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19

- Ahm... sí mamá. Estoy bien, puedes estar tranquilo. El doctor dijo que se me sanaría entre catorce o veintiún días aproximadamente -le dije por el teléfono.

- ¿Estás seguro, Yugi? 

- Sí, mamá. Ya me encuentro en casa con Yami. 

- Yugi, prométeme que no te despegarás de él.

- Sí, está bien. Lo prometo.

Hace mucho no lo escuchó así de paranoico. Yami, por otra parte, está en la cocina preparando algo para almorzar.

Los dos seguimos charlando un rato, y apenas logré calmarlo. Por fortuna Heba hizo mucho mejor trabajo que yo. Al menos eso pude escuchar del otro lado de la línea.

- Está bien, pero te llamaré cada cierto tiempo para saber como te encuentras, ¿de acuerdo?

- Sí, mamá. No te preocupes.

En eso Yami se puso a mi lado, mientras mi madre se despedía.

- Yugi, por favor. Permíteme hablar con él.

Lo miré confundido, pero entonces recordé el motivo. Del otro lado esperaban que respondiera.

- ¿Yugi? -insistieron del otro lado de la línea.

- Eh sí, mamá. Adiós. Adiós también para Heba. Pero Yami quiere hablar contigo.

Del otro lado lo escuché confundido.

- Toma -le dije a Yami, y le di el teléfono.

Acto seguido, salió del departamento para hablar. Los nervios se me pusieron de punta. En serio voy a hablar de este tema con mis padres cuando regrese a Transilvania. Con lo gustoso que me estaba quedando de quedarme en la ignorancia de alguna manera.

No quería ni acercarme a la puerta para escuchar por los nervios. Tan solo hacerme ideas de lo que podría ocurrir cuando ese día llegué.

¿Habrá una pelea?

¿Todo terminará en buenos términos?

¿Yami... en serio es mi verdadero padre?

Son ideas que me abruman demasiado. Ya tenía suficiente con el dolor en el brazo con el disparó como para aturdirme con un dolor de cabeza.

Sin duda van a ser unas increíbles vacaciones...

Me siento en un melodrama... Ojalá las cosas no terminen de la peor manera.

Pasó un rato, y Yami entró. Se le veía algo serio, pero sereno.

- Bien, Yugi. Ya hablé con él. En las vacaciones iremos de regresó a Transilvania para hablar.

- ¿Sí?, ¿Y cómo se lo tomó? -pregunté intrigado, pero algo inseguro al respecto.

- Digamos que se le escuchó algo incómodo. Él tiene su perspectiva del asunto por tal motivo, que aclararemos todos juntos.

- ¿Y si no llegas a ser mi padre..., crees que comprenda nuestra relación?

- Eso déjaselo a él, Yugi. Primero vamos por partes, ¿de acuerdo?

Suspiré agotado.

- Está bien.

- Oye. Tranquilo, ¿sí? 

- Eso trató, pero es algo difícil.

- Lo comprendo, pero ahora no pienses en eso. Ahora debes descansar. ¿Planeas ir a la universidad, o llamarás a la dirección para justificar tu ausencia?

- No. Iré. Un brazo roto no impedirá que vaya. Será algo complicado, pero estaré bien.

- De acuerdo.

Hubo un silencio corto entre los dos, uno cómodo e íntimo. 

- Yami -lo llamé, atento a su mirada.

- ¿Sí?

Mi corazón empezó a latir, inflando mi pecho. Sentí mucha vergüenza.

- Bésame -le solicité, sin rogar. Ya me cohibía con solo sentir como mi pecho reacciona con solo verlo.

Él sonrió enternecido, y me besó encorvándose a mi altura mientras me encontraba sentado en la cama. Sus manos se apoyaron en el borde de la cama, apresando mi cintura. 

Sus labios eran tan suaves y me besaban con dulzura. 

Pesé a que me transmitía cariño, no pude evitar sentir una ola de felicidad por dentro. 

Él me acostó en la cama con cuidado y no me dejo de acariciar y besar, acorralándome debajo de su cuerpo. No hice más que perderme en sus labios en un momento tan dulce como ese. 

Me hubiera gustado llevar todo a una situación más íntima, pero yo, y creo que él también, pensamos que por mi condición no sería lo más favorable para mi recuperación. Eso pude percibir al sentir como me acariciaba la mejilla.

Solo nos limitamos a besarnos tierna y apasionadamente, sin darnos cuenta de que el tiempo paso algo rápido.

Olisqueamos un poco el aroma a quemado de la cocina, y no pude parar de reír al ver la cara de sorpresa de Yami cuando se le quemó la comida.



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