25
- Maldito bastardo -gruñí, sintiendo el filo de mis colmillos rozar mi labio inferior.
Él para tratar de defenderse, no esperó y acercó su puño a mi cara con fuerza, pero atrapé su mano antes de sentir como rozaba mi nariz; el único ataque que recibí fue la suave brisa que provocó su movimiento. Intentó replicar el mismo ataque, pero volví a atrapar su otra mano. A último momento, me percaté de que tenía los brazos cruzados delante de mi pecho, sin soltar los nudillos de mi hermanastro mientras él trataba de soltarse de mi agarre.
Nuestra relación nunca había pasado la raya de lo neutral, pero nunca pensé que si llegará a pasar de se punto, sería para acabar en está desagradable situación. Nunca me ha gustado ser agresivo, pero no podía evitarlo está vez.
Él, prácticamente, abusó de Atem, y eso jamás se lo iba a perdonar.
- ¿Y bien?, ¿¡Qué tienes que decirme, rata sarnosa!? -pregunté furioso-. ¿Por qué te ocultarías por tanto tiempo si no eres culpable de nada?
Él no dijo nada y siguió tratando de soltarse, lo cual se le haría imposible. Ya había planeado como serían las cosas (por DEMASIADO tiempo), y por eso me encontraba sentado sobre él para que no me atacará con sus piernas.
- USASTE LA MALDITA TÉCNICA, ¿!VERDAD!?, ¡MALDITO CHUPAVACAS!, ¡AHORA MISMO ME VAS A RESPONDER TODAS LAS PREGUNTAS SI NO QUIERES QUE TE MATE!
Quise seguir despotricando contra él, pero, justo cuando iba a seguir berreando, sentí como una fuerza inesperada me empujaba contra la pared para separarme de mi hermanastro, luego de ver de soslayo como las dos puertas de la habitación se habrían de par en par... para dejar paso a un hombre tan mayor, pero que aun conservaba su juventud en cada lado de su faz. De piel tan blanca como la barba y bigote que se había dejado crecer. Era mi padre, y ahora me tenía acorralado con sus dedos gruesos apresando mi cuello. Nuestros ojos carmesí se encontraron, y yo solo pude recibir su mirada con la misma intensidad que él me compartía.
- Ya detente, Yami -espetó mi padre, Aknamkanon, con seriedad. No importaba en que circunstancias se encontrará, siempre se mostraría con un porte elegante y ordenado-. Si vas a venir, no lo hagas para pelear. No en mi casa -ordenó, y me soltó.
Segundos después, llegó mi madrastra, quien se horrorizó al ver el desastre que había dejado la "pelea" entre mi hermanastro y yo, mientras este se frotaba las marcas que deje de mis dedos en sus nudillos. Y para empeorar, la cama se desmoronó. El somier se desprendió de las patas y cayó en seco al suelo, luego, las varas del dosel que sostenían el toldo, acabando con el mismo toldo cubriendo la mitad del cuerpo de mi hermanastro. Eso era menos de lo que se merecía.
- Ay por amor a... -tartamudeó mi madrastra, sorprendida, ayudándole a mi hermanastro a quitarse el toldo de la cabeza.
- Lo siento, madre. Pero sabes mi posición -dije-. Entiendo si no lo comprendes, pero este infeliz tiene que pagar -amenacé, viendo con odio al maldito impostor.
- ¿Se puede saber de qué estás hablando? -preguntó Aknamkanon.
- ¡En el tiempo que me fui de Transilvania ese mal nacido se aprovechó de Atem usando la técnica ilusoria! -conté, aguantando las ganas de lanzarme de nuevo a él. Con tan solo pensar lo evidente de lo que ocurrió esa noche...
Mi hermanastro, Ryoken Sennen, anteriormente conocido como Ryoken Kogami, solo se limitó a mirarme con odio mientras nuestra madre se acercaba a él para revisar si estaba herido.
- ¿Espera?, ¿Hablas del humano?, ¿¡Por eso todo este alboroto!? -inquirió Aknamkanon-. ¿¡Volviste a juntarte con él!? -preguntó, viéndose fastidiado-. ¿¡Y ahora tú!? -reclamó, viendo a Ryoken.
Ryoken alzó levemente las manos para dar a entender inocencia.
- En lo absoluto, papá. Las cosas sucedieron y me lo volví a encontrar, y me dio una pequeña sorpresa sobre ¡Tu hijastro! -expliqué. Mis manos me picaban por las ganas que tenía de agarrar su cuello.
- ¿¡De qué mierda hablas, idiota!? -reclamó Ryoken.
- ¡¡QUE ERES PADRE, SACO DE SANGRE SIDOSA!!, ¡QUE ERES PADRE! -vociferé, con toda la ira que he acumulado.
Todos se quedaron sorprendidos. Y, obviamente, el más sorprendido fue Ryoken, evidentemente.
- ¿Qu-qué? -tartamudeó, incrédulo.
- Que tienes un hijo, Ryoken. No tengo dudas de que tú eres el padre.
- Y-yo...
- Usaste la técnica ilusoria después de que me fui, ¿cierto? -gruñí, queriendo acercarme a él.
-Quieto ahí -ordenó mi padre, bloqueando mi camino con su brazo.
- Solo quiero que me responda -dije, quitando la mano de mi padre con un empujón-. Dímelo, Ryoken. ¿Lo hiciste o no? Si me lo dices y me haces un favor, voy a ver si calmo mis ansias de romper tu cuello.
- Yami, no puedes amenazar sin tener pruebas de que lo hizo -dijo mi madrastra, intentando calmar las cosas, como siempre lo ha hecho. Pero aunque sé que ella también me quiere, sé que siempre pondría el pie enfrente para defender a su hijo.
- Por eso he venido aquí, madre. Quiero conseguir las pruebas, y para eso necesito que Ryoken me de una muestra de sangre par hacer una prueba de paternidad. Atem cree que su hijo es mío, y no podre mostrar mi inocencia hasta tener pruebas. Y tampoco planeó soportar las difamaciones por su culpa. Además, no tendría por qué tener miedo si no hizo nada malo -dije, y volteé a ver a Ryoken-. ¿Por qué te ocultarías de mí por casi dos años si no es así?
Ryoken apartó la mirada, bufando por lo bajo.
- ¿Hijo? -dijo mi madrastra.
Ryoken se veía frustrado.
-Dilo, Ryoken. Es mejor que me lo digas tarde que nunca. Y hazlo de una vez antes de que acabes con mi paciencia.
Pasaron unos segundos expectantes, pero Ryoken no decía nada.
- !Ryoken dilo ya! -ordené, sintiendo inquietud y desesperación por el fuerte bombeo de mi corazón.
Ryoken gruñó.
- ¡Ese hijo no puede ser mío! -espetó-. ¡YO FUI CUIDADOSO!
Con solo escuchar eso, vi todo rojo, y, sin que mi padre pudiera detenerme, me abalancé a él a toda velocidad. La fuerza que use fue tal que, al no controlarme, terminé llevándomelo a un paseo fugas, dejando tres grandes hoyos a las paredes, hasta terminar acorralándolo en el suelo en la habitación de enfrente de los aposentos de Ryoken.
Al verlo bien, advertí que estaba desmayado, y sangrando un poco de la cabeza. Pese a que se veía herido, seguía con vida, sus heridas curándose lentamente por la regeneración que nos caracteriza.
- ¡ESO Y MÁS TE MERECES, MALDITO! -grité.
- ¡Ryoken! -chilló mi madrastra, preocupada, y escuche como sus balerinas taconeaban el suelo de madera mientras se acercaba corriendo.
Al alzar la mirada, vi que me encontraba en el despacho de mi padre, donde normalmente tenía frasquitos vacíos o con sangre. Muchos recuerdos me saltaron a la mente. Siempre tenía unos a la mano, y está vez no fue la excepción, pese a los años. Ahí, en una canastita pequeña, habían frascos pequeños. Apurado, me acerqué para tomar uno y lo olfateé. Por suerte, estaba totalmente limpio, no olí ningún rastro de sangre. Y, mientras mi madrastra revisaba junto con mi padre a Ryoken, yo le hice una pequeña cortada en su dedo para obtener su sangre.
- ¡Yami! . chilló mi madrastra, sorprendida.
-Lo siento, madre. Solo estoy aprovechando la oportunidad.
Ella, solo se quedo sin palabras. Ella quería a su hijo, lo sé, pero, conociéndola, estaba seguro de que estaba indecisa por hacer lo correcto y lo que no. No es fácil aceptar que tu hijo cometió tales actos inmorales.
- Nunca me espere una reunión familiar así... -dijo mi padre, para sí mismo.
Mi padre vio a mi madre algo conmocionada y posó su mano sobre su hombro para calmarla.
- Tranquila, cielo. Él estará bien, siempre ha tenido una aceleración en su regeneración. Se recuperará pronto.
Al tomar una buena cantidad de sangre en el pequeño frasco, lo tapé y dejé que la cortada que le hice a Ryoken se curara.
- Eso sería todo -dije, y me levanté, guardando el frasco en uno de mis bolsillos.
- Hijo... Con lo fácil que hubiera sido solo hablar de esto... -dijo mi madre.
- Lo siento, mamá. Pero aunque hubiera insistido también no habría funcionado.
- Aun así debiste avisar de tu llegada.
- Sí claro, para darle la oportunidad de que se escape, ¿verdad? -espeté serio.
Él se quedó callado, pero me miró entornando los ojos.
- Para la próxima ven a visitarnos, no a causar conflicto -dijo, y se volvió para arrodillarse frente a Ryoken-. Ven a cenar mañana, hijo. Tengo algo que hablar contigo.
Al principio dude, pero, luego de ver como recogía a Ryoken del suelo, vi como su mirada había cambiado a una apacible y llena de dilemas.
- Es importante, por favor.
Lo pensé un poco, pero, al final, suspiré rendido.
- Bien, pero solo porque yo también tengo algo importante que decirte. También es importante.
Él asintió.
- De acuerdo.
- Nos vemos, aún tengo cosas que hacer -dije.
-Adiós.
- Adiós, hijo -dijo mi madrastra. Lastimosamente, se le oía abatida.
- Adiós, mamá.
Después de eso, me fui de nuevo por el balcón, convirtiendo mi cuerpo al de un murciélago.
<<Nos vemos pronto, papá. Espero que cuando te enteres de mi relación con un humano, no te atrevas a interferir de nuevo>>.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro