Capítulo 36: "Los problemáticos Samaras".
Alexander se encontraba dolorido, pero sus heridas habían sanado bastante. Sin embargo, decidió prepararse para salir a buscar a sus hermanas.
Estuvo reflexionando al respecto. Más allá de la angustia de descubrir que eran brujas, sentía alegría al haber descubierto que vivían. Recordaba lo amarga que había sido su vida luego de la muerte de Alysa y Chloe. Había tenido pesadillas durante años porque había sido él mismo quien las había enterrado.
Y ahora estaban con vida, pero eran "malignas" ¿Cómo debía sentirse?
Las reglas de los Emisarios prohibían que los Celestiales se vincularan con los Demoníacos, pero él ya había roto varias reglas. No le importaba romper algunas más. Ya no.
Necesitaba ver a sus hermanas, abrazarlas y preguntarles cómo habían estado durante estos trescientos setenta y dos años.
Se liberó de las vendas, pero se colocó un traje, un sobretodo gris y unos guantes, tomó las llaves de su auto y salió de la casa. Mientras se dirigía hacia su vehículo, le envió un audio de WhatsApp a Noah:
—Si vigilás a Mateo Pérez durante unas horas más, dejaré que escojas cualquiera de mis reliquias como compensación.
Mientras encendía el motor, Noah le respondió:
—Serán dos o tres, sino no hay trato, Samaras. Estos dos días estuve cuidándolo gratis ¿Recuerdas?
—Cierto. Dos reliquias, entonces.
Alexander respiró profundamente, dejó el celular en el asiento del copiloto, toqueteó su reloj con ansiedad y arrancó el vehículo, el cual salió disparado por la carretera a toda velocidad.
El reino de los cielos. 8 de junio de 2019. 00.30 a.m (Argentina)
A pesar de que los Celestiales provenían de diferentes tierras, todos hablaban el mismo idioma: el lenguaje de Dios. Muchos habían aprendido idiomas, pero en el cielo, todos podían entenderse, sin importar su lengua materna.
—Dimitri ¿Por qué formaste una Asamblea Blanca de emergencia? —preguntó Namael—. ¿Y dónde está tu subordinado?
—¿Alexander Samaras? Se encuentra vigilando a su alma, señor —o eso suponía. Ya no era capaz de controlar a Alexander como antes.
Quizás había perdido su respeto por él en aquel entonces, cuando lo había besado. Quizás fue más tarde, no podía decirlo con certeza. Lo único que sabía era que Alexander lo trataba como a un par, no como a un Superior.
—¿Por qué estamos acá? —preguntó uno de los Emisarios de mayor rango: Ismael Haim.
Se trataba de un hombre alto, fortachón y de nariz aguileña, que había sido convertido en Emisario a los veinticinco años, luego de siete años de entrenamiento exhaustivo. Tenía fama de ser brillante, estricto y súper habilidoso.
Dimitri buscó con la mirada a su primo, pero no lo encontró en la Asamblea. De todos modos, nadie iba a extrañarlo. Los Celestiales se preocupaban exclusivamente por los Emisarios de nivel tres y por los ángeles.
—Nuevas apariciones Demoníacas: dos brujas y un Cazador se presentaron en Buenos Aires, Argentina, el día de ayer.
—¿Más apariciones? —inquirió Gabriel, un ángel blanco.
—Así es. Por cierto, las brujas se llevaron un libro celestial. Seguramente lo contaminarán con magia negra o lo usarán para hacer algún hechizo malvado —anunció Elenis.
Se escucharon unos murmullos. Abraham David, otro de los Emisarios de alto rango —que se rumoreaba que intentaba convencer a los Celestiales de que hicieran magia para ascender a "ángel". No se habían escuchado casos en la vida real de Emisarios que ascendieran a ángeles, pero para todo podría haber una primera vez—, se cruzó de brazos, y pasó los dedos por su cabello canoso. Él se había convertido a los cuarenta años.
—¿Todavía no han solucionado ese problema? —preguntó Abraham con impaciencia—. ¡Hace meses que hay Demoníacos en América Latina!
Ángeles de alas negras, blancas, plateadas y rojas intercambiaron miradas de desaprobación, mientras los Emisarios —allí había como cien en ese momento—, no dejaban de susurrar, mostrando su consternación.
Dimitri odiaba ese tipo de reuniones.
—No, todavía no hubo una solución. El Emisario Samaras resultó gravemente herido al encontrarse con un Cazador. Evidentemente, tenía mucha más experiencia que él... era tan veloz, que... se me escapó.
Algunos inmortales empezaron a abuchear. Namael frunció el entrecejo y apretó los labios.
—Samaras deberá entrenar más duro —observó Poyel, un ángel de alas doradas—. Hasta ahora, no ha ganado un encuentro frente a frente con un Cazador. Sin embargo, me asombra más de tu parte, Elenis ¿Tan fuerte era nuestro enemigo?
—Muy fuerte —suspiró—. Voy a decir algo sobre Samaras, y no es para justificarlo. Durante estos tres siglos y medio, él ha atravesado muchas dificultades, también ha cometido errores y ha sido castigado. No olviden cuánto ayudó a detener a las marionetas demoníacas hace trescientos años... —se pausó para pensar bien sus próximas palabras—. En resumidas cuentas, no es un inepto, sino que los Cazadores son demasiado poderosos.
—No vinimos acá para escuchar cómo defiendes a tu subordinado —lo detuvo Raguel, un ángel de alas rojas—. Vinimos a hablar de una posible solución a este problema.
—El problema —comentó Ismael Haim—, es que no sabemos dónde se esconden Luzbel y sus súbditos. Sabemos dónde está el inframundo, allí van las almas podridas a pasar el resto de su eternidad. Sin embargo, el universo es tan amplio... jamás hemos logrado localizar un punto de reunión entre el señor de las Tinieblas y sus aliados... Si consiguiéramos esa información, sería más fácil atacarlos. O por lo menos, espiarlos y averiguar qué están buscando. Esto no se trata sólo de las almas destinadas. Están planeando algo malvado, y debemos detenerlos.
—En miles de años, jamás los hemos pillado desprevenidos. Luzbel es demasiado astuto —comentó Abraham, frunciendo el entrecejo—. Debemos cazar a algún súbdito y obligarlo a hablar.
—Esas no son las formas de Dios —lo reprendió Namael.
Sin embargo, no lo hizo de la forma autoritaria en que siempre trataba a sus subordinados ¿Acaso estaba considerando la idea de torturar a un Demoníaco?
Dimitri pensó en las hermanas de Alex, y en lo que él sufriría si llegaban a dañar a alguna de ellas. Tragó saliva, inquieto.
—Con todo respeto —insistió el Emisario David—, ¿Tenemos alternativa? Casi se llevan un alma destinada. Si consiguen hacerse con cientos de ellas, su poder podría superar el nuestro. De ser así... el mundo se convertiría en un matadero para los seres humanos.
Muchos inmortales murmuraron entre sí, consternados.
—Hablando de algo más inmediato, ni bien consumen un par de almas, empiezan a crear marionetas y demonios de bajo rango... —comentó un ángel de alas blancas, conocido como Vehuel—. ¿No hallaron uno en Buenos Aires hace poco?
—¡Cierto! ¡La situación se está tornando muy peligrosa! —intervinieron unos ángeles negros.
—Hay algo que no entiendo —un Emisario de nivel dos, llamado Dorien, inquirió—: ¿Por qué reaparecieron justo ahora? ¿Tendrá que ver con el encuentro de Samaras y la chica de aura púrpura?
Namael frunció el entrecejo.
—Las almas púrpuras tienen más energía espiritual que las demás. Si consumen una de esas, obtendrán más poder.
—Por esa razón asesinaron a Mía Loncar hace casi doscientos años —comentó Dimitri—, aunque a ella no la consumieron.
Elenis quería que los Celestiales supieran que no se había olvidado de su muerte. Seguiría investigando, aunque tuviera que caminar en círculos durante dos siglos más.
—Pero el alma de Mía no llegó a ser consumida por un Cazador. Simplemente fue destruida gracias a una bala perdida. Curioso ¿Verdad? —comentó Raguel—. Se llevaron las almas de los padres de Samaras ni bien fueron asignadas. Tomaron la vida de Mía Loncar justo cuando Samaras había empezado una relación con ella. Por alguna razón, todo se vincula con él.
—Sus hermanas... —no quería informarlo antes de que Samaras se encontrara con ellas, pero era su deber de Emisario—. Son brujas. Lo descubrimos a través de un análisis de ADN.
—¡Lo ven! ¡Todo se vincula con él! —exclamaron un par de Emisarios.
—¡Es más que sospechoso!
—¡Silencio! —exclamó Namael.
Como él era el ángel más temido, la sala quedó en silencio automáticamente.
—Deberían investigar a Samaras —concluyó Raguel—. No creo en su inocencia ¿Y si él está trabajando para Luzbel?
—¿Cómo podría asesinar a sus propios padres? —gruñó Dimitri, furioso—. Lo conozco hace años ¡Es un buen muchacho!
La idea de que quisieran usar a Alexander como chivo expiatorio cruzó su cabeza, y lo hizo sentirse descompuesto.
—Son sus hermanas las brujas que están en Buenos Aires —soltó Vehuel, mordaz—. ¿Cómo podemos confiar tanto en su inocencia?
—Es realmente sospechoso —intervino Raguel, ladeando la cabeza con indignación—. Por alguna razón, todo se relaciona con él. O Samaras es tan culpable como Luzbel, o se ganó el odio de los súbditos del Diablo ni bien iniciada su conversión a Emisario. No sabemos lo que está ocurriendo, pero debemos averiguarlo.
Deberían empezar diciendo el nombre del Emisario que estaba a cargo de las almas de sus padres esa noche, en mil seiscientos cincuenta y dos, cuando fueron asesinados, pensó Dimitri, pero no lo dijo. Dirían que eso sucedió hace tanto tiempo que los archivos debían de haberse extraviado.
—Necesito que un buen número de ángeles blancos y Emisarios vayan a Buenos Aires —ordenó Namael, en tono autoritario—. Los Cazadores deben estar preparando a dicha ciudad para que sea el centro de sus ataques. De otro modo ¿Por qué habría tanta gente allí... si almas destinadas hay en todo el mundo?
Su razonamiento era lógico. Por algo Namael había sido el líder por miles de años.
—¡Iremos de inmediato, señor! —dijeron los ángeles de más bajo nivel.
—Necesito que localicen a esas brujas y que las interroguen. Quizás si vigilan a Samaras pueden dar con ellas.
—¡Sí, señor!
Interrogar. Dimitri sabía lo que significaba esa palabra: Torturar hasta hacer que hablaran, a las espaldas de Dios.
Dios no era omnipotente y omnipresente. Dios necesitaba a los ángeles para que realizaran el trabajo por él.
—Revisen los registros de la muerte de Mía Loncar y de los padres de Samaras. Y vigilen a la humana de aura púrpura: Dios pronto decidirá qué hacer con ella.
Esa orden lo acababa de sorprender. Él había intentado revisar los registros de Mía Loncar en el pasado, y no había hallado nada que le fuera útil.
Sabía que faltaba el cuerpo de Mía, que faltaba la bala que le había quitado la vida, y que había alguien en el Cielo que mentía.
Y con respecto a los padres de Samaras, no tenía ningún tipo de información más que la fecha de su defunción.
—Yo quiero encargarme de esa tarea, señor —intervino Dimitri con rapidez.
—Está bien, haga ese trabajo, Emisario Elenis —Namael lo contempló fijamente. En otro momento, su mirada le hubiese causado escalofríos—. Espero que esta vez, no falle.
—¿Por qué fallaría revisando los registros Celestiales? —preguntó, y la mirada fría del líder rojo lo hizo arrepentirse de sus palabras—. Por supuesto que cumpliré con mi labor, señor.
Buenos Aires, 8 de junio de 2019.
—Ya hice los arreglos para que tengas tu lápida, Sam. La administración sabía dónde se encontraba tu cuerpo, entonces eso hizo que todo fuera más fácil. Mañana tendrás tu nombre allí, y unas flores ¿Cuáles te gustan?
Los ojos de Samantha brillaron.
—No sé cómo agradecértelo... —se le quebró la voz—. Nadie ha puesto tanto esmero en mí desde que falleció mi mamá. No importa qué flores tenga la lápida, importa tu gesto...
Ámbar se encogió de hombros. Si pudiera, abrazaría a la pobre fantasma.
—No te preocupes, no es la gran cosa.
—Claro que lo es. Te pusiste en gasto a pesar de que estás con el tema de tu divorcio y de que has perdido muchos bienes... deberías guardar tu dinero para pagar tu casa.
—No hay problema, en serio. El dinero va y viene, y acabo de enviar unos trabajos a la editorial. También actualicé en Booknet.
—Me alegra que, a pesar de todo, puedas seguir con tu vida. Yo no tuve la fortaleza para hacerlo.
—Sentate. Tomaré unos mates y hablaremos.
En la cocina, Ámbar puso la pava eléctrica y preparó la bebida caliente a base de hierbas.
—Cuando uno es joven, se toma la vida de otra manera. Es normal que vos hayas sentido que no tenías salida, y hayas tomado una decisión tan drástica. Yo perdí a mis padres a los treinta años y estuve seis meses llorando, apenas era capaz de levantarme de la cama. No me quiero imaginar lo que debe haber sido para vos lidiar con todo eso siendo apenas una adolescente.
—Fue duro. Muy duro —su rostro se contrajo.
—¿Tenías sueños?
—Sí, quería ser compositora. Me gusta mucho la música, y estudié de niña durante un año, antes de que mamá muriera.
—¿Y por qué no hacés música ahora?
—Porque no puedo. Todas las almas necesitan de un cuerpo... son muy pocas las cosas que puedo tocar. La Tablet es muy sensible entonces puedo usarla, también un celular. Sin embargo, no puedo mover objetos a menos que los sople. Estoy compuesta de una materia demasiado débil, por lo tanto, mi espíritu necesita de un cuerpo para componer música.
—No entiendo ¿Y por qué podés estar en la silla?
—Parece que estoy sentada, pero en realidad, no estoy apoyada en la madera —suspiró—. Como mi espíritu no pesa ni siquiera un gramo, no tengo que hacer fuerza para quedarme así.
—Entiendo —Ámbar tomó otro mate—. Bueno, si se te ocurre alguna pieza musical, yo puedo ayudarte a componer.
—Te agradezco de verdad. Sos una buena amiga.
Ámbar asintió, y cambió de tema:
—¿Has sabido de Alexander? ¿Él ha encontrado a sus hermanas? No me animé a escribirle un mensaje —no después de todo lo que había pasado. Temía empeorar las cosas.
—No deberías preocuparte por él, y deberías ocuparte de descansar ¿Hace cuánto que no dormís bien? Estás más delgada y tenés unas ojeras terribles.
—Estás evadiendo mi pregunta —Ámbar revoleó los ojos.
Justo en ese instante, recibió un mensaje de Lucero, diciendo que la extrañaba y que pasaría por su casa a saludarla.
—¿Ella sabe que vos y Alex...?
—Sí y no. Lucero sabe que engañé a Matías con Samaras, pero nada más... no le conté nada del asunto inmortal.
—Hiciste lo correcto —asintió la fantasma—. Me voy al jardín a ver a Hojita. Dejaré que tengan privacidad para charlar.
Y en ese momento, la fantasma atravesó la pared.
¡Muchas gracias por leer! ¡Nos vemos mañana!
Sofi.
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