58. UN DIOS VIVO
Santa Biblia Reina Valera 1960 - Génesis 25
32 Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura?
Llegué al frente de la reja de la casa de Nina, la cual estaba cercada de escoltas.
—buenas tardes —salude.
—lo sentimos señorita pero debe retirarse —me dijo uno —esto es una zona restringida —me señaló un letrero el cual decía eso.
—¿Que? —frunci el ceño confundida.
«¿Es que acaso aquí ya no vive Nina?».
Me quedé observando todo, lo único diferente que había aquí era ese letrero.
—si no se retira tendremos que hacerla retirar a la fuerza —me advirtió otro escolta, como si yo fuese un peligro.
Lo mire molesta.
«¿Quien se creen que soy?».
—yo no vine a molestar, tan solo vine a visitar a una amiga. —les expliqué.
Ellos seguían sin inmutarse.
—pués está molestando. —dijo uno acercándose.
¡Oh no!.
Me temo que si no me voy me van a terminar sacando de aquí a la fuerza.
Cuando aquel escolta estaba a punto de agarrar mi brazo con su manota, se escuchó una voz.
—¿Que pasa aquí? —preguntó.
Era Duncan mi salvación.
—pasa que está joven no quiere irse por las buenas —responde el hombre cerca a mi.
—hola Duncan —lo saludé moviendo la mano.
El ni siquiera me conoció.
—¿Y que está esperando?, ¿Por qué no la saca?.
El escolta inmediatamente me tomo del brazo y comenzó a jalarme sin ningún problema, mientras que otro llevaba mi moto.
—Duncan soy yo, Emily —le gritaba mientras me llevaban, pero este se dió vuelta y me ignoro totalmente.
«Parece que se olvidó de mi».
«Creo que fue una muy mala idea, haber venido aquí».
Quise resistirme y no dejar que me llevará, pero mis fuerzas eran nulas comparadas a las de él.
Era un sujeto muy vigoroso y acuerpado, yo al lado de él parezco una simple muñequita.
—espere, espere —le decía para que parara, pero era como si no escuchará. —no es necesario esto, yo me voy por las buenas.
De pronto se oyó un disparo que hizo que me sobresaltara y que el sujeto que me llevaba me soltara.
Voltee a mirar a ver quién era el del disparo, o quién era el herido, pero solo mire a Nina que venía corriendo hacia mi, con una gran sonrisa en sus labios y con los brazos abiertos.
—Emily —grito con alegría.
Yo también corrí hacia ella, ignorando al grandulón que había a mi lado.
—Nina —también grite con alegría.
Esto parecía como los reencuentros de las películas que ocurren a camara lenta.
La única diferencia es que yo me enrede y casi me voy de cabeza.
Nina me estrecho en sus brazos y comenzó a llorar.
Es como si me hubiera extrañado demasiado, aún no logro a comprender porque me aprecia tanto cuando yo simplemente soy una desconocida con la cual compartió unos pocos días.
Yo también la quiero mucho a ella, pero creo que ella me quiere más, supongo que su amor para conmigo a sido un poco contagioso.
No sé cuánto tiempo duramos así, lo que si se es que termine llorando en junta de Nina.
Finalmente me soltó, tenía los ojos rojos de llorar.
—no sabes lo mucho que te extrañe manita —dijo secándose las lágrimas —pense que ya me habías olvidado.
Puso sus manos sobre mis hombros y comenzó a escanearme.
—yo también te extrañe, solo que había olvidado visitarte —me excusé.
—oh por Dios —exclamó —estas muy flaca, ¿Acaso no estás comiendo bien?, O ¿Estás enferma? —preguntó preocupada.
«Ahora a todo el mundo le ha dado por hacerme esa pregunta, suficiente tengo con Jak, para escuchar a otra».
Sonreí ante sus palabras, ya lo había dicho antes, no voy a seguir llorando, no voy a permitir que está enfermedad me arruine, he decidido ser feliz.
—¿No me vas a invitar a entrar? —pregunté ignorando su pregunta.
Ella sonrió y engancho su mano a mi brazo y comenzamos a caminar hacia la mansión ante la atenta mirada de los escoltas, que hace un momento querían llevarme como si de un ladrón se tratara.
La mansión seguía exactamente igual como la recuerdo, no había cambiado nada.
—mamá —escuche una pequeña vocecita.
Fue entonces cuando recordé a Isa.
—ya voy cariño —dijo Nina subiendo por las escaleras.
Yo la seguí, entramos a una habitación cuyas paredes eran rosa y tenían muchos dibujos, entre ellos a princesas, y un nombre escrito con letras gigantes.
ISABEL.
Está era la habitación soñada de cualquier niña.
Mire a la cama y ahí estaba Isa con una batica de baño, acababa de salir de la ducha, ella también me miró con curiosidad.
Había crecido bastante y estaba muy hermosa.
—mira quien llegó —le dijo su madre.
De repente Isa se tiró de la cama y corrió a abrazarme.
Yo me agache y la levanté en brazos, su cabello aún escurría agua y olía a arrurrru.
—tia —exclamo rodeando mi cuello con sus pequeños brazos.
Mi corazón se encogió al llamarme así.
«Ya quisiera yo tener sobrinos, pero es imposible ya que soy hija única».
Nina contemplaba la escena, no contenta con ello, saco el teléfono y tomó una foto.
—me alegla que vinielas —dijo la niña con su tierna voz.
La apreté más en mis brazos.
—yo también me alegro mucho de verte, estás preciosa.
—gacias —contesto —mis otos tíos tamben dicen lo mimo, abelo y papá tamben.
«Vaya, vaya, vaya al parecer Nina no es única como pensaba y aparte de ello la niña si tiene un papá, cosa de la que su madre siempre se niega a hablar».
Luego de practicar un resto con Isabel la cual es muy amable, hicimos una pillamada entre las tres, jugamos a los almohadazos, y al final terminamos viendo una película de princesas mientras comíamos helado.
Me sentía tan bien con ellas, incluso me sentía mejor con ellas que con mi propia familia.
Se sentía mágico.
Día siguiente.
Desperté por el sonido de un teléfono que no paraba de timbrar.
Abrí mis ojos pesadamente, la verdad es que no me quería levantar, quería seguir durmiendo ya que la cama de Isa era tan cómoda que se sentía como si estuviera en las nubes.
Lamentablemente ese teléfono no paraba de sonar y al parecer nadie tenía intenciones de tomarlo.
«Ni modo, lo haré yo».
Intenté pararme de una pero un peso en mi vientre me lo impidió.
Incline mi cabeza para ver y me encontré con Isabel que estaba encima de mi, Nina no estaba por ningún lado.
La corrí despacito para que no se fuera a despertar y me levanté.
Comencé a buscar con la mirada el bendito teléfono, pero no lo veía, finalmente tuve que guiarme por el sonido.
Estaba en uno de los cajones de la mesita de noche.
Era uno de los teléfonos que tiene Jak, lo tome en mis manos y al ver el nombre que aparecía en la pantalla, sentí un gran escalofrío.
Mibsan.
No sé porque pero siento haber oído ese nombre antes y no precisamente en la biblia.
A mí mente llegó un recuerdo muy borroso, no podía ver a la persona, pero si podía oír su voz.
“Mi nombre es Mibsan”.
Era una voz siniestra.
Mi cuerpo comenzó a temblar y el teléfono cayó de mis manos.
Intenté recordar más pero no pude.
«Tal vez todo sea producto de mi imaginación».
El teléfono seguía timbrando, me incline y lo tome.
Aún con dedos temblorosos deslice el dedo en la pantalla y conteste.
—a...a...a.... aló —dije torpemente, estaba teniendo un ataque de nervios.
Una respiración profunda se escuchó del otro lado, pero nadie hablo.
—ho...ho...hola —dije un poco más fuerte.
Aún así nadie respondió y la llamada se cortó.
Me quedé pensativa mirando el teléfono, hasta que escuche pasos afuera de la habitación.
Inmediatamente guarde el teléfono en dónde lo había encontrado.
La puerta se abrió y entro Nina.
Traía una sonrisa de oreja a oreja y en sus manos una bandeja con tres desayunos.
—buenos días dormilonas —saludó.
—buenos días respondí, —tratando de sonreír de la misma manera.
Pero no pude hacerlo, ese nombre Mibsan no salía de mi cabeza, es como si siempre hubiera estado ahí solo que lo había olvidado, así como olvide su rostro.
Nina despertó a Isabel y nos sentamos a desayunar felizmente aunque en mi mente estaba turbada.
Luego de desayunar me encargue de llevar los platos a la cocina.
Justo cuando ya estaba a punto de ponerlos en el lavado, mis manos se durmieron y terminé soltandolos, estos se volvieron añicos.
Mi cuerpo comenzó a temblar y la angustia volvió a llegar, las lágrimas querían salir de mis ojos, pero me había propuesto no llorar más, no quiero que está enfermedad arruine mis últimos días, quiero sonreír a pesar de que me queda poco tiempo.
Sentí que iba a desmayarme.
Mi mayor terror de que ello sucediera era que estaba en otro lugar y no quiero dar lastima a nadie.
Busque en el bolsillo de mi vestido rápidamente las pastas, mis manos estaban tan adormecidas que fue un proceso poderlas hallar, pero finalmente las pude tomar en la mano.
Las saque y comencé a abrir una, pero paso lo peor.
Estás se cayeron de mis manos.
Cómo pude me recosté a la pared con el anhelo de que esto no llegara a mayores.
Pero entonces entró Nina.
—¿Que ha pasado? —pregunto asustada.
—lo...lo...lo siento —hice un gran esfuerzo por hablar ya que la lengua se me estaba adormeciendo. —se me han caído.
Me fui desvaneciendo pero ella me sostuvo.
—Emily —me llamo —¿Que te pasa?.
—pas...past...pasta —dije con el poco aliento que me quedaba.
Gracias a Dios ella entendió y tomo la caja de las pastillas, para ese entonces mis ojos ya se cerraban.
Luego sentí como introdujo una pastilla en mi boca y me dió agua.
Dificultosamente me la pude tomar, pero luego de ello poco a poco fue recobrando el conocimiento.
Abri lentamente los ojos y mire a Nina, la cual estaba inclinada frente a mi y me miraba con cara de horror.
Sé levantó y me pasó un vaso de agua.
Lo tome con dedos temblorosos, y lo apretaba con fuerza para que no se me fuera a soltar.
Mi respiración era dificultosa y estaba sudando frío aún.
—¿Que rayos fue eso? —preguntó Nina.
—eh, eh, eh —trate de pronunciar palabra pero aún no podía modularla.
Ella me miraba preocupada.
Si hubiera sabido que esto iba a pasar, ni loca habría venido.
—¿Quieres que llame a un médico?.
Yo negué con la cabeza.
En ese momento su teléfono comenzó a timbrar, ella se levantó y contesto.
—si? —dijo mirandome.
Comenzó a caminar de un lado a otro mientras hablaba en monosílabos, de un momento a otro cambio de idioma y comenzó a hablar en coreano.
De repente se puso pálida como un papel, su teléfono cayó de las manos y sus ojos se cristalizaron, se mando la mano por su cabello desesperada.
Yo la mire confundida.
Ella se acerco a mi y me tomo por los hombros mientras sus lágrimas rodaban por las mejillas.
—¿Por qué no me dijiste que estabas enferma? —cuestionó.
La mire atónita.
«¿Cómo supo ella de mi enfermedad?».
«¿Quien pudo haberle contado?».
No sabía que hacer, ni que responder en ese momento.
—¿De que estás hablando? —pregunté.
Ella me soltó y se alejó de mí.
—oh por Dios —exclamo —de haberlo sabido te habríamos ayudado, ahora es bastante tarde para hacerlo, ¿Por qué callaste?.
Baje mi mirada al suelo, por lo visto mi enfermedad ya no es un secreto, ahora mi único ruego es que Jak no lo sepa aún.
Porque si Nina se enteró que es como casi una completa desconocida, ahora no me imagino a Jak qué fue hasta mi prometido.
—¿Quien te lo dijo? —pregunté sin despegar mi mirada del suelo.
—tu padre me acaba de avisar. —respondió muy segura.
Supongo que en eso está muy herrada.
—mi padre murió —le aclaré.
—siii, claro —dijo como si fuera broma —y yo soy un angel y tengo la urna en la cabeza, —ironizó —eres tan inocente Emily.
«No entendí la primera parte».
«Y ¿Por qué todos piensan que soy inocente?»
—en fin no soy yo la indicada para decirte la verdad y aunque te lo dijera no me creerías —siguio hablando y yo seguía sin entender.
«¿A qué verdad se refería?».
—¿Jak lo sabe? —preguntó de repente dándole un giro a la conversación.
Yo negué con la cabeza.
—¿Por qué no se lo has dicho? —cuestionó indignada.
Las lágrimas quisieron salir de mis ojos pero las retuve, de ahora en adelante no voy a llorar más.
Pero el solo hecho de escuchar su nombre me hace poner triste.
—porque no quiero que me tenga lastima —le expliqué —además ya rompimos.
Ella se quedó en silencio, yo levanté mi mirada hacia ella.
Ella me mira como si yo tuviera dos cabezas.
—¿Acaso no es un anillo de compromiso ese que tienes en el dedo? —indagó.
Yo asentí.
—¿Y luego no fue que rompieron?.
—si pero el me lo regaló —dije restándole importancia.
Ella se quedó pensativa.
Supongo que se le hace muy extraño todo esto, pero si para ella es extraño para mí lo es más, aún sigo sin entender quién fue la persona que le dijo.
Mi cabeza está un caos completo, no entiendo nada y me duele al ponerme a pensar.
Mejor no pienso, al fin y al cabo voy a morir, ¿De que servirá haber pensado tanto?.
—ven —dijo ayudándome a levantar —tiene que haber una forma de poder ayudarte —su voz se quebró.
Me imagino que ni ella se cree lo que me dice.
Yo ya se que esto no tiene cura y ya me di al dolor de morir.
Nina me llevo a la habitación para que descansará y se fue, como a la media hora vino con un doctor el cual comenzó a chequearme y no dió esperanzas de nada, dijo que ya era tarde para comenzar un tratamiento que solo quedaba esperar, también estaba asombrado de que yo aún pudiera hacer las cosas por mi propia cuenta a pesar de todo, dijo que eso era un milagro, que yo ya debería de estar debatiendome entre la vida y la muerte en una cama de hospital.
Yo no me asombre ante sus palabras ya que tengo un Dios vivo que es el que me sostiene y me hace estar en pie todos los días, aunque a veces yo pierda las esperanzas.
Lo único que pudo hacer el doctor fue dejarme más droga que controle los síntomas de la enfermedad.
Nina seguía sin poder aceptarlo, lo único que hacía era llorar y llorar y maldecir por ratos.
Sigo sin entender porque le afecta tanto la enfermedad de una desconocida.
Luego de descansar y de sentirme mucho mejor, me aliste para ir a la clínica a ver a Jason, era una gran cosa tener un closet aquí.
Cuando Nina me vio que iba de salida, por poco se para en las pestañas, no quería que yo saliera.
Tuve que hacerle frente, le dije que si no lo hacía ahora que podía, entonces que sería de mi luego.
Ella me dijo que tenía mucho terror de que me ocurriera algo, yo le dije que Dios me guardaba.
Finalmente la convencí, pero tuve que ir en su auto acompañada de un escolta.
Llegué a la clínica y fue derecho a la habitación de Jason, gracias a Dios pude convercer al escolta de que esperara en el auto, no soy de las personas que les gusta andar escoltadas como si fueran importantes.
Abrí la habitación y por poco me estrelló con Jak que iba de salida.
Era la persona que menos quería ver.
Me puse roja como un tomate, y mi corazón se aceleró.
El me miró, pero yo inmediatamente esquivé la mirada, quise quitarme de la puerta para que él pudiera salir, pero mis pies no respondían, los nervios me habían dejado bloqueada.
Mi corazón latía tan fuerte, que incluso podía oírlo.
«ojala Jak no lo oiga».
La atmósfera se sentía muy sofocante, tanto que me costaba respirar al tenerlo tan cerca.
Al parecer el no tenía intenciones de irse, y ¿Como lo iba a hacer si yo estaba tapando el paso?.
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