𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 20
POV SAM
Entré a mi casa y cerré la puerta con fuerza, haciendo un fuerte sonido en toda la casa.
— ¡Sam! ¿Qué te pasa? ¿Por qué cierras de esa manera? ¿Algo pasó en la escuela?
— Verónica, no estoy para dar explicaciones. — empiezo a subir las escaleras, yendo directo a mi habitación.
— Creí que vendrías con Dylan. — volteo a mirarla confundida.
— ¿Qué?
— Dylan me llamó, dándome la buena nueva de que ya son novios. ¡Felicidades, cariño! Dylan es un excelente chico. — Se acerca a darme un abrazo.
No puede ser, seguro que esto es para ganar puntos en la estúpida apuesta. Y sobre lo de excelente chico una mierda.
Simulé estar contenta con la noticia. — Tuvo un problema en su casa. Tenía que irse con Amy. Y como estás viendo me vine sola.
— Bueno ve a darte una ducha y bajas a almorzar.
— No tengo hambre, Verónica.
Subí corriendo las escaleras, entré a mi habitación y cerré con seguro.
No quería que nadie me moleste, así que bajé y busqué las llaves de repuesto de mi cuarto, sin que mi madre se dé cuenta.
Después de eso me dirigí a mi cuarto cerrando la puerta con llave.
En frente de mi espejo, ni yo misma podía mirarme.
Me sentía una tonta. Justo el día que acepto mis sentimientos, me entero de que era parte de una apuesta.
No podía disimular, me dolía y mucho, me tiré a mi cama y me puse a llorar desconsoladamente.
Al rato mi celular suena, miro quién es y al saberlo, prefiero no contestar. Él volvió a llamar como tres veces y después me llegaban mensajes de él.
▬Idiota▬
Idiota: Sammie, ¿Por qué te fuiste? Se supone que íbamos a salir juntos.
Idiota: ¿Dónde estás? ¿Ya estás en casa? ¿Por qué no contestas mis llamadas?
Idiota: Tengo tu helado favorito. ❤
Idiota: Te iré a ver. Ten preparada nuestra caricatura favorita.
No quería verlo así que agarré y le envié un mensaje.
Yo: No estoy en mi casa, hablamos luego. Adiós.
Dejé mi celular en la mesita de noche, me acosté en mi cama hasta quedarme dormida. Me sentía cansada y no quería pensar más en el día de mierda que pasé hoy.
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Ya eran las cuatro. Reviso mi celular y encuentro llamadas, pero esta vez no era Dylan. Era un número desconocido.
Nuevamente estaba llamando el mismo número. Decidí contestar, quizás se habría confundido de número. Y está llamando a la persona incorrecta.
— Hola muñequita ¿Me extrañaste? — reconocería esa voz en cualquier parte. Me puse de pie.
— ¿Caaar-los? — Mi piel palideció.
— Sabía que me recordarías muñequita y como no si lo pasaste muy bien la última vez que nos vimos. — solté el celular de golpe, haciendo que caiga al suelo y yo cayendo junto a él.
— ¿Muñequita? ¿Sigues hay? ¿Mu-ñe-qui-ta?
¿Cómo? ¿Cómo pudo encontrarme?
Cuando vine aquí eliminé todas las cuentas de mis redes sociales.
No hay manera de que pudiera saber mi número telefónico.
Dando vueltas por mi habitación, desesperada buscaba una maldita respuesta a mis preguntas.
Y como arte de magia, solo una respuesta llegó a mí. La única que en algún momento me hizo sentir libre, que desaparecía de este mundo y que me podía sentir a salvo de cualquier daño.
Me levanté y fui en dirección al baño, abrí la llave de la tina para que se llenase, mientras yo buscaba una cuchilla por todos lados.
¡Bingo! Empecé a desvestirme, su voz en mi cabeza no dejaba de atormentarme, odiaba cada vez que me llamaba muñequita.
¡Lo odio!
La tina ya se había llenado por completo y yo terminaba de desvestirme, hasta quedar en ropa interior.
Sé que no es la mejor opción, no lo fue en la primera vez y menos lo será ahora, pero ya no quiero que jueguen conmigo y que nadie más me haga daño menos el hombre que me llama, muñequita.
— ¿Por qué todo lo malo me pasa a mí? Quiero acabar con todo esto, ya no quiero sufrir más.
Ingresé a la tina, trataba de no recordar aquella noche, pero me era imposible, su voz, sus manos rozando mi cuerpo permanecen en mi cabeza y sin pensarlo más pasé la cuchilla por ambas muñecas, en estos momentos no sentía dolor alguno. Ya no sentía nada en lo absoluto.
POV DYLAN
Sammie estuvo muy extraña, me dijo que vaya al salón, ya que quería decirme algo, pero cuando voy me doy con la sorpresa de que no estaba, que ya se había ido.
La llamé y mandé mensajes, le dije que iría a verla, pero ella se negó. Eso me resultó muy extraño.
Pensé en darle un tiempo y que en unas horas iría a verla para saber qué es lo que le pasa. Esas horas ya habían pasado, van a ser las cinco de la tarde, la señora Verónica se irá pronto a trabajar y quiero verla antes de que se vaya, ya que aún no sabía nada de ella.
Fui directamente a mi auto y me dirigí a casa de Sammie.
— ¡Por favor, alguien que me ayude! — gritó una señora desesperada, era Verónica.
Alarmado bajé de mi auto rápidamente.
— ¿Señora Verónica? ¿Qué es lo que pasa?
— ¡Dylan! ¡Gracias a Dios que estás aquí! — dice tomándome de las manos. — Tienes que ayudarme, por favor. — escucharla de esa manera me estaba preocupando demasiado. Sentía dentro de mí, que Sammie era la causante de la preocupación de su madre.
— Si claro, ¿Qué pasa? — pregunté angustiado.
— ¡Es Sam! — Mi cara palideció al pensar que ella podría estar en peligro —. Se ha encerrado en su habitación desde que llegó de la escuela y no responde, ayúdame por favor estoy desesperada. No quiero pensar que se haya hecho daño otra vez.
¿Otra vez?
Asentí con la cabeza y sin pensarlo ingresé a casa de Sammie, subí las escaleras a toda prisa y tal como ella dijo la puerta estaba asegurada.
Tocamos la puerta, pero no contestaba. No lo negaré, me está preocupando mucho.
Al ver que no contestaba, pedí permiso a la señora Verónica de derribar la puerta y está aceptó. Sin pensarlo dos veces la derrumbé.
Entré y no había nadie. La señora entró conmigo.
Supuse que estaba en el baño, pero la imagen que vi me impactó.
Estaba metida en la tina en ropa interior, con sus ojos hinchados, al parecer ha estado llorando. Lo que no entiendo es porque no me llamó o me dijo que se sentía mal.
Bajé mi mirada al suelo y estaba de sangre, miré sus muñecas y estas tenían profundos cortes.
— ¡Sam no! Mi niña. ¿Por qué lo has hecho? ¿Por qué de nuevo? — Verónica entro al baño y al verla se acercó a ella tratando de sacarla.
Verla de esa manera, el corazón se me partía en mil pedazos. Se veía muy débil. Y la necesidad de protegerla se apoderaba de mí.
Sentí algo que ya había sentido antes al verla metida en esa tina con sus muñecas sangrando.
— ¡Sammie! ¡Sammie! — ayudo a Verónica a sacarla de la tina.
De repente ella abrió sus ojos, para decir algo.
— Él me habló, él ha vuelto mamá. No quiero que me haga daño nuevamente. — No entendía a qué se refería. — No dejes que me dañe. — dijo por última vez antes de desmayarse nuevamente.
La tomé en mis brazos y la señora Verónica cubrió con una toalla a Sammie, después de eso salí corriendo hacia mi auto. Su madre se subió en el auto y la sostuvo, ambas estaban en la parte trasera, Verónica no dejaba de llorar.
Yo manejaba a toda velocidad hacia al hospital.
Al llegar la agarré nuevamente entre mis brazos y la llevé corriendo a la sala de emergencia del hospital.
— ¡Ayúdenme por favor! — grité para que vinieran a auxiliarme.
Unas enfermeras vinieron con una camilla. — ¿Qué le pasó?
— Se ha cortado las venas. — dice Verónica. — No sabemos cuánto tiempo estuvo inconsciente.
Me ordenaron que la acostara en la camilla y estas empezaron a alejarla de mí. Yo no quería que me alejen de ella, quiero estar a su lado.
— ¡Sammie! — La llamé, aun sabiendo que no podía responderme.
Otra enfermera me detuvo y a la mamá de Sammie, diciendo que hasta aquí podíamos estar y que recibiríamos noticias pronto.
Mientras la mamá de Sammie, lloraba desconsoladamente yo pensaba en por qué lo hizo y solo deseaba que esté bien.
Está sucediendo de nuevo. Está pasando lo mismo. ¡Dios por favor no te la lleves! ¡No a ella!
¡Maldita sea no te la lleves! No a ella.
¿Qué me está pasando? ¿Por qué me afecta tanto ver a Sammie así? No quiero perderla.
Estoy muy preocupado, ver a Sammie de esa manera desangrándose, removió los sentimientos que nunca quise aceptar hacia ella. Aquellos sentimientos que alguna vez sentí por aquella niña a la que nunca le dije que la quería.
Me gusta Sammie y no lo quería admitir. Ahora ella podría estar en la misma situación.
No quiero perderla.
Ahora lo único que deseo es que se ponga bien y así decirle toda la verdad de la apuesta. Sé que nunca debí aceptar aquella apuesta por esa razón le diré la verdad, quiero que se entere por mí a que sea por otra persona.
La señora Verónica estaba sentada en uno de los fríos asientos que poseen los hospitales. Han pasado dos horas desde que Sammie entró a esa sala y aún no nos dan ninguna noticia de ella y eso me preocupa mucho.
La señora Verónica, llamó al papá de Sammie. Tuve que avisarles a los chicos, ellos tenían que saberlo sé lo muy importante que es Sammie para cada uno de ellos.
— ¿Familiares de la señorita, Samantha Robinson?
— Nosotros. — dicen los padres de Sammie, poniéndose de pie. — Somos sus padres.
— ¿Cómo está Sam? — pregunta mi hermana.
— Bien, la situación de la señorita es que está fuera de peligro.
— Gracias a Dios. — dice aliviada la señora Verónica.
— Al parecer estuvo mucho tiempo así, por lo que perdió una gran cantidad de sangre, pero hicimos lo posible para salvarla. — dice el doctor. — Por lo que vi, es que la señorita ya ha intentado lo mismo antes.
¿Ya lo ha intentado?
— ¿Cómo? — Amy tiene la misma cara de sorpresa que yo.
Yo no sabía nada al respecto, Sammie nunca se desenvolvió de esa manera al punto de contarme si intentó suicidarse. Y por la cara de mi hermana y las chicas tampoco sabían nada.
— Si, el año ha pasado hizo lo mismo. — dice sollozando, Verónica.
— Bueno, señora deben hablar con la señorita, no es nada normal que hagan esto, si tuvo suerte en la primera y en esta, puede que exista una tercera y no quiero ser pesimista, pero puede que no tenga tanta suerte.
— Ella ha estado yendo al psicólogo un tiempo, pero hablaremos sobre esta situación. Muchas gracias por todo. — dice Verónica.
¿Sammie iba al psicólogo?
— Doctor ¿Podemos verla? — pregunta su padre. Se ve intimidante, esta es la primera vez que lo veo.
— Claro, está sedada, pero despertará dentro de poco. Así que pueden pasar y esperar a que despierte. Ya está en una habitación es la 114.
— Muchas gracias doctor. Nuevamente.
— Es mi trabajo. Buenas noches. — dijo el doctor antes de despedirse.
— Iremos nosotros primero. ¿Sí? — pregunta la señora Verónica empezando a caminar al lado de su ex esposo.
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Al entrar a la habitación, vi a la chica de quien me he enamorado. Sus muñecas estaban vendadas y aun se encontraba dormida, se veía muy vulnerable. Y a pesar de la situación, no deja de ser hermosa.
La señora Verónica, ingresa nuevamente. Tenía que despedir al señor Robinson. Según explicó, tenía que volver.
— Hemos hecho lo posible para que Sam no piense en nada que le hiciera daño y que pueda hacerse daño por sí misma. Sé que es difícil, pero creí que habíamos mejorado. — Verónica empieza a acariciarle el rostro y le deposita un beso en la mejilla sin despertarla.
— Mamá te ama cariño. Si le faltaras alguna vez, ella se iría contigo hasta donde tú te encuentres. — dice hablando de ella misma —. Así que no vuelvas hacer eso. Promételo Sam.
La señora Verónica le habla a Sammie como si ella estuviese despierta ahora mismo y pudiera prometer lo que ella le pide.
Se que estoy demás aquí. Ellas necesitan estar un momento a solas, ellas necesitan estar juntas, sin embargo, yo necesitaba en estos momentos pensar en todo el daño que he hecho y en el que le puedo hacer al contarle toda la verdad a Sammie.
— Señora, desea que le traiga un café u otra bebida, iré por una en estos momentos.
— Sí hijo, un café por favor.
Asiento y salgo de la habitación, tras cerrar la puerta lo único que hago es recostarme en la pared.
Tengo miedo de que Sammie me odie al saber toda la verdad.
— Espero puedas perdonarme bonita.
— ¿Disculpe? — dice una joven. Me di cuenta de que estaba hablando en voz alta.
— Discúlpeme no era para usted. — dije amablemente —. Con permiso.
Me dispuse a ir a la cafetería, por el café de la señora Verónica.
— ¿Cómo está Sam? — pregunta Amy, acercándose a mi al verme entrar a la cafetería.
— Está estable, quizás podamos verla cuando despierte.
Los chicos asienten.
— Le llevaré un café a la señora Verónica, regreso al rato.
— Esta bien.
Después de unos minutos regresé y Sammie, aún no despierta. Quise preguntarle a Verónica qué es lo que le pasó a Sammie el año pasado, pero siento que no es de mi incumbencia y sería algo fuera de lugar en estos momentos, tampoco quería incomodar. La señora Verónica se ha de sentir lo suficientemente mal, como para recordar malos momentos.
🍒
Antes de que continúes leyendo los siguientes capítulos, quiero aclarar que no apruebo este tipo de acciones de ninguna manera.
Y creo que nunca de los nunca sería la mejor opción para resolver un problema.
Quizás sientas que sí. Y te dirás sí desaparezco ya no sufriré más, mis problemas desaparecerán y ya no habrá nada que me haga sufrir.
Sin embargo, es una equivocación. Ya que, puede haber muchas personas a tu lado que te estiman demasiado y que quieren que estés en su vida siempre o quizás personas que simplemente no suman en tu vida, que hacen comentarios estúpidos para hacerte sentir mal y que de alguna u otra manera les tomas importancia.
Siempre existirán ese tipo de personas. Nadie puede hacer nada para que dejen de hacer lo que hacen.
Pero la única diferencia que puedes hacer. La única diferencia que nosotros podemos hacer, es ser oídos sordos. Como dice mi mamá 😅 Si te digo una cosa, te entra por un oído y se te sale por el otro.
Y eso es lo que ayudará a que te alejes de esos pensamientos negativos.
Siempre habrá alguien que estará para ti para lo que necesites, puede ser tu madre, tu padre, tu hermano o algún amigo en el que confíes y puedas contar lo que te pasa.
Porque de eso se trata, aunque sea muy difícil. No debes, en lo absoluto quedarte con las cosas que le hacen daño a tu vida.
Estuve buscando sobre el tema y encontré algunas frases, por el cual las compartiré con ustedes y espero que les tanto como a mí.
"Cuando te metes en un apuro y todo va en tu contra, hasta que parezca que no puedes aguantar un minuto más, nunca te rindas, porque ese es el lugar y el momento en que la marea cambiará"
– HARRIET BEECHER STOWE
"Lo más valiente que hice fue continuar mi vida cuando quería morir".
– JULIETTE LEWIS
"Para cualquiera que esté sufriendo, no es un signo de debilidad pedir ayuda. Es un signo de fuerza".
– BARACK OBAMA
De esas frases, existen muchas más frases motivadoras, que logran llegar a un punto fijo.
Como dice la última frase que coloqué, el pedir ayuda no muestra debilidad, sino de fuerza. Y es ahí donde sabrás en quién estará para ti cuando lo necesites.
Y bueno quise decir esto porque puede que hayan personitas menores de edad que estén leyendo mi historia y en ningún momento estoy fomentando a realizar estas acciones.
Sin quitarles más el precioso tiempo que tienen, les dejo continuar con el siguiente capítulo.
Besitos para todos.
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