Capítulo 54: "Democracia Divina"
Santiago de Chile.
Los ciudadanos "normales" habían desaparecido del aeropuerto. Las luces se habían apagado. Sólo podían verse los títeres y oírse sus horribles pasos y balbuceos.
—¡La puta madre! —sollozó Ámbar, después de haber estado horas luchando contra marionetas demoníacas.
Dimitri le había dado un machete de plata para que se defendiera, mientras éste peleaba con una espada.
El entrenamiento que le había proporcionado Alexander le había servido para huir, pero no para combatir títeres demoníacos. El día anterior, casi había perecido en manos de uno.
—¡Ataca su cabeza! —Elenis le gritó en más de una ocasión—. ¡No pierdas el tiempo!
Samantha se encontraba luchando contra varios engendros al mismo tiempo. Ámbar rogaba que no le hicieran daño: su amiga tenía varios objetivos que cumplir aún.
En ese momento, una marioneta tomó a Ámbar de los tobillos y la hizo caer al suelo. La escritora intentó usar el arma que le había dado Dimitri para cortarle el cuello, pero el monstruo le pisó la muñeca.
Ella soltó un grito. No tanto por el dolor que le causó la pisada, sino por el miedo.
Estaba desesperada por sobrevivir. No quería morir así, no. Toda su vida, sus sueños, no podían perecer en ese momento.
Con la pierna que tenía libre, intentó patear a la marioneta, pero no logró quitársela de encima. A pesar de que tenía la garganta seca, volvió a chillar.
Dimitri no podía salvarla, porque estaba rodeado.
No quería morir. El terror la había invadido, y movió sus extremidades como pudo para poder liberarse. Su corazón latía con violencia, y sudaba.
—¡SOLTAME! —llorizqueó.
De pronto, el títere liberó su muñeca. Ámbar alzó rápidamente el brazo para atacarle la cabeza, pero notó que alguien más lo había hecho por ella.
Noah.
Noah Elenis, el traidor, la había salvado.
Reino de los Cielos.
De pronto, los seguidores de Luzbel recibieron la orden de retirarse. En patota, corrieron y se arrojaron al vacío desde la nube más alejada.
Habían herido a algunos ángeles, pero ninguno había muerto. Un grupo de Celestiales blancos los siguieron, decididos a atraparlos.
—¡Maldita escoria! —Poyel, conocido por su mal carácter, le pegó un puñetazo a la pared blanca, furioso.
Habían sido invadidos para poder llevarse a su líder. Habían alborotado al Cielo. Habían generado inseguridades que antes no habían existido allí.
En ese momento, Namael apareció en la Sala Blanca. Le faltaban algunas plumas, tenía heridas en la piel y se veía sucio y demacrado. Se encontraba agachado, mirando el suelo fijamente.
—¡NAMAEL! —exclamaron los ángeles, y corrieron hacia él.
Raguel sabía que algo andaba mal. No sólo por su apariencia... sino porque Namael siempre mantenía la cabeza en alto.
El ángel rojo se inclinó y le tendió una mano a su líder. Él no la tomó. La multitud murmuró con consternación.
—¿Qué ocurrió, Namael? —inquirió Raguel con preocupación.
El ángel herido alzó la vista. Estaba llorando. Dios mío ¡Estaba llorando!
—Tuve que escapar. Me teletransporté... —tenía la voz quebrada y ronca—, porque no soporté que me robara. Que me robara mi más doloroso recuerdo.
Raguel sintió que la furia invadía su cuerpo completo. Los Demoníacos habían generado un caos en la Tierra para poder distraer a los Celestiales, y así lastimar a Namael ¡A NAMAEL!
Sin embargo, controló sus emociones. Debía mantener la calma para no alterar a los demás.
—¿Qué recuerdo le robaron? —preguntó Poyel.
El líder se puso de pie.
—El más peligroso de todos —se secó las lágrimas, y se pasó la mano por la cara.
El Cielo se quedó en silencio. Namael jamás había mostrado tantas emociones.
—Necesito hablar con los ángeles rojos y dorados en privado, por favor. Prometo decirles la verdad completa a todos en el Cielo, luego de que haya consultado con mis hermanos más cercanos.
Los ángeles plateados, blancos y negros asintieron, y se retiraron de la sala con desánimo.
—Luzbel conoce la ubicación y las puertas del Cielo, por eso entró. Pero tiene informantes aquí dentro —anunció Namael, con la voz algo ronca—. Sino no hubiese actuado del modo tan confiado en que lo hizo últimamente.
—¿No confías en los ángeles de medio y bajo rango? —preguntó Poyel.
—No confío en ellos. Tampoco en los Emisarios. Alguien de aquí dentro debe de haberlos ayudado.
—Namael —lo interrumpió Raguel—. ¿Qué recuerdo te robó Luzbel?
—Me avergüenza decírselos —suspiró, conteniendo las lágrimas una vez más—, pero tengo que hacerlo... porque ya los puse en peligro demasiado tiempo a causa de mi error.
El ambiente estaba tan tenso en el Cielo, que el aire podría cortarse con una navaja. Todos se quedaron esperando a Namael, quien respiró profundamente antes de decir:
—Nosotros realmente contamos con una fuente divina de poder. El Cielo es inmaculado, y todo lo que se cree aquí, tiene magia blanca...
—Eso ya lo sabemos...
—No me interrumpas, Raguel. Les estoy diciendo esto porque, aunque Dios no esté aquí, su poder perdura. Lo único que no podemos hacer con su magia es volver a crear almas espirituales. Sólo nacen naturalmente.
—¿Estás diciendo que no necesitamos a Dios? —el ángel rojo, Raguel, estaba muy sorprendido.
Los ángeles rojos y dorados esperaron la respuesta del líder con expectación.
—¿No lo han notado? Desde la muerte de Adán y Eva, el Cielo no ha sido el mismo... y Dios tampoco.
>>Como bien se sabe, él creó a los ángeles, Emisarios y humanos a su imagen y semejanza. Dios también sentía dolor, tristeza, felicidad... —había un silencio sepulcral en la sala. Todos deseaban que fuera al grano—. La angustia acabó por matarlo.
—¿Qué? —Raguel se sostuvo de una columna de oro para no caer—. ¿Dios está muerto?
Se escuchó un murmullo de desaprobación en la sala. Algunos ángeles empezaron a llorar. Otros se desmayaron, y varios se enojaron. Otros negaron la realidad.
—Sí... murió en mis brazos —decirlo en voz alta era súper doloroso—. Continué en secreto con legado de nuestro señor, protegiendo lo mejor posible las almas destinadas...
>>Lo que pasó con Mía Loncar me desestabilizó. No sé quién la mató y por qué lo hicieron. A pesar de que en su cuerpo hallaron rastros de un arma negra, su espíritu no pereció... el Emisario Ismael la encontró deambulando (realmente no sé si reconoció el alma) y la llevó hasta el Cielo... y yo mismo la escolté al Paraíso.
>>El paraíso funciona con magia blanca a pesar de que Dios ha muerto. Es el sitio ideal para que los espíritus pierdan sus recuerdos mientras disfrutan de una estadía plena y se recargan energía celestial.
>>Por todo lo que les acabo de contar, no quería que investigaran mucho el asunto de Mía Loncar. Por lo tanto, escondí los archivos en el Paraíso... pero ahora que Luzbel tiene conocimiento sobre lo que pasó con Dios, no tiene más sentido que esconda que el alma ha reencarnado...
Todos se mostraron atónitos. Muchos ángeles estaban controlando sus emociones o demasiado abrumados como para abrir la boca.
Sin embargo, fue Raguel quien habló:
—Escondiste los archivos de defunción de los padres de Samaras también ¿Verdad?
—Sí. Era humillante para el Cielo que se hubieran robado dos almas en una noche... y que el Emisario que había estado a cargo entonces fuese tan importante. Por eso habíamos hecho un pacto de silencio... —Namael se tomó la cara con ambas manos—. He mentido muchísimo para proteger la estabilidad Celestial y para continuar con el legado de Dios...
Raguel se apretó las sienes, consternado.
—¿Quién era el Emisario que permitió que los Samaras murieran?
—Domingo Gori.
—¿Por qué le permitiste que continuara en el Cielo?
—Una negligencia no lo convertía en un mal Emisario. Él era de los mejores Emisarios de nivel tres. Hicimos un pacto de silencio y decidimos que continuara con su labor... pero no duró mucho. Fue asesinado por marionetas en el siglo dieciocho ¿Recuerdan?
—Sospechoso —observó Poyel.
—Lo sé, lo de Domingo Gori fue sospechoso. Pero tenía que ser estratega ¿Comprenden? La estabilidad del Cielo siempre fue la prioridad —Namael soltó un largo suspiro.
Se escucharon murmullos en la sala.
—El poder de los ángeles rojos ¿No proviene directamente de Dios? —preguntó un ángel dorado.
—Ya te dije: todo lo que él ha hecho permanece. Así que sí, proviene de él, pero perdura a pesar de su perecimiento.
—Has estado usando la excusa de las "órdenes de Dios" durante milenios —observó Poyel, entornando los ojos con suspicacia—. Nos has ocultado información y nos has mentido en nombre de mantener la estabilidad Celestial ¿Qué has logrado con eso? ¡El Cielo está en peligro!
—¡Cierto! ¡Usó el nombre de Dios para que todo el Cielo hiciera lo que quisiera!
—¡Era por eso que "Dios" había perdido su omnipresencia! ¡Era Namael quien nos observaba desde el Cielo en los lugares sagrados!
Empezaron a murmurar en la sala. Namael escuchó la palabra "destitución" entre ellas.
—¡Cállense! —exclamó el líder rojo, furioso—. ¡Todo había funcionado bien hasta que reencarnó esa alma! ¡Esa alma que está vinculada con Alexander Samaras desde hace dos siglos! ¡Por eso estuve pensándolo hasta que decidí destinarla! El Demonio estuvo calmado durante doscientos años ¡No pensé que reconocerían a Mía Loncar! Ahora es Ámbar Boyer no sólo la primera humana en ver a los inmortales, sino en enfrentarse con ellos. Debemos devolverla al Cielo antes de que sea demasiado tarde... ¡Posee una gran espiritualidad! Por eso se la encargué a Noah Elenis.
Los ángeles se veían indignados.
—Era por esa alma todos señalaban a Alexander Samaras ¡Era más fácil culpar a un inocente que decir la verdad! —Poyel estaba indignado—. Y pensar que yo fui uno de los primeros en exigir su castigo... Habrá roto las reglas, pero jamás tuvo malas intenciones.
—¡Es cierto!
—¡Namael también rompió las reglas al mentirnos!
El líder rojo, quien siempre había sido soberbio, mantuvo una actitud calma, mientras el Cielo era un caos de murmullos.
Raguel, conocido por ser la mano derecha de Namael, trató de calmar el ambiente tenso que había en la Sala Blanca.
—Luzbel quiere que nos peleemos entre nosotros. Quiere que nos dividamos y hacerse con el poder. Razonemos, muchachos. Tenemos que crear estrategias para poder defendernos.
Namael asintió, y los demás ángeles cerraron la boca.
—Lo primero que debemos hacer es convertir en Emisarios a los novatos. Necesitamos mano de obra.
—Tardarán días en recuperarse... —interrumpió un ángel dorado.
—... pero esta batalla ¿Cuánto durará? —concluyó Raguel.
Los Celestiales asintieron y empezaron a sacar conjeturas.
—También debemos cambiar las tradiciones.
—¿Las tradiciones? —Namael alzó una ceja. Él era un fiel conservador.
—Dios ha muerto, hermano. Ahora no contamos con una fuente de poder infinita... debemos cuidar a quienes tenemos con nosotros e invitar a nuevas personas a unirse a esta familia.
—¿Deseas formar nuevos Emisarios? —preguntó Poyel, quien aún se encontraba muy enojado.
—Emisarios y Emisarias. Necesitamos puntos de vista femeninos en el Cielo.
Namael abrió la boca para hablar, pero Raguel lo detuvo.
—Ahora ya no tomarás las decisiones solo. Será por cantidad de votos de ángeles rojos y dorados. Esto dejó de ser una monarquía y se convirtió en una democracia.
Los ángeles aplaudieron a Raguel. Él hizo un gesto con la mano para que hicieran silencio.
—Namael ¿Hay algo más que debas decirnos? Por ejemplo ¿Qué hiciste con el cuerpo de Dios? ¿Cómo hiciste para manejar la toma de decisiones por tu cuenta durante todos estos años? ¿Realmente confías en Noah Elenis para que traiga a Boyer al Cielo? ¡Fue discípulo de Domingo Gori! ¿No te parece un movimiento arriesgado? ¿Qué otra información nos has ocultado?
El ángel rojo pensó que sus colegas se tomarían mucho peor el asunto de la muerte de Dios ¿Quizás lo habían supuesto debido a su ausencia? Milenios atrás, el señor Celestial solía presentarse de vez en cuando a reuniones...
Para Namael fue muy difícil hacerse cargo de todo solo luego de su muerte. Ahora que se sabía la verdad y que sus compañeros habían actuado civilizadamente, debía admitir que se sentía aliviado.
Compartir la carga sería bueno, a pesar de que querían cambiar las reglas del Cielo.
—Bueno... ¿Por dónde empiezo?
Muchas gracias por leer :)
Nos vemos mañana :)
Sofi 💙
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