14
Era otro día, y me encuentro muy inquieto en la cafetería. La maestra Izinski me había llamado a su oficina al final de clases. Segundo día y me llama para hablar. No quiero, en serio que no quiero. Esa mujer entierra el pavor en mi piel con solo su mirada.
Aun puedo recordar como me lo solicito antes de que el reposo empezará. Sus tacones resonaban por el suelo completamente lustrado, aturdiendo mis nervios en cada rincón de mi. Era como estar en una cueva que no tiene fin. Un laberinto en el que mis emociones se perdían en una ruta dirigida por el miedo.
No he podido dejar de percatarme que mi cuerpo se ha vuelto más perceptivo al peligro, o al menos a lo que yo le considero peligro, y sin lugar a dudas, no planeo fiarme de esa mujer.
Jaden me seguía hablando, y para serle honesto trate de disimular que le prestaba poca atención. Su alegre y motivada personalidad me calmaba los sentidos y me sacaba una que otra sonrisa inconsciente.
Llegó la hora de salida y me presenté a la oficina de la maestra. Abrí la puerta, haciéndola rechinar, y para mi fortuna. La oficina era compartida junto a otros profesores. Habían más maestros en sus respectivos escritorios, parecido a la escuela en Transilvania. Que recuerdos tan nostálgicos.
Los docentes me miraron un segundo al escuchar la puerta, pero apartaron la mirada al instante en que la maestra Izinski me llamó.
Ambos chocamos miradas, y quedé perplejo. Solemne ante una sonrisa amistosa y simpática junto a un ademan que hacía con su mano.
- ¡Joven Mouto! -llamó la maestra. - ¡Aquí!
Sus ojos estaban oscuros, y no me expresaban ninguna emoción que transmitía su sonrisa. Parecía que aparentaba.
Tenso me acerqué a pasos cautelosos. Mis dedos tiritaban dentro de mis bolsillos y mis dientes querían chasquearse como castañuelas. La ropa abrigadora que llevaba puesta, me hizo sentirme un poco protegido, pero no lo suficiente como para protegerme de los estruendosos latidos de mi corazón que retumbaban en mi cerebro, que me repetían sin cesar: "Tranquilo. Hay profesores presentes. No tengas miedo."
Ella se sentó y yo la imité sentándome frente a su escritorio. La nueva sensación de sentir el peligro se relajó con lo último que me repetía mi cerebro. Estábamos lo suficientemente lejos para que no nos escuchen, pero también lo suficiente como para que vieran todo lo que ocurría si algo llegaba a ocurrir. Pero era hora de salida, y puede que dependiendo del tiempo en que me quede con ella, los maestros se vayan retirando uno por uno de a poco.
- Agradezco mucho que si hayas podido venir un momento. -sonrió dulce. Mi piel se crispó, y no pude arrebatarle la mirada a cada acción que hacía, como una forma de defensa personal para reaccionar a tiempo ante cualquier cosa.
- No hay problema, en serio. -dije algo nervioso. - Pero bueno, ¿Para qué me necesitaba?
- Bueno... la verdad esto es algo penoso. -dijo, fingiendo sumisión. Su voz se volvió muy calmada y baja tan repentinamente que me relajó al ver que apartaba su mirada de mí, y uso la otra mano libre para enganchar un mechón de pelo detrás de su oreja.
Ese gesto me confundió. Ahora no me parecía que su mirada fuera tan aterradora. Mi perspectiva hacia ella cambio mucho al ver que saco con discreción de su bolso una copia de mi primer libro.
Las preguntas rondaron mi cabeza en el corto tiempo en que le tomó posarlo frente a mi junto a un lapicero negro de tinta permanente.
- Se que esto te sonará raro pero..., ¿Podrías darme tu autógrafo? -preguntó suave y ocultando el entusiasmo en su garganta. Lo cuál tiene sentido, es una profesional en su trabajo y normalmente uno no debería introducir su vida privada en su profesión. Sin olvidar mencionar que la escuela ha hecho todo lo posible en ayudarme para que nadie sepa que en realidad soy yo el autor de mi primer libro, porque preferí mantenerme en el anonimato al menos hasta que acabe mis estudios y tenga un trabajo.
Me descolocó un poco de la realidad que me pidiera algo así, ¿A ella en serio le gustaba mi libro?
- Tu libro es uno de mis favoritos. Hace mucho no leo algo que me gustará tanto. Y pensar que te tengo de alumno me emociona mucho. Y como lectora no pude evitar querer pedirte este favor.
Estaba completamente en blanco. Oír la euforia contenida en ella me saco de mis preguntas.
- Oh... claro. -aun confundido, tomé el libro, lo abrí removiendo dos páginas y firme debajo del título. Esto sin lugar a dudas era extraño.
Sus ojos se abrieron cuando se lo entregué y sonrió complacida. De pronto se veía..., ¿Feliz?
- Muchas gracias, joven Muto. -dijo conteniéndose. De pronto volteé un poco, y había un profesor de lejos que le había tomado atención, y dejo de hacerlo al verla controlarse. - Enserio, gracias.
- No hay problema, profesora Izinski.
Tal vez solo era paranoia mía. Tal vez solo interprete todo mal.
- Eso era todo, ya te puedes retirar.
Mis músculos se relajaron, ¿Eso es todo?
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