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𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 17


POV SAM

Lunes y las clases nuevamente vuelven a ser un tormento. Ayer regresamos del viaje de excursión.

Claro está que nos encontraron. Eso fue una hora después de aquella conversación con Dylan.

Resulta que la fogata que hizo Dylan los ayudó a localizarnos. Y yo era tipo... "Agradecida con el de arriba"

Aunque estuve alejada un tiempo de mis amigas, estar con Dylan tampoco fue tan malo. Me sentí bien a su lado. Es decir, estar con él no es tan malo y que por miedo lo esté alejando.

Aun no puedo entender la historia de aquella niña que cuenta Dylan, desde ayer no se puede borra de mi cabeza. ¿Será que se enamoró de tal forma? Que al alejarse de ella su manera de ser cambió rotundamente.

Yo también tuve mis razones para cambiar mi forma de ser. Y aunque volví a vestirme y ha ser la misma chica del año pasado, mi pensamiento no cambiará por nada.

— Hola, bonita.

— ¿Qué quieres?

— Ese que quieres, me suena como si te molestará.

Su comentario me parece gracioso, porque en verdad lo hace. Y él lo sabe.

— ¿En serio? No me digas. — muerdo la empanada que compré.

— Bien. He venido a ustedes chicas, por una sola razón. — Las chicas y yo lo miramos, esperando a que continúe. — ¡Este jueves habrá una fiesta en mi casa!

— Dylan. ¿Por qué yo no sabía de esa fiesta? — pregunta Amy.

— La idea se me ocurrió en clases.

— A nuestros padres no les gusta que hagamos fiestas en la casa. — protesta mi mejor amiga. — Lo sabes perfectamente.

— Amy a nuestros padres ni siquiera les importa nuestras vidas. Y con una fiesta menos se fijarán en nosotros. — Un silencio invadió la mesa y el rostro de Amy cambió por completo.

— Quizás no sea tan malo. — Trato de cambiar el ambiente, pero creo que no debí hablar. Todos en la mesa me están mirando.

— ¿Escuchamos lo mismo? — pregunta Sandra.

— Creo que sí. — continúa Carolina.

— Sí, escuché lo mismo. Y eso que creí que estaría en desacuerdo, ya que no sale ni siquiera a casas de sus amigas.

Las amigas que tengo son increíbles. — Solo dije quizás.

— Eso dice demasiado. — Me mira Amy.

— Entonces está hecho. La invitación les estará llegando en cualquier momento.

Dylan dijo eso y nuestros celulares y toda la cafetería se llenó de notificaciones.

— ¿Has invitado a toda la escuela?

— ¿Por qué no, Amy? Luke también irá. — eleva los hombros. — Nos divertiremos.

— ¡Los espero muchachos! — grita encima en la silla. Todos hacen ruido de celebración.

— Te espero, bonita. — Me da un beso en la mejilla y se va.

Yo solo lo miro como desaparece de la cafetería.

— ¡Sam!

— ¿Qué pasó?

— Lo mismo me pregunto.

Me doy con la sorpresa que tengo mi mano en el lugar que Dylan me dio el beso.

— Eso no fue nada.

Las tres se ríen de mí. — No nos mientas, ese beso te gustó. No lo niegues.

— Dejen de decir. Tonterías. Y mejor ya vayamos al salón, dentro de poco empezará la siguiente clase. — Me levanto de la mesa.

¿En qué estaba pensando? ¡Por Dios!

Pero, Dylan tiene la culpa. Maldito pequeño moco.

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— ¿Si irás verdad?

— Apenas estamos lunes, faltan cuatro días. — digo buscando una serie para ver en Netflix.

— Pero ya deberías saberlo.

— Aún no he pedido permiso a mi madre Amy.

— ¡Oh vamos! Aquí entre las dos, sabemos muy bien que tu mamá si te dará permiso. — Odio que tenga la razón.

— ¿Permiso? ¿A dónde, niñas? — Mi madre entra con una bandeja de ensaladas de fruta.

Recibo la bandeja y la pongo encima de la cama. — Dylan y Amy están organizando una fiesta.

— Y no quieres ir. Por eso no me has dicho. — Mi madre me conoce tan, pero tan bien. Y por esa razón la quiero mucho.

— No haremos nada fuera de lugar Sam. Prometo cuidarte.

— ¿Si me das permiso? — miro a Verónica.

— Si cariño, es bueno que salgas a divertirte con las chicas. Además, no has ido a ninguna fiesta desde que estamos aquí.

— Sí está bien. Tienes razón.

— Nada más llega temprano ¿Sí?

— Si señora, Sam llegará muy temprano.

— Bien, yo me tengo que arreglar tengo que ir al trabajo.

— Está bien Verónica.

— Cierran bien las puertas, ya lo saben.

— Lo sabemos. — decimos a unísono.

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Es hoy. Hoy es la dichosa fiesta de Dylan Donnet.

— ¿Estás lista? — pregunta mi mejor amigo, ayer quedamos en que él vendría a recogerme.

— ¿Me veo bien?

— ¡Oh si! Estás preciosa. — Me costó un poco elegir que ponerme, pero me convenció un vestido con estampado a cuadros, es ajustado hasta un poco más arriba de las rodillas, con tirantes finos. Es un vestido casual así que me pareció una buena idea y en los pies llevo unas sandalias negras de tacón grueso y una cartera de cuero que me regalaron el día de mí cumpleaños, ¿Quién? No lo sé.

— Gracias, Luke.

— ¿Nos vamos? — asiento y salimos de la casa. Recordando que hoy mi madre me dijo que llegue temprano, y ella sabe muy bien que eso no será ningún problema. Si voy es para acompañar a Amy y a las chicas.

El viaje fue de casi cuarenta y cinco minutos, para llegar a casa de los Donnet.

Luke estacionó su auto un largo trecho de la casa, ya que había muchos más autos estacionados.

La música se escuchaba muy alta y eso que aún no habíamos entrado.

La puerta estaba abierta, ingresamos y al ver la cantidad de personas me sorprende.

Dylan invitó a toda la escuela y seguro que hay personas que ni siquiera lo son.

El olor a alcohol entra a mis fosas nasales y con oler sentía que me mareaba. Había chicos bebiendo y fumando en grupos y otros al lado de alguna chica, besándose o tocándose.

— ¡Mira! ¡Ahí está Amy! — Luke habla en mi odio levantando la voz por la fuerte música. — ¡Vamos!

Nos dirigimos a Amy y nos recibe con un abrazo. — Sam, ya sabes nada de tonterías.

Reí, habla como si yo haría cosas así. Nunca en mi adolescencia he probado una gota de alcohol, una porque no me gusta y otra porque sé que te hace hacer o decir cosas fuera de tu autocontrol.

— ¿Y Dylan? — inconsciente pregunto por él.

— Creo que está en su habitación.

Asiento. — Si tienen bebidas sin alcohol. ¿Verdad?

— Oh sí, pídelo en la barra.

Dejo a los tortolitos y me dirijo a la barra. — Buenas noches, alguna bebida sin alcohol. Por favor.

— Buenas noches, señorita. Las únicas bebidas son Michelada sin alcohol, Limonada de frambuesa y Piña colada que la podría preparar sin alcohol.

— Piña colada, entonces.

— De inmediato.

— Muchas gracias.

— Hola, Samantha. — Esa voz es muy irritable. Es Elisa. Y estaba acompañada con sus amigas.

— Solo es Sam. — digo un poco molesta.

— No creí que te vería por aquí.

— Señorita, su bebida.

— Gracias.

— Piña colada, ¿En serio?

— Sí, piña colada y es sin alcohol.

— Oh vamos, es una fiesta.

— ¿Qué desean señoritas? — Se dirige a las chicas.

— Dame cuatro chupitos, por favor.

¿Cuatro? Pero si ellas son tres.

Se me prendió el foco. ¡Oh mierda!

El joven trajo las bebidas rápidamente.

— Provecho.

— Toma. — Elisa me ofrece un vaso.

— Ya tengo mi bebida.

— ¿Me dejarás así? Sé que no nos llevamos bien, pero creo que hoy sería un buen momento.

Lo dudo un poco, pero ella tiene razón. Por mi culpa terminó con Dylan. De que lo sabe, ni yo lo sé, aunque es algo obvio porque Dylan me molesta en frente de todos y he escuchado que murmuran de que somos algo.

— Está bien. — Acepto el vaso.

— Las cuatro al mismo tiempo. Tres, dos, uno. Adentro.

Santa mierda. ¿Qué es esto? La garganta me quema a más no poder, sentía como el líquido recorría cada parte de mi cuerpo.

— Wooh.

— Eso estuvo buenísimo, ¿Verdad? — dice Elisa.

Asiento. — ¿Quieres otro? — Miro la piña colada que había pedido, que había bebido muy poco. Pero le asiento nuevamente.

— Cuatro pares más. Por favor.

Lo pedido llegó y Elisa me entregó un par de vasitos. — A la de tres nuevamente, pero serán uno después de otro. ¿Va?

— ¡Va!

Escucho la cuenta y me tomo los vasos uno después de otro.

— ¡Wooooohh!

— Ya te di un empujoncito, ahora es tu turno de disfrutar. — Logro escuchar y luego se va.

Suena una canción, no recuerdo su nombre, pero es muy pegajosa.

Me dirijo al centro y me pongo a bailar, no me importa si lo hago bien o mal, como dijo Elisa es mi turno de disfrutar.

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He bailando por... Eh no, no sé por cuanto tiempo he estado bailando.

Y ni siquiera sé cuántos chupitos he tomado, solo sé que han sido muchos.

En verdad han sido muchos.

Mi cabeza esta apunto de explotar.

Por cierto ¿Dónde está Dylan? Pensé que estaría conmigo.

Solo lo vi un par de veces, hablando y riendo con algunas personas, me vio, pero ni siquiera se me acercó.

¿Será que otra vez se está alejando de mí?

No creo. Hoy me dio un beso en la mejilla.

Que estúpida soy, como si un beso en la mejilla significara algo.

Quiero comer un helado, ahora mismo. Espero que Amy tenga algo en su cocina, no importa si no es de menta. Solo necesito algo helado.

Me dirijo dentro de la casa, recibiendo algunos empujones y pidiendo permiso para qué me dejarán pasar.

Logro llegar a la cocina. Y veo a la persona que tanto estaba deseando ver de cerca. Pero no con la que quisiese que estuviese justo ahorita.

Dylan, estaba besándose con Elisa.

Esto me lleva a una especie de déjàvu. Como si ya esto hubiera pasado. Y sí, si pasó. Es la segunda vez que lo interrumpo en situaciones incomodas.

— Lo siento. — Ambos notan mi presencia, Dylan luce sorprendido. — Solo vine a ver si tenían helado.

— Creí que ya te estabas cayendo de borracha. — dice Elisa sonriendo con aires de suficiencia.

Ahora entiendo lo que hizo. Que estúpida fui.

— Elisa, vete. — dice serio.

— Pero si íbamos a ir a tu habitación.

— ¡Que te largues! — Levanta la voz tan fuerte que hasta a mí me asustó.

Ella salió mirándome muy molesta. No digo nada y me acerco a la refrigeradora, por suerte si tenía helado.

— Toma. — Me da un envase de vidrio y una cuchara.

— Gracias. — Tampoco quiero ser desagradecida, estoy comiendo de su helado.

— Sammie, yo...

— No es nada, no me importa. — Mentí, aunque mi organismo tenga casi el 99% lleno de alcohol, si me importa y a la vez me molesta.

Me molesta y mucho. — empiezo a caminar para irme a algún lugar a comer, lejos de él.

— Sammie... — Me toma del brazo.

— ¿Qué me vas a decir, Dylan? — Me suelto rápidamente. — ¿Qué lo que vi no fue nada? En serio no te entiendo. — hago una pausa para respirar y dejar el helado en la mesa. — No sé qué es lo que pasa contigo. ¿Qué mierda te pasa en la cabeza? ¡Me besas delante de mis amigas! ¡Me dices en cada momento del día que te gusto! — enumero cada cosa con los dedos de mi mano.

— Sammie ¿Estás borracha?

— ¡Cállate, que estoy hablando! ¡Me insistes como una semana para salir! ¡Me llevas a pasar una de las mejores noches que he tenido en mi vida! ¡Joder! ¡Me realizas una fiesta de cumpleaños sorpresa! — sentía muy en el fondo que mi voz quería quebrarse. — No te entiendo.

Realmente el alcohol no es bueno para mí. Pero estoy tan llena de energía que sé lo que estoy diciendo.

— Sammie, vamos. Deja que te llevo a tu casa. — Me agarra del brazo, pero me zafo.

— ¡Suéltame! Eres un maldito. Sí, vas a estar de esa manera, besándote con medio mundo que se cruce en tu camino. Te pido que no me trates como lo haces, porque no soy un juguete y mucho menos el tuyo.

— Sammie.

— No Dylan. — trato de encontrar las palabras para no ponerme a llorar.

En el día de mi cumpleaños le dije que me gustaba y por esa razón decidí que sería mejor ser amigos, porque tengo miedo a que no funcione.

O peor aún que se burle de mí, por eso dije lo que dije para evitar el daño que puede causar estar enamorada.

La noche del sábado Dylan me mostró a una persona muy diferente y aunque después de lo que me dijo, me hizo cambiar de opinión.

Aún recuerdo lo que me dijo.

Sé que no eres ella. Tú eres muy diferente, tú aún estás aquí conmigo. No te has ido.

Lo noté tan sincero, que pensé que el poder aceptar mis sentimientos hacia él, las cosas podrían mejorar.

— Sabes, estuve pensando mucho en que, si iba a aceptar mis sentimientos, tendría la posibilidad de que me llevaran a algo bueno. Me siento una estúpida al pensar eso.

— Sammie, lo que viste no fue nada. Ella me besó

— No digas nada, Dylan. — Quiero decírselo. Quiero decirle que me gusta. Que odio estar enamorada de un idiota como él.

Pero, ¿Qué ganaría?

Absolutamente nada.

— Sammie, escúchame. Ella vino aquí por sí sola. Yo solo vine por un vaso de agua. — dice mostrando el vaso de agua que está en la mesa. — Sammie, tú... — Dylan me toma del rostro. Sus manos están tibias. Yo solo disfruto el roce cálido. — Sammie, tú me gustas, no hay nadie más. Y esa es la única verdad.

— ¿Por qué no me buscaste hoy?

Él me enrolla en sus brazos. Su aroma se inunda en mis fosas nasales. Es increíble que huela tan bien, después de tanto ajetreo en la fiesta.

Levanto mi rostro para mirarlo y él baja el suyo. — Porque no quise incomodarte, se lo las molestias que te causo siempre.

— Me gustas, Dylan. — Siento que es este el momento, es el momento indicado, lo siento muy dentro de mí. Y no me importa lo que dije antes, no quiero a Dylan como amigo, lo quiero para mí. De eso estoy segura.

Dylan se acerca a mí, lo único que hago es cerrar mis ojos, esperando un beso suyo. Pero me doy con la sorpresa que no me besará.

— ¿Dylan? — Se aleja de mí.

— Estás borracha, Sammie. El alcohol te ha hecho decir todas esas cosas. Mañana te olvidarás de todo y me odiarás.

— Dylan, he sido consciente de lo que dije, dicen que los borrachos siempre dicen la verdad, pues lo confirmo. — Me siento en una silla que había cerca. — No lo quise aceptar por miedo, por eso dije que seamos amigos, pero no lo puedo soportar.

— Sammie... — Él se sienta a mi lado.

— Dylan, te quiero. — Mi organismo tenía tanto alcohol, que sé que mañana me arrepentiré de todo.

Hoy ha sido la primera vez que tomo y prometo que será la última. El alcohol me hace decir todo lo que no quería aceptar. Y eso a mí no me beneficia en nada.

Me recuesto en su hombro. — Te quiero y tengo miedo que te quiera más de lo debido.

POV DYLAN

— ¿Qué le pasa a Sam? — pregunta mi hermana al entrar a la cocina y ver a Sammie recostada en mi hombro con los ojos cerrados.

Después de haberme dicho lo que me dijo, no tenía nada que decir, así que se formó un gran silencio. Aunque la música se escuchaba muy fuerte, nuestro silencio lo era todo.

— Ha tomado demasiado. Al parecer no es tolerante al alcohol.

— ¡Oh mierda! Prometí cuidarla. La señora Verónica, me odiará.

— Recién, te acuerdas ella. — Me levanto y dejo que se acueste en la silla.

— La señora Verónica llega tarde, puede que aún no esté en casa. ¿Puedes llevarla?

— Si, eso pensaba hacer.

La levanto nuevamente. — ¿A dónde vamos? — dice Sammie adormilada.

— Te llevaremos a casa Sam, si no tu madre se molestará con nosotros. — dice Amy.

— ¡Pero si aún la fiesta no termina! — Se levanta de la silla tambaleándose, yo la agarro para que no se caiga.

— Sam.

— Dame una razón para no quedarme. — La señala con su dedo.

— Sam, tu mamá se molestará si no estás en casa temprano y ya son las dos. Y lo peor es que estás borracha.

— Vale, vale. Esa es una buena razón para ir-nooos. — Sammie pierde el conocimiento y si no fuera que la tenía agarrada, se hubiera golpeado.

— Llévala, ella ya no puede seguir aquí.

La levanté en mis brazos y salí por la puerta trasera. Para que nadie nos pueda ver.

— Cuídala ¿Sí? Ya que yo no pude hacerlo. — dice cerrando la puerta del copiloto.

— Sí, no te preocupes. — Me subo al auto. — Volveré pronto.

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Ya habíamos llegado a la casa y todo estaba oscuro. Espero que su madre aún no haya llegado.

— Sammie, ya llegamos a tu casa. — La miro y está dormida.

Bajo de auto y doy la vuelta para bajarla. Pero antes reviso en su cartera si tiene las llaves.

— ¡Bingo! — fui a abrir la puerta primero y luego la cargué, si no se me haría difícil.

Subí las escaleras, con cuidado. Sammie es pequeña, pero pesa un montón.

— Sammie, ¿Cuál es tu habitación? — El pasadizo tiene cinco puertas, cuatro de un color caoba y la única que estaba pintada de blanco con flores rosadas y lilas.

Estoy seguro de que esa es.

— La de flores. — dice en un susurro. Sonrío porque sabía que sería esa.

— Bien, te acostaré en tu cama y luego me voy.

Entro a la habitación y todo huele a ella, enciendo la luz y está todo muy ordenado y limpio.

Es una habitación muy hermosa. — ¿Dy-lan?

— Sí, Sammie.

— ¿Te quedarías aquí conmigo?

Muevo el edredón y la sabana. — Acuéstate, bonita. Tienes que dormir. Mañana hay clases.

— Te pregunté sí te quedarías conmigo. Mi madre, seguro llegará más tarde y no quiero quedarme sola.

— No puedo, no es bien visto que un chico entre a casa de una chica que se encuentra sola.

— Vale, está bien.

Sonrío. — Tu misma me lo dijiste. — La arropo.

— ¿Dy-laan?

— Sí, bonita. — Sammie se veía tan vulnerable. No quisiera dejarla sola, pero sé que no debo quedarme. Por respeto a ella.

— Perdón por decirlo. — No entendí a qué se refiere.

— ¿Sobre qué?

— No quise decir esas cosas. Digo, lo de la fiesta. El alcohol no me ayudó a ocultar mis emociones.

Acaricio su cabello. — No te preocupes Sammie. A veces aquellas cosas, pasan por algo.

— ¿Tú crees?

— Claro que sí. — Me pongo de pie. — Ahora sí, tienes que descansar. Yo me tengo que ir. — Me despido de ella dándole un beso en la frente. — Hasta mañana, bonita.

— Hasta mañana, pequeño moco. — dice con las pocas fuerzas que le quedan y veo como poco a poco se queda dormida.

Salgo de su habitación y cierro la puerta.

🍒

Hoy Sam, perdió en control. Y puede que llegue a arrepentirse. O talvez no. ¿Ustedes que creen?

¿Y que hay de Dylan? ¿Será que su duro corazón se esté ablandando? 

Sam tiene razón. Dylan confunde jajaja.

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