Capítulo 53: "Traidores".
Jerusalén. 26 de julio de 2019.
Hacía calor, y eran más de las cuatro de la tarde.
Luzbel y Namael se encontraban en uno de los lugares sagrados de Dios. No había humanos entrenando para ser Emisarios y tampoco ningún Demoníaco. Sólo podían verse los ciudadanos a un kilómetro de distancia.
El señor de las Tinieblas era consciente de que Dios estaría observándolos en ese territorio. También sabía que Namael sería más fuerte allí.
Sin embargo, él también había sido un ángel rojo, por lo tanto, sería tan fuerte como el líder Celestial. Ni siquiera Dios había sido capaz de quitarle su fortaleza.
—¿Qué estás buscando? —Namael se puso frente a su hermano, a una distancia muy breve—. ¿Por qué estuviste molestando con los Cazadores y marionetas en diferentes partes del mundo? ¿Qué esperas?
—Quiero ver a Dios.
—Dios no se ocupará de una escoria como...
En ese momento, Luzbel convirtió su mano derecha en una garra con uñas largas y filosas, como lo hacían los Cazadores.
Namael tomó su cetro y decidió atacarlo primero. Lo hirió levemente en el abdomen, pero su enemigo no dudó en defenderse.
Se vieron envueltos en una larga y violenta lucha.
* * *
Pelearon hasta el anochecer. Tenían la carne desgarrada, les faltaban algunas plumas a sus alas y su ropa se había manchado con sangre.
Sin embargo, el Diablo no se daría por vencido. Había venido a una cosa. Tenía que conseguirla.
En ese momento, usó su magia para crear una ilusión. Fue tan rápida e imperceptible, que Namael no notó lo que había hecho, hasta que fue demasiado tarde: Luzbel se le había arrojado encima y había comenzado a apretarle el cuello... pero no para asfixiarlo, porque así no morían los inmortales. Sino para robarle los recuerdos.
* * *
Namael se resistió, pero la magia negra era demasiado poderosa. No quería mostrarle su secreto a nadie, y mucho menos, a él.
Luzbel estaba loco. No había dudado en asesinar a sus padres y a sus hermanos a diestra y siniestra, y también había sembrado la semilla del caos en el mundo durante milenios...
—¡NO! —farfulló, intentando zafarse de esa magia asfixiante.
Sin embargo, hubo una imagen que se escapó de su mente. Se deslizó como agua entre sus dedos.
Dios.
Dios lucía como el primer humano que había existido en el mundo. Tenía aspecto de un adorable niño de tez de color chocolate, cabello crispado y baja estatura. Aparentaba unos siete años.
Estaba muerto en sus brazos. Muerto por la angustia de la rebelión de Luzbel. Le acarició el rostro, y lo enterró en el paraíso: un lugar mágico en donde sólo habitaban las almas que reencarnarían.
Namael sabía que no podía decirle la verdad a los Celestiales: por eso se puso más riguroso con el sistema de almas destinadas. Él debía hacer que murieran para que reencarnaran. Ahora que Dios ya no respiraba, la espiritualidad debía continuar de alguna forma. Los espíritus debían renovarse en el paraíso.
—¡Lo sabía! ¡Dios está muerto! —Luzbel continuó apretándole el cuello, disfrutando de aquella situación—. Me imagino que vos debés haberte llevado muchas almas al Cielo de forma discreta ¿No es así? ¿Has estado haciendo el trabajo de algunos Emisarios y Cazadores?
La sensación de asfixia y la desesperación porque Luzbel le había robado su más preciado recuerdo —el de Dios muerto entre sus brazos—, provocaron que una lágrima recorriera su rostro de manera involuntaria.
El señor de las Tinieblas se la secó en un gesto burlón.
—¡Suéltame! —Namael usó su cetro para golpearlo.
Luzbel cayó hacia atrás, y volvieron a enrollarse en una pelea inmortal.
Santiago de Chile, 26 de julio de 2019.
Juan Tadeo había visto la traición de Chloe Samaras. Él había sospechado que las hermanas Samaras no eran de confiar: su intención siempre había sido proteger a su hermano menor.
Beatriz Glinda le había proporcionado un amuleto de agua, que le permitía la comunicación con ella cuando el mismo entrara en contacto con líquido.
Juan se acercó al caudal del río Maipo (en Santiago de Chile) y sumergió el artefacto. De pronto, se formó humo negro en el espejo de agua, y un sonido extraño ocupó el ambiente.
—Tadeo, espero que me hayas contactado por algo importante.
La sombra de humo de Beatriz se movió. Debía de estar sumamente ocupada haciendo magia para Luzbel.
—Nos han traicionado.
—¿Quiénes? —no parecía sorprendida. Ella estaba acostumbrada a ese tipo de situaciones.
—Las hermanas Samaras. Vi que Chloe le cortó el cuello a Eurico, y escuché que estaba defendiendo a su familia. Lo último que le dijo fue: "Nunca volverás a salirte con la tuya, basura".
—¿Sabés quién fue Tello? El asesino de los padres de las Brujas Samaras —explicó Glinda—. Es evidente que Chloe aprovechó la oportunidad para vengarse, creyendo que nadie la vería. Debe haber actuado por impulso, sin consultarle a su hermana, quien todavía está entreteniendo a Alexander.
—¿Qué debemos hacer?
—Sangre se paga con sangre, querido Cazador. Chloe mató a Tello. Tú y los tuyos tendrán que acabar con la vida de Alysa Samaras... y si puedes, con la de Alexander también.
Bariloche, 26 de julio de 2019.
Noah se quitó la capucha, y dejó su arma al lado de Beatriz.
—Logré mi cometido, señora Glinda.
—¿Te vio algún Celestial?
—Sí, me confundieron con un Cazador.
—¿A quién le habían asignado el alma destinada?
—A nadie aún. Murió apenas se anunció de su destino en la Asamblea Blanca. No llegaron a asignarle un Emisario. Hubiera sido problemático que nombrasen a alguien.
—Excelente trabajo, Celestial ¿Hay alguien más que esté trabajando con vos?
—Sí: el Emisario Ismael, el ángel Vehuel y los novatos. Continuaré con el legado de Domingo Gori.
—Tu mentor era un fiel seguidor de Luzbel. Espero que sigas sus pasos como lo has prometido.
—¡No puede ser! ¡NOAH! —Alexander se cubrió el rostro con ambas manos—. ¡Creí que era mi amigo!
No podía ser. Noah y él habían compartido muchísimas cosas juntos. Él no... él...
Alexander comenzó a toquetear su reloj con nerviosismo. Alysa lo tomó de los hombros.
—Dimitri sí es tu amigo. Él no te ha traicionado y tampoco sabe lo de su primo.
—No puede ser —temblaba de pies a cabeza.
No quería aceptar que lo habían traicionado, ya que eso le dolería demasiado.
—Alex, necesitás calmarte. Aún hay más cosas que debes saber... pero ya te he entretenido demasiado tiempo. Por eso, te las diré.
¿Qué? ¿De qué estaba hablando?
—¿Qué me has entretenido...? —estaba consternado.
Su hermana mayor le tomó el rostro. Su contacto se sintió frío pero suave.
—Lo que te voy a decir, sólo yo y el Celestial que la elevó lo sabemos —inspiró una larga bocanada de aire, y soltó—: Ámbar y Mía son la misma persona.
¿QUÉ?
Alexander sintió que se le revolvía el estómago aún más.
—¿Qué? —¿Acaso su hermana quería volverlo loco? ¿Cómo podían ser la misma persona?
—Escuchaste bien. Al principio, lo dudé. Incluso Glinda nos había exigido que usáramos el pañuelo y los artefactos malignos para hacerte creer que ellas eran el mismo ser, pero cuando la vi, lo comprobé: ambas tenían el aura de color púrpura con rayos iridiscentes.
>>Su alma estuvo atrayendo a demonios de bajo rango y Cazadores, pero ninguno se atrevió a actuar sin antes escuchar las órdenes de Glinda o Luzbel.
>>Estuvieron haciendo tiempo hasta que el artefacto incrementador de espiritualidad estuviera listo. Ahora que lo está, sólo necesitan lágrimas de Namael para hacerlo funcionar. Si lo consiguen, todos los Cazadores podrán alimentarse del espíritu de Ámbar, y se volverán sumamente poderosos. Derrocarán a Dios.
Alexander se sintió demasiado débil. Temblaba tanto, que no era capaz de mantenerse de pie.
Noah había sido un traidor.
Mía y Ámbar, formaban el mismo espíritu.
Dios a punto de ser derrocado.
Pocas veces en su vida se había sentido tan mareado, tan débil y sufriendo de tantas emociones abrumadoras al mismo tiempo.
—Debo rescatar a Ámbar... —fue lo primero que balbuceó.
Si era cierto que ella y Mía eran la misma persona, no debía permitir que corriera el mismo destino. No de nuevo.
—Hay algo más que debo decirte, hermano —lo interrumpió—. Ya estuviste más de un día observando mis recuerdos.
¿QUÉ?
—¿Un día? —Alexander se puso de pie, tembloroso y asustado—. ¡Ámbar!
Alysa lo tomó de la muñeca, deteniéndolo. Era tan fuerte que daba miedo.
—Lamento haberte entretenido —se encogió de hombros—. Lo hice para que sobrevivieras. Espero que no pienses que el deseo de supervivencia me convierte en alguien despreciable... y que eventualmente puedas perdonarme.
—¡NO PUEDE SER! ¡ME ENTRETUVISTE UN DÍA ENTERO Y ÁMBAR ESTÁ EN PELIGRO!
Si hubiera tenido un corazón, le habría latido con muchísima violencia. Se soltó del agarre de su hermana, y giró desesperadamente hacia atrás para echarse a correr hacia la cabaña, pero se encontró con un Cazador.
Maldición ¡Maldición!
El demoníaco se quitó la capucha, dejando a ver las cicatrices que decoraban su rostro. Tenía marcas en la barbilla, en las mejillas y en la frente. Sus ojos negros brillaban con intensidad, y resaltaban gracias a su piel canela.
—Alexander Samaras, no hace falta que vayas a la cabaña a buscar a la humana púrpura. Ella se fue ayer a Chile, gracias a la trampa que le hizo tu hermana, Alysa.
>>Vos no podés salir del territorio argentino porque perderías tu inmortalidad. Así que deberás quedarte luchando con nosotros.
—Yo no lucharé contra mi hermano —intervino Alysa, parada detrás de Alexander y cruzando los brazos—. Sé que estuve mal en entretenerlo, pero él ahora sabe la verdad, y sobrevivirá.
—¿Sabe la verdad? —el Cazador sonrió—. Siempre le dije a Glinda que las Samaras nos traicionarían. Ella se rehusaba a creer eso de su mejor alumna, vos... pero sí lo esperaba de Chloe, quien asesinó a Eurico Tello en Santiago de Chile.
—¿Qué? —Alysa se veía sumamente sorprendida.
—¿El Cazador, Eurico Tello? —¿El asesino de sus padres?
Le dolía la cabeza. Se sentía abrumado y con un agujero en el pecho (sí, no tenía corazón, pero su sensación de vacío no era por eso).
—El asesino de nuestros padres —le recordó Alysa.
Entendía a Chloe, pero... ellas tampoco habían obrado correctamente.
—La vi justo con las manos en la masa. Tello estaba tirado en el piso, herido con una daga Celestial con esmeraldas...
El arma que le había dado a Ámbar, pensó Alex ¿Ella lo habría atacado? De sólo pensar que su querida escritora pudiera haberse enfrentado sola con un Cazador, sintió escalofríos.
—...y Chloe se aprovechó para engañarlo y cortarle el cuello. Le dijo que lo hacía por sus padres y por haber herido a su hermano —¿Eurico Tello había sido el Cazador que lo había atacado para robarse el alma de Mateo?
A pesar de sus errores, Alysa y Chloe nunca habían dejado de querer a su familia. Eso lo conmovía y lo enfurecía ¿A cuántas personas inocentes habrían matado en nombre del amor?
Él debía librarse de esa situación, pronto. Necesitaba rescatar a Ámbar.
—¿Chloe me desobedeció? —Alysa se veía consternada.
—Realmente quería el alma de Pérez —comentó el Cazador, ignorando la pregunta de la Bruja—, pero todos los Cazadores competían para volverse más poderosos. Todos tenemos hambre. Por esa razón, sólo lo hicimos como distracción...
Alexander decidió que lo estaban distrayendo demasiado. Debía ir a Chile a buscar a Ámbar, aunque eso le costara su inmortalidad... o la vida.
Se adelantó, y el Cazador mostró su mano derecha, cuyas uñas eran aterradoras.
—Ustedes dos no se van a ningún lado. Chloe mató a uno de los míos... y eso sólo se pagará con su misma sangre.
—¿Toda esa introducción para amenazarnos...? —preguntó Alysa, pero en ese instante, se quedó callada.
Porque detrás del Cazador, habían aparecido diez marionetas demoníacas.
Muchas gracias por leer, nos vemos mañana :)
Sofi 💖
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