Capítulo 41: "Pañuelos blancos".
Alexander dejó a Ámbar en la librería (junto a Samantha) y condujo hasta su casa.
No podía evitar sentirse sumamente preocupado por lo que le había dicho Dimitri. Si él le había ordenado personalmente que cuidara a Boyer, las cosas en el cielo debían de estar muy complicadas.
Eso era lo malo de ser un Emisario de nivel uno: recibía tarde la información y prácticamente no podía opinar al respecto.
Entró a su vivienda y fue directamente hacia la cocina... en donde alguien había dejado dos pañuelos blancos sobre la mesa. Eran exactamente iguales, pero uno de ellos estaba cubierto de sangre.
Alexander se tambaleó hacia atrás. Sabía a quiénes le pertenecían ambos pañuelos: el manchado era el de Mía. El otro, de Ámbar.
De repente, comenzó a oírse una melodía desafinada dentro de su vivienda. Mientras la música sonaba, una voz familiar habló:
—Mía y Ámbar son la misma persona.
—No puede ser. NO —Alexander se tapó los oídos, pero sentía que la magia negra lo estaba calando hasta los huesos.
Los Emisarios muchas veces quedaban indefensos ante tal exposición a los Demoníacos.
—Fue asesinada por un arma negra... —se esforzó por hablar, pero se sentía realmente aturdido. Si quitaba su mano de su oído para buscar su espada, la música podría volverlo loco.
—El cuerpo de Mía desapareció luego de su examinación para el conocimiento de los de la mayoría de los Celestiales.
>>El arma negra impregnó de magia negra el aura de Mía, pero no la mató... reencarnó. Ámbar convive con esa magia y por eso el pañuelo de seda, contaminado de su sangre, ha reaparecido. Y hemos traído ambos chales para que vos mismo hagas la comparación.
¿Beatriz? ¿Era la voz de la prostituta? ¡Mentía!
>>Por cierto, hemos estado vigilando a Ámbar Boyer a través de una vela blanca, de un Cazador y también la hemos hecho ver fantasmas para que cumpla con su destino.
No podía ser. Todo lo que decía debía de ser un truco de los Demoníacos.
Sin embargo, tenía sentido que hubieran estado hostigando a Ámbar ¡Pobrecilla!
—¡No puede ser! ¡Todo eso es mentira! —gritó, cubriéndose las orejas con fuerza.
No podía ser cierto.
Ámbar era una mujer fuerte como Mía, y odiaba el fuego, al igual que ella... pero ésas eran simples coincidencias. La personalidad de Loncar era dulce e ingenua, Ámbar era más desconfiada.
—¡Por supuesto que es mentira! —exclamó otra voz.
Dimitri había aparecido en su casa y sostenía una navaja celestial en la mano, y un amuleto en la otra ¿Era una esfera de bronce? ¡Eso servía para cortar los hechizos malignos!
Pronunció unas palabras en latín, y de pronto, la música y la voz fueron silenciadas.
* * *
—Recomponete, Alexander. El hechizo de magia negra que vimos cerca del Obelisco tiene que haber sido usado para localizar el pañuelo. Fue hace poco más de un mes ¿Te acordás?
Alexander se veía destrozado. Se sentó en el suelo y apoyó la cabeza contra la mesada de mármol.
Dimitri se agachó frente a él, y tuvo que contener el impulso de consolarlo.
—Es imposible que el alma de Mía haya encarnado. No tiene sentido, fue asesinada con un arma negra. Los Celestiales lo comprobaron por ellos mismos —razonó el Emisario de nivel tres.
—No se robaron su alma... —jadeó Alexander—, ¿Es posible que no haya sido asesinada con un arma negra, sino con una escopeta común y corriente? Aunque la voz de la Bruja explicó que Ámbar convive con rastros de magia negra en su alma... —le dolía la cabeza. No era capaz de atar cabos—. También dijo que el cuerpo había desaparecido para la mayoría de los Celestiales.
—Sí, había sido examinado en el Cementerio de la Recoleta por un grupo de Celestiales, hasta que desapareció. Ahora que sabemos que hay un espía, los Demoníacos están tratando de hacernos pelear entre nosotros. Debemos ser más inteligentes y mantener la calma. Empecemos por poner en tela de juicio todo lo que dicen.
Dimitri tomó el pañuelo de la mujer que había fallecido hacía casi doscientos años. El contacto con la tela le provocó un hormigueo en la punta de los dedos: magia negra.
Trató de hacer memoria a todo lo que había sucedido hacía doscientos años: Alexander había besado a Mía, ella había muerto y finalmente, él había sido castigado al inframundo y a pasar medio milenio en Argentina. Samaras no había tenido buenas oportunidades para investigar.
Sin embargo, Dimitri sí. Recordaba haber hablado con un ángel sobre el registro de Mía ¿Por qué había desaparecido? ¿Y por qué no había registro de la muerte de los padres de Samaras?
Espía en el cielo.
—¿En qué estás pensando?
Estaba pensando en que él tampoco era un buen Emisario. No había logrado atar cabos en todo ese tiempo, ni siquiera cuando se burlaban de él frente a sus narices.
Dimitri se había convertido en el año 1499 junto a su primo, Noah. La Inquisición se había instalado en Europa y había acusado de robo a su padre, a su tío y a sus esposas en 1481. Les perdonaron la vida a ellos porque eran muy jovencitos. Tuvieron que ser sirvientes y hacer trabajos horribles durante algunos años, hasta que un ángel negro los encontró. Los contactó con el Emisario Superior Domingo Gori (quien, siglos más tarde, murió en un ataque de marionetas demoníacas, en una lucha en la que él, su primo y Alexander también estuvieron involucrados). Él los entrenó y les brindó sus conocimientos, hasta que Namael los convirtió.
Dimitri deseaba tener, aunque fuera la mitad de la destreza o inteligencia de su mentor. Lo extrañaba todos los días.
—Me frustra no encontrar una respuesta. Algo estamos haciendo mal, Alexander.
Lo peor era que estaban siendo vigilados, y los Celestiales contemplarían su ineptitud.
—Lo sé. Hablé con Ámbar al respecto, y ella me dijo lo siguiente: "Primero: tenés que averiguar con exactitud quiénes son tus amigos y quiénes, tus enemigos. Segundo: tenés que encontrar cuanto antes a tus hermanas. Tercero: hay que investigar cuáles son las intenciones de Luzbel. Si nos enteramos de su objetivo, quizás sea más fácil deducir qué es lo que está pasando. Lo que te dijo el Cazador puede que lo haya hecho con la intención de confundirte, pero no sabemos si es verdad o no. No deberíamos descartar ninguna teoría".
—Su planteo es coherente, pero ¿Cómo vamos a averiguar el objetivo de Luzbel?
—¿No tienen lugares de encuentro específicos?
—Varían, y ningún Celestial los ha localizado aún. Creo que la única forma de dar con él es hallar a tus hermanas.
—No hemos dado con rastro de fuego de Cazadores, no hemos podido ubicar el origen del hechizo sanguis hasta ahora y ¿Todavía crees posible que encuentre a mis hermanas? —Samaras se encogió de hombros.
—Escuchándolo de ese modo, me siento realmente un inepto —Dimitri se frotó la cara con ambas manos—. Es como si estuviera caminando en círculos. Lo peor es que las únicas pistas que tenemos son las que los Demoníacos nos dan.
—Que ni siquiera sabemos si son pistas de verdad —Alexander se veía un poco menos pálido—. Por eso tengo que irme con Ámbar. Me la llevo al sur, así vos ganás tiempo. Hacé todo lo que esté a tu alcance para que no destinen su alma, por favor.
—Lo haré. Vos protégela con tu vida... para que no tenga el mismo destino que Mía Loncar.
* * *
Ámbar no pudo evitar preocuparse porque Alexander estaba tardando demasiado. Ella había elegido varios libros y les había enviado fotos a sus amigas. Samantha se encontraba a su lado, también esperando al inmortal.
—¿Le habrá pasado algo a Alex? Hace una hora que terminé de comprar los libros...
—¿Querés que vaya a ver? —preguntó Samantha.
—No, mejor quédate acá. Sino te regañarán.
—Es cierto. Además, debo sumar puntos para poder ir al cielo —suspiró—. ¿Qué compraste?
Hablaron un rato de los libros que Ámbar había elegido (principalmente, novelas románticas y de misterio), hasta que Alexander apareció.
Tocó bocina, y ellas se subieron rápidamente.
—Viajaremos en auto.
—¿Por qué? —ella ya lo había imaginado, pero le gustaría escuchar sus motivos.
—Para que no queden nuestros nombres registrados en ningún lado. Tengo efectivo para pagar la nafta, por lo tanto, no usaré mis tarjetas de crédito.
—Esperá, entonces tengo que ir a retirar dinero al banco...
—No hace falta, yo pagaré todo. Ahora debemos ponernos en marcha. Es peligroso que sigas quedándote en Buenos Aires. No uses tus redes sociales hasta que no vayamos de un técnico ¿De acuerdo?
Ámbar notó que él había comenzado a juguetear con su reloj.
—¿Pasó algo? —se subió al auto—. ¿Por qué tardaste tanto? Te ves pálido.
—Discutí con Dimitri —bufó. Pocas veces lo había visto así de nervioso—. ¿Trajiste velas o pañuelos acá?
—Nada de aromatizantes, y sólo un par de bufandas ¿Qué está pasando? —su actitud era realmente preocupante.
—Tranquila —buscó en la guantera un libro de terciopelo negro y letras doradas, titulado "Almas destinadas célebres"—. Tomá, podés leerlo ahora.
—Alexander... no estás siendo vos mismo. Estás jugando con tu reloj y tenés la mirada perdida ¿Podés contarme qué pasó?
—Cuando estemos lejos y a salvo, hablaremos ¿Puede ser?
Malhumorada, Ámbar se quedó en silencio alrededor de una hora. Le molestaba que él hubiera puesto su vida patas para arriba, y que no se dignara siquiera a darle una buena explicación.
Cuando se aburrió de mirar la carretera, abrió el libro.
Empezó enumerando los títulos del índice en voz alta.
—Avraham Avinu... —el nombre sonaba hebreo.
—Esperá ¿Quién? —intervino Samantha, espiando el manual.
—El padre del judaísmo, Abraham. Uno de los tres patriarcas que, por mandato divino, abandonó las tierras de sus padres para establecerse en la Tierra Prometida. Hoy en día es uno de los lugares sagrados donde los Emisarios van a reunirse aquí en la Tierra —explicó Alexander, sin despegar la mirada de la carretera.
—¿Él existió de verdad? —Ámbar abrió los ojos como platos.
—La mayoría de las personas nombradas en la Biblia existieron, Ámbar. Sin embargo, los escritores han "modificado" un poco los sucesos.
—¿Qué querés decir con eso?
—Casi todos eran almas destinadas, simples humanos sin ningún poder sobrenatural.
—Wow... ahora que lo recuerdo, ya hemos hablado del alma púrpura de Jesús de Nazareth.
—Un alma destinada muy particular. Pobre muchacho, tan joven e inocente, y tuvo una muerte atroz. Por lo menos, su alma no fue tomada por los Cazadores —suspiró.
—¿Él no multiplicaba panes y esas cosas? —intervino Samantha, interesada en la conversación.
—No, usaba metáforas que la gente malinterpretó y lo acusaron de blasfemo. La gente era demasiado ignorante en aquel entonces.
La gente sigue siendo ignorante, pensó Ámbar, pero no lo expresó en voz alta.
—Pobrecito... ¿Y qué pasó con su alma? —inquirió la fantasma.
—Fue al cielo, específicamente al paraíso. Dicen que no ha vuelto a reencarnar aún. Por si no lo sabías, en el cielo están los ángeles y Dios. Luego, está el paraíso, en un nivel "superior". Si Dios lo aprueba, el alma asciende. Cuando asciende, vive en el paraíso hasta la hora de su reencarnación.
—¿Qué hay en el paraíso? Me da mucha curiosidad —preguntó Ámbar, a pesar de todavía encontrarse de mal humor.
—Se dice que hay un mundo feliz, superior a cualquier cosa que hayamos visto en el cielo o en la Tierra. Nadie lo sabe con certeza, porque las almas no tienen recuerdos cuando reencarnan. Aunque dicen que, a través de la magia negra, pueden recuperar los recuerdos. Es sólo un mito...
—Por eso sólo se encargan de cuidar las almas destinadas ¿Verdad? —preguntó Samantha.
Ámbar notó una pizca de resentimiento en su tono de voz.
—Las almas destinadas son las que reencarnan casi siempre, sí. Tienen potencial espiritual. Sin embargo, muchas veces nos encontramos con espíritus deambulantes que también son llevados al cielo y pueden comenzar desde cero —miró a Samantha—. A veces, nacen nuevas almas también.
La fantasma asintió con la cabeza.
—Quiero saber más sobre los personajes bíblicos —insistió Ámbar—. ¿Jacob, Isaac, Noé, Moisés, existieron?
—Sí. De hecho, pasó algo muy interesante con Moisés. La biblia dice: "Extendió Moisés su mano sobre el mar; y el Señor, por medio de un fuerte viento solano que sopló toda la noche, hizo que el mar retrocediera; y cambió el mar en tierra seca, y fueron divididas las aguas". Éxodo 14:21 —Alexander conocía los textos sagrados de memoria—. ¿Sabés quién abrió el agua?
—¿El agua se abrió de verdad? —Samantha y Ámbar estaban increíblemente sorprendidas.
—Sí. Bajó el mismísimo ángel rojo Namael con su Cetro Divino a separar las aguas para liberar a los hebreos... y el mar volvió a la normalidad cuando los egipcios intentaron cruzarlo, ahogando a sus perseguidores.
Ámbar imaginó al ángel realizando aquella hazaña. Parecía una imagen sacada de un cuento de fantasía.
—¿Namael? ¿Namael en la Tierra? —Samantha estaba boquiabierta.
—Ese mismo. Fue la única vez que bajó, y porque recibió la orden directamente de Dios.
—Entonces no fue Moisés quien abrió el agua —Ámbar estaba asombrada.
De hecho, no podía creer que alguien fuera tan poderoso para realizar una obra semejante.
—No, él era un alma destinada. Al igual que Jesús y sus doce apóstoles.
—¿Todos se fueron al cielo?
—Todos. Excepto, claro, el traidor: Judas ¿Sabían que él era tesorero y se quedaba con el oro de los pobres? Ahora su alma está pudriéndose en el infierno.
—Lo tenía merecido —acotó la fantasma.
—¿Quieren saber qué otras almas destinadas han sido famosas?
—Sí, pero que no sean personajes bíblicos —pidió Ámbar—. Quiero que me cuentes sobre personas normales.
—Isaac Newton, René Descartes, Friedrich Nietzsche, son algunos ejemplos —comentó Alexander, quien estaba concentrado en el volante.
—¿Ellos tenían almas púrpuras?
—Destinadas —aclaró—, sólo destinadas. A pesar de las vidas que hayan tenido, reencarnarán, porque su aporte al mundo fue muy importante. Lo mismo con Marilyn Monroe.
—¿De verdad? ¿Ella también?
—Muchos famosos fueron destinados —asintió Alexander, sin despegar la vista de la carretera—. Ahora continuá leyendo el libro en voz alta. Es importante que estés bien informada.
Cuando le conviene, pensó, todavía enojada con él porque no le había contado qué había sucedido hoy.
Sin embargo, continuó con la lectura.
Muchas gracias por leer, nos vemos el lunes ❤️
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Sofi.
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