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Prólogo

¿Crees en los ángeles de la guarda?

Ya sabes. Esos pequeños angelitos que cuidan de ti aunque tú no los puedas ver.

¿Te imaginas poder conocer a tu ángel de la guarda cara a cara?

Pues este pequeño jamás creyó que llegaría a pasarle algo parecido...

(...)

- ¡Vamos, mami, papi! ¡Ya quiero llegar al  parque a jugar!- llamaba un pequeño niño de cabellos cortos turquesas mientras sostenía una pequeña pelota roja entre sus pequeños bracitos.

- Jeje, ya voy, cielo- le contestó su madre mientras le tomaba la manita para asegurarse de que no le pasara nada malo, mientras que el padre del menor le tomaba su mano, besando su dorso con delicadeza, haciendo sonrojar a la mujer.

Bon era un niño de 5 años, un poco antisocial y con una gran imaginación. Siempre tenía la cabeza metida en sus propias historias que siempre se le ocurrían, sobre todo con criaturas fantásticas. No tenía muchos amigos, a excepción de sus mejores amigas y compañeras de clase, Joy y Meg. No le interesaba mucho estar con otras personas, y menos si se burlaban de él sólo por creer en cosas que "no existían".

Una vez llegaron al parque, el pequeño peliazul se soltó del agarre de su mamá para poder ir a jugar con su nueva pelota, ya que era el regalo que le habían dado sus padres por su cumpleaños. Los mayores se fueron a una banca próxima para poder vigilar a su hijo.

Bon jugaba feliz con su nuevo juguete, hasta que le dio una patada algo fuerte e hizo que se desviara del rumbo que llevaba, yendo a parar justo a unos arbustos. Se oyó un pequeño golpe, junto a un pequeño quejido.

- ¡Auch!- el peliazul fue rápidamente hacia donde se había ido el balón, pues temía que la persona a la que le hubiera dado se molestara con él.

- ¡Lo siento mucho, de verdad! ¡No era mi intención golpearle, perdóneme, por favor!- se disculpaba numerables veces el pequeño de piel morena, sin ver a la cara a quien había golpeado.

Bon levantó lentamente la mirada al no recibir ninguna respuesta, encontrándose con un par de ojos rojos. Un niño, de casi su misma estatura, estaba en frente de él, sosteniendo su pelota con sus pequeñas manitas. Le sonreía muy tiernamente al peliazul, haciendo que sus mejillas adquirieran un tono rojizo. Aquel niño portaba largos cabellos púrpuras, junto a una mirada inocente y llena de ternura junto a una piel pálida que parecía nieve. El peliazul se quedó quieto unos instantes antes de tomar con sus manos aquel juguete que lo había traído hasta él. Rozaron levemente sus manitas, haciendo que sus miradas conectaran mutuamente. Bon no creyó haber visto nada más hermoso en toda su vida, por lo que no pudo evitar lo que venía a continuación.

- Eres un ángel...- musitó en voz muy baja, pero el pelimorado llegó a escucharle.

Tras esas palabras, el pequeño niño de ojos rojos empezó a temblar de miedo, pues temía que lo hubiera descubierto. Rápidamente apartó sus manos de la pelota y las dirigió a su pecho, en modo de defensa, se giró y salió corriendo, dejando al pobre peliazul muy desconcertado.

- ¡Espera, no, no quería decir...! Ya se fue...- susurró muy avergonzado el pequeño, pegando su pelotita a su pecho, queriendo que la tierra lo tragase en ese momento, mirando al suelo.

Siempre que trataba de entablar amistad con alguien, metía la pata para luego hacer que se apartaran de él. Era una de las razones por las que lo evitaban y, muy pocas veces, lo golpeaban. Mientras se reprochaba mentalmente sin levantar la cabeza, un pequeño destello le llamó la atención.

- ¿Eh? ¿Qué es eso?- se agachó despacio hacia el suelo, justo en donde una pequeña luz asomaba por debajo de la tierra.

Esparció un poco la tierra, para luego ver una pequeña pluma blanca que desprendía una tenue luz blanca. Tomó aquella pluma entre sus pequeñas manitas con mucho cuidado, pensando en que se rompería en cualquier momento. La miró atentamente, y la acarició un poco, notando su suave tacto. Levantó la mirada hacia donde se encontraba antes el pelimorado antes de que saliera corriendo, y recordó sus palabras.

- En verdad... sí que parecía... un...

- ¡Bon! Hijo, ¿dónde estás?- su madre lo llamaba muy preocupada.

El peliazul notó un pequeño escalofrío recorrer su espalda y rápidamente tomó la pelota y la pluma para luego salir de los arbustos y correr hacia sus padres.

- ¡Mami, papi! -el pequeño tenía una gran sonrisa plasmada en su morena carita, junto a un leve sonrojo al recordar al pelimorado.

- ¿Dónde estabas, hijo?- su padre le desordenó los cabellos.

Bon no quería que supieran lo que había visto, no quería que supieran que se había encontrado con un desconocido, pues entrarían en un estado de... sobre protección. Así que sólo sé dedicó a sonreír despreocupado.

- Se me fue la pelota y no la encontraba- les explicó lo mejor que pudo.

- No vuelvas a irte tan lejos- su madre le besó la frente y lo cargó en sus brazos.

- Vale, mami- le sonrió de vuelta su pequeño peliazul, mientras sonreía ampliamente al recordar a aquel que tenía un rostro... angelical.

(...)

Era de noche cuando Bon no podía dormir en paz, no con la imagen del pelimorado aún rondando en su mente. Sentía que por primera vez había conocido a alguien totalemnte diferente a todos los que había conocido en su vida... aquel niño de pelo morado no había actuado como todos los que se burlaban de él... y eso lo agradecía. Entonces recordó la pequeña pluma que se había encontrado. Se levantó rápidamente de su cama y se dirigió a su escritorio en donde descansaba la pequeña pluma blanca. La volvió a tomar entre sus manos, haciendo que la luz se intensificara más. La acercó hacia sus labios su le depositó un pequeño beso, acariciando luego por encima.

- Desearía verte de nuevo... ángel...

Al final se fue a dormir con aquella pluma entre sus manos, con una pequeña sonrisilla en su rostro.

- ... Yo también deseo estar de nuevo contigo, Bon... pero aún no es el momento...- susurró contra la ventana aquel pequeño ángel de cabellos morados, mientras veía dormir al peliazul con la pluma en sus manos, la cual provenía de una de sus pequeñas alitas blancas. 

(...)

Sí, eso fue un bonito primer encuentro, y tal como dijo el angelito, volverían a reencontrarse... pero no pensó que sería después de muchos años después... cuando, quizás, aquel mortal ya no lo reconociera...

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