Capítulo 48: "Caos".
25 de julio de 2019. En todo el mundo.
En distintos lugares del planeta Tierra, cientos de Cazadores crearon marionetas con almas deambulantes.
También empezaron a masacrar a algunas almas destinadas, para desestabilizar al Cielo y hacerlo reaccionar de manera impulsiva.
Mientras tanto, Beatriz Glinda se encontraba conversando con Luzbel, en algún lugar desértico del planeta Tierra.
—Estuvimos esperando durante más de trescientos años este momento ¿No está emocionado, señor?
—Emocionado, no. Ansioso, sí. Después de tanto tiempo, hemos conseguido todas las condiciones necesarias para destronar a los Celestiales: el amuleto que tanto les costó crear, el alma púrpura destinada, desconfianza en el reino de Namael... sólo faltan sus lágrimas.
—Sus lágrimas, y que la humana llegue a Santiago de Chile —agregó Glinda—. Me alegra que usted sí haya confiado en las mujeres, incluso cuando nadie lo hacía.
—Conozco su inteligencia, están a la par de los hombres... pero tienen la ventaja de que no todos piensan así. Pueden fingir ser tontas y coquetear, y luego dar una puñalada por la espalda... tal y como lo hicieron las hermanas Samaras.
—¡Tal cual! Esas muchachas han aprendido muy bien. Siempre supe que eran especiales —la bruja se quedó pensativa unos instantes—. ¿Sabe qué, señor? Hay algo que los Celestiales no están esperando: la traición de uno de los suyos. Será uno de los celestiales quién intentará matar a Ámbar Boyer de manera prematura.
—Lo sé. El plan es infalible.
—Sucedió lo mismo con Mía Loncar —agregó la bruja—. Aunque no pudimos hacerle creer a nadie que ella era su reencarnación, la historia se repetirá: morirá en manos de la misma arma, y del mismo inmortal... pero esta vez no sólo usaremos su sangre, sino también su alma.
25 de julio de 2019. Reino de los Cielos.
Namael no esperaba que destinar un aura púrpura le hubiera traído tantos problemas. La cabeza le dolía, y se sentía realmente consternado. Por esa razón, permitió que el ángel Raguel diera las órdenes ese día.
—¡Emisarios! ¡Vayan a proteger a los humanos de las marionetas!
—¡Están en cientos de lugares distintos! —exclamó Abraham, consternado—. ¡Deberíamos ser muchos más Emisarios! ¡Los novatos no podrán con esta tarea!
—¡No hay tiempo para pensar en el pasado! —lo regañó el ángel Raguel—. ¡Váyanse a proteger las almas! ¡Novatos y antiguos! —luego miró a los ángeles blancos y negros—. ¡Ustedes también, bajen a la Tierra! ¡Llévense todas las armas que tengan a disposición!
—¡El cielo quedará desprotegido! —exclamó Dorien, un Emisario.
—¡Los ángeles rojos, dorados y plateados estaremos aquí! ¡Dios nos ayudará! —aulló Raguel—. Ahora ¡Váyanse!
25 de julio de 2019, Buenos Aires, 2.35 p.m.
Llovía. El Emisario de nivel tres, Elenis, se transportó al hogar de su subordinado.
Desafortunadamente, Dimitri se encontró con un Cazador en la vivienda de Samaras. Estaba sentado en el sofá de la sala de estar. Verlo tan cómodo allí le provocó una oleada de ira.
—Vine a esperar al alma destinada. El día está hermoso ¿No creés?
Los Cazadores amaban la lluvia y la nieve, ya que de ese modo podían evitar dejar rastros. Dimitri rogó que Alexander se encontrara bien en el sur, y sacó su espada... dispuesto a luchar a muerte contra su enemigo.
25 de julio de 2019. Aeropuerto de Bariloche.
Eran más de las dos y media de la tarde. Ámbar se hallaba esperando su vuelo de último minuto, que sería en un par de horas. Samantha se había ido sin decirle a dónde.
No era capaz de dejar de llorar ni de temblar. Se encontraba sola e indefensa, contra un mundo de inmortales que aún no conocía con claridad.
Se preguntaba si Alexander estaría bien. Pensó en su hermano, y lo llamó por teléfono, pero dio el buzón de voz. Le escribió un WhatsApp para preguntarle cómo andaba, pero no leyó el mensaje.
Se cubrió el rostro con ambas manos y lloró. No podía creer todo lo que estaba pasándole, era una pesadilla. Desearía que Alexander estuviera a su lado para darle confort, pero ni siquiera sabía si se encontraba a salvo.
Estaba sola. Extrañaba a Hojita y a Lucero, y se preguntaba si alguna vez volvería a verlas...
En ese instante, hubo un apagón en el aeropuerto.
Ámbar se puso de pie, alterada. Apretó con fuerza la daga que le había dado Alexander, preparándose para lo peor. Las piernas le temblaban y sudaba frío.
Aguzó los oídos, y notó que se escuchaba esa maldita música que había oído en la cabaña de Samaras. Habían estado siguiéndola. Sintió un escalofrío en la espina dorsal, pero permaneció alerta. Miró hacia los demás ciudadanos, y vio que todos estaban quietos. Hipnotizados.
Esperen... el poder hipnótico ¿No era algo de los Emisarios? ¿O allí había una Bruja?
Ámbar se mantuvo de pie, atenta hacia todos lados. El aeropuerto no estaba oscuro gracias a los ventanales y a las luces de emergencia.
De repente, una nube negra comenzó a formarse frente a ella. Ahogó un grito, cuando vio que lo que apareció era una especie de esqueleto putrefacto, con luces rojas donde deberían estar los ojos.
Marionetas demoníacas. Alexander ya se las había mencionado. Tenía que tratar de arrancarle la cabeza para que la misma desapareciera y evitar a toda costa que ésta la lastimara.
—¡ALEJATE DE MÍ!
Sin embargo, el esqueleto se abalanzó sobre ella. La empujó hacia atrás, y su espalda golpeó contra una de las banquetas. A pesar de tener el corazón en la boca, Ámbar se recuperó rápidamente, y trató de asestarle un golpe con su cuchillo al títere. Sin embargo, éste lo esquivó con facilidad, y en cambio, le escupió humo negro en el rostro.
Ámbar cayó de rodillas y empezó a toser. Le picaba la garganta y le escocían los ojos ¿La habían envenenado? Maldición, maldición, estaba teniendo dificultad para respirar.
Tomó su daga y lanzó golpes al aire con la mano derecha, mientras sostenía su cuello con la izquierda. Lamentablemente, lo único que logró con ello fue que la marioneta le pegara una patada en el estómago.
Boyer gimió de dolor, y la sensación de estar ahogándose, empeoró. Entre el humo y el dolor, apenas era capaz de respirar.
Este es mi fin, pensó, tratando de inhalar oxígeno con sus últimas fuerzas. Se tomó el cuello con ambas manos, rogando por un poco de aire, y dejando caer la daga a su lado.
En ese instante, el humo negro desapareció de su pecho, como si se hubiera desvanecido por arte de magia. Ámbar alzó la vista, y notó que frente a ella había un ángel de alas blancas como la nieve, que medía casi dos metros de altura y vestía traje y cabello castaño. Tenía a la marioneta tomada del cuello y sosteniéndola en lo alto. El títere movía los pies y los brazos, desesperado por liberarse.
—¿Quién te envió? —rugió, con una voz tan ronca que a Ámbar se le pusieron los pelos de punta.
La marioneta no respondió, por lo tanto, el ángel le arrancó la cabeza.
Ámbar sintió que estaba a punto de vomitar. Todavía poseía dificultad para respirar (por los nervios) y no podía creer que, frente a ella, hubiera un ángel ¡Un ángel!
Todavía seguía escuchando la música. Deseaba poder arrancársela de los oídos. Deseaba desaparecer de allí mismo en ese preciso instante.
—La música —jadeó la escritora de Booknet, con voz quebrada. Se notaba cuán asustada se encontraba—, es magia negra...
—Lo sé. En este lugar hay una Bruja, un Cazador y un Emisario.
—¿Un Emisario? —preguntó.
—Sí, deben estar luchando... pero nosotros debemos irnos, Ámbar Boyer. Debes cumplir tu destino antes de que sea demasiado tarde —el ángel le tendió la mano.
Luego de todo lo que había sucedido, sólo confiaba en dos seres: en Alexander y en Samantha. No quería morir en manos de ningún inmortal. No quería "cumplir con su destino". Quería vivir.
Aprovechando esos pequeños segundos de ventaja, Ámbar tomó la daga, se puso de pie y, sin vacilar, se echó a correr.
Corrió hacia la salida del aeropuerto, pero pronto vio que había cometido un error: un Cazador, una de las hermanas de Alex y Noah se encontraban batallando cuerpo a cuerpo. Los súbditos de Luzbel asestaban golpes muy rudos al Emisario, quien era muy buen luchador.
Ámbar intentó desviarse hacia otro lado, pero el ángel blanco voló hasta donde se encontraba la humana de alma púrpura, y la tomó del brazo.
—Tenemos que irnos. Caminarás conmigo, o te arrastraré a la fuerza.
—¡Soltame! —chilló Ámbar y le apuntó con la daga al hombre alado.
En ese instante, una espada voló hacia donde se encontraba el ángel. Éste la esquivó con un grácil movimiento. Ámbar ahogó otro grito.
—¡Abathar! —exclamó el Cazador—. ¡No has perdido tus reflejos!
—Juan Tadeo, el Cazador más buscado por el Cielo ¿Has sido tú quien ha asesinado a Mía Loncar?
—No puedo creer que los celestiales todavía no sepan quién asesinó a esa muchachita... Dios necesita innovarse si quiere ponerse a la altura de nuestro señor.
—¡Escoria!
—No se imaginan lo que les espera... —soltó, y el ángel y el Cazador comenzaron a luchar.
La escritora retrocedió, sin despegar la vista de la batalla. Chloe Samaras se encontraba de brazos cruzados. Había dejado de luchar contra el Celestial para observar al Cazador.
El Emisario Elenis corrió hasta donde se encontraba la mujer de aura púrpura, y la tomó del brazo.
—Vamos, te sacaré de aquí.
Ámbar odiaba sentirse como un premio al cual todos se creían con derecho a reclamar. Apretó los labios, pero fue Abathar quien soltó:
—Aún no te he dado ninguna orden, Emisario —intervino el ángel blanco, pero tuvo que volver a concentrarse en su pelea.
Peleaban cuerpo a cuerpo de una manera tan violenta, que Ámbar se sintió descompuesta al ser testigo de semejante escena. Demasiada sangre para su gusto.
Boyer sintió que le temblaban las piernas, y era el Emisario Noah con su fuerte agarre quien impedía que cayera de rodillas.
Pronto, Chloe, con los ojos llenos de lágrimas, se paró frente a Noah, y se cruzó de brazos.
—Déjala ir.
¿Dejarme ir?
—Sabes que no puedo hacer eso, Samaras. Debo llevármela para que esté a salvo...
La hermana de Alexander se mordió un dedo, y le empezó a brotar sangre del mismo.
—Déjala ir —repitió. Su tono de voz sonó aún más amenazante que la primera vez.
Ámbar sintió que estaba a punto de desfallecer del miedo.
—No puedo —insistió Noah.
Ámbar escuchó un ruido como de huesos quebrándose, y un grito. Miró hacia atrás, y vio que Juan le había quebrado un ala al ángel. Apartó la mirada, conteniendo las ganas de vomitar. Estaba horrorizada.
—No puedo perder tiempo —agregó el Emisario, y chasqueó los dedos, quitándole la hipnosis a los humanos que estaban en el aeropuerto.
Esperen un segundo ¿Él los había hipnotizado, en lugar de la Bruja? ¡Tenía que haberlo hecho! ¡No habría otra forma de que pudiera haber quitado el hechizo con tanta facilidad!
¿Y si Noah se había complotado con las hermanas Samaras? ¿Si habían usado a Alexander para generar problemas Celestiales?
A veces, los corazones generosos, son los más ciegos, pensó Ámbar. Entonces lo entendió: por eso Alexander nunca había descubierto al traidor Celestial ¡Porque se trataba de un amigo de él!
Dios mío, tenía sentido. Tenía sentido que hubiera sido Noah. Aunque ella desconocía buena parte de la historia, tuvo la corazonada de que tenía razón. Él podría haber asesinado a Mía. Él podría haber estado usando a Alexander para una concretar una rebelión.
No puedo creer que los Celestiales todavía no sepan quién asesinó a la muchachita, había dicho el Cazador.
Chloe había querido liberarla. Por alguna razón, le pareció más confiable la Bruja que el Emisario, quien había insistido en que Ámbar se marchara con él.
Era él. Él quería matarla, por eso deseaba llevársela. Siempre había sido Noah el principal traidor. No tenía ninguna duda.
Se sentía descompuesta. Necesitaba hablar con Alexander para avisarle lo que había descubierto. También necesitaba contactarse con su hermano, Lorenzo. Sin embargo, la prioridad en ese momento, era sobrevivir.
Noah y Chloe seguían discutiendo sobre qué hacer con Ámbar, y Abathar y Juan seguían batallando a muerte. Boyer se colocó el anillo que le dio Alexander, y salió corriendo hacia el avión que debía llevarla hacia Santiago de Chile.
—¡Ámbar! —escuchó que los inmortales gritaban su nombre.
También escuchó un aullido desgarrador, que le provocó piel de gallina. El ángel debe haber muerto.
A pesar del terror, no se volvió hacia atrás. Sintió que el anillo debía de haberla camuflado entre la multitud de personas que había en el aeropuerto, porque Chloe y Noah aún no la habían localizado.
Con los nervios de punta, corrió y corrió. "Huir es tu mejor opción", le había dicho Alexander.
Debía subir al avión, antes de que fuera demasiado tarde. Subir al avión, salvar a su hermano, y contactarse con Alexander cuanto antes.
¡Muchas gracias por leer!
Nos vemos mañana ❤️
Sofi ❤️
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