02
Después de su encuentro ambos jóvenes fueron a la tienda de modas a conseguir lo que la chica necesitaba para sus próximos diseños.
—¿Qué más hace falta Marinette?— preguntó el azabache con una sonrisa tranquila, mientras llevaba consigo varias bolsas.
—Unos hilos color azul marino y otros turquesas, y alfileres, unas agujas de repuesto para mi máquina de coser y listones de colores— respondió sonriente y entusiasmada, arrastrando a Luka por lo largo y ancho de aquella tienda, mientras el joven sólo la miraba con ternura y algo divertido al ver el entusiasmo de la chica por el diseño y la moda.
Así pasaron los minutos, y finalmente la chica tenía todo lo que necesitaría, mientras ella y el joven cargaban diversas bolsas llena de telas y material para la chica.
Así ambos, fueron por un helado de André, para refrescar un poco su tarde, las cosas entre ambos parecían ir muy bien, conversaban animadamente, pero, no fue hasta casi terminar su helado que la chica se percató de que el joven Agreste estaba en una sesión de fotos enfrente de la Torre Eiffel, su corazón se aceleró y casi sale corriendo para verlo más de cerca, pero, fue entonces que recordó al guitarrista.
—Ve, no te preocupes, nos podemos ver otro día— dijo amablemente el chico con una tenue sonrisa.
La chica lo miraba dudando, ¿Qué era más importante en este momento? ¿Ir y espiar a Adrien? Porque seguramente no se atrevería a hablarle, ¿O seguir pasando una agradable y divertida tarde con el de mechas turquesas?
Todas sus dudas fueron opacadas por la repentina aparición del joven rubio frente a ambos chicos, quien saludó alegre al par.
—Hola Adrien— saludó el músico al modelo, quien le regresó el saludo con un gesto de mano.
—A-A-Adrien, que gusto que me veas, ¡No! Quiero decir, ¡Que gusto no verte!, perdón, q-que gusto verte— pudo decir finalmente la chica tras aquel pequeño vergonzoso momento en el que él chico rubio sólo soltó una ligera risilla y la saludaba.
—¿Qué te trae por aquí, Adrien?— preguntó amablemente el azabache.
—Estaba en una sesión de fotos, pero, me dieron 15 minutos de descanso, y al venir por un helado, los ví y quise pasar a saludar— explicó el chico con una linda sonrisa, que dejo embobada a la chica —¿Y ustedes?— preguntó está vez el ojiverde.
—Acompañé a Marinette a comprar unos materiales para sus diseños y vinimos a descansar— contestó con tranquilidad y una tenue sonrisa.
Así ambos jóvenes siguieron platicando, y digo ambos porque una joven azabache estaba inmóvil ante la presencia del rubio. Hablaban amenamente, hasta finalmente el ojiesmeralda tuvo que irse.
—¿Estás bien, Marinette?— preguntó preocupado el guitarrista al ver cabizbaja a la chica.
—Sí, estoy bien Luka...— contestó algo cabizbaja, dado que era su oportunidad de hablar con el chico de brillantes esmeraldas, y la había dejado pasar —Mejor vamos a dejar todo esto— habló nuevamente con una pequeña sonrisa.
Ambos comenzaron a caminar hacia la casa de la chica, al principio era un poco incómodo, pero, luego de unos minutos, el chico logró que ambos tuvieran una muy amena conversación.
Llegando a la entrada de la casa de la chica, ambos jóvenes se despidieron, aún era por la tarde, por lo que la chica llegó a trabajar en sus diseños.
Mientras tanto, el de mechas turquesas paseaba por un parque, fue ahí que vió a un señor con una camisa hawaiana roja, con un bastón, el cuál, trataba de recogerlo con dificultad, después de que se le cayera.
El joven rápidamente fue en su ayuda, recogiendo aquel bastón y extendiéndose lo al señor, quien inmediatamente agradeció al joven con un amistoso abrazo, que el más alto aceptó con gusto, siguiendo su camino cada uno.
El joven llegaba a su casa, saludando a su madre y hermana, con un beso en la mejilla cada una, para luego de una larga charla entre risas, decidieron preparar la cena.
Una vez terminando de cenar y limpiar todo, el joven se retiró a su cuarto, viendo en su cama, una pequeña y curiosa caja negra.
—¿Qué es esto?—
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