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Capítulo 59: "El destierro"

Alexander ayudó a Ámbar a ponerse de pie, y caminaron juntos hasta el centro de la Sala Blanca.

Todos los estaban mirando, y él lo sabía. Sin embargo, ya nada le importaba. Las cosas habían cambiado muchísimo luego de que Boyer hubiese aparecido en su vida.

Por lo que podía observar, en el Cielo la situación tampoco era la misma de siempre. Faltaban muchos ángeles y Emisarios, había gente herida y caras largas. Demasiadas caras largas.

—Estoy agradecido de que haya habido tantos supervivientes al ataque de Luzbel. Han hecho un buen trabajo, y han acabado con muchos Cazadores y marionetas —proclamó el líder Celestial.

Se escuchó un aplauso en la Asamblea. Alexander notó que el ángel rojo no se encontraba bien: sus alas se veían desplumadas y en su rostro había rastros de pelea ¿Qué había sucedido?

—No se alegren todavía, porque tengo que dar un anuncio importante.

Namael respiró profundamente, se acomodó en su silla y miró con tristeza a la multitud que se encontraba parada frente a él. Luego, soltó:

—Dios ha muerto.

Silencio.

—¿Cómo? —preguntó un ángel blanco, cuyas alas todavía estaban manchadas con sangre.

—Lo que han oído: Dios ha muerto.

—¿Qué? —Alexander empalideció—. No puede ser ¡No puede ser!

Se escuchó un murmullo de desaprobación en la sala. Algunos ángeles se enojaron y otros no querían creer las palabras de su líder. Unos pocos parecían encontrarse a punto de desfallecer. Sin embargo, los dorados y los rojos no reaccionaron ¿Acaso ya sabían la verdad?

—Lo que acaban de oír es cierto —intervino Raguel, frunciendo el entrecejo—. Namael no nos comunicó la verdad en su momento porque quería continuar destinando almas como lo había hecho Dios durante miles de años. Su intención fue mantener su legado por el resto de la eternidad.

>>Sin embargo, su plan fue interrumpido por Luzbel.

Luzbel. Siempre Luzbel.

—Dios no es tan poderoso como creés. Es una marioneta de los ángeles —le había dicho Eurico la noche en la que había intentado atacar a Mateo Pérez—. Como decía mi amigo Nietzsche: "Dios ha muerto".

¿Los Demoníacos siempre habían sospechado que Dios había muerto? ¿Por eso habían actuado con tanta confianza en sí mismos?

Dios no es omnipresente.

Dios no puede atenderlos.

Dios no está aquí.

De repente, ahora todo tenía sentido.

Los murmullos de desaprobación se intensificaron en la sala. Dimitri se colocó junto a Alexander y ambos intercambiaron miradas de incredulidad.

—Eso es lo que me dijo el Demonio en el aeropuerto —les susurró Ámbar. Se veía súper seria.

—¿EL DEMONIO? —los Emisarios inquirieron al unísono.

Ella asintió con la cabeza.

Ahora Alexander tenía menos dudas al respecto. Todos los cabos estaban atándose en su cabeza.

—Tenés que anunciar lo del objeto. Es de vital importancia —Samaras frunció el entrecejo. Él estaba casi seguro que hablaba del mismo artefacto que Alysa le había mencionado.

—¿Qué objeto? —preguntó Dimitri—. ¿Qué me están ocultando?

—¡SILENCIO! —exclamó Poyel, exasperado—. ¡Dejen hablar a Namael! ¡Tiene mucho para decir!

La multitud se calmó.

—Escucharán la historia de sus propios labios —musitó Raguel, e hizo un gesto con la mano para que Namael iniciara a contar su historia.

El líder rojo inspiró una gran bocanada de aire, y comenzó:

—Luego de la rebelión de Luzbel, Dios enfermó de tristeza. Prácticamente no permitía visitas. Sólo yo sabía que había enfermado de la angustia... pensé que se curaría, pero murió en mis brazos —sus ojos brillaban con intensidad—. Se veía como un niño cuando dejó de respirar. Un niño pequeño de cabello crespo y tez chocolate —apretó las manos sobre los brazos de su sillón, tratando de contener sus emociones—. Lo enterré en el Paraíso, y continué con su legado de las almas destinadas.

>>Ahora que Dios ya no podía crear almas con alto nivel espiritual, debía proteger las que quedaban en la Tierra.

>>De esa forma, a pesar de las dificultades, pudimos seguir creando Emisarios y manteniendo el orden Celestial... Hasta que la aparición de un alma púrpura lo desestabilizó todo —se puso de pie, y caminó hasta pararse frente a Ámbar.

Boyer, a diferencia de todos los Celestiales allí presente, no se sentía intimidada por el líder de los ángeles. Al contrario, mantenía la cabeza en alto y lo veía a los ojos como si fuera un par.

—Tu alma. Tu alma ha vivido miles de años. Tu alma siempre ha sido libre y rebelde. No quiero perderla, por eso te he destinado dos veces en menos de doscientos años.

Ámbar tenía la mandíbula tensa y parecía a punto de echarse a llorar. Sin embargo, le sostenía la mirada al ángel, con actitud desafiante.

—¿Dos veces en menos de cien años? —preguntó Dimitri con preocupación.

—Sí. Mía Loncar y Ámbar Boyer son el mismo espíritu. Fui yo quien la llevó hasta el paraíso, luego de que un Emisario encontrara a Loncar deambulando por la Tierra. Fui yo quien escondió los archivos de su muerte en el Edén Celestial, en donde nadie jamás los encontraría.

Alexander se sintió descompuesto. Aunque Alysa le había dicho la verdad, lo hacía sentirse un estúpido la forma en la que los Celestiales lo habían tratado durante casi doscientos años ¡Lo habían castigado de forma injusta y a consciencia!

Ámbar y Mía: la misma persona. Eso debía de afectarle mucho a Boyer. La miró de reojo, y estaba llorando. Lloraba desconsoladamente.

Él la tomó de la mano y le dio un apretoncito cariñoso. Quería decirle que todo estaría bien, que él se había enamorado de ella por su personalidad y...

Sin embargo, los murmullos y la voz de Dimitri lo interrumpieron:

—¿Por qué? —Elenis se veía furioso—. ¿Por qué nos has tratado como si fuéramos idiotas? ¿Por qué no nos han contado la verdad?

—¿Qué podía decirles? ¿Qué esa alma era importante porque no volvería a crearse otra igual jamás? ¿Podía confesar que Dios había muerto? ¿Cómo hubieran reaccionado en aquel entonces? —Namael frunció el entrecejo—. He dicho mentiras en más de una ocasión para proteger el legado de nuestro señor. Un claro ejemplo de mi obrar erróneo fue lo sucedido con las muertes de los Samaras: Domingo Gori había sido el Emisario a cargo de esas almas, y lo oculté porque lo interpreté como una negligencia que los Celestiales no debían conocer. Ahora, sin embargo, viéndolo en retrospectiva, había sido allí cuando todo había comenzado... Gori quería desestabilizar al Cielo utilizando a Samaras.

>>Cuando Gori murió, Noah Elenis continuó con sus planes... de esto me enteré hace poco —soltó un largo suspiro—. Destiné a Ámbar Boyer para que muriera en manos de Noah Elenis sin saber que él era uno de los traidores. Se suponía que la humana púrpura debía morir en estos días...

Alexander no dudó en colocarse frente a Ámbar de manera protectora.

—Ella no morirá. Tendrán que matarme a mí primero antes de ponerle una mano encima.

La escritora abrió la boca para protestar, pero un ángel la interrumpió.

—No seas dramático, Samaras —intervino Raguel con impaciencia—. Namael no ha hablado del destino de la humana aún.

—Te dije que no quiero que me llamen "la humana" —gruñó Ámbar y luego dirigió la mirada hacia Namael. Se alejó un paso de Alexander para que todos pudieran verla—. Estoy muy enojada ¡Furiosa! ¡Le mintieron a todo el Cielo y estuvieron matando gente en nombre de Dios! ¿Para qué? ¿Qué carajo importa si un alma reencarna o no? ¿Qué carajo importa el color de su aura? ¡Lo importante es que las personas puedan vivir y ser felices! ¡Vos me cagaste la vida al destinarme! —enfrentó a Namael con la cabeza en alto—. ¡Me atacaron marionetas, Cazadores e incluso uno de los tuyos! ¡Sobreviví gracias a Dimitri y a Alexander!

—Y mientras tanto, en el Cielo, decían que había que vigilarlos y que ellos eran bastante sospechosos —comentó un ángel negro, quien, evidentemente, se encontraba a favor de la humana de alma púrpura.

Se escuchaban varios susurros en la sala. Algunos estaban indignados por la forma en la que una humana le hablaba al ángel rojo. Otros, no podían evitar darle la razón.

—Mis hermanas eran Brujas —intervino Alexander, con lágrimas en los ojos—, y todo lo que hicieron fue para sobrevivir y salvar a nuestra familia.

>>Domingo Gori y Noah Elenis, en cambio, eran Celestiales que vivieron como quisieron durante siglos, y nadie los cuestionaba por su forma de obrar. Fue muy injusto. Es injusto juzgar a alguien por su lugar de origen y no por sus acciones.

>>Por lo tanto, deben encontrar a Noah Elenis y juzgarlo como corresponde. Deben hacerlo hablar para saber quiénes conspiraban junto a él. Él fue quien asesinó a Mía Loncar —se le quebró la voz—. Él fue quien intentó segregarnos durante los últimos dos siglos.

—¡Hay que encontrar a Noah Elenis y hacer que hable!

—¡Hay que golpearlo hasta que nos diga la verdad!

—¡Merece la muerte!

Dimitri asintió, aunque se veía increíblemente triste al escuchar cómo los Celestiales querían castigar a su primo.

Ámbar aprovechó el momento para intervenir.

—No se ofendan, pero tengo que decirles que noté que tanto los Celestiales como los Demoníacos se parecen demasiado a los seres humanos: hay algunos que son buenos, otros que son malos y otros que tienen moral dudosa. Pero algo en lo que todos coinciden: es en que subestiman a los humanos por ser "más débiles" —gesticuló las comillas con los dedos—. Eurico cometió ese error. Estuvo llamándome gatito asustadizo y no pensó que yo podría atacarlo cuando menos lo esperara.

Hubo un pequeño silencio en la sala. Todos se veían expectantes.

—Y lo mismo hizo Luzbel. Luzbel también me subestimó. No creyó que yo sobreviviría al ataque del aeropuerto.

—¿Qué querés decir? —preguntó Raguel, abriendo los ojos como platos.

Namael miró a Ámbar con repentino interés.

Boyer observó a Alex de reojo y asintió. Le estaba pidiendo que confiara en ella. Y él lo haría.

—Les diré el secreto para detener a Luzbel y que el mundo viva en paz por unos siglos. Pero antes, tengo que poner unas condiciones.

Alexander la miró y no pudo evitar sonreír. Era demasiado valiente ¿Qué plan se traía entre sus manos?

Sin embargo, Dimitri le tocó el hombro y le lanzó una mirada de advertencia, la cual ella ignoró por completo.

—Te escucho —Namael asintió.

—Necesito que perdonen a Alexander y a Dimitri, ya sea por incumplir las reglas o por sus errores. Perdonen incluso a Choe Samaras. También quiero que Samantha vaya al Paraíso. Es su sueño.

Alexander volvió a sonreír. Era demasiado adorable que ella se ocupara de sus seres queridos incluso en un momento así.

—¡Ámbar! —exclamó la fantasma, completamente sorprendida.

—Podemos concederte eso, no hay problema —asintió Namael.

—¿Deberíamos confiar en la humana? —preguntó un ángel dorado con desconfianza—. ¿No está sacando provecho de la situación?

—Conozco a esta alma lo suficiente para saber que no está mintiendo —explicó el líder rojo.

—Aún no terminé —Ámbar se cruzó de brazos. Su poder de decisión y de lograr que todos los Celestiales la escucharan, la convertían en una mujer aún más atractiva—. Mi última petición es para mí. Quiero vivir. No se lleven mi alma aún.

—Estamos trabajando en eso —afirmó Namael—. Deseo que vivas una vida normal. Ahora ¿Qué debes contarnos?

Ámbar mencionó el objeto que vio: una caja de forma hexagonal con un extraño mecanismo de funcionamiento y el número seiscientos sesenta y seis, grabado en el dorso.

—Luzbel dijo que con ese aparato robarían mi alma y la compartirían. Si lo destruyen, tendrán paz por un período prolongado de tiempo. Si no lo destruyen y me atrapan...

—Esperen —intervino Alexander—. Mi hermana antes de morir me habló de ese aparato. Se pone en funcionamiento con una lágrima de Namael. Si el Demonio todavía no la consiguió...

—La consiguió. La tiene —admitió Namael, tomándose el rostro con ambas manos.

Hubo un silencio sepulcral en la Sala. Algunos ángeles habían empalidecido a causa de la preocupación.

El primero en romper el hielo fue Raguel.

—Hay que encontrar ese aparato y destruirlo, entonces. Debemos organizarnos para crear un ataque sorpresa. En dicho ataque sorpresa, tenemos que atrapar a Noah Elenis.

Los Celestiales parecían estar de acuerdo. Namael asintió, y anunció:

—Levanten las manos quiénes están a favor de un ataque sorpresa.

Algunos ángeles vacilaron.

Raguel intervino:

—Esto dejó de ser una monarquía y ahora es una Democracia. Ángeles y Emisarios debemos estar de acuerdo para poder obrar en armonía.

Sus palabras le dieron tranquilidad a la mayoría de los Celestiales, por lo tanto, casi todos levantaron las manos.

—Un ataque sorpresa será —asintió Namael, y miró a su hermano rojo—. ¿Hay algo que quieras proponer, Raguel?

Éste asintió. Sin dejar de mirar a Alexander y a Ámbar, comentó:

—A partir de ahora, haremos cambios en el Cielo. El primero de esos cambios será desterrar a Alexander Samaras de nuestro reino... si la mayoría de los inmortales está de acuerdo, por supuesto.

Alexander no se sorprendió. Él siempre supo lo que podría pasarle al incumplir las normas Celestiales.

—¿Qué? —Dimitri se mostró indignado—. Lo castigan injustamente ¿Y ahora lo van a desterrar? ¡Su inmortalidad es lo único que puede protegerlo de los Demoníacos!

Raguel respondió con tranquilidad:

—Él sabía que, si incumplía su castigo, perdería su inmortalidad. Sin embargo, traspasó los límites para poder salvar a una humana destinada... sin mencionar que ya había roto las reglas de no mantener relaciones con humanos y tampoco con Demoníacos. No podemos basarnos en subjetividades para obrar en el Cielo. Es demasiado peligroso.

—Prometiste perdonarlo si yo decía la verdad —reclamó Ámbar, sollozando—. ¡Esto no es perdonarlo! ¡Es condenarlo!

Samaras quería decirle que no se preocupara, que no llorara y que ser desterrado no era lo peor que podía pasarle a un inmortal. Sin embargo, no tuvo tiempo para hacerlo.

—No terminaste de escucharnos, Ámbar —Raguel se cruzó de brazos, impaciente—. Alexander volverá a ser humano... y a ti, te ayudaremos a esconder la espiritualidad de tu alma. En esta vida, ya no será de color violeta y tampoco tendrá los tintes de la muerte. Hasta acá ha llegado su batalla.

Había escuchado leyendas de Emisarios que volvían a ser humanos, pero parecía un sueño que eso estuviera a punto de sucederle a él.

Ser humano. Envejecer. Vivir una vida junto a Ámbar.

La simple idea lo hizo sonreír.

—Aceptaré mi destino —Alexander se puso de rodillas e inclinó la cabeza ante Namael—. Si es que todos los inmortales están de acuerdo.

—¡Alexander! —Ámbar se agachó a su lado. Ella estaba llorando—. ¡No podés perder tu inmortalidad!

—¿Esto es lo que realmente querés? —preguntó Dimitri—. ¿No te interesa vengarte de quienes lastimaron a tu familia?

—La venganza sólo trajo muertes y desgracias —sus ojos se llenaron de lágrimas—. Lo que más deseo es vivir una vida en paz.

—¡Alex! —Ámbar no dejaba de llorar.

—No estés triste, hermosa. Todo estará bien.

Boyer se apoyó sobre su hombro y lloró ruidosamente. Samantha se acercó a ellos y musitó:

—Entonces aquí nos despedimos ¿Verdad?

—Sí —intervino Namael—. Ascenderás al Paraíso y Samaras y Boyer regresarán al mundo humano... si la mayoría de los inmortales están de acuerdo.

—Ha sido un gusto conocerlos —Samantha les sonrió—. Gracias por la ayuda. Gracias por la lápida, Ámbar.

—Gracias por tu fiel amistad, Sam —sollozó Boyer.

—Bueno, Celestiales ¿Quién opina que debemos humanizar a Alexander Samaras?

El Emisario de nivel uno sonrió cuando la mayoría de los inmortales alzaron sus manos, incluyendo a Dimitri Elenis.

Una vida en paz. La idea era hermosa. Dejó caer varias lágrimas.

—Alejen a Samantha y a Ámbar de Alexander —ordenó Namael, y preparó su cetro.

Ambas estaban llorando desconsoladamente, pero permitieron que los ángeles las movieran de su lugar.

Antes de que el líder rojo se agachara, Dimitri le susurró al oído:

—Me encargaré de todo lo que te quedó pendiente. No te preocupes.

—Gracias, amigo.

—Apártate, Elenis —intervino Raguel—. Namael debe hacer esto para que luego podamos ocuparnos de la reorganización Celestial.

Dimitri le dio unas palmaditas en el hombro a su subordinado.

—Tu corazón está en el paraíso, y te lo devolveremos ¿Estás dispuesto a aceptar el dolor de ser humano una vez más? —inquirió Namael.

Alex recordaba cuánto se había retorcido su cuerpo cuando el líder rojo lo había despojado de su órgano vital.

—Estoy dispuesto a ser humano una vez más.

—Bien.

Y sin siquiera dejar pasar unos segundos, Namael le clavó el cetro en el medio del pecho.



¡Sólo nos queda un capítulo y el epílogo! ¿Están listos?

Nos vemos mañana :) 

Sofi❤️





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