Capítulo 34: "El cementerio".
Siglo XVII. Europa.
—¡Eso está mal, estúpida! —Beatriz, la bruja pelirroja, golpeó a Chloe en la cara. Su nariz comenzó a sangrar automáticamente—. ¡Así no se realiza un hechizo de amarre!
—No sea dura con Chloe... —intervino Alysa, con la cabeza agachada—. Ha practicado durante toda la noche.
—Deberá practicar más —escupió la bruja, y pateó un montículo de paja que había en la vieja cabaña. Casi dejó caer los instrumentos que servían para extraer sangre de los animales—. Recitá ya mismo los hechizos "Ossum".
—Son los hechizos cuyo elemento básico con los huesos de animales o seres humanos. Hay dos mil encantamientos diferentes, pero los más comunes son los "Ossum" con hierbas silvestres, cenizas, agua y madera. Los objetivos en general de los hechizos Ossum son manipular y dominar a las personas, ya sea para que se enamoren, para maldecirlos, para controlar sus mentes, etcétera.
—¿Por qué te salió mal el hechizo de amarre?
—Porque pronuncié mal las palabras.
—No —Beatriz negó con la cabeza—, porque moviste mal el mortero. Tenías que picar la hierba con cien golpes, y lo hiciste con noventa y ocho.
—Lo siento —se encogió de hombros.
—No lo sientas, dedícate a hacer las cosas bien, y no me hagas desperdiciar recursos.
—¿Los recursos no los consigue Luzbel cuando ataca...? —empezó a decir Alysa, pero la mirada asesina de la bruja líder provocó que dejara la frase incompleta.
Conseguían los recursos cuando él y sus secuaces atacaban a los seres humanos.
—Luzbel es parte de nosotras, no vuelvan a contarlo como algo separado. Vivimos gracias a su poder, y moriremos por él si es necesario. Chloe, recita los hechizos "Sanguis".
—Son los encantamientos cuyo elemento principal es la sangre. Son los más poderosos, y suelen mezclarse con otras pócimas o hierbas venenosas. Sirven para asesinar de manera lenta y dolorosa, y también para localizar a los inmortales. Hay muchas variaciones.
—¿Focus?
—Hechizos de fuego. Generalmente se mezclan con polvos de huesos para mejor efecto, Sirven para atacar a una persona o maldecirla.
—¿Aer?
—Encantamientos de aire. Sirven para enfermar al ganado, a la siembra e incluso a las personas. Suelen usarse flores y palabras en latín para lograr mayor efectividad.
—¿Aqua?
—Los hechizos de agua sirven para comunicarse. Es común que los mismos se acompañen con los sentidos, por ejemplo, el oído. Música y agua generan un gran poder, uno puede hipnotizar así a las personas e incluso crear ilusiones para engañar a los inmortales.
—La teoría te la sabes bien, pero es imprescindible que seas más específica y que prestes más atención a los detalles ¿De acuerdo? No debes que saber lo mismo que saben los Celestiales, sino que tienes que saber más que ellos. Ser inteligente te da más poder que el hechizo más terrible de sangre.
—De todas formas, ellos no pueden hacer esos hechizos... usan otro tipo de magia. Eso nos da una ventaja —observó Alysa tímidamente.
—No tienen el poder de Luzbel, y los ángeles pueden usar magia blanca, pero los Emisarios, no. Sin embargo, no podemos dar nada por sentado. Se avecina una guerra.
—Sí, señora.
—Alysa, prepara unos amuletos de carbón. Vamos a hacer que las almas destinadas de Europa se vuelvan locas y mueran antes de tiempo.
La muchacha asintió, reprimiendo las ganas de vomitar ¿Hasta cuándo tendría que asesinar inocentes? La idea de que eso durara siglos la hacía sentir aún más descompuesta.
Mientras iba a buscar carbón, no pudo evitar arrepentirse de decidir sobrevivir a la peste. Muerta, la hubiera pasado mejor.
7 de junio de 2019. Buenos Aires. 11.15 a.m.
—Que Mateo Pérez sufriera de un ataque antes de tiempo ¿Fue provocado por un hechizo Aer? —Dimitri estaba indignado.
—Así es. Me di cuenta porque su habitación está llena de tulipanes, y uno de ellos estaba infectado —contó Noah.
—Esos encantamientos de aire son súper tramposos —bufó su primo—. ¿Qué hiciste con la flor?
—Las llevé al cielo, para que los ángeles plateados las examinen. Sin embargo, puedo decirte con certeza que, Cazadores y Brujas están trabajando en equipo.
—Hiciste bien. Siempre trabajaron en equipo, Noah. Pero ahora están mejor organizados.
7 de junio de 2019. Buenos Aires. 4.25 p.m.
Ámbar le envió un mensaje a Alexander diciéndole que iría más tarde a su casa, y que ahora estaba yendo al cementerio en taxi. Él le respondió que tuviera cuidado y que, si algo extraño sucedía, que Samantha le avisara.
Una vez que llegaron a destino, la difunta adolescente comentó:
—Esos tipos que ves ahí —señaló un panteón lujoso—. Están todos muertos.
—¿En serio? —Ámbar los miró: vestían traje de luto y lentes de sol. Parecían personas normales.
—Llevan la ropa que tenían puesta al morir.
Volvió a mirarlos. Era increíble cómo se había acostumbrado a hablar de espíritus. Hasta notó que sus extremidades se traslucían un poco (apenas), y que por eso podían distinguirse de los seres humanos.
—¿Por qué murieron vestidos de luto? ¿Y por qué nadie vino a recoger sus almas?
Samantha negó con la cabeza. Quizás no sabía la respuesta.
—Hablando de difuntos... ¿En qué cementerio estás enterrada?
—En el de San Miguel, pero no tengo lápida —Samantha se encogió de hombros—. Mi papá era borracho y no tenía dinero...
—¿De verdad no tenés lápida? —susurró, mirando hacia todos lados—. ¿Cómo no me lo dijiste antes?
—No le di importancia... si, de todos modos, no habría nadie que necesitara recordarme.
Ámbar sacudió la cabeza ¿Cómo alguien podía decir esas cosas?
—Ya mismo contrataré un servicio para que tengas una. Todos merecemos tener un reconocimiento al final de la vida, y unas bonitas flores.
La fantasma sonrió con melancolía.
—Gracias. Sos muy atenta.
—De nada... Samantha ¿Me darías un poco de privacidad con mis padres?
—Claro, estaré por aquí cerca... viendo si hay algún fantasma con el cual conversar. Quizás dialogue con los muchachos de negro.
Ámbar no pudo evitar preguntarse qué clase de poder sobrenatural hacía que un espíritu pudiera hablar, pero quitó ese pensamiento de su cabeza y buscó la tumba de sus papás.
Compró flores y se adentró en el cementerio municipal —un sitio deprimente en donde algunas lápidas olvidadas estaban llenas de moho y contrastaban con algunos lujosos mausoleos, donde yacían los restos de personas famosas o ricas—. Caminó varias cuadras (porque el lugar era gigante), hasta dar con la sencilla pero cuidada lápida de sus padres. Ambos estaban enterrados juntos, aunque el nombre de su mamá había sido escrito días después.
—Mamá, papá —depositó el ramo sobre la misma—. Perdón por no haber venido en tanto tiempo.
Hacía más de dos años que no iba a verlos. Le dolía demasiado.
Dios, cuánto los extrañaba. Se le hizo un nudo en la garganta.
Se sentó en el césped y se echó a llorar.
—Mi vida es un desastre... —sollozó—. Antes de que me pregunten por Lorenzo, no he sabido nada de él desde entonces. Ahora soy una mujer divorciada que ve fantasmas e inmortales ¿No es una locura? —se tomó la cabeza con ambas manos.
Si alguien la escuchaba, creería que estaba delirante.
—Ustedes están en el más allá, ¿Verdad? Por eso no puedo verlos ¿Cierto? ¿Están en el Cielo? Mamá siempre creyó en todo y comprobé que existe Dios, el Diablo y que sus súbditos son inmortales. Les juro que no estoy loca —sacó el libro de su bolsillo—. Este libro lo cuenta todo. No, no es ficción. Les estoy diciendo la verdad. Todavía no he terminado de leerlo, porque... han pasado cosas —todavía no se atrevía a llegar a la parte que hablaba de las almas humanas.
Se secó las lágrimas, y acarició la lápida con la yema de los dedos.
—Los extraño mucho. Maldigo el día en que ese maldito accidente se los llevó...
Se permitió llorar durante un largo rato.
—¿Se acuerdan de la horrible cicatriz que me hice culpa de la fogata? Siempre que la miro, recuerdo cómo ustedes se desesperaron para llevarme al hospital, cómo me cuidaron... quisiera que ahora estuvieran aquí para protegerme, para decirme que todo estará bien. Sin embargo, pensar que están en el cielo es un consuelo —se sopló la nariz con su pañuelo—. Espero que reencarnen pronto y que tengan una vida maravillosa, porque eso es lo que ustedes merecen.
—Sí, por suerte están en el cielo —respondió una voz femenina que le sonó familiar.
Ámbar se levantó sobresaltada, y el libro que le había prestado Alexander cayó al piso. Intentó ocultarlo, Alysa y Chloe, las vendedoras ambulantes que había conocido hacía un par de semanas, fueron más rápidas: tomaron el objeto con una facilidad espeluznante.
Vestían ropa casual y abrigos de color escarlata.
—¿Qué hacen acá? —metió la mano en su bolsillo, dispuesta a sacar la espada si se sentía amenazada.
Su corazón empezó a latir con violencia. Presentía que esas dos muchachas escondían secretos oscuros.
No son simples vendedoras.
—La vela funcionó. Pudimos ver qué hacías todo este tiempo —observó Alysa, acariciando la tapa de terciopelo del libro.
¿La vela? ¿Qué vela?
Ámbar recordaba perfectamente no haber aceptado nada de esas mujeres ¿O la habían metido de prepo en su casa?
Se aferró a la daga, asustada.
—Vinimos a hablar con vos, Ámbar. Nuestro hermano está en peligro.
—¿Su hermano? —ella recordó la conversación que había tenido con Alexander, pero... eso no era posible ¿Cierto? Sus hermanas habían muerto hacía cientos de años.
—Sí, es nuestro hermanito —intervino Chloe—, Alex no está curado al cien por ciento, y los Cazadores están al acecho. Él necesita de un alma fuerte que esté a su lado.
Ámbar tragó saliva. Buscó a Samantha por todos lados, pero no la encontró con la mirada ¿Dónde carajos se había metido?
Se concentró para hacer preguntas razonables y no sonar atemorizada.
—¿Qué podría hacer una simple humana contra un Cazador? Además ¿Por qué implantaron la estatuilla de rubíes? ¿Por qué querían que yo viera fantasmas? Sean honestas ¿Qué planean? —trató de sonar lo más tranquila posible.
Ellas no parecieron sorprenderse por sus conocimientos, sino que miraron el libro.
—Me parece que lo mejor sería que nos quedáramos con el libro. Alexander podría meterse en graves problemas si algún Emisario se enterara de que vos lo tenías —Alysa lo guardó en su cartera.
Ámbar tragó saliva ¿Cuántas reglas había roto Samaras?
Trató de ocultar que le temblaban las manos e insistió:
—No respondieron mis preguntas.
—¡Qué osadía que nos hables de esa forma! —observó Chloe, mordaz—. Te contamos: estamos haciendo esto por nuestro hermano. Estamos seguras de que habrá una guerra entre Dios y el Diablo. Que vos estés con él puede ser de gran ayuda ¿Sabías que las almas violetas son espiritualmente poderosas?
Otra vez el maldito asunto del aura púrpura ¡Y no había llegado a leer lo que decía el libro!
—Alexander puede cuidarse por sí mismo, y tiene a otros Emisarios que lo ayudan también. No necesitará de un alma espiritual. Al contrario, tengo entendido de que su cercanía conmigo sólo le traerá problemas.
¿Y si le querían tender una trampa a Alexander? ¿Y si estaban usándola para hacerle daño? ¿Por qué le habían ocultado que seguían con vida? ¿O acaso él había mentido? ¿Qué estaba sucediendo en realidad?
Sentía que su cabeza estaba a punto de estallar.
—Necesito que me dejen en paz, por favor... Si tienen tiempo libre ¿Por qué no se ocupan de averiguar qué les pasó a sus padres, mejor? —se mordió la lengua. No debería haber sido tan directa. Sin embargo, ya no podía volver atrás—. Supe que un Cazador les quitó la vida.
El rostro de Chloe enrojeció e intentó acercarse a Ámbar de forma amenazante, pero Alysa le puso una mano en el hombro. Se notaba que ella era quien mandaba de las dos.
—Cuidado con tus palabras, Ámbar Boyer —le advirtió en tono autoritario—, si alguien escuchara lo que estás diciendo, podrías correr grave peligro. Nosotras no somos tus enemigas ni las de Alexander.
—¿Y entonces? ¿Por qué están buscando perjudicarme? ¿Qué está pasando? ¿Por qué no me cuentan la verdad? ¿Por qué se han escondido de Alexander? ¡Él siempre habla de ustedes! Si realmente lo quisieran ¡Deberían decirle la verdad! —soltó.
¿Por qué estaba defendiendo a un hombre que no sabía si le había mentido o no? ¿Por qué su corazón todavía confiaba en él?
Justo en ese momento, las hermanas miraron hacia un costado, preocupadas. Ámbar las imitó.
Había un hombre alto, vestido de traje, que lucía muy elegante, acercándose a toda velocidad. Corría, pero parecía que volaba.
Un inmortal que ya conocía: Dimitri, el "Superior" de Alexander.
Ámbar no pudo evitar sentir un escalofrío ¿Qué demonios estaba sucediendo y dónde estaba Samantha cuando uno la necesitaba?
—¡Dimitri Elenis!
—¡Brujas! —soltó con desprecio, y deslizó suavemente su mano hacia su cinturón, evidentemente con la intención de buscar un arma.
Pero las mujeres no lo enfrentaron. Chasquearon los dedos, y desaparecieron automáticamente, sin dejar ningún rastro... como si nunca hubieran estado allí.
¡Muchas gracias por leer!
¡Nos vemos mañana!
Sofía.
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