Capítulo 29: "Dios y el Diablo".
Imperio Español, 1647.
Alexander todavía no había cumplido los dieciséis años cuando ese invierno le tocó cavar las tumbas de sus hermanas mayores.
Su madre había llorado toda la noche. Su padre también, aunque había intentado mantenerse de pie por su hijo y por su esposa.
Alexander se sentía tan destrozado, que cavó durante la madrugada, cuando caía nieve y hacía un frío terrible. Sin embargo, él estaba desesperado por pensar en algo más, en algo que no fuera el dolor que le quemaba por dentro.
Una vez que terminó de hacer las tumbas, fue a despedirse de los cuerpos de sus hermanas, que se hallaban en sus respectivos lechos de muerte, envueltas en unas sábanas rotas.
—Lamento no poder despedirme como corresponde: con un beso en sus manos —habían perdido la vida a causa de la peste, lo más conveniente era no tocarlas—. Lamento no haberlas cuidado mejor. Odio... odio saber que no volveré a escuchar sus risas nunca más.
El joven se arrodilló en el suelo de tierra de su humilde vivienda y lloró. Lloró ruidosamente hasta que los ojos empezaron a arderle. Lloró hasta quedarse afónico y deshidratado. Lloró hasta dormirse.
* * *
A la mañana siguiente, él y sus padres llevaron a cabo el funeral en la granja. Sólo las familias ricas podían costear ataúdes o una lápida en un cementerio. Ellos no contaban con eso, sólo debían conformarse con hacer el entierro en su vivienda, y durante el día, ya que, por la noche, temían a los espíritus malignos o a las brujas que supuestamente rondaban por el lugar.
La madre de Alexander estaba increíblemente acongojada. No fue capaz de decirles una sola palabra de despedida a las muchachas. Su hijo la sostenía en brazos, porque parecía estar a punto de desmoronarse.
Alex se obligaba a mantenerse en pie por su familia, pero lo cierto era que se sentía completamente roto por dentro.
—Alysa y Chloe, lamentamos muchísimo que la peste les haya arrebatado la vida. Hubiera deseado que me sucediera a mí y no a ustedes. Lamento no haberlas protegido de su enfermedad. Lamento que sus cuerpecitos hayan sido tan débiles... —se arrodilló y clavó la pala en el suelo, y se echó a llorar—. ¡Las extrañaremos!
—¡Prometo cuidar de mamá y de papá! —exclamó Alexander, sollozando. Su corazón estaba destrozado—. ¡Prometo que sobreviviremos!
En ese instante, colocó los cuerpos envueltos en sus sábanas y empezó a cubrir las tumbas con tierra. Su papá se puso de pie y empezó a clavar las cruces.
* * *
A medianoche, cuando la granja estaba completamente a oscuras, la mujer pelirroja que había visitado a las hermanas Samaras la semana anterior, apareció. Con un simple chasquido de sus dedos, levantó la tierra para que las jóvenes salieran de su tumba.
Las dos jóvenes se quitaron las sábanas sucias de encima y se pusieron de pie. Estaban desnudas, tenían frío y sentían una increíble confusión ¿Qué les había sucedido? Ninguna de las dos recordaba qué había pasado luego de que se hubieran quedado dormidas en su lecho.
Una música extraña y armoniosa se escuchaba en medio de la noche. Miraron a la mujer que les había prometido vida eterna hacía unos días, previamente a su muerte. Les hizo una seña con la mano para que se acercaran a ella.
Alysa y Chloe se levantaron de sus tumbas. La mujer chasqueó los dedos y la tierra volvió a su lugar. Ellas contuvieron un grito.
—Abríguense, que hace frío —le entregó una túnica negra a cada una.
Las hermanas se taparon tan rápido como pudieron. Sus pies estaban congelándose al pisar la nieve, y el viento era helado.
—Han tenido que morir para convertirse en brujas.
—¿Cómo...? —Alysa, la mayor, habló. Su voz sonó tan ronca que ni siquiera ella misma se pudo reconocer.
—No todas las leyendas urbanas son mentira, muchachas. Sin embargo, no les explicaré eso aquí. Vayamos a un lugar cálido y seguro. Ahí les hablaré sobre el grandioso futuro que tienen por delante junto a él.
Asustadas y completamente congeladas, las hermanas asintieron, y siguieron a la pelirroja mientras ésta se adentraba en el bosque.
Buenos Aires. 4 de junio de 2019.
<<Los seres inmortales>>.
—Seré fantasma, pero no tonta —Samantha interrumpió su lectura, justo cuando se había acomodado en la cama junto con una tasa de té y el libro del inmortal—. Alexander está rompiendo las reglas de los Emisarios por vos —insistió—, permitió que tuvieras su libro... permitió que indagaras sobre su vida y te ha invitado a su casa. También te regaló la daga. Creo que está enamorado.
Ámbar se sonrojó. No pensaba contarle todas las cosas que había hecho con él antes de descubrir su inmortalidad.
Apartó esos pensamientos de su cabeza e intentó dar una explicación lógica:
—Está haciendo esto porque no quiere que me maten. Para ello, está averiguando quién insertó la estatuilla en casa. Tendrá muchos problemas si eliminan a un "alma especial" —gesticuló las comillas con los dedos.
—Él sería incapaz de lastimar a un humano. Lo conozco hace poco tiempo, pero he visto su forma de trabajar. Es un buen tipo.
Eso parecía, pero no podía fiarse de nadie.
Decidió no continuar con la conversación, y abrir el libro.
El índice era el siguiente:
-Los orígenes.
-Criaturas de Dios.
-Criaturas demoníacas.
-Almas destinadas.
—Alexander puede meterse en graves problemas por esto —Samantha estaba detrás de Ámbar, leyendo la misma página que ella.
—Ya me lo dijiste: está rompiendo las reglas.
—Y una grave. No pensé que el contenido del libro sería tan... así.
<<Adán y Eva no eran humanos, eran ángeles de alas rojas>>.
—Está potente la primera frase —observó Samantha.
—¿Vas a dejarme leer? —bufó.
—Perdón. Es que la curiosidad me está matando —rio con su propio chiste.
Ámbar también sonrió, y continuó con la lectura:
<<Su linaje directo fueron todos ángeles de alas rojas. De las costillas de estos ángeles nacieron los de alas doradas. Se repitió la operación para los de alas plateadas y más tarde, para los de plumaje blanco y negro.
Dios consideró que el mundo estaba incompleto. Por eso, creó a los Emisarios.
Para que el linaje del cielo se mantuviera puro, sólo se les otorgaba divinidad a los varones (exceptuando, claramente, a Eva).
Sólo las criaturas Divinas descienden de Adán y Eva. Los seres humanos, los animales y las plantas, se han creado a partir del proceso que Charles Darwin denominó como: "Evolución".
Sin embargo, es posible que los seres humanos asciendan a seres celestiales. Requieren de años de entrenamiento y una vez aprobadas las pruebas, deben ser atravesados por el Cetro Divino del ángel Namael... convirtiéndose en su mayoría en Emisarios, encargados de resguardar las almas destinadas.
Por otro lado, las almas humanas "destinadas", serán detalladas en los próximos apartados>>.
—Siempre supe que la humanidad no provenía de una parejita. Eso hubiera sido... incestuoso —Samantha sacudió la cabeza.
—¿Tenés déficit de atención? —preguntó Ámbar frunciendo el entrecejo—, porque no te concentrás para leer y tampoco me dejás leer a mí. Cuando terminemos, podés opinar...
—Perdón. Es que, si no digo lo que pienso ahora, luego me olvido. También me pareció machista el sistema del cielo ¿Por qué eligieron a Eva como la única mujer? ¡Y encima la culparon de lo del fruto prohibido!
—Sí, es machista. Pero las religiones también lo son. No debería asombrarte, estamos hablando de un sistema creado hace más de dos mil años —escaneó fugazmente las hojas con la vista—. Por cierto, acá no dice nada sobre el fruto prohibido ¿Será una leyenda humana?
—Seguramente.
Ámbar continuó leyendo:
<<Uno de los ángeles más antiguos, Luzbel, estaba celoso del poder que tenían Adán, Eva y sus descendientes más cercanos, entre ellos, el ángel Namael. Por ese motivo, decidió traicionar a Dios y convertirse en el Señor de las Tinieblas, vulgarmente conocido como "El Diablo" o "El Demonio".
Aprendió trucos de magia negra y contaminó su propia sangre. Con ella, creó a los Cazadores de Almas y a las Brujas. Dicen que le arrancó el corazón al primer Cazador para que renaciera, y que asesinó a la primera Bruja para que despertara con magia negra en sus venas.
Características de los Demoníacos:
Los Cazadores de Almas, con su mano derecha, perforan el pecho de sus víctimas humanas y aprietan su corazón, hasta alimentarse por completo de su alma. Con esa misma mano, pueden crear marionetas demoníacas utilizando a los fantasmas deambulantes. Los más poderosos pueden crear demonios de bajo rango, aprovechándose del resentimiento de los espíritus errantes.
Cada vida que roban les entrega más poder. Si el aura de esa persona es púrpura, su fuerza se multiplica, sus sentidos se convierten en súper-sentidos y sus habilidades en la lucha mejoran al cien por ciento y la magia negra que utilizan para crear marionetas se vuelve más peligrosa.
Las brujas utilizaban sangre, huesos y diferentes sustancias venenosas para realizar hechizos que iban en contra de la voluntad divina de Dios y sus ángeles. Poseen la habilidad de la magia negra en sus venas
Luzbel creó su propio sistema porque no aceptaba a Dios en su corazón. Desde entonces, ha sido una amenaza para los Celestiales y ha llevado a los humanos a pecar de manera desmesurada>>.
—Al final, el Diablo es menos machista que Dios —comentó Samantha con ironía—, aunque es una bestia ¿Crear ese sistema tan cruel para robar las almas de los seres humanos? ¿Provocar tantas masacres? —ladeó la cabeza, asqueada—. Otra cosa ¿Por qué Alexander permitió que leyeras esto? ¿Piensa que el conocimiento te brindará una especie de protección? Si ya tenés la daga...
—Debe ser por lo del aura púrpura y el peligro que conlleva —el corazón de Ámbar había comenzado a latir con violencia—. Sam, voy a necesitar un momento a solas. Necesito... pensar.
El Diablo. Cazadores. Brujas. Ángeles. Emisarios.
Su alma púrpura.
Parecía una pesadilla de una película medieval. Le entraron ganas de vomitar.
—Entiendo. Yo iré a ver a Alex. Lo ayudaré a averiguar quién implantó esos objetos en tu casa.
A Ámbar le daba vueltas la cabeza. Se puso de pie, tratando de ir al baño, pero lo único que logró fue caer de rodillas y vomitar en el césped. Hojita empezó a llorar por la preocupación, mientras Samantha intentaba darle una mano.
—¡Quiero estar sola!
La fantasma Campos se encogió de hombros, y desapareció.
Se echó a llorar en el mismo instante en que sonaba su teléfono y recibía un mensaje de su exmarido exigiéndole la lámpara que estaba en el comedor.
Apagó el celular. Necesitaba paz. Necesitaba pensar. Necesitaba aclarar su mente.
¡Muchas gracias por leer!
¡Nos vemos mañana!
Sofía.
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