que su camisa estaba con botones rotos y a medio caer, dejándome claro que a George al parecer se le daba bien la lucha al aire libre.
—¿Te ha derrotado? —pude decir algo nerviosa de estar a solas con él luego de todo lo que le había dicho sobre Tyler y yo.
James con su rostro me dejó claro que había sido un empate, aunque por supuesto él había llevado la ventaja la mayor parte del tiempo, y me hizo reír.
—Haley, quería hablar contigo sobre algo —asentí de acuerdo, pero sin abrir la boca. En realidad, era por los nervios, que no era capaz de hacerlo—. Sobre lo que hablamos de Tyler, yo... —al parecer le estaba costando decirme aquello, titubeando—. Creo que todo es una locura, y lo mejor para ti sería buscar ayuda en personas que traten casos como el tuyo. No niego el hecho de que lo veas, el problema es que no es realmente Tyler, sino que es tu cabeza jugando contigo.
Bien, ahora mismo no tenía idea de qué decir. James me observaba de arriba abajo, seguramente esperando mi reacción ante sus palabras, pero... ¿Qué quería que dijera? Realmente me había tomado por sorpresa, él había aceptado el hecho de que Tyler estaba aquí, pero ahora había cambiado totalmente de parecer. ¿Y qué hacía?
—James, yo pensé que me habías...
—¿Creído? —me cortó, subiendo las cejas, incrédulo—. No voy a negarte que en un comienzo me emocionara considerando tal posibilidad, pero, Haley, ¿es que realmente crees posible que puedas verlo? —este esperaba que dijera algo, pero me quedé ahí, quieta—. Está muerto, su cuerpo está bajo tierra y seguramente debe estar ya descansando en paz.
—Pero no es así —susurré al borde de las lágrimas. James estaba tachándome de loca demente y no tenía ni idea de qué hacer.
—Sé que estás o estabas enamorada de él, Haley, y es por eso mismo que el hecho de que tú solo puedas verlo me hace creer que la razón no es más que tu cabeza que no quiere dejarlo ir.
Se acercó hacia mí, quedando frente a frente, y de inmediato di un paso atrás, negando con la cabeza. Eso no era cierto, no era mi cabeza, ni tampoco imaginaciones mías.
—Él es real.
—¡Es tu mente jugando contigo!
—¡NO LO ES! —grité más fuerte de lo que pretendía, cayendo por mis mejillas unas cuantas lágrimas, y al verlas se me acercó aún más—. Aléjate de mí —puse una mano al frente, y James tuvo que alejarse.
Cerré los ojos, intentando calmarme.
—Necesitas ayuda, aunque no lo veas ahora luego vas a agradecérmelo. Cuando llegue tu mamá voy a hablar con ella, todo va a volver a la normalidad, Haley, me tienes contigo. Abrí los ojos de golpe. ¿Que iba a hablar con mi mamá?
—No, no, no, no —repetí una y otra vez—. No puedes hacer eso, no puedes decírselo, James, no puedes...
—Haley, no pude encontrarlo en ningún... —me cortó Marie al aparecer, observándonos a ambos con sorpresa.
Yo aún tenía lágrimas en los ojos, mientras que James, que estaba bastante cerca de mí, estaba con la misma expresión en el rostro que yo. Sin tener la menor idea de qué hacer.
—¿Qué mierda le hiciste, Ross? —preguntó, acercándose de inmediato a mí, para envolverme en sus brazos.
—Yo estaba, quería... es algo entre nosotros, Acuña —pudo decir nervioso, mientras que yo rogaba para que no le dijera nada al respecto a Marie.
Y no lo hizo. James se fue a su habitación luego de que Marie le dijera que lo hiciera, y al quedar ambas solas con varios globos en el suelo y el hilo desparramado junto a estos habló.
—¿Qué acaba de suceder?
No sabía qué decirle. En realidad, ni yo aún podía procesar lo que acababa de suceder. ¿Que Tyler era solo una locura de mi cabeza? ¿Que no era más que algo irreal creado por mi propia imaginación? No, me negaba a creer algo así.
—Mañana te lo explicaré, lo prometo —pude decirle en un susurró mientras me quitaba las lágrimas con las manos, intentando calmarme.
Aunque en realidad lo único que necesitaba para dejar en segundo plano lo que acababa de suceder con James no era más que una simple pastilla. Y no dudé en ir a buscar una. O quizás dos.
(Tyler )
Ya había oscurecido, y es que escuchar las distintas o mayoritariamente iguales opiniones con respecto a Fernando me había hecho perder la noción del tiempo. La mayoría decía lo mismo, que no iban a votar por él como alcalde de Chicago ni aunque sus vidas dependieran de ello. Y bueno, al parecer no le daban el aprecio correspondiente a lo que la vida valía en realidad. Pero, en fin, como siempre a las personas les gusta opinar sobre los hechos y no sobre el contexto en el que las cosas ocurren. Así que no podía hacer nada contra ello.
Que Fernando Ross era un criminal. Que Fernando Ross era un hipócrita. Que Fernando Ross no era más que un nene de papá. Que Fernando Ross era un borracho y asesino. Que Fernando Ross solo había adoptado a esos niños para quitarse la culpa.
Y así sucesivamente eran las opiniones que circulaban por toda la ciudad. Lo bueno era que al fin había llegado a casa para partir ya hacia el debate público, el cual se hacía en el ayuntamiento, en el centro de la ciudad. Al entrar, Fernando ya estaba en la puerta vestido de traje, con Roy a su lado. Lo único que los diferenciaba era la corbata. Roy andaba con una azul claro y Fernando con una roja oscura.
Apareció Martha ya lista un momento después con un vestido muy sencillo de flores hasta la rodilla, mientras que Marie venía con un vestido rojo que caía suelto hasta una palma más arriba de la rodilla y un suéter negro de mangas encima. No muy elegante, pero tenía su toque.
James y Mark fueron los siguientes en bajar, los cuales iban ambos de traje ya listos para partir, y al ver que Haley no aparecía fui a buscarla. Entré en la habitación justo en el momento en que esta salía del cuarto de baño. Mierda. Tuve que parpadear un par de veces para poder creerme lo que estaba viendo. Se veía preciosa, más de lo que nunca imaginé. Llevaba un vestido que habíamos comprado hacía meses atrás, era de color blanco marfil, caía, sin ser ajustado, por su cuerpo unos pocos dedos más arriba de las rodillas con un bordado de encajes. Llevaba tiras delgadas que se cruzaban por la espalda, y el escote era bastante recatado, en forma de círculo. Su cabello negro iba suelto y llevaba un poco de maquillaje, sin olvidar el collar sencillo que traía en el cuello. En simples palabras, le quedaba a la perfección. Volviendo a la realidad, dejando de lado mi estupor, me dispuse a sonreírle.
—Estás... —intenté buscar la palabra correcta. Al fin la encontré—...deslumbrante.
Haley parecía algo perdida, ya que en vez de sonrojarse o desviar la vista de mí se me quedó mirando fijamente, sin ningún nerviosismo. Algo andaba mal.
—¿Pasó algo?
Se demoró un momento en responder, lo que me hizo preocuparme aún más.
—No es nada —me respondió, pero al ver que no iba convencerme tan fácilmente volcó los ojos—. Bien, estoy preocupada. Lauren no contesta el móvil, April tampoco, y lo más probable es que Fernando pierda las elecciones.
Corté el espacio que nos separaba de inmediato al ver que esta dejaba en evidencia las lágrimas que amenazaban con caer.
—Eh, tranquila. Todo va a estar bien.
—¿Cómo lo va a estar? ¿No lo entiendes, Tyler? No voy a poder traerte a la vida, te lo prometí y no voy a poder cumplirlo.
No sabía qué decir. En realidad, ni siquiera había pensado en ello hasta ahora.
—Todavía nos queda tiempo —pude decir intentando calmarla—. Haley, tranquilízate, seguramente van a venir a buscarte en cualquier momento para partir, después hablaremos bien de esto.
Haley asintió de acuerdo, llevándose las manos para quitarse cualquier evidencia de que había estado llorando, y yo me preguntaba qué iba a suceder conmigo. ¿Volvería o descansaría en paz?
—Mira, al fin ya no voy a sentirme fuera de lugar con este ridículo traje —le solté intentando animarla, y al menos conseguí una leve sonrisa de su parte al ver que ambos estábamos vestidos formales.
Luego de unos minutos unos golpes en la puerta se escucharon en la habitación, y Roy abrió sin notar que Haley había llorado hacía un momento para pedirle que se fueran ya. Haley caminó junto a él hacia el coche de Fernando, junto a Marie y George, mientras que James iba con Martha en el suyo y Mark prendía el motor de la motocicleta. Y así fue que dejamos atrás la casa, adentrándonos entre los periodistas que seguían afuera, para luego estar ya libre de ellos en plena calle de la ciudad, lo que agradecí profundamente.
(Haley)
Todo fue un caos. Con solo dar un pie al suelo del ayuntamiento sentí cómo una manada se abalanzaba hacia nosotros, y con la ayuda de un par de guardias fuimos capaces de salir ilesos de ahí. Todos gritaban el nombre de Fernando una y otra vez, intentando llamar su atención, pero este ni les hizo caso, sino que pasó todo el camino en silencio y con la cabeza gacha, evitando toda clase de charla.
Frente a las altas puertas del edificio nos pidieron nuestras identificaciones e invitaciones al evento. Fernando las mostró y así pudimos entrar todos juntos hacia dentro. Había creído que ya nos habíamos deshecho de los periodistas, pero al cruzar las puertas otros cuantos más aparecieron frente a nosotros, pero ahora parecían ser los conductores principales de los canales más importantes de Chicago. Y ahí Fernando sí se detuvo a hablar con unos cuantos de ellos mientras nos hacía señas para que fuéramos a nuestros asientos.
Roy, sin pensarlo dos veces, se metió en mitad de la entrevista para abrazar a su amigo, mientras que James y Mark le dieron un cariñoso apretón de manos. En cambio, Marie, George y yo nos despedimos con la mano, que nos devolvió, siendo captados los tres por la cámara de televisión. Perfecto. Porque si había alguna posibilidad de que así Fernando ganara algo de afecto quizás podríamos tener una oportunidad. Aunque fuera mínima. Finalmente nos sentamos en nuestros respectivos asientos en tercera fila. El lugar estaba atestado de gente, la mayoría eran de los más importantes y poderosos de la ciudad. Entre todos ellos busqué a Aaron, que seguramente debía estar junto a la familia de Richard Grey.
—Si estás buscando a Aaron creo que no vino —me susurró Tyler en un momento—. Mira, ahí están la esposa y Diana —me apuntó.
Seguí su mirada hacia la derecha y me las encontré en primera fila. Y ningún rastro de Aaron ahí presente. ¿Dónde estaría? Noté que en un momento Diana observó hacia nuestra dirección, y podría jurar que sus ojos estaban fijos en mí, pero me quité la idea de inmediato al ver a James a dos filas a mi izquierda observándola. La rubia modelo desvió la vista de inmediato, y se escuchó a mi alrededor el gruñido de James, que seguramente debía estar aguantándose las ganas de ir a darle su merecido.
Así pasaron los minutos, en los cuales podía escuchar detrás de mi silla comentarios en contra de Fernando, mientras que Roy, que se situaba a mi derecha, me susurraba que evitara escuchar estupideces. Tyler, al no tener silla para él, estaba ahí parado observando a su alrededor. Me preguntaba qué estaría pasando por su cabeza en este momento, y es que antes de partir había notado en mi rostro señales de que algo me pasaba, y no era más que el hecho de que James me consideraba una demente.
Pensé en decírselo, pero sinceramente ya no nos quedaba tiempo para intentar convencerlo junto a Tyler, y si todo salía bien volvería a la vida. Y si no era así, lo más seguro era que necesitara ayuda médica para poder superarlo.
(Tyler )
«¿Y si repentinamente desapareces? ¿Estás seguro de que no quieres decírselo ahora? Luego quizás no tengas la oportunidad...». Intenté callar la maldita voz en mi cabeza, que ya me estaba hartando. No, no, no y no. Necesitaba concentrarme en lo que estaba sucediendo ahora. El debate estaba a punto de dar inicio y Diana tenía en su rostro una sonrisa triunfante. Mientras tanto, James no despegaba su vista de ella, y Mark, igual que como había estado durante todo el día, no despegaba su vista del teléfono, así que intrigado observé quién era la causa de ello.
Respóndeme, no voy a parar hasta saber algo de ti, no viniste el viernes al instituto y no respondes mis llamadas ni mensajes. Y no puedo creer que les hayas dicho a tus padres que no me abrieran la puerta cuando fui a verte. ¿Qué sucede? ¿Hice algo mal? Desgraciadamente, Mark no era el culpable, sino Diana, y los matones de Richard Gay. Y April no quería que Mark se enterara seguramente de la paliza que le habían dado. Por favor, necesito saber que estás bien, April. El debate ya estaba comenzando. Richard apareció en el escenario tomando asiento, y un gran número de personas le aplaudieron. Luego vino Fernando, y los aplausos venían nada más que de su familia y de los que estaban en su partido, que eran la minoría. Pero eso no quitó la sonrisa en su rostro, la que mantuvo igual.
La presentadora era reconocida aquí en Chicago, pero sinceramente no tenía idea de su nombre. Era de cabello pelirrojo atado a una cola alta y de buena figura. El debate comenzó con los saludos y luego con algunas preguntas sobre economía, a las cuales Fernando respondió perfectamente, mientras que Richard titubeó en bastantes. En todo ello, Mark de un momento a otro se levantó de golpe, quitando la vista de su móvil al metérselo en el pantalón. La mayor parte de los presentes lo notaron, llamando la atención incluso de la presentadora y ambos candidatos. Mark al notarlo levantó su mano, despidiéndose de Fernando con una sonrisa de apoyo, a la cual respondió de inmediato. Y yo sin pensarlo dos veces me encaminé detrás de él, sin antes gritarle a Haley.
—¡Voy a ver a dónde va. Vuelvo cuando termine el debate y vamos a dejar la evidencia con o sin Lauren!
No esperé una respuesta de su parte, pero sabía que me había escuchado y que seguramente le había agradado la idea. Ahora solo debía asegurarme de que todo fuera bien entre Mark y April. Pero presentía que no iba a ser así, que las cosas estaban recién comenzando.
(Haley)
—Fernando, hoy supimos muchas cosas de tu pasado, y, qué puedo decir... nos sorprendió a toda la ciudad por completo. ¿Qué tienes que decir al respecto de ello?
Roy, que estaba a mi lado, soltó un bufido, al igual que James. Y finalmente, George, que quería seguirles el juego sin tener la menor idea de lo que sucedía, lo hizo también.
—Todos cometimos errores en el pasado, y creo que pensar que estos nos determinan no es cierto. Hoy no soy el mismo que era ayer. Y espero que toda la ciudad pueda abrir los ojos y verlo.
Unos cuantos aplausos del público se hicieron notar, mayoritariamente por nosotros, pero de todas formas me provocó una leve esperanza de que quizás no todo estuviera perdido.
—Y sobre James, Mark y Tyler Ross, tengo entendido que los adoptaste un par de años después del accidente. ¿Eso por qué? Eras joven, tenías toda una vida por delante.
La pregunta hizo sonreír a Roy, que de inmediato me observó, radiante.
—Si Fernando logra emocionar a la ciudad respondiendo esto no todo estará perdido —me susurró.
Y en ese momento no podía creerlo. ¿Sería posible?
—Me habían aceptado en Harvard el mismo día del accidente. Era lo que siempre había soñado, y el accidente cambió mucho la percepción que tenía sobre la vida en ese momento. Luego de ver que los tres niños huérfanos iban a estar en una casa de acogida me costó mucho irme ahí. Pero no voy a mentirte, lo hice. Lo que me hizo cambiar de opinión fue una llamada de mi mejor amigo, que está ahí sentado —apuntó a mi lado, donde Roy se levantó haciendo una reverencia y provocando la mayor parte de las risas de los presentes—. Sí, Roy Miller, damas y caballeros —soltó una risa, que fue fotografiada por la mayor parte de los periodistas presentes—. Él vivía aquí en Chicago y había visitado desde el accidente a estos chicos. El punto era que Tyler estaba siendo adoptado por una familia, y James y Mark no querían dejarlo ir, implorándole a Roy que buscara una solución. Y bueno, yo era la solución. Mis padres me habían desheredado luego del accidente y hacía unos pocos meses mi tío había muerto, sin tener hijos, por lo que me dejó a mí su herencia. Y no dudé en hacer todos los trámites legales para que pudieran dármelos.
—No puedo creerlo, Fernando Ross, eso fue algo que faltó en el artículo de hoy y en los noticieros —le señaló la presentadora luego de los aplausos que retumbaron en toda la sala.
—Desgraciadamente hay personas a las que solo les gusta mostrar la cara oscura de las cosas.
—Así es. Ahora usted, señor Grey. ¿Qué opina de todo ese asunto del pasado de su contrincante?
—Me preocupa, en realidad —varios murmullos se escucharon a nuestro alrededor, pero Richard Grey no se inmutó, mientras que Fernando observaba al suelo, sin alzar la vista—. Creo que, si fue capaz de esconder algo así por tantos años, ¿qué más cosas puede haber? Quizás mañana nos encontremos con otro escándalo igual o aún peor. ¿Y eso es lo que queremos para nuestra ciudad?
No sabía qué pensar, tenía su punto, eso era lo peor de todo.
—Tengo entendido que usted está casado con la hermana del señor Ross —Richard asintió—. Entonces usted ha sabido del accidente todos estos años, pero tampoco dijo nada.
—En realidad no lo dije por mi esposa, ella me lo pidió y al final de cuentas era asunto de Fernando decir la verdad, no mía. Yo soy un hombre de valores, y los respeto. Juego limpio, no ando perjudicando a mi contrincante, nunca lo haría.
Ahora los aplausos saltaron de inmediato, incluso algunos de los presentes se enderezaron y se alzaron de sus sillas para seguir haciéndolo. Menos nosotros, que sonreíamos a Fernando, que observaba la escena con frustración. Mientras, James y Roy irradiaban ira con solo echarles un vistazo. Me preocupaba tener la duda de quién iba a ganar mañana en la votación, y es que Fernando lo estaba haciendo bien hasta ahora, pero Richard Grey iba a darlo todo para destruirlo. Y el problema era que Fernando por su parte no tenía cómo hacer lo mismo.
(Tyler )
Sabía a dónde se dirigía Mark, y por supuesto acerté. Llegamos a casa de April a una velocidad impresionante, e incluso en un momento una patrulla persiguió a Mark, pero le fue fácil hacerla desaparecer entre las calles de la ciudad. Mi hermano se quitó el casco de encima, para luego caminar hacia la entrada de la casa de April. La madre le abrió la puerta luego de tocar unas diez veces el timbre. Y esta, al colocar sus ojos en Mark, apretó los labios.
—Mark, lo siento, pero ella...
—Por favor, señora Granger, solo un momento, necesito verla.
Ante los ruegos de Mark por varios minutos, la voz de April desde el final del pasillo diciéndole a su madre que lo dejara pasar puso fin a ellos. Y yo no dudé en correr hacia su habitación, para ver qué tal estaba. April estaba acostada en su cama, dejando ver la pierna derecha vendada, como también su brazo. Aparte, por culpa de la costilla quebrada se le veía un poco del vendaje debajo de la blusa. Su rostro seguía magullado, pero con algunos parches no se notaba mucho. Mark ni tocó la puerta. Entró de inmediato, y al colocar sus ojos en ella se le desencajó la boca. Se quedaron fijos en April y no se movió ni un centímetro.
—Ya me has visto, ahora vete —le soltó con desdén.
Mark, al escuchar el tono con el que le había hablado, volvió a la realidad, observándola interrogante.
—¿Qué sucedió? —no se movió de su sitio, aunque estaba seguro de que lo que más quería era hacerlo.
April volcó los ojos, con la vista fija en el televisor que había a un lado.
—Quiero que te vayas.
—No entiendo... ¿Por qué? ¿Hice algo mal?
Mi hermano esperaba una respuesta, pero April lo único que hizo fue subir el volumen de la televisión, escuchándose el debate de Fernando y Richard Grey. Pero Mark no era de los que se rendían así de fácil, por lo que caminó hacia la televisión y la apagó. Aunque más bien quitó el enchufe de su lugar, quedando la habitación en silencio.
—Dímelo, no voy a irme hasta que lo hagas.
Y en ese momento, al ver las emociones que los ojos de April infundían, me di cuenta de lo que estaba pasando.
—Tú estabas ahí... —susurró con un hilo de voz, y Mark aún no entendía a qué se refería—. Y no hiciste nada para frenarlos.
Y ahí, en ese momento, mi hermano se dio cuenta de a qué se refería, caminando hacia atrás, atónito, mientras negaba con la cabeza.
—¿Cómo tu...? —no pudo terminar la pregunta, ya que April le cortó de inmediato.
—No importa cómo lo supe, Mark, lo sé y ya.
Silencio. Ninguno de los dos añadió nada por unos largos minutos. Mark estaba apoyado en la pared, con la mirada perdida, mientras que April intentaba calmarse, soltando un largo suspiro.
—¿Por qué? —dijo, llamando la atención de mi hermano—. Dime cuál fue la razón por la que no fuiste suficiente capaz para detener la muerte de tu propio hermano —se le quebró la voz al terminar, pero recompuso la compostura para observarlo, esperando una respuesta—. Mark, dímelo —al ver que este no decía nada volvió a hablar—. Necesito saberlo...
—¡No lo sé! —gritó de golpe—. No tengo ni la menor idea de por qué mierda no fui capaz de detenerlos. Y créeme que me lo preguntaré cada día de mi vida.
Al terminar se dio la vuelta en dirección a la pared, dándole un fuerte golpe, y vi cómo unas pequeñas lágrimas caían al suelo. Y April seguía en su lugar, observando a Mark, preocupada, y lo peor es que le era imposible levantarse y acercarse a él.
—Ven —le pidió luego de un momento, y mi hermano lo hizo después de quitarse las lágrimas del rostro. Se sentó en un lado de la cama, y lo siguiente fue que ambos se observaron.
—Cuéntamelo, necesito saber qué sucedió esa noche.
Pensé que iba a negarse, que iba a irse de casa de April y no volver, pero Mark asintió, abatido.
—Le pedí a Tyler esa mañana que le dijera a Diana que la pasaría a recoger a las siete, pero nunca se lo dijo —ahora que lo recordaba, lo había olvidado por completo—. Luego del instituto me quedé ayudándote con un par de cosas para el baile de los de segundo año, y tú misma me llevaste en coche al edificio —April asintió, recordándolo—. Cuando te fuiste esperé fuera a que saliera, pero no lo hacía. Al final por culpa de Tyler tuve que perder casi dos horas ahí, para luego saber que se encontraba en mi casa junto a James.
—Pero tú sabías que se trataba de la hija de Richard Grey.
—Sí, pero James no, y me enfurecí por el hecho de que ahora podía sacarle información a él. Así que intenté llegar a casa lo antes posible, pero el celular se me había quedado en tu coche y no tenía mi billetera conmigo.
—Lo recuerdo —mencionó.
—Mi casa estaba muy lejos, así que tuve que caminar por horas en mitad de la noche, y el hecho de que Tyler no le hubiera dicho nada no salía de mi mente. Y ahí fue cuando tuve que pedir un aventón en mitad de la calle y un tal Greg paró el coche. Se veía amigable, venía con bastantes amigos, por lo que me fui en los asientos de atrás. Cuando me preguntaron a dónde iba les dije a la casa de los Ross, que habían hecho una fiesta y estos al parecer también iban ahí.
—¿No les dijiste tu nombre?
Mark negó.
—No quería, no tenía ánimos para responder toda clase de preguntas que tuvieran con respecto a mi padre, así que inventé que me llamaba Kevin.
Y eso lo explicaba todo, por ello Aaron y Mark cuando pelearon el otro día se habían llamado por sus nombres falsos, porque son los que habían usado en el momento en que Mark entró al coche.
—Al llegar y ver cómo mi hermano, borracho, golpeaba a un chico en la entrada de la casa me enfurecí. Tyler es mi hermano y siempre lo he querido, pero en ese momento no podía estar más decepcionado con él.
Sí, sinceramente me había dolido escuchar aquello. Y más aún si provenía de Mark, porque tenía claro que era cierto.
—En el coche los chicos al parecer no se llevaban bien con Tyler, así que un par salió para adentrarse a la fiesta y todo el resto se quedó. Y al ver que mi hermano se montaba a mi Jeep con varios amigos no dudaron en seguirlo por detrás para darle una lección. Y yo no me negué —en la última oración Mark comenzó a titubear—. De un momento a otro comenzaron a tirarle el coche encima a Tyler. Yo intenté detenerlo al darme cuenta, pero fue en vano. De repente vi cómo se salía de control y el Jeep comenzaba a dar vueltas por la calle hasta que finalmente se estrelló contra el poste —al terminar Mark estaba destrozado, escondiendo su rostro entre sus manos—. Llamé a la ambulancia con el teléfono de uno de los chicos e intenté ayudarlos. Los saqué a cada uno del coche, pero Tyler... fue imposible, su cuerpo estaba entremedio del vidrio delanter...
—Basta, Mark, no sigas —le cortó April cerrando los ojos. Le cayó una lágrima.
Así fue como el silencio inundó el ambiente, y lo único que podía escucharse era la respiración entrecortada de mi hermano, mientras que April le acariciaba la espalda.
—Soy una mierda, April, fui cómplice de la muerte de mi propio hermano.
Esta negó de inmediato.
—Puedes culparte, pero no te mientas a ti mismo diciéndote eso, porque sabes que no es cierto —al terminar April quitó las manos de mi hermano de su rostro, provocando que él alzara la vista para toparse con la suya—. Vas a salir adelante, confía en mí —le sonrió, aunque más bien se quedó en un intento.
Mark, en cambio, solo asintió, sin abrir la boca. Entonces puso toda su atención en observar atentamente el cuerpo de April. Y esta al notarlo habló.
—No pude quedarme con los brazos cruzados, ya sabes... —esta se encogió de hombros para restarle importancia, pero sabía que por dentro estaba destrozada.
Y mucho.
—¿Él te hizo esto? —susurró Mark, apuntando al diario de hoy, que estaba en la cama junto a April, dejando ver a Richard Grey en la portada.
Y esta se demoró un momento en responder.
—En realidad sus peones —titubeó.
Nunca creí que Mark reaccionaría de esa forma. Pero en vez de preguntarle a April qué había sucedido o cómo estaba ella, su respuesta fue enderezarse y alejarse de inmediato.
—¡Mierda! Fue cuando te dejé ir con Diana, ¿no? —April, que lo observaba aturdida, asintió—. ¿Cuántos eran? April, dímelo, necesito saberlo...
—No lo sé, ¿tres?, ¿cuatro?, quizás cinco, no lo recuerdo bien.
Y antes de que pudiera incluso decir algo Mark se encaminó a la puerta, sin añadir nada más. ¿Qué mierda estaba sucediendo?
—¡MAAAARK! —gritó April, quebrándosele la voz en el momento en que cerró de un portazo la puerta de la habitación.
Me quedé ahí quieto, paralizado. Pero volví a la realidad cuando vi cómo esta estaba llamando a alguien por su móvil.
—Papá, es Mark, búscalo por favor... —sollozó—. Está fuera de sí, y no quiero que cometa algo estúpido por ello.
Pude escuchar cuando se prendió la motocicleta. El ruido del motor retumbaba en la casa, y no dudé en salir de ahí inmediatamente para seguirlo. No podía permitir que ahora fuera Mark quien perdiera la vida o incluso que se la restringieran.
(Haley)
Toda mi esperanza se había ido abajo de golpe. El debate no había sido más que subirle el egocentrismo a ese hombre, que lo único que había hecho hasta ahora era hablar sobre todos sus logros y empresas, mientras que Fernando era burlado una y otra vez.
—Hay dos clases de personas poderosas en esta ciudad: los que tienen, sin mérito propio, más que ser hijos o sobrinos de sus familiares y los que se esfuerzan y trabajan duro para lograr llegar a la cima. Y no voy a negar que aquí presente tienes uno de cada tipo.
Y así sucesivamente. La entrevistadora al parecer parecía muy complacida, y es que no podía negar que Richard Grey estaba usando todos sus encantos. Fernando, en cambio, parecía que iba a vomitar en cualquier momento.
Roy ya había sido echado por los guardias hacía un buen rato, en el momento en que le gritó a Richard Grey que era un hipócrita poco hombre e imbécil y le sacó el dedo del medio. Tenía que admitir que al menos había hecho reír a Fernando. Como el debate ya iba a finalizar en cualquier momento, comenzaron las preguntas del público, en las cuales un hombre se paseaba con un micrófono para los interesados. Y por supuesto que James no dudó en preguntar.
—Es para Richard Gay, o sea, perdón, Grey —bufó, ganando una gran cantidad de risas en la sala. Pero por supuesto no de él—. Mi pregunta es sencilla. Usted habla de que todo el dinero que ha ganado en su vida no es más que producto de su propio esfuerzo, ¿no es así?
—Por supuesto.
—Entonces creo que debería informarse mejor, ya que la compañía de gas de la cual usted es propietario actualmente fue traspasada por mi abuelo, Louis Harvey Ross, hacia usted meramente por ser familia, al estar casado con su hija. Por lo que esto significaría que usted recae en la categoría de... bueno, mi queridísimo padre, ¿no?
La carcajada de Marie se escuchó entremedio del silencio que invadió el ambiente, y James aprovechó para guiñarle un ojo.
—¿Señor Grey no va a contestar lo que le he preguntado?
Su mirada estaba clavada en James, observándolo con una ceja levantada y una mirada fulminante, pero James no se asustaba fácilmente, por lo que no cambió su mueca burlona.
—Al parecer tiene razón.
—Ya lo sabía —susurró, sentándose en su asiento para luego reír.
Y así fue como las preguntas pasaron una y otra vez, algunas aburridas y otras atacando a Fernando. Hasta que finalmente la presentadora aseguró que solo quedaba una pregunta más y se acababa el debate. Y rogué que fuera para Richard Grey, pero no fue así.
—Fernando Ross —señaló una mujer, que debía rondar los cuarenta años—. Usted mató a una mujer por andar con alcohol en su organismo y seguramente con una velocidad que sobrepasaba la permitida por la ley. ¿Para qué? ¿Cuál era el propósito de cometer algo así?
En ese momento, que esperaba que Fernando abriera la boca para responder, noté unos ojos puestos en mí, y al buscar al culpable me sorprendí al cruzar mirada con Richard Grey. Pensé que seguramente eran imaginaciones mías, pero no era así. Desvié la vista varias veces, pero él seguía igual. Incluso noté cómo en un momento me sonreía, como si compartiéramos algún chiste juntos. Y yo, nerviosa, no hice ni dije nada, me quedé ahí intacta. Hasta que la voz de Fernando me trajo a la realidad.
—Yo... en realidad, fue un error que no medí a esa edad, no hay ninguna razón justificable para lo que hice. Lo siento.
Toda la sala explotó a murmullos, y seguramente la ciudad también, todos habían creído lo que había dicho. Pero por una extraña razón yo no me lo tragaba en absoluto.
(Tyler )
Nunca había visto a Mark así. Nunca. Este anduvo a toda velocidad a algún lugar en concreto, pero al quedarse la moto sin gasolina tuvo que arrastrarla en mitad de la calle hasta la gasolinera más cercana. Y ahora, al estar ya lista, emprendió la marcha nuevamente hacia su destino. Al llegar no entendía qué hacíamos aquí, pero quizás solo era una parada. Entró a casa apresurado. La alarma sonó en el momento en que cruzó el umbral, pero la desactivó de inmediato, corriendo hacia el segundo piso. Lo seguí por detrás a ver qué quería hacer, y me sorprendí al verlo. Mierda. April tenía razón. Mark iba a cometer una estupidez. Una enorme estupidez.
Dejó el maletín abierto sobre la cama mientras se cambiaba de ropa a unos vaqueros, una camisa cualquiera, unas zapatillas y finalmente una chaqueta en la cual guardo las balas, y la pistola se la puso bajo el pantalón. Y a mí aún no me entraba en la cabeza. ¿Iba a matar a Richard Grey? Porque si lo hacía solo iba a empeorar las cosas. Justo en ese momento se escuchó cómo un coche entraba en el estacionamiento, y Mark de inmediato corrió a la ventana para salir por ahí. Sin pensarlo dos veces corrí escaleras abajo a decírselo a Haley. Necesitaba que alguien lo agarrara y evitara que lo hiciera. Y yo era inútil para esa tarea.
(Haley)
Con solo entrar a casa sentí la voz de Tyler en mi nuca.
—¡Haley, es Mark! —me di la vuelta en su dirección, interrogante—. Está con la pistola saliendo por la ventana del segundo piso. ¡Va a matar a Richard Grey! Tienes que decírselo a Fernando.
¿Qué? Fernando se había quedado en el ayuntamiento resolviendo dudas, y Roy y Martha se habían ido ya al aeropuerto a buscar a mi madre y Holly. James. De inmediato lo busqué con la mirada, encontrándolo junto a su coche hablando con Marie, y no dudé en correr hacia ellos.
—¡James! —grité para llamar su atención, y este de inmediato al notar mi tono de voz alarmante me observó interrogante—. Es Mark, tienes que ir a buscarlo.
—¿Mark? ¿De qué hablas?
Sabía que debía creer que ahora sí que no tenía remedio, pero antes de que pudiera explicarle algo Mark apareció justo enfrente de nosotros. Y al ver a James observándolo de pies a cabeza, al parecer se dio cuenta de que no iba a dejarlo ir.
—¿A dónde vas? —le preguntó, cruzándose de brazos.
Pero fue una muy mala idea, ya que justo en ese momento y de sorpresa Mark salió corriendo a toda velocidad hacia su motocicleta, que estaba fuera del estacionamiento. Y James no dudó en montarse en su coche, al cual de inmediato nos subimos Marie y yo.
—No van a ir conmigo, alguien tiene que quedarse con George.
Ambas nos observamos, pero Marie negó con la cabeza.
—Entonces él viene. ¡GEORGEEEEEE! —gritó de golpe, y el pequeño apareció en el marco de la puerta—. Ciérrala y súbete, ahora —le ordenó.
Y agradecí que por primera vez el pequeño le hiciera caso sin protestar. James arrancó justo en el momento en que Mark también lo hacía, y lo siguió por las calles de Chicago sin perderlo de vista. Sentía cómo el corazón se me salía del pecho. Estaba nerviosa, en realidad más que eso, estaba asustada. Pero la voz de Tyler, a quien había olvidado completamente, me tranquilizó.
—Todo va a salir bien.
Y más que decírmelo a mí, estaba segura de que Tyler también se lo decía a él mismo.
Tyler
Mark intentaba perdernos de vista una y otra vez, pero James no se lo permitía. Entre medio de giros y reversas Haley llamó mi atención, mostrándome su móvil, el cual me costaba leer ante la velocidad a la que íbamos.
Lauren Davis:
Vamos ahora con Steve, le dije la verdad y va a acompañarme. ¿Vas a poder venir?
Con solo ver el rostro de Haley, que me observaba atenta, me di cuenta de inmediato de lo que iba a pedirme.
—Como tú no puedes ir porque estás aquí en el coche de James quieres que vaya yo, ¿no?
Asintió levemente, haciéndome una mueca y disculpándose. Y yo no sabía qué decirle, no quería dejar solo a Mark, menos cuando llevaba una pistola en mano. Pero al mismo tiempo también tenía que entender que estando aquí o no mi ayuda no servía para nada. En cambio, si iba con Lauren y Steve al menos podía contarle después a Haley qué había sucedido e incluso si las cosas llegaban a ponerse feas podía ir a buscarla.
Pero si nadie iba con ellos no nos asegurábamos de que la evidencia fuera depositada en el departamento de policía. Y sabía que todo el esfuerzo que habían hecho Haley, Lauren, April e incluso Marie estaba depositado en esos papeles. En cambio, con mi hermano tenía a James, Marie y Haley para ello, y bueno, incluso a George. Esta me mostró nuevamente su móvil al ver que no respondía.
Si quieres quedarte con tu hermano lo entiendo perfectamente.
—Iré con Lauren y Steve —le aseguré de inmediato.
Y esta, al ver que iba a saltar del coche a la calle para ponerme en marcha, llamó mi atención de inmediato, escribiendo rápidamente en su teléfono. Por si no llego a verte, quería decirte que a pesar de todo lo que está sucediendo nunca voy a arrepentirme de haberte conocido, de haber conocido al Tyler real. Al leer lo último caí en la cuenta de algo. ¿Sería cierto?
—¿Fuiste tú? ¿La de la carta?
Haley asintió, sonriendo. Quería decirle muchas cosas, pero ya no debíamos perder más tiempo. Si volvía a la vida podríamos seguir hablando de ese tema. Pero ahora debía irme.
—Cuídate, quiero que valores tu vida de la forma que yo nunca lo hice —me despedí, intentando acariciar su mejilla, pero me fue imposible.
Así que lo último que vi de ella antes de saltar del coche fue su sonrisa, la cual intenté retener en mi mente.
(Haley)
Quería llorar, pero no lo hice. Luego de varios minutos en los que Mark seguía intentando perdernos de vista a James se le ocurrió una idea, y era hacerle creer que lo había hecho. Y funcionó a la perfección. James tomó otro camino para salir a la misma calle que Mark y este al fin dejó de andar en círculos, creyendo que nos había dejado atrás. De un momento a otro el móvil de James comenzó a sonar, y Marie contestó por él.
—¿April? ¿Qué sucede? —un silencio, en el cual James la miraba de reojo, intrigado—. Estamos en ello, te llamo cuando lo llevemos a casa.
Marie cortó la llamada y nos explicó que Mark se había ido de su casa como un loco y que estaba preocupada por él. James soltó una maldición, mientras que George, que no entendía mucho lo que pasaba, nos observaba interrogante. Luego de un largo recorrido llegamos al barrio más bajo de toda la ciudad, y James apretó el volante con fuerza.
—¡Mierda! No, otra vez...
—Lo estás perdiendo —le soltó Marie, apuntando la motocicleta, que se veía diminuta a lo lejos.
—Sé perfectamente a dónde va.
(Tyler )
Llegar a casa de Lauren no fue fácil, pero finalmente lo conseguí. Y justo en el momento en que esta llevaba la evidencia a su coche, para luego caminar a paso rápido hacia la entrada, apareció Steve, que para mi sorpresa iba en muletas.
—Yo puedo —le susurró en el momento en que Lauren intentó ayudarlo.
Así lo hizo. Se subió al coche por sí solo, aunque con mucho esfuerzo, mientras esta lo observaba atentamente para luego adentrarse también, prendiendo el coche. Y de inmediato me sumé a ellos. En el camino hacia el departamento de policía ambos se pusieron a hablar sobre algo que no entendía mucho, pero al parecer se trataba del tobillo de Steve.
—El próximo año podrás jugar, pero no antes —le apuntó en un momento mientras se amarraba el cabello aprovechando la luz roja.
—Igualmente, dejé el equipo, y no estoy seguro si Whitey me querrá hacer entrar.
—¿Bromeas? Él te llevó al hospital luego de mandar a la mierda a tu padre. En mi opinión te considera como su propio hijo.
—Oh, vamos —volcó los ojos soltando una exclamación—. No puedo creer que hayas dicho eso.
—Es la verdad, y mira que si todo sale bien podrá serlo si quiere —dijo, guiñándole un ojo.
—Estamos hablando de Whitey, hace meses atrás era el profesor que más odiabas en toda la escuela.
—Era porque en ese entonces odiaba a muchas personas, y en realidad ni las conocía. Y Whitey ha resultado ser alguien muy distinto de como pensaba.
—¿Ah sí?
Lauren asintió soltando una carcajada al ver cómo Steve volcaba los ojos burlándose de ella.
—Eh, eres malo —le dio un pequeño golpe en el hombro, del cual Steve se quejó—. Lo siento, olvido dónde... ya sabes —cerró la boca de inmediato, mientras que Steve fue ahora el que río—. Estamos llegando. ¿Ves algún estacionamiento ahí dentro?
Y antes de que Steve pudiera responder el coche dio una sacudida, dejando claro que se había pinchado una rueda, e incluso quizás dos. Lauren soltó una maldición.
—Quédate aquí, que yo reviso —le apuntó a Steve, el cual asintió.
Salí afuera junto a Lauren a ver qué había sucedido y, como había creído, estaban las dos ruedas delanteras pinchadas. Lauren revisó cada una por separado y se dio cuenta de que había varios abrojos dispuestos en la calle, aunque principalmente justo en el lado de la calle donde el coche venía. Algo extraño. Y esta al parecer también lo notó, corriendo de inmediato hacia la puerta del asiento de Steve.
—Tenemos que irnos ahora mism...
Calló de golpe. Yo, interrogante, fui a ver qué sucedía. Mierda. El padre de Steve tenía la pistola apuntando a la frente de su hijo, llegando incluso a tocarla.
—Un paso más y lo mato, y créeme que ganas no me faltan —este sonrió al terminar de hablar, lo que me enfureció más aún.
¿Y ahora qué hacía? Si se llevaba la evidencia todo acabaría. Lo peor de todo era que no había tiempo para que fuera a avisar a Haley. Lo que sucedía estaba pasando ahora mismo y no tenía forma de evitarlo.
(Haley)
Al llegar me sentí totalmente fuera de lugar. Seguía vestida elegante, al igual que todos en el coche, mientras que ahí al frente se estaban realizando las carreras ilegales de la ciudad con la mayor parte de los que vivían en este barrio. James al estacionar una calle más atrás de donde Mark se había metido, habló de inmediato.
—Necesito que se queden aquí. ¿Bien?
—No voy a hacerlo hasta que me expliques ahora mismo qué sucede —saltó Marie, pasando por encima de él para evitar que abriera su puerta.
James salió de su embotamiento de golpe, carraspeando.
—Estoy más que seguro de que Mark viene a buscar a Aaron Grey para darle nuevamente una golpiza.
¿Aaron Grey? Estaba más que segura de que Tyler me había hablado del padre y no del hijo, pero si era cierto lo que James decía significaba que la pistola no iba para Richard sino para Aaron. Oh, no. Sin escuchar nada más abrí mi puerta de inmediato, saliendo de ahí sin darme la vuelta ante los gritos que me dirigían Marie y James desde el coche. Y es que lo único que estaba en mi cabeza en este momento era Aaron. No iba a dejar que el error que había cometido a causa de su padre fuera la razón de su muerte. Porque no lo era. Busqué entre la multitud de personas a Mark o a Aaron, pero no los veía por ningún lado.
—Eh, linda. ¿Buscas algo?
—¿Y esta belleza quién es?
—¡Yo la vi primero, chicos!
Abrumada por todos los hombres fornidos que se me estaban acercando con olor a alcohol hacia mí sentí cómo uno me tiraba fuertemente del brazo. Cerré los ojos asustada, pero al escuchar su voz me tranquilicé. James.
—¡¿Es que estás loca?! Vuelve al coche AHORA.
Negué de inmediato.
—No voy a dejar que Mark le haga daño.
Este soltó una maldición.
—Igual ya no nos queda tiempo, sígueme y no te despegues de mí —este emprendió la marcha al sentido contrario en donde el coche estaba estacionado, adentrándonos cada vez más en el ambiente.
Siempre había escuchado de las famosas carreras, pero nunca creí ver una por mí misma. Los coches ya estaban en plena carrera a unos metros, mientras que las motocicletas estaban al final. Y ahí fue cuando los vi a los dos. Mark y Aaron.
—James... —le susurré apuntando a ambos a varios metros de distancia, y justo en ese momento vi cómo Mark le daba un empujón.
—Vamos —me dijo James comenzando a correr hacia ahí, y yo intenté seguirle el paso, rogando que Mark se controlara.
(Tyler )
El padre de Steve lo hizo bajarse del coche, colocándolo junto a Lauren, entre los árboles que estaban antes de la comisaría, ya que por supuesto debía cerciorarse de que no lo pillaran.
—Y esto sucede cuando los niños se meten en lo que no les incumbe —soltó, apuntando a ambos con la pistola, como si fuera un juego.
Lauren intentaba calmar sus lágrimas, pero cayeron de todas formas en silencio, sin que esta abriera la boca. Mientras, Steve fulminaba a su padre con la mirada.
—Eres una basura.
—Cuidado, que entonces tú eres mierda también.
—¡Él no tiene nada igual que tú! —le escupió Lauren, alzando la voz.
Pero fue una mala idea, ya que el padre de Steve fue de inmediato hacia ella sin darle tiempo a Steve de reaccionar, dándole un buen bofetón con la pistola, haciéndola caer al césped de golpe.
—Gritas una vez más y no te golpearé, te dispararé directo en la boca.
Steve apretó la mandíbula, acercándose a ella de inmediato, la cual soltó un sollozo.
—Estoy bien —pudo decir, enderezándose con el labio sangrando.
Y el padre de Steve volcó los ojos.
—¿Terminaron? Porque necesito la evidencia en mis manos en un minuto, y si no está los mato a los dos.
Y con esa amenaza Steve y Lauren se observaron mutuamente, aterrados.
—Si lo hago perderíamos lo único que puede meterlo tras las rejas —le susurró Lauren, tan bajo que era imposible que lo hubiera escuchado.
—Puedo aguantarlo toda mi vida si al menos te tengo a ti en ella.
Ambos se observaron mutuamente, y pude ver ese brillo que tras esos ojos aterrados podía pasar desapercibido para cualquiera. Pero no para mí. Lo vi, y ahí supe que si yo estuviera en la misma situación no dudaría ni un segundo en darle la evidencia, no por mi vida, sino por la de Haley. Y eso era precisamente lo que estaba ocurriendo ahora.
—Cuarenta segundos.
Y tras decir eso, Lauren se enderezó de inmediato, caminando con el padre de Steve por detrás. Esta se metió dentro para abrir la maleta del coche, pero justo en ese momento se activó la alarma. Más bien Lauren la activó.
—¿Qué mierda has hecho? —le preguntó furioso apuntándole la espalda.
—Justicia —le respondió Steve desde atrás de él, dándole un fuerte golpe en la cabeza con una de sus muletas, provocando que la pistola cayera al suelo.
Lauren no dudó en tomarla, pero en el momento en que sus dedos iban a agarrarla un zapato se colocó sobre sus dedos. Y ante ello Steve volvió a golpear a su padre, el cual cayó al suelo, y Lauren pudo quitar su mano para correr donde estaba Steve, que ya estaba sacando la evidencia del maletero.
—Corre, yo me encargo de él —le susurró de inmediato, pasándole la caja.
—Vas a venir conmigo.
—Lauren, hazme caso, no puedo ir tan rápido, mírame —este se apuntó, apenas se podía mantener en pie si no era por el coche en el que se sujetaba.
—Estoy embarazada —los ojos de Steve se abrieron de golpe, pasmado—. Tienes que venir conmigo, ahora —le tiró del brazo, y este se movió de inmediato, apoyando su mano sobre el hombro de Lauren para ayudarlo.
Yo los seguí.
—¿Desde cuándo?
—¿Podemos hablarlo luego? —le dijo haciendo fuerza para poder avanzar más rápido, mientras que Steve no se quitaba del rostro la expresión de sorpresa.
—Un hijo... —susurró, echándole una mirada al vientre de Lauren, colocando la mano desocupada ahí—. Voy a tener un hijo.
Pude ver cómo Lauren, nerviosa, le sonreía, y Steve lo hizo también.
—Podemos hacerlo, tú y yo —habló nuevamente, soltando una lágrima, emocionado, mientras que Lauren por su parte desvió la vista de inmediato, concentrándose en seguir avanzando. Ya estaban a pocos metros de adentrarse al aparcamiento del departamento de policía. El único, pero es que se encontraba desierto.
—Pensé que no ibas a estar tan feliz porque, ya sabes...
Un disparo se escuchó por detrás, y yo sin poder creer lo que veía desvíe la vista de inmediato mientras escuchaba a Steve gritar.
—¡LAUREN! Lauren, no, escúchame, Lauren. ¡No te vayas! —repetía este una y otra vez—. No, no, quédate conmigo, estoy aquí.
No podía mirar, la imagen se había quedado impresa en mi mente. Justo el momento en que la bala le llegó a Lauren por detrás, directa a la parte inferior derecha de la espalda. Su rostro se contradijo de inmediato por el dolor, haciéndola caer junto a Steve, mientras que la caja se desparramó con toda la información alrededor.
—Mira lo que has hecho —habló su padre, acercándose hacia donde se encontraba Steve con Lauren entre sus brazos mientras hacía presión en la herida, que no paraba de sangrar.
Tuve que acercarme a ver si Lauren seguía consciente, y solo lo estaba a medias.
—Me duele... —susurraba esta con la poca fuerza que le quedaba.
—No te vayas, quédate conmigo —le exigió mientras seguía con sus dos manos haciendo el trabajo.
—Steve, el bebé, le ha hecho daño —pudo decir con esfuerzo, y Steve, que al parecer sabía a la perfección que lo más seguro era que lo hubiera perdido, no respondió nada.
—¡AYUDA! ¡Necesito una ambulancia! —gritó de golpe, importándole una mierda lo que su padre le hiciera—. Golpéame, mátame, pero no voy a dejar que mi novia muera aquí —le desafío, y su padre se acercó de inmediato hacia él.
—Pues lo siento, pero tendrás que dejarla.
Ahora la pistola en vez de apuntarlo a él lo hizo a Lauren nuevamente. Cerré los ojos de inmediato, no quería verlo. Y por segunda vez disparó. Pero esta vez lo siguiente que se escuchó fue un gritó aún peor que el de April, un grito de dolor que lo superaba totalmente. Y provenía de Steve. Abrí los ojos para ver si estaba bien. La bala había entrado en su hombro, por lo que la sangra caía voluptuosamente en ese lugar, y Steve no tenía cómo apretarlo al estar ocupado con Lauren.
—¡Ya has conseguido lo que querías, llévate de una vez la puta evidencia y sal de aquí! —le gritó furioso, y su padre por su parte se encogió de hombros, encaminándose junto a él para llevarse los papeles que estaban a su alrededor.
—Te lo advertí, esto lo provocaste tú, y como siempre te las diste de hombre cuando no eres nada más que un niño.
Quería matarlo, sinceramente lo que más quería era tomar la pistola y apuntarle. Steve le escupió, al igual que había hecho el día anterior, y su padre por su parte le dio un golpe duro en el hombro, provocando que Steve soltara un grito aún más fuerte. Y así fue como se retiró, caminando a paso lento, burlándose, dejándole entender que no iban a pillarlo. Y no lo hicieron. Mi amigo se le quedó observando todo el camino, hasta que al fin desapareció de su vista, comenzando a gritar como un loco, intentando que Lauren no perdiera la conciencia.
—Estoy aquí, Lauren, no te vayas, no me dejes —le susurraba, comenzando a llorar desconsoladamente.
—¿Steve? —preguntó esta con un hilo de voz, para luego atragantarse.
Y lo que vino después fue lo peor. Le comenzó a caer sangre por la boca, impidiéndole respirar.
—¡No!, ¡no!, ¡no! No puede ser, mierda no, Lauren, no, no, no... —este intentó ayudarla, pero no sabía cómo hacerlo, la sangre caía por sus labios y no podía detenerla.
Ante esto una patrulla los vio, parando de inmediato. Steve gritó que debían llevarla al hospital más cercano, haciéndoles señas para que vinieran ya a ayudarlos. Y así lo hicieron.
—Ya llegaron, ahora vas a recuperarte —le susurró besando su mejilla una y otra vez, hasta que los policías llegaron junto a ellos.
—Tenemos dos heridos, repito, dos heridos. Una ambulancia de inmediato. Esto es una urgencia, ahora —el hombre comenzó a inspeccionar a Steve de inmediato—. Adolescente con herida de bala en el hombro izquierdo, ha perdido bastante sangre —luego pasó a Lauren, la cual yacía inconsciente—. Adolescente con herida en la parte inferior derecha de la espalda —luego le colocó el dedo en su cuello—. Ha perdido el pulso, repito, la adolescente ha perdido el pulso. Seguramente ya fallecida. La posible causa de la muerte fue la pérdida de sangre...
¿Qué? ¿Que había perdido el pulso? ¿Seguramente fallecida? ¿Causa de la muerte la pérdida de sangre? No, me negaba a creerlo. Lauren no podía estar muerta. Y Steve por supuesto tampoco lo creyó.
—Mi novia no está muerta, está equivocado —ambos policías se observaron, y eso me preocupó aún más—. Ella me habló hace un momento, antes de que ustedes llegaran... ¡Lauren! Despierta, despierta... —este comenzó a darle ligeras sacudida, nervioso—. ¿Lauren? Vamos, no me dejes, Lauren no me hagas esto... —la voz se le quebró al ver que no recibía ni un ligero movimiento de su parte, ahogando un sollozo.
Y ahí caí en la cuenta de la realidad. El cuerpo inerte de Lauren no demostraba señales de vida. Estaba muerta. Al igual que el hijo que llevaba dentro. Y Steve la seguía teniendo entre sus brazos, intentando despertarla, con la esperanza de que Lauren abriera los ojos, como sucedía en los cuentos de hadas. Pero la cruda realidad era que no estábamos en uno. Había muerto y no había nada que pudiéramos hacer al respecto. Absolutamente nada. La ambulancia llegó finalmente, y en el momento en que le pedían a Steve que soltara de sus brazos a Lauren este se negó rotundamente.
—No puedo vivir sin ella, no puedo... —sollozaba, atrayéndola aún más hacia él—. ¡No la toquen! No voy a separarme de ella. ¡Que no voy a separarme de ella!
—volvió a repetir en el momento en que lo intentaban hacer entrar en razón.
No sabía qué pensar, no sabía siquiera qué hacer. Lo único que tenía claro era que todo se había ido a la jodida mierda, Lauren había muerto intentando hacer justicia de una vez por todas. Pero al parecer no había forma de hacerlo. Al final de cuentas habíamos subestimado al enemigo y habíamos pagado el precio. Y me dolía más de lo que nunca imaginé.
(Haley)
Corrí con James a mi lado lo más rápido posible, no iba a dejar que Mark le hiciera daño, y es que el culpable de lo sucedido con April no era él, sino su padre.
—¡Mark! —gritó James cuando ya estábamos acercándonos, llamando la atención de ambos, que nos observaron interrogantes.
Pero antes de que pudiera llegar alguien me atrapó por el lado. Asustada, ahogue un gritó, sintiendo las manos ásperas de un desconocido en mi cintura, apretándola descaradamente.
—Pero qué prisa, guapa, déjanos que te apreciemos un momento al menos —me susurró al oído.
Intenté zafarme de sus brazos con la mayor fuera que tenía, pero él me apretaba aún más fuerte.
—¡Eh, suéltala ahora mismo! —escuché por detrás, y sus pisadas iban acercándose hacia donde estaba.
Aaron. Iba vestido completamente distinto, parecía uno más del montón, como si se tratara de otra persona. El hombre que estaba a mi lado en vez de soltarme me acarició aún más, y yo solté un grito intentando zafarme a golpes. Pero por supuesto no tuvieron ningún efecto en él. Aaron apretó los puños e iba seguramente a golpearlo o maldecirlo, pero no pudo. Mark se le echó por detrás de golpe, haciéndolo caer al suelo de inmediato.
—¡Detente! —gritaba James, volviendo tras sus pasos al ver que Mark se le había escapado—. Déjalo, Mark —le insistió, mientras yo tenía los ojos fijos en ambos, los cuales se balanceaban de un lado a otro.
Y el hombre que me tenía sujeta comenzó a tirarme hacia él para alejarme de ahí.
—Ven, linda, alejémonos de los problemas.
Observé a los tres en busca de ayuda, pero todos estaban muy ocupados. Mark golpeaba a Aaron, mientras que este intentaba librarse de él, y James, que disfrutaba por un lado el espectáculo, al mismo tiempo intentaba separarlos. Y yo mientras era arrastrada por un vagabundo.
—Por favor, suélteme —le susurré, bloqueada, y es que la situación parecía tan irreal que no me la creía.
Y por supuesto no me hizo caso. Seguí intentando librarme de él, pero mi fuerza era diminuta comparada con la suya. Escuchaba los gritos de Aaron llamándome, pero eso no impidió que me fuera perdiendo entre la gente junto al hombre mayor que me tenía en sus brazos. Lágrimas de desesperación comenzaron a caer de mis ojos en el momento en que los perdí de vista y comenzaba a quedarme sola al otro extremo, en el cual se encontraban James, Mark y Aaron. El hombre, al encontrarnos solos entre las pocas personas que había alrededor, comenzó a pasar sus manos por mi cuerpo, mientras que yo sollozaba en silencio, sin saber cómo reaccionar.
—Disculpe —carraspeó alguien desde detrás de nosotros, pero este al no hacerle caso volvió a carraspear.
—¿Qué mierda quieres? —le preguntó soltando una maldición mientras se daba la vuelta.
Ahí vi de quién se trataba. Y no era nada menos que George. Este mantenía una postura seria, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. No le quitaba de encima los ojos al hombre que me sujetaba a mi lado.
—Ella viene conmigo, así que, si fuera tan amable de hacerse a un lado, por favor.
Abrí los ojos de par en par. Sabía que era muy pequeño para darse cuenta de lo que estaba haciendo, y ese era el punto, George se las estaba dando de gracioso, pero en este caso era la peor idea que se le pudo haber ocurrido. El hombre que tenía a mi lado se demoró un momento en responder, pero lo hizo, soltando una carcajada.
—Mira qué tenemos aquí... —lo observó de pies a cabeza, y George al notarlo dio un paso atrás, cayendo en la cuenta de que esto no se trataba de un juego, observándome interrogante—. Seguramente tus padres deben andar buscándote, y me imagino que pagarían mucho por ello.
George no pudo escapar, porque el hombre lo tomó de inmediato del brazo.
—¡Déjalo! —le grité, pero al no hacerme caso no dudé en echarme encima de él.
Pensé que al menos iba a caer al suelo conmigo, pero en cambio mi intento falló. El hombre de un golpe se me sacó de encima, haciéndome caer directo al suelo. Reprimí el grito, e incluso intenté dejar de lado el dolor en mi cuerpo. Pero ni alcancé a enderezarme cuando escuché un fuerte golpe. Y lo siguiente que vi fueron los pies del hombre, inertes, junto a mí. Pasmada, levanté la vista, encontrándome con Marie abrazando a George, el cual temblaba.
—Tranquilo, que solo lo mandé a dormir —le susurró, para luego voltearse hacia mí—. Ni voy a preguntarte qué diablos hacías con ese —me tendió la mano, la cual no dudé en agarrar—. No sé qué diablos sucede, pero James va a sacarnos ahora mismo de aquí.
Asentí de inmediato, no estábamos seguros aquí, y mucho menos vestidos de esta forma. Al ya estar en mi sano juicio Marie agarró a George de la mano, rogándole que no la soltara bajo ninguna circunstancia, a lo que él asintió, aún asustado. Y de inmediato me encaminé junto a ellos al lugar en el que Aaron y Mark estaban peleando, pero al llegar ya no estaban. No podía ser.
—Ellos, yo... los vi aquí hace un... —apunté atrás de mí, para luego apuntar donde estábamos, confundida—. Estaban aquí, estoy segura.
—Quiero irme, tengo miedo —habló George agarrándose firmemente a las piernas de Marie.
—Te juro que encuentro a James y nos vamos a casa.
Ambos hermanos estaban con los ojos fijos el uno sobre el otro, mientras que yo desvié la vista, buscando una señal de Mark, Aaron y James. ¿Dónde se habían metido? ¿Estaría Aaron bien? Entre todas mis preguntas sentí cómo mi celular comenzó a sonar en la cartera, y al buscarlo noté que era un número desconocido.
—Van a comenzar las carreras, mira que Greg sí vino esta vez —escuché decir a unas chicas que corrían hacia una determinada dirección junto a la mayor parte de las personas presentes.
—¡Apuesto por Kevin!
—¿Es que te volviste loco?
Y así sucesivamente pasaban entre nosotros, y yo no dudé en desviar la llamada para encaminarme junto a ellos.
—¿Haley, a dónde vas?
Frené, cayendo en la cuenta de que había olvidado por completo a Marie y George, y me di la vuelta hacia su dirección.
—Van a comenzar las carreras, y estoy segura de que deben estar ahí.
Marie se lo pensó un momento, observando a su hermano. Sabía que estaba en una situación complicada, pero si quería irse debíamos encontrar a James lo antes posible.
—Entonces no perdamos más tiempo —fue su respuesta, agarrando fuertemente a su hermano del brazo, encaminándose hacia mí.
Y así fue como empecé a seguir al gentío, rogando que nada malo le pasara a Aaron.
(Tyler )
Me quedé junto a Steve en todo momento. Él no soltó a Lauren. Gritó, peleó, e incluso golpeó a todos los que intentaron hacerlo. Los que venían junto a la ambulancia le afirmaron una y otra vez que Lauren ya no tenía pulso, que ya no estaba con vida. Pero Steve no les creyó.
—¡Váyanse! —gritaba a todo pulmón—. ¡Fuera de aquí! Ella está viva, ustedes están equivocados, ustedes están equivocados —iba repitiendo.
Y yo no sabía qué hacer. No podía estar muerta, pero al mismo tiempo la realidad me golpeaba de inmediato, cayendo en la cuenta de que así era. Y aunque quisiera que no fuera así no había forma de retroceder en el tiempo. Los policías presentes tuvieron que quitarle de las manos el cuerpo inerte de Lauren a la fuerza, mientras que este intentaba evitarlo.
—¡Que la suelten! ¡QUE ESTÁ VIVA! ¡LAUREN ESTÁ VIVA! ¡Lauren! Eh, que es mi novia, joder, que tengo que ir con ella... —este intentó levantarse, pero el hombro le hizo tambalearse de inmediato, provocando que los encargados de la ambulancia lo sostuvieran para subirlo ya a la camilla.
—¿Está bien? Necesitamos llevarlo al hospital, ha perdido mucha...
—¡QUE ES MI NOVIA! —le cortó con los ojos fijos en los policías que llevaban el cuerpo para adentrarlo a una bolsa de plástico oscura—. ¡QUE NO ESTÁ MUERTA! —de inmediato intentó zafarse, pero los hombres lo mantuvieron agarrado, evitando que saliera corriendo—. ¡Necesito ir con ella! Me necesita, ella me necesita... por favor, necesito estar con ella, no pueden negarme ir con ella, vamos, que yo... —así fue como un sollozo apagó su voz de inmediato, soltando un llanto lastimero mientras iba perdiendo la conciencia, dejándose caer en los brazos de quienes lo sostenían— ...la amo.
Y al decirlo Steve se cayó en pedazos, reparando en la triste realidad. Y era simple,
Lauren había muerto por la misma razón que el hijo del entrenador y del abuelo de Haley. Ello me dejó claro que sea lo que se haga para derrotar de una vez por todas a Richard Gay iba a ser imposible. Más de lo que nunca imaginé. Pero antes de adentrarme a la ambulancia del hospital una voz de la patrulla que estaba a su lado llamó mi atención.
—Tenemos problemas en la parte sur de la ciudad, carreras ilegales fueron notificadas a la central. Necesitamos cuatro patrullas que vayan a deshacer el alboroto, repito, cuatro patrullas tienen que ir ya.
El hombre que estaba dentro les gritó a sus compañeros en el momento en que la ambulancia que tenía a Steve dentro ya se había cerrado, y yo de inmediato entré en su busca. Si no volvía a la vida, necesitaba al menos despedirme de él. Al entrar, Steve seguía forcejeando mientras intentaban limpiarle la herida, pero era imposible.
—Es mi novia, necesito ir con ella, necesito ir a verla —sus ojos comenzaron a cerrarse, pero no dejó de hablar—. ¡Lauren! ¡Que está embarazada, por favor! —gritó con todas sus fuerzas, mientras más lágrimas caían por sus ojos—. No puedo dejarla... nunca me lo perdonaré, ella lo es todo para mí, ella es lo único que tengo...
—comenzó a susurrar hasta que finalmente quedó inconsciente.
Mis ojos estaban fijos en él, y caí en la cuenta de que era cierto. Steve solo tenía a Lauren, ella era la única persona que lo había apoyado frente a todos los problemas que tenía. Y ahora ya no estaba. La ambulancia comenzó a andar, y de inmediato tuve que bajarme de ella, pero no sin antes decirle unas cuantas palabras a mi mejor amigo.
—A donde sea que vaya, tanto si vuelvo como si no lo hago, nunca voy a olvidarte, Fox. Tenlo por seguro.
No tuve respuesta, pero no me importó siquiera. Porque a pesar de que Steve no lo escuchara las palabras iban más para mí mismo. Y ahora solo me resté a subirme a la patrulla, dirigiéndome quizás a mi última parada.
(Haley)
—James, detenlos —solté de inmediato al ver a ambos ya en sus motocicletas esperando la partida—. ¡Suéltame!
Pero James no lo hizo, me agarró aún más fuerte para no dejarme impedir que comenzara la carrera entre Mark y Aaron, los cuales ni habían reparado en mí por la cantidad de personas que había alrededor.
—He logrado que se arreglen de esta forma antes que a golpes. ¿Puedes agradecérmelo y no arruinarlo?
Antes de que pudiera responderle vi cómo una mujer se había colocado a unos pocos metros más delante de ambos competidores, para empezar a contar.
—Uno...
—¡Aaron! ¡No lo hagas, por favor! —grité a todo pulmón.
—Dos...
Y justo en ese momento Aaron se volteó hacia mí, observándome un leve instante. No llevaba casco, por lo que pude ver exactamente lo que su rostro me decía. Lo siento.
—¡TRES! —gritó la chica, y pedí de vista a Aaron y Mark, quienes aceleraron a fondo, desapareciendo por la calle.
Bajé los brazos del torso de James, ya no servía de nada intentar salir de sus brazos cuando no había podido evitar que la carrera comenzara. Pasmada, me quedé ahí quieta, observando a las personas a mi alrededor, que gritaban a todo pulmón eufóricas. Varias chicas se abrazaban entre ellas o con los hombres a su lado, que bebían de un solo trago haciendo sus apuestas. Y yo estaba ahí parada sin tener ni idea de qué hacer.
No entendía por qué Mark había accedido hacer una carrera contra Aaron, eso no iba a cambiar el hecho de que Tyler estaba muerto y April magullada en su cama. Mark quería venganza, y ganar una carrera no hacia ninguna diferencia con ello. Abrí los ojos de golpe, cayendo en la cuenta del sentido de todo esto.
—¿Haley? ¡Ei, Haley! —me llamaba James, pero no le hice caso.
No podía ser. Ahora entendía por qué Mark había accedido. Y era justamente por James. La única forma de deshacerse de él era alejarse con Aaron de todos.
—No van a volver —susurré, llevándome una mano a la boca para ahogar un llanto—. Mark va a matarlo, James, por ello accedió.
Intenté correr hacia la dirección en la cual se habían ido, pero James me agarró nuevamente. Pero esta vez no iba a dejarlo.
—¡QUE ME SUELTES! —sin poder creérmelo le di un empujón con toda la fuerza que pude, provocando que retrocediera unos pocos pasos.
Y ante la sorpresa me quedé observándolo fijamente. James estaba con el ceño fruncido, observándome como si estuviera loca. Justo lo que él creía de mí.
—Tranquila, Haley, necesitas calmarte —este iba acercándose lentamente hacia mí, mientras que en mi cabeza me asaltaban preguntas de todo tipo—. Mark no podría matar ni a una mosca, lo conozco y sé que no va a hacer algo así...
Y ahí caí en la cuenta de que James no sabía nada del arma. Él no tenía ni idea de ella.
—James, Mark compró una pistola, yo lo vi —le aseguré de inmediato.
Y este por su parte soltó una carcajada nerviosa.
—Y yo compré una bazuca —ironizó—. Voy a llamar a Marie para que traiga el coche y te lleve con ella —se llevó el móvil al oído, mientras que yo no podía parar de pensar en la pistola apuntando a Aaron.
Y no iba permitirlo, tenía que evitarlo. Observé a mí alrededor, notando cómo a pesar del baile y el alcohol entre todos ellos muchos estaban murmurando y observado expectantes la calle vacía que se veía frente a nosotros. James hablaba con Marie por el móvil, y yo no dudé en acercarme a unas chicas mayores para escuchar de lo que hablaban.
—Deberían ya haber vuelto.
—Es raro, parece como si se hubieran esfumado.
—Qué va, seguramente los pilló la policía, yo me largo.
Y así sucesivamente iba escuchando los murmullos a mi alrededor, sin alejarme consideradamente de James. Hasta que al fin él dejó el móvil para hablarme.
—Viene hacia aquí en mi coche, ven que voy a ir a dejarte —me tomó del brazo de improvisto, dejándome claro con la mirada que no iba a soltarme esta vez.
Y de inmediato intenté detenerlo.
—¡No lo ves! No han vuelto, James, y ya deberían haberlo hecho.
James, confundido, observó la calle, en la cual no había señales de ellos, para luego voltear su rostro entre las personas a nuestro alrededor, notando de una vez por todas que no mentía. Que algo raro estaba sucediendo. Y peor aún, que Mark podía estar cometiendo el peor error de su vida.
—Vamos a buscar a Marie, seguramente ya debe estar llegando —respondió, claramente preocupado, dejándolo esta vez llevarme consigo, e incluso correr junto a él entre el gentío.
El coche estaba llegando a paso lento para no atropellar a la mayoría de los presentes, y James no dudó en hacerme entrar dentro, para luego hacerlo también. Marie, que no entendía nada de lo que sucedía, no protestó cuando James la hizo moverse al asiento de copiloto, mientras que George se colocó, nervioso, en el asiento de atrás junto a mí. Con el corazón acelerado intenté tranquilizarme, escondiendo mi rostro
entre mis manos, rogando para que todo saliera bien. Pero al mismo tiempo mi mente me decía que lo había arruinado todo, que no había pensado bien las cosas y que ahora Tyler no iba a volver a la vida. Y lo único que me quedaba era evitar que Aaron tuviera el mismo destino.
—¿Qué sucede? —susurró George a mi lado, provocando que todos las preguntas y dudas que estaban en mi mente se desvanecieran de inmediato.
No sabía qué decirle. Ya estaba harta de mentir, pero al mismo tiempo con solo ver esos grandes ojos oscuros temerosos me hacía admitir que el camino más fácil era ese.
—Solo vamos a buscar a Mark.
—¿Y luego veré a mamá? —hizo un puchero, preocupado, y esta vez podía jurar que hablaba en serio, que no era una extorsión de su parte ni mucho menos quería algo de mi parte.
Iba a responder, pero Marie lo hizo.
—Sí, George, no te preocupes, no pasa nada grave, ¿bien? —esta se había dado la vuelta, observando a George con un guiño tranquilizador, el cual provocó en él una sonrisa.
Pero el momento se quebró cuando James aceleró a fondo luego de que el semáforo le diera la luz verde, adentrándose en la calle en la cual Mark y Aaron habían comenzado la carrera.
—Alguien que llame a Mark, ahora —dijo sin quitar la vista del frente, entregándole su móvil a Marie, la cual de inmediato lo marcó.
—No contesta.
—¡Mierda! —gritó enfurecido, provocando un sobresalto por parte de George. Marie, al notarlo, lo fulminó con la mirada.
—Dime ahora qué sucede —le exigió—. Porque quiero que vayas a dejar a George a casa ahora mismo.
—No puedo, tengo que encontrar a Mark.
Marie se acercó a la oreja de James, seguramente para susurrarle algo, y yo, como estaba justo detrás de él, escuché con atención.
—George está asustado, Ross, así que lo dejas ahora mismo en casa.
James no respondió, sino que apretó con fuerza el volante para seguir andando por el camino, que estaba señalizado con prendas femeninas de todo tipo para dejar claro que se trataba del circuito que usaban en las carreras. Pero no había rastro de ellos. Marie iba a abrir la boca, pero me adelanté.
—¡Ahí están! Creo que... —dos figuras estaban al final de la calle sin salida, la cual estaba a un lado del camino, desviándose unos pocos metros—. ¡James, ahí!—le apunté.
Rogué para que se tratara de ambos. Y así fue. James de inmediato aceleró hacia allí, y vimos ambas motocicletas en el suelo, y junto a ellas a Mark, que nos daba la espalda, y Aaron frente a él. En el momento en que el coche estaba a unos metros abrí la puerta sin siquiera dejar a James quitar la llave. Salí de golpe, lo único que pasaba por mi mente era evitar cualquier confrontación.
En el momento en que ya estaba fuera corrí hacia Aaron, el cual me observaba sin moverse, mientras que Mark aún daba la espalda a nuestra dirección. ¿Qué estaba pasando? Al estar ya cerca disminuí la velocidad, caminando lentamente desde detrás de Mark, interrogante y al mismo tiempo asustada. Y ahí lo vi. Mark estaba apuntando a Aaron. La pistola temblaba en sus manos, pero la dirección era clara.
—No lo hagas... —pude decir con un hilo de voz.
Sentí por detrás los pasos de los demás, pero no los miré, mi vista estaba ahora fija en Mark. Pero fue Aaron quien habló.
—Haley, ándate de aquí ahora mis...
—¡Cierra la boca! —le cortó Mark fuera de sí, acercándose un paso hacia él con la pistola aún en la mano.
Me quedé petrificada, no podía creer lo que estaba viendo. Sentí a los demás llegar por detrás de mí, y por supuesto frenaron de golpe seguramente al ver qué era lo que estaba pasando. Escuché el sollozo de George, el cual para mi sorpresa había bajado del coche.
—¿Qué diablos estás haciendo, Mark? —la voz de James sonó dura, más de lo que nunca escuché de él—. Baja la pistola en este instante o te juro que...
—¿O te juro que qué? —este se movió a un lado, alejándose de nosotros, pero sin dejar de a apuntar a Aaron.
Sus ojos estaban desorbitados, parecía fuera de sí. Y me asustaba el hecho de no saber hasta qué punto era capaz de llegar. Y justo en ese momento habló nuevamente.
—Él mato a nuestro hermano, James, él tiene la culpa de todo lo que nos ha sucedido estos últimos meses. Él nos arruinó la vida, él le quitó la vida a Tyler.
Aaron no dijo nada, sino que mantuvo la vista fija en mí, como si en cierta forma esperara una respuesta de mi parte. Pero en mi cabeza no tenía ni idea de cómo responder ante ello. Pero James al parecer sí la tenía.
—¿De qué hablas?
Y ahí caí en la cuenta de que, aunque James y Marie vieron el vídeo en el cual aparecía Mark en el coche, no tenían ni la menor idea de que Aaron era el que conducía.
—Tú me dijiste que querías hacer pagar al que mató a Tyler y aquí esta —le señaló.
Un silencio. Nadie habló, lo único que se escuchaba eran los pequeños lamentos de George, que sujetaba a Marie con fuerza a unos pocos metros detrás de James. Y al fin este habló.
—Pero no de este modo...
—No lo entiendes, James. ¡Mató a Tyler! —le insistió.
James negó con la cabeza, haciendo una mueca.
—¿Y TÚ QUÉ? ¿No lo hiciste tampoco?
Al decir aquello noté lo difícil que había sido pronunciarlo en voz alta con solo ver su rostro nervioso y expectante ante Mark, el cual se quedó pasmado, intentando asimilar lo que había escuchado. Y más aún cuando notó como también lo sabíamos Marie y yo al asentir de acuerdo con James. Y es que era cierto.
—Lo sabías... —no fue una pregunta, sino una afirmación. Al parecer le estaba costando digerirlo.
Y en ese momento, para sorpresa de todos, Aaron habló.
—Él no lo mató, fui yo.
Quería decirle que no era así, que nunca había sido su intención matar a Tyler, pero me fue imposible ante la respuesta de Mark.
—¡¿Lo ven?! Tú mataste a mi hermano, me hiciste creer todos estos meses que había sido mi culpa, que yo había sido el responsable de su muerte. ¿Pero te digo el qué? Toda la culpa la tiene tu maldito padre.
—Sí, su padre, pero no él —me metí, y lo único que gané fue la pistola apuntando hacia mí, con un Mark furioso.
—Si vas a apuntar a alguien hazlo a mí, no a ella —interfirió Aaron antes de que pudiera decir algo.
La sensación de tener mi corazón acelerado en el pecho se quedaba corta con lo que sentía ahora. Mi mente no sabía qué pensar, ni mucho menos qué hacer. Lo único que mantenía intacto era mi lugar. Mis piernas temblaban, y a pesar de que mis ojos estaban fijos en Mark, implorándole que la alejara de mí, este no se movió.
—George, anda al coche ahora —escuché decir a Marie a unos metros, pero la voz de Mark impidió que su hermano diera un solo paso.
—Nadie se mueve de aquí.
Aún me apuntaba, y sabía que Marie no iba a dejar que me hicieran daño, por lo que vi cómo George volvía a abrazarla, para luego volver la vista hacia Mark, que tenía el arma apuntada en mi dirección.
—Baja el arma, este no eres tú —soltó James con cautela—. Es Haley, ella no te ha hecho nada.
Silencio. Nadie habló. Esperaban una respuesta de Mark, y tardó en llegar. Este siguió apuntándome, hasta que al parecer volvió en sí, observándome con el ceño fruncido para luego soltar una lágrima.
—Lo siento... —y en vez de bajar el arma, como yo creí que haría, este volvió a apuntar a Aaron, el cual intentando calmarme me guiñó un ojo, como si todo esto ya fuera a pasar y no tuviera de qué preocuparme—. Tu padre me quitó algo que quería, e incluso estuvo a punto de quitarme a otra persona que quiero —sabía que se trataba de April, y me dolía con solo pensarlo—. Y ahora es su turno de perder algo.
Y ahí caí en la cuenta. Mark no era estúpido, él sabía que Aaron solo había sido una pieza de su padre y solo por ser su hijo ahora iba a matarlo.
—Vas a bajar ahora la pistola —le aclaró James, acercándose lentamente hacia Mark, el cual no lo notaba al tener la vista fija en Aaron.
Y ahí me di cuenta de lo que quería hacer. Pero necesitábamos una distracción. Con todo el valor que pude reunir me interpuse entre Mark y Aaron, colocándome en medio, esperando por un leve momento que, en el peor de los casos, Mark me disparara.
—¡Haley, sal de ahí! —saltó Aaron caminando hacia mí para quitarme del medio.
Pero no lo dejé.
—¡Un paso más y la mato! —le gritó Mark, enfurecido, pero en realidad sabía que estaba al tope de los nervios.
Aaron se quedó quieto, y es que Mark tenía la pistola justo enfrente de mí. Le eché un vistazo a Aaron, que tenía los ojos fijos en algo detrás de mí, y al darme la vuelta caí en la cuenta de lo que era. James. Este ya estaba llegando donde estaba Mark, pero si se llegaba a dar la vuelta y a notarlo no íbamos a poder detenerlo. Teníamos que llamar su atención, pero yo no tenía ni idea de cómo.
—Matar a tu hermano nunca fue un plan de mi padre —soltó Aaron—. Fue solo un error del cual me voy a arrepentir el resto de mi vida.
—¿Y qué importa que me digas eso? Tyler no va a volver y fue por tu culpa.
—Sabes que no es tan cierto como dices.
—¿De qué hablas?
—Aún crees que es tu culpa todo lo que sucedió, estás haciendo esto para que de alguna forma tú mismo te creas que no tuviste nada que ver en ello. Y así es, Mark o Kevin, como sea, no mataste a Tyler, lo hice yo.
James estaba a poco de llegar a él, y Mark aún no caía en la cuenta, ya que mantenía los ojos fijos en Aaron, que de golpe me echó a un lado.
—¡Quieto! —gritó Mark mientras yo solté un lamento al notar el impacto de mi cuerpo en el frío cemento.
Me recompuse de inmediato, mordiéndome el labio para ahorrarme el grito de dolor de mis rodillas rasmilladas.
—Esto es entre tú y yo, nadie más —pudo decir Aaron con las manos sobre la cabeza, dejándole claro que no estaba dispuesto a pelear ni mucho menos a resistirse frente a él—. Si quieres matarme hazlo, créeme que mi vida ya no vale nada para mí.
Negué con la cabeza al escuchar lo último que dijo Aaron, y es que con solo ver su rostro podía notarse que sus palabras eran ciertas, pero no quería aceptarlo. Su vida ya había perdido valor para él, y el hecho de que Mark lo matara no significaba nada. Pero para mí sí lo era.
—No voy a caer en tu juego —susurró Mark, levantando la pistola unos centímetros más arriba, dejando claro que quería dispararle directo al rostro—. Él nos lo quitó todo, ahora es su turno de perder algo...
—¡MARK, NO LO HAGAS! —grité de golpe al ver cómo se preparaba para disparar.
Lo siguiente que pasó es difícil de explicar, ni yo misma me creía lo que sucedía. Parecía como si todo hubiera sido parte de un sueño del cual no despertaba nunca. Todo se volvió como en cámara lenta, grité con todas mis fuerzas, sin parar, pero Aaron se quedó quieto en su lugar, esperando lo inevitable. En cambio, James apareció al instante, echándose encima de Mark para evitar el disparo.
El forcejeo entre ambos hermanos se mantuvo por unos segundos, en los cuales James intentaba quitarle la pistola. Pero Mark la seguía teniendo entre sus dedos. Y justo de un momento a otro el sonido de la bala saliendo del arma se hizo presente. Cerré
los ojos de inmediato, no quería ver lo que estaba sucediendo, ni mucho menos al escuchar los gritos, llantos y maldiciones de los presentes. Finalmente, cuando creí que ya nada podía ponerse peor, las sirenas de la policía a lo lejos dejaron claro que iban a aparecer en cualquier instante. Y en ese momento me quedé literalmente en blanco. Pero la voz de Aaron me hizo volver a la realidad de golpe.
—Haley, lo siento mucho.
Abrí los ojos de inmediato, observándolo agradecida de que no fuera él quien había recibido el disparo, soltando un par de lágrimas.
—Estás vivo —le susurré, aliviada, mientras él asentía.
—Tengo que irme.
Interrogante, no supe qué decir. Aaron se dio la vuelta, caminando hacia su motocicleta a paso rápido. Y en ese momento volví a percatarme de mi alrededor, escuchando un sollozo. Marie. Y en ese momento lo vi. De inmediato giré el rostro. Sabía que mi mente nunca iba a poder borrar la imagen que había visto. Necesitaba salir de aquí.
Me levanté con la poca fuerza que tenía. Las lágrimas nublaban mi vista, pero de todas formas me encaminé a paso rápido hacia el coche de James. Nadie me dijo nada, porque todos seguían pasmados frente a la desgracia que estaba frente a sus ojos. Él no tenía nada que ver. Absolutamente nada. Prendí el motor, agradecida de que tuviera la llave puesta, arrancando de inmediato para seguir la motocicleta de Aaron, que acababa de partir por la calle. Y es que no iba a dejarlo ir sin antes saber toda la historia. Porque había algo más, algo de lo que aún no estaba enterada.
(Tyler )
Llegué ahí antes que el coche patrulla. Luego de revisar toda la fiesta que había en las carreras ilegales, sin señales de ninguno de ellos, decidí correr por el circuito. Y los encontré en el momento en que el coche de James empezaba a moverse, y al desaparecer vi lo que había detrás. Oh, no. Mark. Corrí como un loco hacia ellos. La imagen era perturbadora. Marie estaba llorando desconsoladamente, mientras que James y Mark tenían la vista fija en ella. Y ahí caí en la cuenta de lo que había sucedido, viéndolo con mis propios ojos. Abrí la boca para soltar una exclamación. No. No. No podía ser. Di un paso atrás, perdiendo el equilibrio de mis piernas. No podía ser cierto. Lauren y ahora él. No era justo. No era cierto. Me negaba a creer que lo que estaba sucediendo fuera real.
—¡No, no, George, despierta, mamá nos está esperando en casa! ¿Lo recuerdas? —le iba repitiendo Marie una y otra vez.
Me recordaba a Steve, y es que la escena era la misma. Marie sostenía en sus brazos el cuerpo sin vida de George Acuña. Estaba muerto. Y esta vez con solo ver su frente ya caías en la cuenta de ello.
—Despierta, te he prometido ver a mamá, George. Hazlo ya, te está esperando ahora mismo, por favor... —le volvía a repetir, quebrándosele la voz.
Yo no tenía ni idea de lo que había sucedido. ¿Qué había pasado? James se acercó a George de inmediato, pero al acercar la mano a su rostro Marie lo abrazó más a ella, evitando el contacto. Y habló, sonando más dura y fría como nunca antes la había escuchado.
—Aléjate de él —sus ojos cristalizados estaban fijos en James, dejándole claro que no iba a dejarlo. Luego unas cuantas lágrimas le cayeron—. ¡Te dije que volviéramos al coche, que tenía que dejar a George en casa!
Su grito, más que sus palabras, me dejó claro que Marie no iba a perdonárselo nunca. Y James también lo notó.
—Nunca quise... —este no pudo seguir hablando, ahogando un sollozo—. Nunca fue mi intención...
—No quiero verte, ni hablarte, ni escucharte nunca más en toda mi vida.
Sus palabras retumbaron en mi mente, y es que Marie hablaba en serio. El hecho de ver todo esto sin entender qué había sucedido exactamente me desconcertaba. Justo en ese momento a Mark se le resbaló la pistola de la mano, sin siquiera moverse, y mucho menos percatarse de ella. En todo este momento no había reparado en él. Seguía en el mismo lugar. Y sus ojos estaban fijos en George, como si acabara de volver a la realidad.
—Qué he hecho... —susurró.
James se dio la vuelta hacia él, percatándose de que el sonido de las patrullas a lo lejos indicaban que esto era un problema serio.
—Tienes que irte ahora.
Antes de que Mark abriera la boca mi hermano mayor caminó a paso rápido hacia él, tomando la pistola del suelo, pasando sus manos en ella una y otra vez. Entonces entendí lo que estaba haciendo. Y al ver la respuesta de Mark ante ello él también lo había notado.
—No voy a hacerlo. Tú no vas a ir a la cárcel por lo que he hecho.
—Escuchaste a Marie, no fuiste tú, fui yo.
Ambos estaban frente a frente, a menos de medio metro de distancia.
—Tu futuro va a arruinarse, James, no voy a permitir que eches tu vida por la ventana.
Mark intentó quitarle el arma de las manos, pero James de inmediato se lo impidió. No podía creer lo que estaba sucediendo.
—Ya la he arruinado.
—¿De qué hablas?
—Mark, he perdido mi futuro en la mejor universidad del país...
¿Qué? Y ahí caí en la cuenta de por qué James había estado en la oficina del director hacía unos días.
—¿Qué mierda importa? Estamos hablando de tu vida entera.
Pero James negó con la cabeza.
—Tienes un futuro prometedor, Mark, diez veces mejor que el que yo nunca voy a poder tener. Si me agarran al menos tengo el historial limpio, tú ya no.
Mark abrió la boca para protestar, pero cayó en la cuenta de que era cierto. Con la última pelea que había tenido con Aaron hacía unas semanas el juez le había advertido de que la próxima no iba a salvarse, e incluso que iba a ser más duro con él. Y James no iba a permitirlo, de eso no me cabía la menor duda. Las sirenas cada vez estaban más cerca, y en ese momento James no dudó en apuntar a Mark para que se alejara. Y caí en la cuenta de que solo era un montaje para que los policías creyeran que el único culpable en la escena no era más que James Ross.
En el momento en que las patrullas se acercaron hacia ellos Marie de inmediato comenzó a gritar para que la ayudaran con George, intentando auxiliar a su hermano de una muerte que ya había sido imposible de remediar. James siguió apuntando a Mark, y los policías al llegar le pidieron que soltara el arma y colocara sus manos arriba, como si se tratara de un criminal. Solo Mark y yo teníamos la certeza de que no lo era. Lágrimas comenzaron a caer de mis ojos en el momento en que se echaron encima de él para arrestarlo. James cayó al suelo sin dejar de mirar a Mark, implorándole con la mirada que no fuera tan imbécil de abrir la boca, que le siguiera el juego y entendiera que todo lo que estaba haciendo tenía su punto.
Mark desvió la vista de él. Seguramente le dolía ver a su propio hermano sufrir por algo de lo que él había sido el culpable. Lo más doloroso de todo era saber que Mark siempre se había culpado de mi muerte, la cual a fin de cuentas no era totalmente cierta, pero ahora, con James, las cosas ya eran muy claras. Ya que no había ningún otro culpable más que él. Y me dolía como nunca había imaginado ver cómo mis dos hermanos iban a separarse. Aún mi cabeza no podía creer lo que veía, me negaba a creer que todo se había ido a la mierda de un momento a otro. Que hacía tres meses todo era tan distinto a como era ahora. Y cuánto deseaba volver a ese entonces.
(Haley)
Seguí a Aaron por la calle sin perderlo de vista. Lágrimas caían por mis ojos una y otra vez, recordando lo que había pasado. ¿Cómo pudo haber sucedido esto? Mi móvil sonaba cada minuto en mi cartera, pero no quería contestar, no iba a hacerlo. Un coche me tocó la bocina al haberme saltado un semáforo en rojo, pero no me importó, necesitaba alcanzar a Aaron, que estaba a pocos metros delante de mí. Así fue como lo seguí por varios minutos, intentando no chocar con nadie al ser una inexperta conduciendo. Pero, por supuesto, aunque me salvé de ello, me fue imposible no ganarme más de una maldición por parte de otros coches. Y de un minuto a otro, luego de que me llamaran de todo desde un par de coches, vi cómo la motocicleta de Aaron frenaba, colocándose al costado de la calle, y yo no dudé en hacer lo mismo. Al estacionar el coche de James salí de inmediato, encontrándome con Aaron caminando hacia mí.
—No me sigas, Haley, es peligroso.
—¿De qué hablas?
Un silencio, en el cual Aaron se demoró un momento en responder.
—Hay personas que me están buscando porque les debo algo, y si te ven conmigo no quiero que salgas lastimada.
Fruncí el ceño, ahora sí que me había dejado más que confundida.
—¿Tiene algo que ver con tu padre?
Negó, soltando un suspiro mientras observaba a su alrededor.
—Él no sabe de esto.
—Explícame, entonces.
—No hay tiempo, necesito desaparecer —este iba a darse la vuelta, pero se lo impedí.
—¿Y hay alguna forma de ayudarte?
—Ya lo has hecho, Haley, y creo que puedes hacer memoria de ello.
¿Qué? ¿Que lo había ayudado? Me lo pensé un momento, cayendo en la cuenta enseguida de a qué se refería. Mi billetera.
—Es de dinero... —susurré, observándolo con los ojos abiertos de par en par—. ¿Pero cómo?
—Quiero dejar mi casa y mudarme a Nueva York, Haley, quiero ser artista, y mi padre nunca va a dejarme serlo con su propio dinero. Decidí a principios de este año buscar una forma de poder costearme el viaje allá, y así fue como me adentré en las carreras...
—Y no te fue tan bien como creías —le corté, cayendo en la cuenta de que esa era la razón por la cual me había robado, sin olvidar que a Marie también.
Aaron asintió.
—Ahora debo una deuda enorme, y no tengo cómo pagarla.
—Puedo ayudarte —le solté de inmediato.
—No, este es mi problema, Haley, y tengo que afrontarlo por mi cuenta.
No supe qué decir. Me quedé en silencio, observándolo, mientras que él también lo hizo, dejándome claro que no iba a cambiar de opinión, y que solo debía dejarlo ir. Pero yo no quería hacerlo.
—¿Vas a irte de la ciudad?
Sabía cuál iba a ser la respuesta, pero por una razón quería que fuera él quien me lo dijera. Y así fue.
—No tengo otra opción, tengo que escapar de mi padre antes de que se dé cuenta de lo que he hecho.
Cerré los ojos, intentando reprimir las lágrimas, las cuales pudieron desaparecer a medias, ya que unas cuantas cayeron sin poder evitarlo.
—Voy a echarte de menos. Lo sabes, ¿no?
Aaron se demoró en responder, para luego formar una sonrisa y, al igual que yo, soltar unas pocas lágrimas.
—Nunca voy a entender que a pesar de todo lo que te he hecho sigas aquí.
Me encogí de hombros.
—Ni yo misma lo sé.
Ambos nos quedamos ahí parados, sin saber qué decir, hasta que Aaron se acercó abriendo sus brazos, fundiéndonos ambos en un abrazo. No dudé en estrecharlo lo más posible, y así no dejarlo ir.
—¿Vas a estar bien? —me preguntó entre mi cabello.
No supe qué contestar, en realidad no tenía ni idea de cómo estaba. Solo sabía que todo se había ido abajo. Que ya nada iba a volver a ser como antes, y que todo lo que había querido para hoy se había desvanecido. Negué con la cabeza, no quería mentir más y mucho menos cuando quizás esta fuera la última vez que vería a Aaron.
Un sollozo se escapó de mi boca, y en ese momento todo lo que había acumulado en mi interior salió de mí. Mis piernas comenzaron a flagear, y estuve a poco de irme contra el suelo si no fuera por los brazos de Aaron, que me agarraron firme. No quería llorar, y mucho menos montar una escena. Aaron necesitaba irse antes de que su padre o las personas a las que les debía dinero lo pillaran. Y necesitaba que estuviera a salvo. Intenté reincorporarme mientras Aaron no me dejaba siquiera dar un paso.
—Puedo sola —pude decir, saliendo de entre sus brazos para enderezarme por completo, reprimiendo mis lágrimas—. Tienes que irte, Aaron.
Y así fue como este asintió. Intentó despedirse de mí, pero se lo impedí. Y ahí el captó lo que intentaba evitar, asintiendo para luego dedicarme una sonrisa.
—Espero volver a verte, Haley Dickens.
No pude hablar, porque sabía que si lo hacía iba a comenzar otra escena, y Aaron tenía que irse ahora mismo. Él lo entendió, por lo que se dio la vuelta, encaminándose hacia la motocicleta, para luego montarse en ella y prender el motor. Quería decirle lo mucho que iba a echarlo de menos, que se cuidara, que iba a llamarlo si alguna vez tenía la oportunidad, que me dijera a dónde iba exactamente y así sucesivamente todas las cosas que quería decirle se formulaban en mi mente. Pero desgraciadamente no abrí la boca. Y en el momento en que pensé que iba a ponerse en marcha, Aaron volvió a hablar.
—Hay algo que nunca te han dicho, Haley, y creo que, aunque no sea capaz de decírtelo yo mismo, estás en tu derecho de querer saberlo —no supe qué decir ante ello, ¿de qué hablaba?—. Es sobre tu padre. Cuando sepas quién es espero que puedas entender por qué no quise decírtelo y por qué te invité a unos helados el día que nos conocimos.
Y cuando iba a abrir la boca Aaron aceleró de golpe, dejándome ahí pasmada, intentando descifrar lo que me había dicho. Él sabía quién era mi padre. Y por alguna razón él sabía que ocultármelo tenía su punto. En ese momento me vino a la cabeza la única persona por la que Aaron tendría razones para no habérmelo dicho antes. No. Me negaba a que fuera cierto. Él no podía ser mi padre. Y en ese instante el único lugar en el cual podía comprobar quién era mi padre realmente se encontraba en mi departamento. En la habitación de mi madre, exactamente.
(Tyler )
Buscar a Haley entre todo lo que estaba sucediendo se me estaba haciendo imposible. Luego de ver cómo Mark estaba siendo interrogado por los policías, James metido sin resistencia a la patrulla, y Marie gritándole desde fuera a este último que era un asesino, todo se había ido a la jodida mierda. Lo peor era ver cómo Marie no dejaba de patear el coche, como si de esa forma todo el dolor que tenía en su pecho pudiera desaparecer. Pero todos los presentes sabían que no era así. Y ahí entendí su comportamiento, Marie estaba destrozada por la muerte de su hermano, y al mismo tiempo para ocultar todo ese dolor lo disimulaba en odio hacia James.
—¡Te odio! ¿Me escuchaste? —le gritaba, golpeándole el vidrio, y los policías al ver la escena la agarraron de los brazos, intentando separarla del coche—. ¡Suéltenme ahora mismo!
Observé a mi hermano mayor, que mantenía la cabeza gacha desde dentro del coche, y no podía ni imaginar cuánto dolor debía estar sintiendo en este momento. Luego de toda esa escena, la cual no entraba aún en mi cabeza, no supe a dónde ir. Busqué a Haley entre todo el gentío que estaba a nuestro alrededor, pero no había rastro de ella. Pensé que Mark o Marie iban a nombrarla, pero estaban muy ocupados hablando de otras cosas. Y ahí caí en la cuenta de que además de faltar Haley también faltaba Aaron.
Corrí entre todo el circuito, buscándolos una y otra vez, pero no había rastro de ellos. Me dirigí a casa de Richard Gay, pero al entrar no había ni una sola alma en casa. Las luces estaban apagadas y parecía que toda la familia debía estar pasando la noche celebrando yo que sé qué. Pero un ruido llamó mi atención desde el segundo piso, y así fue como fui a ver quién estaba ahí. Aaron.
Estaba en su habitación, metiendo ropa como un loco en una mochila, para luego ir a la habitación de sus padres y sacar unas cuantas joyas de su madre. ¿Se estaba fugando? No entendía ni una mierda, y en realidad al caer en la cuenta de que no estaba Haley con él decidí irme de allí y no perder más tiempo. Tenía que encontrar a Haley. ¿Pero dónde mierda estaba? Al salir por la puerta de entrada vi cómo varias motocicletas aparecían en el estacionamiento, más unos cuantos coches. Extrañado, me quedé ahí observando de quiénes se trataban. Al ver sus rostros al bajar de los coches y a los demás quitándose el casco caí en la cuenta de que parecían ser de las carreras ilegales.
—Mira la casa en la que vive y no puede pagarnos, voy a divertirme cuando le dé una buena paliza.
¿Pagarnos? Ahí noté que el hecho de que Aaron le robara el dinero a Haley tenía su punto.
—Ni me digas, de este pedazo de mierda me hago cargo yo.
Y así sucesivamente estos diez hombres corpulentos y otro par no tan fuertes se adentraron en la casa, derribando la puerta de un solo golpe. Pensé en quedarme, en ver qué diablos querían, pero al mismo tiempo ya me hacía la idea de qué se trataba. Y sabía que no iba a poder ayudarlo. Así que corrí de inmediato para desaparecer de ahí, no quería ver más una situación en la que me iba a ser imposible interferir.
Cuando ya iba corriendo por la calle pensé hacia dónde ir. Próxima parada, nuestro lugar, luego mi casa y, si no la encontraba en ninguno de los dos, pasaría un momento por el departamento. Y esperaba que estuviera en alguno de ellos, necesitaba verla antes de que todo se fuera abajo. Porque luego de todo lo que había sucedido era imposible que volviera a la vida. Debía despedirme de Haley antes de que ya fuera tarde.
(Haley)
Ni yo recordaba dónde había dejado el coche cuando entré al departamento. En ese momento lo único que pasaba por mi mente era buscar el diario de mi madre. De inmediato fui al mueble que estaba junto a la pared, en el cual había leído la última vez una parte del diario. Y ahí estaba. Lo saqué, nerviosa, intentando tranquilizarme, ya que mis manos temblaban y me era difícil abrirlo. Pero lo hice. Fui pasando rápidamente las hojas, intentando buscar el momento en que mi madre se quedó embarazada. La mayor parte del diario contaba con fotos del cuarteto en distintos lugares, pero no había rastro de embarazo. Hasta que al fin lo encontré, estaba en las últimas páginas. Y me dispuse a leerlo de inmediato.
Querido diario:
No sé qué hacer, tampoco qué pensar. He estado todo el día en casa, mi padre se fue al trabajo creyendo que asistiría al instituto, pero no pude hacerlo. ¿Recuerdas estos últimos días que te he escrito sobre lo mal que me he sentido y que he vomitado un par de veces? Bueno, pues Brenda, al ver mi estado ayer mientras trabajaba en la cafetería, me obligó a comprar un test de embarazo. Por supuesto pensé que era una tontería, pero al parecer es cierto, luego de que viera que daba positivo compré tres de distintas marcas, y todos dieron el mismo resultado. ¿Qué voy a hacer?
No he podido decírselo a nadie, ni a Holly, ni a Fernando, y mucho menos a Roy. Nadie sabe de mi aventura y tampoco sé si voy a decírselo. No tengo muchas ganas de seguir escribiendo, creo que voy a dormir.
De inmediato seguí leyendo las páginas que venían, pero en ninguna nombraba a mi padre. En resumen, mi madre hablaba de cómo había sido decírselo a mi abuelo, sobre cómo había fingido los primeros meses en el instituto que solo estaba engordando unos kilos, y el momento en que Roy se enteró de lo que había sucedido.
Querido diario:
Roy vino a verme hoy a casa. Creí que se había tragado la mentira de mi abuelo de que había ido de vacaciones a California con unos parientes, pero no fue así. Entró a mi habitación sin que pudiera esconderme, y al ver mi cuerpo cayó en cuenta de inmediato sobre mi estado. Fue... duro. Decirle a Roy que le había estado mintiendo la mayor parte del año y peor aún, tener que decirle quién era el padre. Su respuesta fue como me la había esperado, salió disparado a darle su merecido. Aún no vuelve y tengo miedo, él es capaz de cualquier cosa. Espero que Roy esté bien, ya son las cinco de la mañana y no sé nada.
De inmediato di vuelta a la página para leer lo que venía, pero al parecer mamá no escribió por meses, ya que la fecha de la última página con respecto a lo último que había leído era de unos cuatro meses de diferencia.
Querido diario:
No te escribo desde hace meses, y la razón es simple. Haley nació, mi bebé ya está fuera de mí y se ha tomado todo mi tiempo. Dejé de ir al instituto, y ahora me dedico a trabajar unas cuantas horas al día y otras en la noche para pagárselo todo, no quiero que papá se esfuerce más de lo que ya hace y Roy intente pagar las deudas.
En fin, Haley es preciosa, ni te imaginas cómo. Sus ojos son grandes y azulados, del mismo color que el abuelo, su cabello, según Roy, es de la misma tonalidad del mío, y su nariz y boca... bueno, son exactamente iguales a las de su padre. Él no ha dado señales, no está interesado en ella, y la última vez que intentó comunicarse conmigo fue para sobornarme y decirme no abriera la boca sobre Haley en los medios.
Por supuesto me negué de inmediato, le grité que no quería verlo nunca más en mi vida y que para mí estaba muerto. El muy hijo de puta no tuvo ninguna objeción en ello, y así fue. El día en que Haley nació fue un total caos, cuando hago recuerdo de ello no puedo evitar que las lágrimas caigan. Fue hace tres meses. Roy me convenció luego de decírselo a Holly que Fernando debía saberlo, que no podía esconderle algo así.
Y, aunque fue duro, lo hice. Roy preparó una cena en mi casa. Vinieron Holly y Fernando, y ella también estaba embarazada, y al igual que yo tenía miedo de decírselo aún. Cuando llegó junto a Roy salimos de mi habitación, adentrándonos a la sala, en la cual Fernando al verme no pudo evitar soltar una exclamación, pasmado. No quería decirle quién era el padre, pero Roy me había convencido de que debía hacerlo.
Sabía cuál iba a ser su reacción, pero nunca creí que iba a ser peor de lo que imaginé. Se volvió loco, parecía que incluso iba a golpearme, pero Holly lo contuvo. Aunque intentó hacerlo entrar en razón fue imposible. Fernando se tomó toda la botella de whisky que mi abuelo tenía en la cocina de golpe, y mientras Roy iba al baño y Holly estaba en la cocina preparando la cena me tomó del brazo y me llevó consigo hacia su coche. Intenté zafarme, pero no podía, tenía ocho meses de embarazo y no quería hacerle daño a Haley.
No podía creer lo que estaba leyendo, aquí estaba toda la verdad sobre ese día, el día que Fernando no podía dejar de culparse y que había sido crucial para todo el cuarteto. Seguí leyendo enseguida, no podía perder más tiempo.
Me hizo entrar en su coche, diciéndome que íbamos ahora mismo a casa de Alicia, que iba a mostrarle de una vez por todas que su marido era un sinvergüenza. En el camino intenté evitarlo, pero Fernando no me escuchaba. Llamó a su hermana, diciéndole que iba para allá y que iba a ver de una vez por todas la clase de esposo que tenía, pero justo en ese momento en que cortó la llamada cruzó un semáforo en rojo, y lo siguiente que recuerdo fue despertar en el hospital.
Fernando chocó contra otro coche, en el cual iba una mujer para dar a luz en el hospital. Ella murió, pero el hijo que tenía sobrevivió gracias a los doctores, que pudieron sacarlo antes de que ella muriera. Ya estoy llorando, y me cuesta mucho seguir escribiendo, lo único que puedo decirte ahora es que nada es como antes. Fernando no quiere ver a nadie salvo a Roy, ha evitado mis llamadas y más aún las de Holly, que se ha ido a Colombia al ver que el chico del cual había estado enamorada y al mismo tiempo embarazada no parecía tener ningún interés en ella ahora. No le contó nada sobre su embarazo. Al parecer cree que es mejor estar allá con su familia, que puede ayudarla a llevarlo, que aquí en Chicago. Fue duro, ni te imaginas cuánto la echo de menos.
Roy ha estado estos meses ayudándome en todo mientras va a la universidad aquí cerca. Fernando se fue a Harvard con el dinero de su tío, al parecer sus padres lo echaron luego del accidente y ya no quieren saber más de él. El hijo de la mujer que Fernando mató está ahora en una casa de acogida con sus dos hermanos. Roy va a verlos un par de veces a la semana, incluso un día trajo al mayor, James, el cual tiene dos años. Jugó un par de veces con Haley y se ve que no le agradó en absoluto, ya que no paraba de llorar.
Ahora mismo Roy quiere que le haga una visita a los tres, él cree que puede encontrar una familia que los adopte a todos, no quiere que los separen, y en ello ha trabajo todos estos meses, pero hasta ahora había sido en vano. No sé cuál es su plan, pero sé que tiene una idea en mente para esos chicos, ya que no para de repetir que son increíbles. Bueno, espero que le vaya bien en ello.
Esta es la última página de mi diario, y creo que comenzaré otro cuando pueda. Pero antes quería contarte que he tomado una decisión al respecto sobre Roy. Creo que estoy enamorada de él y creo que estando junto a mí le estoy impidiendo cumplir todos sus sueños. Voy a pedirle que se vaya, que ya no quiero más su ayuda y que a pesar de todo lo que hemos pasado juntos ya no lo necesito junto a mí. No sé cómo va a tomárselo, solo espero que sea feliz y pueda hacer su vida, y es que conmigo nunca va a poder ser alguien. Y él se merece una vida mejor.
Bien, te seguiría escribiendo, pero es la hora de darle de comer a mi pequeña y adorable Haley, que está llorando por tercera vez desde hace una hora, así que ahí voy.
Pd: He decidido también no contarle a Haley quién es su padre, no quiero que sufra como yo lo hice. Además, cuando él me decía que iba a separarse de su mujer cuando ya no la quería la dejó embarazada, al igual que hizo conmigo. Al final solo había sido una relación de mentiras y engaños, y no quiero que Haley conozca a alguien como él. Así que espero que Haley nunca sepa que Richard Grey es su padre.
El diario cayó de mis manos en el momento en que leí su nombre. Una parte de mí lo sabía, pero la otra lo negaba rotundamente. Richard Grey era mi padre.
(Tyler )
Al entrar al departamento escuché un leve sonido en la habitación de Anna, rogué interiormente que se tratara de ella, y al traspasar la puerta ahí estaba.
—Haley —dije de inmediato para llamar su atención, pero esta no se movió, siguió dándome la espalda como si no me hubiera escuchado—. ¡Feliz cumpleaños! Ya sabes, dieron las doce hace unos minutos y quería ser el primero en decírtelo. Lo fui, ¿no? —esperé una respuesta de su parte, pero no la hubo.
Estaba arrodillada frente a un pequeño mueble con libros y cuadernos, y de inmediato me acerqué a ella para ver qué le sucedía. Su rostro parecía ido, sus ojos observaban la pared frente a ella, y sus manos estaban abiertas sin moverse. Un cuaderno estaba en el suelo. Parecía un diario de vida. Y al ver la portada, que había quedado a la vista, supe de quién se trataba. Anna.
—¿Qué sucede? ¿Haley? —volví a insistirle, preocupado.
Su respuesta fue enderezarse, sin reparar siquiera en mí. Intenté llamar su atención, pero fue en vano. Esta caminó hacia la entrada del departamento, frenando justo al frente de la fotografía en la cual tiempo atrás le había dicho que su padre debía estar en ella. Pero ahora sabía que no era cierto. Haley de inmediato la sacó del marco. Sus dedos nerviosos intentaron varias veces quitar la fotografía del vidrio, hasta que al fin lo hizo. Y al doblar la parte que Anna había querido hacer desaparecer de la vista quedó expuesta frente a nosotros. Roy. Observé a Haley para ver su reacción, y esta soltó un sollozo, tapándose la boca con la mano libre para reprimirlo, pero fue en vano.
—Haley, dime qué sucede.
Esta por primera vez desde que había llegado al departamento me miró, quedándose un momento con sus ojos fijos en los míos. Y ahí caí en la cuenta de lo que había pasado. El diario. La fotografía. Haley sabía quién era su padre, y solo había venido a ver la foto para certificar que la historia era cierta. Y así lo era. Roy había estado junto a ella en su primer año de vida.
—No puede ser... —susurró desviando los ojos de los míos, dejándose caer al suelo y ahogando un grito.
Me agaché para quedar frente a ella, sin saber qué decirle. Hasta que al fin lo hice.
—Lo hizo para protegerte, Haley, que ese imbécil sea tu padre no cambia nada de lo que eres ahora.
Intenté acariciarla, pero fue en vano. Mi mano traspasó su cuerpo, y al alzar la vista a sus ojos estos me miraban fijamente.
—¿Qué has dicho?
—Que le hecho de que Richard Gay, más bien Grey, sea tu padre no cambia lo que eres, él no merece tener una...
No pude seguir, y es que Haley me cortó de golpe, levantándose de inmediato.
—¿Cómo lo sabes?
—¿De qué hablas?
No entendía el giro que había tomado la conversación, y mucho menos la mirada de Haley hacia mí, como si hubiera sido el culpable de algo horrible. Y ahí caí en la cuenta de lo que se refería. Mierda.
—No te dije quién era mi padre, pero tú lo sabías... —susurró observándome, atónita, y de inmediato me enderecé para acercarme a ella.
—No podía decírtelo así co...
—¡No te acerques ni un paso más! —me cortó, fastidiada, caminando hacia atrás, para llegar a la puerta—. Confié en ti, eres la última persona que creí que iba a mentirme en mi propia cara.
Sus palabras se sentían como cuchillos atravesándome el corazón. Esto no podía estar sucediendo. Luego de todo lo que había ocurrido me negaba a pensar que ahora estaba perdiendo a Haley.
—Déjame explicarte...
—No tienes por qué, todo me ha quedado más que claro —esta tomó la manilla para abrir la puerta, y de inmediato me acerqué a ella, intentando tocarla por segunda vez, pero el resultado fue el mismo—. Ahora entiendo por qué no vas a volver a la vida, Tyler, sigues siendo el mismo.
—¡No es así!
Esta sonrió, irónicamente.
—No voy a escucharte más, no voy a dejar que me mientas otra vez, puedes hacerlo contigo mismo, pero conmigo ya no más.
Así fue como me dejó solo en el departamento, abriendo la puerta para luego salir por ella. Ni me echó una mirada de despedida, ni una palabra de adiós, dejándome claro que ya no quería saber más de mí. Solté un grito de rabia, de impotencia, de dolor. El hecho de perder a Haley no me entraba en mi mente.
—¡Mierda! —solté una y otra vez mientras golpeaba con todas mis fuerzas la puerta por la cual hacía un momento Haley había salido.
Por supuesto la traspasaba, enojándome aún más el hecho de ser un miserable fantasma. La quería, ella lo era todo para mí, pero ahora lo había arruinado todo. «Anda a buscarla, ¿Acaso eres imbécil?», la voz en mi interior se hizo presente. Y en ese momento, por primera vez, le hice caso.
Corrí como un loco escaleras abajo, traspasando toda puerta o pared que se interpusiera en mi camino, llegando a la salida en el momento en que escuchaba cómo Haley prendía el motor del coche de James. Y ni pude explicar cómo ni por qué me adentré en el momento en que Haley justo pisaba el acelerador. No sabía a dónde íbamos, ni mucho menos qué pasaba por su mente en el momento en que vio que estaba a su lado. Lloraba desconsoladamente, y ahí pude ver el dolor en su rostro.
—Lo siento mucho... —susurré, intentando que de esa forma entendiera que nunca fue mi intención hacerla sufrir al esconderle aquello.
—Confié en ti, de todas las mentiras y secretos eras la única persona en la que confiaba plenamente.
—No podía decírtelo, no era mi asunto.
—¿Que no era tu asunto? Bromeas, ¿no?
Esta me echó un vistazo, volcando los ojos, para luego fijar nuevamente su vista a la calle. No sabía qué decirle. En realidad, no tenía idea de cómo hacerle ver que nunca quise hacerle daño, ni mucho menos decepcionarla.
—¡Richard Grey es mi padre! ¿Entiendes lo que significa? Soy hija del hombre que mató a mi abuelo, que golpeó a April, que encubrió tu propio accidente. ¿Entiendes la gravedad de ello? —esta comenzó a rebuscar algo en su cartera, y yo la miraba sin entender qué estaba haciendo.
—Haley, mira al frente —le dije de golpe, a lo que esta soltó una risa sarcástica.
—¿Ahora tú vas a darme clases de manejo?
Sabía que esta no era ella, que estaba dolida y lo que me dijera solo lo decía a causa del enfado sobre haberle mentido, y por lo mismo reprimí las ganas que tenía de responderle de la misma forma. Pero todo se fue a la mierda en el momento en que sacó un pequeño tarro de pastillas de su cartera y se desparramaron por todo el coche cuando se le cayó de las manos. Esta soltó una maldición y tomó unas cuantas que estaban a su alrededor, y antes de que pudiera decir algo se las llevó a la boca. ¿Qué mierda? De inmediato eché un vistazo al pequeño tarro que tenía bajo mis pies. Y con solo leer de qué se trataban no me cabía en la cabeza.
—¿Desde cuándo que tomas esto? —pude decir—. ¿Y por qué?
Esta ni se inmutó, sino que siguió con la vista al frente.
—Haley, respóndeme.
Y esta al fin lo hizo.
—No tengo por qué hacerlo.
—Oh, vamos. ¿Es que estás loca? Vas a decirme ahora mismo por qué mierda estás tomando esto.
Esta no abrió la boca, no me hizo caso.
—Dímelo, Haley, necesito saber por...
—¡No lo soportaba más! ¿Feliz? Intenta ponerte en mi lugar un solo instante y te darás cuenta de que tener la vida de alguien dependiendo de mí es más duro de lo que te imaginas.
Su respuesta me había tomado por sorpresa, y ahora no tenía idea de qué decirle.
—Y por supuesto Tyler Ross no puede verlo, porque nada que no tenga que ver con él no pasa por su cabeza. ¿No es así?
—Esta no eres tú —solté, pasmado.
—Por supuesto que no lo soy. Antes me creía todas las mentiras y engaños que me hacían en mi propia cara, pero ahora ya no más.
—Sabes que no me refería a eso.
—¿Y entonces a qué? Dímelo, explícame qué es lo que no te gusta de mí ahora para intentar cambiar y de ese modo ser la chica perfecta que quieres —ironizó.
No podía creer lo que estaba escuchando.
—Detén el puto coche, Haley.
—No voy a hacerlo.
En ese momento noté cómo la velocidad estaba subiendo notablemente, y sabía que solo lo estaba haciendo para fastidiarme. Y sabía que toda esta actitud era a causa de las pastillas que estaba tomando. Haley no estaba siendo ella.
—¡BAJA LA VELOCIDAD AHORA MISMO! —le exigí.
Y esta comenzó a llorar desconsoladamente, dejándome claro que las pastillas estaban produciéndole un cambio de ánimo preocupante.
—Pensé que eras diferente, que habías cambiado, que eras el mismo Tyler de ese primer día de clases, el real, pero me equivoqué, todo fue un engaño.
—Haley, por favor, reduce la velocidad... —le susurré, intentando no afectar sus sentimientos, y mucho menos provocar que fuera aún más rápido.
—Quizás James tenía razón, quizás todo esto fue producto de mi imaginación, quizás la explicación es simple y me he vuelto loca.
—Haley, no sigas —le exigí, intentando que volviera en sí y pusiera atención en el volante.
—Tú no eres real, Tyler —esta desvió la vista de la calle, centrándose en mí.
—¡HALEY, MIRA HACIA EL FRENTE! —le grité con todas mis fuerzas, pero fue en vano. Comenzó a desviarse al otro lado de la calle y un coche que venía hacia nuestra dirección apareció frente a nosotros.
—Nada de esto es rea...
No escuché más. En ese momento Haley calló de inmediato cuando nos estrellamos a toda velocidad contra ese coche. Sentí cómo me impulsaba hacia delante, volando por los aires, traspasando el coche y cayendo en plena calle. Haley. Haley. Haley. Su nombre se repetía en mi mente como un disco rayado, y no dudé en ponerme de inmediato de pie. Entonces caí en la cuenta de que el accidente se había producido en el mismo lugar en el que había muerto, en el mismo lugar en el que había muerto mi madre años atrás, y que estos últimos meses había compartido con Haley. Pero ahora ella estaba en riesgo de morir también ahí. Y así fue como de inmediato corrí hacia ambos coches que se encontraban destrozados a unos metros.
—¡Haley! —grité con todas mis fuerzas, intentando llegar a ella, pero por el camino vi horrorizado cómo empezaba a desvanecerme—. No, no, no, no, no. ¡No!
—negué, intentando llegar hacia ella antes de que fuera tarde.
Pero me fue imposible. Lo último que vi fue cómo Simon Adams salía del coche con el cual nos habíamos estrellado. Ni reparé en cómo había quedado por el accidente. Mis ojos estaban fijos en su reacción cuando se acercó hacia el coche de James, observando el asiento en el que Haley debía estar sentada. Con solo ver el momento en que su rostro se desfiguraba de dolor y las lágrimas comenzaron a salir por sus ojos pude caer en la cuenta de lo que había pasado. Grité como nunca antes lo había hecho.
Quería ir hacia ella, abrazarla, decirle muchas cosas, pero no podía, mis piernas ya no las sentía, y en cualquier momento iba a desaparecer. La amaba, más que a nada en el mundo, y ahora mismo acababa de perderla para siempre. La había condenado a mi mismo destino. Y nunca pude decirle todo lo que sentía por ella, lo mucho que le agradecía lo que había hecho por mí y cuántas veces había soñado despierto en cómo sería besarla. Pero ahora todo se había esfumado en un abrir y cerrar de ojos. Y mi maldito orgullo me impidió ser un verdadero hombre y decírselo cuando tuve la oportunidad. Una lágrima cayó de mis ojos, y en el momento en que esta iba a impactar con el suelo sentí como desaparecía.
Y esa había sido mi segunda oportunidad. Había creído que con ella iba a poder volver a la vida, que seguramente necesitaba saber todos los engaños y mentiras que me habían ocultado cuando estaba vivo, y de esa forma regresar con mi familia. Pero al parecer no era así. Toda esta oportunidad había costado la vida de Lauren, George e incluso Haley. Había costado los golpes de April, la pérdida de las elecciones de mi padre, el futuro destruido de James, la culpa de Aaron. A fin de cuentas, todo lo que había querido arreglar se había vuelto aún peor. Lo único que había producido había sido el éxito y la victoria de Richard Grey, el hombre que había arruinado el pasado, el presente y ahora el futuro de todas las personas que quería.
Y ahora, en vez de ver todos esos errores que había cometido en el pasado, vi todo lo que venía en el futuro: Fernando perdiendo las elecciones, Anna volviendo a sus recaídas, Roy siendo maldecido por ella al no haber cuidado a Haley, James en prisión en una condena de más de diez años, Holly tomando sus maletas y partiendo a Colombia junto a Marie, Kyle en silla de ruedas viendo por televisión juegos de fútbol americano, Steve siendo golpeado por su padre en su adolescencia entera, Simon durmiendo sobre la tumba de Haley, Mark evitando ser feliz, April siendo amenazada por los hombres de Richard Grey para que no abriera la boca y Aaron intentando escapar de su padre.
Parece que no había forma de vencerlo, y esperaba que algún día pudiera perdonarme a mí mismo por todo lo que había hecho. Porque todo esto no había sido más que mis acciones jugándome en contra. Y ahora al ver el camino oscuro con una luz blanca a lo lejos me di cuenta de que era el final, que ya todo había acabado. Y no dudé en ir hacia él.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro