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Capítulo 18

El hombre se vuelve todo un mimoso después de tener sexo, después de haber terminado una ronda de besos por todo mi cuerpo, finalmente puedo tomar un baño y huir de sus besos.

No me molestan, pero necesito ducharme.

Así que una vez estoy en el baño veo mi reflejo en el espejo, estoy más sonrojado de lo común, mi piel tiene un brillo increíble y mi sonrisa no se borra.

Lo que hace una buena ronda de sexo, si señor.

Voy a la ducha y abro la regadera sin embargo antes de mover mis pies a la lluvia artificial, mi cuerpo se queda paralizado cuando creo escuchar su voz, no quiero ser curioso, no quiero indagar más allá de lo que debo, pero dirijo mis pasos a la puerta y una vez ahí pego mi oreja a la madera.

Parece molesto y habla en voz baja, para mi maldita mala suerte habla en italiano pero reconozco el enojo en su voz.

Victoria

No. No puedo hacer eso, debo esperar que el me diga o hablé conmigo si tiene que hacerlo, no arruinare mi genuina felicidad con tormentosos pensamientos cuando todo empieza a fluir mejor que nunca.

Pero seguramente tomaré una clase de italiano intensiva, no para escuchar cuando habla por teléfono, claro que no.

Solo quiero entenderlo en su idiomas natal, es todo.

Me alejo de la puerta y me dirijo al cubículo de cristal cerrando las puertas corredizas, hay algo que me tiene en alerta pero no logro descifrarlo, tampoco quiero hacerlo, no intentamos formalizar no es como si fuéramos a casarnos y tener hijos por el amor de Dios.

Es una aventura pasajera y aunque me cause estremecimiento verlo así, debo tener mi mente clara y no involucrar a mi solitario y necesitado corazón.

Escucho la puerta abrirse y veo como viene hacia mi completamente desnudo.

Creo que perdió finalmente la vergüenza.

Abre las puertas corredizas y se mantiene frente a mi, tengo que levantar mi rostro y finalmente el me envuelve contra su cuerpo. Sin embargo su mirada se siente vacía, su aura ha cambiado y paso de ser don mimoso repartiendo besitos, a un hombre tembloroso y vacío que me mantiene expectante.

Su frente toca la mía y sus manos bajan a mis nalgas.

— Debo volver a Italia por unos días.

Mierda.

Me cuesta tragar mi saliva, mis brazos caen a cada lado de mi cuerpo y solo me quedo en silencio escuchando lo que tenga que decir.

— Tengo negocios que atender y a mi mamá allá, no puedo solo abandonar todo.

— Lo entiendo.- Es lo único que consigo susurrar antes de salir de sus brazos y darme la vuelta para darme una ducha rápida.

Necesito trabajar, necesito avanzar con la construcción del hotel y también empezar un nuevo proyecto de la fila que tengo, realmente no tengo tiempo para frustraciones pero aun asi me siento extraño, lo he tenido un mes completo para mi, viendolo cada dia, a penas puedo disfrutar de su cuerpo y se tiene que ir, es una jodida broma

— Solo serán unos días y volveré, te lo prometo.

— La última vez fueron dos semanas ¿No?

Se queda en silencio, lo interpreto como que no serán solo unos días y me inquieta lo mucho que me molesta eso.

¿Qué es lo que me pasa?

— Volveré a tí.

Suspiro e intento disipar mi repentina ira inexplicable.

— Está bien, no digas nada, solo has lo que. Tengas hacer sin darme explicaciones.

Siento sus manos en mi vientre recorriendo de arriba a abajo.

— ¿Estás enojado? Pasemos todo el día hoy en la cama.

Oh, pero yo creía que no disfrutabas el sexo, jodido pervertido.

— Tengo que trabajar y visualizar la obra.

Chasquea su lengua y me da la vuelta abarcando mis nalgas con sus grandes manos, me sonríe y se inclina besando castamente mis labios.

— Te lo pido por favor, no quiero irme así, siento que estás enojado y quiero recompensarte los días que no estaré.

Suspiro y lo pienso unos segundos, parecen eternos pero cuando levanto mi mirada el no ha dejado de mirar mis ojos y me hace sentir extraño. Llevo mis brazos a su cuello y me guindo de el, me carga y enrollo mis piernas en su cadera.

Es tan íntimo bañarse juntos, estar tan pegados, la interacción de ambos es demasiado íntimo y me gusta.

— ¿Qué haré cuando no estés?

Sonríe me besa, acaricia mis labios con los suyos y me roba el aliento con sus besos apasionados, para luego dejar su frente contra la mía.

— Voy a llamarte todos los días, voy a resolverlo todo rápido para volver aquí contigo.

Asiento y sus palabras me hacen sentir feliz, estoy feliz en este momento.

— Muy bien, dejaré de abrumarte y nos quedaremos en la cama.

— Quiero consentirte mucho, como el ser precioso que eres, debes ser cuidado y mucho.

Ay Dios, que hombre tan cariñoso es este.

— Bueno, pero prometeme que habrá una ronda de sexo.

Separa su frente de la mia y me sonríe con esa sonrisa arrebatadora.

— Tendremos de nuestro sexo.

Si, eso me gusta mucho más.

Es inevitable, pero me siento plenamente feliz, estoy lleno y a gusto, me da temor lo rápido que puedo acostumbrarme a esto, a ducharnos juntos, dejar que lave mi cabello, enjabone mi cuerpo, sus besos en mis hombros en mis labios, que seque mi cuerpo, que le guste verme con sus camisas holgadas o que la cama no sea solo el lugar donde tenemos sexo, que miremos películas mientras comemos pizza, que seque mi cabello y me peine con delicadeza.

Sus atenciones son demasiado embriagantes para mí, pero también que cuando llega la noche después de comprar su boleto se acerque a mi con esa aura dominante, tome mi cuerpo con fuerza, bese cada rincón de mi piel, me ponga en cuatro, disfrute de mi sabor me mete sus dedos y su lengua, me azote y muerda como si le encantara marcarme, me la mete, me toma del cuello, me ahorca, muerde mi cuello y luego me aplasta contra el colchon mientras me folla tan duro que la mezcla de nuestros gemidos forman una perfecta sinfonía erotica.

Jamás me había sentido de esa manera.

Y cuando la mañana siguiente llega, lo veo alistar su maleta, deja algunas cosas en la suite del hotel, está marcado por mi, por mis uñas, por mis chupetones y está sonriente mirándome desnudo en su cama, siento un nudo en mi estómago.

— Que rica vista tengo, Che corpo spettacolare, ricco e tutto mio

— Deja de hablarme en italiano, no me desesperes.

Gira sus ojos y cierra la maleta.

— Te pediré desayuno, puedes quedarte aquí ¿Quieres una llave?

Abro mis ojos y me siento en la cama.

— Claro que no, iré contigo al aeropuerto.

Dolcezza no es necesario, déjame ahorrarte el doble viaje, quiero que desayunes y descanses, debes estar cansado.

Si, porque hemos tenido de nuestro sexo toda la noche.

— ¿Algún día dejaras de ser tan... Atento?- Por no decir un romántico de primera.

— No.

Ríe y me dejó caer en la cama, nuestros olores están mezclados en esas sábanas y mirando al techo soy consciente de un detalle.

— Has estado más de un mes en un hotel.- El hace un sonido con su garganta y yo prosigo.- ¿Estarás en corea hasta que el proyecto finalice?

— Si, son mis planes.

— Son varios meses.

— Ajá.

— ¿Pagarás meses en un hotel?

— Debería buscar algún lugar que comprar.

Joder, Jimin no.

No abras tu maldita boca.

— Yo... ¿Por qué no te quedas conmigo en mi casa?

Puta boca, siempre hablando demás.

Sus movimientos se paralizan, lo único que siento después es como viene hacia mi, se sube encima de mi, sonriendo como tonto y empieza a besar toda mi cara.

— ¡Dejame hombre!

— Lo hare, lo haré cuando llegue de Italia, me iré contigo.

Sigo metiendo la pata inconscientemente.

— Si bueno ya dejame dormír.

Asiente, me besa una última vez y se levanta.

— ¿Pastelitos de queso crema, cafe y jugo de naranja?

¿Me quiere engordar como cerdo o que?

Bueno.

— Si.

— Muy bien.- Escucho su maleta en el suelo y me siento en la cama viendo como pone sus lentes de sol.- Nos vemos en unos días, ¿De acuerdo? Por favor cuídate y no cometas locuras en mi ausencia ¡Sobre todo deja de ir a ese puto lugar!

— Oh no lo sé, si tardas demasiado quizás yo...

— Jimin.- Me advierte y yo rio sacando la lengua.- Quedamos en que voy a complacerte, ya no más.

— Bien, bien. No tardes mucho ¿Si?- ¿En qué momento he puesto un piquito? El sonríe y lo besa.- Cuídate.

— Adiós dulzura.

— Adiós.

Es impresionante pero cuando la puerta se cierra, el silencio me invade y al mirar a mi alrededor siento nervios.

Me encojo en la cama y cierro los ojos tratando de disipar la repentina tristeza.

No quiero admitirlo pero me gustaría acostumbrarme a su presencia.

Si tan solo fuera diferente, si tan solo no tuviera este loco presentimiento yo... Me entregaría por completo.



Lamento cualquier error.

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