Capítulo 57: "Basta de peleas"
Chloe lloró hasta que sintió que se había secado por dentro. Lloró por Alysa y por su hermano Alexander.
Sabía que quizás él tendría problemas con los Celestiales por incumplir con su castigo de quedarse en Argentina por quinientos años, pero también sabía que él no resistiría si perdía a Mía Loncar una vez más.
Con su hermana muerta en brazos, se dio cuenta de que había cometido demasiados pecados en nombre de la venganza ¿Para qué? Ahora que había perdido a Alysa, ya nada le importaba. Se sentía vacía. Muerta por dentro.
—Engañamos a Alex. Usamos de carnada a Ámbar. Matamos inocentes. Robamos los pañuelos de seda. Traicionamos a Luzbel... y ahora ya no le veo sentido a nada. Nada importa si no estás a mi lado.
Con sus pocas fuerzas, arrastró el cuerpo de Alysa al interior de la cabaña. La bañaría, la cambiaría y esperaría a Alexander para brindarle un funeral digno. Para ello, debía evitar que su cuerpo se desintegrara.
Aunque no tuviera poderes, Alysa siempre era precavida, y cargaba con un montón de amuletos y pociones.
—Aunque tu alma haya muerto con tu cuerpo, tendrás la despedida que mereces, hermana mayor. Lamento muchísimo todo lo que ha sucedido —se le quebró la voz, y volvió a echarse a llorar ruidosamente.
Santiago de Chile.
Cuando Ámbar sentía que todo estaba perdido, vio a un grupo de ángeles blancos y negros apareciendo desde el cielo. Entraron al aeropuerto a la velocidad de la luz y empezaron a luchar contra los Cazadores.
Sin embargo, a ella no la soltaron. Aún continuaban apretándole las extremidades de tal forma, que su piel había comenzado a sangrar.
Luzbel no se inmutó. Miró a la humana y le preguntó:
—¿Todavía no te das por vencida?
Tosió.
Jamás en su vida se hubiera imaginado que le pasarían todas estas cosas, y mucho menos, que el mismísimo diablo se presentaría frente a ella para robarle su alma.
Decidió quedarse en silencio. Necesitaba conservar cada pizca de energía.
—Por la forma en la que me estás mirando, veo que aún no te das por vencida —Luzbel sacó de su bolsillo una caja dorada con forma hexagonal que parecía tener un funcionamiento muy complejo. En el dorso, tenía el número seiscientos sesenta y seis, decorado con estrellas—. Aquí pondré tu alma, y todos los Cazadores se alimentarán de ella. De esa forma, seremos lo suficientemente poderosos para someter al Reino de los Cielos.
Ámbar consideró el suicidio para que el Diablo no se hiciera del poder del mundo ¡Ya había tentado a demasiada gente a cometer pecados!
—Dios te castigará... —susurró Boyer.
—Estás equivocada, jovencita. Dios no me castigará, porque Dios ha muerto.
Miente.
Ámbar apretó los labios, y permaneció en silencio. Tenía muchísimo miedo, sin embargo, no pensaba agachar la cabeza ante el Demonio.
—¿No me crees? No importa. Lo único que necesito de ti es tu alma.
En ese momento, el grupo de ángeles que había llegado al aeropuerto se había enrollado en una batalla mortal con las marionetas y Cazadores que había en el lugar. Boyer había perdido de vista a Samantha y tampoco sabía dónde se hallaban Dimitri y a Noah.
—Tenemos que llevarla a uno de nuestros escondites. No es seguro tomar su alma aquí —comentó Luzbel a uno de los Cazadores que se encontraba a su lado.
—Y necesita mucha vigilancia —respondió el Cazador—, parece inocente, pero hirió de gravedad a Eurico Tello antes de que Chloe Samaras lo aniquilara.
¿Qué pasó? Se preguntó, pero no lo expresó en voz alta.
En ese momento, apareció un ángel con alas rojas en el medio del aeropuerto, como si hubiera salido de la nada. Era alto, tenía rasgos varoniles y sus ojos oscuros eran intensos. Tenía un cetro en la mano derecha. Ése debía de ser Namael.
—Tendrás que acabar conmigo primero antes de llevar a la humana contigo —y en ese instante, el ángel la golpeó con su cetro en el estómago, haciéndola sentir un dolor profundo en su abdomen.
Se mordió el cachete para no gritar y su cuerpo se contrajo involuntariamente.
Las escenas que siguieron después fueron muy confusas: Luzbel rugió y se abalanzó contra el ángel rojo, a su vez otros ángeles arremetieron contra el Demonio para detenerlo... y se armó un amontonamiento de inmortales a su alrededor: todos estaban peleándose para quedarse con ella.
Mientras tanto, Ámbar se sentía como si estuviera desapareciendo: cada vez más débil, como si su energía estuviera drenándose lentamente.
Literalmente. Sus enemigos ya no la sostenían, y los empujones y golpes que la rodeaban no podían tocarla... porque estaba volviéndose transparente.
—¿Qué? —se miró las manos, con terror. Sentía que estaba a punto de vomitar.
No podía seguir siendo parte de esa guerra. No podía.
—¡NAMAEL! ¿QUÉ HAS HECHO? —aulló Luzbel, furioso.
Y en ese instante, todo se volvió oscuro para Ámbar Boyer.
Beatriz decidió ir a ayudar al aeropuerto de Santiago de Chile ni bien una Bruja novata le informó que Namael se había robado a Ámbar Boyer.
—Estoy harta de los Celestiales —murmuró, exasperada—. ¡No se cansan de arruinarnos los planes! ¡Mi señor debería haber acabado con el líder rojo cuando tuvo la oportunidad!
* * *
Alexander llegó a Santiago de Chile cuando la noche estaba avanzada, y encontró cientos de cuerpos (Demoníacos y Celestiales) en proceso de desintegración en el aeropuerto.
Se apresuró para correr al interior del lugar, y encontró más cadáveres: entre ellos, el del Emisario de nivel tres Ismael, el del ángel Vehuel, el de Gabriel y el del Emisario Dorien. Eran los restos de una batalla que había finalizado hacía horas.
Sin embargo, escuchó que una pelea más pequeña aún estaba llevándose a cabo. Corrió hasta el centro del aeropuerto, y encontró a Dimitri luchando solo contra la Bruja Beatriz Glinda y contra un Emisario... Noah Elenis, su primo.
Dimitri tenía su traje rasgado y estaba cubierto de sangre. No sabía si era suya o no, pero Alexander no dudó en apresurarse para darle una mano. No podía perder a su único amigo en el mundo.
Cruzó su espada justo cuando Noah intentaba herirlo en el pecho.
—¡NO PUEDEN LASTIMARSE ASÍ! ¡SON FAMILIA! —gritó Alexander, furioso.
Odiaba a Noah porque lo había traicionado. Sin embargo, no quería que fuera Dimitri quien acabara con él. Sería demasiado doloroso para su superior.
—Alex... incumpliste tu castigo... —escuchó que Dimitri masculló detrás de él.
—A Alexander nunca le importó su castigo —suspiró Noah con cansancio. Él se veía sucio, manchado de sangre y le sangraba el labio inferior.
Quien, en cambio, parecía con mucha energía y gozaba de buena salud, era Beatriz Glinda.
—¡Miren quién llegó! —aplaudió la Bruja, burlona—. Un poco tarde ¿No? ¡Te perdiste la parte en la que Namael se llevó a Ámbar Boyer!
Sintió un nudo en el estómago cuando la Bruja le nombró a su querida humana.
Dimitri le tocó el hombro.
—Me alegra que estés a salvo. Ámbar estará bien, nadie le hará daño. La necesitan.
Alexander palmeó su mano, sin dejar de mirar a sus enemigos.
Luego de todo lo que le había mostrado Alysa y del dolor de haberla perdido, sentía que el vacío en su interior estaba empezando a llenarse de odio. Odio porque Noah le había mentido durante siglos, odio a sí mismo porque se había acostado con una enemiga y había permitido que le robara sangre, odio porque los Demoníacos habían jugado con él (con los pañuelos, etcétera) para poder lastimar a Mía y luego a Ámbar. Odio porque su hermana había muerto dos veces por su culpa. Odio porque había fallado completamente en su promesa de proteger a Ámbar, y había tenido que bajar el mismísimo Namael desde el Cielo para llevársela.
Sin embargo, era un alivio. Era un alivio enorme que ella estuviera a salvo... aunque fuera por unos días.
—Nuestro señor debe estar furioso porque Namael le quitó a la humana de las manos —Beatriz suspiró.
Samaras apretó los dientes, sin quitar la vista de Noah ¿Él también llamaba "mi señor" al desgraciado de Luzbel?
—No me mires así, Alexander. Todo lo que he hecho durante estos años ha sido para mejorar la calidad de vida de los inmortales —explicó el traidor.
—Mirá cómo lastimaste a tu primo —apretó con fuerza la mano de Dimitri—, mirá a tu alrededor y mirá todos los cuerpos que están empezando el proceso de desintegración. Mirá lo que has hecho con tu traición, Noah...
—Le estás dando demasiado crédito —Beatriz revoleó los ojos—. Si llegamos hasta acá, es porque lo hemos planeado durante siglos con nuestro señor... hasta hemos visto tu futuro, Alexander. Sabíamos que te enamorarías de una humana, y que podríamos usarte para crear problemas.
—Sin embargo, nadie molestó a Alexander —bufó Noah—. Lo dejaron vivir su aventura romántica sin castigarlo como correspondía por romper las reglas.
—Eso es porque los ángeles también están sucios —explicó Beatriz—. Puedo nombrarte a varios traidores: Vehuel, Ismael, Gori... —hizo una breve pausa—. Gori siempre estuvo de nuestro lado. Él tampoco soportaba la moral Celestial. Es una pena que no puedan comprobarlo porque, en unas horas sus cuerpos se desintegrarán...
—¿Ismael? —Dimitri jadeó. Parecía que estaba a punto de desmallarse.
—Sí —Noah asintió—. Él también pensaba como yo. Es una pena que haya muerto en la batalla.
Alexander tenía el estómago revuelto. Tenía frente a él a los dos mayores culpables de la muerte de su familia. Con un nudo en la garganta, preguntó:
—¿Vos sabías que Eurico Tello había asesinado a mis padres?
—Siempre supo la verdad —intervino Beatriz—, y fue Noah mismo quien le disparó a Mía Loncar para que no reencarnara ¡Y fue tan fácil localizarla! Con la sangre que te robé el día que nos acostamos... —él dejó de escucharla.
No sabían el secreto de Alysa, pensó Alex. No sabían qué había pasado con su alma. Sin embargo, lo habían usado más de una vez para lastimar a sus seres queridos... eso le revolvía el estómago.
A pesar de que el odio y el dolor estaban carcomiéndolo por dentro, era consciente de que no ganaría una batalla contra Noah y Beatriz él mismo, ya que Dimitri se encontraba en muy malas condiciones.
Tenía que escapar. Debían ir al Cielo y ver a Ámbar. Él necesitaba cambiar el destino de su querida humana antes de que fuera demasiado tarde.
Alexander tomó el brazo de Dimitri y lo pasó por su hombro, para ayudarlo a sostenerse. Si estaba tan callado, era porque se sentía realmente débil. Noah hizo una mueca de desagrado.
—No tolero la homosexualidad... es en lo único que coincido con Dios. Pero por suerte, hay batallas en todo el mundo y el planeta se va a limpiar un poco...
—Me importa un carajo lo que toleres o no, o lo que quieras para el mundo —lo interrumpió Alexander—. No voy a pelear con vos. Me cansé de las muertes innecesarias. Me cansé de la venganza ¡Mi hermana murió por ello! ¡Dios te castigará a su debido momento! ¡El Cielo te perseguirá, traidor!
—Noah puede dejarlos ir, pero yo no —Beatriz mostró sus dientes, y sacó una daga de su bolsillo—. Chloe Samaras debe estar sufriendo por la muerte de Alysa, pero se suicidará cuando acabe contigo también. Es el precio que debe pagar por haber asesinado a Tello —hizo una breve pausa, y agregó—: Ya charlamos demasiado ¿No creen?
—Huyamos. Vamos al Cielo —le susurró Dimitri en el oído. Era bueno saber que los dos pensaban lo mismo—. A la una... a las dos...
En ese momento, Beatriz se abalanzó sobre ellos alzando su cuchillo.
Y a las tres.
Los Emisarios se elevaron al Cielo justo antes de que la mujer cortara el aire con el filo de su arma.
¡Falta muy poquito para el final! ¿Están listos?
¡Nos vemos mañana!
Sofi :)
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