6. CRUEL REALIDAD
Santa Biblia Reina Valera 1960 - Eclesiastés 1
11 No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después.
Me siento entre las nubes, pero a la vez me siento muy pesada, como si una piedra me aplastará.
Es como si estuviera muerta, pero a la vez estoy consiente, es como si estuviera en otro cuerpo, o como si fuera un sueño, pero siento que es real.
En pocas palabras me siento rara, muuuuuy rara.
—señorita, señorita —escucho una voz muy lejos, siento que me mueven.
—señorita —dice una voz angustiada —despiertese por favor señorita —me mueven de manera brusca.
Trato de abrir mis ojos, pero siento que mis párpados están pegados, intento mover el cuerpo, pero parece ser de piedra.
«oh Dios que está pasando?»
—señorita, señorita —vuelven a llamarme.
—um —es todo lo que logro decir.
No puedo mover los labios.
—despiertese por favor.
«estoy despierta, solo que no puedo moverme»
Quise decir, pero no podía hacerlo.
Mientras me llamaban y me sacudían, yo también trataba con todas mis fuerzas de despertar a mi cuerpo y de poder abrir los ojos.
Media hora después.
Finalmente he podido abrir un poco los ojos aunque mi cuerpo no termina de despertar por completo.
Que feo es tener esta clase de reacciones en el cuerpo.
Comienzo a mirar a mi alrededor, mientras parpadeo una y otra vez, tratando de abrir bien los ojos.
Me doy cuenta de que estoy en un auto, recostada a la puerta, poco a poco voy empezando a mover las manos.
—hemos llegado señorita —me dice la voz.
Inmediatamente veo hacia el frente y me topo con la mirada de el conductor del auto, un hombre de 35 años aproximadamente, el cual me está mirando por el espejo retrovisor.
En ese momento todos mis sentidos se agudizan.
«Que estoy haciendo en este auto?»
Trato de recordar, como fue que llegue aquí, pero no recuerdo nada, no entiendo nada, lo último que recuerdo era que estaba sentada en el andén de el edificio de donde vivo, no me explico cómo es que ahora estoy en un auto, con un sujeto desconocido.
—quien es usted? —le preguntó —donde estoy?.
El me mira como si yo estuviera loca.
—yo soy el taxista —me responde —el que la trajo del aeropuerto —yo lo sigo mirando sin entender nada —que? —me dice —a poco no se acuerda.
Ahora sí que estoy más enredada, comienzo a sentir nervios, no se de que es que me está hablando.
—como así que del aeropuerto? —vuelvo a preguntar.
—hay no —dice el con desesperación —no me diga que usted es de las personas que se duermen y pierden la memoria —me mira con horror —que bueno que ya me pago.
—en donde estamos? —vuelvo a preguntar.
El me mira aún más horrorizado —pues en Colombia, —dice como si fuera obvio —de verdad no recuerda que en el aeropuerto usted me pidió que la trajera aquí?.
Trato de recordar lo que me dice, pero no lo logro, es más ni siquiera recuerdo haber subido a un avión.
—en fin —dice al ver que no le respondo —lo importante es que ya la traje.
Y sin decir más, se baja del auto y me abre la puerta.
—salga señorita —me dice al ver que solo me limito a mirarlo —tengo otras carreras por hacer.
Salgo del taxi, sin entender nada de lo que me está pasando. Según el taxista yo viaje a Colombia, pero no recuerdo nada de ello y lo más importante, de donde saque dinero?, A quien recurrí?, Que yo recuerde a mi me negaron el vuelo.
Acaso estoy loca o tengo adnecia?.
—aqui está su equipaje —me dice aquel hombre, entregandome una maleta que inmediatamente reconozco.
Es mi maleta de viaje.
Como fue posible todo esto?.
He viajado a Colombia y aún no recuerdo cómo lo hice, sera verdad lo que dice el taxista?.
Si lo es, tendré que hacerme revisar la cabeza.
En ese momento siento que algo vibra en mi bolsillo, lo saco y es mi teléfono, veo la pantalla.
Es Jak.
Muchos pensamientos llegan a mi mente al ver su nombre.
«Sería que yo le pedí ayuda a él?».
«Oh no que vergüenza».
Mis mejillas se encienden, deslizó un dedo en la pantalla para contestar.
—si —digo en un susurro.
—Emily —dice el con alivio y alegría —donde estas?.—su voz suena preocupada.
Miró a mi alrededor, veo a las personas caminando de un lado a otro, unos lo hacen con preocupación, otros con tranquilidad, veo incluso doctores, ambulancias.
Oh no.
Veo el edificio que tengo frente a mis ojos y me doy de cuenta que estoy parada frente a una clínica.
—sigues ahí? —me habla Jak.
—si, sigo aqui —contesto un poco trastornada —me encuentro en Colombia.
Aún no asimiló de que me haya olvidado de como llegué aquí.
—como lo hiciste? —me pregunta.
Frunso el seño, sin entender.
—hacer que? —pregunto, siento una punzada en mi cabeza.
—viajar hasta Colombia, —me dice —tengo entendido que te negaron el vuelo.
Eso me confunde peor.
Osea que yo no le pedí ayuda a Jak.
Tal vez se la pedí a alguno de los J5.
Suspiro con frustración.
—ni yo lo entiendo —le respondo —o mejor aún no recuerdo nada.
—que?, Estás segura? —me dice preocupado —no sabes lo angustiado qué estaba, te hemos buscado por todos lados —suspira —desapareciste de pronto, como por arte de magia.
Recuerdo el desplante que le hice y mi corazón se estruja dentro de mi.
—lamento haberte hecho pasar por todo esto —me disculpo —he estado muy angustiada por la enfermedad de mi padre —le explico —y por eso viaje a Colombia, aunque nose exactamente como fue que lo hice.
—eso sigue siendo objeto de investigación —me dice preocupado —es muy raro que no lo recuerdes.
—no lo sé —le digo con nervios —es que no es la primera vez que me pasa, en los cumpleaños de Deimond también me pasó algo similar.
—pero esa vez alguien te drogo —me responde —y esta es la hora que no se sabe quién lo hizo.
—acaso crees...—digo con temor —que está vez fue lo mis...
Me detengo de hablar al ver a la persona que pasa frente a mi de manera apurada y se entra a la clínica.
Es mi madre.
—lo siento —le digo a Jak —tengo que colgar.
No le dejo responder, porque inmediatamente cuelgo.
Corro hacia la clínica.
Ya casi va ha ser un año que estoy lejos de ella, volver a verla hace que muchos sentimientos se despierten dentro de mi.
—mamá —le llamo alcanzandola.
Ella voltea a verme y me mira de manera incrédula
—hija —me dice acercándose a mi.
Sus ojos se cristalizan igual que los mios.
Me estrecha en sus brazos, yo hago lo mismo.
—mamá, —le digo —no sabes lo mucho que te he extrañado.
Comienzo a llorar a llanto, por el sentimiento que me alberga volver a tener a mamá cerca.
Siento mi teléfono vibrar en mi bolsillo, pero lo ignoro.
«este momento es muy único, como para arruinarlo»
—yo también te he extrañado demasiado —me apreta más —me alegra tanto que estés aquí.
—a mi también me alegra —le digo sin dejar de abrazarla, a pesar de que no se exactamente, como fue que llegue hasta aquí.
Luego de llorar un rato abrazada y de decirnos lo mucho que nos queremos, le pregunté por mi padre. Inmediatamente las lágrimas volvieron a sus ojos.
—tu...tu padre...tu padre está muy mal cariño —dice con la voz quebrada —tenemos que prepararnos para lo peor —acaricia mi mejilla.
Yo tomo su mano que tiene en mi mejilla y deposito un beso, mientras las lágrimas ruedan por mis mejillas.
«el va a morir en esta semana»
Viene un recuerdo a mi mente, de alguien que me dijo eso, pero no recuerdo su rostro.
Que extraño.
—no se ponga así madre —le digo tratando de tranquilizarla, aunque yo estoy peor —Dios puede hacer algo en el último momento.
—ojala hija —me dice —ojala, que así sea.
Me toma de la mano y me lleva a la habitación donde está mi padre.
Llegamos y antes de entrar lo veo, gracias al cristal que está en la parte de arriba de la puerta.
Me mandó las manos a la boca, tratando de silenciar mi llanto, no puedo creer lo que estoy viendo.
«realmente es ese mi padre?»
Me cuesta creer lo que tengo frente a mis ojos.
Mi padre no luce para nada a lo que era antes de que yo me fuera, ahora se ve mucho más mayor, y está muy acabado, podría decir que ya sólo estan los huesos, su cabello también ha desaparecido totalmente y se encuentra conectado a una máquina de oxígeno.
Siento un dolor terrible en mi pecho, es tan fuerte que siento que me voy a desmayar.
No pensé que mi papá estuviera tan grave, esto simplemente es demasiado para mí, no puedo soportar verlo de esa manera, en su rostro solo hay dolor.
—tranquila mi niña —dice mi mamá, abrazándome y acariciando mi cabello —no es tan grave como parece —se que está mintiendo, solo dice eso para que esté tranquila.
Pero como lo voy a estar, si a mí padre se lo está comiendo el cáncer.
Lágrimas descienden de mis ojos sin parar, en mi mente pasan todos los momentos que he vivido junto a mi padre.
Recuerdo que el fue el que me enseñó a montar bicicleta, también me enseñó a conducir moto.
Siempre ha sido una persona muy sana, jamás lo ví enfermo, siempre era mamá la que enfermaba de jaqueca, por esa razón jamás por mi cabeza se me pasó verlo en esta situación.
Me invente la excusa de que necesitaba ir al baño, para poder terminar de desahogarme, ya que tenía un fuerte nudo en la garganta.
—porque Señor, porque? —digo dandole golpes a la puerta del baño, mientras lloro de manera descontrolada.
—el ha sido un buen hombre —le sigo diciendo a Dios —desde que tengo memoria te ha servido, porque permites que le pase esto?, Porque dejas que sufra?.
Se que no debo de reclamarle a Dios, ya que todo lo que hace es perfecto, pero aún no entiendo porque le permitió a mi padre pasar por esto.
Yo no le desearía esto ni a mí peor enemigo.
Mi teléfono aún no deja de vibrar, la llamada se corta, pero vuelven a insistir, lo tomo en mis manos, mojandolo de lágrimas y de manera borrosa alcanzó a ver el nombre de Erick en la pantalla, cortó la llamada y apagó el teléfono, en estos momentos no quiero hablar con nadie, lo único que quiero es deshacerme en lágrimas.
Me siento en el suelo mientras lloro a llanto, trato de hacerlo lo más despacio que puedo para no llamar la atención de nadie.
Jamás había experimentado este sentimiento de tener a un ser querido al borde de la muerte.
Mi cabeza duele como nunca antes, es como si me clavaran agujas. Tal vez sea por tanto llorar, aún así no me contengo.
Tomo aire tratando de controlar mi respiración, ya que el dólar tan grande que siento en mi pecho hace que incluso se me dificulte respirar.
Escucho unos golpecitos en la puerta, trato de hacer el mayor silencio posible.
—hija —es la voz de mi madre —estas ahí? —suena preocupada.
—si mamá —le respondo, trato de que mi voz suene firme.
—tu padre ha despertado —me informa —y quiere verte.
Tomo aire, la verdad es que no me siento preparada para verlo, no se si pueda controlar este dolor tan fuerte.
—si mamá —le digo insegura —enseguida voy.
Escucho los pasos de mamá.
—estas bien? —pregunta antes de marcharse.
—si... —contesto —eso creo.
—hija...—me dice, se queda pensativa por unos segundos —se que no es fácil para ti está situación, pero creeme que para mí tampoco lo es, aún así debemos de ser fuertes.
Lo triste de ello, es que yo no sé que es ser fuerte en un momento así.
—lo se madre —le digo sin abrir la puerta —solo adelantese, —le digo, no quiero que me vea así —yo ya la alcanzó.
Ella suspira.
—de acuerdo —responde.
Salgo del baño con pies temblorosos, en realidad todo mi cuerpo está temblando y ni siquiera se porque es, o tal vez lo sé, pero no quiero aceptar está cruel realidad
Me inclino frente al lavamanos y comienzo a lavar mi rostro con abundante agua, tal vez así dejen de estar tan rojos.
Miro mi rostro en el espejo y sigo luciendo fatal, lo peor de todo es que las lágrimas vuelven a salir, las limpió con el dorso de mi mano y me dirijo hacia donde está mi papá.
«Dios mío, dame fuerzas para hacer esto»
Entro arrastrando los pies hasta la habitación donde está mi padre, con la mirada clavada en el suelo. De verdad que me duele mucho mirarlo así, no soy capaz de hacerlo.
—hija —me dice, su voz apenas se oye.
Mi corazón se estremece apenas oigo su voz y las lágrimas comienzan a rodar por mis mejillas, trato de controlarme pero es imposible.
—pa...pa...padre —digo con voz quebrada.
Me hubico al lado de él y me inclino para abrazarlo de manera delicada, quisiera abrazarlo fuerte, pero se que podría hacerle daño.
«me lamento de todas las veces que tuve la oportunidad de hacerlo y me abstuve».
Lloro como una niña pequeña recostada a su pecho.
—yaaaa, ya mi chiquita —me dice de manera tierna —no debiste de haber venido.
—al contrario —le digo entre sollozos —jamas debí de haberlos dejado.
—nadie sabía que esto pasaría —me dice de manera tranquila, es como si no le preocupara morir —no tienes porqué sentirte culpable.
Yo sigo llorando en su pecho, escucho el leve latir de su corazón, el solo hecho de pensar que quizás esos latidos se detendrán y el se volverá inerte, hace que mi lloro sea mayor.
—no quiero que mueras —le digo de repente.
El suspira de manera dificultosa.
—eso no lo decides tú, mi niña. —responde —eso lo decide Dios.
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