CAPITULO 46: Llanto
(Tyler )
Me quedé ahí quieto, escuchando todo lo que hablaban Lauren y April. Y es que necesitaba respuestas. Si no se explicaba de alguna manera qué diablos sucedía, iba a colapsarme. Aunque ni sabía cómo.
—Haley no va a abrir la boca, lo intenté en las tutorías como tú me dijiste.
—Por supuesto que no es fácil que llegue a soltarlo, pero tienes que seguir intentándolo. Nos queda poco tiempo —April seguía leyendo unos papeles en la mesa mientras hablaba.
Y yo no entendía ni una mierda.
—¿Pero con lo que tenemos no estamos ya?
Lauren al parecer parecía impaciente, a lo que April levantó la vista, frunciendo el ceño.
—Solo tenemos suposiciones, y necesitamos evidencias, una declaración de lo que sucedió ese día.
Lauren soltó un gruñido, a lo que April, cabreada, habló.
—Sé que es difícil... pero el asunto es complicado. Además, ¿quieres o no al padre de Steve tras las rejas?
¿El padre de Steve? ¿Y ahora qué mierda tenía que ver él en esto? Lauren ni titubeó.
—Como nunca he querido algo en mi vida.
—Entonces sigue con el plan, tienes que acercarte a Haley, intenta ser su amiga —April ni siquiera la miraba, estaba muy concentrada leyendo papeles y colocándolos en su carpeta con sumo cuidado.
—¿Ser su amiga? —dijo soltando un bufido—. Estamos hablando de Haley Dickens, esa chica nunca querría ser mi amiga, además no es estúpida, se dará cuenta.
—¿De qué? ¿Realmente crees que va a sospechar que todo esto tiene algo que ver con su abuelo, que murió hace años? ¿Y que tú estás en eso? Vamos, Lauren, usa tu cerebro, por el amor de dios.
Al parecer realmente las dos no se llevaban nada bien, pero por lo mismo no entendía entonces por qué mierda estaban juntas en esto. Lauren no dijo nada y sacó de su mochila la misma carpeta con la que había andado el día de ayer en su habitación.
—Aquí traje todo lo que pude conseguir —se la entregó a April, que empezó a ojearla—. Hoy nos colamos en la casa de Steve y tendremos nuestras evidencias.
—Estupendo, porque las necesitamos lo antes posible. No voy a dejar de ninguna manera que ese asesino sea elegido como alcalde de Chicago.
Ahí, justo ahí estuve cien por cien seguro de que mi suposición era cierta. April y Lauren querían culpar a Richard Grey como asesino del abuelo de Haley. Algo que al parecer tenía que ver con el padre de Steve, que también estaba involucrado, cosa que aún no entendía muy bien.
Pero el punto era que lo que estaban haciendo más que tratarse de una amenaza contra Haley era más bien una ayuda. Unas ganas de ir a contarle a Haley vinieron a mí, pero me contuve. Además, los recuerdos de nuestra pelea volvían a mi mente, por lo que me era difícil encontrar fuerzas para ir hacia ella en este momento.
Así que me quedé, ya que si Haley no iba a contarme qué diablos sucedía con su abuelo, al menos tenía a April y Lauren para ayudarme en eso. Pero había una pregunta que no podía despegarse de mi mente: ¿por qué diablos April y Lauren estaban metidas en esto? ¿Qué tenían que ver?
(Haley)
Ya era el almuerzo y el comedor estaba colmado de estudiantes que caminaban de un lado a otro atiborrándose en las mesas como si un puesto valiera oro. Y es que al parecer ni alcanzaba para todos, ya que algunos estaban comiendo en las escaleras que daban al segundo piso. La explicación del extraño comportamiento de mis compañeros se debía a que hoy no era un buen día. Unas nubes grises amenazaban con llover en cualquier momento, pero como hoy había partido los del equipo habían estado toda la mañana en silencio, seguramente rezando para que el tiempo cambiara.
Pero el punto de esto era más bien que había llegado tarde al almuerzo, y seguramente algún puesto vacío iba a ser difícil de encontrar. Al ya tener la bandeja lista busqué a Marie, que debía estar cerca. Y la encontré, pero nada más y nada menos que con Simon. Los dos estaban charlando animadamente en una mesa a unos metros de mí, pero por supuesto que no iba a sentarme con ellos.
¿Pero entonces con quién? No quería seguir ahí parada esperando que algún chico o chica cayera del cielo para hacerme compañía en el almuerzo, no entendía por qué ahora me era tan importante y necesario. Los otros años disfrutaba sentándome sola y en silencio, pero ahora... Algo había cambiado.
Como por supuesto nadie apareció, y no iba a sentarme sola dentro, me encaminé hacia la salida del comedor para recostarme en mi árbol. Pero fue una mala idea, ya que con solo abrir la puerta un aire gélido me recorrió de pies a cabeza, erizándome los pelos. Y así fue como cerré, volviendo la vista hacia atrás. En eso, mis ojos se quedaron fijos en Steve Fox, que venía detrás de mí, sonriéndome.
Esto debía de ser un sueño. Me negaba a creerlo. ¿Steve Fox sonriéndome a mí? Miré involuntariamente hacia los lados a ver si venía otra persona, pero no había nadie. Sin moverme me quedé en mi lugar esperando a ver qué venía a continuación.
—Creo que acaban de desocupar una mesa allá al fondo —este apuntó con su cabeza hacia mi derecha, y al asegurarme de que no mentía asentí. Este con su bandeja me hizo una reverencia—. Damas primero.
Ni lo miré, ya que estaba algo nerviosa por si Lauren Davis o Simon Adams nos estuvieran viendo. Me encaminé a paso rápido hacia la mesa, colocando mi bandeja al mismo tiempo que Steve aparecía con la suya.
—¿Has averiguado algo? —mis músculos se relajaron, ya que al menos Steve tenía una razón de ser agradable conmigo, porque si no me hubiera asustado—. ¿Estás bien? Tienes una cara de mierda.
Ni le tomé atención, solo me concentré en contestarle su primera pregunta.
—No, nada.
—¿Y?
—Y... nada, Lauren no me lo pone fácil —no quería mentirle, pero, ¿qué le decía?
Tu novia está investigando la muerte de mi abuelo, y tengo las mismas ganas que
tú de saber por qué mierda está haciendo eso, pero yo no tendría por qué saber qué es lo que trama si no fuera por el fantasma de tu mejor amigo. Volqué los ojos.
—¿Pero crees que quizás me engaña? ¿Está metida en algún lío? ¿Ha hablado de ti conmigo?
Negué, y al ver el almuerzo se me quitaron las ganas de comer. Por lo que me basté a tomarme la bebida. En eso. Steve al parecer no estaba contento por la poca información que le había dado.
—Es difícil sacarle información, no nos llevamos bien. Pero voy a seguir intentándolo —sin pensarlo coloqué mi mano junto a la suya, acariciándola un leve segundo.
Al darme cuenta de lo que hacía la retiré de inmediato, avergonzada.
—Perdón —tartamudeé como una completa idiota. Steve, en cambio, soltó una carcajada diciéndome que no importaba.
Pero por supuesto que a mí sí, ya que si alguien nos había visto podía interpretar ese breve gesto como algo mucho mayor. No sabía por qué había accedido a ayudarlo, pero sí estaba segura de que tenía que ver con mi pelea con Tyler. Al menos me sentía mejor ayudando a otro, aunque no fuera la mata de cabellos rubios.
—Al parecer Adams se ha puesto celoso —me molestó Steve, que sonreía maliciosamente.
¿Simon? Abrí los ojos como platos. Mi mirada fue hacia la mesa donde estaban él y Marie, y al ver que lo había pillado observándome desvió la vista de inmediato. Marie, en cambio, tenía el ceño fruncido, y yo bajé la vista.
—No está celoso —refunfuñé.
—Vamos, no mientas, es evidente.
Me quedé en silencio, y es que aún ni podía creer que me estuviera pasando esto.
—Supongo que vienes al partido —al parecer Steve notó que no me sentía cómoda hablando de Simon, lo que le agradecí.
—No puedo, tengo un compromiso.
—¿Bromeas?
Negué, y Steve por supuesto al parecer se lo tomó a pecho, ya que me miró con su peor cara.
—¿Y se puede saber qué es tan importante para perderse uno de los partidos más decisivos?
Me demoré en responder, ya que no quería contarle que iba a salir con Aaron Grey, porque de seguro luego lo expandiría por el instituto y no quería arriesgarme.
—Tengo... que salir con mi madre, me lo ha pedido.
Él asintió, y yo me terminé la bebida de golpe, a lo que sorpresivamente Steve se levantó justo cuando la campana resonó para dar por terminado el almuerzo. Y para mi sorpresa se acercó a mi oído, muy cerca de mí.
—Ya me basta con Lauren para que ahora tú también —lo entendí de inmediato, Steve sabía que no era cierta la excusa que le había dado. Lo miré asustada cuando se alejó de mí, a lo que se encogió de hombros—. Si no quieres decir la verdad, el silencio es mejor que la mentira.
«Bien». Ahora iba a empezar con sus discursos como Narco.
Ya llegué. ¿Cuánto te falta?
Al leerlo un pánico se apoderó de mí, y es que el momento había llegado y todos esos nervios que había acumulado vinieron de golpe. Ahora mismo caminaba a unas cuadras un poco más lejos del instituto, donde le había dicho a Aaron que se estacionara, ya que en realidad no quería que Marie Acuña me viera con él.
Se suponía que yo lo conocía, pero no nos llevábamos muy bien. Y no quería que Marie viera lo contrario. Odiaba tener que tratarlo como si fuéramos amigos o algo así, pero era eso o perder a Tyler. Y por supuesto que no iba a dejarlo solo. Cuando divisé a Aaron estacionado con su motocicleta a unos metros, observándome con una sonrisa, por supuesto que no dudé en echarle un vistazo a mi vestido.
«Tan tonta», me regañé en mi interior. ¿Y ahora qué? Se me iba a subir el vestido si me subía junto a él en la motocicleta, y lo que menos quería en este momento era que creyera que quería coquetearle o, peor aún, que me gustaba o algo así. Con los nervios a flor de piel volví la vista hacia él, que ya estaba a tres metros de distancia. Se acercó hacia mí y me abrazó.
Sí, Aaron Grey me estaba abrazando. Y yo me quedé ahí parada, sin siquiera poder moverme. La última vez que nos habíamos visto quedamos bastante mal, más bien ni habíamos hablado. Solo había sido la cita de Marie y lo había escuchado hablar con Diana desde el baño de la casa de Steve Fox.
En eso, sentí que se separaba de mí, y al verlo desde más cerca pude notar que tenía unas ojeras enormes. Parecía más delgado que Mark Ross, parecía que había llorado hacía poco, y eso sin olvidar el parche que tenía a un lado de la mejilla, el labio roto, un ojo morado y además el antebrazo derecho con una venda bastante grande. Y todo producto de Mark Ross. Sabía que era un asesino, que tenía toda la culpa por todo lo que había sucedido, pero mi compasión fue mayor.
—¿Qué pasó? —sabía que no teníamos la confianza suficiente, que solo había estado con él unas... cuatro veces, pero me había sido imposible no preguntarle.
—Nada, no me pasa nada —negó, pasándose una mano por los ojos, que al parecer estaban aguándose seguramente de nuevo.
Y por alguna extraña razón el corazón se me encogió. Sentía pena por Aaron. El chico que había matado a Tyler Ross, que había escapado y que se había comportado como un total cretino.
—No me mientas —este frunció el ceño, mirándome atentamente—. Sé que te ha sucedido algo, y me preocupo por ti. Dímelo.
Al cabo de un minuto, que me lo pasé diciéndole una y otra vez que me dijera qué le sucedía, este por fin lo soltó.
—Una pelea con mi padre, pero ya pasó —este se encogió de hombros, a lo que mi interés era enorme con respecto a "su padre".
Muchas preguntas venían a mi mente. ¿Por qué estaría peleando con él? ¿Sería acaso sobre el tema de las drogas? ¿El "accidente" de Tyler? O quizás solo era una excusa para no contarme respecto a la pelea de Mark Ross. Intenté parecer normal ante aquello, y me concentré en que a través de las manos no se me notaran los nervios.
—¿No quieres hablar de eso?
Este soltó una carcajada algo quebrada.
—Prefiero no hablar sobre las cosas que quiero olvidar.
Silencio. Al parecer teníamos algo en común.
(Tyler )
A ver, lo poco que había descubierto el resto del día no había sido mucho, por ahora lo único que mi mente había resguardado en toda la conversación de Lauren y April había sido esto: El abuelo de Haley había muerto en un accidente en el metro, y siempre se creyó que fue "un accidente", pero al parecer según Lauren y April Richard Grey estaba involucrado. Por otro lado, había dos matones más que debían ser los que habían hecho el trabajo sucio. Y el padre de Steve estaba metido en alguna parte de la historia. Aún no tenía ni idea en qué, aunque ya me hacía una idea.
Ahora mismo las clases ya habían acabado, y los Red Dragons estaban calentando para el partido con las animadoras a un lado. Steve estaba con las manos puestas en la cintura de Lauren mientras hablaban muy cerca el uno del otro.
—¿Y tus padres van a estar en casa? —Lauren miraba atento a Steve, que se encogió de hombros.
—¿Por qué?
—Pues porque te tengo una sorpresa hoy por la noche y en mi casa no se puede —esta hizo un puchero, mientras que Steve entendió a lo que se refería, sonriendo como un completo pervertido.
—Por mí encantado.
—¿Pero estarán?
Steve por supuesto no notaba que Lauren solo quería saber si su padre iba a estar para, si no era así, poder colarse en su escritorio.
—Papá de seguro va a revolcarse con alguna de sus putas, y mi madre tenía un cumpleaños de una de sus amigas, así que no. No creo que mis padres estén hoy por la noche —la voz le había sonado bastante casual, pero era Steve, mi mejor amigo. Sabía que dentro de él hablar de su padre era como hablar del mismísimo diablo.
Lauren también lo notó, por lo que le sonrió para luego acercarse a él y besarlo. Miré hacia mi alrededor, poniendo la atención en Simon Adams, que miraba a la pareja con el ceño fruncido mientras calentaba. ¿Y ahora a este qué le sucedía?
—Entonces tú y yo nos vemos luego del partido —finalizó Lauren al separarse de él.
—Luego de la fiesta.
—¿Podemos saltárnosla?
—Sabes que los chicos estarán esperando que vaya.
—Entonces anda y yo te preparo tu sorpresa —esta le sonrió coquetamente, a lo que Steve se quedó un momento pensándoselo.
No podía creer la facilidad con la que Lauren estaba consiguiendo su objetivo. Y es que ya habían preparado este diálogo con April por la mañana y estaba resultando acorde con lo planeado.
—Pasaré por la fiesta unos quince minutos y luego te veo —unos gritos del entrenador a unos metros los hicieron soltarse—. ¡Ya voy! —le respondió Fox, fastidiado, a Whitey que le amenazaba con sacarlo del juego—. ¿Recuerdas dónde están las llaves?
—Bajo el felpudo, lo recuerdo —esta le guiñó un ojo y caminó hacia atrás, desde donde sonrió a Steve—. Te quiero.
—Yo a ti.
Finalmente, los dos se fueron cada uno por su camino. Lauren se dirigió al entrenamiento con las animadoras, que estaba al otro lado de la cancha, mientras que Steve se adentró con el equipo a la charla de Whitey. Y yo, en mitad del césped sin saber a cuál seguir, me decidí por Lauren Davis. Ahora mismo los Red Dragons era la menor de mis preocupaciones.
(Haley)
Diferente. Sí, esa era la palabra perfecta para definir lo que había sido la salida con Aaron Grey hasta ahora. Nada de lo que había pensado. Primero había tenido que subirme a su motocicleta, rato en el cual estuve la mayor parte del camino pendiente de que el vestido no se me levantara, cosa que resultó a duras penas. Finalmente llegamos a un parque en el centro de Chicago, uno al que que varias veces había venido de pequeña y que me traía varios recuerdos. Recuerdos con mi abuelo.
Aaron, algo incómodo, empezó a hablarme sobre la fiesta en la que nos habíamos visto por última vez, pidiéndome disculpas por si se había comportado como un cretino y por no haberme llamado nunca más —algo que era cierto—. El punto era que sin siquiera darme cuenta la conversación empezó a fluir, y hasta llegué a soltar una carcajada cuando este metió su pie sin darse cuenta en un charco de agua y acabó mojándoselo.
Y todo ese nerviosismo por estar con el asesino de Tyler se esfumó. Sí, sonaba extraño, pero había algo en Aaron que me hacía sentir segura. O quizás simplemente esas pastillas me estaban afectando seriamente el cerebro. Optaba por la segunda.
—En conclusión, Fox es un imbécil —dijo cuando terminamos de hablar sobre esa noche en casa de Steve.
Solté un bufido.
—El típico odio entre contrincantes —respondí volcando los ojos, ya que no podían ser más predecibles los hombres con eso. Si formaban el mismo equipo, pues mejores amigos. Si eran contrincantes te odiaban sin siquiera conocerte—. Ni siquiera lo conoces.
—Conozco a su padre y con eso me basta.
Paré en seco, ya que el hecho de que el padre de Steve y Richard Grey se conocieran era sumamente extraño.
—¿Por qué? —mi tono de voz fue casual, como si realmente me importara poco.
—Es el guardaespaldas de mi padre.
¿Guardaespaldas? Pues debía pagarle bastante para que el padre de Steve tuviera una casa como la que tenía. En eso, noté que Aaron estaba observándome, esperando a que dijera algo.
—De veras que olvido que eres hijo de una persona importante.
Este asintió con los ojos fijos en el camino en que estábamos, donde volvimos a retomar la marcha por el parque. Sabía que Aaron no quería hablar de su padre, y entonces recordé el punto de que yo estuviera ahora mismo con él. Tyler Ross. Necesitaba información.
—Yo creo que tu padre va a ganar las elecciones.
Era mentira, pero al menos era un buen tema para acercarme.
—Eso espera. O bueno... esperamos.
—Es más que obvio que nadie va a votar por Fernando Ross.
—¿Por qué lo dices?
—Ya sabes, Tyler murió, y eso dejó ver a una familia inestable. ¿Quién quiere un alcalde que ni puede controlar a su propia familia? Y luego lo de su esposa, ni siquiera su matrimonio fue bien llevado.
Aaron, mostrándose de acuerdo, asintió con la cabeza para luego acercarse a una banca que había frente a una pileta de agua, y yo lo seguí, poniéndome junto a él. Me ponía nervioso el hecho de que no quisiera hablar más del tema, ya que si era así mi plan de destruir a su familia se iba a ir abajo.
—A veces pienso lo diferente que sería todo si mi padre no se hubiera presentado como alcalde —este se pasó una mano por el rostro, frustrado.
Su declaración me había pillado de golpe, por lo que me quedé sin saber qué decir. Hasta que por fin se me ocurrió algo.
—¿Y cómo sería?
—Feliz —este sonrió amargamente, mirando hacia la pileta donde unos niños jugaban mientras sus padres les tomaban fotos—. A mi padre solo le importa ganar esta mierda de elección, mi hermana trabaja con él y mi madre, pues... no se da cuenta o no quiere darse cuenta de nada.
—¿Y tú?
—Entre la espada y la pared.
Lo miré, interrogante, a lo que este aún no me miraba. ¿Estaría avergonzado? ¿Nervioso? No entendía por qué me estaba contando esto a mí, y me intrigaba saberlo.
—¿La espada y la pared?
Un silencio, en el cual creí que Aaron no iba a responderme.
—Mi padre espera un comportamiento por mi parte con el cual no estoy de acuerdo. Pero si no lo hago... él no va a quedarse de brazos cruzados. Y no sé qué hacer —por primera vez dirigió su mirada hacia mí, y sus ojos desesperados se colocaron en los míos. Y ahí me di cuenta de que no mentía, de que todo esto era real—. Y estoy cansado de tener que comportarme como un cretino de mierda, ser una pieza de su maldito juego —noté que en cualquier momento se iba a poner a llorar.
En cierta manera me hizo recordar a Tyler. Quizás estábamos equivocados, quizás Aaron era un chico como Tyler, totalmente corrompido por la ambición de su padre. No puedes culpar a alguien de algo que tú hubieras hecho en su lugar, recordaba perfectamente cuando le había dicho esto a Tyler, y al parecer había acertado. Aaron era una viva imagen de Tyler Ross.
—Pues no lo hagas, tu padre no puede determinarte.
—No tengo otra alternativa, me tiene acorralado.
—¿Con qué? No puede ser tan malo —le dije, restándole importancia, como si se tratara de colarse a una fiesta, beber alcohol conduciendo o incluso haberse fumado un porro.
Pero por supuesto yo sabía que se trataba de la muerte de Tyler. Y ese era el punto, tenía que parecer que no sabía absolutamente nada.
—No puedo decírtelo, aunque quiera hacerlo.
—Vamos, sabes que no voy a decírselo a nadie. Confía en mí.
—Lo hago, solo que... mi padre me mataría —una lágrima cayó por una de sus mejillas, y se la limpió de golpe; avergonzado, se llevó la vista al suelo—. Lo siento, Haley, esto no era lo que tenía pensado.
Sin pensarlo dos veces llevé una de mis manos a su espalda, acariciándole. Al parecer Aaron Grey era alguien totalmente distinto al que creíamos.
(Tyler )
Los Red Dragons ganaron. El partido fue bastante fácil y predecible, aunque sí hubo un momento en que Adams falló con las jugadas, a lo que Whitey lo sacó del juego unos minutos para luego reincorporarlo en el receso, ganando así el partido. Steve por su parte fue sacado del juego cuando quedaban pocos minutos para ganar, ya que al parecer el tema de su tobillo aún seguía vigente y Whitey no iba a olvidarlo así de fácil.
Pero, en fin, el punto era que ya todos lo estaban celebrando en la cancha, donde por supuesto Adams fue levantado por los aires y yo me resté a desviar la vista hacia Lauren, que estaba celebrándolo junto a Steve, que sonreía, aunque algo fastidiado seguramente porque lo habían sacado justo al final.
—Te espero en tu casa, no te demores mucho —le dijo esta. Steve iba a decir algo, pero ella ya se había alejado lo suficiente.
Y yo la seguí. Así fue como llegamos al estacionamiento del instituto, y un bocinazo perteneciente al coche de April Granger le dio la señal de que se subiera de inmediato, cosa que hizo.
—¿Tienes las llaves? —Lauren se las mostró con una sonrisa, a lo que April asintió—. Bien.
—Solo tenemos quince minutos, hay que hacerlo rápido.
April respondió acelerando el coche y saliendo a una velocidad impresionante del estacionamiento.
—¿Estás segura de que no hay nadie en casa?
Lauren asintió por tercera vez. April, en cambio, siguió mirando a su alrededor, echando un vistazo a la cocina, al comedor y al pasillo. Ya estábamos dentro de la casa, habíamos llegado hacía menos de cinco minutos, lo que significaba que nos quedaban unos diez minutos, o incluso un poco más, para que llegara Steve.
—Ven aquí, la evidencia tiene que estar en su escritorio —dijo Lauren abriendo una de las puertas al final del pasillo, mientras que yo, por mi parte, la traspasé sin problemas, entando así al despacho del padre de Steve.
La habitación constaba de un escritorio de madera bastante elegante, unos estantes del mismo material, un sillón que había junto a la ventana de color gris y unas cuantas fotos familiares a los costados. ¿Dónde podían estar? Lo que April y Lauren necesitaban era una evidencia para inculpar al padre de Steve sobre algo. Algo que aún no tenía ni idea de qué era.
—Lo principal es el móvil. Según el registro que pinchamos no ha sido usado desde hace meses, pero su ubicación dice que está dentro de la casa. Y también nos sirve cualquier papel que lo relacione con Richard Grey —le informó April a Lauren, que ya estaba revisando el escritorio.
—Bien, tú mira los estantes.
Así fue como pasaron los minutos en que las dos se pasaron registrando toda la habitación. April había encontrado unos papeles sobre unas transferencias de dinero de Richard Grey al padre de Steve, y Lauren todavía nada. En eso, el celular de Lauren comenzó a sonar, a lo que las dos se miraron con los ojos abiertos.
—Tienes que irte, April —dijo Lauren antes de responder a la llamada—. Amor, ¿ya vienes? —la respuesta al parecer no fue la que esperaba la morena—. Espérame en tu habitación, voy ahora mismo —miré a April, que estaba perdida en sus pensamientos—. ¿Que dónde estoy? Pues espérame y ya verás —cortó nerviosa la llamada—. Mierda, mierda, mierda. Ya está aquí. ¿Qué hago? —susurró.
—Tenemos que encontrar ese móvil, Lauren, no puedo irme sin él.
—Pues tendrás que hacerlo, Steve está aquí, April, si llega a verte... no sabría qué decirle.
—La verdad —le respondió encogiéndose de hombros.
—No voy a meterlo en esto. ¿Sabes lo que su padre le haría si se enterara? Lo mataría, al igual que hizo con el abuelo de Haley.
Silencio. Al parecer ahí estaba la razón del por qué el padre de Steve estaba metido en esto. Él lo había matado. April se quedó muda, sin nada que añadir, mientras que Lauren se movía de un lado a otro.
—Tengo una idea. Si el teléfono está prendido significa que puede recibir llamadas. Llamamos y sonará.
—Pero Steve puede escucharlo, su habitación está en el segundo piso, y no podemos arriesgarnos.
Nuevamente se quedaron en silencio pensando qué posibilidades había.
—Anda donde Steve, pon música para que no me escuche. Llamo al móvil, lo encuentro y me voy.
—¿Pero y si llega a darse cuenta?
—Haces lo mejor que se te da, ¿no? Lo despistas seduciéndolo. Te aseguro que preferirá tener sexo contigo que evitarlo por un móvil de su padre que escuchó en el piso de abajo.
Lauren, algo ofendida porque April había insinuado que era una puta, asintió sin mucho ánimo, encaminándose hacia la puerta.
—Déjalo todo tal cual estaba.
Y con eso desapareció de la estancia, dejándome con April, quien esperó que se prendiera la música en el segundo piso. Sucedió exactamente dos minutos después de que Lauren desapareciera. Y el plan se puso en marcha, April comenzó a marcar en su celular el número que había en un papel, y cuando ya estaba llamando una vibración desde detrás de un cuadro se escuchó, y así fue como April lo descolgó de la pared, dejando ver una caja fuerte.
—No puede ser —se quejó, intentando descifrarla, pero era imposible.
En ese mismo momento unas luces que se traspasaron por la ventana dejaron ver un coche que se estacionó afuera, y April discretamente miró a través de las cortinas. Yo salí afuera a ver quién era. El padre de Steve. Ahora sí que estaba jodida. April se quedó ahí mirando cómo el padre de Steve se encaminó hacia la entrada de la casa, y justo cuando se abrió la puerta esta fue corriendo a poner el cuadro en su lugar, para luego tomar los papeles, prender la linterna de su iPhone y apagar la luz de la oficina. Se encaminó con cuidado a la ventana y la abrió de golpe sin importarle ni siquiera el ruido que hacía.
Salió afuera de un salto, para luego cerrar la ventana justo en el momento en que se escuchó que la puerta de la oficina se abría. April sin pensarlo dos veces se adentró en los arbustos que había a la derecha, escondiéndose del padre de Steve, que abrió la ventana para mirar hacia los lados y luego volver a correr las cortinas. La respiración de April se soltó, nunca la había visto tan nerviosa en mi vida, parecía que iba a soltar un grito en cualquier momento. Y así fue como se encamino hacia su coche, que estaba a unas dos cuadras de la casa, mientras le escribía un mensaje a Lauren.
Llámame cuando puedas.
Ahora mismo entendía por qué Lauren Davis estaba metida en esto. Quería meter al padre de Steve tras las rejas, haciéndole el favor a Fox de alejar a su padre de él. Y April para ayudar a mi familia, porque ella era sinónimo de justicia, y no iba a estar tranquila sabiendo que el alcalde de Chicago era un criminal de cuarta. Y yo tenía muchas razones para quererlo tras las rejas, a él y de paso al padre de Steve.
(Haley)
Ya era de noche, y con Aaron estábamos ahora recostados en el césped del parque. Habíamos ido a comer a un local de comida rápida, pero había tanta gente que decidimos comer en el parque.
—Sería genial poder quedarme aquí el resto de mi vida —susurré en un momento, y es que no quería volver a casa para tener que volver a la realidad y a Tyler Ross.
—Ni me digas.
—¿Qué te sucedió exactamente en el rostro y el brazo? —me atreví a decirle.
Este se demoró un momento en responder, pero finalmente lo hizo.
—Una pelea, lo habrás leído en el periódico —negué, a lo que Aaron soltó un suspiro—. Me gusta correr en carreras, y el otro día tuve un malentendido con Mark Ross —abrí los ojos, pareciendo sorprendida—. Antes de que digas algo, yo fui la víctima. Se me abalanzó encima y ni me dejó escapar o defenderme.
—¿Realmente piensas que voy a creerte en eso? —lo miré con una ceja alzada, a lo que este frunció el ceño—. Mark Ross no golpearía a alguien si no tuviera una razón.
—¿Lo conoces?
—Conozco más bien lo que la gente dice de él —respondí tajante, casi metía la pata hasta el fondo.
Aaron solo sabía que con Tyler habíamos tenido una amistad y quizás sospechaba que un poco más, pero hasta ahí llegaba mi relación con los Ross.
—Pues sí, había una razón. Pero créeme que fue más bien un malentendido, él creyó que yo era otra persona, al igual que me sucedió a mí.
Lo miré detenidamente, asegurándome de que no me estuviera mintiendo. Y sí, había algo en el que me decía que era mentira, que era un asesino y que debía alejarme de él. Pero por otro lado había un sentimiento extraño que me decía que Aaron estaba diciéndome la verdad, que el hecho de que me mantuviera la vista y que sus labios estuvieran entreabiertos era algo normal en él, que no estaba mintiéndome, que me decía la verdad. Y lo creí.
—Pues qué bien que estás vivo —bromeé, a lo que Aaron asintió en señal de acuerdo, soltando una leve carcajada, al igual que yo.
Iba a decirme algo, pero mi celular comenzó a sonar. Marie estaba llamándome, y haciéndole un gesto a Aaron para que me disculpara un momento, atendí.
—A ver... si estás con Steve Fox juro, Haley, que voy a matar...
—No estoy con él —le corté, ya estaba cabreada de que siguiera con ese tema, ya que luego de la escena de hoy en el comedor Marie me había amenazado a muerte con el tema de Fox.
—Bien, porque si era así iba a dejarlo sin descendencia. ¡Si me estás escuchando, Fox, echa a correr ahora mismo! —su grito fue escuchado por Aaron, que soltó una carcajada, a lo que le pegué un codazo—. ¿Quién es? ¿Y dónde diablos andas metida?
—Mi madre, estamos haciendo las compras.
—Mira, tú... estoy segura de que tu madre está frente a mí jugando con George. Qué raro, quizás se desdobló, sí, eso debe haber sucedido.
«Tonta, tonta, tonta». Nerviosa, tartamudeé.
—¿Te dije mi madre? —esta respondió afirmativo, a lo que solté una carcajada—. Me equivoqué, quise decir April.
Un silencio. Créetelo, por el amor de dios, Marie Acuña.
—Pues te llamé porque hay fiesta. Te voy a pasar a buscar en una hora, para que estés lista —esta se quedó en silencio un momento, a lo que yo rezaba para que no pidiera hablar con April.
—Sí, claro. Nos vemos ahí.
Corté de inmediato sin siquiera escuchar lo que me había respondido.
—¿Marie Acuña? —me preguntó Aaron con una sonrisa.
Asentí, aún con el corazón acelerado. Me había estado a punto de pillar. En eso, recordé la charla que Tyler me había contado de James, Roy y Mark, en la que habíamos descubierto que Aaron y Marie tenían algún parentesco. Por eso, no dudé en ir directamente al grano.
—¿Besaste alguna vez a Marie? —este frunció el ceño.
Se quedó un momento pensándolo y luego respondió.
—No, solo estuve con ella dos veces. Cuando la conocí y en la fiesta de Fox, y por supuesto te aseguro que no tenía ganas ni de besar a una modelo —sonreí, a lo que este me dio un empujón a un lado—. ¿Por qué lo preguntas?
Me encogí de hombros, restándole importancia.
—Tengo que volver a casa —hice un puchero, a lo que Aaron por su parte asintió—. Los Red Dragons ganaron el partido, y hay fiesta.
—Qué mierda —se lamentó.
Realmente me importaba poco el espíritu competitivo que tenían los hombres, por lo que no dije nada al respecto. Me levanté y ayudé a Aaron a enderezarse. Y así fue como nos encaminamos hacia su motocicleta y emprendimos camino hacia mi departamento. Dándole las indicaciones y señas a Aaron llegamos en menos de diez minutos. Al ya estar fuera me quité el casco, y Aaron también se quitó el suyo.
—Muchas gracias, me divertí mucho —me enderecé y le sonreí sinceramente.
—Yo igual, tenemos que vernos más, Dickens —este me sonrió, para acto seguido colocarse el casco.
—Claro.
Aaron me hizo una seña con la mano antes de partir, pero no pudo ni comenzar, ya que mi madre apareció justo en la estancia saliendo del coche de Holly, y al fijar la vista en mí y luego en el chico que estaba ahí con su cara ocultada por el casco no dudó en hacer lo que mejor sabía.
—Haley, ¿no vas a presentarme a tu amigo? —me preguntó con una sonrisa.
Volqué los ojos. ¿En serio? Aaron, que estaba como una piedra en su motocicleta, apagó el motor, para luego acercarse lentamente hacia mi madre, quitándose el casco de la cabeza.
—Aaron, un gusto —este le ofreció la mano a mi madre, que la estrechó con gusto.
Y su mirada, por supuesto, decía claramente que qué guapo. «Todo tuyo, mamá, todo tuyo».
—Anna, el gusto es mío —le dijo con una sonrisa. Y yo no podía estar más avergonzada por la situación.
Aaron, por su parte, parecía incómodo.
—Vengan, suban y les preparo algo.
Asentí, siguiendo a mi madre.
—Yo no voy a poder, me tengo que ir a casa. Lo siento mucho, señora Dickens.
—Oh, vamos, al menos toma algo. ¿Y por qué tienes que irte? Es sábado.
Hubo un silencio, en el cual yo miraba intrigada a Aaron, que al parecer realmente estaba muy nervioso con mi madre al frente.
—Bien, pero tendrá que ser rápido.
—Pues rápido será.
Yo me resté a subir las escaleras en silencio, y mi madre por su parte no cerraba la boca. Aaron solo se bastaba a responderle con monosílabos y asentimientos con la cabeza. Al ya estar dentro Anna le preparó una taza de chocolate caliente a Aaron, que estaba con la vista en las fotos que colgaban en la entrada, al igual que siempre hacia Tyler. Tyler. ¿Dónde estaba?
—A ver, Aaron, cuéntame más de ti. ¿Cuántos hermanos tienes? —mi madre le entregó la taza, invitándolo a sentarse en la mesa, junto a mí.
—Una —mi madre asintió, comentando lo lindo que debía ser. Pero Aaron, en vez de mostrarse de acuerdo, volvió a insistir—. Feliz me quedaría con ustedes, pero quedé con unos amigos a esta hora y no quiero llegar tarde.
—¿Pero no van a la misma fiesta?
Aaron iba a responder, pero me adelanté.
—No vamos al mismo instituto. Aaron va a uno privado.
Mamá, sorprendida, me miró intrigada.
—Oh... ¿Y quiénes son tus padres? De seguro deben ser personas importantes, ¿no?
Este negó con la cabeza y se levantó para irse. Y yo, sin entender qué diablos le sucedía, le respondí a mi madre por él, ya que al parecer Aaron había olvidado por completo algo de modales.
—Es hijo de Richard Grey, ya sabes, el que se presenta como alcalde.
Como había supuesto, los ojos de mi madre de abrieron de par en par, mirando a Aaron de pies a cabeza. Él no dijo nada, se bastó a desviar la vista, encaminándose hacia la salida del departamento sin siquiera decir nada, desapareciendo por la puerta. Fruncí el ceño sin entender qué le sucedía. En la heladería parecía tan complacido coqueteando con la vendedora con lo de su padre y ahora había evitado el tema sin siquiera despedirse. Miré a mi madre, que seguía ahí sentada, perdida en sus pensamientos.
—¿Mamá?
Esta volvió en sí parpadeando unas cuantas veces, para luego sonreírme.
—¿Sí?
Iba a preguntarle cómo le había caído Aaron, pero lo descarté de inmediato. No quería que nadie se enterara de mi salida con él, y si no le hablaba del tema iba a olvidarse antes.
—Voy a la fiesta, Marie me lleva —le informé mientras caminaba hacia mi habitación sin añadir nada más, rogando en mi interior que no viniera detrás de mí para preguntarme que sucedía entre Aaron y yo.
Por suerte no fue así. No hubo siquiera respuesta de su parte. Así que entré a mi habitación y comencé a buscar qué ponerme para la fiesta, ya que Tyler no estaba. Lo echaba de menos. Y me dolía un montón que no habláramos, pero era lo mejor. No iba a contarle sobre mi abuelo, no podía.
Las lágrimas amenazaban con salir, pero sin siquiera pensarlo dos veces saqué de mi cartera una pastilla, llevándomela a la boca para luego desvestirme y entrar a la ducha. No quería ir a la fiesta, pero sabía que si me quedaba aquí iba a ser peor. Necesitaba no pensar en Tyler, y la fiesta era perfecta para eso.
(Tyler )
Cuando April ya estaba en el coche estuvo unos minutos tranquilizándose, para luego prender el motor y salir de ahí. Fue hacia su casa. Era bastante sencilla, y me sorprendí al ver que su familia era bastante numerosa: debía haber unos cinco niños revoloteando por la casa, mientras April le cambiaba el pañal a un bebé su madre cocinaba y su padre estaba estacionando la patrulla afuera. El resto de la manada jugaba por la casa de un lado a otro, lo que me hizo sonreír. Luego de que los pequeños cenaran le tocó el turno a los mayores, que eran los padres de April y ella.
—¿Cómo te fue en el trabajo, papá? —le preguntó, a lo que su padre soltó un suspiro.
—Complicado, hoy hubo tres robos por la mañana, un suicidio y cuatro arrestados por diferentes delitos menores.
—Qué horror —comentó la madre de April mirando con los ojos abiertos.
—Es normal que antes de las elecciones las cosas se pongan feas. Incluso en la comisaría creemos que los partidos políticos los contratan para que la prensa tenga cosas más importantes que contar antes que chismes y cotilleos sobre ellos.
—No me digas, eso es espantoso.
April soltó un bufido, y su padre la miró con reprobación.
—Y son menores, chicos de barrios marginados de la ciudad. Y el hecho de que ninguno tenga antecedentes y se dejen pillar tan fácilmente refuerza aún más nuestra teoría.
—Es más que obvio qué partido es el que está detrás de esto —habló April mirando a sus padres, que estaban atentos—. Richard Grey.
—Ten cuidado con lo que dices —le apuntó su padre, cabreado.
—Pero si es cierto.
—No he dicho que estés equivocada, solo te prohíbo seguir con el tema.
—¿Por qué?
—Ese hombre es peligroso, me preocupo por tu propia seguridad. Hazme caso.
April se quedó en silencio mirando el plato, del cual ni siquiera había probado un bocado.
—No entiendo cómo aún no pueden pararlo.
—Es difícil.
—Ha hecho cosas espantosas y nadie hace nada —susurró, a lo que su madre soltó un suspiro.
—Por favor, no sigan con el tema, no quiero otra discusión como la de ayer —la señora Granger se levantó de la silla, llevándose los platos ya usados al fregadero.
En cambio, padre e hija se quedaron intactos, mirándose el uno al otro.
—¿Estás insinuando que nuestro departamento no hace nada? Porque, para que te quede claro, lo estamos investigando en este momento, solo que sin pruebas las suposiciones no valen nada.
—Has dicho lo mismo desde hace semanas, las elecciones son en diecisiete días. Y es muy probable que las personas voten por él. ¿Y qué? ¿Dejarán que un delincuente sea el alcalde que dirija la ciudad? —los ojos de April llameaban, a lo que su padre negó con la cabeza.
—Si nos apresuramos las cosas podrían salir mal. ¿Y qué crees que hará Richard Grey si se entera de quiénes han intentado arruinar su imperio? No voy a darle a mi familia en bandeja para que haga lo imposible por destruirla.
Tenía razón. Meterse con Richard Grey implicaba arriesgarse a que cualquiera de sus matones devolviera el golpe. Y April entendía perfectamente el tema, el padre de Steve formaba parte de eso y ya había matado al abuelo de Haley. Abrí los ojos ante mi descubrimiento. Eso era. El abuelo de Haley se había puesto en contra de Richard Grey y por eso había mandado al padre de Steve a matarlo.
Tenía que hablar con Haley, tenía que dejarle claro que de ninguna manera podía meterse en eso. No iba a permitir que terminara igual que su abuelo. Y en eso recordé nuestra última charla, recordé las palabras hirientes con las que se había dirigido a mí. El Tyler Ross que era hace semanas hubiera seguido con su orgullo para dejarla hacer lo que quiera con su vida, pero ya no era el mismo. Aunque yo le importara un carajo, no significaba que tuviera que sentir lo mismo hacia ella. Así que sin pensarlo dos veces salí de ahí. Iba a buscar a Haley Dickens.
(Haley)
Al llegar a la fiesta estaba un poco mareada, pero no hice caso. Hoy debía divertirme, olvidarme de todo. No quería pensar en Tyler. Tampoco en el comportamiento extraño de Aaron Grey. Y aún menos en Simon Adams. Hoy iba a intentar olvidarlo todo, al menos por una noche. Así fue como al ya estar dentro y encontrarme a unos chicos del equipo no dudé en hablarles con la mejor sonrisa y aceptar todo lo que querían conmigo. Menos alcohol, hoy no iba a tomar ni un sorbo.
Así fue como me puse a bailar con ellos sin problema, a lo que fueron sumándose más, y al final éramos un despelote en la pista de baile. Yo veía que todo me daba vueltas, pero debían ser por los efectos de la pastilla, seguramente. Y cuando me ofrecieron un porro, estuve a punto de aceptar, pero la mano de Marie Acuña me lo impidió, sacándome de ahí de un tirón y alejándome de la pista.
—¿Qué mierda te sucede, Haley?
—¿A mí? Nada —sin poder evitarlo solté una carcajada.
—No me digas que fumaste —esta me abrió la boca y se llevó la nariz hacia ella, pero notó que era negativo—. Bien, porque en serio que te mataba. Y no más alcohol para ti —esta me quitó el vaso de agua de la mano, pero yo no me quejé, ya que en realidad ni siquiera era alcohol.
Marie comenzó a hablarme sobre algo, aunque no sabía por qué. No podía tomarle el hilo, era como si mis oídos escucharan distorsionado y lo único que mi mente retenía era a Simon Adams. Estaba a unos metros hablando con una chica, que literalmente se echaba encima de él, y justo en ese momento vi cómo lo atraía hacia ella, besándolo. Y Simon no opuso resistencia. Marie, sin entender qué me sucedía, siguió la dirección de mi vista para luego mirarme, intrigada.
—¿Lo echas de menos?
Asentí.
—Al parecer él no a mí.
Sin siquiera escuchar una respuesta me fui afuera, necesitaba aire, y sabía que iba a ponerme a llorar en cualquier momento. No sabía bien qué me sucedía, pero de lo que sí estaba segura era que no quería ver a Simon Adams besando a otra chica, ni mucho menos cuando ni siquiera hablábamos. Y lo más probable es que ahora su mejor amiga fuera Marie. Reemplazándome.
Al salir me escabullí por el jardín hacia unos arbustos, donde me aseguré de que no hubiera ninguna pareja besuqueándose a mí alrededor. Me dejé caer al suelo al instante. Rompí a llorar, y no podría decir cuánto tiempo estuve ahí. Solo sentía cómo las lágrimas caían por mis mejillas y el gélido viento recorría mi cuerpo y me producía temblores. Quería desaparecer, olvidarme de todo.
Había perdido a Simon por Tyler. Y lo peor era que no podía, sabía que no iba a ser capaz de traer a Tyler a la vida y nunca me iba a perdonar no cumplir lo que le había prometido. Él confiaba en mí.
(Tyler )
—¡April! ¿Dónde te habías metido? —la saludó una de sus amigas totalmente borracha mientras esta se dejaba abrazar.
Al salir de casa de April me di cuenta de que no tenía ni la menor idea de dónde estaba la fiesta, por lo que tuve que esperarla. Y tengo que admitir que no fue mucho, solo se bastó a cambiarse la blusa por una más adecuada para la ocasión y se colocó maquillaje suave y listo. Llegó a la fiesta en menos de quince minutos. Iba a irme en busca de Haley, pero justo Marie apareció en la estancia frente a April, que acababa de librarse de su amiga borracha.
—¿Sabes dónde está Haley? —con solo escuchar el tono de voz de la pregunta me di cuenta de inmediato de que algo había pasado.
—No lo sé. En realidad, no la he visto en todo el día. ¿Está bien? La he notado algo rara.
Hubo un silencio. Marie frunció el ceño, perpleja. Y yo me preguntaba qué diablos estaba pasando.
—¿En serio? Qué raro, creí que había estado contigo por la tarde.
April negó con la cabeza. Yo ni me quedé más tiempo entre ellas dos, ya me olía que algo había sucedido, y con solo tener a Haley en el centro del problema no iba a quedarme tranquilo hasta verla sana y salva. Me recorrí la casa por completo, dándome cuenta en el camino de la cantidad de chicos que andaban besuqueándose, manoseándose e incluso llegando a tercera base.
Entre ellos había Simon Adams, que andaba en una de las habitaciones de arriba con una rubia con la que había salido unas cuantas veces. En fin, el punto era encontrar a Haley. Luego de unos minutos de buscarla por toda la casa opté por mirar el jardín, que no era grande, así que fue fácil darse una vuelta. Me encontré con un ovillo entremedio de un arbusto que lloraba desconsoladamente. Y sentí que algo se me rompía dentro.
Me acerqué a ella como en un acto reflejo, observándola de arriba abajo para ver que no se había lastimado. Recordaba nuestra pelea, de la que había concluido que nunca más iba a hablarle, que ya había cortado relaciones con ella. Pero en ese momento todo eso se fue a la mierda.
—¿Haley? ¡Haley! ¡¿Haley?! —le dije subiendo el tono de voz a uno cada vez más fuerte.
Esta en el décimo intento levantó la cabeza, reparando en mí.
—¿Qué... qué hace... haces aquí? —tartamudeó, recogiéndose el cabello, que lo tenía hecho un enredo.
En ese momento me di cuenta de que no era momento para hablarle sobre lo que había descubierto. Ahora mismo Haley necesitaba de mí, dejando en segundo plano lo que estaba sucediendo con todos los secretos y mentiras que nos rodeaban.
—Vine a sacarte de aquí. Vamos a casa, necesitas descansar.
Esta no replicó, sino que se levantó un poco desequilibrada, a lo que yo en vez de soltar una carcajada me preocupé. No podía ser que en todas las fiestas del partido terminara borracha. En silencio, nos dirigimos a la casa e íbamos caminando entre la gente. Haley ni respondía los saludos, solo seguía derecha hacia la entrada principal. Y así fue como salimos, con la suerte de que no aparecieron ni Marie ni April. Pero ahora había un problema. Haley no tenía coche con el cual volver a casa, pero para su suerte justo Mark Ross estaba entrando con mi motocicleta.
—Pídele que te lleve, ahora —sabía que mi tono no había sido el mejor, pero no iba a irse en taxi o en bus en el estado en el que se encontraba.
Esta se quedó ahí parada, sin saber qué hacer.
—¡Mierda, Haley, anda y pídele que te lleve!
Esta, temblando, se acercó hacia él, que al notar que Haley venía con los ojos llorosos y toda desparramada se acercó, preocupado.
—¿Qué sucedió?
—¿Puedes llevarme a casa? —le preguntó en un susurro, temblando.
Por supuesto Mark Ross accedió de inmediato sin dudarlo. Llegamos al departamento y Mark llevó a Haley dentro. La tenía agarrada mientras subían las escaleras. Haley no abrió la boca en todo el camino, solo se bastó a ir en silencio junto a mi hermano, sin siquiera atreverse a mirarlo. Al llegar a la puerta abrió con las llaves que tenía en su cartera.
—Gracias —se bastó a decirle, sin siquiera sonreír.
Mark se quedó ahí parado, sin moverse.
—¿Estás segura de que estarás bien sola?
Asintió y le cerró la puerta a Mark de frente, a lo que yo, de inmediato, entré dentro. Haley se echó al piso y cayó al suelo de golpe, donde volvió a echarse a llorar. Y yo no sabía qué mierda hacer.
—No puedo más, esto me supera, Tyler, no creo ser capaz —esta tenía los ojos fijos en el suelo, sin siquiera mirarme.
Me agaché junto a ella para quedar a su altura.
—Mírame, Haley —esta negó, a lo que yo le seguí insistiendo, hasta que finalmente cedió—. No estás sola en esto, me tienes contigo. Y aunque sé que no soy de mucha ayuda no soy tu responsabilidad. Si estoy en este estado es por mi culpa, no tuya. ¿Me entendiste?
—Te lo prometí, Tyler, no puedo dejarte morir —susurró, y al limpiarse las lágrimas subió la vista hacia mí—. No podré soportarlo.
Iba a responderle, pero al subir la vista hacia nuestro alrededor caí en la cuenta del estado en que se encontraba el departamento. Hecho un completo desastre. Había vidrios rotos por el suelo y unas botellas de distintos tipos de licores vacías por toda la sala. Además, todas las puertas de la cocina estaban abiertas de par en par y había un plato roto en el suelo junto a la pared cerca de la televisión. Y ahí me di cuenta de que Anna Dickens había tenido otra recaída.
—Haley... —la llamé con un hilo de voz, y es que realmente en ese momento quería vendarle los ojos y que no viera lo que había sucedido, pero no podía.
Ya lo había hecho.
—No puede ser —esta se levantó algo torpe, con nuevas lágrimas que miraban a su alrededor con los ojos brillosos—. Me lo había prometido. ¡No puede ser! —se le quebró la voz y empezó a caminar por el departamento dando algunos giros.
—Haley, no estás en las...
Ni pude terminar, ya que esta abrió la puerta de la habitación de su madre, desde donde se veía a Anna tirada en el suelo con una botella a su lado. Haley se acercó a ella y la tomó por la cabeza, mirándola decepcionada, pero al mismo tiempo parecía que iba a explotar en un ataque nervioso. Y se me ocurrió una idea.
—Llama a Roy, no puedes con esto, Haley.
—Sí puedo —esta, sin siquiera escucharme, intentaba despertar a Anna, pero sin frutos.
—No, no puedes. No estás bien, y Anna necesita la ayuda de alguien en su sano juicio.
—¿Qué insinúas? No vengas a decirme qué puedo y qué no puedo hacer, Tyler. He estado en esta situación más veces de las que puedo recordar.
—Estás borracha —le apunté.
—No lo estoy.
Claro, ¿y qué significaba su falta de equilibrio? Bien, ahora tenía que tratar con una Haley orgullosa, borracha y además de mal genio. Me tragué mis palabras y dejé a Haley hacer lo que "sabía hacer". Pero, como había dicho, a los pocos minutos comenzó a desesperarse, y a la vez el cansancio comenzó a apoderarse de ella.
—A ver, Haley, solo llama a Roy. Él sabrá qué hacer.
De un minuto a otro se levantó, preocupada y nerviosa, hacia el móvil de su madre mientras le echaba vistazos a Anna, que seguía ahí tirada, seguramente dormida. O eso esperaba.
—Roy —la voz de Haley se quebró de inmediato, y con un sollozo prosiguió—. Por favor, ven. Es mi madre, necesita ayuda.
Roy llegó de inmediato, y Haley, al abrir la puerta, se echó a sus brazos abrazándolo, dejando salir más lágrimas de las que había visto en una chica en toda mi vida. Y nunca creí que alguna vez iba a pasarme algo así, pero el hecho de ver a Haley tan destruida me dolía en el corazón. Sí, era un marica de mierda, pero era la verdad. Roy la tranquilizó y le dijo que fuera a su habitación, que él se encargaba de todo. Haley se rehusó, pero Roy al parecer notó lo mismo que yo.
—Estás borracha, Haley, tienes que descansar.
—No lo estoy —volvió a repetir.
Roy, en vez de cerrar la boca y dejar a la Haley borracha creer lo que quisiera creer, la miró detenidamente.
—No lo estás —susurró más bien como un hecho, a lo que yo lo miré, interrogante—. Pero algo has ingerido. Aunque no sea alcohol tienes que descansar, yo cuidaré de Anna.
Noté que Haley, sin negarlo, le hizo caso y se encaminó hacia su habitación. Yo la seguí. Sin reparo, se desvistió enfrente de mí de manera rápida, colocándose el pijama y adentrándose en la cama. Salí de mi sorpresa y me acerqué hacia ella para colocarme a un lado de la cama.
—Todo va a estar bien.
Esta se quedó mirándome, con los ojos irritados e hinchados.
—Lo siento, Tyler, no sabes cuánto.
No dije nada, sino que me limité a sonreírle. Y se le cayó una última lágrima antes de cerrar los ojos. En eso, me levanté de golpe, necesitaba saber cómo estaba Anna.
Roy estaba junto a Anna, que con un basurero en sus manos estaba descargando la borrachera. Aunque me resultara repulsivo, no tuve otra opción que adentrarme en la habitación para saber qué diablos había sucedido.
—Déjame, puedo sola —le comentó Anna, mirando a Roy avergonzada.
—No digas tonterías y vomita toda esa mierda de alcohol que tienes dentro.
Anna no respondió, sino que siguió con la boca dentro del basurero sacándolo todo afuera. Así pasaron unos minutos en los que los dos se bastaron en estar en silencio, hasta que al fin Anna ya había terminado y Roy se enderezó, saliendo de la habitación para prepararle un café. Al terminar se acercó a Anna, que seguía en la misma posición, pero ahora con la vista en el suelo.
—Tómate esto —le entregó la taza y Anna se la llevó a los labios sin replicar—. ¿Cómo te sientes?
—¿En serio estás preguntándome eso?
Roy soltó una carcajada, aunque sin suavizar su expresión severa. Se sumieron en un silencio, y Roy lo rompió con la pregunta que necesitaba hacer para entender lo que había sucedido.
—¿Por qué?
Anna se quedó mirando al vacío, como si estuviera en otro planeta. Sus facciones eran inexpresivas y a la vez sus ojos comenzaron a brillar. Yo miraba la escena expectante, no tenía ni la menor idea de lo que estaba sucediendo.
—Hoy vino un chico con Haley a casa —habló sin mirar a Roy.
¿Y quién había sido? ¿Simon? ¿James? ¿Mark? ¿Daniel? ¿Steve?
—Si te preocupa que Haley este saliendo con...
—No es eso —ahora juntó sus ojos con los de Roy, y reparé que lo que había sucedido era serio—. No me di cuenta cuando nos saludamos, quizás su cabello no era el mismo, pero su mirada... esa mirada era exactamente igual —esta ahogó un gemido, soltando un sollozo—. Y no me di cuenta, Roy, soy tan estúpida —este no dijo nada, esperando que prosiguiera—. Lo invité a entrar, hasta lo encontré guapo y perfecto para Haley. Pero... cuando supe su apellido... ¡Es que soy tan estúpida!
—¿Quién era Anna? —le preguntó, preocupado.
No respondió, sino que se lo quedó mirando un momento para luego desviar la vista, soltándolo. Y, como siempre me sucedía, se trataba de la última persona que creí que iba a estar con Haley. Me lo había prometido.
—Aaron, Aaron Grey —por supuesto que Roy parecía sorprendido en todo el sentido de la palabra, a lo que Anna volvió a soltar lágrimas—. El hijo de...
—¿De ese imbécil? —le cortó, y esta asintió—. ¿Por qué estaba con Haley? ¿Qué diablos puede querer ese chico de ella?
—Él lo sabe. No me cabe duda.
¿Saber qué?
—Tienes que decirle a Haley que se aleje de él, es peligroso. Quizás lo mandó su padre a vigilarte.
—No, parecía asustado, más aún cuando Haley me nombró a su padre. Lo más probable es que ni estuviera enterado de lo que está sucediendo entre Haley y él. Y tuviera miedo de que este se enterara por mi parte.
—¿Y qué son exactamente? Ya sabes, Haley y el chico.
—Él le tiene cariño, eso lo pude notar a metros. Haley al parecer igual, aunque no lo sé —Anna dejó la taza a un lado para pasarse un pañuelo por la nariz y limpiarse las lágrimas, que seguían saliendo—. Tengo miedo, Roy, Haley no puede enterarse.
—No lo hará. Me encargaré de hablar con el chico —este acercó a Anna hacia él y se fundieron en un abrazo.
—Si Richard pretende quitarme a mi hija o intenta ponerle un dedo encima voy a matarlo —Roy la estrechó más hacia él.
—Eso no va a pasar, no voy a dejar que eso suceda —la tranquilizó acariciándole la espalda.
—Tengo miedo. Haley es todo lo que tengo, si supiera la verdad... no me perdonaría nunca.
—Lo entendería, fue un error.
—Le he mentido, Roy. Ella ha creído todos estos años que su padre la abandonó y desapareció. Pero ha estado en Chicago todo este tiempo.
No. No podía ser cierto. Me negaba a creerlo. Comencé a echarme atrás, no quería escuchar, no quería saber nada más. Tenía que ser un malentendido. Un sueño. Pero era tarde, Roy prosiguió, y escuchar la verdad fue inevitable.
—Richard Grey es solo un pedazo de basura, nada más. Y le hiciste un favor a Haley en escondérselo.
Entonces era cierto. Y ahora las cosas cobraban aún más sentido. Richard Grey era el padre de Haley.
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Hola, hoy es 20 de julio de 2021, y quería informarles que estoy volviendo a subir todos los capítulos de la novela, si el siguiente cap no esta disponible no te preocupes, estos días voy a subir los que faltan a Wattpad. Saludos!
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