Capitulo 57: No existen los cuentos de hadas (PARTE 1)
(Haley)
—¿Ya revisaste ahí? —le apunté a Lauren, que despacio se volteó a mi dirección desde detrás del escritorio.
—¿El baño? No lo creo —susurró molesta.
Bien, desde hacía más de una hora que estábamos aquí dentro buscando la evidencia que hasta ahora no daba ninguna señal de que se encontrara aquí. Y pensarlo me revolvía el estómago, la necesitábamos. Seguimos rebuscando en el escritorio del sacerdote una y otra vez, y es que el último lugar que nos quedaba era este. Lauren soltaba maldiciones cada vez que revisaba por completo un cajón con papeles y no encontraba nada relacionado con Richard Grey. Y yo ejercía la tarea de mantener la linterna para alumbrarla.
—¿Respondió April?
Lauren rebuscó rápido en su teléfono y negó con la cabeza. Frustrada, seguí con la linterna en la mano, y Lauren leía rápidamente los encabezados de los distintos papeles.
—¡Mierda! —se quejó, llevándose uno de sus dedos a la boca.
Una herida pequeña se había formado en su dedo índice al cortarse con el papel. Se quejó un momento para luego seguir con la tarea, demorándose un poco más en pasar de hoja en hoja. Pasaron los minutos y ninguna de las dos abrió la boca, esperando encontrar la evidencia, pero al parecer la suerte nos jugó en contra.
En un momento se escuchó cómo una puerta se abría en el pasillo, y sin pensarlo dos veces ambas nos escondimos de inmediato bajo el escritorio, pero Lauren hizo caer un candelario al suelo por error. Y el ruido fue evidente. Agarré su brazo para que se tranquilizara. Nerviosa, me dio un fuerte apretón para calmarse, mientras que yo con los ojos cerrados rezaba en mi mente para que no nos pillaran. La puerta se abrió finalmente, escuchándose los pasos de una persona frente a nosotros. No abrí los ojos, esperé lo inevitable.
Ambas contuvimos la respiración para no ser atrapadas, pero no bastó. Escuché cómo los pasos iban acercándose cada vez más. Iban a pillarnos, el nerviosismo me recorrió de pies a cabeza y no fui capaz de abrir los ojos hasta el momento en que sentí que la mano de Lauren se separaba de mí. Fijé mi vista en ella y me quedé pasmada. Lauren intentó sonreír, pero solo vi una mueca nerviosa. Le agarré el brazo como acto reflejo, implorándole con mi rostro que no lo hiciera. Esta me apuntó, dejándome claro que lo que debía hacer tenía su punto. Y ahí lo entendí. La solté, y Lauren se levantó del suelo, quedando al descubierto.
(Tyler )
Mis manos temblaban, no sabía cómo calmarme, ni mucho menos qué hacer. Los hombres, al ver a April desplomarse, no dudaron en salir de ahí lo más rápido posible, mientras que ella, que estaba inconsciente, seguía ahí tendida. Grité con todas mis fuerzas para que alguien nos ayudara, pero fue en vano. Un coche pasó por la calle luego de unos minutos frenó para bajarse a ver a April. Era una pareja. La mujer, al verla, soltó una exclamación, mientras que el hombre de inmediato se colocó junto a April, levantando su rostro del suelo, dejando ver varios cortes, sangre que le caía de la nariz y la boca y una herida en el lado derecho de la frente, que se veía muy mal.
—¡Llama a una ambulancia! Debe de tener una contusión —este seguramente era médico, ya que de inmediato se rasgó una parte de la camisa y le presionó la herida—. ¡AHORA! —le gritó al ver cómo su mujer seguía ahí pasmada.
Esta dio un salto y se puso a rebuscar en su cartera, llamando de inmediato. Mientras lo hacía vi cómo un coche de policía iba acercándose hacía aquí, y al ver que se trataba del padre de April sonreí, con los ojos cristalizados. Este paró, seguramente por lo extraño que era que un coche estuviera en mitad de la calle. Caminó con una linterna a ver qué sucedía.
—¿Señor, quiere explicarme por qué su coche está...?
No pudo terminar la frase al ver el rostro de su hija, y la linterna se le cayó de las manos, sorprendido.
—¡No! ¡No puede ser! —este se acercó de inmediato, arrodillándose a su lado—.
¡APRIL! ¿Me escuchas? —le movió el rostro con las manos, y pude ver cómo April se quejaba aún con los ojos cerrados—. Hay que llamar a una ambulancia.
—Ya lo hemos hecho —habló el hombre por primera vez, presentándose al padre de April para contarle lo sucedido—. Soy médico del hospital, y puedo asegurarle que su hija estará bien.
Así pasaron unos pocos minutos en los que el padre de April les agradecía a ambos, para luego hablar con su hija, por si estaba escuchándolo. La ambulancia al fin llegó y me adentré junto a April de inmediato, necesitaba asegurarme de que estuviera bien. Una impotencia me recorrió todo el cuerpo, odiaba sentirme de este modo. Inútil.
Había visto cómo la golpeaban, había escuchado sus sollozos, sus gritos, sus lamentos. Había oído y visto su dolor. Y no había hecho nada para evitarlo. Me había quedado ahí parado, observando. Lágrimas comenzaron a salir de mis ojos en el momento en que los recuerdos me sacudían la mente una y otra vez...
«Los hombres no lloran», me repetí en mi interior. Eso es lo que siempre había creído antes del accidente. Pero estaba equivocado. Nunca había experimentado lo que era el verdadero dolor, me habían golpeado en el campo de fútbol americano varias veces y me había metido en peleas en variadas ocasiones, pero no era más que algo físico y momentáneo, no se podía comparar con lo que sentía en este momento.
Observé a April, que estaba siendo atendida por dos hombres. No quise seguir observando, sino que me escondí entre mis manos, rezando para que estuviera bien y que saliera de esta. Porque si no lo hacía nunca iba a perdonarme el hecho de haber estado ahí sin poder hacer absolutamente nada.
(Haley)
—Yo... he, yo estaba, yo... —Lauren intentaba decir algo, pero al parecer los nervios le ganaron.
El sacerdote, que estaba esperando una respuesta, apagó la linterna para prender la luz de la habitación. Tenía la suerte de haberme corrido hacia el lado izquierdo, donde al parecer no estaba en su campo de visión.
—Voy a volver a preguntar. ¿Qué está haciendo aquí? —su tono de voz era tranquilo, no parecía fastidiado, pero sí extrañado.
—Yo... —pensé que iba a quedarse en blanco nuevamente, pero en cambio un sollozo se escuchó en la habitación—. No tengo dónde dormir, mis padres me echaron de casa y yo... Yo no tenía otro lugar para pasar la noche.
Con los ojos cerrados esperé la respuesta del sacerdote, que se demoró bastante en llegar.
—Oh... déjeme ver si hay alguna habitación desocupada y con sábanas limpias para usted.
¿Qué?
—No, no se preocupe. Yo me voy, no quiero ser una molestia aquí —Lauren comenzó a caminar hacia la puerta, pero el sacerdote se lo impidió.
—Es peligroso salir a estas horas, si está segura de que no quiere quedarse aquí y tiene un lugar donde quedarse, yo no me iré a dormir hasta que la vea irse sana y salva.
Sonreí, y sabía que Lauren también lo había hecho.
—No se imagina cuánto se lo agradezco —le respondió—. Voy a llamar a una amiga. ¿Mientras puede acompañarme hacia la salida? Que creo que ya me perdí.
Aún nerviosa, sentí cómo ambos finalmente salían de la habitación, apagando la luz y cerrando la puerta, dejándome sola en la oscuridad. Y un mensaje apareció en mi pantalla del móvil.
L. D.:
Es ahora o nunca.
De inmediato me enderecé, intentando hacer el menor ruido posible. No veía nada, así que prendí la linterna, caminando sigilosamente hacia la puerta. Antes de abrirla pegué mi oreja hasta asegurarme de que ya había un completo silencio. Sabía que la evidencia no estaba en esa habitación, ya habíamos estado más de una hora ahí dentro y no habíamos encontrado nada. ¿Pero dónde?
Observé el pasillo, que contaba con unas cuantas puertas cerradas. Si me arriesgaba a abrirlas podía despertar al otro sacerdote que según la información de April también vivía en la iglesia. Pero al ver una de las puertas a medio abrir no dudé en caminar hacia ahí. La habitación era pequeña, en realidad muy pequeña. Solo contaba con un cuadro de la Virgen y Jesús en la pared, y debajo había unos dos cajones, una pequeña mesilla, que tenía encima la biblia, una lámpara y un portalápiz. A su lado había la cama de una plaza, que estaba vacía.
Y ahí caí en la cuenta de que era la habitación del sacerdote amigo de mi abuelo, el mismo que estaba con Lauren seguramente en la entrada esperando a la amiga que vendría a buscarla. No dudé en adentrarme de inmediato, no sabía cuánto tiempo tendría, y esta era la única oportunidad que teníamos de estar aquí. Nerviosa, abrí los cajones que estaban en la pared, pero por supuesto ahí dentro no estaba la evidencia. Luego le di una repasada a la pequeña mesilla y tampoco había nada. Observé toda la habitación rápidamente, pero debía admitir que no había lugar en el que buscar. Miré debajo de la cama, pero no había nada. Luego abrí el armario, rebuscando entre la poca ropa que había ahí dentro. Pero nada.
«Vamos, Haley, piensa, y piensa rápido», me dije mentalmente observando la habitación en busca de algún indicio. La evidencia era muy importante para mi abuelo y él había muerto, por lo que el sacerdote debía tenerla bien guardada. Y no tenía idea de dónde podía estar. Observé el cuadro de la Virgen con Jesús en brazos y rogué para que me ayudaran, necesitaba encontrarlo. Y me di cuenta de que este estaba muy abajo, y si mal no recordaba tanto en casa como en la iglesia la mayoría de los cuadros religiosos estaban a la altura de los ojos y a veces incluso más arriba. Pero no a la altura de las rodillas. Raro. En realidad, mucho.
Me acerqué ahí a paso lento, interrogante. ¿Sería posible? El cuadro era bastante grande, por lo que... Podría tener algo detrás, ¿no? Nerviosa y con el corazón a mil, lo quité de su lugar, y mis ojos se abrieron de par en par al ver lo que había. Lágrimas comenzaron a caer de mis ojos cuando de inmediato llevé mis manos a abrir el cajón, que había sido escondido detrás del cuadro. «Debe estar ahí, tiene que estar ahí», me repetí. Y al abrirlo, ahí estaba. Un sollozó se me escapó de inmediato. Y sin pensarlo dos veces, le envié un mensaje a Lauren.
Lo he encontrado, que Marie prenda el motor, nos vamos ya.
Y la respuesta no tardó en llegar.
L .D:
Bien, le pido ahora mismo un vaso de agua al sacerdote y ambas nos largamos de una vez por todas.
Sonreí. Por fin iba a cumplir lo que mi abuelo había deseado: hacer justicia.
(Tyler )
No me había despegado del lado de April desde la ambulancia. El doctor ya la estaba revisando en una camilla, y de inmediato le aseguró al padre de April que no era grave, que iba a salir de esta en una pieza y que se relajara. Al final de examinarla y sacarle unos cuantos exámenes April tenía una costilla quebrada, el hombro izquierdo dislocado y también su pierna derecha respecto a la rodilla. A parte, había las heridas menores que tenía alrededor del cuerpo y las zonas inflamadas por los golpes.
Debía admitir que, a pesar de todo, estaba muy agradecido de que no hubiera sido más grave de lo que se veía. En el momento en que llegamos al hospital April comenzó a despertar. Durante la revisión y los exámenes no se le pudo preguntar nada al respecto, porque al abrir los ojos quedó muy confundida y al mismo tiempo traumatizada. Su padre intentó hablar con ella un par de veces, pero el doctor se lo prohibió al ver cómo esta se asustaba y al mismo tiempo se confundía en su propia mente. Finalmente, luego de un par de horas, el doctor lo dejó entrar.
—Solo unos minutos, necesita descansar.
Este entró de inmediato, asintiendo. April llevaba un parche en la frente al haberle hecho puntos en la herida abierta. Bajo el ojo derecho tenía una gran magulladura, la nariz rasmillada y el labio roto. En conclusión, le habían dado una golpiza de mierda. Su padre de inmediato comenzó a peguntarle qué había sucedido, y April no dudó en decir la verdad.
—Tenías razón, papá... —unas lágrimas comenzaron a caer de sus mejillas, y su padre soltó una maldición.
—Voy a matarlo, voy a... —este se levantó para salir de la habitación, comenzando a escribir en su celular.
—¡No! No te vayas, no me dejes sola —esta comenzó a sollozar—. Por favor, papá, van a volver... Quédate, quédate, no te vayas —le rogaba en un susurro—. Estoy asustada... —esta empezó a llorar de inmediato, y su padre dejó el celular a un lado, acercándose de inmediato a su hija.
—Tranquila, April, estoy aquí. Y no voy a dejarte.
(Haley)
—¡Lo logramos! —gritó Lauren eufórica dentro del coche, el cual ya se había puesto en marcha.
Yo aún con el corazón a mil asentí, llevándome la caja de cartón a mi pecho, como si apretándola hacia mí fuera a hacerlo más real aún. Marie imitó un aullido de lobo desde el asiento del piloto, mientras que aceleraba a fondo para llegar a la comisaría. Yo también lo celebraba. Lauren por tener consigo por fin la evidencia para encarcelar al padre de Steve, y Marie por ayudarnos a algo de lo que aún no tenía ni idea. Llamaba a April para saber qué hacer, y es que el plan que nos había dado con Lauren era encontrar la evidencia, pero nada sobre qué hacer luego con esta. Porque no estaba muy segura si formaba parte de este ir de inmediato a la comisaría. No contestó, lo que me extrañó bastante. Volví a intentarlo nuevamente, pero nada. Y al final, cuando ya habíamos llegado a la comisaría, no dudé en hacerlo de nuevo. Pensé que no iba a contestar, pero al final si lo hizo.
—¿April? —pregunté, esperando oír su voz.
Pero no fue así.
—Habla con su padre.
—Ah, hola, soy amiga de April. ¿Está ella por ahí?
—Lo siento mucho, pero no puede hablar ahora mismo. Le diré que te llame cuando pueda.
Fruncí el ceño, extrañada.
—Es muy urgente, ¿está ella cerca?
Este se demoró un momento en responder.
—Sí, pero como ya dije no puede hablar ahora.
—¿Entonces puede preguntarle algo de mi parte? Es que realmente necesito su respuesta.
Pensé que iba a negármelo, que iba a decirme que April realmente no podía hablar ahora, que estaba estudiando, ocupada con su madre, etc.
—Bien, dígame —suspiró.
—Pregúntele qué hago con todo lo que encontré sobre la selección de fútbol americano, si la dejo de inmediato para publicarla en el anuario o espero para revisarla bien yo misma con ella. Ah, y dígale que es Haley quien se lo pregunta.
Su padre no me dijo nada, pero pude escuchar cómo caminaba unos cuantos pasos y su voz repetía mi pregunta. La voz de April no se escuchó muy bien, así que esperé su respuesta de la boca de su padre.
—Esperarla, dice que ella hablará contigo mañana y que por mientras la cuides bien para que pueda ser primera plana en el anuario estudiantil. Y bueno, acaba de repetir que esa información depende del esfuerzo durante todo el año, así que es muy valiosa.
—Oh, dígale que está en buenas manos. Muchas gracias, señor Granger, buenas noches —me despedí de manera rápida.
Había entendido perfectamente el punto de April, y por supuesto ella también había entendido el mío. Al cortar pude ver cómo Lauren y Marie esperaban una respuesta de mi parte, y se la di de inmediato.
—April dijo que hoy no. Mañana cuando hablemos con ella nos dirá qué hacer.
Lauren se quedó con la mirada perdida, para luego soltar una maldición.
—No puedo esperar más, Haley, lo sabes.
No supe qué decirle, y nos quedamos en un silencio profundo, el cual Marie rompió al echar marcha atrás y comenzar a conducir hacia la casa de los Ross. En el camino me preguntaba qué le había sucedido a April para que su padre tuviera su celular en mano sin dejarla a ella hablar. Y al mismo tiempo intentaba asegurarme en mi cabeza de que aún nos quedaban dos días con Tyler para desenmascarar a Richard Grey. «Tenemos tiempo», me repetía. Cuando Marie estacionó el coche dentro del aparcamiento, Lauren se pasó a su asiento.
—¿Tú te llevas la evidencia? —me susurró esta mientras Marie ya caminaba hacia la entrada.
Y en ese momento caí en la cuenta de algo evidente.
—Pásame la caja, tú metete en la cartera todo lo que contenga dentro.
Lauren, que frunció el ceño sin entender, lo hizo a regañadientes, pasándome la caja vacía luego de unos pocos minutos.
—Ahora cuando estés saliendo con el coche grítame que la cuide con mi vida.
Y ahí fue cuando esta entendió mi punto. Necesitábamos que quien fuera que nos estuviera espiando o fotografiando le quedara claro que era yo la que tenía la evidencia o lo que fuera que creyeran que estábamos haciendo, en vez de Lauren. Así fue como la actuación salió a la perfección y me llevé la caja dentro, apretándola contra mi pecho. Tenía que admitir que estaba asustada, y mucho. Porque fuera lo que fuera a ocurrir estos días definiría si Tyler volvería a la vida. Y estaba segura de que lo que dijo Narco podía ser reversible, solo debía encontrar el cómo.
(Tyler )
Luego de saber que Haley había encontrado la evidencia fui de inmediato a casa, necesitaba hablar con ella. Así que al llegar la busqué de inmediato, y estaba con Marie en la cocina, cenando.
—Oh, vamos, solo una pista —le insistía la castaña, pero Haley negaba con la cabeza—. Fui de mucha ayuda, me merezco saber de qué se trató todo.
—Ya te lo dije, dame solo unos días y te lo diré todo.
Marie soltó un gruñido, al cual Haley respondió con una carcajada. No quería arruinarle el momento con Marie, así que me basté a dar una vuelta por la casa mientras estas dos terminaban de cenar. La mayoría estaba durmiendo, menos Fernando, que estaba haciendo unas cuantas llamadas, y James, quien al parecer aún no había vuelto a casa. Eso me preocupó mucho, era extraño ver a Mark ya durmiendo y mi hermano mayor fuera. Necesitaba saber qué le sucedía. En todo eso, escuché la voz de Roy hablando con Anna desde su habitación.
—Te extraño, ¿lo sabes? —le dijo este haciendo un puchero, recostado en su cama.
Anna, que estaba en una habitación de hotel dejando ver una vista hermosa de todo Londres en plena luz del día, dejaba mucho que envidiar.
—Ni te imaginas yo, no veo el momento para meterme de una vez al avión de vuelta a Chicago —le sonrió desde la pantalla—. ¿Cómo está Haley?
—Bien, llegó hace unos minutos a casa, andaba con unas amigas.
Anna abrió los ojos, emocionada.
—¿Hablas en serio?
Roy asintió.
—Siempre te dije que Haley era una chica especial, ya era hora de que todos lo vieran.
Ambos se pusieron a hablar de cosas sobre las que yo no tenía idea. Sobre el pasado, sobre distintas anécdotas... Yo entonces me entretenía a ver cómo ambos enamorados sonreían como unos idiotas el uno al otro.
—¿Cómo lo lleva todo Fernando? ¿Ha estado muy nervioso?
—Ya sabes, lo mismo que de pequeño: intenta esconderlo con un rostro de miedo y una actitud de imbécil total.
—¿Crees que ganará?
—Creo lo mismo que tú, Anna.
Ambos se observaron un momento. Roy se encogió de hombros y Anna soltó un suspiro.
—Voy a decirle la verdad a Haley cuando llegue, merece saberlo.
—¿Estás segura? Si te sientes presionada porque...
—Solo creo que ya es hora, Roy, no puedo seguir escondiéndole algo así toda su vida, no me lo perdonaría nunca.
No podía creer que Anna fuera a decírselo a Haley. Por un lado, presentía que de ese modo todo iba a hacerse más claro. Haley iba a descubrir la verdad sobre su padre y de este modo quizás las cosas mejorarían para todos. En realidad, para mí especialmente. Y es que guardar el hecho de que Haley era hija de Richard Gay y no decírselo me hacía sentir como un hipócrita. Así que cuando comenzaron con el tema romántico sobre ellos y la despedida por la cámara supe que ya era hora de darles privacidad. Dejé su habitación y me encaminé en busca de Haley, que estaba justo en ese momento sacando un vaso de vidrio de la encimera. Al ver que estaba sola ahí, sin Marie a los alrededores, me acerqué a ella, y al notar mi presencia me sonrió, haciéndome señas para que la siguiera afuera. Y no dudé en hacerlo.
—Cuéntame, ¿qué sucedió? —me preguntó de inmediato, observándome de arriba abajo, nerviosa. Y yo enarqué una ceja, sin entender a qué se refería—. Sé que te sucede algo, estás igual o incluso peor que cuando supiste lo de Kyle.
Abrí los ojos sorprendido, ni yo mismo sabía cómo me sentía ahora y Haley, en cambio, lo había notado de inmediato.
—Es April —esta iba a decir algo, pero preferí contarle la historia por completo y así dejarla tranquila.
Tomé un bocado de aire y comencé.
(Haley)
—No puedo creerlo... —susurré intentando asimilar todo lo que Tyler me había contado—. Pero ahora está bien, ¿no? ¿Cuánto tiempo va a estar en el hospital? Podemos ir a verla, Tyler, debemos ir a verla —hablé, nerviosa, enderezándome de la silla que estaba junto a la piscina del jardín. Pero al dar un paso mi pie chocó contra una piedra, haciéndome soltar un grito ahogado.
—Haley, tranquila —este intentó tomar mi brazo, pero solo lo traspasó.
Y en ese momento exploté.
—Tyler, estuvieron a punto de matar a April a golpes porque con Lauren fuimos a buscar la evidencia. ¿Es que no lo entiendes?
—¡Claro que lo entiendo! Estuve ahí, lo vi todo —me soltó, cabreado.
—¿Entonces cómo me pides que me tranquilice si la próxima puede ser cualquiera de nosotras? En el mensaje dijiste que Lauren lo había mandado, ¿no? ¿Y si Diana manda a los mismos hombres a hacerle lo mismo a ella? ¿O incluso vuelven a buscar a April?
—A April la tenía guardada con sus iniciales, no tienen cómo descubrir que se trataba de ella —iba a protestar, pero fue ahora él quien tomó la palabra—. Y April está con dos guardias a cada lado de su cama en la habitación del hospital.
—Tyler, entiéndeme, si hay una leve posibilidad de que puedan hacerles daño no me lo perdonaría nunca.
—Yo tampoco, pero para que todo esto acabe bien necesitamos pensar razonablemente.
Sus ojos grises esperaban una respuesta de mi parte, y finalmente asentí con la cabeza, de acuerdo. Volví a dejarme caer en la silla para llevarme las manos al rostro y apoyándome en ellas, como si de esa forma todo el lío de mi cabeza desaparecería. Mis ojos estaban ya a punto de cerrarse por el cansancio del día. Debía admitir que se me había hecho larguísimo. Y la mata de cabellos rubios lo notó de inmediato.
—Anda a dormir, mañana nos pondremos al día.
—No, ahora. No podemos desperdiciar más tiempo.
—Necesitas tiempo para dormir, lo desperdiciaríamos si nos pusiéramos a hablar toda la noche.
—Tyler.
—¿Qué? Sabes que tengo razón.
—No la tienes —le aseguré, cruzándome de brazos.
Este, intentando buscar una respuesta, se trabó con su propia lengua, soltando un suspiro finalmente.
—¿Desde cuándo eres tan... ah, ya sabes... así? —me apuntó, y yo no entendía a qué se refería, por lo que este volcó los ojos y se llevó las manos al cuello, entrelazándolas por detrás—. Bien, hagamos un trato.
—Espera un momento —pude decir mientras chequeaba en mi móvil que Lauren hubiera llegado bien a casa. Y al ver que estaba bien, y la evidencia igual, dejé de lado el teléfono para poner toda mi atención en él—. Ahora sí.
Le sonreí, pero este soltó un bufido.
—Tú te vas a dormir, descansas y mañana faltas al instituto para tener una segunda cita conmigo, nos olvidamos de todo a nuestro alrededor y luego volvemos al mundo real. ¿Qué te parece?
Siendo sincera, nunca en mi vida había escuchado un trato tan ilógico como este, pero al mismo tiempo al ver la media sonrisa que Tyler me dedicaba desde su lugar el corazón se me encogió.
—Sabes que apenas nos queda tiempo, ¿no? Desperdiciar un día los dos juntos podría reducir las probabilidades de traerte de vuelta.
—Quizás sea al revés —me susurró en un volumen apenas audible, pero de todos modos pude escucharlo.
No me atreví a mirarlo a los ojos, sabía a lo que se refería. Y quizás tuviera razón. Narco me había negado que Tyler volvería a la vida, pero el sacerdote no lo hizo, sino que me dio una respuesta, la manera de hacerlo. Y era con amor.
—Bien, Tyler, tenemos un trato —alcé la vista a este, quien, nervioso, me observó un momento, seguramente asegurándose de que hablaba en serio. Al ver que así era sonrió como un niño pequeño, y se lo formaron esos hoyuelos que tanto me hacían suspirar.
—Entonces tenemos una cita —me respondió, mordiéndose el labio y alzando las cejas.
—Sí, Tyler, la tenemos —respondí en mi mente volcando los ojos para luego levantarme e encaminarme a mi habitación.
Escuché por detrás la risa infantil de este al conseguir un sonrojo en mi rostro. Pero no me importó, mi mente estaba muy ocupada pensando en echarme a dormir de una vez, y me di cuenta de que Tyler me había llegado a conocer incluso más que yo misma. Porque estaba exhausta. Más de lo que pensaba.
(Tyler )
—¿Qué le sucede a este? —le preguntó Roy a James en el desayuno apuntando a Mark, que soltaba maldiciones junto a su móvil.
Mi hermano, que al fin había aparecido en casa, se encogió de hombros, sin siquiera mirarlo.
—No tengo ni puta idea —fue su respuesta, y Roy se quedó con las palabras en la boca al ver que James se levantaba y dejaba la mitad de su desayuno en el plato, desapareciendo de la cocina.
No dudé en seguirlo. Justo en el momento en que se dirigía a las escaleras, Haley apareció al instante con el cabello a medio secar. Mi hermano se quedó quieto, observándola, y Haley al notarlo también lo hizo.
—Hola, James —pudo decir.
Mi hermano no respondió, sino que desvió la vista y siguió su camino por las escaleras, dejándome a Haley y a mí atónitos. Esta iba a decirme algo, pero Marie apareció por detrás, observándola con el ceño fruncido.
—¿Y tú, no vas a desayunar?
Y con eso Haley no tuvo otra opción que seguirla, mientras que yo me preguntaba qué estaba pasando por la cabeza de James. Iba a subir a ver qué le sucedía, pero al escuchar a Mark detrás de mí no pude evitar quedarme a ver qué le sucedía ahora a él.
—April, este ya es el cuarto mensaje que te dejo. Como te dije en los demás, nunca me avisaste si habías llegado a casa, sé que quizás esté exagerando y estás bien, pero igualmente quiero oír tu voz diciéndomelo. Llámame cuando escuches esto, o bueno, quizás nos veamos en el instituto, entonces... bien, eso, nada más. Llámame, o sea, igual nos veremos en poco, pero ya, nada, olvida todo esto —Mark cortó nervioso, para luego colocar su cabeza en la pared junto a la escalera y maldecir.
Si April estuviera en su casa sana y salva me hubiera reído de esto, pero como la realidad era una muy distinta me era imposible hacerlo. Y lo que más me dolía de todo era que Mark no estaba enterado de nada.
—¡Quiero a mamá! —el gritó de George desde la cocina llamó mi atención, y la de Mark también, que dejó el móvil en su bolsillo y se dirigió hacia él.
Abrí los ojos como platos al ver al pequeño abrazado a Roy llorando, mientras que Marie volcaba los ojos y Haley lo observaba apenada.
—Tu madre llega mañana, yo mismo te llevaré conmigo a buscarla al aeropuerto.
—¿En serio? —le preguntó el pequeño saliendo de entre sus brazos, emocionado. Roy asintió y este por su parte rompió a llorar de golpe—. ¡Es mucho! La quiero ahora...
Fue así cómo Roy y Mark intentaban consolarlo de algún modo, pero el niño no cedía. Haley no abrió la boca en todo el desayuno, y Marie sonreía burlonamente.
—¿Si hacemos algo divertido hoy y así el día se nos hace más corto? —le propuso Roy en un momento ya desesperado.
George lo observó aún con lágrimas en los ojos.
—Pero tengo que ir a la escuela.
—Puedes faltar un día, ¿no? —le sonrió, esperando que así terminara de una vez con los gritos y sollozos.
Y al parecer consiguió su objetivo, con el cual Marie no estaba muy de acuerdo.
—Roy, no caigas en su juego. Este demonio ha hecho todo este espectáculo para conseguir exactamente faltar a clases —habló levantándose de la silla y acercándose a su hermano para apretarle las mejillas—. ¿No es así, diablillo?
—Eso no es cierto —refunfuñó de inmediato quitándose las manos de Marie, sin rastros de lágrimas en sus ojos—. Ella miente, siempre lo hace.
—Oh, vamos, ¿acaso quieres que les cuente todas las veces que has engañado a mamá? Te conozco demasiado bien, George Acuña, así que no intentes esto conmigo presente, porque no va a funcionarte.
—¡Eso no es cierto! —gritó.
Roy y Mark intentaron hablar, pero era imposible frente a los dos hermanos Acuña, que se gritaban el uno al otro sin poder pararlos. Haley en un momento se acercó a mí, haciéndome señas para irnos ya, porque ver una escena como esta podía costarnos toda la mañana. Y teníamos otros planes. Sonreí al recordarlo.
(Haley)
Luego de que Tyler me explicara que había ido temprano a ver qué tal estaba April y que aún seguía en el hospital, aunque mañana salía de alta, me tranquilizó. Pero también el hecho de no poder hablar con ella aún y que Lauren tuviera la evidencia en su casa me aterrorizaba. Saqué todas esas ideas de mi mente en el momento en que recordé que hoy iba a ser un día para relajarnos.
—¿A dónde vamos? —le pregunté a la mata de cabellos rubios al llegar a la parada.
Este se encogió de hombros.
—¿A dónde quieres ir tú?
¿Yo? En realidad, no tenía ni la menor idea de dónde quería ir. Y al ver la propaganda de una nueva película que se había estrenado esta semana, lo solté.
—¿Al cine?
—Perfecta idea —me respondió, sonriéndome emocionado.
Verlo así de feliz me hacía preguntarme si había una posibilidad de que de esta forma volviera a la vida.
—Sabes, nunca he entendido por qué siempre querías que te dejara la televisión prendida en el departamento cuando podías ir al cine cuantas veces querías —le solté al recordarlo.
Tyler me hizo una seña para que entrara al bus, y así lo hicimos.
Había bastante gente, y tuve que quedarme parada con una mano en uno de los sujetadores. Él se colocó detrás de mí, y es que estar todo el camino con Tyler traspasando a los pasajeros me resultaba espeluznante, y él lo sabía.
—Lo intenté un par de veces, pero el hecho de ver la vida de otra persona tras una pantalla y saber que yo ya no tenía una me deprimía. Fruncí el ceño, y él captó de inmediato cuál era mi duda ahora—. Ya sabes, cuando tú estás cerca me siento vivo. Y es jodidamente increíble.
Bien, mi corazón iba a salirse de mi pecho en este momento. Me quedé en mi lugar, sin tener el valor de darme la vuelta hacia Tyler, agradeciendo internamente que estuviera a mis espaldas. ¿Quería matarme de un ataque cardiaco? Porque, sinceramente, es lo que iba a conseguir si soltaba algo así de nuevo.
(Tyler )
—¡No puedo creerlo! —soltó en el momento en que iba a pagar la entrada. Yo la observé interrogante—. Me ha robado.
—¿Señorita, quiere que llame a seguridad? —la chica que estaba dentro de la casilla esperaba la respuesta de Haley, que negó con la cabeza para dirigirse a mi dirección.
—Fue Aaron, me ha robado el dinero de la cartera por segunda vez —susurró indignada—. Es que no puedo creerlo.
—Te dije que no debías fiarte, debí haber ido contigo.
—Al menos tuvo la decencia de dejarme un poco —no sabía qué decirle, en realidad podía empezar a maldecir a Aaron Gay, pero sabía que igualmente le iba a molestar—. Bien, que no se hable más del tema, vamos a ver la película.
No supe qué decir, así que asentí y me encaminé con ella nuevamente donde había la señorita.
—Espero que salga viva de todo esto —le murmuré a Haley en mitad de la película. Ella asintió sin quitar los ojos de la pantalla.
El hecho de que la película tratara sobre una adolescente que sufría un accidente y luego despertaba como un fantasma al igual que yo atrapó de inmediato a Haley, que no quitaba los ojos de la película en ningún momento. Yo, en cambio, tenía que admitir que no estaba mal, solo que había unas cuantas diferencias conmigo, y la principal era que Mia no estaba muerta. En cambio, yo, sí.
De vez en cuando me perdía observando a Haley de reojo. Llevaba el cabello en una cola, los labios trazaban una fina línea, dejándome claro que estaba muy concentrada en la película, y tenía su mano derecha en el soporte. La observé un momento, imaginando cómo sería tocarla, acariciarla y entrelazarla entre mis dedos como había ocurrido semanas atrás. No voy a mentir, intenté hacerlo sin que ella lo notara, y por supuesto la traspasé. Quité la mano de ahí mientras soltaba un gruñido, ganándome por primera vez su atención desde que había comenzado la película.
—¿Estás muy aburrido? —me susurró.
Negué, algo nervioso, esperando que no hubiera notado mi desliz de hace un momento atrás.
—¿Te está gustando?
Haley se demoró un momento en responder.
—En realidad, no.
Enarqué una ceja, esperando que siguiera hablando, pero se levantó de su asiento en el momento en que escuchaba el grito de la protagonista por algo que ni alcancé a ver. Estaba muy preocupado en seguir a Haley hacia la salida. Al llegar al pasillo vi cómo esta soltaba un suspiro, dejándose apoyar en la pared donde estaba el póster de la película.
—¿Por qué? —pude decir observando alrededor y percatarme de que éramos los únicos en el pasillo un viernes por la mañana.
—Adam no me cae bien.
—¿Adam? ¿El protagonista? —esta asintió—. Oh... ¿Pero no era exactamente el prototipo de cliché que a todas las chicas les gusta? —Haley volcó los ojos—. Vamos, sabes que es cierto.
Esta no dijo nada al respecto, sino que soltó una carcajada y luego me hizo señas para que saliéramos ya.
—Ahora te toca a ti, Tyler Ross, elegir a dónde vamos —me apuntó, colocándose el suéter blanco mientras caminábamos por la calle.
Yo me lo pensé un momento.
—Al departamento, así podemos hablar y ponerlos al día de todo como te prometí —solté.
En realidad, no quería ponerme al día, solo quería disfrutar esto, pasar el rato con Haley como dos personas normales, pero también sabía que esta lo que más quería era intentar descifrar todas las mentiras y secretos a nuestro alrededor. Y si llegaba a no volver a la vida sabía que se culparía de no haber aprovechado este día como correspondía. Haley me sonrió como respuesta, dejándome claro que tenía razón.
(Haley)
—Lauren está embarazada.
Sí, había mejores maneras de soltarlo, pero en realidad no quería entrar en detalles, y sinceramente no sabía cómo decírselo de otra manera. Tyler no se movió por un momento, tenía los ojos clavados en mí, aunque más bien sabía que estaba aún asimilándolo.
—¡¿Qué?! —su respuesta fue tardía, lo que me afirmó que su cerebro había hecho un cortocircuito.
Se lo conté todo: lo que había pasado en la práctica, cómo lo había descubierto, cuando fui al hospital con Lauren y sobre cómo lo estaba llevando en el almuerzo. Tyler me escuchaba atentamente. Y finalmente también me sinceré y le hablé de cómo había creído unas cuantas horas que podía haber sido su hijo.
—¿Y Steve aún no lo sabe?
Me encogí de hombros. En realidad, no tenía ni idea de si Lauren se lo había dicho, pero esperaba que lo hubiera hecho ya.
—Qué fuerte —pudo decir la mata de cabellos rubios, llevándose una mano al cabello —Lauren con un hijo, nunca se me pasó por la cabeza que algo así ocurriría.
—Ni a mí.
—Quizás es su castigo por haberme engañado con mi mejor amigo y dejármelo totalmente explícito en el salón de Biología —soltó de golpe, y al parecer al notar que había sonado muy mal me observó, esperando un regaño, totalmente arrepentido.
Yo no pude evitar soltar una carcajada, la cual callé llevándome las manos a la boca. Tyler por su parte también rio al verlo, pasmado.
—No puedo creer que me hayas hecho reír al decir algo así...
Se encogió de hombros.
—Siempre tuve fe en que tenías tu lado oscuro, mi querida Haley —bromeó.
Y yo de inmediato tomé el almohadón que iba a par con mi cama para lanzárselo directo al rostro mientras lo fulminaba con la mirada.
—Fallaste —me sacó la lengua y yo enarqué una ceja.
—Algún día no lo haré.
Silencio. Ninguno de los dos añadió nada más a la conversación. Tyler bajó los ojos de mi mirada, y yo en cambio me levanté de la cama nerviosa para dirigirme a la cocina y limpiar los platos sucios del almuerzo. Pensé que se había ido o que seguía ahí en mi cama adentrado en su cabeza, pero luego de unos pocos minutos apareció.
—Nos quedan un par de horas antes del partido.
Asentí. Habíamos quedado con Tyler en ir. Era uno de los más importantes de la temporada, ya que definía si pasaban a las estatales. Y aunque no quería ver a Simon para Tyler era muy importante asistir. Porque al menos si no volvía a la vida quería ver a los Red Dragons triunfar.
—¿Y qué quieres hacer mientras?
—Es tu turno de elegir —este se subió a la isla de la cocina y recordé el primer día en que nos vimos y los siguientes que vinieron. Sonreí de inmediato.
—Vamos a nuestro lugar —solté.
Si esta era la despedida, necesitaba estar ahí junto a él por una última vez.
(Tyler )
—Aún no entiendo cómo es que ambos sentimos una especie de añoranza a este lugar —soltó Haley, abriendo los brazos.
Observé, igual que ella, el césped bien cuidado, los arbustos a medio crecer y los pocos árboles que nos rodeaban.
—Es porque hemos estado aquí antes —dije, recordando que había olvidado contárselo—. Aunque más bien es esa calle —le apunté—. Cuando Fernando tuvo el accidente en coche contra mi madre, Anna iba con él.
—Bromeas, ¿no?
Negué, rogando no haber metido la pata y que Haley no comenzara a preguntarme por qué estaban juntos ni nada por el estilo.
—Entonces ambas fueron al hospital y ahí nacimos. Tú un día antes y yo el siguiente, seguramente tú antes de las doce de la noche y yo unos minutos después —asentí, y Haley por su parte seguía pasmada—. No puedo creerlo, Tyler. Quizás en cierta forma, ya sabes...
—¿Es la explicación por la que ahora estamos conectados?
—Exacto. ¿Será posible?
—Después de todo lo que hemos pasado no me sorprende que lo sea.
Así fue como la conversación se centró en ese punto. Comenzamos a habar sobre si esa era la razón de que estuviéramos conectados y si mi accidente, que fue en el mismo lugar, tenía algo que ver. Como no había una respuesta clara, sino más bien una coincidencia, terminamos con el tema para comenzar a bromear el uno con el otro.
—¡Tú me prometiste que si volvías a la vida lo primero que ibas a hacer era leer un libro! —me apuntó en un momento en que yo reía a carcajadas.
—Sip, lo hice. ¿Acaso tienes uno ya en mente?
Esta se demoró un momento en decidirse y yo la observaba, expectante.
—El Principito.
—Bien, entonces ese será el primer libro que lea.
—El primero de muchos más, ¿no?
Volqué los ojos, porque esta chica no iba a rendirse nunca. Y eso era algo que me encantaba de ella. Pero en ese momento recordé un tema que quería hablar con Haley desde hacía unos días.
—¿Cómo lo ha llevado Kyle? ¿Lo han vuelto a amenazar o algo así?
Haley negó, para luego abrir los ojos como platos.
—Lo había olvidado. Ayer iba al hospital a ver qué tratamiento podía ayudarlo a recobrar la sensibilidad de sus piernas. Voy a mandarle un mensaje, aunque seguro que está en clases.
De manera rápida se lo envió. Pero, como había dicho, seguramente estaba en mitad de una clase, así que tendríamos que esperar.
—Necesita volver a caminar.
—Lo sé. Llega incluso a parecer irónico que justamente el chico que necesitaba las piernas para poder mantener a toda su familia las haya perdido.
—Al parecer la vida es una completa ironía, ¿no?
—Tengo la esperanza de que no sea así, que todo pasa por una razón, solo que a veces no somos capaces de comprenderlo en el momento.
—¿Como lo que ocurrió con Simon y yo? —Haley enarcó una ceja, sin entender mi punto—. Si Simon no me hubiera negado conocerte seguramente hubiéramos terminado en algún momento y nada de esto estaría ocurriendo ahora.
—Tyler, eso no justifica que...
—Sí, entiendo, Haley, pero mi punto de vista ahora con lo que ocurrió con Simon es claro. Él me impidió romperle el corazón a otra chica más que seguramente se hubiera agregado a la lista que vendría después. Y ahora mismo se lo agradezco a él porque no ocurrió.
Haley no respondió nada, sino que cerró los ojos. Sabía que el tema no era el ideal en este momento, pero tenía que dejarle claro mi punto de vista. Así pasó el tiempo, hablamos de distintos temas, aprovechamos la salida al máximo, preocupándome personalmente en conocerlo todo de Haley, dónde quería estudiar, en qué área quería desarrollarse aún más, y así hasta que ya se nos acabó literalmente el tema de conversación.
—No quiero volver —soltó, cerrando los ojos.
Sonreí. Yo tampoco quería hacerlo, solo nos quedaban dos días, y pensar en el futuro solo hacía más agobiante la espera. Pasamos unos minutos en silencio, en los que no pude evitar observarla. Estar lejos de los problemas la había hecho relajarse, y con solo ver su rostro podía notar esa tranquilidad que tanto le había faltado estos últimos días. Por lo que no pude evitar pensar en lo peor.
—Prométeme algo.
Mi voz había sonado seria, y eso fue lo que seguramente le hizo fruncir el ceño y abrir los ojos para observarme interrogante.
—¿Qué cosa?
Pensé en callarme la boca, en no decírselo y seguir con el maravilloso día que estábamos viviendo en este momento. Pero lo necesitaba.
—Prométeme que si no llego a volver a la vida vas a olvidarte de mí, que vas a convencerte de que solo fue un sueño, que nunca existió nada de esto. Haley, mírame —le insistí, ya que esta había negado con la cabeza, desviando la vista de mí—. ¡Necesito que me escuches!
—¡Pues no voy a hacerlo! —me gritó ahogando un sollozo—. ¿A qué intentas llegar con esto, Tyler? —no pude hablar, así que ella lo hizo—. ¿A recordarme la posibilidad de perderte para siempre? —ahora fui yo el que no pudo mirarla, y esta soltó un bufido—. Hemos pasado un día increíble juntos, y no voy a dejar que lo arruines.
—Sabes que ese no es el punto, quiero que seas feliz, Haley.
—¡Y lo soy! ¿No lo ves? Contigo aquí soy más que feliz.
—¿Y si no vuelvo? ¿Y si ya no despierto más junto a ti? ¿Lo serás entonces?
Haley intentó hablar, pero no pudo. Ella sabía cuál era mi punto, solo que no quería aceptarlo. Pero yo necesitaba que lo hiciera. Necesitaba que fuera feliz. Con o sin mí.
(Haley)
Llegamos justo en el momento en que el partido comenzó. Pude ver que varios estudiantes ya estaban con el anuario en mano, y recibí más de un cumplido sobre el artículo. Forcé una sonrisa ante ello, intentando buscar alguna cara conocida entre la multitud, pero finalmente al no ver a nadie me coloqué en un sitio vacío en las gradas mientras Tyler fue a ver qué tal el equipo en el campo.
Y se lo agradecí. En este momento necesitaba despejarme, y aprovechando que no había nadie que conociera cerca abrí mi cartera para sacar una de las pastillas y llevármela a la boca. Me la tragué de inmediato. Solté un grito ahogado al escuchar una voz junto a mí.
—¿Has leído Blanca Nieves? Una manzana fue su perdición.
Narco. Estaba a mi lado izquierdo con las manos atrás, y por supuesto vestido enteramente de negro.
—Esa es la idealización que Disney creó, la historia real trataba de una chica ciega que incluso no era hija de un rey y que murió sin príncipe ni enanos.
—Vaya, vaya, vaya... ahora me doy cuenta de por qué te echaba de menos.
—No me digas —volqué los ojos, ganándome una carcajada por su parte.
No quería hablar con él. En realidad, no quería ni verlo, así que sin hacer caso al sonido que dejaba claro que el partido había comenzado, salí de las gradas, dejando a Narco atrás. O eso creí.
—¿Y hoy no tienes preguntas? —lo noté junto a mi nuca, bastante cerca de mi espacio personal, así que intenté perderlo entre la masa de gente, pero al parecer era un buen acosador, ya que no desapareció en ningún momento.
Y cuando los nervios se agolpearon en mi pecho me di la vuelta.
—Espera, no hables, ya sé qué sucede —me cortó, dejándome con las palabras en la boca—. Estás enojada porque te dije que Tyler va a morir te guste o no. ¿He acertado?
Mi corazón se encogió y sentí cómo la realidad se agolpaba en mí. Tyler va a morir te guste o no. La frase se repetía una y otra vez.
—Lo disfrutas, ¿no? —al parecer Narco no me entendió, frunciendo el ceño—. Te gusta hacer miserables a los demás.
—Para nada, todo lo contrario.
Volqué los ojos.
—Oh, vamos. ¿Quieres que me crea eso?
—Cree lo que quieras, yo nunca miento.
—¿Qué es lo que quieres exactamente?
—Su felicidad.
—¿Cómo va a ser feliz cuando le destruyes la única esperanza que lo ha mantenido con una sonrisa estos últimos meses?
—Yo no destruiré nada, cada persona construye su propio camino. Si él no llega a ser feliz será porque él lo eligió así.
—¿Y yo? —pude decir.
Si Tyler no volvía a la vida me iba a ser imposible seguir como si nada hubiera pasado.
—Lo mismo para ti, Haley, tú lo decidirás así.
—Hay veces que las emociones no pueden ser controladas, aunque uno lo intente.
Narco negó con la cabeza, soltando una carcajada.
—Eso se dice porque no se quiere aceptar la realidad. Cuando uno siente algo y quiere terminar con ese sentimiento y no puede es porque no lo quiere lo suficiente.
No supe qué decir. Sus ojos negros me observaban esperando a que hablara, pero al ver que no lo hice sonrió maliciosamente.
—Déjame adivinar, te robaron.
—Aaron, querrás decir.
—Te dije que mantuvieras los ojos abiertos. Y como ya se ve, no me haces caso.
—¿Por qué lo haría?
—La pregunta, niña, debería ser. ¿Por qué no lo harías?
—Bien, márchate —le apunté al borde de los nervios, necesitaba respuestas, pero ya me quedaba sumamente claro que Narco no iba a dármelas—. Mejor me voy yo.
Este se encogió de hombros, despreocupado, y yo pasé a su lado para volver a mi asiento. Pero su voz llamó mi atención.
—El tiempo se acaba.
—Lo sé, en las elecciones —volqué los ojos.
Ya lo sabíamos, incluso él mismo nos lo había dicho. Seguí caminando, pero nuevamente habló.
—Tal como van será antes.
Frené de inmediato, dándome la vuelta hacia su dirección. Estaba observándome expectante, y yo no sabía ni qué pensar.
—¿Cuándo? —susurré, sin preocuparme si me había oído o no.
—¿Acaso veo el futuro?
Me mordí el labio para no perder el control frente a la mayor parte del instituto, quizás Narco solo quería sacarme de quicio, divertirse conmigo. Y con solo ver su sonrisa ahí intacta en su maldito rostro no sabía ya qué pensar de él.
—Adiós, Narco.
Y por primera vez fui yo la que dejé a Narco con las palabras en la boca. Iba a decirme algo, pero al darme la vuelta las palabras nunca salieron de su boca. Y yo, sin tener la intención de escuchar lo que fuera a decirme, volví a mi lugar en las gradas, aguantándome las ganas de darme la vuelta y ver su rostro. Nunca iba a saber si era de sorpresa, ironía o cualquiera otra sensación. Y en ese momento me importaba poco.
(Tyler )
Perdimos. Bueno, más bien perdieron. Y no podía creérmelo. Podía atribuirle la culpa a Simon y Steve, que pasaron la mayor parte del juego sin poder ponerse de acuerdo en las jugadas, provocando nerviosismo en el equipo. Aunque en teoría algo pasaba con el equipo en general. Bastantes se soltaban maldiciones entre sí e incluso en un momento noté cómo Steve iba a golpear a uno de ellos, y Simon tampoco se quedaba atrás. Pero al ver que Steve salió en un momento del juego y las cosas no cambiaban pensé que quizás el problema solo había sido la ausencia de Kyle y yo. Sonaba egocéntrico, pero parecía cierto.
Simon parecía perdido ahí dentro. Lo único que hizo bien fue dar un par de pases, pero más allá de eso fue solo un saco de boxeo al cual hicieron caer varias veces. Las gradas ya estaban vaciándose en murmullos y lamentos, mientras que los visitantes aún seguían celebrándolo. Apreté los puños, furioso, nunca creí ver a mi equipo no pasar a las estatales. Y era jodidamente decepcionante.
Whitey hablaba con Roy aún en la cancha, mientras que los demás del equipo ya volvían a sus casas. Y al ver a Steve salir de los vestuarios con la bolsa en mano no dudé en seguirlo a ver si Lauren aparecía y podía asegurarme de que la evidencia estaba en buenas manos. Pero Steve se desvió del aparcamiento para acercarse a un grupo del equipo que estaban hablando en un círculo, aunque más bien fue especialmente a uno de ellos. Antes de que ninguno de ellos pudiera reaccionar Steve lo tomó por la camiseta y lo golpeó duro contra la pared exterior del instituto.
—¡Suéltame! ¿Qué mierda te pasa?
—¡¿Qué me pasa?! ¿Es que eres imbécil? ¡¿Cómo pudiste?! Tú tienes la culpa de que hayamos perdido. ¿Lo oíste bien? Fuiste tú, y el imbécil de tu amigo.
No entendía nada.
—Oh, vamos. ¿Por la foto? Si tú mismo saliste con el tema, tú querías darle su merecido por no cerrar nunca la boca. ¿O te ablandaste, Fox?
Se escucharon risas por detrás, y en ese momento el recuerdo vino a mi mente. Mierda. La foto de Marie la habían publicado. Justo en ese momento escuché el sonido del puño de Steve impactando en la mejilla de este, que cayó al suelo lamentándose, y mi mejor amigo no dudó en darse la vuelta y ver a los demás.
—Con lo que han hecho, quienes sean los que se metieron en ello, han afirmado que todo lo que dijo Marie Acuña era cierto. Que los Red Dragons no somos más que un grupo de niñitas imbéciles y egocéntricas que no han madurado todavía. Y siento decirles que no voy a formar parte de un equipo como ese.
Abrí los ojos como platos en el momento en que Steve abrió su mochila para sacar la camiseta con su apellido y el número impresos en ella para luego tirarla al suelo frente a cada uno de ellos. Justo en ese momento la voz de Simon se escuchó detrás de un par de personas que estaban observando la escena.
—Tampoco yo.
Hizo exactamente lo mismo con su camiseta, colocándose junto a Steve. Ninguno dijo nada, humillados y avergonzados. No podía creer lo que estaba sucediendo.
(Haley)
Al salir de las gradas cuando la mayoría ya se había ido me topé en el estacionamiento con Simon. No quería hablar con él en ese momento. En realidad, lo único que quería era ir con Lauren y ver qué íbamos a hacer al respecto con la evidencia.
—Haley, necesito que me escuches.
—Creo que todo quedo más que claro, Simon —le solté, cruzándome de brazos, para luego apoyarme en la parte delantera de su coche, buscando entre toda la multitud a Tyler.
—Mira, me equivoqué, lo sé. Pero hemos sido amigos...
—¿Te digo que aún no me entra en la cabeza? —le pregunté clavando mis ojos en los suyos por primera vez—. El día que Tyler murió me convenciste de ir a la fiesta a su casa, pensé que había sido por el partido, ya sabes, jugaste en el juego y todo eso. Pero ahora, ¿qué explicación razonable hay para que hayas hecho algo así? ¿Exhibirme ante él para que recordara a la única chica con la que no podía estar a causa de ti?
Simon negó de inmediato, acercándose hacia mí, y yo no dudé en darle un empujón, llamando la atención de unos cuantos compañeros.
—No te me acerques.
—Haley, tranquila —me susurró.
—¡Respóndeme! ¿Por qué tenías tantas ganas de ir? —grité.
Me dolía la cabeza, pero no hice caso. Seguramente era a causa de las pastillas. Ya se me pasaría en un momento. Simon se quedó en silencio, observándome con el ceño fruncido, como si ahora la culpable fuera yo. Y sin poder evitarlo me agarró del brazo, alejándome del aparcamiento, mientras que yo intentaba zafarme.
—¡Suéltame! —gritaba, y cuando ya estábamos lejos de los espectadores quitó sus manos de mí, haciéndome casi caer al suelo.
—¿Estás drogada? —abrí los ojos como platos—. No, no, no respondas. A ver... ¿Es por lo que pasó entre nosotros? ¿Necesitabas olvidarte? ¿Buscar una salida? Porque te prometo que hay mejores formas para canalizar todo lo que...
—Simon, no, no estoy drogada —le respondí de inmediato.
Este soltó el aire que había mantenido, para dejarse caer en el banco de madera que había a nuestro lado. Hace casi tres meses atrás me hubiera sentado junto a él y hubiéramos pasado un rato contándonos chistes o hablando sobre los novios de una noche de mi madre, él de su abuela, yo del comité periodístico y él del equipo de fútbol americano. Pero ahora las cosas eran muy distintas.
—¿Por qué querías ir a la fiesta de Tyler?
—¿Por qué quieres saberlo?
—Porque sé que no me has contado la historia por completo.
Silencio. Lo observé, soltando un resoplido.
—¿Ves? ¿Cómo quieres que incluso piense en la posibilidad de que volvamos a ser amigos cuando no eres capaz de decirme la verdad?
—¡No me es fácil, Haley!
—¿Decírmelo? ¿Cómo no va a ser fácil, Simon? ¿O acaso hay algo aún peor de lo que ya me has hecho?
Simon negó con la cabeza, soltando una leve carcajada.
—Esta no eres tú.
—¿Y quién soy yo? ¿El trofeo que te gustaba echarle en cara a Tyler? ¿La chica que él nunca iba a poder tener y tú sí? —y en ese momento caí en la cuenta de la verdad—. Ya lo entiendo, querías que fuera a casa de Tyler para recordarle eso, ¿no? Querías dejarle claro que...
—¡BASTA YA! —gritó enfadado, levantándose del banco—. Fui a casa de Tyler para decírselo a ambos, Haley, para dejarles claro que estaba arrepentido y que era libre de estar contigo si lo quería aún —no, me negaba a creerlo, pero con solo ver sus ojos brillantes caí en la cuenta de que iba en serio—. Pero como ya sabes, no pude hacerlo porque me dio un puñetazo en el rostro antes de poder abrir la boca. Y no tengo que explicarte lo que sucedió después.
Me negaba a creerlo. Di un paso atrás, observándolo atentamente. ¿Que iba a contárnoslo a ambos?
—No te creo. ¿Entonces por qué no me lo dijiste a mí luego?
—¿Qué sentido tenía? Tyler estaba muerto, lo único que significaría habértelo dicho era que sufrieras más aún.
—Eso no lo justifica, y lo sabes —le aseguré dándole la espalda para calmarme, porque en cualquier momento iba a explotar.
—Sé que no lo entiendes, Haley, pero si estuvieras en mi lugar sabrías por qué lo hice.
De inmediato me di la vuelta, ahora no enojada, sino furiosa. Simon lo notó e intentó dar un paso atrás, pero le fue imposible.
—Escúchame bien, Simon, porque esto será lo último que te diga. Yo nunca hubiera hecho algo como lo que tú hiciste, NUNCA —no pude evitar que la voz se me quebrara, pero de todas formas seguí—. Porque no lo hiciste por mí, lo hiciste por ti. Por miedo a que sucediera lo que está pasando ahora, que reaccionara como lo hice y te dejara. No querías perderme, porque preferías tu felicidad sobre la mía. Y vamos, es normal, somos humanos, pero el hecho de que no me lo digas y me sigan mintiendo en la cara me duele más todavía.
No escuché su respuesta, ya que de inmediato comencé a correr a la salida del estacionamiento. No quería escucharlo, no quería saber nada más. No podía creer que esa noche Simon fuera a contarnos la verdad, e incluso a decirle a Tyler que ya no importaba, que si sentía algo, aunque fuera algo mínimo, por mí él se lo permitiría. Y todo se esfumó por el accidente. Porque Tyler no iba a volver, y aunque quisiera que estuviéramos juntos nunca iba a ser posible. Y dolía, más de lo que nunca imaginé.
(Tyler )
Busqué a Haley entre las personas que quedaban para decirle lo de Marie. Recorrí todo el estacionamiento, que ya se estaba vaciando. Pero nada. Seguramente ya se había ido a casa, así que emprendí la marcha hacia ahí, pero antes de salir a la calle una voz conocida me hizo detenerme. El padre de Steve.
—Tú vas a venir a casa conmigo, no voy a soportar más tus niñerías —le escupió, para luego caminar hacia su coche. Steve estaba más atrás y no se movió—. ¿Acaso eres sordo? Ven ahora mismo si no quieres que te golpee frente a todos tus amigos y vean lo poco hombre que eres.
Lo observé esperando su reacción, la cual no fue otra que mantener la mirada clavada en el suelo, para luego apretar la mandíbula, hasta que finalmente abrió la boca.
—Hazlo, ya no te tengo miedo.
Antes de que incluso pudiera procesar lo que había escuchado, el padre de Steve soltó una maldición cerrando con un fuerte golpe la puerta de su coche que acaba de abrir.
La reacción de Steve fue dar un paso atrás automáticamente, asustado.
—Tú te lo buscaste.
Este se acercó hacia él apretando sus puños con una mueca burlona. Sabía que era más fuerte que Steve, con solo ver su cuerpo tonificado estaba claro que no había comparación. Y yo no tenía ni idea de qué hacer al respecto. Quería gritarle a Steve que corriera, que desapareciera de aquí, pero sabía que, aunque llegara a escucharme, no iba a hacerlo. Porque quería por primera vez en su vida demostrarse que era lo suficientemente valiente para enfrentarse a su mayor miedo. Su padre.
Con solo ver su mirada me quedaba claro que iba a afrontarlo fueran cuales
fueran las consecuencias que trajera. Cuando este ya estaba llegando a su lado, Steve se colocó en posición de contraataque, esperando el primer golpe. Y la respuesta de su padre fue soltar una burla.
—¿En serio? ¿Realmente crees que puedes conmigo? —este sonreía, como si la situación fuera cómica para él.
Y a Steve no le pareció algo raro. Adoptó la misma expresión.
—Nunca lo he probado, quién sabe.
Lo que dijo causó que el rostro de su padre se frunciera, adoptando una expresión seria y al mismo tiempo furiosa. Al parecer no le gustaba que lo desafiaran, y mucho menos que lo hiciera su propio hijo.
—Vas a suplicarme que pare cuando esté acabando contigo —le susurró en el momento en que sin siquiera poder reaccionar le propinó con su gancho derecho en el rostro. Steve soltó un grito ahogado, cayendo al suelo. Y su padre soltó una risa, victorioso—. ¿Lo ves? No eres más que una vergüenza para mí.
Steve escupió sangre, dejando ver una herida en su labio superior. De inmediato quiso reincorporarse, pero su tobillo lo hizo caer nuevamente al suelo. Su padre aprovechó para acercarse a él, asegurándose de que no hubiera nadie cerca para así darle otro golpe, una patada directa al estómago. Esta vez no gritó, sino que se mordió el labio, aguantándose mientras las lágrimas caían de sus ojos por el dolor.
—Vamos, Steve, tú puedes, levántate —le repetí, alentándolo, ya que no era capaz de ver nuevamente una escena igual que la de April.
—¿Quieres que siga aquí o en casa? Tú dime, porque sinceramente tengo un hambre de muerte y tu madre ya debe de tener lista la cena —este observó su reloj de mano como si la situación fuera algo normal para él.
Steve se intentó levantar con mucho esfuerzo. Finalmente lo logró, y escupió nuevamente.
—No voy a ir a casa.
Su padre volcó los ojos, acercándose nuevamente a él y propinándole otro golpe en el rostro. Pero Steve fue rápido y se adelantó a este, para ser él quien apuntara al hombro de su padre. Desgraciadamente, este último agarró su brazo en el acto y le hizo una llave. Steve se forzó a no gritar de dolor, aparentando los dientes, pero no pudo soportarlo más y soltó un grito. Y justo en ese momento la voz de Roy se escuchó.
—Suéltalo en este instante —este estaba frente a él con los brazos cruzados y una expresión seria en el rostro, esperando a que le hiciera caso.
El padre de Steve no lo hizo, sino que soltó un bufido.
—Y si no lo hago, ¿qué? —este volvió a jalar el brazo de Steve, que soltó otro alarido.
Para mi sorpresa, otra voz se escuchó.
—Vamos a destruirte, y ten por seguro que ahora no tengo nada que perder con tal de meterte tras las rejas.
Sonreí. No podía creer lo que estaba viendo. Whitey se colocó junto a Roy, ambos observándolo expectantes, esperando a que soltara de una vez a Steve. Y ahí vi cómo los ojos de mi mejor amigo se abrían ante la sorpresa, dejando caer unas lágrimas de alivio y al mismo tiempo de gratitud. Ahora Steve podía ver que no estaba solo en esto, que había personas preocupadas por él y que iban a hacer todo lo posible para protegerlo. No estaba solo. Tenía a Roy, tenía a Whitey, tenía a Lauren y, si llegaba a volver a la vida, me iba a tener a mí. De eso no me cabía duda.
Al llegar a casa noté de inmediato que algo sucedía. Podía escuchar gritos que venían del despacho de Fernando. Los reconocí enseguida. Fernando y James.
—¡¿No ves lo que hicieron?! ¿Es que te volviste loco?
Entré de inmediato a la habitación al escuchar la voz de mi hermano, encontrándome con ambos. Fernando sentado frente a su escritorio y James parado enfrente con las manos apretando fuertemente la silla.
—No voy a arriesgarme a acusarlos. Necesito pruebas, James.
—Todo el instituto sabe quiénes fueron los responsables. ¿No te basta con ello? ¿Es que acaso eres ciego? ¡¿No entiendes lo que está sufriendo en este momento?!
Y ahí caí en la cuenta de lo que sucedía.
—No puedo hacer una acusación como esta teniendo el riesgo de que pueda ser errónea. Además, son los apoderados de Marie los que deben hablar de esto con el director del instituto, no yo.
—Tú eres su padre —le susurró James, volcando los ojos—. ¿Qué más necesitas para que los expulsen de una vez por todas?
—No es tan fácil, Holly no sabe que lo sé, y mucho menos el resto la ciudad.
—Oh, ¿entonces de eso se trata? ¿De no manchar tú nombre?
—No lo entiendes, si su...
Fernando no pudo hablar, ya que James le cortó.
—Me importa una mierda si no sé tu pasado, ahora lo único que tengo sumamente claro es que si tú no haces nada lo haré yo. ¿La has visto siquiera? ¡La han humillado frente a todos! —al ver que Fernando no abrió la boca James soltó una carcajada, burlándose—. No puedo creerlo, Roy tenía razón sobre ti, eres un maldito cobarde.
Y sin escuchar la respuesta de Fernando James salió de la estancia hecho una furia. Me quedé ahí intacto, observándolo, esperando ver qué reacción tendría. Pero lo único que hizo fue levantarse para encaminarse hacia la salida de casa, y yo no dudé en seguirlo, necesitaba ver qué iba a hacer al respecto.
Justo en el momento en que salía de casa escuché un sollozo desde la sala. En ese momento me debatí si quedarme o ir tras Fernando. Y finalmente decidí irme tras él, quería ver con mis propios ojos si iba a ser lo suficientemente valiente de hacer lo que James le pedía. Dar la cara por su hija.
(Haley)
—Lauren, no pasa nada, tú tranquila —le dije por el móvil, intentando calmarla mientras entraba a la casa.
—Pasó algo con su padre y no puedo dejarlo solo en mi casa, lo siento, Haley. Si quieres puedes venir a buscarla con April y lo llevan a la comisaría.
Recordé que April no me había respondido los mensajes, por lo que al parecer iba a tener que ir yo sola en ello. Pero por supuesto no iba a decírselo a Lauren.
—Bien, pasaré en un rato.
—Cualquier inconveniente no dudes en llamarme.
Fue así como la conversación terminó en que yo le aseguraba que no importaba, que estuviera tranquila y que en lo que fuera que estaba pasando con Steve lo encontraba totalmente razonable. Aunque claro, intentando dar la menor información posible, porque Roy ya estaba entrando por la puerta principal. Así que corté, soltando un suspiro y calmando los nervios, que estaban creciendo alrededor de todo mi cuerpo. Iba a tener que ir sola a dejar la evidencia a la policía. Y sabía que a la mata de cabello rubio no iba a agradarle la idea.
Pero en el momento en que entré a mi habitación y la vi todo el plan se esfumó de mi cabeza. Marie estaba hecha un ovillo en su cama, llorando desconsoladamente. Nunca la había visto llorar, y sinceramente no sabía qué hacer. Seguía ahí parada como una piedra, mientras que Marie aún no se había dado cuenta de mi presencia.
¿Qué había sucedido? Justo en ese momento se enderezó, seguramente para ir al baño, y al conectar sus ojos con los míos me dejó claro que llevaba horas llorando.
—¿Qué ha pasado? —le pegunté, acercándome de inmediato hacia ella y abrazándola. La única respuesta fue otro sollozo, para luego envolverme entre sus brazos—. Marie, dímelo...
—Las fotos... ellos, hoy, en el instituto —no entendía nada, y esta se separó de mí para dejarse caer nuevamente en la cama, con más lágrimas en los ojos—. ¿Recuerdas por qué dejé Colombia?
Asentí. Y Marie no tuvo que añadir más para que su rostro me confirmara lo que estaba pensando. Oh, no. Marie al ver mi expresión desvió la vista de inmediato, clavándola en el suelo.
—Fue como revivirlo por segunda vez, e incluso por una razón que desconozco siento que fue peor todavía.
Iba a decirle algo, pero unos golpes en la puerta llamaron nuestra atención. Por ella entró James Ross a la habitación.
—Vine a decirte que me encargué de que desaparecieran del instituto y de la mayor parte de los estudiantes. Pero no puedo asegurarte que todos la hayan borrado de sus celulares —le explicó sin quitarle la vista, mientras que ella asintió, un poco más aliviada.
Y al caer en un silencio incómodo, en el cual Marie al parecer estaba perdida en sus pensamientos y James la observaba sin siquiera reparar en mí, volvió a hablar.
—Estaré en mi habitación para cualquier cosa, no saldré hoy —dijo con nerviosismo. Marie parece que ni siquiera estaba escuchando, ya que ni le echó un vistazo, y James al notarlo dio un ligero golpe al marco de la puerta para luego darse la vuelta y salir.
Me extrañó que siquiera me hubiera observado, como si estuviera evitándome. ¿Lo estaría? Intenté sacar la idea de mi mente y concentrarme en Marie. Me acerqué a ella desde mi lugar, sentándome a su lado. No abrí la boca, y es que creía que era mejor no preguntarle al respecto de lo que había sucedido. Pero Marie lo hizo.
—Cuando llegué al instituto en el coche de James, porque ya sabes, el mío está en el taller, noté que la mayoría me observaba. Pensé que quizás era porque llegamos juntos y yo... no sé...
—Nunca te lo imaginaste —susurré al ver que no sabía cómo continuar, y Marie asintió.
—Sí, y James en el momento que estacionó el coche y salimos de él me preguntó incluso si acaso le había gastado una broma o algo así. En ese momento no pude evitar reír de lo absurdo... —Marie sonrió irónicamente, y le cayeron un par de lágrimas más. Y ahí me imaginé lo que venía ahora—...pero callé en el momento en que vi las fotos pegadas en las puertas de entrada. Fue... humillante, nunca creí que iba a ver el pasado que tanto había querido evitar nuevamente frente a mí —esta se levantó de golpe, caminando de un lado a otro—. Había venido a Chicago para que desapareciera de mi vida, para no saber más de él, para que pudiera estar tranquila, para que...
—Marie, no sigas.
Por supuesto, no me hizo caso.
—Pero en cambio este no dudó en volver a mí.
Silencio. Marie levantó la vista para observarme, seguramente esperando una respuesta de mi parte, pero yo no tenía nada más que añadir.
—¿Y te digo lo peor de todo? —no sabía si asentir o negarme, no quería que Marie siguiera pensando en el tema, pero ella habló de todos modos—. Que la única persona que necesitaba ahí conmigo eras tú.
—Marie, yo...
—Sí, me lo contarás en unos días más, lo sé —me cortó, volcando los ojos—. Pero debes entender que esta no eres tú, y espero que cuando todo termine vuelvas a ser la Haley que conocí ese día en ese local de comida rápida, porque estoy segura de que sigue ahí dentro.
No supe qué decir, en realidad Marie me había tomado de sorpresa con esa declaración. Lo único que supe fue que unas lágrimas comenzaron a salir por mis ojos, y Marie, que estaba a mi lado, no dudó en comenzar a llorar también. Y fue así que nos fundimos en un abrazo, ahogando las penas del pasado, las del presente e incluso las que vendrían en el futuro.
(Tyler )
Fernando andaba en coche como un loco, y llegué a pensar en un momento que iba a tener un accidente. Y es que con todo lo que nos había sucedido parecía incluso algo común que sucediera otra tragedia. Pero no fue así. Llegamos finalmente a su destino, que no era otro que el cementerio de la ciudad. Este fue de inmediato a mi tumba, la cual estaba iluminada con unas luces individuales, dejando ver claramente mi nombre ahí escrito.
—Ni te imaginas cuánto te echo de menos, Tyler —susurró mientras apretaba con una de sus manos la lápida. Hubo un silencio, en el cual Fernando se reincorporó—. Mañana es tu cumpleaños... —vi cómo en su rostro apareció una sonrisa melancólica—. Y hay tantas cosas que había querido decirte ese día.
—Dímelas —le exigí de inmediato.
Ver a mi padre, o más bien a Fernando, ahí frente a mi tumba sin una excusa de que fuera a encontrarse con alguien me hacía sentir... querido.
—Luego de la muerte de tu madre no me lo he perdonado nunca, cada vez que te veía crecer sin Natalia sentía la culpa expandirse por mi pecho. Verte era como ver un retrato vivo de ella. Mismo cabello, mismos ojos... Era difícil, de entre tus hermanos tú eras el que más se le asemejaba, y para mí era... duro.
No sabía qué pensar... Fernando estaba asegurándome que el hecho de que desde pequeño me evitara e incluso lo poco que mantenía su vista en mi era porque le recordaba vivamente a mi madre, la mujer que mató.
—Cuando ibas creciendo noté cómo cada vez íbamos distanciándonos más, tú parecías feliz todo el tiempo, ganabas campeonatos, salías con las chicas que te gustaban, tenías varios amigos y me era difícil contarte la verdad sobre todo, no quería arruinar tu vida.
—No lo hubieras hecho —susurré.
—Si te contaba que había matado a tu madre e incluso que no eras mi hijo biológico te hubiera destruido, y no fue solo mi decisión. Mark y James también estuvieron de acuerdo, eras feliz, Tyler, y aunque yo no fuera un padre ejemplar se te veía así.
¿Feliz? ¿Yo? Antes de morir podía ser cierto que tenía todo lo que quería, pero si había algo que siempre había querido era el amor de mi padre. Pero al parecer no se habían dado cuenta de ello, o quizás simplemente yo no lo había sacado a relucir nunca.
—Y lo siento, nunca estuve ahí cuando quizás pudiste necesitarme, y ni te imaginas cuántas veces al día me regaño a mí mismo por todo lo que pude haber hecho contigo y desgraciadamente nunca hice —su voz se fue apagando a medida que las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos.
Pero Fernando se contuvo. Y yo, en cambio, aún estaba intentando asimilar sus palabras. Fernando estaba arrepentido de no haber pasado tiempo conmigo. ¿Sería cierto?
—Lo más irónico de todo esto es que perdí a un hijo, pero gané otro, y no tengo la menor idea de cómo ser un buen padre cuando nunca lo he sido.
Lo observé atentamente, notando la angustia que dejaba ver su rostro ante la situación en la que estaba ahora. Y es que era cierto, Fernando nunca fue un padre modelo, y ahora que me había perdido, pero al mismo tiempo había ganado a Marie, no tenía ni idea de qué hacer.
Quería ayudarlo, dejarle ver todo lo que siempre esperé de él como padre y que finalmente nunca llegó. Pero ya era imposible.
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