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Capitulo 55: Conversaciones

(Haley)

Sabía que Lauren estaba hablándome. También era consciente de que hacía más de cinco minutos que no abría la boca e incluso probablemente no me movía. Pero, ¿qué hacía? ¿Gritarle que no era cierto? ¿Abrir la puerta del coche y salir corriendo para tirarme de un acantilado? ¿Sonreír y felicitarla de que el bebé puede ser del chico que estoy enamorada desde hace más de un año y que estos últimos casi tres meses creí que tenía una pequeña posibilidad de que yo también le gustara?

Definitivamente la última la deseché en el momento en que entró en mi cabeza. Y es que Lauren no podía estar embarazada de Tyler, era imposible. Él me había dicho que no le gustaba, que no eran nada, que solo fingían. Pero, ¿por qué se iba a acostar con ella entonces? Ni pude reconocer mi propia voz cuando hablé.

—¿Cuánto?

—No tengo ni la menor idea —no pude mantener la vista fija en sus ojos, así que me basté a quedarme con la mirada perdida en la entrada del instituto—. Hoy me hice el test luego de estar la mitad del día en la enfermería y lo supe.

Sentí cómo empezaba a llorar junto a mí, pero no pude mover la cabeza en su dirección, estaba aún pasmada. En mi mente solo aparecía el rostro de Tyler. Tyler padre, ¿podría ser posible? Un pequeño rubio, o quizás una pequeña castaña... lo único que estaba sumamente claro era que no iban a tener padre. Al igual que yo.

El no de Narco retumbaba en mi mente una y otra vez. Tyler tenía que volver, Lauren lo necesitaba, de eso no me cabía duda. Incluso ese niño o niña lo necesitaba. No podía morir, no podía suceder. De repente sentí la voz de Lauren hablar nuevamente, por lo que salí de mi mente, intentando tomarle el hilo.

—No puedes decírselo a nadie, Haley, prométeme que...

—Lo prometo —le corté, sonando más dura de lo que quise.

Mis pensamientos iban y venían, mi mente indagaba en esos recuerdos en que Tyler y Lauren andaban de la mano por el instituto, de cómo se besaban e incluso de cómo sonreían. La actuación llegaba a parecer incluso real para mí, luego de saber que no era más que un show que ellos montaban por los pasillos. Quizás había una pizca de amor entre ellos. Porque, si no era así, ¿por qué se habían acostado? Tyler era un mujeriego, eso ya lo tenía más que claro, pero Lauren... ella salía con Steve.

—¿Te acostabas con ambos al mismo tiempo? —solté sin pensarlo.

Me di cuenta de que había hablado en voz alta demasiado tarde, pero sinceramente mis ojos seguían fijos en los edificios del instituto, y sabía que no iba a mirar a Lauren después de mi pegunta. Lo siguiente que escuché fue a Lauren limpiarse las lágrimas, para luego hablar.

—No exactamente. Una semana antes de su muerte terminé con Steve. Y como ya sabes, soy una puta, así que no dudé en caer en los brazos de Tyler.

Cerré los ojos de nuevo, evitando que comenzara a llorar nuevamente. No podía mentir, me afectaba saber aquello. Tyler se acostaba con Lauren. Y sí, era consciente de todas las aventuras de Tyler, pero al ver quién era ahora y saber trapos sucios de su pasado, era... decepcionante. Sonaba ilógico y lo sabía, ya era pasado, el Tyler de antes era esa persona, y ahora no era la misma, pero por una razón, quizás celos, y me importaba. Más bien me afectaba. Y mucho.

—Dime algo, Haley —su voz me hizo volver a la realidad, y por primera vez mis ojos se dirigieron a ella.

Tenía los ojos rojizos y el maquillaje corrido. El labio le temblaba. Estaba destruida. Ahí caí en la cuenta de lo que estaba pasando. Tenía dieciséis años e iba a ser madre, y si era de Tyler tendría que pasarlo todo sola. En cambio, si era de Steve estaba más que segura que iba a apoyarla. Pero, ¿y si no lo hacía?

—No estás sola en esto, me tienes contigo —le aseguré en un susurro, evitando volver a llorar frente a ella—. Voy a ayudarte con el bebé.

Necesitaba mostrarme fuerte y segura, necesitaba que Lauren se tranquilizara. Esta sonrió a medias.

—No voy a tener el bebé, Haley, no soy capaz.

Me quedé en blanco, e, interrogante, fruncí el ceño de inmediato.

—¿Vas a abortar? —no dejé que respondiera—. Porque es una locura, si lo estás haciendo porque podría arruinar tu futuro, hay otras salidas, como la adopción...

—No es eso... yo... —sabía que para Lauren era difícil todo esto, y sin pensarlo le di un apretón cariñoso en el brazo—. Yo... tengo problemas, Haley. Problemas que... van a darme un aborto natural en cualquier momento.

No sabía qué decir. En realidad, me había pillado por sorpresa. Había olvidado que Lauren padecía anorexia y bulimia, lo que significaba que podía traer riesgos al bebé. Riegos que Lauren no quería causar.

—Puedes superarlos, puedes hacerlo por el bebé e incluso por ti.

—No es tan fácil.

—No he dicho que lo sea.

Esta se me quedó mirando fijamente, y yo no dudé en quedarme igual. Quería que viera que no iba a rendirme, que iba a ayudarla, que no estaba sola en esto. Porque, aunque fuera el bebé de Tyler o de Steve, no cambia el hecho de que su vida pendía de un hilo, el cual debía mantener intacto antes de que Lauren lo rompiera de un golpe. Quizás si no traía a Tyler a la vida, al menos podía traer a su bebe... Irónico, ¿no?

(Tyler) 

Ya había perdido el sentido del tiempo, no recordaba cuántos minutos o quizás horas llevaba ahí sentado. Frente a mí, la lápida en que estaba escrito mi nombre estaba ensombreciéndose por el sol, que estaba ya desapareciendo del cielo. Sinceramente, no tenía ni idea de qué esperaba. Alicia ya se había ido hacía un buen rato, y yo, en cambio, había decidido quedarme ahí junto a Fernando. No me cabía en la cabeza que Anna hubiera estado en el coche con mi... Con Fernando. Aún no me entraba que ya no era mi padre, que nunca lo fue realmente.

Ahora todo era tan distinto a lo que pensaba... ya no era ni siquiera un Ross, mi apellido solo era un parche para esconder una herida que aún ni descubría realmente. Observé la lápida de mi madre un buen rato, quería verla. Si ya estaba muerto debía ser capaz de ver a Natalia. Pero al parecer las cosas no funcionaban de ese modo. Fernando ya llevaba un buen rato parado frente a mi tumba. Tenía los ojos fijos en ella. Sabía que debía estar pensando en algo relacionado conmigo, y me enfurecía no poder saberlo. Incluso quizás estaba hablando, en su mente, hacia mí, creyendo que lo estaba escuchando. Pero no era así.

Justo en ese momento este se arrodilló, con la cabeza baja y las manos tocando el césped. Me acerqué más hacia él, esperando ver qué iba a suceder. Soltó un suspiro, llevando una de sus manos donde mi nombre estaba escrito.

—Tu madre me pidió cuidarte, y le fallé... —susurró.

Quieto, esperé que prosiguiera, que me dijera por qué mierda nunca nos tomó atención, que me diera una explicación de por qué se comportó como un capullo en toda mi vida. Mi vida había sido perfecta, eso no lo negaba, pero siempre hubo algo que le había faltado. Y había sido un puto padre. Uno que Fernando no había podido ser.

Una parte de mi quería escuchar la voz de Fernando diciendo cuánto me quería y amaba, pero la verdad era que solo había sido un maldito favor que mi madre le había pedido. Nada más. Y así fue como Fernando no volvió a abrir la boca, sino que cerró los ojos un momento, para luego enderezarse y encaminarse hacia el coche. Prefería quedarme ahí echado, y así lo hice. Sabía que quedaba poco tiempo, que necesitaba más que nunca descubrir todos los secretos a nuestro alrededor. Pero tenía un límite. Y hoy ya había llegado al mío.

Observé atento mi tumba. No podría dar una cifra exacta de los minutos u horas que pude haberme quedado ahí, pero de lo que sí fui consciente era de todos los recuerdos que surcaron en mi cabeza. Buenos y malos, de todo tipo. Y con ellos me conformaba.

(Haley)

En el momento en que Lauren al fin se decidió volver a poner en marcha el coche, Steve apareció al instante. Nerviosa, la observé, y Lauren, igual de nerviosa que yo, o probablemente mucho más, intentó desaparecer del estacionamiento como si nunca se hubiera percatado de él, pero fue en vano.

—¡Lauren! ¡LAUREN! —comenzó a gritar mientras corría hacia el coche, que estaba a punto de salir del aparcamiento.

—No te muevas —se bastó a decirme, a lo que yo balbuceé, asintiendo. Lauren, por su parte, bajó la ventana, y apareció Steve, jadeando.

No despegó los ojos de Lauren, hasta que esta me dio un rápido vistazo.

—¿Podemos hablar? —le preguntó haciendo una mueca, ya que la pregunta era más bien ¿Podemos hablar a solas sin Haley Dickens en el asiento del lado?—. Porque quiero saber ahora mismo qué sucedió ahí afuera.

Esta se demoró un momento en responder.

—Haley va a darme clases de Física ahora —sentí los ojos de Steve nuevamente clavados en mí, seguramente esperando que me rehusara y así dejarlo hablar con Lauren, pero no abrí la boca—. Tú termina el entrenamiento, podemos hablarlo en mi casa.

Lauren ni esperó a que Steve respondiera, volvió a cerrar el vidrio de su ventana para hacer marchar el coche. Si hubiera estado ahí afuera contemplando la escena hubiera catalogado a Lauren como una imbécil al haber dejado de esa forma a Steve. Pero sabiendo lo que estaba pasando entendía que hablar con Steve no era algo muy fácil de hacer en estas circunstancias. El coche empezó a desaparecer del instituto, y sin poder evitarlo me di la vuelta, observando por un leve instante el rostro aturdido de Steve, que seguía en el mismo lugar, sin moverse aún.

—¿Vas a decírselo?

—Aunque no lo creas, eso iba a hacer antes de que mi propio equipo se me echara encima —mi sorpresa fue evidente—. Estaba tan asustada... Me había hecho el test y no sabía qué hacer, Steve siempre me tiene un plan, siempre me tiene una salida a todo y fue por ello que no dudé en ir al entrenamiento a decírselo —asentí, no era necesario contar la razón por la que le fue imposible llegar a él—. Pero ahora, luego de pensarlo bien, no estoy muy segura de si soy capaz.

—Tienes que decírselo.

Esta sonrió irónicamente.

—¿Y qué le digo exactamente? Steve, estoy embarazada, pero no estoy segura de si es tuyo o de tu mejor amigo que ya está muerto, porque, ya sabes, tenía relaciones con Tyler al mismo tiempo que rompíamos una y otra vez nuestra relación secreta.

No dije nada. Nos quedamos ambas en silencio. Lauren tenía su punto, no era tan fácil. Y la intriga me estaba carcomiendo la cabeza.

—Saquémonos la duda ahora mismo —solté de golpe. Lauren, sin entender nada, me preguntó a qué me refería—. Vamos a que te vea un doctor. Él te dirá de cuántas semanas o meses estamos hablando.

«Que no sea de Tyler», rogué en el momento en que Lauren asintió con la cabeza, llevando el coche en dirección al hospital más cercano.

(Tyler )

Volví a casa cuando ya estaba oscureciendo. No había visto a Haley desde la mañana y, sinceramente, necesitaba hablar con alguien. En realidad, lo que necesitaba era contarle lo que había descubierto, porque estaba seguro de que Haley no sabía que Anna estaba en el coche con mi padre en el momento del accidente. Al pasar la puerta de entrada Marie Acuña entró en mi campo visual. Iba nerviosa, revisando incluso debajo de las alfombras, seguramente el disco.

—¡Mierda! —gritó en un momento, frustrada, y en un arrebato de ira tomó un jarrón de flores para descargarse.

Pero el acto de romperlo en pedazos fue impedido por James, que bajando las escaleras se lo quitó de las manos.

—Contrólate, Acuña, o a este paso vas a destruir mi casa.

Marie no le respondió, sino que soltó un suspiro. Y James, por su parte, dejó el jarro encima de un mueble, inalcanzable para ella por su pequeña estatura. Se cruzó de brazos.

—¿Bromeas?

—¿Por qué lo haría? —el rostro serio de James mostrándose extrañado por la pregunta hizo cerrar la boca de Marie, que seguro que estaba lista para comenzar una pelea.

Esta volvió a su tarea de buscar el disco, dándole la espalda a mi hermano y siguiendo con su trabajo. Noté cómo James se encaminó con las llaves de su coche hacia la salida, pero frenó en el momento en que Marie se maldijo a sí misma al golpearse levemente con un mueble. Volvió tras sus pasos, apoyándose en la pared mientras observaba a Marie buscar el disco.

—¿Necesitas ayuda?

—No, lo tengo todo más que controlado —le respondió sin siquiera echarle un vistazo.

—¿Ah sí? Porque sigo esperando que aparezca en mi habitación de una vez.

James se acercó lentamente hacia ella y la observó en silencio. Hasta que, al parecer, Marie no pudo soportar más su presencia junto a ella.

—¿No tienes algo más importante que hacer?

—Eh... déjame pensar algo más importante que ver si el orangután pudo encontrar mi jodido disco. Ah, no, creo que no hay nada más importante para mí que eso.

Silencio. Luego de lo que dijo James había quedado más que claro en su tono de voz que estaba bastante furioso, y Marie por supuesto sabía lo importante que era para él.

—Está en alguna parte, solo tengo que encontrarlo —susurró.

James soltó un bufido.

—Solo acepta que tienes la culpa, Acuña.

—No la tengo, solo se me ha olvidado dónde lo dejé.

—Bien —este se sentó junto a ella a un lado, que estaba apoyada mirando por debajo de los muebles—. ¿Dónde fue la última vez que lo viste?

—James va a matarte —dije sin pensarlo.

Sabía que no iba a escucharme, pero con solo pensar en cuando le dijera la estupidez que había hecho era prácticamente imposible que no sucediera. Marie le dio más detalles.

—En el jardín —mi hermano iba a preguntar seguramente cómo había llegado ahí, pero la castaña siguió—. El punto es que ya no está ahí. Todos me dieron su palabra de que no lo habían visto, y a George ya lo soborné con todo lo que pude y no sabe nada de él. ¿Quién sería entonces? Quizás simplemente cayó en la basura.

Observé a James, que tenía los ojos fijos en el suelo. Parecía que hubiera descubierto algo desagradable. Su rostro se había tornado pálido y tenía el entrecejo fruncido. Y ahí caí en la cuenta. Diana.

—¿Estás segura de que revisaste el jardín por completo? —habló finalmente, a lo que Marie asintió. Mi hermano se quedó un momento en silencio, hasta que prosiguió, levantándose del suelo—. ¡Mierda! No puede ser...

Justo en ese momento el timbre sonó. Marie se levantó, quedando frente a James, al parecer ninguno de los dos se dio cuenta de que había alguien esperando en la puerta de entrada. Y es que mi hermano seguía con la vista perdida en sus pensamientos y Marie observándolo con el ceño fruncido.

—Dime lo que sucede —le espetó.

—Tengo que hablar con Mark.

Este comenzó a caminar hacia las escaleras, pero Marie fue más rápida y se plantó nuevamente frente a él, cruzándose de brazos.

—¿Puedo ir contigo? —James negó de inmediato, mientras que la castaña soltaba un bufido—. Créeme que hasta que no me digas lo que has descubierto no voy a despegarme de ti, te guste o no.

La amenaza al parecer le entró y salió de la mente, ya que su respuesta fue echarla a un lado y retomar su rumbo por las escaleras, sin darle importancia a sus reproches.

—¡James Ross, ven en este instante, imbécil!

—De inmediato, déjame perfumarme y embellecerme, tú solo espérame aquí —ironizó.

Volcó los ojos, y sin siquiera dudarlo lo siguió por detrás, enfurecida.

—Te lo dije, ahora me suplicarás que te deje tranquilo.

James soltó una carcajada, observándola con desdén.

—Créeme, ya me acostumbré a tenerte acosándome en cada momento.

Marie soltó un suspiro frustrado, pero sin dejarlo continuar aún.

—Vamos, dime.

—No puedo.

—¿Y a Mark sí?

—Son cosas de hermanos —este volvió a sonreír con desdén, pero pude ver en sus ojos nerviosismo y miedo. Marie también lo percibió, ya que en vez gritarle y amenazarlo, su respuesta no fue ninguna de ellas.

Me quedé atónito. Esta se echó a un lado de la escalera, dejándole el camino libre. James al parecer aún no se lo creía, y se quedó observándola, atento, esperando quizás alguna maniobra de su parte.

—Tranquilo, yo seguiré buscando el disco.

Pero justo cuando James iba a seguir su camino por las escaleras, se volvió a escuchar el timbre sonar, y antes de que ambos pudieran bajar Mark apareció al instante, dirigiéndose hacia la entrada.

—¡Diana, perdóname! —se disculpó con solo abrir la puerta—. No lo había escuchado.

Con solo escuchar su nombre James bajó de inmediato la escalera para dirigirse a la pareja, mientras que Marie se apoyó en el respaldo de la escalera, observando. Diana saludó a Mark con un beso cariñoso en la mejilla, diciéndole que no importaba, que había llegado hacía muy poco. James carraspeó, y los ojos de la rubia se fijaron en él, que lo saludó algo aturdida. James la miraba fijamente a los ojos, al igual que hice yo.

—Mark, tengo que hablar contigo urgentemente —habló finalmente mi hermano, sin quitar la mirada de Diana, que desvió la vista.

—Vamos tarde. ¿Pueden hablar a la vuelta? —se metió esta, tomándole la mano a Mark, que intercambió miradas con James.

Y es que esta lo sabía, podía verse en sus ojos. Quizás no la cinta en sí misma, pero sabía que lo que fuera a hablar James con Mark podía perjudicarla. Pero había algo que Diana no sabía, y es que mis hermanos estaban al tanto de quién era.

—No, no pueden —la voz de Marie le hizo dar un paso atrás ante la sorpresa, al parecer ni se había dado cuenta de su presencia—. Espera, ¿tú no salías con él? —apuntó a James, y pude ver cómo este volcaba los ojos sin que los demás se dieran cuenta.

Claramente Marie no iba a desaprovechar esta situación para fastidiar a la "modelito", como le había llamado unas cuantas veces con Haley. Diana miró a Mark de inmediato, seguramente esperando a que este saliera en su defensa o al menos le dijera algo, porque al parecer esta no sabía qué decir, o quizás simplemente no estaba con las ganas de comenzar una discusión con Acuña.

Mark, en cambio, se mordió el labio, algo que hacía con frecuencia para evitar sonreír o, en casos extremos, reírse sin parar. Y esta vez optaba por las dos. Finalmente asintió a Marie, y lo siguiente que se escuchó fue una carcajada de esta.

—Así que te aburres con uno y sigues con el otro hermano, que zo... —James no la dejó terminar, ya que llevó una de sus manos a la boca de esta, impidiéndola proseguir.

—Son los medicamentos que toma, discúlpennos —Marie intentó defenderse, pero James se lo impedía—. Anda, luego hablamos cuando llegues —le aseguró a Mark, que seguía quieto, esperándolo.

—¿Estás seguro?

Lo siguiente que vi fue que Diana le susurraba a Mark que realmente no podían llegar tarde, y este estaba apretando los puños, seguramente aguantándose todo lo que quería decirle en ese momento. En conclusión, Mark y Diana salieron de casa, dejando a James y Marie al final del pasillo, discutiendo.

—¿Qué mierda te pasa? —esta le dio un empujón, al cual James no hizo caso, apoyándose en la pared.

—¿Zorra? ¿En serio, Acuña?

—¿Qué? Si es cierto —esta se encogió de hombros, y James volvió a volcar los ojos, sin abrir la boca—. No me digas... ¿Te sigue gustando?

Solté una carcajada. El rostro estupefacto de James era para fotografiarlo. Lo siguiente que hizo fue volver a retomar el camino hacia el segundo piso, a lo que dejó a Marie esperando una respuesta de su parte.

—¿Acaso eres mudo?

Este soltó una leve carcajada.

—No voy a tener esta conversación contigo, tengo varios asuntos más importantes antes que perder el tiempo discutiendo sobre estupideces infantiles.

Marie no evitó que James desapareciera por las escaleras, sino que se quedó ahí parada un buen rato. Tomándome por sorpresa, agarró de golpe el jarrón que James había salvado hacía unos minutos y lo siguiente que vi fue cómo se quebraba contra la pared. A los segundos, su celular vibró en el pantalón, y esta se lo sacó del bolsillo. Había un mensaje en la pantalla.

Insignificante gusano:

NO DESTRUYAS MI CASA.

¡¡Y ni te atrevas a romper EL VASO AUTOGRAFIADO POR JOE MONTANA!! Y menos cuando tus razones son porque estás celosa. (RECUERDA: EL VASO DE JOE MONTANA NI LO TOCAS.)

Pd: Ah, por cierto, no busques el disco, ya lo he encontrado.

Pd2: No voy a abrirte la puerta de mi habitación, así que ni te atrevas.

Vuelvo a repetir: NO TOQUES A JOE MONTANA.

Solo escuché, por parte de Marie, un chillido, seguramente porque seguía leyendo la segunda frase del mensaje. Y yo no dudé en dirigirme hacia el segundo piso de inmediato. El vaso autografiado por el jugador más importante y reconocido del fútbol americano salió de mi mente en el momento en que James dijo que había encontrado el disco. ¿Sería cierto? ¿O solo era una excusa para dejar tranquila a Marie? Esperaba que fuera la primera, aunque claramente lo más probable era que estuviera equivocado.

(Haley)

—Pase por aquí, el doctor las está esperando —la enfermera nos apuntó la puerta por la que debíamos entrar y ambas nos levantamos enseguida de nuestros asientos.

Llevábamos más de una hora esperando a que nos atendieran, ya que al parecer al no haber pedido hora con anticipación esa era la consecuencia. Lauren se había pasado todo este tiempo con su mano apretando fuertemente mi brazo derecho sin abrir la boca, mientras que yo monologaba repitiéndole que todo iba a salir bien. Y en realidad no tenía ni idea de lo que nos esperaba ahí dentro.

Al entrar, el doctor se presentó amablemente. Debía rondar los sesenta años, tenía lo poco de cabello que le quedaba blanco, los ojos oscuros y se mostraba sonriente ante nosotras, mientras que Lauren por su parte ni lo saludó, sino que fue directa a sentarse en una de las sillas con la vista fija al piso. Bien, ¿y ahora qué hacía?

—Lauren Davis Fell, dieciséis años —dijo leyendo la hoja que habíamos rellenado al pedir la consulta médica.

Como Lauren no dijo nada, la apunté con el dedo, y el doctor asintió, sentándose en su escritorio.

—Así que cuéntame, qué es lo que necesitas exactamente.

Nuevamente esta no abrió la boca, pero con la diferencia de que dirigió su vista hacia mí, y pude ver en sus ojos cómo me estaba rogando que fuera yo la que hablara. Y así lo hice.

—Ha venido a hacerse el primer chequeo de embarazo —tartamudeé.

Los ojos del doctor me demostraron que para él era algo normal y que no tenía nada de extraño, como había creído. Este asintió, y lo próximo que hizo fue señalarle a Lauren dónde debía sentarse, pero antes debía desvestirse para examinarla bien.

—Lo siento, pero tendrá que esperar afuera.

La observé de inmediato, para saber que estaba de acuerdo con ello. Lauren asintió, sonriéndome. Y así fue que salí de ahí, con el nerviosismo recorriéndome de pies a cabeza. Me senté en la sala de espera un buen rato. Al comienzo me quedé reflexionando ante toda la situación que estaba viviendo justo ahora: Lauren Davis estaba embarazada.

Y yo, aunque sonara una locura, era la única "amiga" que le quedaba. El sonido de un mensaje llamó mi atención, y más aún cuando provenía de mi propia cartera.

Simon Adams:

Lo siento mucho, Haley, ni te imaginas cuánto.

Me quedé observando el mensaje una y otra vez, más que nada porque todo el tema de Lauren me había hecho olvidar lo que había pasado con Simon hoy.

Simon Adams:

Sé que lo último que quieres hacer ahora es hablar conmigo, pero si llegas a tener un momento libre hoy para charlar, solo dímelo.

El segundo mensaje lo releí dos veces antes de responder un simple:

No lo tengo.

Así acabo nuestra conversación, en la cual no esperé una respuesta de su parte. Me guardé el móvil y me encaminé en busca de algo para comer. Intenté despejar mi mente durante todo el camino, aunque no me fue muy fácil. Los recuerdos del día en que conocí a Tyler aparecieron en mi mente, al mismo tiempo que el momento en que Simon apareció junto al árbol fingiendo nunca antes haberme visto. Entre todo esto una voz conocida me hizo detenerme.

—...sé que es información confidencial, pero realmente necesito su ayuda en esto.

Y por supuesto que no era ni más ni menos que Roy Miller, que conversaba a unos cuantos pasos más adelante junto a un doctor. Como este me daba la espalda, se la di yo también a un espacio razonable para que me fuera posible escuchar la conversación.

—Solo puedo decirle que esos niños tuvieron mucha suerte de salir con vida.

Fruncí el ceño.

—Menos uno —le respondió este.

—Claro, claro, el hijo de Fernando Ross.

—Así es.

—Y es por él que estoy aquí hoy, intentando buscar justicia con los responsables. Sé que usted fue el jefe de turno esa noche, por lo que necesito una declaración sobre qué escuchó o vio en los amigos de Tyler.

Un silencio inundó el ambiente.

—Entiéndame, no puedo hacer algo así.

—Solo unas pocas preguntas, puede responder lo que quiera, no voy a forzarlo ni exigirle que me lo cuente todo.

Hubo unos largos minutos en que ninguno de los dos establecía un diálogo, y llegué a creer que así iba a ser.

—Bien. ¿Qué quiere saber exactamente?

Ni tenía que ver la sonrisa de Roy para tener absolutamente claro que esa era la expresión que tenía plantada en su rostro ahora mismo.

—¿Qué escuchó que decían los cinco chicos que se internaron esa noche?

—Tres de ellos llegaron desmayados, solo dos estaban más o menos despiertos, pero lo que hablaban eran más bien delirios.

—¿Y qué decían exactamente estos dos?

—Uno me habló sobre cómo el poste había salido de la nada. Repetía una y otra vez lo mismo, lo que me afirmó que estaba bastante borracho.

—¿Y el otro?

—Ese era más reservado, me dijo que Tyler solo había querido bromear dando vueltas en la calle y que su muerte no podía ser cierta.

—¿Ah sí?

—Sí, lo recuerdo perfectamente.

Roy se llevó una mano hacia el pantalón y sacó el móvil del bolsillo mientras se despedía del doctor, ya que al parecer este iba apresurado a una operación. Cuando se quedó solo, de inmediato comencé a caminar para salir del pasillo y no ser pillada por él, pero sus pasos a unos metros de mí me alarmaron, así que, sin pensarlo dos veces, me escabullí detrás de la pared que comenzaba con el pequeño pasillo para entrar al baño de mujeres.

—Feñi, acabo de comprobar que hay alguien detrás del accidente de Tyler. Y ese alguien debe ser sumamente poderoso para haber amenazado o chantajeado a uno de los mejores doctores de Chicago. Llámame cuando escuches este mensaje.

Extrañada, me quedé ahí apoyada esperando escuchar más a Roy, saber cómo había descubierto algo así. Pero nada. Al parecer había desaparecido. Pero su voz muy cerca del lugar donde estaba me hizo sobresaltarme y más aún cuando iba dirigida hacia mí.

—Puedes salir ya, Haley —¿Me había descubierto?—. No me hagas entrar, porque soy capaz de hacerlo.

Maldiciéndolo todo internamente caminé a paso lento fuera de mi preciado escondite, saliendo al pasillo, donde Roy me observaba con los brazos cruzados.

—¿Y bien? ¿Me explicas por qué no estás en casa como creí cuando me lo dijiste?

—Yo... —piensa Haley, piensa—...acompañé a una amiga a... una revisión de sus manos.

—¿Manos?

—¿Dije manos? —solté una risa nerviosa—. Quise decir cuello. Una revisión de cuello.

«¿Cuello? ¿Es que te volviste loca?», me dije interiormente, sin poder siquiera mantenerle la mirada a Roy, que me observaba con el ceño fruncido.

—Bueno, entonces, ¿dónde está?

—En uno de los últimos pisos del edificio, pero no te preocupes que me dirijo ahora mismo ahí.

—Te acompaño.

—¡No! —solté sin pensarlo—. Es que en realidad acabo de recordar que ella me dijo que podía irme, que iba a esperar a sus padres, y bueno... ¿Puedo irme contigo?

Roy se encogió de hombros, sabía que no se lo había tragado, pero también sabía que Roy no iba a seguir insistiendo. Y así fue, ambos comenzamos a caminar hacia la salida. Pero antes Roy fue a comprar algo para beber, y yo aproveché para avisarle a Lauren de lo que había sucedido.

Roy (el amigo de Fernando Ross) me ha pillado por los pasillos, y para evitar decirle el porqué de que esté aquí he tenido que irme a casa con él.

¡Lo siento mucho! Igualmente quiero que me avises de lo que sepas. Estoy a tu disposición para lo que sea. No lo olvides.

Lo envié en el momento en que Roy me entregó unas galletas y una bebida. Le sonreí, agradecida. Ambos caminamos en dirección a su coche, y ninguno de los dos habló, porque Roy estaba concentrado en su móvil. Y yo rogaba que no tuviera que ver conmigo, y mucho menos con mi madre.

—¿Y qué hacías tú aquí? —le pregunté para captar su atención y que dejara de escribir.

Roy me observó un momento, para luego abrirme la puerta de su coche y justo en el momento que iba a cerrarla conmigo ya dentro, habló.

—Ya lo habrás deducido al espiarme, ¿no? —su voz no sonó fastidiada, ni mucho menos fría. Era más bien en burla.

A Roy al parecer le divertía el hecho de haberme pillado. Este abrió su puerta, entrando y prendiendo el motor enseguida.

—No fue mi intención, me sorprendí al verte y no lo sé, me causó curiosidad saber qué hacías. Lo siento mucho.

—No te disculpes, Haley, recuerdo lo que era ser adolescente. Escuchar conversaciones de mayores y todo el rollo, no pasa nada.

Asentí, agradecida, aunque la presión sobre mi pecho aún no desaparecía por completo. Y es que había algo que no me cuadraba en la cabeza.

—¿Cómo te diste cuenta de que el doctor mentía?

Roy, que estaba ocupado conduciendo entre las calles de Chicago, sonrió de lado.

—Él dijo que uno de los chicos no podía creer que la muerte de Tyler fuera cierta esa misma noche —fruncí el ceño, no veía el error en ello—. A todos los que despertaron al día siguiente se les avisó la muerte de Tyler según el procedimiento que usó el departamento de policía. El jefe de estos me afirmó que todos mostraron sorpresa ante ello, incluso se rehusaron a creerlo.

Abrí los ojos sorprendida al caer en la cuenta de ello.

—Entonces él no tenía cómo haber sabido que Tyler estaba muerto.

—Así es.

Ambos nos quedamos en silencio los siguientes minutos, en los cuales yo me imaginaba a Richard Grey amenazándolo o sobornándolo para que no abriera la boca sobre nada extraño que hubiera visto en las heridas e incluso en cualquier teoría que pudiera perjudicar a su hijo. Mientras hacía mi reflexión, el sonido de un mensaje nuevo llamó mi atención.

Lauren Davis:

Gracias a ti por todo, Haley, ni te imaginas cómo te lo agradezco.

No dudé en preguntarle de inmediato cómo le había ido.

¿Qué dijo el doctor? ¿Todo bien?

Nerviosa, observé la pantalla. Sentía cómo el corazón se me aceleraba, esperando una respuesta, y como esta no llegaba no pude evitar preguntarle lo que me estaba carcomiendo la cabeza.

¿Tyler o Steve?

Lauren aparecía en línea, pero no respondía. Mis ojos estaban fijos en la pantalla, y seguramente ni pestañeaba. Ahora estaba escribiendo para responderme, y yo estaba aguantándome la respiración. Necesitaba saberlo. Y justo en ese momento el mensaje llegó. Mis ojos observaban su respuesta, releyéndola una y otra vez, intentando que mi mente pudiera retenerla. ¿Sería cierto?

Unas lágrimas comenzaron a caer por mis ojos de inmediato. No era capaz de retenerlas, y mucho menos de limpiarlas. Su nombre se repetía como un disco rayado en mi cabeza. Sabía que Roy me estaba hablando, seguramente preocupado, pero yo volví a llevar los ojos al mensaje que seguía frente a mí.

Lauren Davis:

Steve.

(Tyler )

Había decidido hacerle una visita a April luego de darme cuenta de que Mark y Diana nunca dijeron a dónde se dirigían. Fernando no estaba en casa, James escuchaba música, perdido en sus pensamientos, Lauren y Steve seguramente se estaban enrollando, Marie charlaba con Martha y Haley ni daba señales de vida aún.

Así que, en conclusión, era la única persona que me intrigaba bastante y seguramente me entretendría por unas horas junto a ella. Al entrar a su casa su madre estaba colocando la mesa para cenar, y April estaba en su habitación escribiendo unos cuantos artículos para el anuario. Uno trataba sobre las ferias de distintas materias que se habían hecho este año, y el otro era sobre los bailes de los distintos cursos. En un momento, se escucharon unos golpes en la puerta, y April fue a abrir. Su padre, que debía haber llegado hacía un momento, la saludó cariñosamente para luego entrar, y esta cerró la puerta.

—¿Qué es eso tan urgente que tienes que hablar conmigo?

April le señaló la silla de su escritorio para que se sentara, y su padre así lo hizo. Y ahí comenzó, sin pensarlo dos veces.

—Es sobre Richard Grey —su padre iba a decir algo, pero se le adelantó—. Hay una manera de meterlo en la cárcel.

—April, ya hemos hablado de esto... —este iba a enderezarse, seguramente para salir de su habitación, pero esta se lo impidió.

—Albert Dickens tenía pruebas, papá, lo recuerdo.

—Tenías cinco años, ni sabes de lo que hablas.

—Tenía doce —le exigió cruzándose de brazos—. Y recuerdo perfectamente cuando este llamó a casa ese día para informarte de que iba a dejarte las pruebas al día siguiente, pero murió justo cuando iba en camino.

—¿Te has metido en mis cosas?

April se encogió de hombros.

—Eso no cambia los hechos.

Noté la tensión que andaba en el aire. El padre de April parecía muy enojado, y esta, por su parte, se mantenía firme.

—¿Vas a ayudarme?

—¿Ayudarte a qué? Tienes diecisiete años, April, tienes que entender que hay cosas que aún no comprendes del todo.

—¿Cómo qué? Porque creo entender perfectamente que hay personas que se quedan de brazos cruzados sabiendo lo que está pasando allá afuera y no hacen absolutamente nada.

Silencio. April se enrojeció, avergonzada. Lo que había dicho tenía una parte de cierto, pero eso no significaba que pudiera tratar a su padre de esa forma.

—Y ahí está mi punto, no entiendes que las cosas son más complicadas de lo que parecen.

—¡Pero si solo hay que meterlo en la cárcel! Hay pruebas a tu favor. ¿Cómo puede ser más complicado?

—¡Mucho! ¿No entiendes que quien lo haga correrá peligro? ¿Crees que esté dentro o fuera de la cárcel no va a hacerle miserable su vida a la persona que lo encerró ahí?

—Estoy dispuesta a correr ese riesgo.

—Pues soy tu padre y no voy a dejarte.

Ambos se observaban, esperando que uno finalmente se rindiera. Pero no fue así. La madre de April apareció en la estancia, pidiéndoles que terminaran ya con esto, que la cena estaba servida.

—No tengo hambre —se excusó, volviendo al ordenador para seguir trabajando con sus artículos.

La madre salió de la habitación soltando un suspiro, mientras que su padre se quedó ahí, observándola.

—Debes entender que arriesgándote estás llevando a todos los que quieres contigo —April dejó de teclear, pero sin darse la vuelta. Lo que decía su padre era cierto—. Todos soñamos con ser héroes, pero solo se puede ser uno cuando no tienes nada que perder.

Así fue como salió de la habitación, dejándola sola. Era cierto, aunque el fin al que querían llegar April, Lauren, Haley e incluso Roy eran buenos, había un riesgo muy alto. Y ese era el motivo que frenaba al padre de April. Su familia.

(Haley)

Sin pensarlo dos veces borré lo que había comenzado a escribir y también el párrafo de atrás. Seguía en la introducción del artículo. Ya tenía algunas notas para todo el contenido que había podido sacar de distintas entrevistas que integrantes del comité me habían facilitado, pero aún necesitaba un tema de fondo para plantearlas, y no estaba segura de cómo hacerlo.

Había llegado hacía unos minutos a casa, luego de repetirle por duodécima vez a Roy que estaba bien y que había comenzado a llorar porque había aprobado uno de los tantos exámenes, algo que al parecer se creyó. Pero ahora la llamada de April solo me había complicado más la cabeza. Saber que su padre no estaba dispuesto a ayudar me había angustiado, y no podía seguir escribiendo con la cabeza así.

Íbamos a tener que colarnos en la iglesia para robar la evidencia, y no me agradaba mucho la idea. Si me pillaban estaba frita, y el miedo por supuesto que no desaparecía de mi mente al pensarlo. La puerta del baño se abrió, y salió todo el vapor de la ducha caliente, con Marie envuelta en una toalla. Ni tuve que mirarla para comprobarlo, ya que la puerta del armario se abrió detrás de mí y oí cómo la toalla cayó al suelo. Intentando parecer concentrada en el artículo, me dispuse a escribir cualquier estupidez, pero Marie al terminar de colocarse el pijama se acercó hacia mí. Y sabía lo que iba a decirme.

—Simon me lo contó, lo siento mucho, Haley.

Apreté con fuerza el lápiz, intentando calmar todo ese peso que agolpaba mi pecho al recordar lo ocurrido en el almuerzo. Pero fue en vano, Marie colocó una mano en mi hombro, observándome fijamente, y yo no pude evitar que una pequeña lágrima se me escapara. Hoy habían pasado muchas cosas, de eso no me cabía duda, había llorado de impotencia, como también de alegría. Pero el hecho de tener el apoyo de mi mejor amiga, la cual había estado tan unida a Simon esta última semana, me había hecho preguntarme si volveríamos alguna vez a ser lo de antes.

—Si te sirve, yo también viví una situación similar —esta me sonrió, intentando apoyarme, pero yo no sabía qué hacer ni qué decir—. ¿Y te digo la ventaja que tienes? Que le has dado una paliza de puta madre a Simon, y puedes repetirla cuando te dé la gana.

Sin siquiera creérmelo, una carcajada salió de mi boca, y Marie también se puso a reír conmigo. Sentí cómo los brazos de Marie me envolvían, y no dudé en abrazarla también, y un sollozo se me escapó.

—Sé que te dije que no podíamos ser amigas si me mentías —iba diciéndome mientras me apretaba más hacia ella y yo seguía con los ojos cristalizados—. Pero creo que puedo hacer una excepción esta vez.

Sorprendida, retrocedí para ver su rostro, asegurándome de si hablaba en serio.

—Que conste que solo lo hago porque no me quedan más amigos, y con Simon no voy a hablar después de lo que te hizo.

Nuevamente volví a reír, sonriendo.

—Voy a contártelo todo, solo debes esperar unos días.

Esta asintió de acuerdo, y nuevamente volvimos a abrazarnos. Echaba de menos a Marie, más de lo que incluso imaginé. Tenerla de vuelta me hacía sentir segura, porque sabía que ella me defendería ante cualquier peligro. De eso no me cabía duda alguna.

Me desperté más temprano de lo usual, seguramente porque mi cabeza no había dejado de pensar en Tyler. No había llegado por la noche y no lo veía desde nuestro último contacto. De inmediato lo busqué por la habitación, y me lo encontré en el suelo, enderezándose.

—Tyler —susurré, ya que no quería despertar a Marie.

La mata de cabellos rubios se volteó hacia mí y nuestras miradas se encontraron. Pude ver en sus ojos que parecía preocupado.

—¿Dónde te metiste ayer?

—Yo... —no sabía si debía decirle lo que había sucedido con Lauren, pero en realidad Tyler estaba en todo su derecho de saberlo—. Es una larga historia.

Este se encogió de hombros, esperando que prosiguiera.

—Yo también tengo mucho que contarte —dijo, sonando incluso molesto—. Y es que... ¿Cuándo ibas a mencionar tu cumpleaños?

Quería responderle, pero me arriesgaba a que Marie se despertara, y no quería arruinar nuevamente todo lo que había recuperado con ella.

—Déjame vestirme y salimos —me quité de encima las sábanas, dejando ver la camisa de Tyler, que me quedaba como un camisón—. No te burles, la necesitaba para quedarme dormida mientras te esperaba.

Por supuesto el sonrojo apareció de todas formas, y Tyler no dudó en aumentarlo más.

—¿Entonces no puedes dormir tranquila sin mí?

No respondí, sino que caminé hacia el armario, donde saqué lo que Tyler me recomendó desde su lugar, para luego entrar al baño y darme una ducha.

«¿No puedes ser menos obvia?», me maldije interiormente.

(Tyler )

—¿Lista?

Haley asintió mientras amarraba bien los cordones de sus botines.

—Estaba pensando en no ir al instituto hoy. ¿Qué dices?

Aturdido, la observé con mirada interrogante.

—¿Quién eres?

Antes de responder se sirvió cereales con leche en un tazón, para luego fulminarme con la mirada.

—Necesitamos tiempo para atar cabos, Tyler, las elecciones se acercan.

—¿Y dónde quieres hacerlo? Aquí Roy va a mandarte al instituto, aunque tenga que amarrarte en el coche.

—Eso no es problema —Haley levantó su mano, dejando ver las llaves del departamento.

Solté una carcajada.

—Me sorprendes cada vez más, Haley Dickens —le hice una reverencia, a lo que está bajo la cabeza.

—¡Qué elogio! Y más aún de Tyler Ross, no sé qué decir.

Ambos sonreímos, y yo la observé embobado. Tenía que admitir que el hecho de haber conocido a Haley en esta situación era la única razón por la que incluso a veces le encontraba un sentido a todo esto. Aunque sonara absurdo, esa era la verdad.

Pero todo esto se quebró en el momento en que se escuchó un ruido detrás de nosotros. Mierda. No podía ser. Haley me echó una mirada de inmediato, dejándome notar que necesitaba ayuda, que no tenía ni idea de qué excusa darle. Pero yo estaba incluso peor que ella. Lo único que pasaba por mi mente era que estábamos perdidos. Porque mi hermano no iba a dejarlo escapar esta vez.

James estaba ahí parado. Sus ojos estaban fijos en Haley. Seguramente aturdido, pasmado, buscando una explicación racional para lo que había oído y visto. Pero no la había. ¿Cuánto había escuchado? No tenía ni idea. Pero sí estaba seguro de que lo suficiente para creer que Haley se había vuelto loca. Y no iba a permitirlo.

—Debes decírselo, no nos queda otra alternativa.

Sentí cómo Haley se preparaba para hablar, y yo rogaba en mi interior que James la creyera. ¿Podría?

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