Capítulo 46: "Amuletos".
25 de julio de 2019. Asamblea Blanca.
—Namael ¿Todavía no han tomado una decisión con respecto a Ámbar Boyer? —preguntó el ángel Poyel.
Dimitri se encontraba sumamente nervioso. Observaba la sala con ansiedad, mientras pensaba en lo que había hecho en los últimos dos meses.
Durante ese tiempo, había viajado en reiteradas ocasiones, intentando seguir el rastro de las diferentes brujas. Sin embargo, acabó encontrándose con una marioneta demoníaca en la ciudad argentina de Rosario. Otros colegas también encontraron títeres, pero en Bolivia y en Chile. Obviamente, habían acabado con ellas.
Había intentado descubrir quién era el espía Celestial, pero no lo había conseguido. Era frustrante.
Por cierto, tampoco había encontrado registros Celestiales respecto a Mía Loncar ni a los padres de Samaras.
Había estado informando a Alexander al respecto, aunque trataba de ser discreto. No quería que nadie estuviera vigilando sus llamadas.
Ese día, Namael se veía más cansado de lo normal. Los Emisarios (de todos los rangos) opinaban con poca cortesía sobre su aspecto físico y sobre lo "tranquilo" que se encontraba el Cielo a pesar de las invasiones Demoníacas.
—¿Han interrogado a las Brujas y a los Cazadores? —respondió el líder rojo, evadiendo la pregunta de Poyel.
—Logré dar con una bruja recién convertida —contó Ismael—. Confesó que su jefa es Beatriz Glinda, pero no quiso dar más detalles al respecto.
—¿Dónde está ahora?
—La asesiné.
Dimitri tragó saliva. Él, al igual que Alexander, eran los únicos dos Emisarios que se oponían a los asesinatos brutales. Deberían de haberla interrogado. Debería haber esperado a hablar con los ángeles...
Las cosas en el cielo no estaban funcionando bien. Seguían comportándose de manera arcaica, como si los tiempos no hubieran cambiado.
Por eso Luzbel tenía ventaja: porque estaba innovándose, al igual que la humanidad.
—Emisario Superior Elenis ¿Por qué está apretando los puños? —inquirió el ángel rojo Raguel.
Se dio cuenta de su gesto, y trató de mostrar una postura relajada.
—Porque estoy preocupado —replicó rápidamente—. Temo que nuestra falta de decisión esté dándoles ventaja a nuestros enemigos.
—¿Falta de decisión? —intervino Namael—. Todavía no di mi anuncio oficial.
Toda la Asamblea se quedó en silencio. Los Emisarios que habían dejado de cuidar sus almas, los ángeles que pausaron su tarea de organizar espíritus y los que se habían tomado un recreo de crear amuletos y armas, estaban allí... esperando la respuesta del ángel más poderoso del Cielo.
—He estado meditando junto a Dios estas últimas semanas. Hemos llegado a la conclusión de que la decisión más cruel pero más eficiente es destinar el alma de Boyer... y que muera esta semana.
>>Noah Elenis será el Emisario a cargo de esta misión.
Dimitri tuvo que apoyarse en una columna de mármol para no caerse.
Algo estaba mal ¿Un Emisario de nivel dos llevando al Cielo a un alma tan poderosa? ¿Y tan pronto? ¡Generalmente le daban un par de meses al Emisario para que observara la conducta del humano!
Esto estaba mal. Muy mal.
Habían convencido a Namael para cometer el peor error celestial: llevarse a un alma joven y llena de vida por temor a Luzbel.
El cielo estaba obrando mal. Matar a un humano inocente no era la salida de sus problemas. Tenían que armar un ejército y encargarse del Demonio ¿Acaso le temían? ¿Pensaban que Dios no podría contra él? ¿O esto era obra del espía que había estado llenándoles las cabezas de ideas raras a los Celestiales?
—Dimitri —su primo le tocó el hombro—. ¿Estás bien?
Negó con la cabeza ¿Cómo podía estar bien si sabía que el cielo había cometido el peor error del milenio?
—¿Cómo morirá la humana? —preguntó Vehuel.
Namael soltó un largo suspiro, y mirando de manera intimidante a su audiencia, replicó:
—Morirá en manos de un inmortal.
—¿En manos de un inmortal? ¿Qué inmortal? —preguntó la muchedumbre—. ¡Hay que tener cuidado con los Cazadores!
Namael negó con la cabeza, y se retiró de la sala.
Dimitri, a pesar de sentirse increíblemente descompuesto y de presentir lo peor, decidió bajar a la Tierra. Necesitaba actuar de inmediato.
24 de julio de 2019. Bariloche.
Las semanas de Ámbar pasaron así: se comunicaba con Lucero unas dos veces por semana para saber de ella, de Rocío, de Zeus y de Hojita (a quien extrañaba horrores), actualizaba en Booknet día de por medio (ya había terminado su libro: "Amor rebelde" y le había entregado el manuscrito a la editorial con la que trabajaba para que lo evaluaran), hacía diseños, iba a esquiar los fines de semana y luego, entrenaba y estudiaba.
Había perdido grasa —porque Alexander la había puesto a hacer una dieta sana para que ganara masa muscular—, y si bien todavía era malísima corriendo —sólo podía mantener una buena velocidad durante quince minutos—, sus movimientos para manejar la daga que le había regalado Samaras habían mejorado. Él le había enseñado los puntos débiles de los inmortales y a defenderse de diferentes tipos de ataques.
Esa noche, luego de su entrenamiento rutinario, Ámbar, Alexander y Samantha se quedaron hasta tarde en el living, comiendo sushi (técnicamente, sólo Boyer y Samaras podían comer) y bebiendo gaseosa light, mientras repasaban el contenido de algunos libros de Alexander.
—Hay tres tipos de amuletos —concluyó Ámbar en voz alta, según lo que había leído—: los Celestiales, los Diabólicos y los neutros ¿Verdad?
—Sí.
—Bien. Según lo que entiendo, los amuletos neutros han sido creados en la Tierra, por eso sus efectos son buenos o malos según la persona que los posea, y tampoco son tan poderosos.
—Exactamente.
—Después están los amuletos Celestiales: son los creados por los ángeles plateados. Pueden servir para rastrear, para proteger a alguien, para ocultarlo del peligro, y su poder puede estar escondido en diferentes objetos de oro y de plata.
—Por ejemplo, este —sacó el anillo de la mamá de Fernando de Aragón—, sirve para proteger a un alma en peligro. Supongo que, en vos, ocultará el color de tu aura para protegerte —se lo entregó—. Quédatelo.
Ámbar lo tomó, boquiabierta.
—No podría aceptarlo...
—Es un amuleto Celestial. Te cuidará.
—Nunca me contaste...
—¿Por qué lo haría? No has vuelto a la sala de reliquias de mi hogar para que lo vieras una vez más y surgiera la conversación.
—No sabía que lo habías traído...
—Me lo alcanzó Noah ayer. Ahora, probatelo.
Ámbar se colocó el anillo, y el mismo se ajustó de manera automática a su dedo.
—Te queda perfecto —sonrió—, es como si hubiera sido diseñado para vos.
—¿Los Celestiales ven el futuro? —preguntó Ámbar, tratando de evadir ese profundo sentimiento de gratitud que sentía hacia Alexander.
—No... Todo lo que interfiera con la naturaleza es considerado hechicería: es decir, magia negra. También que la intromisión mental o la transferencia de recuerdos.
—¿Las Brujas pueden hacer todo eso? —Boyer sintió escalofríos.
Recordó su "reunión" con las hermanas Samaras, y cómo no intentaron atacarla ¿Qué pasaba si se encontraba con otra Bruja? Sintió un nudo en el estómago de solo imaginar de cuántas maneras podrían hacerle daño.
—Creo que están tratando de ver el futuro. No sé si sus hechizos han dado resultado. Ahora ¿Me vas a hablar de los amuletos demoníacos?
—Gracias, Alex. Los amuletos demoníacos generalmente son forjados por los Cazadores y luego las Brujas le dan su toque maligno. Sirven para enfermar a alguien, para maldecirlo, para enloquecerlos, para aumentar sus instintos, etcétera. No tienen usos positivos. Por ejemplo, la estatuilla que estaba en mi casa. Si yo hubiera sido más inestable psicológicamente, podría haberme vuelto loca al descubrir a los espíritus.
—Bien. Estás en lo correcto, Ámbar —le echó un vistazo a Samantha, quien estaba leyendo un libro, y continuó—: si te cruzaras con una Bruja ¿Qué es lo primero que deberías hacer?
Él siempre hacía las preguntas indicadas.
—Huir, porque ellas tienen siglos de entrenamiento, y yo apenas un mes. Sin mencionar el hecho de que soy una simple humana —revoleó los ojos.
Asintió.
—Si no pudieras huir ¿Qué harías?
—Ganar tiempo. Generar una distracción con cualquier elemento que estuviera a mi alcance. Sin embargo, dudo que pueda esconderme: mi alma brilla demasiado...
Volvió a asentir, y agregó:
—¿Querés verlo por vos misma?
—¿A qué te referís?
Alexander sacó una piedra de su bolsillo.
—Noah no sólo se quedó con algunas de mis cosas, sino que me trajo otras. Esta piedra podría ayudarte para estar consciente de vos misma. Proviene de Jerusalén, un lugar sagrado para los Celestiales, y está empapada de la magia de los ángeles plateados.
La roca debía de ser muy poderosa.
—¿Cómo funciona?
—Sostenela, y te darás cuenta.
Ella tomó la pequeña piedra —que, a simple vista, parecía una roca gris común y corriente—, y enseguida, notó el efecto: fue capaz de ver el color púrpura que emanaba de cada uno de sus poros. Era un tono brillante, llamativo e intenso.
Se levantó y corrió hasta un espejo.
No podía creer lo que estaba viendo. De cada parte de su cuerpo brotaba ese color violeta que era imposible de esconder. Le costó un rato asimilar la imagen. Se acercó al espejo, y acarició el vidrio. Notó que su aura la convertía en una persona más radiante, y hasta escondía muchos de sus defectos físicos. Sus ojos avellana hasta tenían un pequeño reflejo morado en ellos.
Se quedó atónita unos instantes, observándose. La fantasma se puso de pie detrás de ella.
—¿Ves lo genial que sos? —Samantha la elogió—. Así te vemos los seres no humanos.
—Es... increíble —le costó encontrar las palabras adecuadas para expresarse—. ¿Así se ven todas las almas?
—¿Así de llamativas? Sólo las púrpuras —respondió Alexander, quien estaba atento a su reacción.
Ámbar probó de esconderse detrás del sofá, y espió su imagen. Notó que su aura púrpura seguía delatándola.
Buscó del armario de Alexander un abrigo que le quedara lo suficientemente grande, pero donde le quedaba piel expuesta, su aura también lo estaba.
—¿Cómo puedo esconderme para que no me vean? —preguntó, un poco frustrada.
—Dentro de una casa. No podrás ocultarte detrás de objetos, porque siempre que tu piel quede expuesta, su aura se verá.
Continuaron hablando de las almas, y Alexander le explicó a Ámbar algunos buenos lugares para esconderse en el interior de una vivienda —un armario, una alacena, un sótano, le había sugerido—, y las posiciones en la que debía poner su cuerpo para ocultar su piel.
Por alguna razón, la conversación terminó derivando en Samantha, y en las misiones que debía completar para poder ser una fantasma libre.
—Tengo que cumplir diez misiones para ascender. Cualquier Celestial puede designarme una. Por ahora, no he completado ninguna, ya que debo ser la ayudante de Alexander Samaras...
—Esa es tu primera y última misión —explicó Alexander—, ahora yo te pedí que cuidaras de Ámbar.
—Y lo estoy haciendo bastante bien ¿Verdad? No la he perdido de vista.
No desde lo del cementerio, pensó la escritora.
—¿Qué creés que te esperará en el Cielo cuando vayas? —inquirió Ámbar de pronto. Sus ojos brillaban de curiosidad.
Sentía que la vida no le alcanzaría para averiguarlo todo sobre los mundos sobrenaturales.
—No lo sé. Espero averiguarlo algún día.
Continuaron dialogando, comiendo y pasando un buen rato, sin saber que esa sería la última vez que compartirían un momento todos juntos.
¡Muchas gracias por leer! ¡Nos vemos mañana!
Sofi💜
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