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CAPITULO 54: Consuelo

(Haley)

—Cómo odio esto... —susurré en mi tercer intento de volver a tocar a Tyler, pero por supuesto no funcionó—. Esta vez duro más que la última, ¿no?

Tyler soltó una carcajada mientras se encogía de hombros.

—No conté el tiempo, Haley.

Estábamos ambos apoyados en el suelo del pasillo, junto a las taquillas del lado derecho. Después de que el abrazo terminara traspasando a Tyler y cayendo al suelo, ambos habíamos decidido quedarnos aquí. Por supuesto, lo siguiente que hicimos fue maldecirnos por haber perdido el contacto, y yo comencé a sonrojarme. Porque abrazar a Tyler de esa forma había sido bastante... en realidad no sabía cómo describirlo, pero sí me había dejado nerviosa. Muy nerviosa.

Y más aún con su beso en mi frente, y es que había creído que iba dirigido a otro lugar, pero ahora mismo en realidad se lo agradecía. No estaba segura de si iba a poder mirarlo a los ojos después de aquello. Ambos nos quedamos en silencio, y yo como una niña pequeña lo observaba de reojo, pero en el momento en que Tyler se daba cuenta desviaba la vista.

—Dilo —me dijo ya la tercera vez que me pilló, y me maldecí interiormente.

—¿Eh?

Tyler se giró hacia mí, con una sonrisa burlona.

—Sé que quieres decirme algo.

Nerviosa, centré la vista en un punto fijo, y el elegido había sido una taquilla que estaba a mi altura al otro lado del pasillo. Y con todo el valor que pude, hablé.

—¿Por qué fingiste que no lo conocías?

Tyler no respondió de inmediato, sino que desvió la vista de mis ojos y se centró en un punto fijo, igual que había hecho yo hacía unos segundos. Lo observé, esperando su respuesta.

—Él lo hizo conmigo. Luego de que me dijera que te quería a ti, nunca más hablamos ese año. Y para mí no fue difícil olvidarlo, no voy a mentirte.

—¿Quieres que me crea eso? —volqué los ojos, y Tyler al fin volvió a fijar su mirada en mí.

—Haley, yo... lo saqué de mi mente. No fingí no conocerlo, porque nunca lo hice realmente, solo estuvimos tres semanas juntos en un campamento, no fue nada.

No respondí, sino que pensé las palabras de Tyler. Él sostenía que Simon también había fingido no conocerlo, y, además, no había sido difícil sacarlo de su mente. ¿Podía ser cierto? Porque, sinceramente, para mí era imposible olvidar a una persona así de fácil, me resultaba incluso absurdo fingir no conocerlo.

—Además, pensé que no sería buena idea decírtelo. Te veía feliz con él, no quería arruinar su amistad con algo que ya había quedado en el pasado.

—Solo se acercó a mí para vengarse de ti, Tyler, eso no se llama amistad. En realidad no tengo ni la menor idea de cómo llamarlo —escondí mi rostro entre mis piernas, ya que no quería que Tyler me viera así de nuevo.

Ahogué un sollozo e intenté calmarme. Sabía que Tyler estaba sufriendo una pesadilla peor que la mía, y que comparado con su sufrimiento yo era un bebé llorón. Pero, sinceramente, no podía más, no tenía esa capacidad que tenía la mata de cabellos rubios de andar tranquilo, de reprimir todo ese dolor. Yo no era así. Y saber que toda mi amistad fue un engaño me había destruido. Más de lo que nunca hubiera imaginado.

(Tyler )

No sabía qué decir. Haley estaba escondida entre sus rodillas y yo estaba al frente de ella como un imbécil. Sus últimas palabras me habían dejado mudo, y es que... ¿Cómo le rebatía eso? Era cierto, Simon había comenzado su amistad con ella solo para vengarse de mí, pero si era así, ¿por qué seguir con la farsa hasta ahora?

—Estás equivocada, Haley —dije finalmente. Ella no levantó la mirada, pero sí se quedó quieta, esperando que prosiguiera—. Estoy muerto, por lo que su venganza debería haber terminado. Pero luego de morir siguió junto a ti, ¿no? Si él era amigo tuyo solo para vengarse de mí, ¿para qué seguir con la farsa cuando ya no estaba? —esta salió de su escondite, observándome—. ¿Lo ves? Quizás en un comienzo esa fue su idea, pero ahora mismo no lo es.

Haley se quedó un momento sin añadir palabra, hasta que por fin abrió la boca.

—No entiendo por qué lo defiendes.

Me encogí de hombros.

—No puedo culparlo cuando yo hice algo aún peor que él. Culpas a Simon por usarte como venganza hacia mí, pero eso nunca hubiera ocurrido si no me hubiera comportado como un capullo. Yo llevé a Simon a hacer lo que hizo.

Haley negó con la cabeza, acercándose hacia mí.

—Cada persona asume las responsabilidades de sus propios actos. No obligaste a Simon a vengarse de esa forma, él mismo lo decidió así.

No respondí, Me quedé observando sus ojos claros, intentando borrar esa mirada herida, triste, rota, quebrada... Podía ver ahí dentro que Haley estaba consumiéndose lentamente por todo lo que ocurría a nuestro alrededor. Y sabía que en cualquier momento iba a explotar y que yo no iba a poder hacer nada al respecto. Solo observar, como el estúpido fantasma que era.

(Haley)

Estaba en mi casillero intentando calmar mis nervios. El timbre había sonado hacía unos dos minutos y tenía que ir a Literatura. No quería ver a Simon, y el mero hecho de saber que iba a estar ahí aceleraba mi ritmo cardiaco de una manera impresionante. Mis piernas seguían intactas frente a mi taquilla, y no cedían. Siendo sincera, no tenía nada que hacer ahí más que dejar mi chaqueta, pero de todas formas mi cuerpo no se movía. Y la chaqueta ya estaba bien doblada de hacía minutos.

«¿Por qué no podía ser como ella?», me pregunté, observándola atentamente. Poder esconderme dentro de la taquilla y desaparecer, sin estar atada a ninguna responsabilidad. Solté un suspiro, echando una breve mirada a los estudiantes, que ya estaban desapareciendo del pasillo para entrar a clases. Y yo aquí.

En ese momento pensé la opción de saltarme la clase, así no veía a Simon. Y luego seguramente la profesora Torres se tragaría alguna excusa y no aprobaría haciendo algún proyecto. La idea era tentadora, pero por supuesto que se vio fallida al tener a Steve a mi lado. ¿Cómo lo sabía? Porque este se apoyó en mi taquilla y la cerró con su espalda, quedando su rostro justo al frente de mí.

—¿Lista? —su voz parecía animada, y podía ver un brillo en sus ojos que nunca antes había notado.

Y sabía que se trataba de la charla que había tenido con Roy, y eso me alegraba. Pero al mismo tiempo el nerviosismo volvió a mi interior. Yo quería escapar, saltarme Literatura, pero ahora iba a ser imposible con Steve frente a mí. Asentí al ver que este esperaba una respuesta, dando unos pasos alejándome de él, que tenía la vista fija en unas amigas de Lauren Davis, sonriéndoles. Y estas por supuesto que le respondieron de la misma forma.

—¿Han visto a Lauren? —estas negaron de inmediato, y dos de ellas se alzaron a preguntarle si la relación iba en serio—. Totalmente —noté que el tono de Steve había sido con menos entusiasmo y amabilidad—. Cuando la vean díganle que me llame.

—Claro.

—Por supuesto, Steve.

—No te preocupes, se lo diré.

Y así el grupo se despidió de este y algunas de ellas también de mí. Lo observé un momento, tenía la vista fija en el móvil, seguramente mandándole mensajes a Lauren. Envidiaba eso. Su relación era real, quizás en un comienzo me había equivocado con ellos, pero con lo que Tyler me había contado y con lo que vi en las pocas ocasiones en que los había visto juntos era más que evidente cuánto se querían.

—Lo siento —solté. Steve frunció el ceño, levantando la vista a mi dirección—. Por haberle dicho a todo el instituto sobre su relación, no era asunto mío.

Silencio, en el cual, incómoda, bajé la vista esperando una respuesta de su parte.

—Si no fuera por ti, seguiríamos escondiéndonos y no seríamos lo que somos ahora. No lo sientas, nos hiciste un favor —sorprendida, quise decir algo, pero Steve se enderezó de mi taquilla y caminó hacia mí—. Vamos ya, que no quiero perder la oportunidad de tener mi primer sobresaliente —solté una pequeña carcajada, caminando junto a él—. Por cierto, eso de ayudarte en el anuario puedo hacerlo en los entrenamientos con el equipo hoy. Primero voy a calentar unos quince minutos, luego diez de lanzamiento y ahí cuando empiecen a jugar voy a estar en la banca, así que ahí me preguntas lo que necesitas.

Y así empezamos a charlar, sin que nada fuera incómodo, lo que me sorprendió mucho. Aunque más de una vez Steve se perdía en sus pensamientos, respondiéndome la mitad de lo que quería, pero no dije nada. Sabía que tenía problemas, más de lo que podía imaginar en un chico como él. Y perderse en sus pensamientos era algo con lo cual yo personalmente también estaba familiarizada.

Llegamos a la clase tarde, y esperé que la profesora Torres hubiera faltado hoy, que sonara la alarma de incendio, que Steve tuviera una emergencia y pudiera largarme. O que simplemente Simon hubiera decidido desaparecer de esta clase. Pero ninguno de todos mis ruegos fue escuchado, ya que Simon estaba ahí, en primera fila, para ser exactos. Y mis ojos se clavaron en los suyos en el momento en que abrí la puerta, y pude ver en ellos una desesperación enorme, sabía que quería arreglarlo. Me quedé intacta en mi lugar, pero el cuerpo de Steve me empujó hacia adelante, seguramente para que yo me excusara con la profesora Torres sobre nuestro retraso.

—¿Se puede saber dónde estaban? —ambos nos mantuvimos en silencio—. ¿Haley? ¿Te sientes bien? —al decir mi nombre dejé de lado todo el tema de Simon, intentando calmar mi respiración y ser capaz de articular palabra.

Sabía que debía estar pálida, y seguramente las ojeras de toda la semana debían seguir intactas, por lo que aproveché la oportunidad.

—Steve me acompañó a la enfermería, no me siento muy bien.

La profesora Torres se me quedó mirando un momento, para luego asentir y dejarnos sentar en nuestros respectivos lugares. Noté la vista de Steve en mí, pero no le hice caso. Estaba en segunda fila, lejos de Simon, en la cual pude observar su espalda. Y aproveché para concentrar todo el odio que tenía hacia él en ese momento, dejando a mi cabeza decir internamente todo lo que me diera la gana sobre cómo me sentía.

Entre ello, los grupos fueron exponiendo al frente, pero no les tomé atención. En realidad, ni me di cuenta de cómo los minutos fueron pasando. Creí que Simon iba a darse la vuelta, y así ver mi fulminante mirada hacia él, pero no lo hizo. Se quedó en silencio y se bastó a dirigir sus ojos a la ventana.

—Haley Dickens, Steve Fox y Simon Adams, adelante —habló la profesora Torres, y Steve fue el único que se levantó de inmediato, y yo con todo el valor que pude también lo hice.

Simon le entregó a la profesora Torres el ensayo, para luego colocarse junto a nosotros, enfrente. No me miró, y el por qué lo hacía era evidente. Me conocía demasiado bien y sabía que observarnos solo iba a empeorar nuestro rendimiento en la presentación que debíamos hacer ahora. Y por primera vez en toda mi vida en esta situación hablar en público no fue mi mayor problema, sino mi última preocupación.

Las clases terminaron al fin, la presentación nos había ido bien. Steve solo explicó la mitad de la tragedia, Simon habló la mayor parte del trabajo contrastando la vida de hoy con esa, explicándolo todo bastante bien, y luego yo agregué una que otra palabra. Y es que en realidad lo único a lo que mi mente estaba atenta era a las chicas que nos observaban. La mayoría iban alternándose entre Simon y Steve, soltando una carcajada cada vez que alguno de los dos decía o hacía algo gracioso, a lo que yo me mantenía en silencio, ya que sinceramente explicar la trágica muerte del protagonista y varios personajes más no era algo que debiera causar risa, ¿no?

Volví a concentrarme en llegar a mi casilla lo más rápido posible, mientras los recuerdos de ese primer día de clases venían a mi mente una y otra vez. Recordaba a Tyler hablándome cariñosamente, chocando hombro con hombro, su tacto al despedirnos y finalmente el día siguiente en el cual parecía que nunca nos hubiéramos conocido. Me dolía saber que todas esas suposiciones que había sacado en realidad nunca habían sucedido porque mi mejor amigo las había arruinado.

Llegué a mi taquilla dispuesta a desaparecer de inmediato hacia casa, pero al ver a Kyle pasar junto a mi dirigiéndome una fugaz mirada recordé que habíamos quedado en el gimnasio, por lo que no dudé en encaminarme hacia ahí. Por el camino pude ver que April hablaba con Mark amigablemente, lo que me extrañó bastante, pero al mismo tiempo una sonrisa inevitable se plantó en mi rostro. Sentí que un móvil comenzó a sonar y miré a mi alrededor para ver de quién era, pero al notar que las miradas de mis compañeros se dirigían a mí me di cuenta de que se trataba de mi propio teléfono. «¡Malditos celulares con el mismo tono de llamada!», maldije mientras rebuscaba en mi cartera. Al ver de quién provenía la llamada una chispa de esperanza creció en mi interior. Aaron Grey. Contesté enseguida.

—Aaron.

—¡Haley! ¿Cómo estás? —este intentó parecer amigable, pero por una extraña razón sentí que no era así, que algo le sucedía, así que no le hice caso y fui directa al grano.

—¿Estás bien?

—¿Eh? Sí, estoy perfectamente.

Me quedé un momento en silencio, sin saber qué decir, y es que estaba segura de que me estaba mintiendo, que algo le sucedía. Y al parecer Aaron lo notó, ya que soltó un suspiro y continuó.

—He estado algo ocupado estos días. Siento cómo me fui la última vez.

—No pasa nada.

En realidad, sí que pasaba, no entendía aún por qué se había comportado de esa forma al conocer a mi madre.

—Mi padre me tiene encerrado en casa para que no haga ninguna tontería —me dijo para quebrar el hielo—. Y necesitaba un respiro.

Esta era mi oportunidad.

—¿Quieres salir? Así te despejas.

Aaron titubeó algo nervioso, y yo rogaba en mi interior que accediera. Y así lo hizo.

—Me encantaría. ¿Hoy después de clases?

Hice una mueca. Ya había quedado con Kyle, y además necesitaba tiempo para escribir el artículo para el anuario sobre los Red Dragons.

—¿Puedes mañana? —dije levantando la vista y fijándome en Kyle, quien estaba ya de camino hacia el gimnasio, unos metros más adelante.

La voz de Aaron me hizo volver a concentrarme en nuestra conversación.

—Claro, claro, perfecto.

Luego de intercambiar unas cuantas palabras más corté la llamada y me dispuse a seguir mi camino. Los pasillos ya se estaban despejando, y la mayor parte de la gente estaba en el estacionamiento. Así que si alguien estaba siguiéndome iba a ser fácil darme cuenta de ello. Tenía que admitir que por primera vez durante estos casi dos meses junto a Tyler estaba segura de que lo que fuera a decirme Kyle no iba a superar el hecho de que mi amistad con Simon fuera una venganza hacia Tyler. Y eso me reconfortaba.

(Tyler )

Estaba en el estacionamiento esperando a Haley, quería saber cómo había llevado las siguientes clases, pero al parecer o ya se había ido a casa o estaba ocupada dentro del instituto, ya que aún no había salido. Mientras tanto fijé la vista en Mark y April, quienes charlaban junto a mi motocicleta. Sin pensarlo dos veces me encaminé hacia ellos, intrigado. ¿Por fin iban a ser novios? Pero al parecer la conversación era totalmente lo contrario de lo que me imaginaba, porque ambos estaban discutiendo.

—Debes mantenerte al margen —mi hermano tomó el casco, pero April se lo arrebató de las manos—. Haz caso a tu padre.

—No voy a hacerlo, ya te lo he dicho diez veces hoy —esta le apuntó con el casco, haciendo retroceder a Mark—. ¡Y no metas a mi padre en esto! —gritó furiosa, llamando la atención de varios estudiantes.

Este sonrió de lado, acercándose a ella lentamente, pero April no cambió su expresión enfurecida.

—Es peligroso, podrían hacerte daño...

—Lo sé, y estoy dispuesta a ello para lograr hacer justicia de una vez por todas.

Tenía que admitir que April me impresionaba cada vez más. En un comienzo había creído que algo oscuro había detrás de ella, que quizás escondía algún secreto como la mayoría, pero no era así. Simplemente tenía un alto deber cívico a su ciudad y quería hacer justicia, incluso aunque el precio fuera demasiado alto. Perdido en mis pensamientos, la voz de Mark me hizo volver a la realidad.

—No voy a dejarte —noté que su voz había sonado quebrada, pero este carraspeó, intentando mantener la compostura—. Ya perdí a Tyler, y ahora no aguantaría perder a otra persona que quiero.

April, que seguía con el rostro enfurecido, lo suavizó, mirando a Mark atentamente, seguramente asegurándose de que sus palabras significaban lo que ella creía. Y así era. Mark estaba enamorado de April y eso no podía negarlo. «¿Y tú, Tyler? ¿Estás enamorado?». ¿Yo? Imposible.

(Haley)

—No hay nadie, Kyle —volví a repetir desde el primer escalón de las gradas, mientras este daba vueltas por el gimnasio, nervioso, y su silla de ruedas resonaba entre las cuatro paredes y producía en mí un sonido muy desagradable que me estaba sacando de quicio.

Por supuesto que no me hizo caso y siguió con lo mismo, sin tomarme atención. Y ya cuando revisó cada centímetro de todo el lugar se acercó hacia mí sin quitar la vista de las tres puertas que había dentro. Lo observé atenta, intentando hacerme una idea de qué se podría tratar todo eso.

—Bien, ahora podemos hablar tranquilos —dijo, nervioso, sentándose a mi lado.

Como no comenzó a hablar, enarqué una ceja en su dirección.

—Me estás asustando, Kyle.

—Lo siento, lo siento, es que... —este volvió a observar a su alrededor, lo que me hizo soltar un suspiro frustrado.

—Kyle, no hay nadie.

—Hay que estar atento, nunca se sabe —este iba a mover su silla de ruedas para ir a chequear de nuevo, pero no lo dejé.

—¡No hay nadie, dime de una vez qué sucede! —le grité, y es que todo lo que había sucedido hoy con respecto a Simon todavía lo tenía revoloteando en mi cabeza. Kyle me observaba con los ojos abiertos—. Perdón, no dormí bien anoche.

Este asintió, quedándose en su lugar.

—No pasa nada, lo siento, yo... lo siento —al finalizar se pasó, cansado, una mano por el cabello oscuro, sonriéndome—. ¿Estás bien?

Asentí, desviando la vista de sus ojos.

—Dime qué sucede, Kyle.

No respondió de inmediato, lo que me hizo creer que se había dado cuenta de que mi mal humor tenía que ver con Tyler. Pero no fue así. Se colocó muy cerca de mí, sabía que lo que fuera a decirme no tenía que oírlo nadie, así que coloqué mi oreja más cerca.

—Me amenazaron —me susurró. No dije nada, sino que me guardé mi sorpresa, reprimiéndola en mi interior—. Vino un hombre a decirme que si abría la boca con respecto al accidente iba a hacerle daño a mi familia.

Nerviosa, no sabía qué decir. Me había quedado en blanco. Sabía que de alguna u otra forma habían hecho callar a todos los presentes en el coche de Tyler, pero nunca me esperé que fuera tan fuerte.

—Kyle... lo siento mucho —pude decir, rompiendo el silencio que nos había envuelto por unos minutos.

Lo observé, y caí en la cuenta de que sus ojos seguían puestos en cada entrada del gimnasio, asegurándose de que nadie estaba escuchando nuestra conversación.

—No sé qué hacer, le había prometido a Tyler que íbamos a meterlo en la cárcel. ¿Y ahora qué? ¿Voy a tener que mirar cómo ese maldito sale ileso de todo esto?— noté que sus ojos empezaban a cristalizarse y no tenía ni idea de cómo reaccionar.

—Tyler lo entenderá. Es tu familia, Kyle, debes protegerla —le acaricié la espalda intentando consolarlo, pero este se llevó las manos al rostro.

—Me lo quitó todo... ya no sé qué voy a ser en la vida, ya no sé cómo voy a sacar a mi familia adelante, ya no sé cómo voy a seguir de novio cuando ni puedo ser uno por completo. ¡Ya no sé ni quién mierda soy ahora! Mírame, ni puedo mantenerme en pie, soy inútil —dijo más fuerte de lo que seguramente pretendía—. No es justo, no es justo, ¡No es justo! —repetía una y otra vez.

No sabía qué hacer. No sabía qué decir. Aún estaba intentando asimilar todo lo que estaba sucediendo. Kyle seguía con las manos en su rostro, seguramente escondiendo las lágrimas de mí, y yo por mi parte seguía con la boca abierta, los ojos brillantes y la mirada perdida, sin saber aún cómo reaccionar. Hasta que al fin pude decir algo.

—Sea ahora o en un futuro pagará todo lo que ha hecho, solo tienes que tener fe en ello.

Kyle levantó su rostro, dejándome ver una leve sonrisa de su parte, pero en cierta forma logró tranquilizarme. La siguiente palabra que salió de su boca, aunque fuera tan repetible en mi vida y de tan poca redundancia diariamente, en ese momento fue totalmente lo contrario.

—Gracias.

Sonreí. Porque sabía que en el fondo Kyle estaba viviendo un infierno, y que se tomara la molestia de agradecerme unas simples palabras de apoyo me dejaba claro que era una excelente persona, fuese cual fuese la situación en la que estábamos.

(Tyler )

Luego de esperar a Haley unos minutos seguí a Marie a casa. Esta había estado enfurecida la mayor parte del camino, pero no le di mucha importancia. En ese momento estaba perdido en mis pensamientos. Especialmente en Mark, que luego de haber soltado a April que la quería se había excusado, nervioso, y desapareció con mi motocicleta sin dejar a April pronunciar ni una sola palabra. Y yo maldecí en voz alta: «¿Por qué no aceptaba de una vez por todas que estaba enamorado de ella?». «Por la misma razón que tú, orgulloso». «¿Orgulloso?», despejé mi mente siguiendo a Marie hacia su habitación, intentando concentrarme en lo que estaba pasando a mi alrededor. Marie había tirado la mochila a su cama sin siquiera mirar, por lo que el grito lastimero de James fue una total sorpresa para ella, que saltó del susto.

—Mierda, James, ¡¿qué haces aquí?! —pudo decir con los ojos abiertos de par en par.

Mi hermano tomó con una mano la mochila, para luego tirarla con fuerza a la pared, sin despegar los ojos de la castaña. Y ahí caí en la cuenta de lo que estaba pasando.

—Sabes, llegué a casa hace unos cinco minutos y Martha me preguntó si había visto un CD tuyo, que había desaparecido, y le respondí que no. Por un momento llegué a creer que era la grabación, pero estoy seguro de que lo tienes muy bien guardado y no debo preocuparme por nada —este soltó una carcajada, levantándose de la cama. Marie se quedó quieta y James se acercó a ella, acariciando su cabello y colocándoselo en la posición correcta—. Porque eso es, ¿no? Una completa tontería, ya que estoy seguro de que no fuiste tan estúpida de perderlo.

Tenía que admitir que ver a James así me hacía recordar que adoptaba la misma expresión cuando le robaba dinero y ya me lo había gastado. Él me preguntaba si había sido así espeluznantemente tranquilo, ya que muy dentro de él sabía la verdad. Y sabía que cuando escuchara las palabras siguientes de Marie iba a explotar como un volcán en erupción. Esta soltó un suspiro, alejándose unos cuantos pasos, resguardándose junto a la puerta que daba al pasillo.

—Yo... eh, mira, solo lo perdí de vista —esta le sonrió, creyendo que de esa forma seguramente iba a calmar a James—, pero está seguramente en mi habitación, solo debo buscar bien..., pero tú no te preocupes.

Mi hermano no tardó en responder, observándola fijamente.

—Marie, ¿dónde mierda está? —no hubo respuesta, y James no dudó en acortar la distancia que los separaba—. No me hagas repetírtelo.

—Yo...

—¡¿Dónde está, joder?! ¡¡¡¿DÓNDE MIERDA ESTÁ EL PUTO DISCO, MARIE?!!!

—gritó con el rostro enrojecido.

Marie desvió la vista al suelo, sin saber qué decir, mientras que James esperaba con la respiración acelerada que abriera la boca.

—Lo siento —susurró.

James volcó los ojos.

—¡Lo perdiste! —le apuntó totalmente cabreado. Al parecer mi hermano había tenido la leve esperanza de que todo esto se tratara de una broma de mal gusto, pero no era así—. Dime a qué estás jugando, Acuña, porque si es cierto voy a matarte, eres una imb...

—Lo busqué estos últimos días, ¿vale? Alguien lo debe haber tomado —ya había alzado la vista hacia este, lanzándole una mirada que reflejaba claramente que no iba a dejarlo insultarla—. ¡Y me gritas una vez más y yo misma voy a ir donde Mark a decirle lo que sabemos! Joder, tranquilízate.

Esta empezó a caminar de un lado a otro, cruzando los brazos, mientras que James aún seguía en la misma posición, sin moverse.

—¿Cómo quieres que lo haga cuando esa cinta puede meter a mi hermano en la cárcel en cualquier momento? —su voz había sonado débil, incluso quebrada, lo que provocó que Marie se detuviera y lo observara atenta.

—Voy a encontrarla, nadie va a meter a tu hermano en la cárcel. Confía en mí.

—Claro, por supuesto —ironizó volcando los ojos—. ¿Es que te volviste loca creyendo que voy a hacerlo? Ahora vas a escucharme atentamente —le apuntó—. Busca ese disco y lo dejas en mi habitación, como si nada de esto hubiera ocurrido, ¿bien?

Marie respondió afirmativamente, y lo siguiente que sucedió fue un portazo de James que debió de haber resonado por toda la casa. Marie, por su parte, se tiró sobre la cama de un salto, apretando con todas sus fuerzas la almohada. Necesitaba encontrar el disco lo antes posible.

(Haley)

Roy me había mandado un mensaje por si estaba en casa luego de la charla con Kyle. Por supuesto que le di la excusa de que iba en camino para no preocuparlo, y este se la creyó. No quería hacerlo, pero debía. El comité periodístico contaba con mi artículo, y si quería tenerlo listo para el viernes debía asistir a los entrenamientos del equipo. Rogaba, en mi camino hacia la cancha, que Simon no estuviera presente, que luego de todo lo que ocurrió en el almuerzo hubiera decidido darse la tarde libre. Pero, como siempre, mis ruegos fueron en vano. Me adentré por las gradas, desde donde había una vista perfecta de todo el equipo calentando, que en ese momento se habían quitado los cascos, dejándome claro quién era cada uno.

El cabello oscuro de Simon se movía de un lado a otro, bastante rápido. Por su lado, Steve estaba en el suelo haciendo unos movimientos con el tobillo. Observé también a las animadoras, que usaban una esquina del césped para coordinar sus pasos de baile, y busqué entre ellas a Lauren, que para mi sorpresa se encontraba ahí presente. Recordaba su episodio en la enfermería y me había quedado bastante claro que la enfermera iba a mandarla directa a casa, pero no fue así.

Saqué mi cuaderno de notas para tomar apuntes de lo que veía desde mi lugar, sabía que tenía que ir a hablar con algunos del equipo e incluso con el entrenador, pero con lo nerviosa que estaba lo mejor era dejarlo para mañana. Primero intenté despejar mi mente y no mirar a Simon, ya que así mi nerviosismo quizás podría calmarse. Luego me dispuse a concentrarme e intentar ver más allá del simple calentamiento: los tratos, las amistades, el esfuerzo, las burlas, los sentimientos, etc., porque sabía que detrás de un equipo había varias cosas más importantes que el hecho de que ganaran la mayoría de los partidos en toda la temporada.

En mitad de la tercera hoja que rellenaba sobre todo lo que veía, escuché que alguien gritaba a mi dirección. Levanté la vista intentando ver quién era y qué decía.

—¡Ei, Haley! —fijé mi vista en el entrenador Whitey, que movía sus manos hacia arriba, llamándome—. Ven aquí —este me hizo señas para acercarme y, dudosa, le hice caso.

Llevé todo lo que tenía encima y bajé las gradas con cuidado de no tropezar, ya que me había quedado clarísimo que era el centro de atención en ese momento. Al llegar junto a él le sonreí a medias, intentando no cruzar mi mirada con Simon, y al mismo tiempo calmando mi corazón, porque sentía que iba a salir de mi pecho en cualquier momento.

—¿Y bien? —me dijo el entrenador, observándome intrigado. Desvié la vista de él, verificando que todo el equipo tenía los ojos puestos en la escena, y al parecer Whitey lo notó justo ahí—. Los cotillas no jugarán el viernes. ¡Chicas, concéntrense en calentar o les juro que durante el partido en vez de jugar van a animar!

De inmediato todos los ojos curiosos volvieron a lo suyo, dejándonos privacidad. Y ahí fui capaz de abrir la boca.

—Escribo el artículo del anuario del equipo.

—¿Y?

Este tenía las cejas levantadas y los brazos cruzados, esperando una respuesta de mi parte, y yo, nerviosa, tartamudeé.

—Necesito tomar notas.

Si hiciera una encuesta de qué profesor era el más intimidante de toda la escuela, el entrenador Whitey arrasaba con todos, porque su mirada afilada hacía sentir como jalea las piernas de cualquier estudiante.

Asintió ante mi respuesta y me hizo señas para que me sentara en la banca que había a su lado, dejándome frente a frente del equipo. Todos los chicos estaban a unos metros calentando, se lanzaban el balón en parejas, mientras hablaban entre ellos, muy lejos para que mis oídos pudieran escuchar algo. No me di cuenta cuando Whitey se acercó un momento hacia mí, dejando la nota a la mitad.

—Cuando lo lea espero ver exactamente lo que ves ahora, sin cintas ni flores —extrañada, me mostré de acuerdo. Eso mismo me había dicho April, por lo que no era un problema—. Desde cómo se rasca el culo Clarkson cada tres minutos hasta el pedazo de imbécil de tirano que tienen de entrenador. ¿De acuerdo?

Sonreí, aunque en realidad estaba más bien sorprendida por sus palabras. Y así fue como me mantuve ocupada escribiendo todo lo que veía: cuántos minutos hacían esto, cuántos hacían lo otro, en qué consistía su descanso, si había malas relaciones entre jugadores y cómo lo estaban llevando los jugadores que ya habían vuelto a integrarse luego de recuperarse de sus respectivas lesiones por el accidente.

Estos jugaban muy concentrados, sin perder el tiempo hablando con sus compañeros, cada uno con lo suyo. Sabía que al igual que Kyle, ellos también estaban siendo amenazados. Y lo peor era saber que no podía hacer nada al respecto, ni para ayudarlos a ellos, ni para ayudar a Tyler.

(Tyler )

Nuevamente me sentí plantado por Haley al ver que no llegaba a casa, y por supuesto Roy llamaba cada cinco minutos desde el trabajo para preguntarle a Martha si al menos se había dignado a llamar a casa. Pero no lo había hecho. Enfurecido, volví a darme la tercera vuelta en casa, porque un miércoles no era un día muy interesante aquí. James estaba encerrado con la música bastante fuerte en su habitación y Mark por supuesto que ni había llegado aún. Marie estaba en el jardín dando vueltas y el pequeño George, en realidad, no tenía ni la menor idea de dónde se había metido. En resumen, nada fuera de lo normal. Sí, costaba creerlo.

Aburrido, di vueltas por las habitaciones de todos, entre ellas la de Roy, en la cual había una foto en la mesilla en que salían él y Anna, sin olvidar unos cuantos trofeos de fútbol americano. Me quedé ahí dando un vistazo a cada uno, y en el momento en que la habitación ya se volvió aburrida me fui de ahí para entrar en la de Fernando. Era la habitación más grande de la casa, muy amplia y por supuesto con todo perfectamente puesto en su lugar.

No entraba a ella desde hacía unos días, pero en realidad nunca había tenido la curiosidad ni el tiempo para echarle un vistazo. Primero fui mirando las fotografías que había en la pared frente a la cama doble. Y me sorprendió bastante la cantidad de fotos que tenía de nosotros, de cuando éramos pequeños y también de cuando íbamos creciendo. ¿Las habría puesto luego de que muriera?

Debía ser así, porque cuando estaba vivo estaba seguro de que nunca las había visto. Y en cierta forma el mero hecho de saber que Fernando había cambiado cuando ya no estaba me hacía pensar que si no hubiera ocurrido el accidente él nunca habría tomado las riendas como lo había hecho ahora. Esto me deprimió. Iba a irme de su habitación, pero el teléfono fijo de casa empezó a sonar, y no dudé en acercarme a él. Estaba junto a su escritorio. La llamada era de Roy, nuevamente.

No pude evitar sonreír, Roy realmente se tomaba en serio lo de cuidar a Haley. Cuando la llamada fue contestada, seguramente por Martha, y el teléfono terminó de sonar, un papel que había al lado llamó mi atención. Reunión con A. Miércoles a las 4:40 pm, cementerio.

De inmediato eché un vistazo al reloj que había en el teléfono. Marcaba las 4:20, por lo que, sin dudarlo, salí de casa corriendo. A correspondía a Alicia, y no iba a perderme esta conversación, porque sabía que con esta iba a poder entender el pasado que tanto lío me provocaba en la cabeza.

No me demoré mucho en llegar, ya que, adentrándome de auto en auto, fui avanzando de corrido, y llegué bastante rápido. Sabía que me había pasado de la hora, pero con solo ver el coche de Fernando estacionado justo a la altura de mi tumba no fue difícil encontrarlos. Ambos estaban ahí, Fernando de etiqueta y Alicia con un vestido blanco hasta las rodillas, bastante recatado. Llevaba el cabello amarrado, y dos perlas relucían en sus orejas, dándole luz al rostro. Llegué a ellos de inmediato y por fin pude escuchar de qué hablaban.

—¿Recuerdas ese día que me mandaste un mensaje de voz? —le preguntó Alicia, nerviosa.

Ambos estaban bastante separados el uno del otro. De hecho, ni se miraban, sino que tenían la vista fija en mi tumba. Fernando asintió.

—Había pensado que nunca lo escuchaste.

—Lo hice, pero pensé que con todo lo del accidente solo buscabas una forma de ponerme de tu lado. Nunca te había agradado Richard, y creí que lo habías inventado para alejarme de él.

—Nunca te había mentido, Alicia, lo sabías —le espetó, sonando más duro de lo que seguramente quería—. Lo siento.

Ambos se quedaron en silencio un momento.

—Estaba embarazada y Richard se veía tan cercano conmigo esos últimos días que no pude hacerlo —susurró, cruzando los brazos.

Fernando asintió, encaminándose a un banco que había a unos metros, y Alicia, dudosa, lo siguió hasta ahí. Cuando ambos se instalaron yo esperaba atento alguna respuesta a todo esto.

—¿Por qué ahora?

Tenían la mirada fija uno sobre el otro, y fue Alicia la que al parecer no lo soportó más, y rompió el contacto.

—Encontré una foto de Anna entre sus cosas —sus ojos brillaron, demostrando en ellos el dolor que sentía—. Era de joven, ambos estaban en una casa de campo donde luego fui junto a él unos meses después del accidente.

Fernando soltó una maldición.

—No es tu culpa —esta le cogió la mano con cariño y Fernando le apretó—. Es mía, yo no quise ver la verdad —nuevamente se produjo un silencio, en el cual Fernando se había perdido en sus recuerdos y Alicia, en cambio, lo observaba atenta—. Ibas a decírmelo esa noche, ¿no? —Fernando volvió en sí, y sin abrir la boca asintió.

Alicia no pudo evitar que las lágrimas comenzaran a caer por sus ojos, llevándose una mano a la boca para evitar un grito ahogado.

—Todo el accidente, todo lo que ocurrió...

Fernando ahora le tomó ambas manos, intentando calmarla. Y ahí caí en la cuenta de a qué se refería. Fernando, en el momento del accidente, iba a casa de Alicia para contarle que su marido había dejado embarazada a Anna. Pero chocó contra mi madre y la mató.

—Estaba furioso, necesitaba llegar de inmediato para matar a ese maldito imbécil y llevarte conmigo, me salté un semáforo en rojo y ahí todo se desmoronó —Alicia intentó zafarse de su agarre, pero Fernando le tomó el rostro, hablándole seriamente—. Pero fui yo, no tú, quiero que te quede muy claro.

Después de un momento en que Alicia se tranquilizaba Fernando pudo quitar las manos de su rostro y volver a su lugar. Así pasaron unos cuantos minutos en que ambos no dijeron nada, y yo estaba ahí parado esperando saber más. Me salté un semáforo en rojo y ahí todo se desmoronó. Sabía que con ello se refería al accidente con mi madre, dejando claro por qué se culpaba de él. Fernando había sido el culpable, él se había saltado el semáforo, y con esta decisión precipitada había acabado con una vida. La vida de mi madre, exactamente.

—Es el mismo día de las elecciones, ¿no?

Fernando negó, mientras que yo, intrigado, no entendía a qué se refería exactamente.

—El sábado, aunque fue entre las once y doce. Natalia dio a luz unos minutos antes y Anna justo pasado.

¿Qué? No entendía ni una mierda.

—Es Haley, ¿no? —Fernando asintió—. Me alegra que hubiera sobrevivido al accidente, al igual que Tyler.

No podía ser. Ahí caí en la cuenta de que Fernando y mi madre no habían sido los únicos adultos que habían estado presentes en el accidente, sino que Anna también. Seguramente debió haber ido en el coche con Fernando. Y también había otra cosa, que Haley había nacido, al igual que yo, a raíz de un accidente. ¿Sería esa la explicación de que estuviéramos unidos ahora?

(Haley)

Nuestro equipo estrella, los mejores de Chicago, los grandiosos Red Dragons, los increíbles rojos. Con solo verlos podemos deducir que son chicos bien entrenados, con un buen cuerpo para el fútbol americano, que saben las jugadas y corren rápido, que arrasan con sus contrincantes. Grandes jugadores que nos han entretenido más de una ocasión con sus innumerables victorias.

¿Pero han visto más allá de la camiseta roja con un número blanco en la espalda? ¿Han indagado más allá del casco que les cubre el rostro? ¿Creen ser capaces de diferenciarlos en el campo? Dentro del equipo hay veinte jugadores, de los cuales solo once entran al campo a jugar. Solo siete de ellos son de último año, tres de penúltimo, dos de primero y ocho de segundo.

Todos adolescentes, quienes...

Escuché unos gritos al otro lado del campo, lo que provocó que me quedara en mitad de la oración. Provenían del equipo de animadoras.

—¡Me importa una mierda! —se escuchó. Esa voz la reconocí, era Lauren.

Cerré de inmediato el cuaderno para levantarme e ir corriendo hacia ahí. Había un círculo de chicas, y ni me importó empujarlas hacia los lados para poder ver qué estaba pasando.

—No sé qué te sucede, pero estamos hartas. ¿Qué te sucede, Lauren? —esa voz era de una de sus amigas—. Ya ni apareces, llegas tarde, no le das explicaciones a nadie. ¿Y qué pasó ahora? ¿Se te olvidó que teníamos práctica?

La observé. Estaban frente a frente, con el ceño fruncido y sin vestir el uniforme. Hubo un silencio, en el cual todas esperaban una respuesta de su parte.

—Nadie me dijo que hoy nos quedábamos —susurró.

—¿Y qué estás haciendo aquí, entonces?

Noté que sus ojos se desviaron en un lugar exacto: el equipo de fútbol americano. Al darle un leve vistazo la mayoría estaba observando a esta dirección. No tuvo que decir nada para que su amiga volviera a hablar.

—Quería decírtelo en privado, pero no me dejas opción. Con todo el equipo decidimos que estás fuera —su voz podía sonar triste, pero no era así.

Lauren se quedó perpleja durante un momento, sin emitir respuesta.

—¿Así que aquí acaba? —esta sonrió hipócritamente—. Lo he dado todo en este equipo, saben que sin mí no van a llegar ni a las estatales —les apuntó a cada una, y cuando reparó en mí se quedó un momento con los ojos puestos en mí, para luego volver con su amiga. Al ver que ninguna respondió, esta volvió a hablar—. ¿Pero saben qué? Me importa una jodida mierda, porque todas ustedes son unas superficiales que solo piensan en ustedes mismas.

Varias se miraron entre ellas, soltando carcajadas burlonas, lo que hizo enojar aún más a Lauren.

—¿Nos lo dices a nosotras? ¿Con qué cara? —saltó otra, que estaba segura de que también era parte de su grupo de amistades—. Solo mírate, te acabas de describir a ti misma.

Ante esa opinión, varias más dieron un paso adelante, dando su consentimiento junto a esta. Y Lauren se mantuvo con los labios cerrados, perpleja.

—¿Superficiales? ¿Te has visto al espejo?

—Bromeas, ¿no? Eres el estereotipo de superficialidad.

—Tiene que estar loca.

—Muere Tyler y por temor a quedarte sola corres en brazos de su mejor amigo. Das lástima.

Oh, no. Lauren al escuchar a esta última no dudó a acercarse a ella peligrosamente.

—¿Qué has dicho? —le encaró con ese tono de voz que podía hacer retroceder a cualquiera.

Pero la chica no se inmutó, sino que cruzó los brazos, desafiante.

—Que eres una puta —soltó sin inmutarse.

Y justo en el momento en que Lauren iba a saltar sobre ella para darle su merecido no dudé en adentrarme.

—Lauren, ¿vamos? Nos están esperando —sabía que mi voz había sonado temerosa y débil, pero al menos había dado resultado, ya que esta desvió su vista hacia mí, dejando a la chica libre de su posible muerte.

Esta volvió a encarar a la chica, pero en vez de golpearla solo habló.

—Vuelvo a escuchar una mención de Tyler o Steve y te doy mi palabra de que seré una puta con la que desearás no haberte metido. ¿Te quedó claro?

Todas estaban con la boca cerrada observando a ambas. La chica solo asintió, y es que incluso a mí un escalofrío me recorrió por la tensión y el tono de las palabras que había dicho. Y justo entre el silencio la voz de Steve se escuchó a lo lejos.

—¡Voy a ver a mi novia le guste o no!

Lauren de inmediato lo buscó en la cancha, y lo encontró corriendo en nuestra dirección, cojeando. La voz de Whitey se escuchó como respuesta.

—¡FOX, NO CORRAS, TU MALDITO TOBILLO. POR EL AMOR DE DIOS!

Las animadoras estaban ahora todas mirando en esa dirección, observando, al igual que yo, cómo Steve alcanzó a Lauren preocupado, preguntándole seguramente qué había ocurrido. Y esta, de manera rápida, dijo unas palabras, negando con la cabeza, dejando a Steve ahí pasmado, sin seguirla. Sin pensarlo dos veces me encaminé hacia él, con el ceño fruncido, pero este pasó de mí y se dirigió a las animadoras.

—¿Qué diablos ocurrió?

No tenía interés por ver qué decían sobre lo ocurrido hacía un momento, mi mente estaba muy ocupada decidiendo si seguir a Lauren o seguir tomando notas con los Red Dragons. Observé mi libreta de notas, y al recordar todo lo que acababa de pasar sin dudarlo me enderecé, siguiendo el mismo camino que Lauren. Tenía que asegurarme de que estuviera bien y de que no se hiciera daño.

Pensé que podía estar en el vestuario, pero no. Luego entré a un par de baños más, ya que seguramente podía estar llorando en ellos. Pero no fue así. En cambio, al llegar al estacionamiento, pude ver su Audi plateado en el lugar de siempre, y dentro de él estaba Lauren. Pude ver que estaba llorando desconsoladamente. Golpeaba el volante de vez en cuando, y más lágrimas seguían cayendo por sus mejillas.

Yo me quedé ahí quieta, observándola. Se veía tan... real. Lauren siempre había parecido una chica con la vida perfecta, nunca pasó por mi mente que sufriera de alguna u otra forma. Tenía padres, tenía dinero, tenía amigos y tenía novio. ¿Qué más podía pedir para un adolescente?

Pero no era suficiente. En realidad, ninguna de esas cosas lo era si no tenía un sentido. Podías tener padres, pero ellos podían pasar de ti. Podías tener dinero, ¿pero este compraba tu felicidad? Podías tener amigos, pero podían no serlo verdaderamente. Y podías tener novio, pero como en este caso, era más bien solo para aparentar. A fin de cuentas, todo lo que creía de Lauren era una fachada. Ahí tenía frente a mis ojos a la verdadera, a la real.

Justo en ese momento levantó la vista, fijándose en mí. Pensé que iba a prender el motor y escapar, que iba a avergonzarse e iba a escapar de mí. Pero eso no sucedió. Lauren, en cambio sonrió, aunque más bien fue bastante leve y fugaz, pero eso me dio permiso a acercarme hacia su coche, sabiendo que ella lo quería así. Abrí la puerta del copiloto, dudosa, y me adentré. La respiración entrecortada de Lauren se escuchaba, y yo no tenía ni idea de qué hacer.

Se llevó las manos al rostro, intentando limpiarse, pero aún salían más lágrimas. Torpemente abrí mi cartera y saqué la bolsa de pañuelos que Roy me había dado hoy antes de bajarme del coche.

—Aquí —se la entregué por completo, y no dijo nada, solo se limpió los ojos y la nariz. Nerviosa, la observé—. Eres mejor que ellas.

Lauren dejó de lado el pañuelo, observándome, y tres lágrimas cayeron nuevamente por sus mejillas.

—¿Por qué lo sería, Haley? Ellas tienen razón.

—No, no la tienen —sentencié intentando dejarle claro que eso no era cierto—. Ellas dicen que eres superficial, que solo piensas en ti misma, pero no es cierto —esta quiso hablar, pero no la dejé—. Ellas no saben todo lo que haces por Steve, cuánto te importa y todo lo que darías por él. ¿Eso es pensar solo en ti?

Silencio. Lauren, que seguía llorando, abrió la boca para responder, pero volvió a cerrarla. Sonreí. Sabía que le había hecho entender que no era así, y eso me reconfortaba. Más de lo que había imaginado. No sé cuánto tiempo pasó. Mis ojos estaban puestos en mis manos, las cuales movía nerviosamente de un lado a otro. No sabía si debía irme, si debía quedarme, si debía decir algo más. No sabía nada.

—Es irónico, deberías odiarme, fui una estúpida contigo en varias ocasiones y a pesar de ello eres tú la que estás aquí, y no mis amigas de años —levanté la vista hacia ella, que estaba amarrándose el cabello castaño oscuro en una coleta, calmando sus lágrimas—. Tuviste la ocasión allá afuera de ser parte de ellas, pero no lo hiciste.

—Es porque veo a la verdadera Lauren Davis, y no es esa chica que describieron tus "amigas" allá en la cancha.

Asintió, sin añadir más. Pensé que iba a abrazarme o a agradecérmelo, pero debía ser realista. Lauren no era esa clase de chica.

—¿Te llevo?

—Claro.

Lo siguiente que hizo fue prender el motor, echando el coche de golpe atrás, haciendo caer su propia cartera, en la cual lo que llevaba dentro se esparció por los asientos traseros.

—Mierda.

—Yo lo ordeno —dije de inmediato, dándome la vuelta y empezando a recogerlo todo: maquillaje, billetera, lentes de sol, unas cremas, etc.

—No, no, yo lo hago —Lauren me hizo darme la vuelta violentamente, y esta de manera rápida se bastó a guardarlo todo en la cartera, luego la colocó junto a ella en su asiento y revisó que estuviera todo.

En eso, noté que se había dejado algo, por lo que estiré la mano por debajo del asiento trasero que Lauren tenía detrás, tomando una caja delgada y larga.

—Te faltó est... —no pude continuar. Me quedé en blanco.

Las palabras se veían claras en la pequeña caja. Clearblue: Prueba de embarazo. Aún no nos habíamos movido del estacionamiento. Seguíamos con el auto en mitad de la calle, y lo único que se escuchó fue el sonido del motor. Lo siguiente de lo que fui consciente fue que la caja que tenía en mi mano desapareció de golpe.

—Haley, yo... —esta no pudo seguir, ya que el llanto se hizo presente y no le fue posible articular palabra. Oí un estremecedor sollozo ahogado.

Seguía intentando procesar todo esto, pero me era imposible, mi mente seguía en estado de shock, y lo único que pude mover fueron mis ojos, los cuales iban a Lauren y luego a mis manos, que estaban una encima de la otra. Y con todo el valor que pude reunir, lo hice.

—¿Es de Tyler? —susurré, cerrando los ojos y rogando que la palabra que saliera de su boca fuera un rotundo no.

Lauren se demoró un momento en responder, y eso no hacía más que afirmar lo que temía. Una pequeña lágrima cayó de mis ojos.

—No lo sé.


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