
49. El distanciamiento
Después de leer este capítulo, les pido amablemente que revisen mi perfil (muro), porque tengo noticias muy importantes para ustedes que dejaré fijas ahí y que espero que puedan aceptar esa decisión con respeto y comprensión.
Muchas gracias por el apoyo de siempre, los y las quiero demasiado <3
¡Ahora disfruten! (O lloren)
Capítulo cuarenta y nueve.
Christian no responde a mi afirmación, en lugar de eso da pasos largos hacia mí, pero antes de que pudiera terminar de alcanzarme, me levanto de su cama, dejando la caja y el diario sobre la misma, y alzo mi mano en el aire, frenándolo.
—No te atrevas a tocarme.—Le ordeno, y él se detiene, anonadado por la frialdad de mi voz.
—¿Por qué estás aquí y qué hacías con eso?—Me pregunta, frunciendo el ceño, desviando su mirada hacia el libro en la cama y luego posándola en mi otra vez.—¿Qué sucede?
—Yo debería hacer las preguntas.—Le digo intentando contener las lágrimas que hace unos segundos estaban saliendo libremente, no quería que me viera así, ni que creyera que él valía mis lágrimas ahora.—Pero ya todas fueron respondidas, incluso las que no existían antes de leer ese maldito libro.
—¿Qué preguntas?, ¿De qué diablos estás hablando?—El tono de su voz se vuelve desesperado, y junto con su ceño fruncido, solo hace que mi enojo crezca.
—¡¿De qué hablo?!—Alzo la voz, apretando los puños a mis costados.—¡De lo mentiroso que eres, maldita sea, de eso hablo!—Mi labio inferior tiembla de la rabia y mis lágrimas caen otra vez, ya sin poder retenerlas, pero le resto importancia.—¡No puedo creer que confié en ti!, ¡soy una estúpida por haberte creído!
—¿Creerme en qué?—Me pregunta aún manteniendo su irritante expresión calmada, él da un paso hacia mí, ignorando el hecho de que estoy pidiéndole distancia.—¿Qué tanto acabas de leer?
—Tú sabes muy bien lo que leí.—Le respondo, bajando un poco el volumen de mi voz y retrocediendo, su altura me intimida un poco más el hecho de que su expresión acaba de volverse intensamente seria.
—Tengo una idea.—Me dice con simpleza, pero su tono denota asombro.—Pero lo que menos esperaba era que saberlo te enojara tanto.
—¿Realmente fuiste tan...—La palabra se atora un momento en mi garganta, pensando en lo innecesario que es insultarlo, pero luego me conscientizo de lo mucho que se lo merece.—...diota como para no creer que iba a enojarme por eso?
—No creí que fuera tan malo para ti, yo pensaba que luego de descubrirlo estarías feliz por cómo estamos ahora gracias a eso.
—Que me digas que eso nos llevo a la posición en la que estamos, solo me hace estar arrepintiéndome increíblemente de estar donde estoy.
Christian no disimula su expresión de dolor ante mis últimas palabras, y aunque me afecta verlo con tanta vulnerabilidad ahora, el dolor que siento debido a su forma de mentirme es aún mayor, logrando el control total en mí.
—Lo siento, yo no quería que lo tomaras así.
—Entonces admites que sí lo hiciste.—Susurro, viéndolo con una sonrisa triste.—Así que admites que me odiaste.—Digo, haciendo una pausa en espera de su respuesta y cuando él asiente en silencio, sigo.—Que escribiste sobre mí en tu libro.—Él vuelve a asentir, agrandando el ardor en mi pecho, verificando por completo que Audrey tenía razón, en todo.—Y que me ocultaste algo sumamente grave por meses y meses.
En lugar de volver a asentir, Christian se queda con la vista fija en mi, sus hermosos ojos azules llenos de curiosidad y confusión mezcladas.
—¿Qué?—Me pregunta en un tono ridículamente tonto dentro de la situación en la que nos encontramos, siendo así suficiente razón para verlo mal antes de bajar la mirada.
—Christian, no quiero verte ahora.—Le digo en un susurro, pero sé que él logra oírme.—Ni luego.—Aprieto mis labios, sintiendome totalmente herida, y levanto la mirada, apreciando esos hermosos ojos una última vez antes de acabar con esta situación.—Adiós.
Y me apresuro a pasarlo por un lado, pero como me temía, una mano no tarda en jalar mi brazo, impidiendo mi salida.
—Suéltame.—Suplico de la manera más tranquila que puedo, pero Christian no me obedece y yo no quiero verlo.—Por favor.
—No voy a soltarte.—Me responde con un tono serio.
—Christian, te lo suplico, solo suél–
No termino la frase cuando él me tira del brazo hasta que choco contra su pecho, la calidez de su cuerpo calienta por completo mi ser y me estoy odiando por no poder evitar sentirme segura así, con sus brazos rodeándome y apretándome contra él, logrando que mi mente deje de pensar tan fácilmente y todo se vuelva maravilloso.
—No voy a soltarte hasta que hables conmigo.—Me susurra en el oído, logrando robar un suspiro de mis labios mientras que aprieto levemente su camisa del instituto con mis manos por instinto.—Yo te explicaré todo, pero necesito que te tranquilices y me hables.
Mi corazón se ablanda, mi cabeza para de pensar y mi pecho deja de doler.
Trago saliva y separo lentamente mi cabeza, tirándola hacia atrás para llegar a ver su rostro. Primero mi mirada recorre su cuello, luego su barbilla, sus labios, su nariz, y finalmente llego a sus ojos azules.
Y todo se va a la mierda.
Sus ojos tenían ese brillo en ellos que yo leía como si fuera su sinceridad plasmada en alguna parte de su rostro arrogante, pero ahora que los volvía a presenciar, en ese preciso momento, luego de ver todo lo que había visto, ya no reconocía ese gesto en él.
Ya no reconocía ese brillo, y eso me destrozaba.
Con un rápido movimiento, me separo de él, logrando sorprenderlo. Mi respiración pesa mientras nos quedamos viendo durante unos segundos y no tardo en decir las primeras palabras luego del eterno silencio que guardamos tras mi acción.
—No quiero verte.—Le digo segura con la cabeza alta, pero mi rostro aún sigue mojado por las lágrimas.
—No lo dices en serio.—Me dice él, el dolor contrayéndose en su expresión.
No le respondo, simplemente me volteo y doy pasos lejos de él, queriendo salir de su cuarto y de su casa, pero solo llego hasta el umbral de la puerta de su habitación cuando él vuelve a hablar.
—¿Estás terminando conmigo?
Me paro en seco luego de escuchar su pregunta. Mi corazón late desesperado dentro de mi pecho, este es un momento demasiado doloroso, pero no quiero tomar alguna decisión apresurada. Y aunque necesitemos hablar tranquilos, puesto que mi estado no es el mejor ahora, no puedo hacerlo aún.
—Erica.—Lo oigo susurrar detrás de mí y cierro mis ojos sintiendo como sus pasos son más cercanos a mí, siento como su cuerpo roza el mío y pido para mis adentros que no me toque.
Al parecer, el mundo por una vez en la vida se apiada de mí, porque pasan unos segundos más de silencio y Christian no me pone una mano encima.
—No.—Susurro, pensando en que antes de eso debemos tener una conversación seria e importante.
—Gracias a Dios, tú...—Dice a la vez que siento como su mano se posa sobre mi hombro, pero al instante la abofeteo, quitándola.
—Pero quiero distancia.—Le pido, volteando hacia su dirección pero con la vista baja.—Hablaremos después, te escucharé, me dirás cada maldita cosa que hiciste con respecto a mí que aún no me hayas contado, y tomaré mi decisión. Pero por ahora, no quiero verte.
Christian no dice nada, solo puedo ver su cuerpo frente a mí, sin moverse, y agradezco todo eso puesto que el silencio es lo mejor que puede haber entre ambos ahora, además de la misma distancia.
—Adiós, Christian.—Susurro, dando la vuelta otra vez pero una vez salgo de su cuarto, me paro en seco a mitad del pasillo que hay entre su cuarto y la escalera, ladeo mi cabeza y por el rabillo del ojo veo su silueta.—Y más te vale decirles a todos la verdad.
—¿Qué?—Me pregunta confundido.
—Diles a todos que yo no era tu acosadora y que solo divulgaste ese rumor porque no tenías mejor cosa que hacer que arruinar mi imagen, incluso si apenas tenía una.—Le explico y me volteo.
—¡¿Qué?!—Le oigo decir en voz alta a la vez que realizo el movimiento, pero ignoro eso y sigo con mi acción, pero él no parece querer dejarme ir.—¡Erica, espera!
Ignorándolo, atravieso el pasillo y comienzo a bajar las escaleras con suma rapidez.
—Erica.—Me llama Audrey justo cuando termino de bajar las escaleras. Ella me sonríe pero esta no tarda en desaparecer de su rostro cuando examina el mío, el cual aún sigue mojado.—¿Estás bien?
Que estúpida pregunta.
Lo pienso pero no lo digo, simplemente me limito a imitar la sonrisa que ella tenía hace unos instantes, confundiéndola aún más, pero no me interesa.
—No.—Le respondo con simpleza.—Y aunque no debería, te agradezco el que me hayas enseñado el libro, el borrador y la realidad.
—Solo quería ayudarte.—Me explica con una mirada apenada y una voz inocente.
—Sí, claro.—Susurro.
Y escucho pasos ruidosos detrás de mí, e imagino perfectamente quién es.
—Ya me voy.—Me apresuro a decir en voz alta y paso por un lado a Audrey, yendo hacia la puerta de la casa, pero apenas tomo la perilla soy jalada bruscamente lejos de ella, mis brazos sintiendo un leve dolor.
—¿Qué dijiste?—Me dice Christian, sujetándome fuertemente e inevitablemente lo veo a los ojos, la clara rabia inculcada en ellos.
—Me oíste bien claro.—Le digo, fulminándolo con la mirada.—Y suelta–
—¿Crees que yo fui el que divulgó tu secreto?—Me interrumpe, apretando su agarre en mí.—¿De verdad?
—Christian, Erica ya se iba a su casa.—La oigo a Audrey susurrar, pero es una simple espectante en la situación del momento.
Su hermano la ignora y siento como mis hombros comienzan a doler debido al forcejeo que hago, luchando contra su fuerza.
—Me lastimas.—Le digo seria, intentando safarme de su agarre.
—¿Quién fue?
—Christian.—Insisto.
—¡¿Quién fue la persona que te dijo eso?!—Me grita, alterando mis nervios. Y lo que jamás creí que sucedería: provocándome miedo.
—¡Suéltame!—Le grito, ya no porque su agarre duela, puesto que al ver mi expresión disminuyó su fuerza, sino por la ira que siento ante su forma de tratarme.
—Suéltala.—Se oye una voz que tardo en reconocer.
Enseguida, alguien quita con rapidez las manos de Christian sobre mí, lo aleja un metro y se interpone entre ambos, quedando de espaldas hacia mí y frente a Christian.
—Elliot.—Lo llamo en un susurro y el me mira por sobre su hombro, su ceño está fruncido y sus ojos azules tienen una mirada tan penetrante que no puedo evitar frío, sin embargo, él me sonríe y es todo lo que necesito para terminar mis palabras.—Gracias.
—Te llevaré a tu casa.—Me avisa antes de volverse hacia Christian, quien se encuentra inexplicablemente en un estado de shock.—Y luego hablaré contigo.
Elliot retrocede hasta mí y pasa un brazo por encima de mis hombros, abrazándome de costado. Luego camina hacia la puerta, la abre y me guía hasta afuera.
Yo salgo, pero no sin antes darle una última mirada al que hoy era mi querido novio.
Christian.
Cuando Elliot sale fuera con Erica y cierra la puerta detrás de sí, llevo las manos a mi cabeza y suelto un gruñido de frustración.
—Tranquilo, hermanito, no te sientas mal, ya se te pasará.—Oigo a Audrey intentando consolarme, pero yo aún sostengo mi cabeza como si mi cerebro fuera a explotar de los nervios y la furia.
—Tú no lo entiendes.—Difiero, sintiéndome faltal al repasar todo lo recién sucedido en mi mente.—Ella tampoco lo entiende.
—Christian...—Murmura con algo de lástima.
—Pero voy a aclararle todo lo que sea que esté pensando, todo.—Finalizo, decidido.
Quiero ir a buscarla, y estoy a punto de salir de la casa para ir tras ella cuando Audrey me detiene, poniendo una mano sobre mi hombro.
—No.—Me dice y la veo, sus ojos azules me ven con preocupación.—No es buena idea.
—No me interesa.—Le contesto y aparto su mano, dirigiéndome hacia la puerta.
—Ella no es nada importante.—La oigo susurrar y me detengo.
Espero a que diga algo más pero no vuelve a hablar, así que me volteo hacia ella, mirándola con el ceño fruncido.—¿Qué dijiste?
—Digo que ella no es nada importante.—Me responde con simpleza, su usual aspecto inocente desaparece por completo mientras se cruza de brazos y arruga sus entreceja.—Estoy harta de ella, Christian.
Ella hace una pausa, por su cara pasa un destello de duda, pero luego vuelve a su expresión seria, como si por un momento se hubiese arrepentido de lo que dijo, pero luego no.
—Audrey.—La llamo, arqueando una ceja.—¿Qué demonios estás diciendo?
—¡Christian, reacciona!—Me grita con ira.—¡Erica no ha hecho más que distraerte de lo que realmente debería importarte!, de ser seguir la carrera de nuestro padre, de ser el mejor en todo, ¡de mí!—Su respiración se vuelve errática tras gritar las últimas palabras, sus ojos volviéndose húmedos.—Ya no pasas tiempo conmigo como antes, y todo es culpa de ella. La prefieres a ella antes que a mí.
Sus palabras suavizan mi expresión, haciendo que todo el enojo sea opacado por pena ante toda la confesión de mi pequeña hermana.
—Antes estábamos todo el tiempo juntos, Christian, desde que soy pequeña solo te he tenido a ti, y de un día a otro te vuelves distante, dejas tus responsabilidades, y puedo entenderlo, pero, ¿también a mí vas a dejarme por una chica?—Su voz tiembla y se vuelve más aguda mientras que sus ojos son cada vez más vidriosos.—No es justo, solo no es...
Sin pensarlo dos veces, doy pasos hacia ella y la entrecho contra mí, abrazándola fuertemente mientras la escucho sollozar y siento mi camisa mojarse con lo que creo son sus lágrimas.
—Yo... lo lamento.—Me disculpo con ella mientras acaricio su cabello.—No me di cuenta de eso, Audrey, perdóname.
—Está bien.—Me dice ella.
—No, no lo está.—Insisto, abrazándola con más fuerza.—Pero te prometo estar más contigo a partir de ahora, cambiaré, seré un mejor hermano.
Ella aprieta mi camisa con sus manos hechas puños, y por un instante olvido todos mis problemas al tener este momento tan importante con una de las personas que más quiero en este mundo.
—Te quiero, Christian.—Me dice con un tono más feliz, cosa que me hace sentir bien en medio de toda esta situación con Erica.
—También yo.—Le digo, y disfruto un poco más antes de comenzar a hacer las aclaraciones.—Y no creas que Erica va a interponerse entre nosotros, no es culpa de ella que yo esté así, simplemente me dejé llevar, pero cuando hable con ella y todo se resuelva, créeme que hablaremos sobre el tiempo que pasaré contigo también.
—¿Es en serio?—Me pregunta con su rostro aún escondido en mi pecho.
—Así es.—Digo sonriendo, imaginando lo bien que vamos a estar todos luego de resolver estos malentendidos.
—No es correcto.—La oigo decir.—Si sigues con ella vas a terminar como mamá, lo mejor va a ser que dejes a esa cualquiera.
Las últimas palabras las dice en un susurro sumamente bajo, casi imposible de oír, pero lo hice, con total claridad.
Y entonces mi sonrisa se desvanece.
Tomo a Audrey por los hombros y la separo de mí, haciendo que me vea y yo poder verla directamente a los ojos.
—¿Qué?—Le pregunto, creyendo en la pequeñísima posibilidad de que tal vez la haya oído mal.
—Lo mejor para todos será que la dejes ir.—Me dice directamente.—No quiero que termines como nuestra madre.
La suelto, mirándola sorprendido por la forma en la que me lo dice, además de que habló de nuestra madre a quien no ha mencionado desde que ella y nuestro padre se divorciaron.
Audrey jamás la visitaba, la llamaba o intentaba saber de ella, por alguna razón, no quería tener nada que ver con nuestra madre, por lo que era extremadamente extraño para mí oír que la nombra ahora.
Y eso significaba que algo andaba mal.
Mi cabeza vuelve a la realidad otra vez, y no soy estúpido, por lo que solo me toma unos segundos analizar la situación en la que me encontraba con Audrey, hablando de Erica, y de lo que acababa de pasar con ella.
Mis ojos recorrieron el rostro de mi hermana pequeña unos instantes, llenando mi mente de preguntas.
Y todas estaban siendo respondidas, al menos de manera teórica.
Pero no iba a tener teorías por mucho tiempo.
—Audrey.—Le digo de manera fría, haciendo que la preocupación en su rostro crezca.—¿Por qué Erica estaba aquí?
Ella hace una pausa antes de responder con seguridad,—Quería venir a pasar tiempo conmigo, somos amigas, ¿recuerdas?
No, no lo recordaba.
—¿Por qué terminó en mi cuarto?—Sigo con mis preguntas sin molestarme en cambiar mi expresión seria.
Audrey hizo otra pausa,—¿Curiosidad de novia, tal vez?
Ella ya estuvo en mi cuarto muchas veces como para sentir curiosidad por algo.
Pienso, recordando todas esas veces en las que la traje a mi casa y fuimos directamente al cuarto, por lo que ella ya había visto todo lo que estaba a simple vista miles de veces.
Pero hay algo que no se podía ver fácilmente.
Doy un paso hacia Audrey y ella retrocede, pero solo alcanza a dar un paso hasta que la tomo del brazo, impidiendo que siga alejándose.
—¿Cómo descubrió la caja que había de mi cama y la llave para poder abrirla?
—Me haces muchas preguntas, ¿qué estás insinuando?
—Responde.—Le ordeno mientras la fulmino con la mirada y al instante siento su brazo temblar.
Audrey tarda en responder, esta vez más que las veces anteriores, y mis pensamientos cobran cada vez más sentido, no el porqué de ellos, sino la culpable de todo esto.
—Audrey, iré al punto porque estoy seguro de que sabes la respuesta.—Le digo impacientado.—¿Quién divulgó el secreto de Erica hace siete meses?
Ella sigue sin responder, su brazo tiembla aún más mientras intenta safarse de mi agarre y cierra los ojos un instante, pero cuando los abre, su mirada se ve vidriosa, sus mejillas se tornan rosas y puedo escuchar los latidos acelerados de su corazón.
La he cuidado y he estado con ella toda su vida y la mayor parte de la mía, por la que sabía perfectamente todo de ella.
Y sabía perfectamente que cuando Audrey estaba así...
Significaba que había hecho algo malo.
Y entonces recuerdo perfectamente algo importante ocurrido en aquellos meses, cuando mi hermana y yo eramos unidos.
Lo suficiente como para contarnos absolutamente todo.
En serio todo.
La suelto, provocando que su cuerpo vaya hacia atrás debido a la fuerza que hacía por intentar sacar mi mano, y la veo sorprendido, anonadado, decepcionado, enojado, y muchísimas más emociones que son posibles aparentar en una sola mirada.
—Fuiste tú.—Hablo con el mayor desprecio que jamás he sentido.—Tú le hiciste eso a Erica.
—Te lo puedo explicar.—Me suplica, afirmando por completo mi teoría y todas las otras.
—Tú hiciste que ella se alejara de mí.—Digo, aún sin poder creerlo.
—¡Christian!—Me grita, acercándose a mí pero yo solo puedo retroceder.—¡Puedo explicarlo!
—No.—Susurro, viendo a mi alrededor, intentando cruzar miradas con ella.
—Christian por favor.
Ignorándola, abro la puerta de la casa y salgo de la misma, sintiendo un desprecio enorme por la persona que acababa de dejar sola allá adentro.
Ya descubrí todo.
Pero no es suficiente.
Ahora debía recuperar a Erica.
———
Nota de Autora: ¡Hola mis queridísimos y queridísimas!
He aquí con la última actualización de la semana, así que ya puedo comunicarles que...
¡Las teorías eran ciertas!
Quiero decir, las de Audrey, aunque bueno, es demasiado obvia otra, pero no voy a afirmarla yo, sino que los capítulos que siguen serán los que van a hacer eso.
¿Qué les pareció el capítulo?, ¿Cuántas/os de ustedes siguen queriendo a Christian?, ¿Y odiando a Audrey?, ¿Y comenzaron a amar a Elliot?, ¡Questions&AnswersTime!
(Uh, como me gustó eso ahora lo vamos a usar cada vez que hagamos preguntas sobre los caps)
Espero que les haya gustado, y de verdad, en serio, es muy muy importante que vayan a leer el mensaje de mi muro, gracias ;)
¡Nos vemos la semana próxima!
Y disfruten de lo que queda de sus vacaciones invernales.
Los y las quiere, Cami. <3
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