Capitulo 43: Cita
(Tyler )
Al llegar a la comisaría comenzaron primero con las preguntas sobre lo que había sucedido. Pensé que Mark diría la verdad, pero solo se bastó a decir que habían comenzado a pelearse, sin decir la causa. Luego de que estuviera encerrado treinta minutos lo dejaron salir a hacer su llamada. Pensé que iba a marcar a Roy, pero, en cambio, noté que la voz del otro lado de la línea era James.
—¿Diga?
—James, soy Mark —susurró mientras tensaba la mandíbula diciendo las tres siguientes palabras a punto de derrumbarse—. Me han arrestado.
Silencio. En eso, recordé que James sabía que Mark había estado en el coche de Aaron y que ahora mismo debía estar pensando que lo habían arrestado por el accidente.
—Mierda, Mark, no puede ser cierto. ¡Maldita sea! —la desesperación de James me demostró que tenía razón.
Él creía que lo habían arrestado por mi accidente.
—Solo fue una pelea —le respondió Mark, confundido—. Dile a Roy que venga, no se lo cuentes a Fernando.
James soltó un suspiro, agradecido, a lo que Mark frunció el ceño.
—Eres un maldito imbécil. ¿Lo sabías? —Mark no respondió, sino que dejó la vista clavada en el suelo, perdido en sus pensamientos—. Está bien, llamaré a Roy —cuando la llamada iba a terminar Mark habló.
—Necesito que hagas algo más por mí.
—¿Qué?
Lo miré interrogante.
—La motocicleta de Tyler. La he dejado. Y necesito que la vayas a buscar por mí.
Escuché una maldición por parte de James.
—¿Dónde?
¿Y ahora qué iba a decirle Mark?
"Está en medio de una fiesta con puros hombres del barrio bajo de la ciudad, ya que corro en carreras ilegales con el nombre de Kevin. Sí, hermano, ya no soy el chico bueno de la familia."
—¿Recuerdas donde deberíamos estar viviendo si no hubiera muerto mamá? —parpadeé unas cuantas veces, atónito—. Pues la misma calle al final.
Recordaba a Roy decirle a papá que si no hubiera sido por Fernando nosotros viviríamos en la zona sur, en el peor barrio de Chicago. Así que vivíamos donde se hacían las carreras... Ni podía imaginarme vivir ahí. Pero sí me llamaba ir con James a buscar mi motocicleta, ya que de paso podía echarle un vistazo al hogar que hubiera sido mío si no hubiera muerto mi madre.
No pude ir a casa, ya que estaba bastante lejos y la comisaría estaba a unas pocas cuadras del lugar de las carreras. Así que sin perder tiempo me encaminé hacia ahí, dejando a Mark terminar su conversación con James, que ya debía estar partiendo. Al llegar me quedé junto a mi motocicleta, cuidándola por si alguien intentara robármela. Aunque, a fin de cuentas, ¿qué podía hacer yo si alguien la robaba? Nada. Era inútil.
Me basté a contemplar a las personas que había a mi alrededor. Por supuesto, no faltaban los chicos con sus chaquetas de cuero y sus caras de "soy un chico malo", ni las chicas, todas con vestidos ajustados, intentando ganar la atención de alguno de ellos. Y algunas salían ganando, mientras que otras solo se veían patéticas.
En todo mi cotilleo el tiempo se me pasó volando y James Ross hizo la entrada con su convertible, ganando la atención de la mayor parte de ellos. «¿Y cómo pensaba subirse a la moto al mismo tiempo que al coche?», pensé de inmediato, pero al ver que del copiloto se bajaba Marie Acuña mi incógnita fue resuelta. Me acerqué a ellos interrogante.
—Las llaves, James, recuerda que yo conduciré tu preciado y lindo coche —Marie solo quería fastidiar a mi hermano, que de un gruñido se las arrojó.
—¡Un solo rasguño, Acuña, y juro...! —no pudo seguir hablando, ya que una rubia se le había acercado tomándolo del cuello.
—Guapo, ¿quieres bailar?
Fruncí el ceño, ya que nadie bailaba excepto los que estaban tremendamente borrachos. Por otro lado, mi hermano la recorrió por completo mientras Marie volcaba los ojos.
—Este guapo viene conmigo —dijo sorpresivamente Marie, que tomó a mi hermano de la mano, jalándolo de la rubia que sin siquiera importarle fue en busca de otro hombre al que seducir.
Yo se lo agradecí a Marie, ya que ahora mismo no era el momento para que James Ross comenzara a ligar.
—¿Qué te sucede? —James se soltó de Marie de un tirón y la miró interrogante.
—En serio, no sé qué les ves a las rubias... —comentó por el bajo, y yo solo pude escuchar, ya que James estaba ahora muy ocupado mirando a su alrededor. Al parecer al fin notó que el lugar donde se encontraba era bastante peligroso—. ¿James?
Le seguí la vista a mi hermano, encontrándome con un grupo de chicos que miraban a nuestra dirección relamiéndose los labios. Caí en la cuenta de que estaban deleitándose con Marie, que llevaba una falda algo corta.
—Sube ahora mismo a mi coche, este lugar es peligroso —James, sin preámbulos, la tomó del brazo jalándola fuertemente hacia el coche, mientras Marie soltó un quejido.
—¡Que me haces daño, estúpido! —gritó, pero mi hermano no le hizo caso, sino que le arrebató las llaves para abrir el coche, prendiendo el motor y dejando entrar a Marie en él.
—Ahora fuera de aquí.
—No voy a irme sin verte a ti hacerlo.
James no pudo evitar soltar una burla.
—¿Es que te volviste loca? Marie, estamos en el barrio bajo de Chicago, en cualquier segundo van a romper el cristal del coche y van a sacarte de ahí y hacerte quién sabe qué. Así que hazme el favor y lárgate.
—¿Y qué me dices de ti? En cualquier segundo puede llegar quién sabe quién a hacerte algo, puedes necesitar ayuda.
Los dos se quedaron en silencio, y James soltó un suspiro frustrado, mientras que Marie lo miraba directamente a los ojos.
—Bien, solo porque te conozco, Acuña, y sé que no vas a irte. Anda con el coche al otro lado de la calle y espérame ahí. Si alguien se te acerca gritas.
Esta asintió de inmediato prendiendo el coche, desapareciendo hacia el otro lado de la calle. Yo no podía creer que los dos acababan de declarar su preocupación hacia el otro. Por cierto... ¿Por qué diablos había venido con Marie? ¿Me había perdido algo? En eso, James cambió su postura a una totalmente diferente, parecía más decidido y a la vez daba cierto aire de peligro.
Fulminó de golpe a los hombres que hace unos momentos habían estado mirando a Marie, que apartaron la vista. Y es que James Ross podía ser realmente espeluznante cuando se lo proponía. Se encaminó hacia el lugar en que Mark había molido a golpes a Aaron, tomando las llaves, que habían aterrizado en unos arbustos. En eso, un móvil comenzó a vibrar a un metro de James, que lo tomó, interrogante. Había un mensaje en la pantalla que provenía de una tal "hermanita".
Y al ver lo que decía me quedé helado, al igual que James, que se le cayó el móvil de las manos al instante.
Lo arrestaron y no sabes cómo está papá. No va a parar hasta que Mark Ross quede tras las rejas por la golpiza que te dio. Estoy orgullosa, hermano, el plan va al pie de la letra.
Maldito hijo de puta.
(Haley)
Un sonido extraño hizo que despertara, y algo confundida y a la vez alarmada tomé mis gafas y me encaminé hacia la puerta gruñendo, ya que eran las ocho de la mañana. Al salir al pasillo pude ver a mi madre con la aspiradora caminando de un lado al otro. Fruncí el ceño.
—Mamá, son las ocho de la mañana.
—¡Al fin despertaste! —Esta me miraba sonriendo, pero esa sonrisa era más bien escalofriante—. ¿Te preparo el desayuno?
—¿Eh? No, quiero dormir. Hoy es domingo, mamá, no tengo clases —le dije recalcando la palabra domingo para que entendiera que estar despierta a las ocho de la mañana no era normal.
Ella, por su parte, se encogió de hombros y comenzó a limpiar las fotografías que había en el pasillo.
—¿Estás bien? ¿Por qué estás despierta tan temprano?
—Tenía que limpiar. ¿Sabes cuándo fue la última vez que usé una escoba? ¡Hace meses!
Me quedé en silencio, mirándola detenidamente mientras esta esquivaba mi mirada para seguir con su "limpieza". No me la creía, mamá odiaba limpiar, y si lo hacía era porque estaba estresada y necesitaba liberar tensión. Esa vez que había limpiado por última vez el departamento fue cuando se había acostado con un chico que había resultado estar en la universidad. El chico le había dicho que tenía la edad de mi madre cuando en realidad iba a Illinois. Y sabía que ahora le sucedía algo por el estilo.
—¿Qué pasó ahora? —Mi madre volvió la vista hacia mí, y pude identificar que se trataba de algo mucho más serio que acostarse con un universitario, por lo que negué con la cabeza cuando abrió la boca—. ¿Sabes qué? Prefiero no saberlo, no me lo digas —me di la vuelta para volver a mi habitación.
Pensé que mamá me iba a frenar o iba a decirlo de todas formas, pero no lo hizo, y se lo agradecí. Ya tenía mucho con que lidiar y no quería agregar algo más a la lista. Además, ¿para qué saber otra de sus relaciones fallidas? Esta vez pasaba. Entré a mi habitación, encontrándome con Tyler Ross justo al frente de mí, a lo que retrocedí de sorpresa, para luego volver a la normalidad. Iba a decirle algo, pero me quedé en silencio hasta que escuché que la aspiradora volvía a prenderse.
—¿Pudiste encontrar a Mark? —le pregunté en un susurro mientras me adentraba a mi hermosa cama, que me llamaba a gritos.
—Sí, y no vas a creer lo que ha sucedido... —me volteé hacia él de golpe rogando interiormente que no fuera algo tan malo.
«Por favor... es domingo, denme una buena noticia», pensaba. Pero sabía con solo leer su expresión que no lo era, ni en lo más mínimo.
—Solo espera un segundo —caminé hacia la ventana y la abrí de un tirón. Saqué la cabeza afuera y cerré los ojos.
Paz, necesito paz. Respiré profundamente para luego volverme hacia atrás.
—Comienza —concluí lista para todo los embrollos que de seguro venían.
¿Es que no podía tener un día de tranquilidad? Sé que sonaba egoísta, pero mi cabeza iba a explotar en cualquier momento y estaba echa un total lío.
(Tyler )
No tenía ni idea de qué le había picado a Haley, pero preferí no preguntarle nada. Había cosas más importantes de las que hablar.
—¿Te digo la buena o la mala primero?
Haley se lo pensó un momento.
—La mala.
—A Mark lo arrestaron y no sé si van a poder sacarlo —noté cómo Haley se quedó boquiabierta, a lo que volví a hablar de inmediato—. Pero no fue por lo de mi accidente, tuvo una pelea con Aaron. En realidad, solo se bastó a golpearlo —le expliqué, a lo que esta frunció el ceño—. Pero todo había sido un plan de Diana y Aaron para que la policía lo pillara, lo vi...
—Tyler, para —me cortó de improvisto—, cuéntame desde el comienzo —se sentó como un indio encima de su cama, mirándome con atención.
Y así fue como partí desde el comienzo. Primero sobre lo de Kelly, mi madrastra, hasta cuando James se subió a la moto y salió disparado del lugar. Por supuesto Haley no me interrumpió en toda la historia, hasta ya al final cuando había terminado.
—Entonces tu padre quiere volver con Holly, pero al parecer hay un hombre del pasado del que Fernando aún quiere vengarse y eso complica su relación. Mark al final no quería matarte, todo fue un malentendido, lo malo ahora es que lo han arrestado por golpear a Aaron. James y... ¿Marie? —asentí con la cabeza ante la mirada confundida de Haley, que aún no se creía esa parte de la historia— fueron a buscar la motocicleta y cuando James la encontró también había un mensaje que de seguro era del móvil de Aaron, en el cual Diana nos daba a conocer que todo lo de la pelea había sido planeado entre ellos dos. ¿Algo más?
—Luego de que James volviera a casa para dejar a Marie se encaminó hacia una pequeña casa que había a unas cuadras de las carreras, y creo que ese lugar era donde debería haber vivido si mi madre no hubiera muerto... —concluí recordando vivamente el momento.
Cuando James se volvió a subir a la moto luego de dejar a Marie creí que iríamos a la comisaría, pero cuando paró frente a una pequeña casa de solo un piso me quedé petrificado. Y es que sabía perfectamente dónde estábamos. James quitó la llave y se encaminó hacia esta, pero no pudo entrar, ya que estaba siendo ocupada por otras personas. De todos modos, pero, se quedó al frente observando. Y yo, por mi parte, entré dentro sin siquiera pensármelo dos veces.
—¿Y cómo era? —la voz de Haley me hizo volver a la realidad.
—Pequeña... solo contaba con cocina, un baño y una habitación.
—Ah...
Haley me estudiaba, creyendo que iba a romperme a llorar en cualquier momento. Pero no era así.
—Ni puedo imaginar cómo hubiera sido mi vida ahí... —comenté recordando la familia que estaba ahí dentro.
Realmente era una miseria. Comparar la calidad de vida con la que Fernando nos había dado a mis hermanos y a mí, daba con claridad la gran diferencia. Parecía otro mundo. Haley no dijo nada, se quedó en silencio, lo que agradecí. En realidad, no necesitaba un consuelo de algo que ni siquiera viví, sino que agradecía la mejor vida que se podía pedir aquí en Chicago. Aunque ya ni siquiera la podía vivir.
—¿Entonces James sabe que Diana es la hermana de Aaron?
Negué con la cabeza.
—Aaron la tenía guardada en su móvil como "hermanita".
—¿Y dónde está ahora su móvil?
Me encogí de hombros.
—Si no lo ha ido a buscar, pues en el lugar de la pelea.
Un silencio, en el cual yo volvía a recordar el rostro de James cuando había visto el mensaje, que lo había dejado totalmente pasmado. ¿Y quién no? Ni yo me había esperado que Aaron Gay lo hubiera hecho todo a propósito. Maldito hijo de puta. La voz de Haley me hizo arquear una ceja.
—¿Qué?
Esta soltó un resoplido, para volver a repetirlo.
—Podemos ir a buscarlo, si no pueden sacar a Mark pues al menos tenemos una prueba de que fue planeado.
Alcé la vista hacia ella, sonriendo. ¡Era una idea perfecta! Aunque había un pero...
—¿Tyler? —Haley me observaba esperando una respuesta audible.
Mi sonrisa desapareció y me acerqué hacia ella negando con la cabeza.
—No lo entiendo... es perfecto.
—Es el barrio más peligroso de Chicago, Haley —esta iba a decir algo, pero proseguí. Sabía lo que iba a responderme—. No se compara a este barrio ni mucho menos, y no voy a dejar que vayas sola...
—¿Sola? Pero si vamos jun... —esta se calló, entendiendo a lo que se refería.
Ella me veía, pero no el resto. Ese era el pero. Haley se sacó las gafas de botella y se llevó las manos a sus ojos intentando no quedarse dormida.
—¿Pesadillas de nuevo? —le pregunté para cambiar el tema, ya que tenía que admitir que todo este asunto ya estaba sobrepasando a Haley.
Esta se bastó a asentir, algo incómoda, y yo por mi parte noté que no iba a hablarme de ello.
—Tenemos que buscar una solución para ir a buscar el móvil... ¿Y si le digo a Marie que me acompañe? —esta de inmediato se pegó una cachetada en la frente, dándose cuenta de que no era una opción.
Ya que... ¿Qué iba a hacer? ¿Llamarla y decirle «Marie, acompáñame a buscar el móvil de Aaron Grey, el chico al que ayer golpeó Mark y que fue todo planeado por él y su hermana para hundir a la familia Ross»?
—A ver... —Haley volvió a adentrarse en su cabeza, pensando qué hacer. Yo me basté con observarla con una sonrisa.
—¿Sabes? Creo que hoy nos deberíamos dar un respiro de todo este lío... ¿Qué dices?
Volvió la vista hacia mí de golpe, entrecerrando los ojos, seguramente creyendo que se trataba de una broma, un chiste o un jueguecito, pero no lo era.
—Tyler yo... no puedo —sentenció, a lo que yo volqué los ojos.
—Lo necesitas, lo necesitamos.
—Pero Mark está en la cárcel, tenemos que ir a por el móvil, además está Kyle... —noté que había algo más detrás de eso. Haley se mordió el labio, nerviosa, para luego continuar—. Nos queda poco tiempo, tenemos que apresurarnos. No podemos malgastar un día en salir a divertirnos...
—Vamos, si no te das un día para descansar te aseguro que vas a explotar. Y sabes que lo quieres incluso más que yo.
—¿Qué? ¡Para nada! Me rehúso, Tyler, yo me quedo aquí —esta se cruzó de brazos, molesta—. Si quieres anda a algún lugar tú...
—¿Solo? ¡Ni loco! —le corté subiendo la voz—. Vamos, Haley, por favor —me arrodillé frente a su cama poniendo cara de cordero degollado.
Siempre funcionaba con las chicas y sabía que Haley no iba a ser la excepción. Esta desvió la vista de mí, meditándolo. «Di que sí, di que sí».
(Haley)
—Lo siento, Tyler, pero no puedo —concluí finalmente.
¿Cómo íbamos a salir a divertirnos cuando todo estaba hecho un completo desastre? Narco me había dicho que quedaba poco tiempo... no podíamos desperdiciar un día para pasarlo bien. Simplemente no se podía.
—Por favor, te lo ruego. ¡Por lo que más quieras! —dramatizó este acercándose ahora a mí, adentrándose en mi espacio personal.
La mata de cabellos rubios seguía haciéndome ese puchero tan adorable mientras yo intentaba desviar la vista de su rostro.
—Ya te dije que no... —le susurré, ya que mamá ya había apagado la aspiradora y no quería que me escuchara hablando sola.
A Tyler al parecer ya se le estaba acabando la paciencia conmigo, por lo que su puchero desapareció.
—Quizás tú no quieras un respiro de todo esto, pero yo sí —ahora su rostro reflejaba desesperación—. Estoy muerto, Haley, lo único que te pido es que me des un día normal, aunque sea un día sin mentiras ni secretos... juntos tú y yo —al final me dedicó una sonrisa amigable, a lo que yo me sonrojé.
Tyler se bastó a desviar la vista, lo que agradecí. Intenté encontrar las palabras correctas para hacerlo entrar en razón.
—Nada de esto es normal... Mírate. ¡Estás muerto! —le apunté resignada—. Y te prometí que iba a traerte a la vida, tengo que hacerlo.
Tyler se quedó en silencio aún sin mirarme, sabía que quizás mis palabras lo habían herido, pero era la realidad tal cual, y era la única forma para que entrara en razón. Volvió la vista hacia mí, hablando de nuevo.
—El sacerdote dijo que el amor era la clave para que volviera. ¿Y qué estamos haciendo ahora? Esta frustración que hemos estado sintiendo por cada mentira que descubrimos nos aleja de ese punto, Haley, no soy estúpido, sé que puedo estar equivocado —este tensó la mandíbula, para luego desviar la vista—, pero prefiero arriesgarme y pasarme un día divirtiéndome contigo que estar entremedio de todo esto...
Silencio. Iba a desmayarme. ¿Lo había oído bien? Ahora sí que me era imposible negarme a salir con Tyler. Y es que, aunque me costara decirlo, tenía razón. Necesitábamos despejarnos o íbamos a explotar.
—Bien. ¿Dónde iremos?
(Tyler )
Ya estábamos en Navy Pier, una de mis atracciones favoritas de Chicago. El camino se nos hizo corto, ya que Haley habló por móvil con Marie, que se lo había dicho todo sobre ayer detalladamente. Yo me reía de las maldiciones que decía de mi hermano, mientras que Haley se aguantaba la risa. Cuando terminó de hablar el autobús llegó a su destino y nos bajamos.
—¿Sabes lo rara que voy a verme subiéndome a las atracciones yo sola? —me comentó mientras observaba a parejas o familias caminando de un lado a otro.
—A ver, todas las chicas hubieran pagado para que las llevara aquí cuando estaba vivo. ¿Y tú te quejas? —me burlé, ganándome una mirada furiosa de su parte, que me sacó la lengua.
—La arrogancia la llevas en la sangre, ¿no?
Yo me basté con asentir, encogiéndome de hombros.
—Qué puedo decir... Soy Tyler Ross —le seguí el juego poniendo una voz de galán de telenovela.
Haley intentó golpearme en el hombro, pero su mano traspasó mi cuerpo.
—Fallaste —solté una carcajada, sacándole la lengua.
—Eres un caso perdido... —comentó para sí volcando los ojos.
Yo seguí riéndome sin parar, y es que Haley Dickens realmente era lo mejor que me había pasado entre toda la mierda que estaba viviendo. Por supuesto, la muy gallina no quiso entrar a ninguno de los juegos, mientras que yo me subía a cada uno sin siquiera tener que hacer la fila. «Los beneficios de ser un fantasma», alardeé dentro de mi cabeza.
Tenía que admitir que salir con Haley era divertido. Se tropezó con sus propios pies unas tres veces, luego un pájaro se lo hizo encima suyo, por lo que tuvo que quitarse la chaqueta, que luego le robaron mientras iba al baño. Y todo eso sucedió en menos de una hora. Ahora mismo estábamos al frente de la mayor atracción, la rueda de la fortuna. Haley se negaba a subir, pero con mi insistencia terminó cediendo a regañadientes, y tuve que prometerle que luego la acompañaría a almorzar. Además de tener que esperar en la fila junto a ella, que por su parte se miraba nerviosa las manos.
—No me digas que le tienes miedo a las alturas —bufé, ya que me recordaba a todas esas chicas con las que salía que inventaban esa estúpida excusa para que yo las besara mientras estábamos en lo alto.
Aunque, claro, era genial para mí en ese entonces. Pero ahora con solo recordarlas cotilleando en el baño del instituto, diciendo que era como un perro faldero detrás de ellas y lo fácil que era llevarme a la cama... pues ese Tyler murió en el instante. La voz de Haley me hizo volver a concentrarme en ella, que estaba hablándome.
—Es solo que... Venía aquí de pequeña con mi abuelo. Me trae recuerdos —apuntó a la rueda, que estaba ahora justo dando una vuelva, mientras se escuchaba algún que otro grito de chicas asustadas.
Volví mi vista hacia ella y le sonreí, pero no esa sonrisa que usaba para conquistar, sino una de real.
—¿Cómo era él? —le pregunté intrigado, ya que sabía lo importante que era para Haley.
—Gracioso, ha sido la única persona que me ha hecho reír de verdad.
—Creo que en eso te equivocas —le contradije, poniendo una mano en mi pecho. Esta, por su parte, negó con la cabeza—. ¿Acaso estás insinuando que no soy lo suficientemente gracioso para ti? —eso era imposible. Haley soltó una carcajada, a lo que yo abrí los ojos, sonriendo con arrogancia—. Ahí la tienes.
—Tú me haces reír, pero no como lo hacía mi abuelo. Son risas diferentes. Con mi abuelo no podía parar hasta terminar llorando o porque me dolía el estómago. Tampoco te lo tomes a mal, igualmente eres gracioso, Tyler —no dije nada, sino que ignoré su mirada.
Solté un bufido. ¿Acaso creía que me iba a enojar por no hacerla reír de verdad? Estupideces. Iba a ver cuando le hiciera reír "de verdad". En eso, noté que la mayor parte de las personas de la fila miraban a Haley con el ceño fruncido, y es que ver a una chica riendo y hablando sola no debía ser algo normal en sus rutinas diarias.
—Al parecer eres la principal atracción —le comenté acercándome a su oreja, haciendo que se estremeciera.
Iba a decirme algo, pero al igual que yo hace unos segundos notó las miradas que tenía, bajando la vista de inmediato hacia abajo. Lo peor era que se dio la vuelta para salir, pero el espacio era diminuto y había una larga fila por detrás. Siendo como mientras yo reía a carcajadas Haley se bastó a jugar con sus manos hasta que por fin nos subimos dentro.
—¿Y tu acompañante? —le preguntó el chico encargado de la atracción.
—Vengo sola —se bastó a responderle algo aturdida, entrando a la cabina para cuatro para abrocharse el cinturón. Yo me puse a su lado.
En eso, pensando que iba a entrar una pareja junto a nosotros el encargado vino a cerrarla.
Al parecer Haley, hablando sola, los había asustado.
(Haley)
«Tonta, tonta, tonta, tonta, tonta», me repetía una y otra vez en mi cabeza. Nunca había estado tan avergonzada en mi vida. Tenía que aprender que Tyler no era visible para los demás y así ahorrarme una vergüenza tras otra. Como dicen las revistas, en ese momento solo quería que me tragara la tierra.
Además, luego el chico me preguntó si viene mi acompañante. Pues sí, está justo a su lado, solo que no podía verlo. «Voy sola», esa había sido mi respuesta. Tyler carraspeó a mi lado, y yo volví en mí. La mata de cabellos rubios estaba con una sonrisa burlona en su rostro. ¡Se estaba riendo de mí!
—Todo es tu culpa —susurré intentando no mover los labios.
—¿Eh? ¿Qué dijiste?
—Que todo es tu culpa —volví a repetir fulminándolo con la mirada.
—Repítelo, es que apenas se entiende si no abres la boca —este se acercó más hacia mí con una mueca.
—¡Que tienes toda la culpa! —le grité de golpe sin pensarlo dos veces.
Justo en ese momento pude notar cómo el encargado del juego me miró frunciendo el ceño desde afuera. En eso, Tyler estalló a carcajadas, y cerré los ojos de golpe. «Tonta, tonta, tonta, tonta», volví a repetirme nuevamente. Y para mi alivio la rueda comenzó a moverse. Cuando ya estábamos lo suficientemente arriba abrí los ojos, y él seguía riendo.
—Tyler, voy a matarte.
—Creo que se te han adelantado —ironizó, a lo que yo me tragué los insultos que quería decirle.
Maldito Tyler Ross.
—Qué vista, ¿no? —al igual que él contemplé la vista de toda la ciudad, hipnotizada, y es que tenía que admitir que Chicago era realmente hermoso.
Recordaba la última vez que había venido, años atrás. Mamá había salido con alguno de sus "novios de una noche" y con mi abuelo habíamos venido aquí a divertirnos... Si pudiera elegir cuál ha sido el mejor día de mi vida no dudaría en decir que fue ese. Al menos nos habíamos divertido el día antes de su muerte.
Cerré los ojos apartando esos recuerdos de mi mente, y al abrirlos observé a Tyler, que estaba con los ojos encendidos observando la vista con una gran sonrisa. Me gustaba esa faceta de Tyler, que a pesar de que todo a su alrededor estaba cayéndose a pedazos él podía sonreírle al mundo como si nada sucediera, como si lo tuviera todo controlado. ¿Lo estaba?
Ante mi mirada, los ojos de Tyler se giraron a mi dirección, y me sonrió, haciéndosele dos hoyuelos adorables. No pude evitar devolvérsela. Aunque estuviera enojada con él por hacerme pasar una vergüenza ahí abajo mi fuerza de voluntad quedaba reducida ante la mata de cabellos rubios. En eso, este miró al suelo un momento, y yo con lo que lo conocía sabía que quería decirme algo. Y lo hizo.
—Nunca creí que una chica fuera tan importante para mí... —Tyler miraba ahora hacia mi dirección, y yo de inmediato desvié la vista para que no notara mis mejillas sonrojadas, y es que... ¿Qué diablos quería? ¿Que me diera un paro cardiaco?
Lo peor era que sabía que no lo decía de la manera indirecta «Te amo, Haley, ¿quieres ser mi novia?», sino más bien era para remarcar el «Nunca creí tener una AMISTAD con alguien que tuviera tetas». Y eso dolía. Pero no quería que Tyler lo notara, así que dejando mis sentimientos de lado opté por la mejor manera de salir de esa.
—Si saltaras desde aquí abajo, ¿te dolería? —sí, era bastante mala para cambiar de tema, pero era lo único que se me había ocurrido.
Tyler al parecer no lo notó, solo se bastó a mirar desde el cristal.
—Prefiero no intentarlo, quizás termine muriendo de veras y no sería para nada lindo.
—Claro, claro —respondí de inmediato, a lo que él, en vez de burlarse como creí que haría, siguió mirando la vista, perdido en sus pensamientos.
Y lo que más quería en ese momento era saber qué pasaba por su cabeza.
(Tyler )
«¿Acaso no tienes cerebro?», me maldije interiormente. Y es que realmente había sonado lo más marica y estúpido que he dicho en toda mi vida. «Nunca creí que una chica fuera tan importante para mí». ¿Es que me había vuelto loco? Yo no era de los chicos que decían tales cursilerías, ni mucho menos que hablan de sus sentimientos. No tenía ni idea de por qué había dicho algo así, ni por qué me agradaba tanto estar junto a ella, hacerla reír, hacerla... sonreír.
En el camino me basté en ir en silencio para que no se me saliera ninguna otra estupidez, siendo como llegamos al fin al puesto de comida. Cuando ya le entregaron su bandeja esta se dirigió al lugar menos concurrido de Navy Pier, detrás de una de las atracciones para niños pequeños. No sabía qué decirle, pero al ver que estaba empeñada en devorar su hamburguesa terminé rompiendo el hielo.
—Cuéntame más de tu abuelo. ¿Qué hacía?
Haley me observó un momento, al parecer no se creía que yo estuviera hablando de algo que no fuera relacionado conmigo.
—Eh... era periodista en el Chicago Tribune —iba a decir algo, pero esta se me adelantó—. Sé que odias a los periodistas, Tyler, no intentes fingir.
Cerré la boca. ¿Ahora me leía la mente?
—Eso no es cierto —mentí cruzándome de brazos a ver qué me respondía.
—Soy del comité periodístico del instituto. ¿Lo recuerdas? Siempre escapabas de cada uno de nosotros, te rehusaste de hablar en todos los artículos y hasta habías dejado bastante claro que no querías a ninguno de nosotros a menos de cinco metros de ti.
No sabía qué decir. Haley estaba en lo cierto. ¡Aborrecía a los periodistas! Los odiaba a cada uno de ellos.
—Tienes razón, los odio.
Esta asintió sonriéndome con comida en sus dientes, lo que me hizo aguantarme una carcajada. Al notarlo cerró la boca, tomando una servilleta. Cuando ya estaba nuevamente "decente" y yo ya había parado de reírme de ella prosiguió.
—¿Por qué? Nunca lo he entendido, tampoco es que el comité te acosara, a los demás del equipo les encantaba aparecer en el periódico estudiantil, pero tú... lo odiabas.
Me quedé en silencio un momento pensándome si contárselo o no. Odiaba abrirme con la gente, nunca lo hacía. Y el hecho de que fuera Haley complicaba aún más las cosas. Busqué las palabras exactas para no repetirlo otra vez.
—Desde pequeño los periodistas se tiraban encima de mi padre, no lo hacían con buena intención, solo querían un nuevo cotilleo para ganar dinero. Fernando siempre andaba de mal humor y todo por culpa de ellos... los odiaba. Y luego, al llegar al instituto, ¿además tenía que lidiar con ustedes? Ni de coña.
—Me lo presentía, debía ser insoportable tenerlos siempre rondando por tu casa.
—Ni te imaginas.
Haley volvió a su almuerzo, mientras que yo la observaba. Lo mejor era cuando se le caía comida de la boca o se manchaba, ya que su sonrojo era inevitable.
—¿Lo echas de menos? Ya sabes, a tu abuelo.
—Todos los días —esta me sonrió, pero yo no pude hacerlo.
¿Mi padre me echaría de menos como lo hacía Haley con su abuelo? ¿James? ¿Mark? ¿Incluso Martha?
(Haley)
Tyler me acompañó a dejar la bandeja junto a un basurero, y mientras tanto él se bastaba a mantener la vista fija al suelo. Sabía que le sucedía algo. Quería que me dijera lo que le pasaba, pero no se me ocurría cómo.
—Nunca me dijiste cuál era la buena —Tyler al parecer no lo entendió—. Ya sabes, hoy en la mañana me dijiste que había buenas y malas. Y solo me dijiste la noticia mala. ¿Lo recuerdas?
Sí, sabía que mi manera de entablar una conversación era un asco. ¿Pero de qué más le podía hablar? ¿Comida? ¿Televisión? ¿Gustos musicales? No, ese no era mi estilo. No era nada fácil para mí comenzar una conversación, y es que muy pocas veces tenía que hacerlo. Porque solo contaba con dos amigos, una que siempre era la que hablaba y otro que bueno... nuestra amistad era desde hace más de un año y con Tyler solo nos conocíamos hacía un mes. Sí, era extraño, ya que sentía que lo conocía desde mucho antes.
—Ah... era que al final Mark no había tenido nada que ver en el accidente —este se encogió de hombros—. No era la gran cosa.
—¿Bromeas? Tyler, pasaste a pensar que tu hermano quería verte muerto a que al final fue una mera casualidad. ¡Es increíble!
Al parecer mi entusiasmo le contagió, ya que una diminuta sonrisa se posó en sus labios, y yo sentí un apretón en el pecho.
—Tienes razón, en realidad fue increíble. ¿Y tú? ¿Qué hiciste cuando me fui? —al parecer mi rostro me delató sola, ya que Tyler me miró intrigado—. Sabía que no ibas a hacerme caso. Vamos, cuéntame.
Al parecer iba a ser imposible tener una salida común y corriente con Tyler Ross.
—¿Puedo decírtelo cuando lleguemos a casa? Este día ha sido asombroso y no quiero arruinarlo con todo... eso —apunté algo nerviosa.
No quería hablar de Narco, ni mucho menos de Kyle Reyes. Mamá no me había hablado más del tema y sabía que estaba nerviosa, la conocía lo suficiente. Y lo peor era que yo solo quería salir corriendo. No estaba preparada para hablar con Kyle Reyes, y tenía miedo de que abriera la boca con Tyler y todos lo encontraran un demente, llevándome consigo.
—De acuerdo, ahora... Te gusta el helado, ¿no? Te invito a uno —Tyler me guiñó un ojo, a lo que yo me basté a reír sarcásticamente.
Claro, Tyler iba a ir con dinero a comprarme un helado, traerlo consigo y darme de la cucharita.
—Pero qué caballero —ironicé, soltando una carcajada.
—Ahí la tienes, totalmente real —me apuntó, y yo por mi parte le sonreí negando con la cabeza.
—Es imposible que me hagas reír como mi abuelo.
—Ya verás que sí —me contradijo.
Volqué los ojos, y es que Tyler no iba a cambiar nunca.
(Tyler )
La salida había sido todo un éxito, luego del Navy Pier nos paseamos por la ciudad, donde Haley se compró un helado, al que yo la "invité", para luego dejarnos caer en nuestro apreciado lugar. Durante el camino me había propuesto conocer más sobre ella, y eso fue lo que hice: sabía desde su color favorito hasta cuál había sido el primer "novio de una noche" de su madre. Por supuesto que Haley también me hizo un interrogatorio completo, al cual yo respondí con total naturalidad.
Ahora mismo ya era lunes y estábamos llegando al instituto. Haley me había contado todo lo que había sucedido con Narco afuera del departamento y las palabras del entrenador cuando se lo había encontrado en el cementerio, que se repetían una y otra vez en mi cabeza: «No estoy arrepentido de haberlo sacado del equipo, se lo merecía. Y si pudiera retroceder el tiempo mil veces no cambiaría nada. Pero sí le ruego que vuelva, echo de menos a este niño orgulloso». Una sonrisa se posó en mi rostro. Al parecer no me odiaba como yo creía.
—¿Estás ahí? —la voz de Haley me hizo volver a la realidad, el autobús ya había parado en el instituto y teníamos que bajar, cosa que hice.
—¿Estás bien? Si Simon te llega a decir algo o a poner un dedo encima...
—Tengo que decirle a James que le dé una paliza —me cortó sonriendo—. Sí, ya me lo has repetido desde que desperté hoy por la mañana.
—Bien, porque me va a encantar ver cómo James le da una buena golpiza.
—¡Tyler! —Haley al fin había aprendido a subirme la voz solo cuando no hubiera personas cerca, como ahora.
—¿Qué? Se lo merece, y no lo niegues.
—No te entiendo, sales con lo de que no le cuente a nadie lo que hizo porque tiene sus razones y ahora quieres que le den una golpiza porque se lo merece...
—Odio el chisme. Él no se merece que todos sepan lo que hizo, pero sí una buena golpiza. Ya sabes, para que no lo vuelva a repetir —Haley soltó un suspiro frustrado y yo por mi parte me basté a sonreírle.
Hoy iba a ser un día perfecto para mí.
(Haley)
El día pasó rápido, una de las clases fue más aburrida que otra. Lo peor había sido ver a Simon sentado en la mesa de los jugadores de fútbol americano, donde reía y hablaba como si nada hubiera pasado. Como si estuviera perfectamente bien.
Unas ganas tremendas de ponerme a llorar al frente de todos se habían apoderado de mí, pero solo por tener a Marie a mi lado esas ganas se habían reducido. Aunque claro, ella se bastó con criticar a cada uno de los jugadores por haberse llevado a Simon al "lado oscuro". Pero, por supuesto, ella desconocía lo que había pasado entre nosotros el fin de semana.
Hubiera querido que Tyler estuviera junto a mí, apoyándome, entendiéndome, pero había tenido que irse a ver qué tal Mark, que aún lo tenían bajo arresto. Fue así como la última clase del día llegó, y para mi desgracia se trataba de Literatura. Al cruzar la puerta lo vi sentado encima de uno de los asientos de atrás dándome la espalda mientras charlaba animadamente con su "equipo". Rápidamente me senté en uno de los puestos de primera fila, evitando cualquier contacto con él.
La clase con suerte se me pasó rápido, y cuando tocó el timbre me dispuse a salir de ahí lo antes posible. Pero las cosas nunca me resultaban como yo quería. El bolso café oscuro que Tyler me había hecho comprar ayer se me cayó al suelo, y con él todo lo que llevaba dentro. Volqué los ojos furiosa conmigo misma, y por supuesto, un par del equipo intentando ligar conmigo se ofrecieron a ayudarme, pero yo por mi parte les dije que no se preocuparan, que podía sola. Entonces todos fueron desapareciendo de la clase. O eso creí.
Cuando terminé de meterlo todo en su lugar me enderecé para salir, y me encontré con Simon, que me miraba desde el umbral de la puerta. Yo me quedé en silencio, observándolo. Él, por su parte, hizo lo mismo, y noté que sus ojos me recorrieron de pies a cabeza. Seguía vestida exactamente igual que como Tyler me había dicho desde que había cambiado mi look, unos pantalones ajustados y una blusa de flores bastante bonita. Y las gafas... pues seguían en casa.
Hoy por la mañana estaba decidida a volver a ser la misma Haley Dickens, la real. Pero luego de meditarlo un momento frente al espejo me di cuenta de que eso no le concertaba a Simon. Si vestirme así me hacía sentirme a gusta conmigo misma, ¿por qué él tenía que meterse en eso?
Era mi cuerpo, mi vida. Tampoco es que me vistiera como Lauren Davis, ni mucho menos. Antes de que me dijera algo me encaminé hacia la salida, pasando junto a él sin siquiera mirarlo, y seguí mi camino hacia la biblioteca, y es que hoy tenía tutoría con Lauren. Ni me basté en mirar atrás. Simon Adams debía entender que la Haley Dickens de la que siempre había sido amigo estaba justo al frente de él, y si no quería aceptarlo no era mi problema, sino el suyo.
(Tyler )
La jueza había dictado una sentencia de dos meses en el correccional de menores para Mark, pero al ver que carecía de antecedentes penales solo tuvo que pagarse una gran multa. Y digo gran porque era una GRAN cantidad de dinero. Lo peor había sido cuando había llegado al juzgado, ya que el maldito de Aaron Gay se encontraba en este con su rostro lleno de moratones, más un parche en el ojo izquierdo. Sin olvidar su pierna rota, por lo que llevaba muletas.
No pude evitar sonreír al verlo así, y es que bien merecido se lo tenía. Además, también Richard Grey estaba presente. Sí, el maldito hijo de puta que era el padre del otro hijo de puta estaba justo al frente de mí. Fernando, por su parte, cuando dijeron que había la opción de pagar una multa le sonrió burlonamente, riéndose de él. Roy, en cambio, le sacó el dedo del medio sin que los demás lo notaran.
Richard Grey no dijo ni hizo nada, solo mantenía su expresión seria, y cuando acabó salió de ahí de inmediato sin decir ni una palabra. La esposa de este fue hacia Aaron para llevárselo consigo. Le acariciaba el brazo sobreprotectoramente, y me acerqué a ver de qué hablaban.
—No puedo creer que lo dejen libre, casi me mata, mamá, y lo hubiera hecho si no fuera por la policía —sí, el muy marica se hacia la víctima del asunto.
—Aaron, no vuelvas a repetir algo así. Tú ahora solo debes olvidarte y recuperarte —tenía que admitir que su madre era bastante distinta a ese par de malditos imbéciles.
Cuando esta pasó junto a mi padre se bastó a dirigirle una mirada de reojo, pero Fernando, en cambio, iba a decirle algo, aunque esta siguió su camino, sin siquiera dejarlo hablar.
—No va a escucharte, Feñi, se le va a pasar —le dijo Roy por detrás dándole unas palmadas en la espalda.
—Ya han pasado dieciséis años y seguimos igual... —la voz de mi padre fue apenas un susurro, sobre el que me preguntaba qué relación tendrían ellos dos.
Mark apareció junto a ellos, con James a su lado sonriendo. Roy le dio unas palmadas en la espalda, mientras que mi padre seguía con la vista fija a la puerta de donde había salido Richard y luego su esposa e hijo.
—Feñi, ¿que no vas a decirle nada a Mark?
Este se reincorporó, volviéndose hacia mi hermano. Se acercó para darle un abrazo, pero Mark se bastó a evitarlo, siguiendo su camino hacia la salida sin siquiera mirarlo. En eso, Roy se encogió de hombros, y James por su parte soltó un suspiro frustrado, al parecer seguía siendo el mismo Mark frío y cortante.
Todos salieron del edificio, encontrándose con una manada de periodistas que se tiraron encima de mi padre de inmediato, y Fernando por primera vez se bastó a ignorarlos, sin siquiera abrir la boca. Roy por su lado les respondía como si se tratara del gordo Tony de Los Simpson.
—Roy Miller, el mejor amigo de nuestro candidato a alcalde. ¿Puedes contarnos qué ha sucedido ahí dentro? ¿Es cierto que Fernando Ross tiene una familia inestable?
—Inestable va a quedar tu cerebro cuando vuelvas a abrir la boca, ¿capisci? James, quítamelo de encima antes de que haga algo de lo que luego me arrepienta
—mi hermano adoptó su expresión aterradora, y por supuesto que los periodistas dieron un paso atrás de inmediato, dejándole el camino libre.
Yo no podía parar de reírme de ese par que hacían el loco frente a las cámaras, sin importarles una mierda. En cambio, Fernando caminaba con Mark delante hacia el coche, sin siquiera mirar atrás. Y yo no podía sentirme más feliz por el resultado que había traído todo esto: Mark había salido libre, y aunque seguía igual al menos no estaba entre rejas.
Ya era de noche cuando llegamos a casa. Mark se había quedado en silencio todo el camino mientras Fernando hablaba por teléfono sobre los puntos que había bajado y sobre cómo lidiarían con eso los próximos días. Roy se bastaba con hacer muecas de lo aburrido que era el trabajo de Fernando y James observaba a Mark, estudiándolo.
Al bajar, un coche que me resultaba familiar estaba estacionado junto al coche de James.
April. Esta al ver a Mark corrió hacia él, y en vez de abrazarlo, como había creído, se bastó a plantarle una cachetada de golpe. Roy subió las cejas, intrigado, y le hizo un signo de corazón con los dedos a James, a lo que este asintió. Fernando, Roy y James siguieron su camino a la casa de inmediato para dejarlos hablar solos. Y yo me quedé ahí. No me iba a perder esto por nada.
—¿Sabes lo que fue saber dos días después que estabas encerrado en una celda? —Mark iba a decir algo, pero esta siguió—. Horrible. ¡¿Y qué es eso de que golpeaste al hijo de Richard Grey?!
—Yo...
—Yo nada, tú vas a escucharme a mí —esta estaba furiosa—. Sé que ya no quieres saber nada de mí, que ya no te intereso y todo eso... pero para mí sigues siendo el mismo —al parecer April no iba a dejarlo hablar, ya que nuevamente le cortó—. Perdiste a tu hermano y no puedo imaginarme lo duro que debe ser para ti, pero me tienes a mí, Mark, yo quiero ayudarte a pasar por todo lo que está sucediéndote. Pero si no me dejas entrar, me es imposible saber qué es lo que quieres —esta le sonrió, acariciándole el cabello, pero este negó con la cabeza.
—No puedo, April, no puedo involucrarte en esto —las manos de mi hermano tomaron las de April para hacerla retroceder, cosa que esta rehusó, aferrándose a él.
—¡Ni intentes alejarme de ti! —le gritó de golpe, a lo que Mark abría los ojos sin esperarse esa reacción de parte de ella—. No puedes hacerme esto, Mark, somos amigos desde que tengo memoria —unas cuantas lágrimas cayeron por sus mejillas.
—Es lo mejor para los dos.
—¿Para los dos? —le preguntó con un tono de voz algo irónico—. Sé que me escondes algo, te conozco demasiado bien —Mark desvió la vista y comenzó a caminar hacia la casa, quitándose las manos de April de sus brazos—. ¡¿Por qué no puedes decírmelo?! ¡Mark! —pensé que esta iba a seguirlo y gritarle en la cara hasta que le diera una respuesta, pero se quedó ahí parada, mirando cómo Mark desaparecía por la entrada de la casa, dejando a April Granger en medio del estacionamiento.
—¿Cómo no entiendes que alejarme no va evitar que siga enamorada de ti?—dijo en un susurro.
Yo solo sabía una cosa. El hecho de que Mark estuviera dentro de mi coche era la causa de que su relación con April terminara. Entré a la casa en busca de Mark, encontrándomelo en el jardín trasero fumándose un cigarrillo. Y cuando ya iba por la mitad se escucharon unas pisadas entre la oscuridad, acercándose. Fernando.
—No deberías estar fumando, puede venirte cáncer.
Mark, que estaba mirando hacia el frente, dio una calada larga, seguro que solo para fastidiarlo.
—¿Hijo? —le insistió, a lo que Mark soltó una carcajada y se volteó hacia él.
Yo ya sabía qué iba a decirle.
—No soy tu hijo, tú no eres mi padre. No hay cámaras, aquí —este abrió la mano desocupada para señalar todo el jardín—. No tenemos que seguir con la farsa en casa, ¿no? Un silencio, en el cual Fernando agachó la cabeza, apretando los puños.
—¿Por qué haces esto?
—¿Hacer qué? ¿Decir lo que pienso? —Mark tiró el cigarrillo al suelo, mirando ahora a Fernando a la cara.
—No, alejar a todos los que te quieren.
Mi hermano, al igual que yo, frunció el ceño, mirándolo confundido. Aunque yo ya captaba a qué se refería Fernando.
—¿A qué te refieres?
—Algo sucedió, conozco esa mirada. Te sientes culpable de algo, pero no quieres decirlo. Por eso, en cambio, hieres a todos los de tu alrededor, prefieres tenerlos alejados de ti. Sientes que no mereces que te quieran. Sientes que no mereces ser feliz.
Hubo otro silencio, y yo entendía perfectamente a qué se refería Fernando.
—¿Qué diablos? Cómo tu... —soltó perplejo, mirándolo atentamente.
—Porque me sucedió lo mismo... —le cortó de golpe—. ¿Recuerdas? Cuando maté a Natalia me alejé a todos, ni pude hablarle a Holly después de eso, sentía que no merecía ser feliz, que debía castigarme a mí mismo por lo que había hecho. ¿Pero te digo el qué? Fue la peor decisión que he tomado en la vida —Fernando soltó un suspiro, apoyándose en la pared que había a un lado, mirando a Mark directamente a los ojos—. La culpa no va a desaparecer, te lo aseguro. Solo debemos entender que no controlamos lo que sucede, pero sí podemos elegir qué camino tomar... y te aseguro que el que yo tomé no se lo recomendaría a nadie.
No sabía qué decir, y pude notar que Mark tampoco. Y es que mi padre nunca hablaba del pasado, ni mucho menos con uno de sus hijos. En eso, Mark ahogó un sollozo, y sin previo aviso se acercó a mi padre y lo abrazó. Este, de inmediato, lo estrechó más a él.
—Lo siento, lo he arruinado todo —habló con un hilo de voz mientras las lágrimas comenzaban a salir por sus ojos.
—No pasa nada, lo que importa es que tú estás aquí.
(Haley)
Estaba subiendo al departamento con los músculos adoloridos, y es que luego de las tutorías con Lauren no pasó ningún autobús, por lo que tuve que irme caminando hacia el departamento, que quedaba muy lejos. Y, además, se me había olvidado el móvil en casa. Aún peor.
Al menos las tutorías no habían ido tan mal como creía, Lauren me había puesto atención una hora para luego pasarse los siguientes treinta minutos jugando con su móvil, donde al parecer realmente creía que no me daba cuenta de lo que hacía. En fin, al menos ya había llegado a casa. Cuando entré al departamento me encaminé de inmediato a mi habitación, esperando encontrarme a Tyler ahí, pero la voz de mi madre por detrás me hizo dar un salto.
—Haley, al fin llegaste —esta parecía algo extraña, y de inmediato sabía que algo sucedía.
—Mamá, ¿qué pasa? —le pregunté frunciendo el ceño.
—Tenemos visita —mamá me tomó del brazo, girándome hacia los sillones, donde una silla de ruedas estaba apoyada junto a la televisión, y ahí sentado se encontraba ni más ni menos que Kyle Reyes.
Me quedé petrificada. No podía ser. Sus ojos oscuros se encontraron con los míos y me regalaron una sonrisa.
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