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3. El doctor Thomas.

Perry se plantó en el techo de lo que a simple vista parecería una casa, pero contenía mucho más de lo que se dejaba ver. Según las coordenadas que le había dado Karl, estaba en el punto exacto. Ese era el laboratorio del doctor Thomas.

Tras investigar un poco más acerca de su nuevo objetivo, había descubierto cuán afamado había sido el hombre en un pasado, pero su apatía ante los seres humanos había conseguido que se aislara. Su odio para con los demás, se remontaba a su tormentoso pasado. Y no, no era similar al de su querido doctor Doof. 

Thomas había sido criado en un orfanato luego de que sus padres fueran asesinados en un asalto a mano armada cuando él tenía diez años, fue adoptado por una familia compuesta en su mayoría por políticos corruptos, años más tarde pasaría por un secuestro, un matrimonio aparentemente forzado y constante humillación pública debido a las muchas infidelidades de su esposa.

Sí, él tenía razones para estar molesto. 

El agente bajó de su pequeño auto y entró por la ventilación de la institución, se deslizó a través de esta hasta dar con el paradero del loco científico que perseguía esta vez.  Vio entonces al hombre de aproximadamente cincuenta años, cabello canoso y complexión delgada pero firme, encorvado sobre una mesa en la que mezclaba algunas sustancias desconocidas.

Frente a él un joven que algunos dieciocho años realizaba anotaciones en una libreta, hasta que, quizá aburrido, la dejó de lado. 

— Papá... mis amigos y yo teníamos planeado  ir al cine más tarde, ¿podría...? — el hombre alzó una mano en alto, indicando así a su hijo que guardara silencio.

— Puedes, pequeño. Toma dinero de la caja y diviértete — el muchacho sonrió e hizo caso a lo que el mayor indicó. 

El ornitorrinco le observó por un momento. Era un jovencito apuesto, con un tierno rostro, piel blanca, de rizados cabellos azabaches y cuerpo esbelto pero proporcionado. Mediría quizá un metro setenta de altura, aproximadamente. Vestía unos jeans pegados, al estilo militar, unos botines negros y una chaqueta del mismo color que no dejaba ver lo que llevaba debajo. 

El chico salió de lo que lucía como un laboratorio, dejando solo a su padre. 

— Esto está casi listo... — hablaba el hombre para sí mismo — una vez descubra qué es lo que falta para que el proceso de intoxicación sea más rápido, podré esparcir esto en la atmósfera. 

Perry decidió que era momento de entrar en acción, así que se dejó caer detrás de él, llamando la atención de su rival. 

— ¡Tú! — apenas se volteó, el sujeto frunció el ceño, dejando claro que la visita del extraño no era bienvenida — ¡¿Quién eres y qué haces aquí?! 

Sin esperar una respuesta (que aunque llegara no entendería), el hombre se fue contra el pequeño animal, en una lucha de manotazos y golpes de un muy bien entrenado agente. A diferencia de lo poco que le costaba hacer que Doof destruyera su proyecto, en este caso, el doctor defendía con garras y dientes su mezcla. Tanto fue así, que logró encerrar a Perry en un cubículo de cristal. 

— Oh, ya entiendo. ¡Vienes de la OSBA! — el ornitorrinco guardó silencio, mientras buscaba disimuladamente una forma de salir de ahí. 

El cubículo era en realidad una regadera, de dos por dos. Probablemente usada en caso de que al científico le cayera una sustancia tóxica. 

— Vienes a detener mi malévolo plan, ¿no es verdad? — el hombre sonrió, parecía divertirse con la situación — Verás, creo que ya te han informado al respecto, pero las personas no son muy de mi agrado. Creo que son una plaga, y francamente... — la divertida sonrisa cayó hasta convertirse en nada, su expresión era amarga — Quiero matarlos a todos...

No sería la primera vez en su carrera que el agente escuchaba algo así, pero la seriedad del hombre consiguió hacer que un escalofrío recorriera su lomo. Él en verdad quería terminar con la humanidad.

— Va a ser tan divertido, aún trabajo en ello, pero... puedes creerme, cada segundo valdrá la pena — Perry se revolvió inquieto, golpeando contra la puerta de cristal — Y para que veas que no soy tan malo, todos morirán sin ser conscientes de que lo están haciendo. No soy tan cruel, será de forma linda... es decir, sí, sus órganos se licuarán en su interior con cada respiro, pero no lo notarán hasta que estén a punto de morir. ¿No es genial?

La desesperación de Perry le hizo gracia a Thomas, que soltó una sonora carcajada. Tomó un arma de las que guardaba en el interior de un cajón en su escritorio y se apresuró a abrir la puerta de la ducha. El ornitorrinco intentó arrasar con los químicos de la mesa del laboratorio, sin saber cuál era el que buscaba. 

— No, no amiguito — el científico disparó en su contra y de inmediato se sintió débil, pronto perdió la conciencia, su cuerpo colapsó y fue atrapado cuando se cayó de la mesa por el doctor. 

Esa arma no lo mataría. Únicamente servía para hacerle dormir, era un somnífero instantáneo.

— Tienes suerte de que solo odie a los humanos, el resto de seres vivos no me molestan tanto — musitó, acariciando la cabeza del dormido ornitorrinco — Tal vez puedas ser la mascota de mi hijo y mía cuando todo esto acabe, ¿te gustaría?

Hola, hola. :)

Después de siglos sin actualizar, he regresado. U.U

Siento si no ha sido lo que esperaban, pero venga, que es indispensable para lo que tengo planeado. Y estos personajes estarán saliendo con frecuencia en los próximos capítulos, así que esperen por ellos. 

Tengo planeados aproximadamente 35 capítulos para esta temporada, más dos especiales y un epílogo (solo para que estén preparados cuando se acerque el final). 

Además, tal vez y solo tal vez, tengamos una nueva shipp. Ya pronto sabrán de quiénes se trata. 

Dejo por aquí la apariencia Thomas y su hijo:

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