Capítulo 3
[NARRADOR]
El menor de los Winchester se encontraba en la pequeña cocina de la habitación de hotel que habían alquilado. Estaba sentado en la mesa para dos personas que se encontraba pegada a la pared mientras leía un libro sobre ángeles y demonios. Un estruendo en el baño lo hizo desviar la vista del libro.
— ¡Maldita sea, Sam! –La voz de su hermano mayor gritándole desde el baño hizo que se levantara de golpe.
El menor de los Winchester corrió hacia el baño y abrió la puerta, encontrándose con su hermano sujetándose a un ángel semi desnudo en el suelo. Sam se apresuró a ayudar a Dean a llevar al pelinegro al sofá de la sala.
— ¿¡Qué le pasó!? –Preguntó mientras recostaban al chico en el mueble y lo revisaban de arriba a abajo.
— No lo se, de repente se desmayó.
Sam corrió a la cocina en busca del libro que había estado leyendo y rebuscó en él la pagina que hablaba sobre debilidades de los ángeles.
— ¡Lo encontré! –Dijo ganándose una mirada impaciente de su hermano.— Dice que solo puedes matar a un ángel con "Mata ángeles".
— ¿Qué es eso?
— ¡La flecha, tonto! –Dean corrió en busca del objeto.
Cuando regreso Sam estaba intentando despertar al de ojos azules, pero este no reaccionaba y no paraba de sudar. Había levantado fiebre y su cuerpo estaba hirviendo.
— ¿¡Ahora que hago!? –Su hermano revisaba el libro a gran velocidad.— Sam ¿¡Ahora qué!?
— ¡No lo se, no dice nada acerca de como curarlo! –De repente las alas del ángel volvieron a aparecer, provocando que ambos hermanos cayeran al suelo de golpe.
Las alas se blandieron en el reducido espacio de la sala y los Winchester se quedaron observando impresionados esas enormes extremidades cubiertas de unas hermosas y brillantes plumas negras como el petroleo. Sam notó que sangre caía del centro de ambas alas, se levantó y comenzó a revisar las heridas que estas tenían; Dean se levantó y comenzó a ayudar a su hermano a quitar las plumas del camino para poder ver bien las heridas.
— Está perdiendo mucha sangre –Esa frase por parte de su hermano le bastó a Sam para correr en busca de algo con lo que intentar detener el flujo del líquido rojo.— Se supone que los ángeles no tienen sangre ¿A este que le pasa?
— Dame un minuto –El menor de los Winchester comenzó a revisar en su libro.— Aquí dice que la única forma en la que un ángel puede poseer sangre o enfermar es a causa de haber sido expulsado del Cielo.
— ¿Me estás diciendo que a este lo expulsaron? No me lo creo –Dean dirigió su mirada al pelinegro, este sudaba de forma extraña y sus parpados se movían erraticamente.
El de cabellos claros se puso de cuclillas junto al ángel, colocó su mano en la frente de este y la retiró enseguida. El ángel tenía fiebre, se supone que los ángeles eran seres inmortales que no sangraban o enfermaban y Dean no se creía eso de que lo habían expulsado del Cielo. El ojiverde sospechaba que quizás se trataba de alguna especie de criatura cambia formas o de un demonio, sino no había razón por la que lo estuvieran cazando.
Una brisa que entró por la ventana hizo que al de ojos verdes lo recorriera un escalofrío, entonces una idea cruzó por su mente. Recordó el frío que le calaba los huesos mientras ellos ayudaban a los cazadores en el bosque, al pelinegro lo habían encontrado semi desnudo y desorientado.
— Sam, enciende la estufa –Le ordenó el mayor de los Winchester a su hermano, el cual sin entender por qué pedía eso lo miro extrañado.— Hazlo tonto, luego te explico –El menor asintió y corrió hacia el aparato, encendiéndolo a la máxima capacidad.
Dean corrió a cerrar la ventana y en menos de cinco minutos el ambiente se calentó, dándoles una experiencia similar a un sauna. Ambos hermanos se acercaron al pelinegro recostado en aquel viejo sofá, se quedaron observando como poco a poco el hombre dejaba de sudar y su respiración se volvía mas regular.
— ¿Me vas a decir qué planeas? –Susurró Sam, procurando no despertar al ojiazul.— Porque sea lo que sea está funcionando.
— Tengo una teoría –Comenzó a hablar el de ojos verdes.— Dices que fue expulsado del Cielo ¿Verdad? –Su hermano asintió.— ¿Qué tal si no está acostumbrado a la Tierra? Quiero decir, a las enfermedades, el frío y toda esa mierda.
— Significa que no tiene defensas, hasta un resfriado podría matarlo –Sam se rascó la nuca y bufó.— ¿Qué mal pudo hacer este tipo como para que lo castigaran de esta forma?
— Pues no me voy a arriesgar –Dean sacó una pistola de la funda que siempre llevaba en la cintura y le apuntó directo en la cabeza al pelinegro, su hermano intentaba detenerlo gritándole que no hiciera una locura y que bajara el arma.
El castaño no prestaba atención a lo que su hermano le pedía, miraba fijamente con el seño fruncido al hombre durmiendo en aquel mueble. Los ojos de este se abrieron un poco, lo suficiente como para permitirle a Dean presenciar ese brillo de color azul que iluminaba la mirada del pelinegro. El de cabellos negros observaba sin comprender qué pasaba al hombre, su mirada se podía comparar perfectamente con la de un niño que se había perdido y suplicaba con la mirada que lo ayudaran a regresar a casa. El de ojos verdes soltó un bufido y bajó el arma, su hermano se apresuró a ayudar al ángel a levantarse.
— ¿Estás bien? –Le preguntó Sam, el ángel miro hacia todos lados paranoico.— Tranquilo, mi hermano encontró la forma de ayudarte, tienes suerte de que se le dio por pensar una vez en su vida –Dean carraspeó su garganta para recordarle a su hermano que él estaba ahí y lo estaba escuchando.
El ángel se levantó del sofá y le sonrió a ambos hermanos, estos se miraron sin comprender qué era lo que pretendía significar esa sonrisa por parte del ser celestial.
— Nuevamente les doy mi gratitud –El ángel hizo desaparecer sus alas, estas se desvanecieron. Pero una pluma comenzó a descender lentamente hasta quedar en el suelo.
El ojiazul observó la pluma y la levantó del suelo, se quedó observándola como en estado de shock. Sam se acercó al pelinegro y puso una de sus manos en su hombro.
— ¿Estás bien? –Le preguntó algo preocupado por la expresión del ángel.
— E-esto nunca había pasado... –El ángel continuaba teniendo esa mirada de preocupación en el rostro.
— ¿Nunca habías cambiado tus plumas? Plumifero –Rió el mayor de los Winchester, ganándose una mirada asesina de parte de su hermano.— Está bien ¿Qué significa eso oh poderoso ángel? –Dijo burlón Dean mientras se acercaba al mini refrigerador que había junto al sofá y sacaba una cerveza que su hermano había comprado, abriéndola y comenzando a beberla.
— Que estoy muriendo –El ojiverde se atragantó con la cerveza, comenzando a toser cuando se forzó a tragar aquel frío y espumoso líquido.
Dean se arrepintió de haber bromeado en ese momento, toda la vida había sido una persona que se tomaba las cosas de forma positiva. Pero tener frente a él a alguien que aseguraba con mucha confianza y honestidad en su voz que estaba muriendo no era algo chistoso y menos era un tema para hacer bromas de mal gusto.
— Pero te ves perfectamente ¿Cómo es que estás muriendo? –Preguntó Sam intentando aclarar la situación.
— Lo que me pasó debió debilitarme, han pasado años desde la última vez que vine a la Tierra y en ese momento contaba con toda mi... ¿Cómo la llaman ustedes los humanos? A si, gracia divina. Supongo que como fui expulsado me he vuelto menos resistente.
— ¿Exactamente por qué te expulsaron? –Preguntó Dean con recelo, no confiaba del todo en el supuesto ángel.
— Por abrir la puerta del purgatorio y salvar a un humano al cual debíamos dejar morir –Castiel miro fijamente a Dean.— Ese humano eras tú, Dean Winchester.
Dean se quedó con los ojos abiertos como platos, observó la pluma en la mano del ángel. La recordaba, recordaba perfectamente haber visto plumas bastante similares cuando soñó, o mas bien creyó soñar porque ahora resulta que fue real, que moría e iba al infierno. Un ardor en su brazo izquierdo lo expulsó de sus pensamientos, se quitó la chaqueta que llevaba y se levantó la manga de la camiseta para revisar. Una extraña marca de una mano se hacía cada vez mas clara en su piel, parecía haber sido quemada contra esta.
— ¿Q-qué demonios? –Sam miraba a su hermano sorprendido, ninguno de los dos creía lo que estaba pasando frente a sus ojos.
Castiel permanecía impasible, observaba fijamente como la marca se hacía cada vez mas visible hasta que una perfecta huella de mano se talló en la piel del mayor de los hermanos Winchester. Una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro del ojiazul, Dean levantó la vista de su brazo hacia donde estaba el ángel y frunció el seño al verlo sonriendo.
— ¿¡De qué te ríes!? –El castaño se acercó amenazadoramente al pelinegro con una expresión de completo odio.
— No me he reído, solo he hecho lo que ustedes llaman "Sonreír", una forma de demostrar aprobación o algo llamado felicidad, no estoy muy familiarizado con esto último.
— Definitivamente te falta socializar –Rió Sam mientras quitaba a su hermano de en medio para que no hiciera nada estúpido.— Sera mejor que te busquemos algo de ropa y salgamos a algún lado para pasar el rato ¿Qué dices Dean? Relájate y vamos a buscar chicas.
Luego de varias insistencias el mayor de los Winchester aceptó, los tres quedaron en ir a un club nocturno para bailar, beber y mostrarle un poco lo que era el mundo de los mortales al ángel. Dean tuvo que prestarle algo de ropa a Castiel y se aseguraron de que llevara la gabardina para que no volviera a desmayarse o le diera algo a causa del frío.
Una vez en la entrada del club los tres se bajaron del Impala y entraron, sentándose en una mesa algo alejada de las demás. Dean le pidió a una camarera de cabello muy corto y rubio que les trajera tres cervezas, la chica asintió y se retiró guiñándole un ojo al mayor de los Winchester, el cual sonrió ante el gesto de la chica.
— Aquí tienen, muchachos –La misma chica les trajo tres cervezas extra grandes unos minutos después.— Disfrútenlas.
— Disculpe señorita, no pedimos extra grandes –Dijo Sam aclarándose la garganta.
— Oh, se las manda la muchacha de allí –La chica señaló a una mujer que estaba sentada en la barra y luego se alejó. Dean observaba a la mujer, esta tenía el cabello de un color rojo artificial y muy rizado. La desconocida se volteó y le dedicó una sonrisa coqueta al castaño, haciéndole señas para que se acercara.
— Bueno chicos, me necesitan en otro lado –Dean tomó su cerveza y se levantó para ir a donde estaba la misteriosa pelirroja de curvas pronunciadas.
Castiel observaba como el mayor de los hermanos se alejaba y tomaba asiento junto a la extraña, algo en ella le daba mala espina, no quería que se acercara a Dean. Una mano en su hombro lo hizo desviar la mirada.
— No te molestes amigo, es un caso perdido –Sam le habló con una sonrisa, aunque Castiel no entendió a qué se refería.— Una vez que encuentra a una chica guapa puedes despedirte de él hasta el día siguiente.
— Algo anda mal... –Susurró el pelinegro mas para sí mismo que para Sam, pero este aún así lo escuchó.— Esa chica... Es extraña.
— Si, su cabello sin duda es raro, muy llamativo para mi gusto –Sam le dio un sorbo a su cerveza, Castiel ni siquiera había tocado la suya.— ¿Te vas a beber eso? –Preguntó el menor de los Winchester señalando al vaso del contrario, el pelinegro negó y le acercó la cerveza a Sam.
Regresó la vista hacia donde había visto caminar a Dean, él y la chica charlaban animadamente y al parecer se la estaban pasando bien, la de cabellos rojizos se acercó al oído del Winchester y le susurró algo par luego tomarlo de la mano y levantarse. Antes de desaparecer entre la multitud la chica miro fijamente a Castiel, los ojos de la chica brillaron en un color azul eléctrico por un segundo, suficiente para que el ángel confirmara sus sospechas de que algo malo pasaba. Un escalofrío le recorrió la espina al pelinegro, se levantó de repente y le dijo a Sam que iba a buscar a Dean, el mencionado intentó detenerlo pero el ojiazul no escuchaba razones, solo se apresuró a correr hacia donde había visto desaparecer al castaño, quitando a la gente que se cruzaba en su camino.
Finalmente encontró al castaño, estaba besándose con la chica fuera del club, ambos habían salido por la puerta trasera y se besuqueaban en el callejón que conectaba con esta salida. Castiel vio como la chica comenzaba a besar el cuello de Dean, luego vio como unos colmillos prominentes comenzaban a hacerse lucir en su boca.
— ¡Detente ahí! –La vampiresa se giro y se alejó de Dean para observar con odio al ángel, ambos se dedicaban miradas asesinas. El castaño observaba la escena sin entender que ocurría.
— ¡Dean, Castiel ¿Dónde demo...?! –Sam apareció detrás del pelinegro y se quedó mirando a la chica de cabello artificial.
— ¿Chicos, qué hacéis aquí? Les dije que estaba ocupado –Se quejó el mayor de los Winchester.
—!Aléjate de ella, Dean –Le advirtió su hermano, este se mantenía detrás del ángel para que la vampiresa no lo atacara.
La vampira se movió rápidamente y se colocó detrás de Dean, amenazando con morderlo si se le acercaban. Sam parecía nervioso mientras que Castiel se mantenía serio observando a la chica, con pasos lentos comenzó a acercarse al castaño y obviamente a la mujer que lo mantenía cautivo.
—!Dean, mantén la calma –Le dijo el ojiazul al mencionado mientras se acercaba cada vez mas.
— ¡Aléjate o le quiebro el cuello! –Le gritó la vampiresa con una voz bestial.
— Suéltalo o me veré obligado a hacerte daño –Le ordenó Castiel con autoridad y una mirada nunca antes vista en él.
— ¿Tú vas a dañarme? No me hagas reír –Se burló la de cabello rizado.— Solo eres un humano inútil.
— En eso te equivocas –Castiel estiró su mano y sujetó a Dean.
En cuanto la piel de ambos hizo contacto una luz extraña emanó de la mano del ángel e hizo que la vampiresa soltara al castaño, soltando un grito de dolor. Castiel aprovechó este momento para empujar a Dean detrás de él y se lanzó contra la vampira, esta comenzó a arañarle el pecho y los brazos para quitárselo de encima, pero el ángel no se movía ni un centímetro.
— ¡No vuelvas a acercarte a él! –El pelinegro arrojó a la vampira contra un contenedor de basura, esta siseó mostrandole sus colmillos y luego desapareció a gran velocidad.
Ambos hermanos estaban impactados observando al ángel que se encontraba de espaldas a ellos, Sam aferraba su mano al hombro de su hermano, había temido perderle cuando vio salir tan rápidamente al ángel en su búsqueda.
— ¿Qué diablos acaba de pasar? –Preguntó el castaño incrédulo de lo que acababa de ver, cuando creía haber encontrado a una linda chica para pasar el rato esta trata de matarlo y llega Castiel a su rescate.
— Ustedes salvaron mi vida... –Dijo el ángel mientras se volteaba a verlos.— Ahora estoy en deuda con ustedes, voy a protegerlos –El pelinegro sonaba mas decidido que nunca, iba a cuidar de ambos hermanos a como diera lugar, aunque tuviera que poner su vida en riesgo.
NOTA DE LA AUTORA:
¡Eso Castiel, golpea a esa bastarda desgraciada! Nadie se mete con el DESTIEL bitch >:) ¿Quien me acompaña a quemar a esa sanguijuela?
En fin, espero que les haya gustado el capítulo y que tengan un buen resto del día. Es la 1:23 AM justo ahora y mi cerebro esta durmiéndose, así que si hay alguna falta de ortografía sepan comprenderme y tenedme piedad. Sin mas que decir les mando un abrazo gigante y les deseo un buen resto del día, adiós.
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