Capítulo 7
[NARRADOR]
Ambos ángeles se habían quedado dormidos en aquel incómodo sofá. Aun estaban débiles debido a que sus alas no habían sanado del todo, a ambos les habían disparado con mata ángeles, lo cual los había dejado realmente débiles.
La primera en despertar fue la pequeña ángel, a la cual la despabiló un sonido extraño. Una especie de gemido que venía desde algún lugar de la casa.
- Castiel - Comenzó a llamar al mayor la pequeña - Señor Castiel, abra los ojos.
El ángel comenzó a moverse incómodo y finalmente abrió los ojos, esos enormes ojos azules que brillaban incluso en la oscuridad de la noche sin luna en la que estaban inmersos.
- ¿Qué ocurre? - Preguntó el ángel caído.
La menor no necesitó responder, aquel ruido volvió a escucharse y el ángel se levantó de forma mecánica. Colocando a la chica detrás de él y comenzando a caminar hacia donde provenía el ruido.
Por muy cliché que sonara, el ruido venía del sótano y el lugar estaba tan oscuro que el ángel tenía que ir tanteando su camino con las manos para saber si iba a chocar con algo. Finalmente rozó la superficie de madera de la cual estaba hecha la puerta que los separaba del sótano, dudó si debía entrar.
- Quédate aquí - Le susurró a su joven hermana.
Abrió la puerta intentando que esta rechinara lo menos posible y con un movimiento de su muñeca su espada de ángel apareció en su mano, aferró su agarre en el mango cuando escuchó aquel sonido de nuevo. Mientras mas se acercaba al fondo de aquel lugar pestilente a humedad mas claro podía escuchar, lo que antes había sonado como simples gemidos ahora sonaban como llanto.
La luz de una luz en la calle iluminaba apenas por una pequeña ventana que había allí, por ella apenas cabría Adara con mucho esfuerzo. Pero en la parte que iluminaba, exactamente en una de las esquinas del sótano, había una silueta agazapada en el suelo, parecía cubierta con una manta, pero Castiel distinguía un cuerpo femenino ocultándose detrás de ese trozo de tela.
Castiel comenzó a acercarse, estaba a menos de dos metros cuando la manta que cubría a la intrusa voló hacia la ventana y por unos segundos dejó el lugar a oscuras. Cuando la poca iluminación regresó aquella persona ya no estaba, el ángel comenzó a mirar en todas direcciones cuando alguien lo tacleó.
- Debo admitir que eres difícil de rastrear - Le dijo una voz femenina - Pero no eres lo suficientemente bueno escondiéndote como para escapar de mí.
- ¿Qué quieres, demonio? - Preguntó Castiel, comenzando a tantear el suelo en busca de su espada.
¿Como supo él que se trataba de un demonio? Por dos razones: La primera es que los ángeles tienen la capacidad de ver la verdadera forma de estas criaturas, la segunda era que los ojos de esa mujer eran completamente negro, obvio signo de posesión demoníaca.
- Solo vengo a turistear y, oh... Por la niña ¿Donde está? - La sonrisa de la demonio era sádica.
- Ni sueñes que te lo voy a decir - Le escupió Castiel con odio - ¿Para qué la quieres?
- Yo, para nada. No me sirve, me da lo mismo si vive o muere... Pero al parecer hay alguien interesado en los alas negras - La demonio comenzó a acercarse - Pero a ti me pidieron que te mate.
Una espada apareció en la mano de la mujer demoníaca, pero antes de que pudiera clavárselo al ángel esta fue empujada por el pequeño cuerpo de Arada. La chica sujetaba la espada que le pertenecía a Castiel con ambas manos y con mucho esfuerzo, ya que las armas celestiales son pesadas para cualquiera que no fuera su dueño legítimo.
- Vaya niña... - La demonio comenzó a levantarse - No se que puede querer él de ti.
Castiel intentó levantarse, pero algo se lo impedía, mientras tanto la demonio caminaba con pasos lentos y moviendo las caderas hacia la joven ángel, la cual retrocedía.
- ¡Ahora, Dean! - Se escuchó la voz del menor de los Winchester.
De la nada, apareció Dean y apuñaló a la mujer demoníaca en el centro del abdomen con su daga. De esta se desprendió una luz blanca y luego cayó al suelo inmóvil. El mayor de los Winchester tenía una expresión de puro enojo y odio hacia la intrusa, la cual ahora yacía muerta en el suelo.
- ¿Estáis bien? - Preguntó Sam preocupado por los ángeles.
Ambos seres celestiales asintieron al mismo tiempo y luego Castiel comenzó a levantarse, prestaba especial atención a sus propios movimientos, no había podido moverse cuando la demonio intentó atacar a Adara. Pero ahora podía moverse perfectamente,
- Hey, plumifero - Dean se le acercó - ¿Tú estás bien?
- Si, Dean.
Esa noche tuvieron que partir, no podían quedarse allí con un cadáver en el sótano. Por lo que de camino a la siguiente ciudad Dean conducía mientras que su hermano y Adara dormían en el asiento trasero, Sam con la cabeza apoyada en el vidrio y la niña dormida contra su brazo.
Cada tanto Castiel volteaba a vigilar a la niña ángel, el ojiverde notaba los nervios que abrumaban al ángel, era obvio que estaba preocupado.
- Tío, si sigues así te voy a noquear - Le dijo riendo - ¿Qué tanto te preocupas de todas formas?
El de cabellos negros le explicó a su acompañante acerca de como había quedado paralizado cuando la demonio los atacaba. El cazador escuchaba todo atentamente y con una expresión seria.
- Eso es normal, los demonios suelen jugar con las personas así.
- Pero yo no soy una persona, Dean - Le recordó - Los ángeles solo podemos ser asesinados o inmovilizados por otros ángeles.
El cazador mayor iba a opinar, pero se quedó callado al no saber que decir. Él no sabía nada sobre ángeles, Sam era el que se la vivía leyendo.
- ¿Falta mucho? - Preguntó la niña desde el asiento trasero.
Estaban en una carretera en el medio de la nada, a ambos lados del pavimento había árboles y no parecía que nadie nunca hubiera puesto un pie allí. A la izquierda se podían ver los rayos amarillos anaranjados del sol.
- ¡Mira eso! - Adara por poco hace que Dean choque con el grito que pegó; al ser enoquiano el cazador pensó lo peor.
A la izquierda, en un pequeño claro, había un gran grupo de ciervos bebiendo de un río. Ambos ángeles los miraban asombrados y convencieron a Dean para que se detuviera.
(...)
[DEAN]
No puedo creer que me dejo convencer por dos tontos que no saben nada del mundo, lo peor de todo es que Sam los apoya. Se supone que es mi hermano y debe apoyarme a mí.
- Se van a ir corriendo antes de que lleguéis a tocarlos - Les grité desde el auto intentando ahuyentar a los animales.
- Déjalos, Dean. Son como niños - Me dijo Sam, el cual se había pasado al asiento delantero.
Soprendentemente ambos ángeles lograron acariciar a los ciervos y estos no presentaron ninguna clase de miedo, probablemente porque los animales tienen ese sexto sentido que les permite ver la verdadera forma de las cosas ¿Como sería la verdadera forma de un ángel? ¿Como sería la verdadera forma de Castiel? Ni siquiera se por qué me pregunto estas cosas.
Cuando finalmente pudimos retomar camino los dos ángeles iban en el asiento trasero, pero la niña hablaba con Sam acerca de temas sobrenaturales, le contaba a mi hermano acerca de criaturas con nombres extraños de las cuales yo nunca había oído hablar, aunque mi hermanito tenía un brillo de curiosidad en los ojos que hace mucho no veía.
- ¿Y qué hacen exactamente en el Edén? - Preguntó Sam.
- Depende del rango, los alas negras solemos ser soldados, algo así como peones en el ajedrez, pero yo aun soy joven. Así que tengo mucho tiempo libre.
- ¿Y qué haces?
- Me gusta escribir poemas - Dijo la chica con un pequeño rubor en sus mejillas - Se que es tonto, pero es divertido. Una de mis hermanas me contaba poemas de humanos y comencé a escribir los míos.
- Tenemos otra come libros entre nosotros - Dije burlón, por lo que Sam me golpeó en el brazo - ¿Osea que ahí arriba tienen libros y todo?
- No somos ¿Como los llaman aquí? A si, cavernicolas - Me dijo Castiel - Tenemos libros y muchas cosas mas, Dean.
- Como sea... ¿Pero como rimas en enoquiano? - Sam interrumpió mi conversación con el ángel - He estado averiguando y las palabras suenan todas diferente.
- En realidad nuestros poemas solo funcionan si los lees en otros idiomas, no importa en cual siempre rimaran - Volvió a hablar la niña.
- ¿Osea que si escribo un poema con insultos en enoquiano podré insultar a alguien en cualquier idioma? - Pregunté divertido mientras miraba a la chica por el espejo retrovisor, la vi asentir - Eso sería genial, deben enseñarme a escribir en enoquiano.
- Apenas hablas bien en nuestro idioma y ya quieres aprender otros - Se burló de mí mi hermano - Me sorprende tu entusiasmo, idiota.
- Perra - Le respondí con una sonrisa.
[NARRADOR]
Ambos ángeles miraban la pelea de los hermanos como si fuera un partido de Tenis, no comprendían como los humanos podían divertirse diciéndose lo que para ellos eran insultos. Los ángeles eran mas simples, si tenían algún problema con alguien peleaban y luego todo volvía a la normalidad, aunque uno de ellos terminaba siendo el perdedor y por ende perdía su orgullo.
El viaje duró dos horas mas hasta la siguiente ciudad, cuando finalmente llegaron Sam se quedó en el centro junto con Adara en una librería y Castiel acompañó a Dean a pagar el nuevo hotel en el que se iban a hospedar. Habían quedado en reunirse en un restaurante que estaba en la misma calle que la librería y el hotel.
- ¿Qué se supone que es eso? - Preguntó Dean al ver que la joven ángel regresaba con un libro de tapa marrón - ¿Ya me dejarás leer tu diario secreto, Sammy?
- No seas idiota - Lo reprendió su hermano menor - Se lo regalaron en la librería.
- Anda, que esa cosa parece costosa ¿Como lo consiguieron?
- Preguntamos cuanto costaba y era muy caro, ella hizo un puchero y el gerente se lo regaló - Le respondió Sam.
- Bueno, ya tenemos a la manipuladora del grupo. Somos como los tíos de misión imposible.
Mientras comían lo que se habían pedido en el restaurante la joven ángel escribía realmente concentrada, varias veces tuvieron que decirle que dejara el libro y comiera antes de que la carne que le sirvieron se enfriara. Castiel por su parte ya se había comido seis hamburguesas y Dean estaba comiendo tarta de manzana, Sam había preferido una ensalada.
(...)
Ya en el hotel Adara continuaba escribiendo mientras que Sam usaba su computador portatil en la cocina, de repente la joven ángel vino corriendo y dejó el libro abierto frente a los dos cazadores. Los cuales la miraron extrañados, pero luego ella regresó a donde estaba sentada antes y comenzó a jugar con la pluma de tinta negra que tenía.
- ¿Qué tanto escribió la niña? - Preguntó Dean - Lleva dos horas sentada y no entiendo que dice.
- Dame un minuto que lo traduzco - Pidió Sam observando de reojo a ambos ángeles frente al televisor del cuarto de hotel.
Al menor de los Winchester le tomó alrededor de veinte minutos en lograr que cada palabra tuviera sentido con la que estaba detrás de esta, pero finalmente logró leerlo en su idioma y sonrió. Luego se lo tendió a su hermano mayor, el cual lo tendió en voz alta.
"El tiempo que implacable voló y pobló mi juventud con recuerdos de personas tan extrañas como yo y tan inolvidables como tú".
Una sonrisa se dibujó en los labios de ambos hermanos Winchester, miraron a la niña, la cual los miraba de reojo y al notar a ambos cazadores observándola desvió la mirada hacia la televisión. Una carcajada se le escapó a Dean mientras se levantaba y le regresaba el libro a Adara.
- Tienen talento, niña - Le dijo, a lo que la ángel le sonrió - Manipuladora e inteligente. Nos falta encontrarle un talento a tu hermano.
La vista de los dos viajó a Castiel, el cual los miraba inexpresivamente, la niña miró al de cabellos rubios nuevamente y le sonrió.
- Castiel ha sido de mucha ayuda en casa, siempre está dispuesto a ayudar.
- ¿Como es que conoces a todos los ángeles de ese lugar? - Preguntó Sam.
- No los conozco a todos, pero Castiel ha sido muy ¿Como lo llaman aquí? A si, famoso. Ha sido muy famoso desde que le fue encargado cuidar al recipiente de uno de nuestros hermanos mas poderosos.
- ¿Recipiente? - El mayor de los hermanos enarcó una ceja.
- Si, los ángeles tenemos recipientes humanos - Le explicó el de cabellos negros - Los usamos porque si los humanos de ahora vieran nuestras verdaderas formas no lo soportarían y vuestros ojos se quemarían.
- Vaya truco ¿Osea que ese no es tu cuerpo? - Dean puso una expresión de asco - Tío ¿Apoderarse de el cuerpo de otra persona? Eso es desagradable.
El ángel no respondió, solo bajó la mirada hacia el suelo con una expresión pensativa y por un segundo al mayor de los Winchester le pareció ver un poco de tristeza en sus ojos, apenas un parpadeo en el brillo de estos y un frunce en las cejas pelinegras del ángel. Pero no le dio importancia, no creyó que fuera necesario hacerlo, después de todo los ángeles supuestamente no tenían sentimientos.
NOTA DE LA AUTORA:
Dean insensible T-T maldito cazador, ya vas a querer que Castiel tenga sentimientos por ti maldito ingrato, él es el ángel que te sacó del fucking Infierno y tú lo tratas así de mal. Me enojo yo misma por las cosas que escribo.
En fin, sin mas que decirles me despido deseándoles un buen resto del día y mandándoles muchos besos y abrazos para todos y todas. Adiós mis queridos y pervertidos lectores que seguramente solo están aquí porque en la portada Dean y Castiel están desnudos y abrazados. Como será que les leo la mente mis pequeños 7w7.
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