12. TRATANDO DE EVITAR LO INEVITABLE
Santa Biblia Reina Valera 1960 - Isaías 29
8 Y les sucederá como el que tiene hambre y sueña, y le parece que come, pero cuando despierta, su estómago está vacío; o como el que tiene sed y sueña, y le parece que bebe, pero cuando despierta, se halla cansado y sediento; así será la multitud de todas las naciones que pelearán contra el monte de Sion.
Entro al parqueadero en busca de mamá, lo hago yo sola, ya que los escoltas del señor Fares por alguna razón que ignoro, le prohibieron a los J5 pasar.
Lo primero que percibo es la mirada de el señor Fares.
Me mira como con...
Con lastima o pesar.
Es como si estuviera viendo mi futuro y ese futuro fuera trágico.
Supongo que solo son imaginaciones mías.
El se acerca y abre la puerta de la limusina, yo me adentro en ella.
Veo a mamá, la cual aún no ha despertado, no parece que estuviera desmayada, parece que está dormida y su sueño se ve placentero.
Nada que ver a como estaba hace unas horas.
—tardara mucho en despertar? —le pregunto al señor Fares, que también la está mirando.
—solo un poco —se limita a responder.
Luego mete sus manos en los bolsillos y se aleja de la limusina.
«Ese hombre siempre luce muy tranquilo».
Espero unos minutos sentada al lado de mi madre, a pesar de que su rostro luce muy tranquilo, aún así hay un ambiente bastante raro, pienso que ha de ser por aquellos hombres que están rodeando el parqueadero, sin hablar de los que estan dentro de la funeraria y fuera de ella. Los cuales observan a todo mundo, como si en cualquier momento alguien fuera a realizar un atentado o algo parecido.
«acaso no se dan cuenta que somos personas de bien».
Quisiera decirselo al señor Fares, pero me da pena, no quiero que piense que estoy interfiriendo en su trabajo.
Luego de esperar un rato y ver que mamá no despierta, decido volver a la funeraria.
Cuando entro el pastor se aproxima a mi.
—lo siento —le digo. —mamá no ha despertado aún, creo que tendremos que esperar unos minutos.
—eso me temo —dijo el pastor asintiendo, luego mira a los escoltas del señor Fares —aquellos hombres se están haciendo cargo de todo —me informa, —quién es el que los dirige? —pregunta un tanto preocupado.
Se que le preocupa mi vida y la de mi madre y no ve con muy buenos ojos al señor Fares.
La verdad es que verlo sin conocerlo hace que uno piense mal, y más si está rodeado de escoltas como hoy.
—pierda cuidado —le digo, restándole importancia a su pregunta —es un buen hombre que distinguí en los Ángeles California, el cual vino para ayudar.
El pastor no se ve muy convencido con mi respuesta.
—espero que este segura de lo que ha dicho —dice dándome una palmadita en el hombro.
Lo miro a los ojos con toda seguridad.
—lo estoy —le aseguro.
El pastor se da por vencido y decide cambiar de tema, pero se que después me interrogará por los chicos, no lo hace ahora porque no es el momento, y yo lo entiendo perfectamente.
Es normal que el pastor se preocupe por las ovejas.
Decido prender el teléfono y apenas se enciende, inmediatamente comienzan a llegar muchas notificaciónes de la universidad, de wapsat, ect.
Tengo un montón de llamadas pérdidas de los chicos, de Jak e incluso hasta de Nina.
Comienzo a leer sus mensajes.
Nina: Emily, dónde estás?
Nina: apenas leas este mensaje, responde por favor.
Nina: perdón, no quise herirte con mi comentario.
Nina: por favor no vayas a tomar ninguna decisión alocada, si necesitas a alguien busca a Jak, lo digo por tu propio bien.
La verdad es que no entiendo que me quiso decir.
Solo recuerdo que ese día necesitaba mucha ayuda y luego me encontré aquí en Colombia sin saber cómo lo hice.
Decido responder a sus mensajes.
Emily: no te preocupes, estoy en Colombia y no estoy brava contigo.
—con quién hablas? —pregunta Deimond haciendo que me sobresalté.
—con una amiga —le respondo.
—Leila? —pregunta dudoso.
—no —vuelvo a responder.
«Leila hace tiempo que dejó de serlo».
—entonces quien? —me mira con el ceño fruncido —yo que sepa no te he visto con nadie más aparte de nosotros y los hermanos de tu iglesia.
—no es de la universidad —le explico —por eso no la has visto.
—que raro —dice un poco pensativo —fue ella la que te ayudo para que vinieras? —pregunta.
Iba a decirle que no, pero mi teléfono comenzó a vibrar, lo mire y era una llamada entrante de Nina.
—hola —contesto.
—hola Emy como estas? —me dice Nina, su voz suena feliz, pero también preocupada.
Aún no me explico porque me aprecia tanto.
—pues no sabría decirte como estoy exactamente, solo puedo decirte que me encuentro en la funeraria con papá —le informo antes de que la voz se me quiebre.
—no tengo palabras —dice un poco triste —ojala pudiera ir.
—tranquila —le digo secando mis lágrimas —no es necesario, en contados minutos lo llevaremos al panteón.
—animo —me dice —la vida sigue Emi, tienes que ser fuerte para lo que viene.
Iba a preguntar a qué se refería con aquellas palabras, pero Deimond interrumpió.
—como se llama tu amiga? —pregunta.
Abrí mi boca para responder, pero entonces recordé ese ridículo contrato que me hizo firmar, en el cual me prohibía hablar de ella con los J5.
Aún sigo sin entender porque.
Sin embargo lo respeto.
—creo que mejor hablamos después —me dice Nina antes de colgar.
Creo que escucho la voz de Deimond.
—de acuerdo —respondo, pero ya ha colgado.
—quien? —insiste Deimond.
—no es de tu incumbencia —le contesto.
Y antes de que insista me voy hacia el parqueadero a ver a mi madre.
Entro sintiendo el mismo ambiente de hace unos minutos, me dirijo hacia la limusina, está vez la puerta está abierta.
—mamá? —digo al verla sentada en la limusina.
Luce un poco extraña, se ve asustada, incluso notó que su cuerpo tiembla.
—todo bien? —pregunto acercándome más a ella.
Jamás la había visto así de turbada, ni siquiera cuando nos avisaron de la muerte de papá.
—si, todo bien —dice en un hilo de voz.
Su respuesta no me convence, ella se ve con mucho miedo.
Miro a los hombres del señor Fares, buscando al causante de que mi mamá este así, pero ellos parecen ajenos a la situación, ni siquiera me miran.
Busco con mi mirada al señor Fares, pero él se encuentra bastante alejado y está con su teléfono.
Supongo que el no es el motivo.
—sacame de aquí por favor —dice mi madre con ruego.
Jamás la había escuchado así, ella siempre tiene el control de las cosas.
Esto está muy raro.
Hago lo que me dice y la ayudó a salir de la limusina.
Durante el trayecto hacia la funeraria, mantuvo su cabeza gacha evitando así mirar a los escoltas del señor Fares.
«Sería que ellos le hicieron algo?»
«Nah, imposible»
—segura mamá que todo está bien? —vuelvo a preguntar.
Su estado me tiene muy preocupada.
—totalmente segura —me responde.
Aún así su voz es temblorosa.
Eso solo hace que me preocupe aún más y lo peor es que no se que es lo que le pasa, ni tampoco se me ocurre nada.
—pastor —dice mi madre, haciendo que salga de mis pensamientos —podriamos ya ir al panteón —le dice.
—por supuesto hermana —responde el pastor —la estábamos esperando, ya está mejor?.
—si, lo estoy —dice mamá.
Sin embargo puedo sentir sus nervios al cien.
De inmediato comenzaron a alistar todo para sacar a mi padre, el carro que llevaría a mi padre ya se encontraba listo.
Cuatro hombres se aproximaron al ataúd y se lo llevaron al auto.
No pude evitar llorar, viendo esa situación.
Quería gritar.
«no se lo lleven»
Pero ya nada se podía hacer.
El dolor que se había apaciguado en mi pecho, ahora vuelvo a sentirlo mucho más fuerte.
Veo como las personas comienzan a salir de la funeraria.
Yo me quedo tiesa sin poder dar ni un solo paso.
—ven conmigo en el auto de la funeraria —me invita mi madre que también está saliendo.
Yo niego con la cabeza, mientras mi vista se torna borrosa por las lágrimas.
—ella irá conmigo, señora —le dice Deimond, poniendo sus manos sobre mis hombros.
Mi madre asiente, aunque no se ve muy de acuerdo.
Deimond me empuja con delicadeza haciendo que camine pero me resisto.
—no puedo —le digo casi ahogada por el llanto —no puedo ir a dejar mi padre al panteón.
—tienes que hacerlo —me dice Deimond —yo se que es duro pero no queda de otra.
Erick se acerca a nosotros y entre los dos comienzan a sacarme del lugar, mientras yo solamente me limito a llorar.
Media hora después.
Me encuentro parada a una distancia prudente del lugar en donde van a sepultar a mi padre.
Veo como lentamente comienzan a descolgar el ataúd al hoyo.
Me seco las lágrimas y trato de acercarme hacia ahi, pero antes de que lo haga, los hombres del señor Fares me detienen, solo me permiten ver aquella escena tan dolorosa de lejos.
Horas después.
Luego de dejar a mi padre en ese lugar, tuve que despedirme de los chicos que también tenían que viajar para continuar con sus estudios y me dijeron que me estarían esperando, que apenas me fuera a ir que llamara a Deimond el cual mandaría su yet privado.
Yo les di las gracias por todo, el señor Fares también se despidió de mi y me dijo que cualquier cosa que necesitara no dudará en llamarlo.
Y así fue como todos se fueron quedando solamente mamá y yo.
Entramos a casa, está era la primera vez que lo hacía, luego de haber venido.
Pude sentir el vacío tan grande que se sentía por la ausencia de mi padre, por un momento quise salir corriendo, pero sabía que tenía que ser fuerte, al menos por mi madre.
Miro alrededor y notó que faltan muchas cosas, como el televisor, los muebles, el comedor, dividí, cuadros etc.
—tuvimos que venderlos —dice mi madre —para el tratamiento de tu padre.
Me pregunto de que sirvió todo ello, si de todos modos murio.
Sin decir nada me camino hacia mi habitación, abro la puerta y notó que nada a cambiado, todo está como lo deje el día que partí, incluso el libro que estaba leyendo el cual deje en la cama sigue ahí.
Narra Raquel:
Veo a Emily marcharse en silencio a su habitación, la pobre está muy dolida por la muerte de Gustavo, creo que a ella le afecto mucho más que a mi.
En mi caso yo tengo otros asuntos mucho más importantes por los cuales preocuparme.
Como lo es el asunto del joven Xian.
«Como es que mi hija sabe de el?».
«Acaso se han relacionado entre sí?»
«Serán cercanos?»
«No. Imposible.»
Entonces como me explico que el sujeto mando a pagar todo el funeral de Gustavo.
«Definitivamente son cercanos».
«Pero en qué momento pasó esto?».
Son muchas preguntas las que hay en mi cabeza sin respuesta.
Quisiera preguntarle todo a Emily, pero supongo que ella todavía está asimilando la muerte de Gustavo.
Tengo que darle tiempo.
Pero tiempo es lo que no hay, desafortunadamente.
Yo también me dirijo a mi habitación, con la intención de descansar o al menos intentarlo.
Me dejó caer en la cama, pero antes de que cierre los ojos, el teléfono comienza a timbrar.
En la pantalla aparece un número desconocido.
Inmediatamente comienzo a temblar.
Solo espero que no sea la persona que estoy pensando.
No me atrevo a contestar, los nervios no me lo permiten, pero él teléfono sigue timbrado, la llamada se corta, pero vuelve a insistir.
Con mis dedos temblorosos deslizo el dedo en la pantalla.
—aló —trato de que mi voz suene firme.
—Raquel tenemos que hablar —me dice, reconozco esa voz inmediatamente.
Trago grueso.
—yo no tengo nada de que hablar contigo —le respondo de manera cortante y con total seguridad.
Esto ya lo veía venir, sabía que si Emily venía, el apareceria, por eso me alegré tanto cuando ella se fue para los Ángeles California.
Aunque ahora estoy dudando si eso fue lo correcto.
—estas segura de eso? —me pregunta.
—totalmente —le confirmo.
—yo no diría eso —me responde con un tono frío —asi que decide, vienes a la esquina, donde te estoy esperando o entro a tu casa y hablamos frente a Emily.
Eso hace que me ponga alerta.
Se que no tengo opción, él sabe que mi punto debil es Emily y por eso la mensiona.
Si ella no estuviera, el no podría manipularme a su antojo.
—no es necesario que vengas, yo iré. —le respondo.
—sera mejor que no tardes —me dice —alguien nos podría ver.
—de acuerdo —digo cortando la llamada.
«En qué momento termine metida en este mundo oscuro?»
Tomo rápidamente mi abrigo y salgo de la habitación, antes de salir de la casa me aseguro de que Emily este en su habitación.
Cierro la puerta al salir tratando de ser lo más silenciosa posible
El día ha declinado por completo y la noche está muy oscura, demasiado para mi gusto.
Me gustaría alumbrar con la luz de mi teléfono, pero se que eso podría llamar la atención de algunos vecinos.
Es mejor ser precavido.
Camino mirando hacia todos lados, asegurándome de que nadie me este mirando.
Aunque la oscuridad que hay no ayuda mucho.
Puedo sentir en mi pecho la culpa.
Mi conciencia me acusa, quiere que le diga la verdad a Emily.
«Pero como haría yo eso?».
«Emily jamás me lo perdonaría».
Además tampoco se como reaccionaria.
Creo que lo mejor es callar, hasta que llegue el momento indicado.
Aunque a decir verdad, ningún momento es el indicado.
Llegó a la esquina y poco a poco voy reconociendo una silueta que por lo visto viste del mismo color de la noche.
Se ve imponente como siempre e inigualable.
A pesar de los años, no se ve nada mal.
Al contrario, luce mucho mejor.
De repente se gira hacia mi, quedando frente a frente.
Eso hace que me sobresalte un poco, pero trato de mantener la calma, no quiero que se de cuenta que el me afecta.
A pesar de lo oscuro que esta, aún así puedo apreciar su rostro.
Luce relajado, como si nada le importará, como si en este momento no lo pudiera atravesar cualquier bala, lleva sus manos en los bolsillos.
Si yo fuera el, seguramente andaría con un arma en mi mano, atento a cualquier ataque repentino.
«Acaso no le tiene miedo a la muerte?».
O peor aún.
«Miedo a irse al infierno».
Me mira fijamente.
Siento como un sudor frío comienza a recorrer mi cuerpo, pero desido ignorarlo.
—como estás? —me pregunta.
Tomo aire antes de responder.
—como se supone que debo estar? —le pregunto con rabia.
«Quién se cree para preguntar ello?».
«Como si realmente se preocupara por mi».
El abre su boca para responder, pero yo lo interrumpo.
—se puede saber para que me sitaste aquí? —pregunto molesta.
El suspiro con cansancio y se queda pensativo, como buscando las palabras adecuadas para hablar.
«Lo detesto tanto».
Hago sonar mi pie contra el suelo, haciéndole entender que no tengo mucho tiempo para malgastarlo con el.
El se percata de ello y habla.
—quiero llevarme a Emily —dice de manera resuelta y decidida.
Creo que voy a colapsar.
Tanto tiempo protegiendo a mi chiquita de este monstruo, con miedo de en cualquier momento desapareciera, no hubo un solo día que no estuviera pendiente de ella, cada vez que salía estaba intranquila.
Aún así la mantuve a salvo, para que aparezca este monstruo diciendo que quiere llevársela.
—eso jamás —le digo temblando de la rabia —por encima de mi cadáver.
Si quiere llevarse a Emily, primero tendrá que matarme.
El se pasa una mano por su cabello con frustración, luego se acerca a mi y pone sus manos sobre mis hombros.
—entiende mujer que es lo mejor —me da una mirada suplicante.
—no voy a permitir que la destruyas —le digo, alejándome de él —no quiero que la vuelvas un monstruo como tú.
Las lágrimas amenazan con salir de mis ojos, pero trato de contenerlas.
—conmigo estará segura —dice en un intento fallido por convencerme.
—jamás permitiré que lo hagas —le digo, una lágrima corre por mi mejilla —nunca estarás cerca de ella.
El empuña sus manos con rabia e impotencia.
Por un momento sentí que me golpearía ya que se acercó demasiado rápido hacia mi, arrumandome contra la pared, sin yo poder reaccionar a tiempo.
Respira de manera acelerada, puedo sentir su aire chocar contra mi rostro.
—entiendelo por favor, si yo quisiera me la llevaría a la fuerza, pero quiero tu consentimiento, no quiero terminar de destruirte. —me dice, con voz suplicante —en estos momentos la están buscando para matarla, saben que ella está aqui, incluso podrían matarla esta misma noche.
Esas palabras me dejaron congelada.
Iban a matar a mi Emily.
Las lágrimas comienzan a salir de mis ojos, sin importarme que el lo vea.
Sabía que esto pasaría si se enteraban de su existencia.
No entiendo porque la vida es así.
Mi niña no tiene la culpa de nada, ella es tan inocente y ajena a todo lo que la rodea.
En ese momento recuerdo que ella está sola en casa.
«no puede ser»
Fin de la narración.
Me encuentro acostada en mi cama tratando de dormir.
Aún no asimiló que hace unas horas atrás dejamos a papá en el cementerio, esto sigue siendo demasiado complejo para mí.
Decido ponerme de rodillas para orar, la verdad es que no lo había hecho, porque no tengo palabras para hablar con Dios.
Aún así voy a intentarlo.
—Señor....
Me quedó en silencio sin saber que más decir, es como si un nudo se hiciera en mi garganta.
—Señor —vuelvo a intentarlo.
Las lágrimas comienzan a salir.
—la muerte de mi padre ha sido muy dura para mi —le digo —no se como tomármelo, si como un castigo, prueba o como tú perfecta y santa voluntad.—me seco las lágrimas —Aún no me explico porque te lo llevaste, pero a pesar de el dolor tan grande que estoy sintiendo, se que fue tu beneplácito, así que aunque me duela. Señor gracias, gracias por los momentos tan hermosos que me consediste al lado de mi padre, gracias por todos los años que me lo prestaste —digo antes de quebrarme en llanto.
Lloro, lloro y lloro.
No se cuánto tiempo dure así, solo se que saque todo el dolor tan grande que sentía en mi pecho al llorar en la presencia de Dios.
Me acuesto y poco a poco mis ojos comienzan a cerrarse.
Creí que sería un sueño plácido, pero no lo fue.
Estaba profundamente dormida, cuando de pronto sentí como unos fríos dedos acariciaban mi mejilla.
De manera instantánea me estremecí y abrí los ojos.
Lo que vi me dejó sin aire.
Era el mismo chico misterioso de la fiesta de Deimond.
Un escalofrío recorrió todo mi ser.
Que hacía ese sujeto sentado en mi cama, acariciando mi rostro.
«Como hizo para entrar?»
«Acaso mi mamá se lo permitió?»
«Imposible».
«Ella no haría algo así».
Trato de gritar, pero la voz no me sale.
El me mira y me da una sonrisa macabra.
Qué hace que mi cuerpo comience a temblar.
Por misericordia de Dios la voz me sale y comienzo a gritar.
Aún así el fue muy rápido, ni siquiera dejó que se oyera un poco, porque me tapo la boca.
Comencé a forsejear contra el, pero era demasiado fuerte y mientras con una mano tapaba mi boca, puso la otra en mi cuello y comenzó a ejercer presión.
Seguí manoteando más fuerte, incluso pataleando para quitarlo de mi, pero entre más lo hacía, su agarre se hacía más fuerte, cortando totalmente mi respiración y haciendo que mi fuerza se debilitará totalmente.
Lo miro con una mirada suplicante, implorandole que me deje vivir, pero él parece deleitarse en lo que hace.
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