Capítulo 55: "Conflicto de ideales"
En diferentes partes del mundo, había caos. Emisarios luchando contra marionetas demoníacas. Brujas y Cazadores tendiéndoles trampas mortales a ángeles de bajo rango.
Había mucha sangre derramada. Demasiada sangre. Y los humanos no eran testigos de ello... aún.
Bariloche.
Alexander y Alysa estaban luchando cuerpo a cuerpo contra diez marionetas demoníacas, mientras el Cazador observaba la situación como si fuera un show de entretenimiento.
El Emisario de nivel uno se encontraba cansado. No había dormido en todo un día, le pesaba el cuerpo y la preocupación por Ámbar no le permitía concentrarse al cien por ciento. Sin embargo, no podía dejar a su hermana sola. No después de haberla extrañado durante más de trescientos años.
—¡Deberías irte, Alex!
—¡No te abandonaré!
—Muy conmovedor —soltó el Cazador, y decidió unirse a la batalla.
Alysa utilizó hechizos de magia negra muy poderosa para arremeter contra sus contrincantes. Se manejó principalmente con "focus" (encantamientos de fuego), para poder atacar más rápidamente a los títeres. Era aterradoramente habilidosa.
Alex, mientras tanto, luchó con toda su fuerza física. Debía acabar con los Demonios e ir a buscar a Ámbar, aunque por ello perdiera la inmortalidad.
Santiago de Chile.
Chloe estaba llegando al aeropuerto, para poder volver a Argentina... justo cuando alguien la tomó del cabello y la jaló hacia atrás.
Ella gritó a causa de la sorpresa, pero no dudó en cortarse el dedo con la uña e intentar atacar a su contrincante con un hechizo sanguis.
—Mocosa insolente ¿Cómo te atreves a matar a uno de los nuestros?
Reconoció la voz de Beatriz, quien pronto la soltó del agarre y la miró a los ojos.
Se veía furiosa como nunca en su vida. Chloe recordó cuánto miedo le había hecho sentir esa mujer en el pasado.
—Mató a mis padres —retrucó. Se le hizo un nudo en la garganta. Ya no era capaz de ocultar lo que sentía—. Entonces aproveché la oportunidad para devolverle el favor.
Beatriz abofeteó a su alumna. Chloe se tomó la cara con ambas manos, sintiendo un nudo en el estómago y ganas de llorar.
Ya no era una niña para que le pegara de ese modo ¡Había vivido trescientos noventa años!
—¡Mocosa insolente! ¡Desagradecida! Te salvé la vida con el poder del Señor de las Tinieblas ¿Y así pagas nuestra benevolencia?
Chloe se quedó en silencio, mordiéndose la lengua. Tenía tanto para decir, tanto para reclamar, tanto para llorar, que no fue capaz de abrir la boca.
—¿Sabe tu hermana que hiciste esta estupidez?
La menor de las Samaras negó con la cabeza.
—Fui yo quien se dejó llevar por un impulso. Soy yo quien todavía está resentida por mis padres...
—...justamente, porque fuiste tú y nadie más que tú, serás tú quien sufra cuando te quedes completamente sola en el mundo. Sola y sin tu inmortalidad.
—¿Qué...?
En ese momento, Beatriz se lanzó sobre ella. Fue tan rápida, que Chloe no tuvo tiempo a defenderse.
Glinda la aplastó contra el suelo de piedra fría, y le colocó unas esposas malignas en las cuatro extremidades para que no pudiera escapar, ni siquiera usando magia negra.
—¿Qué estás haciendo? —Chloe intentó librarse, pero no pudo hacerlo—. ¡Déjame ir!
La Bruja sacó de su bolsillo una jeringa de oro. Chloe sabía para qué se usaba, los Demoníacos habían estado creando muchos elementos innovadores. Tembló por dentro.
—¡NO LO HAGAS! ¡NO LO HAGAS! —suplicó, llorando.
No podía perder su magia, le importaba más que su inmortalidad. Sin sus poderes, no sería capaz de defender a sus seres queridos.
—¡NO LO HAGAS! —chilló, desesperada.
Ese castigo era peor que la muerte. No podría soportar ser una niña débil.
—Lo hubieras pensado antes de traicionarnos, mocosa.
En ese momento, Beatriz le clavó la jeringa en la yugular. Chloe gritó de dolor. Sentía cómo el aparato quemaba cada una de sus células para arrastrar la sangre de Luzbel fuera de su cuerpo.
La Bruja Samaras se retorció de dolor y aulló. Aulló tan fuerte como la garganta se lo permitía, sabiendo que nadie iría a rescatarla.
—Una vez que termine el proceso, volverás a Bariloche... siendo una débil humana llena de enemigos.
Santiago de Chile.
Cuando Dimitri vio que su primo estaba prácticamente encima de la señora Boyer, se quitó las marionetas de encima y corrió hacia ella.
—¡No la toques! —exclamó, desesperado.
Noah tomó del brazo a Ámbar y la ayudó a ponerse de pie. Luego, miró a su primo:
—¿Por qué tan desconfiado, Dimi? —hacía tiempo que no lo llamaba así. Su tono había sonado burlón.
Dimitri deseó tener el poder de transportar humanos en lugar de almas. Deseaba poder usar magia blanca como los ángeles. Quería ser lo suficientemente fuerte como para enfrentar a su primo por tantos años de mentiras.
—Te dije que la soltaras. Sos un Emisario de menor rango, debés obedecerme.
—Pensé que no te gustaba ese acento... —soltó el brazo del alma destinada—. Sabes que tengo órdenes explícitas de llevarme a Ámbar ¿No es así?
—No podés llevártela —se le llenaron los ojos de lágrimas—. No puede morir. Sólo tiene treinta y tres años.
—Al igual que Jesucristo. A Dios no parece importarle la edad de los humanos... —Noah se cruzó de brazos—. Pero estoy seguro de que esa no es tu verdadera preocupación. Tu preocupación más profunda es Alexander. Siempre fue Alexander ¿No es así? —al ver que Alexander no respondía, agregó—: la homosexualidad es pecaminosa ante los ojos de Dios ¿Y lo sigues alabando?
Dimitri sintió que la sangre en su interior ardía como fuego. Nadie tenía derecho a hablarle así, ni siquiera su primo. Era su intimidad, nadie tenía derecho a invadirla.
Metiéndole el dedo en la llaga, agregó:
—Te olvidaste de cómo Dios trató a nuestra familia ¿No? ¿Te olvidaste de cómo murieron todos en manos de la Inquisición?
El Emisario de nivel tres tensó la mandíbula, y apretó los puños ¿Cómo se atrevía a hablar así?
Notó que Ámbar retrocedió unos pasos. Seguramente aprovecharía la oportunidad para escapar.
Noah también lo notó.
—Aunque intentes huir, estás rodeada. Las marionetas se detuvieron porque no van a atacarme, pero apenas te alejes de mi lado, lo harán. Además, debe haber decenas de Cazadores esperándote allí fuera.
A Ámbar se le llenaron los ojos de lágrimas de odio, y escupió al Emisario.
—Hijo de puta, traidor ¡Alex confiaba en vos!
Noah sacó un pañuelo de seda de su bolsillo, y se secó la saliva del rostro con plena tranquilidad. Ni siquiera se inmutó ante el insulto de la humana.
—No puedo evitar preguntarme cómo lo descubriste... tardaste mucho menos en hacerlo que todos los Celestiales.
Ella se veía furiosa.
—Hipnotizaste a la gente en el aeropuerto de Bariloche ¿Pensaste que no lo notaría? Además, parecías más preocupado en que me fuera con vos que en el hecho de protegerme.
El Emisario de nivel dos asintió.
—Había olvidado que los escritores no pierden de vista ni el más mínimo detalle. Ahora, si no te molesta, necesito hablar un poco con mi primo.
Dimitri tenía el estómago revuelto. Si fuera humano, su corazón estaría martillando con violencia a causa del dolor.
Noah traidor.
Su única familia. Su compañero de aventuras.
No había querido aceptarlo hasta entonces. Había esperado que él se defendiera, que le explicara que había sido una confusión...
En ese momento, Ámbar retrocedió otro paso. Dimitri sabía que intentaría escapar otra vez, y no podía negarle la oportunidad de intentar vivir. Ella, como la mayoría de los seres humanos, se aferraba a la vida.
—¿Por qué? —preguntó el mayor de los Elenis, con la voz quebrada. Necesitaba escuchar a su primo a pesar de todo—. ¿Por qué lo hiciste?
—Nuestra familia fue acusada injustamente de robo y llevada a la horca. Yo estaba por cumplir trece años y vos ya los habías cumplido ¿No te acordás?
Dimitri recordaba perfectamente ese día. El peor día de su vida. Había intentado arrancarlo de su cabeza para que el recuerdo no siguiera torturándolo, pero jamás había dejado de hacerlo. Uno jamás supera el asesinato de un ser querido.
—Domingo Gori nos entrenó después de ello... pero él no estaba de acuerdo con los modos de Dios. Yo lo descubrí, y me alié a él, quien era muy amigo de los secuaces de Luzbel.
Mientras los Elenis debatían, Ámbar aprovechó para echarse a correr y escapar. Dimitri no pensaba detenerla.
—Luzbel nos ofrecía una mejor calidad de vida y la posibilidad de vengarnos del Cielo. Si Dios fuera tan bondadoso como vos decís ¿Por qué cometió tantas atrocidades? ¡El Cielo siempre fue súper hipócrita! —apretó los puños a los costados de su cuerpo—. ¡Se llenaban la boca promulgando dogmas que ni ellos mismos ponían en práctica! ¡Castigaban a los inocentes! ¡Nos mentían en la cara!
—¡Basta, Noah!
Sabía que, en cierto punto, su primo tenía razón. El Cielo no era perfecto como decían los ángeles. Sin embargo, no lo admitiría en voz alta.
—¿Me pedís que me calle porque no te gusta escuchar la verdad? —Noah estaba rojo a causa de la ira—. ¡Lo cierto es que no todas las Brujas y Cazadores son malvados! ¡Muchos de ellos actúan así sólo para sobrevivir! En el Cielo ¡Los ángeles han torturado a Brujas jovencitas simplemente por el hecho de llevar en sus venas la sangre de Luzbel! Al igual que en la Tierra, en el Reino de Luzbel hay variedad de personalidades... ¡Y es injusto que por culpa de Dios no puedan ser libres!
—¡Noah! ¡Despertate, por favor! Dios no es perfecto, pero mantuvo la estabilidad entre el mundo humano y el de las almas. Si Luzbel se apoderara del Cielo...
—...Si Luzbel se apodera del Cielo, el mundo será más libre.
—...El mundo será un caos —concluyó el Emisario de nivel tres—. ¡Noah, no podés ser tan ciego! ¡No podés trabajar para Luzbel! ¡Es un ser despreciable y tramposo que no dudó en aniquilar a su propia familia!
Noah negó con la cabeza. Dimitri estaba desesperado, y no podía dejar de temblar.
—Lo siento, primo. Realmente no quiero lastimarte... pero esto me trasciende... Namael me pidió que me encargara de Ámbar Boyer, pero no lo haré. Ayudaré al Señor de las Tinieblas. Es lo que nuestro maestro hubiese querido. Él también sufrió por el sistema injusto de Dios.
—¡NOAH! —Dimitri se sentía abrumado por la situación. Necesitaba que su primo entrara en razón—. ¡No podés hacer eso! ¡No podés lastimar a Ámbar! ¡Ella es inocente! ¡Estarías haciéndole lo mismo que te hicieron a vos!
—Vos lo decís porque te importa Alexander... —suspiró—. Honestamente, me da igual lo que le pase a Samaras o cómo se sienta. Siempre tenía que andar limpiando sus desastres o encargándome de sus almas por culpa de su ineptitud ¡Hasta me pidió que le llevara las reliquias hasta Bariloche!
—¡Noah, eso no viene al tema! ¡Por favor, escúchame!
—Ya hablamos demasiado, primo. Es hora de que me dejes cumplir con mi misión... como me has permitido cumplir la de Mía Loncar.
Mía Loncar.
Ámbar tenía razón.
—No —ignoró a su primo—. No permitiré que los Demoníacos se apoderen del mundo. No permitiré que continúes con esta locura.
—Entonces tendremos que luchar a muerte, Dimitri. Que gane el mejor.
¡Muchas gracias por leer! Nos queda poco para llegar al final de esta historia, ¿la están disfrutando?
Nos vemos mañana.
Sofi 💜
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