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4. ¿Ha regresado?

Madelen

Para ser lunes el día transcurrió tranquilo, los clientes de siempre pasaron por su aperitivo de todos los días. Terminaron la jornada, sin muchos contratiempos, logrando completar los pedidos y entregarlos dejando más que satisfecho a los clientes y ese es el deseo de toda pastelera.

—Jefa ya tenemos todo listo para cerrar —le informa Pía entrando a la oficina.

Se le nota bastante cansada, ojerosa y hasta un poco demacrada, Madelen ha intentado ayudarla, pero siempre quiere resolver sola sus problemas. Apaga todo, dando por terminado el día de trabajo.

—Genial, entonces vámonos —recoge sus cosas, se cerciora que todo en la oficina quede en orden y salen de la pastelería.

Se despide de cada uno de sus empleados y le da un aventón a una de las chicas que se dirige por la misma vía que tomará Madelen. Conversan de todo un poco, haciendo el camino más ameno.

Después de dejar a Violeta en la entrada de la residencia donde vive, se va a casa de la señora Teresa por la niña. Apenas estaciona el carro frente a la casa, mi Alana sale a recibirla dándole un fuerte abrazo.

—Hola princesa hermosa ¿cómo te fue hoy? —le pregunta a la pequeña llenando su carita de besos.

—Bien mami, me divertí mucho con mis abuelos —le responde con una hermosa sonrisa en su rostro.

Sale la señora Teresa corriendo al ver a la pequeña salir de la casa, aunque han hablado con ella sobre eso, suele hacer oídos sordos, logrando que el matrimonio se lleve sus buenos sustos de vez en cuando.

—Hola Madelen, pasa —le invita la señora Teresa viéndolas desde la puerta con una sonrisa cálida en su rostro.

—¿Cómo están? —Pregunta Madelen al entrar, el señor Gregory se acerca a ella saludándola con un fuerte abrazo.

—Muy bien Madelen, más ahora que mis días de retiro se están acercando —le cuenta entusiasmado.

Aunque al inicio de la relación que tuvo con su hijo no la veía como la nuera ideal, cuando se permitió conocerla que el que no era el ideal es su hijo, Madelen siempre ha sido demasiada mujer para un hombre como él. Aunque es su hijo, decidió quitarse la venda de los ojos, ver más allá.

—Ya no veo la hora de que así sea, queremos ir a las islas vírgenes —agrega emocionada la señora Teresa.

—Me alegro mucho por ustedes, se lo merecen después de todo lo que han tenido que pasar, es momento de que vivan y disfruten su relación como debieron hacerlo desde hace mucho tiempo atrás.

Madelen se alegra muchísimo por ellos, la señora Clara les arruinó la felicidad una vez y ya no podrá hacerlo de nuevo. Para ella, los abuelos de su hija son el vivo ejemplo de lo que significa amar y luchar por la persona.

Se sientan en la sala, la pequeña se le sienta en las piernas a su mamá mostrándole una pulsera que hizo con la abuela.

—Tú debes estar contenta, ya que ha regresado —le comenta el señor Gregory con una sonrisa, tomándola por sorpresa.

—¿Regresado? ¿Quién? —le pregunta sin comprender de qué está hablando.

—Pensé que a la primera persona a la que visitaria al regresar sería a ti, Steven está aquí, desde hoy asumió el puesto de director general de la empresa —le informa dejándola anonadada— disculpa si fui imprudente, quizás llego muy tarde y no pudo ir a verte. Como también que esté preparandote una sorpresa y ahora lo he arruinado.

—Quizás ha estado ocupado, usted mejor que nadie conoce de eso —dice con un nudo en la garganta— gracias por avisarme, ahora debo irme estoy cansada, mañana debo trabajar —se excusa para retirarse, esa noticia le ha dañado la noche.

Busca el modo de ocultar sus ojos acuosos, no quiere seguir dando lastima, para ella ha sido más que suficiente. En el amor no ha tenido buena suerte.

Ambos las acompañan hasta el carro a despedirlas, el señor Gregory ayuda a ubicar a la niña en su asiento mientras que la señora Teresa se detiene al lado de Madelen para hablarle en voz baja.

—Alguna buena razón ha tenido para no buscarte, búscalo tú, una relación es de dos, no permitas que estas cosas te descorazonen —le aconseja como haría una madre con su hija al verla triste por razones del corazón.

—Gracias, lo tomaré en cuenta —le sonríe tratando de mostrarse fuerte.

Teresa le acaricia el rostro preocupada, conociendo muy bien esos ojos tristes.

Ambos se alejan, enciende el carro y se marcha directo a la casa. Por el camino la niña le cuenta de su fin de semana con el papá y Pilar, la han llevado al zoológico y al parque.

Cuando llegan a casa, prepara algo rápido para cenar, baña y cambia a la niña. Después de comer, le pone su comiquita favorita, no pasa mucho cuando se queda dormida, la lleva hasta su cuarto y la acuesta con cuidado, la arropa y sale de la habitación sin hacer ruido.

Se va a la cocina por un poco de agua, pero al ver una botella que tiene tiempo guardada se decide por ella, es una de Vodka que ha dejado Rosmery en su última visita. Se dirijo a la habitación con la botella y el vaso en la mano, deja el licor en la peinadora y empieza a quitarse la ropa dejándola en el cesto de la ropa sucia, entra al baño a llenar la bañera, le echa sales aromáticas y enciende unas velas. Se va por la bebida dejándola a su alcance, se sumerge en el agua tibia poniéndose cómoda.

Una cascada de preguntas pasan por su cabeza "¿porque no me ha buscado? ¿Acaso tiene novia? ¿Ya no sentirá nada por mí?"

Piensa en mañana pasar por su oficina y hablar con él, no sirve para estar con esta incertidumbre, ha sido suficiente con todo el tiempo que pasó en París como para seguir así. Decide, empinándose otra copa, sin darle mucha importancia a que tendrá que levantarse temprano para llevar a la niña al colegio.

Ha acabado con toda la botella cuando se decide salir del baño, al levantarse se siente un poco mareada, se agarra del agarradero con rapidez, espera que todo a su alrededor deje de dar vueltas. Reconoce que no debió tomar tanto. Camina con cuidado para no resbalar y causarse un buen golpe, se seca bien y se acuesta, quedando dormida al instante.

En horas de la madrugada le tocó levantarse corriendo a devolver todo el licor ingerido, se tomó una pastilla y a dormir otra vez.

—Mami, mami despierta, ya se nos hace tarde —la pequeña de la casa se coloca sobre su madre intentando despertarla.

Escuchar la voz de la niña hace que su cabeza duela más. Trata de taparse con la almohada, pero Alana sigue insistiendo hasta que ve que su madre abre los ojos.

Siente que la cabeza le está a punto de estallar, no debío tomar anoche y menos teniendo a la niña consigo. Con toda la pereza del mundo se levanta de la cama, teniendo mucho cuidado.

—Muy bien pequeña, ya me levanto, ve al baño cepillar tus dientes y vístete, el uniforme está junto a la puerta —le pide para que salga del cuarto y deje de saltar en la cama, siente que va a vomitar en cualquier momento.

—Ya estoy lista mamá, abre bien los ojos —se acerca su mamá deteniéndose frente a ella para que la vea, da vuelta en su propio eje.

Se detiene junto a la puerta del baño y observa a su pequeña ya vestida, solo necesita peinarla y darle de comer.

Se mete al baño y con agua fría se da una ducha, con la esperanza de que eso la ayude a recuperarse un poco. Sale del baño envuelta en paño, aunque se siente un poco mejor, aún siente dolor de cabeza y el estómago revuelto.

Se toma una aspirina y se pone lo primero que encuentra, se maquilla justo lo necesario cuando ve sus ojeras y su aspecto un poco demacrado. Baja a prepararle un desayuno rápido a la niña y un café para ella.

Una vez que tiene todo listo, se van al colegio llegando justo a tiempo, luego se va a la pastelería con más calma. Para hoy no hay nada que solicite su presencia, debería quedarse en casa hasta que se le pase la resaca.

Se detiene en un semáforo en rojo, entonces recuerda a Steven y sin pensarlo mucho se va a la compañía. Estaciona frente al edificio sintiéndose nerviosa de pronto, hace mucho que no viene por aquí. Se ve en el espejo acomodando un poco el cabello y se retoca el maquillaje. Cuando va bajando del carro ve al señor Gregory llegando.

—Buenos días señor Gregory —lo saluda ruborizándose.

Por alguna extraña razón se siente como si la hubieran atrapado en plena travesura. Siente una ola de calor recorrer su cuerpo hasta concentrarse en sus mejillas, tal como le sucedía de niña cuando su papá la atrapaba, aunque sabía que no le pegaría o castigaría.

—Buenos días —se sonríe al verla como tomate— ven conmigo, te llevaré con él.

Al entrar, todas las mujeres en recepción se le quedan viendo e incluso, no esperan a que suba al ascensor para empezar a murmurar.

—Tranquila, no hagas caso a los chismes, lo que importa es tu felicidad y si es junto a él todo esfuerzo vale la pena.

La alienta, colocando su mano en la espalda de ella, como evitando que salga corriendo de allí. Ve hacia atrás, contemplando la salida, respira profundo intentando controlar los nervios. Parece una chiquilla.

Entran al ascensor y el señor Gregory marca el piso correspondiente, por alguna extraña razón, a medida que se acercan cada vez más, sus manos se ponen frías y temblorosas, su corazón se acelera haciendo que el dolor de cabeza aumente y su estómago se revuelva una vez más. Respira profundo para evitar hacer algo de lo que luego pueda sentirse aún más avergonzada.

Las puertas se abren, todo sigue igual a la última vez que Madelen estuvo alli, el señor Gregory pone su mano en su espalda haciéndola caminar, ríe por lo bajo por el comportamiento de ella.

—Aquí es, suerte —sigue su camino dejándola frente a la puerta.

Imagenes desagradables vienen a su mente de la última vez que visito esa oficina, fue cuando encontró a Elvis con Pilar y luego casi se mata en el baño. Sacude la cabeza alejando esos pensamientos.

"No son las mismas personas."

Levanta la mano para tocar, pero la detiene a pocos centímetros de la puerta, respira profundo reuniendo el valor para hacerlo. La puerta se abre sin previo aviso encontrándo a Steven allí, está diferente, el cabello lo lleva peinado distinto y esa aura misteriosa que lo envuelve hace que su corazón se detenga.

—Madelen, ¡qué sorpresa! no esperaba verte aquí —le dice sorprendido, hasta tartamudea un poco.

No espera encontrarla del otro lado de su oficina cuando aun no habia reunido el valor de acercarse a ella.

—Yo tampoco —Steven arruga el entrecejo sin comprender lo que acaba de decir— Es decir, esperaba que me visitaras cuando llegaras a Toronto, fue el señor Gregory quien me contó —le explica nerviosa.

—Comprendo, disculpa, es que he estado ocupado, pero pasa —se hace a un lado invitándola a entrar.

Sus palabras la dejan de piedra.

"Ha estado muy ocupado como para siquiera enviarme un mensaje o por lo menos pasar brevemente por la pastelería".

Sus ojos se humedecen un poco sin poder evitarlo, respira profundo para evitar ponerse a llorar allí mismo.

—No te preocupes, sigue en lo tuyo no quise molestar.

Se da media vuelta y camina a toda velocidad al ascensor, aprieta el botón con insistencia sintiendo como una parte de ella se oprime de dolor, se arrepiente de haber guardado esperanzas en Steven, convencida de no haber nacido para ser feliz o sentir el amor de alguien más. Siente que la agarran por el brazo haciéndola girar.

—No te vayas, por favor —limpia una lágrima de su mejilla—hablemos.

Sin soltarla, la lleva hasta la oficina y la hace sentar, él se sienta frente a ella sin saber qué decir.

"Fue un error haber venido."

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