Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 30: "El Cazador".


Unos días atrás, 29 de mayo de 2019. Buenos Aires.

Los dos hombres estaban dialogando en un cuarto apartado, en la empresa metalúrgica.

—¿Por qué harías eso por ella? ¡Estás loco! —Matías le gritó a Alexander.

Estaba celoso. Celoso porque su exmujer se enamoraría de Samaras como nunca lo había hecho de él.

Debía admitir que no habían sido fáciles estos días lejos de Ámbar: viviendo con su madre, teniendo que soportar sus constantes quejas y metiéndose en su vida a cada instante.

Hubiera preferido que las cosas con su esposa no hubieran terminado como lo hicieron. Extrañaba la vida que había llevado con ella.

—El negocio ¿Te conviene, o no? —Alexander lo miró con impaciencia.

Matías asintió a regañadientes. No quería dar el brazo a torcer ni hacer feliz a este sujeto ni a su exesposa, pero el dinero era realmente tentador.

—Sí, me conviene... pero lo aceptaré sólo si renunciás a la empresa.

—Concedido. De hecho, lo hablé con Mateo mucho antes de tener esta conversación con vos.

¿Renunciaría a su empleo por una mujer? ¡Estaba loco!

—¿Cuándo renunciás?

—Pronto. Como verás, no necesito de este trabajo para subsistir.

Matías alzó una ceja, y comentó con resentimiento:

—Decime que me vas a dar plata limpia, por favor.

Alexander tomó su celular y abrió una página de internet. La misma mostraba fotos de una chocolatería en el sur de Argentina. En el final del sitio web, figuraba el nombre de Samaras como heredero de la fábrica.

—No entiendo ¿Por qué estás acá y no en el sur nadando en tus billetes verdes?

—Porque tengo cuestiones que resolver acá en Buenos Aires, y porque me gusta trabajar. No soy un holgazán —hizo énfasis en la última palabra.

—¿Estás llamándome haragán? —Matías apretó los puños a los costados del cuerpo. Todavía tenía ganas de moler a piñas a Samaras, por haberse acostado con su mujer a sus espaldas.

—Dejá de estar a la defensiva. Te estoy explicando por qué estoy trabajando en Buenos Aires —suspiró—. Espero que podamos mantener una relación cordial hasta que terminemos de procesar los trámites. Te llamaré para firmar. Espero que no molestes a Ámbar nunca más, ya que el dinero será más que suficiente para que te compres el inmueble que desees.

Su altanería le ponía los pelos de punta.

—Estás equivocado si pensás que vas a ser feliz con ella. Lo que empieza mal, termina mal —escupió, receloso.

—No necesito tu opinión, sólo tus firmas.

Y en ese instante, Alexander salió de la habitación.

Matías tuvo que contener un grito de exasperación. Golpeó la pared y se tomó la cabeza con ambas manos.

Su mujer lo había dejado por un tipo adinerado y atractivo. Al final ¡Era igual que todas las demás! ¡Era una zorra! ¡Una zorra interesada!

Trató de tranquilizarse y pensar en positivo: ahora podría acostarse con su amante y con todas las mujeres que quisiera. Ahora cobraría un buen dinero. Y también estaba seguro de que lo de Ámbar con Samaras no iba a funcionar. Ámbos tenían temperamentos fuertes, y eso sólo atraería problemas para ambos.


5 de junio de 2019, Buenos Aires.

Esa tarde, Ámbar telefoneó a Alexander.

—¿Estás trabajando?

—Sí ¿Estás bien?

—Sí... Pero si estás ocupado, te llamo luego...

—No, esperá ¿Por qué me llamaste? Tengo un rato libre ahora.

Ámbar respiró profundamente ¿Cómo podía expresar en voz alta todo lo que estaba pensando? ¿Cómo podía decirle que llevaba varias noches de insomnio y que ocupaba su tiempo llorando?

—Estaba pensando... en todo —confesó—. En las conversaciones que hemos tenido antes de que yo supiera la verdad. Dimitri y Noah... ¿Son inmortales? ¿Son mayores que vos?

—Sí a ambas preguntas... y para que te quedes tranquila, ellos están investigando en la ciudad.

Su corazón latía con violencia mientras pensaba en todo lo que había leído e intentaba recordar cada conversación que había tenido con Alexander. Dimitri y Noah: inmortales que estaban investigando a los Demoníacos.

—Cuando lo hicimos la primera vez —se ruborizó al pensar en aquella ocasión, que le parecía que había sido hacía un siglo—. Me habías llamado humana...

—Perdón, eso se me escapó. Estaba muy emocionado —imaginó que él se había sonrojado.

—Con razón lo hacés tan bien ¡Tenés trescientos años de práctica!

—Trescientos cincuenta en realidad —la corrigió.

Ámbar esbozó una sonrisa, y se enojó consigo misma por ello. No era capaz de dejar de sentir atracción por Alexander, a pesar de que podía ser una persona peligrosa. A pesar de que era inmortal. A pesar de que él la había metido en este embrollo.

—Hablando de eso, tus antigüedades...

Como si le leyera el pensamiento, la interrumpió:

—No las he conseguido de coleccionistas, sino yo mismo, a través de contactos de cada época. Por cierto, en realidad el objeto más antiguo que tengo en mi casa es un libro celestial que tiene dos mil años.

—¿En serio? ¿Podés mandarme foto?

—No hace falta. Podés verlo vos misma cuando quieras.

¿Eso era una invitación para que fuera a su casa?

En ese momento, se escuchó una voz de hombre que le hablaba.

—Lo siento, tengo que colgar ¿Hablamos luego? No dudes en llamarme para lo que necesites.

—Está bien, hablamos luego.

En ese momento, recibió un mensaje de Lucero.

<< ¡Amiga! Sé que me dijiste que necesitabas tu espacio, pero me gustaría saber cómo estás. Ahora estoy libre, Rocío se fue con el padre ¿Querés venir a tomar mate?>>

Ámbar sonrió al recibir el mensaje. No creía que fuera a pasar nada malo si iba a ver un rato a una amiga.

De todos modos, le avisó a la fantasma:

—Samantha, iré a ver a mi mejor amiga con Hojita. Podés seguirnos, pero quédate afuera de la casa. Necesito privacidad.

—Está bien.

Le respondió a Lucero que iría en quince minutos y empezó a prepararse para salir.


* * *


Alexander terminó su turno en la metalúrgica y siguió a su alma hasta su hogar. No podía dejar de pensar en la conversación que había tenido con Ámbar y luego, en el mensaje que le había enviado Dimitri.

<<Creo que ya conocemos la identidad de las brujas. Debemos hablar cuanto antes>>.

<<Estaré vigilando a Pérez. Te envío la dirección en un instante>>.

Le había enviado la ubicación. Sin embargo, su superior no le había respondido.

En cambio, quien se había presentado allí por arte de magia era Samantha.

—Deberías estar con Ámbar, y no conmigo —susurró Alexander, impaciente.

El llanto de alegría del niño lo distrajo. No pudo evitar estremecerse al pensar en el futuro que le aguardaba a esa familia.

—Ámbar fue a ver a su amiga, pero no quería que estuviera con ella. Por eso me tomé unos minutos para venir a verte. Lo bueno de ser fantasma es que uno se mueve con el viento.

—Espero que el viento te lleve con ella de vuelta en unos minutos —observó con consternación.

—Lo hará... —hizo una pausa, aparentemente, tratando de buscar las palabras adecuadas—. Alex ¿Por qué permitiste que Ámbar se llevara el libro, sabiendo que está prohibido informar a los humanos...?

—Medité bastante antes de hacerlo. Ámbar, por alguna razón que desconozco, ya ha sido expuesta el día que le implantaron la estatuilla con rubíes. Si se mantiene en la ignorancia, puede ser aún más peligroso para ella. Por eso permití que tuviera la daga, el libro, y que supiera sobre mí.

—¿No te importa que extiendan tu castigo?

Me importaría más que alguien la lastimara, pensó. Sin embargo, respondió:

—Me quedan trescientos años más siendo prisionero de este país ¿Cuál sería el problema que me obligaran a quedarme aquí un milenio entero o que me hicieran limpiar el inframundo otra vez? Lo que no quiero es que ningún alma inocente caiga en las garras de los Cazadores...

—Los Cazadores buscan las almas destinadas ¿Verdad?

—Así es. Específicamente, las que están a punto de morir.

Las almas que no eran destinadas quedaban en el olvido. Como la suya, que nadie había notado su existencia hasta que apareció en la casa de Ámbar por casualidad.

—Y las almas perdidas... son usadas para crear marionetas demoníacas ¿Verdad?

—Sí. Cuanto mayor resentimiento posean, más rápido es el proceso maligno de creación.

Samantha se pasó la mano por el brazo, asustada.

—¿Alguna vez has visto una marioneta demoníaca?

—Sí. Fue cuando apenas me había convertido en Emisario. En la época en donde la cacería de brujas era tema de diario de diálogo en las aldeas, también había surgido la "moda" de las marionetas. Atacaban en los pueblos para distraer a los Emisarios y que los Cazadores pudieran llevarse las almas. Fueron tiempos caóticos.

—¿Cómo se calmaron las cosas?

—Dios le envió una orden a la iglesia católica para que ayudaran a terminar con los Demoníacos. Por nuestra parte, Emisarios y Ángeles tuvimos que luchar en la tierra para detener a los demonios de bajo rango y a las marionetas.

>>Fue una masacre, y hemos perdido a muchos de los nuestros... pero los hemos sometido. Por lo tanto, las brujas empezaron a temerle a los Celestiales, y a esconderse, y los Cazadores, empezaron a actuar en silencio para no ser atrapados. Si mantenían un perfil bajo, sería más difícil acabar con ellos.

—Mm... —Samantha se frotó su mentón fantasmagórico—. Sin embargo, la iglesia asesinó a muchos inocentes ¿No? Se aprovecharon de la posición de poder impartida por Dios.

—Sí. Es difícil mantener el equilibrio en un mundo tan embrollado. Los ángeles intervinieron en los sueños de las personas, pero éstas no escucharon. Nunca escuchan. Si lo hicieran, el Diablo no tentaría tan fácilmente a los pecadores, no habría guerras...

—...ni personas que terminaran en el infierno —concluyó la fantasma.

Él asintió.

—Es complicado intentar mantener la paz. Hace siglos que queremos hacerlo, pero... siempre surgen problemas —suspiró—. Siempre hay alguien rebelde, alguien egoísta, alguien malvado... Dios no puede solo. Por eso nos necesita. Por eso necesita a las almas destinadas también.

—Sí... Ahora me pregunto ¿Qué querrán los demoníacos con Ámbar? ¿Y si aparece un nuevo amuleto en su casa? —Samantha no podía dejar de pensar en esa vela blanca ¿Debería comentárselo a Alexander?

—No lo sé. Pero estamos intentando averiguar... —la frase quedó en el aire.

De pronto, se escuchaban gritos. Gritos desgarradores y desesperados.

Samantha y Alexander ingresaron rápidamente a la vivienda, para ver mejor qué estaba sucediendo.

La esposa de Mateo estaba arrojándole objetos por la cabeza.

—Cómo desearía intervenir en estos momentos —Alex se frotó las sienes, consternado.

Se había preocupado de gusto. Había creído lo peor.

—¿No te da vergüenza atenderle la llamada a tu amante adelante mío? ¡Sos un cínico!

—¡Pará, por favor! ¡Quiero que me perdones! —el sujeto empezó a apretarse el pecho con ambas manos.

—¡No puedo perdonarte! ¡Hijo de perra!

Estaba llegando la hora del infarto. Vio la muerte en los ojos del hombre. Su aura tenía los tintes de la muerte aún más pronunciados.

—Atenta —susurró—. Está por morir. Aunque, creo que se ha adelantado el día... es extraño. No imposible, pero inusual.

Samantha se llevó las manos a la boca, preocupada y señaló hacia adelante.

De repente, vieron una ráfaga de fuego cruzarse frente al señor Pérez. Consecuentemente y en cuestión de segundos, apareció un tipo encapuchado en medio de la casa de Mateo. Era alto, de hombros anchos, y llevaba un saco largo hasta el suelo. Su rostro estaba cubierto por un pañuelo, apenas podían vérsele sus ojos negros. Tenía una espada en su mano izquierda, y su mano derecha preparada para atacar, apuntando sus uñas afiladas hacia arriba.

Un Cazador de Almas.

Alexander empalideció. Era como si estuviese divisando al mismísimo demonio.

La vida de Mateo corría peligro. Grave peligro.

La sangre empezó a palpitarle en los oídos, y sus sentidos se pusieron en alerta de manera automática.

—¡Andá a buscar a Dimitri! —le ordenó a Samantha—. ¡Es urgente!

—¡No voy a dejarte...!

—¡Corrés peligro! —aulló con desesperación—. ¡Andáte, ya!

Samantha no dudó en desaparecer.

En ese momento, Alexander sacó una daga de plata de su cinturón. Mientras tanto, Mateo y su esposa no podían ver lo que estaba sucediendo y continuaban discutiendo.

El sujeto se preparó para atacar.

Alexander no pudo evitar preguntarse por qué. Por qué habían vuelto a aparecer después de casi dos siglos. Por qué Mateo. Por qué.

—El destino nos está jugando una mala pasada, Samaras —comentó el asesino, cuya voz grave era casi magnética—. ¿Será una broma de Dios?

Las venas comenzaron a arderle a causa de la ira. Lo que más le enfadaba era no conocer el rostro que se escondía detrás de ese maldito pañuelo.

—Mi Dios no bromea. Y yo tampoco —replicó, furioso, y se abalanzó sobre su enemigo con todas sus fuerzas.



¡Muchas gracias por leer!

Sofi.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro