Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

13

Por tanto, considerad los miembros de vuestro cuerpo terrenal como muertos a la fornicación, la impureza, las pasiones, los malos deseos y la avaricia, que es idolatría.
Colosenses 3:5

Desde el dia del accidente en que me tropecé en las escaleras del castillo, supe que esta visita no sería ordinaria. Asmodeo con su peculiar sentido del humor, hacía comentarios que oscilaban entre lo hilarante y lo enigmático, mientras me guiaba a través de los vastos y sombríos pasillos de su morada. A cada paso que dábamos, él se encargaba de señalar detalles de la arquitectura y obras de arte que adornaban las paredes, pero había algo en su voz que delataba una profunda melancolía.

Mientras caminábamos, Asmodeo comenzó a abrirse sobre su soledad. A pesar de estar rodeado de miles de sirvientes que iban y venían, ejecutando sus órdenes al pie de la letra, su tono revelaba la soledad de alguien que a pesar de la compañía constante, se sentía profundamente aislado. Me contó de los siglos que había pasado en ese castillo, de las innumerables almas que había visto venir y partir y cómo cada una, aunque le servía fielmente, no lograba llenar el vacío que sentía en su corazón.

No obstante, cada vez que su relato se tornaba demasiado sombrío, Asmodeo se esforzaba por sonreír. Era una sonrisa que aunque forzada al principio, poco a poco parecía ganar algo de sinceridad. Me di cuenta entonces de que, tal vez, mi presencia le ofrecía un raro consuelo, un breve respiro de su eterna soledad. A medida que la visita avanzaba, me sentí cada vez más conectada con este ser misterioso y complejo, y comprendí que detrás de cada comentario jocoso y cada sonrisa, había una invitación a mirar más allá de la superficie.

Los días se habían deslizado entre risas y enigmáticas conversaciones con Asmodeo. Él con su sonrisa torcida y ojos que parecían ocultar mil secretos, había capturado mi curiosidad desde el primer momento. Hoy había prometido mostrarme la legendaria biblioteca del castillo, un lugar al que muy pocos tenían acceso. Imaginaba los libros polvorientos y los pergaminos antiguos que contarían historias de tiempos olvidados.

Sin embargo mientras caminábamos por los largos pasillos de piedra, un sirviente se acercó apresuradamente. Con una reverencia apresurada, susurró algo al oído de Asmodeo. Observé cómo el rostro de Asmodeo cambiaba instantáneamente, sus ojos se endurecieron y su boca murmuró una sola palabra con un tono de frustración palpable.

— Maldición — A partir de ese momento su actitud hacia mí cambió drásticamente.

Donde antes había cordialidad y apertura, ahora había un muro de silencio y distancia. Me encontraba confundida y algo herida. ¿Qué podría haber alterado tan repentinamente el curso de nuestra amistad?. Me quedé sola, vagando por los corredores menos transitados del castillo preguntándome sobre el misterio que había provocado tal cambio. Sin embargo mi curiosidad no me dejaba desistir. Estaba decidida a descubrir qué sombras se cernían sobre este lugar, ocultas detrás de los susurros y las maldiciones que ahora parecían tejer la realidad de este enigmático castillo.

                        ****

Aquí me encontraba, en una habitación que Asmodeo el enigmático señor del castillo me había asignado. La estancia estaba adornada con opulencia y un enorme balcón se abría hacia vistas que cortaban la respiración, pero a pesar de la belleza, una inquietud me embargaba. No podía comprender cómo en tan poco tiempo había cambiado tanto, cómo mi vida había dado un giro tan radical desde que cruzara los umbral de este lugar.

La noche había caído con su manto de estrellas cuando, de repente, me sumí en un sueño profundo, interrumpido abruptamente por unos quejidos lastimeros que hacían eco a través de las gruesas paredes del castillo. Me desperté sobresaltada, el corazón latiendo con fuerza, mientras los sonidos continuaban imposibles de ignorar. La curiosidad y una inexplicable sensación de deber me impulsaron a levantarme. Con cautela, me envolví en un chal y salí de la habitación.

Los pasillos del castillo iluminados tenuemente por antorchas que lanzaban sombras danzantes sobre las piedras, parecían interminables. Cada paso que daba parecía amplificar el misterio de los quejidos. Avancé guiada por el sonido, a través de corredores que susurraban historias de antaño, cada rincón parecía susurrar secretos oscuros. Con cada puerta que cruzaba y cada escalera que descendía, el sonido se hacía más claro, más cercano. Estaba decidida a descubrir el origen de esos lamentos, sin saber que cada paso me llevaba más profundamente en los secretos que Asmodeo y su castillo guardaban tan celosamente.

Caminaba lentamente por el largo pasillo de aquel castillo,  había decidido explorar de donde llegaba esos quejidos. La curiosidad siempre había sido mi guía en estas aventuras, y la penumbra del lugar no hacía más que agudizar mi interés. Al final del pasillo una puerta entreabierta capturó mi atención. Una luz cálida se filtraba a través de la rendija, bañando el suelo de madera con tonos dorados que contrastaban con la oscuridad predominante.

Con paso cauteloso me aproximé a la puerta, el corazón latiendo con una mezcla de expectación y nerviosismo. Empujé la puerta suavemente, y lo que mis ojos vieron al otro lado fue una escena que me dejó sin aliento. La habitación estaba iluminada por velas que arrojaban sombras danzantes sobre las paredes. Y allí en el centro, bajo el hechizo de aquellas luces temblorosas, vi a dos figuras en una pose que sugería intimidad y deseo.
Mis mejillas ardieron al instante, un calor que subió desde mi cuello hasta mis orejas y mis ojos, abiertos de par en par, no daban crédito a la escena ante mí. Por un momento el mundo exterior dejó de existir, solo quedaba la habitación, la luz, y la revelación inesperada.

La primera vez que vi a Asmodeo y la intensidad de su encuentro con una mujer desconocida. Cómo me escondí detrás de la puerta intentando pasar desapercibida, pero completamente avergonzada por la escena, el momento en que Asmodeo sentió mi presencia, su reacción y el cambio en la atmósfera.

El coqueteo sutil de Asmodeo dirigido hacia mí, aún en presencia de la otra mujer y cómo esto me hizo sentir. El conflicto interno entre la culpa por espiar y la fascinación por Asmodeo
La decisión de enfrentar o huir de la situación, y las consecuencias de esa elección.

Después de cruzar miradas con Asmodeo, me alejé rápidamente, mis pasos resonando contra el frío mármol de los pasillos del castillo. Mi corazón latía desbocado, como si quisiera escapar de mi pecho. Nunca debí haber venido a este lugar, me repetía a mí misma mientras intentaba poner distancia entre él y yo. Pero ¿Cómo ignorar la curiosidad que sus ojos verdes profundos despertaron en mí?.

De repente sentí una mano firme en mi cadera que me detuvo en seco. Antes de que pudiera reaccionar fui empujada suavemente contra la pared. Era él, Asmodeo, con su mirada intensa clavada en la mía. El miedo inicial dio paso a una mezcla de nerviosismo y una extraña atracción que no podía explicar. Su presencia era abrumadora y su cercanía hacía que mi respiración se entrecortara.

Él sonrió levemente, como si pudiera leer cada uno de mis pensamientos dispersos.

— No tengas miedo — susurró con una voz que resonó no solo en el espacio entre nosotros, sino también dentro de mí.

A pesar de la situación algo en su tono me tranquilizó ligeramente. Nos quedamos así, mirándonos fijamente, mientras yo intentaba calmarme y entender la complejidad de las emociones que Asmodeo despertaba en mí.

¿Qué era este juego de miradas y por qué me sentía tan irremediablemente atraída hacia él?

Había algo en su mirada que me atraía y me repelía al mismo tiempo, un peligro seductor que no lograba ni quería entender completamente. Sin decir una palabra, chocó sus labios con los míos en un beso que me robó el aliento y me hizo tambalear en mis propios pies. Su beso fue una mezcla de fuego y hielo, dulce y a la vez amargo, lleno de todas las contradicciones que él mismo representaba. En ese momento el mundo alrededor se desvaneció, y todo lo que podía sentir era el vertiginoso torbellino de emociones que Asmodeo despertaba en mí. Era como si estuviera a punto de desmayarme, perdida en un abismo que era tanto aterrador como exquisitamente tentador.

— Abre la boca — sus palabras eran casi un susurro.

La apertura de mi boca fue el umbral a un gemido involuntario, un sonido que pareció desatar en Asmodeo una intensidad y fervor inesperados llevando el momento a un nivel de conexión y deseo sin precedentes. Reflexionando sobre este instante, comprendo cómo esta experiencia ha trazado un antes y un después en mi relación con Asmodeo, marcando el inicio de un camino lleno de misterios.

La luz de las antorchas era testigo silencioso de nuestro ardor, iluminaba sutilmente los contornos de Asmodeo, cuyos ojos verdes brillaban con una intensidad que desafiaba la oscuridad. La conexión fue instantánea, un lazo invisible nos unía más allá del espacio que ocupaban nuestros cuerpos.

Su mano firme pero gentil se encontró la mía. La guió con decisión marcando el ritmo de un baile prohibido. Al descender sentí la realidad de su ser, un contacto que encendió una chispa de emociones contradictorias. Sin embargo mis ojos permanecían anclados a los suyos, perdiéndome en un mar verde de profundidades desconocidas. La comunicación no verbal que fluía entre nosotros trazaba un mapa de intenciones y deseos, donde las palabras sobraban y solo importaba el lenguaje de nuestros cuerpos.

El mundo exterior se desvanecía, dejándonos solos en un universo creado por nuestras emociones entrelazadas. Cada movimiento, cada suspiro compartido, construía un puente de comprensión mutua. La sensación al contacto físico se intesificaba, traspasando la barrera de la piel para albergar en el alma. La  respiraciones entrecortadas, todo conducía a un intercambio de emociones tan crudo como sincero. En esos instantes comprendí la verdadera esencia del deseo, un juego de poder seductor donde cada gesto, cada mirada, construía la narrativa de nuestra pasión.

En la intimidad de aquel encuentro, Asmodeo y yo exploramos los límites de la esencia humana, donde el placer y la conexión espiritual se fundían en uno. Aunque el tiempo seguía su curso inalterable, para nosotros, el mundo se había detenido, concediéndonos un paréntesis en la eternidad. Fue un momento de revelaciones, de sentir y vivir la intensidad del ahora, donde cada caricia, cada mirada compartida, se convertía en un recuerdo imborrable.

Me encontraba escuchando los gemidos profundos de Asmodeo, esos sonidos tenían un dulzor inexplicable que me atraía cada vez más. Al principio el temor intentaba apoderarse de mi ser, pero luego, una curiosidad insaciable me invadió, haciendo que mi mano se moviera casi con voluntad propia, en busca de algo que ni yo misma entendía. No pasó mucho tiempo antes de que Asmodeo, con un gesto tan humano como cualquiera, apoyara su cabeza en mi hombro y susurrara palabras incomprensibles a mi oído. Una sensación inusual en mi mano, algo pegajoso y caliente que captó por completo mi atención. En ese momento, no estaba segura de qué era, pero sabía que algo significativo estaba a punto de suceder. La sorpresa inicial pronto dio paso a la curiosidad y a una extraña anticipación.

Al levantar la vista me encontré con Asmodeo. Sus ojos me miraban con un deseo intenso que no pude ignorar. Era una mirada que decía más de lo que las palabras podrían expresar, cargada de promesas y misterios. En ese instante entendí que había algo más entre nosotros, una conexión que no podíamos negar.

De manera inesperada Asmodeo se inclinó hacia mí y me besó. Fue un beso que encendió un fuego dentro de mí, despertando emociones que nunca antes había experimentado. Cada célula de mi cuerpo parecía vibrar en respuesta a su cercanía, y me encontré cediendo ante la intensidad del momento sin ninguna reserva.

Sus acciones no se detuvieron allí. Asmodeo bajó su mano lentamente hacia el borde de mi vestido, desplazándola con una delicadeza que contrastaba con la pasión que había demostrado hasta ese momento. La anticipación creció dentro de mí, y cada centímetro de piel que su mano exploraba se encendía con un ardor indescriptible.

Cuando su mano finalmente se deslizó bajo mi ropa interior, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. La sensación de su piel contra la mía en un lugar tan íntimo fue abrumadora. Fue en ese momento, mientras observaba el juego de las llamas reflejándose en sus ojos, que comprendí que no podía seguir siendo parte de su mundo. Con voz temblorosa pero firme, le dije.

— Asmodeo, esto tiene que terminar. Olvida lo que pasó.

Él me miró inicialmente desconcertado, como si no pudiera creer que yo pudiera rechazarlo así. Su expresión cambió lentamente de sorpresa a una sombría resignación. No dijo nada solo se quedó allí, inmóvil, observándome con intensidad. Sin darle tiempo a responder me giré y corrí por el largo pasillo, mis pasos resonando en los antiguos suelos de piedra, mi corazón latiendo desbocado.

Al llegar a mi habitación, cerré con llave la pesada puerta de madera y me apoyé contra ella, tratando de recuperar el aliento. Fuera de la habitación el viento seguía soplando con fuerzas renovadas, como si quisiera arrastrar con él todos los vestigios de mi antigua vida. Sabía que mi decisión traería consecuencias, pero en ese momento de soledad y reflexión, me sentí más libre y fuerte que nunca.

F. P. 🦋

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro