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Sinceridad nocturna


Camus preguntó a Afrodita la dirección del consultorio de Milo, a los pocos minutos ya recorría los pasillos del hospital a la máxima velocidad que sus piernas cansadas le permitían, era cierto que ya casi estaba dado de alta, pero la debilidad de su cuerpo seguía latente, que se maximizó después del beso que acababa de experimentar, prácticamente alcanzó el cielo, y acarició con sus manos el frenesí que podría producir Milo Antares, esos labios le arrancaron los escalofríos más ricos de esta tierra, que podría jurar eran lo más parecido a un orgasmo que se da sin necesidad de vivir un momento de intimidad en la cama, pero más que todo el aspecto físico, ese roce, ese toque... le atrajo a su alma un sin fin de emociones, que avivaron ese espíritu que creía dormido, llegando a una sola conclusión: felicidad, su Doctor lo emocionó hasta lo más profundo.

El profesor llegó hasta el asensor, y mientras tocó el botón para subir tocó su propia boca con delicadeza, delineó cada contorno de esa sensible piel, como si así pudiera revivir el mágico momento, se miró un momento en el espejo en ese reducido espacio, sin embargo en realidad no estaba analizando su propio rostro, se dedicó a pensar en si realmente tendría aunque sea una posibilidad de averiguar qué existía en el corazón del hombre detrás de la bata de médico, por eso le urgía encontrarlo,estaba seguro que después de eso,el profesionalismo ya estaba más que rebasado, y no sabía cuánta razón tenía, se acercaba un momento importante.

Las puertas se abrieron en el tercer piso del edificio, el timbre lo hizo saltar un poco, estaba muy distraído, él, que siempre tenía las palabras correctas en su vocabulario, realmente no sabía qué era lo que iba a decir, avanzó con lentitud, tomó su largo cabello aquamarina y lo echó atrás de su espalda, respiró hondamente, leyó las letras doradas al lado de la puerta blanco marfil: "Dr. Milo Antares, Cirujano.", realmente le parecía que ese título lo alejaba más del griego, quizá se había generado falsas expectativas, pero era ahora o nunca, tenía que saber si debía abrir esa caja de Pandora que era su capacidad de amar, o no. Tocó la puerta con tres suaves golpes, no hubo respuesta.

Dentro del consultorio, Milo no escuchó ningún sonido, estaba sentado en su silla reclinable frente a su escritorio, tenía la fotografía de Shoko en sus manos, la contemplaba con mucha añoranza, todavía sufría tanto por ella... y ahora por Camus, era una Noche Buena miserable, salvo por aquel maravilloso beso, sintió un fuego abrazador recorrer nuevamente por cada vena de su cuerpo, el corazón le latía con fuerza dentro de su pecho, besar a ese bellísimo hombre era de lo mejor que le había pasado en muchísimo tiempo, la realidad era, que se sintió más allá del paraíso, ni siquiera quería imaginar lo embriagante que sería tenerlo entre las sábanas, mientras gemía su nombre, y en realidad no deseaba seguir con esas imágenes mentales, porque la mujer pelirroja ya lo había alejado de él, ¿en serio no podía ser feliz?, por algo se había prometido no prestarle atención a nadie más, evocaba el nombre de Shoko, si ella viviera..., o si Camus supiera..., tal vez no estaría tan patéticamente acorralado en ese lugar a media luz, en plenas festividades navideñas.

Otros dos golpes secos resonaron en la estancia, el francés pensó que probablemente el griego no estaba ahí, estaba a punto de irse, más triste de lo que quería admitir, pero esta vez Milo si que escuchó, creyendo que era Aioria, dijo un enfadado "adelante", Camus se armó con el máximo valor de su ser, y entró, ambos hombres se observaron por unos segundos, donde ninguno dijo nada, el ambiente ya les estaba invitando a un instante de sinceridad, cobijados por la negra noche, esa misma que guarda los secretos de los amantes, que guía la inspiración de los poetas, y lleva a los soñadores hasta lugares lejanos, esa misma oscuridad, cómplice y cercana.

El chico de cabellos aquamarina, entró y cerró la puerta, y fue el primero en externar sus inquietudes al otro.

-Doctor Antares, ¿le ocurrió algo?, salió del comedor de una manera muy rara.- Camus era así, directo, no valía la pena detenerse con formalidades que no eran necesarias en ese momento.

- Creí haberte dicho que me llamaras Milo, aunque, puedo ver que se te dificulta, debe ser porque no te es agradable tratar con familiaridad con desconocidos frente a tu novia ¿no es así?- 

El peliazul habló de una manera muy cruda, se podía leer el dolor en su garganta al pronunciarlas, no fue su intención claramente, no pudo evitarlo, realmente se sentía con un desgarre emocional, que ya cargaba desde hace años, y el joven frente a él, representaba el primer rayo de esperanza en su mundo, pero su afirmación, dejó muy confundido a Camus, ambos empezaron a levantar el tono de sus voces, la conversación estaba a punto de convertirse en una acalorada pelea, llena de los malentendidos que ya estaban formándose entre ambos.

-¿Novia?, ¿ de dónde saca...sacas eso? yo no tengo pareja Milo, hasta ahora el amor y todo eso me parecían una sarta de cursilerías, a diferencia de ti, yo no tengo nada que esconder, aún no me respondes, te fuiste muy rápido y con una excusa muy tonta, ¿sientes celos?.

-¿Que no tienes?, ya sé que no me importa, porque soy tu Doctor, y te conocí en la situación más extraña posible, pero eso hasta un niño lo vería, esa chica del cabello rojo se la pasa llorando por ti, siempre cerca de ti, no te deja jamás, todo el tiempo me la cruzo en este maldito hospital,¿por qué más vendría?, ¿crees que no se han escuchado algunas cosas?, dime cómo fue que te hirieron de bala, ¿fue por salvarla verdad?, eso no tiene nada que ver con los celos, lo que no quiero es vivir con mentiras...

-¿Y eso importa?, ¿eso te dice algo?, sólo sacas conjeturas estúpidas sin antes preguntarme, y a estas alturas, creo que ambos debemos admitir que aquí está pasando algo más, no tienes idea de lo que me cuesta tragarme el orgullo, salirme de mi zona de confort por alguien a quien apenas conozco, ¡maldita sea admítelo!, di que te sientes amenazado, ¿te das cuenta que si hay inicios de un vínculo?, hasta esta tarde yo estaba decidido a largarme de este lugar sin revelar que me haces sentir cosas inexplicables, pero luego me besaste, de esa manera tan... tan..., además, sé que tú si escondes algo, veo culpa en tu cara.

-No lo entenderías...

-No me lo quieres hacer entender... igual no es necesario, parece que estoy esperando algo que no va a venir, no puedo creer que fui tan idiota para abrirme así ante ti, te repito nuevamente, que yo no tengo novia, si no me quieres creer es tu problema, tal vez sea una excusa para tapar tus propios secretos, y yo no quiero ser partícipe de algo así, me retiro, disculpe las molestias Doctor.

Camus ahogó unas lágrimas, enfatizó como nunca la palabra Doctor, sus bellos ojos amatistas estaban nublados, al igual que los azules de Milo, entre los dos reinaba la melancolía de saber que estaban tirando a la basura una hermosa flor que apenas florecía, y por el momento, ninguno quiso decir más, a veces el orgullo es más fuerte.

El paciente en este caso, dio media vuelta a sus pasos, y salió de esa habitación azotando la puerta, ya no volvería a la cena, se le quitó el hambre por completo, regresó a su habitación dispuesto a descansar un poco, se acostó en la cama abrazando la almohada, se sentía perdido, sólo quedaban unas cuantas horas más y se iría a su casa, a encerrarse nuevamente en un mundo de conocimientos, ciencia, y progresos en el campo de la física y matemáticas, ¿cómo se le ocurría enamorarse de su Doctor?, con unos días había bastado para arrojar todos sus ideales en cuanto a relaciones al suelo, quizá si dormía, sería el Camus de siempre en  la mañana, el profesor intachable.

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Aioria estaba sentado con Marín al lado, la música sonaba suave y agradablemente, frente a ellos en la mesa ya estaba la rica cena navideña dispuesta para todos, tomaban sorbos de su chocolate caliente con leche, realmente estaba delicioso, sin embargo, ambos jóvenes estaban algo ausentes, estaban preocupados por sus amigos, con la suficiente confianza que ya existía entre ellos, decidieron hablar de sus inquietudes.

-Aioria, ¿paso algo con Camus antes de que yo llegara?

-A decir verdad si, él y mi amigo Milo, se dieron un beso...nada inocente bajo un muérdago, todo fue cosa de Afrodita, yo inicié el alboroto sabes, tú también lo notaste ¿verdad?, esos dos se fueron de una manera muy extraña.

-De eso quería hablarte, siento que no le caigo muy bien al Doctor Antares, aunque nunca a sido grosero conmigo, hay recelo en sus palabras hacia mi, ¿él  sentirá algo por mi amigo?, si es así, eso explicaría que le moleste que yo esté cerca, debe mal entender las cosas.

-Realmente no lo sé, no te tenido oportunidad de hablar con él desde que Camus fue ingresado al Hospital, nos saludamos en los pasillos, nos hacemos bromas, comentamos por mensajes nuestras series favoritas, o algo, pero el tiempo que tengo libre te lo he dedicado a ti preciosa, eso me recuerda, que la noche que tu amigo entró aquí, él me cubrió con una facilidad asombrosa, y el bicho no es así, tal vez desde ese momento se sintió atraído, porque te puedo afirmar que no soy ciego, ese beso no fue por compromiso, bueno, vamos a empezar a quitar esas telarañas de su mente, ¿me esperarías un momento bonita?, voy a buscarlo, mientras tanto te llevaré con mis amigos para que no estés sola, puedes ir avanzando en nuestro plan de presentar a Shaka con Mu...

-No te preocupes gatito, yo le haré unas preguntas discretas a Shaka, mientras tanto tú arregla el otro asunto.

Aioria no podía evitar ser dulce con Marín, ella le inspiraba una ternura y necesidad de cuidarla, y es que se entendían tan perfectamente, que podían contarse cualquier cosa, estaba contento con ella, y deseaba que su mejor amigo Milo pudiera vivir nuevamente algo así, y si tenía que regañarlo para que corriera tras su nuevo interés romántico lo haría, además, quería aclarar y recalcar, que Marín no era novia de Camus, era la SUYA.

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Milo, seguía encerrado en su consultorio, las lágrimas recorrían por toda su cara, parecía que había perdido una valiosa oportunidad, y esta vez se había defraudado, podría ser que no fuera un hombre con la dicha de poder amar, se arrepentía de no escuchar a Camus con atención, el enojo le ganó la partida, se odiaba en ese instante.

Otra vez llamaron a la entrada, el griego se sobresaltó, no podía ser que el francés regresara, no contaba con tan buena suerte, así que nuevamente volvió a su estado de melancolía, no pensaba contestar, quien quiera que fuese, podía irse al carajo, no tenía ánimos para dar explicaciones, sólo quería dormirse en ese instante, dispuesto a llevar a cabo tal acción cerró los ojos, pero no pudo estar tranquilo, porque los golpes ya eran fuertes e insistentes, la voz de Aioria se escuchó en un tono alto y firme.

-¡Bicho venenoso!, ¡ábreme esta estúpida puerta o te juro que la tiro ahora mismo a patadas! 

-¡Lárgate gato sarnoso!, ¡ no estoy de humor!.

-¡No me voy a ir, tú y yo tenemos asuntos que aclarar!, ¡sé que sientes algo por el paciente de L'eau, no me vas a engañar, te mueres por él!

Con la afirmación de Aioria, Milo se asustó, ¿así de obvio era ya?, él y su amigo no hablaron durante dos semanas, en primera, sus turnos en el hospital no coincidieron,  y en segunda, porque el gato había estado saliendo con una mujer, y en esos asuntos, solían ser muy discretos, las parejas de sus camaradas eran intocables, su privacidad se respetaba, ¿entonces cómo pudo saber que se moría por Camus?, sin ninguna escapatoria, más que hablar con él, fue a abrirle la puerta, evitó mirarlo lo más que pudo.

-¿Qué es lo que sabes Leo?

-Solamente lo que vi en el comedor, ese beso apasionado, y lo que saco de mis conjeturas, habla, la noche que me cubriste en la guardia, ¿fue por él verdad?

-Ya no tiene caso negarlo, si, fue por él, pero ya no tiene caso, sé que tiene novia y la negó, no creo que una persona así valga la pena...

-A ver idiota, ¿y según tú quién es su novia?, si no podemos indagar en la  vida personal de nuestros pacientes.

-Ya lo sé, y no hay necesidad, una mujer pelirroja llamada Marín, viene todos los días a verlo, escuché una vez que Afrodita hablaba con las enfermeras de que Camus llegó aquí por salvarle la vida a ella, se hablan con mucha familiaridad, no hay que ser un genio para saberlo.

-Parece que si hace falta ser un genio... porque la amistad existe sabes...

-¿Tú qué puedes decir?, eres mi amigo, sólo intentas darme ánimos...

-No son ánimos, son afirmaciones, la chica de la que hablas, es mi novia, tarado.

-¡¿Qué?!, no me mientas gato pulgoso.

-No te estoy mintiendo Milo, Marín es la chica con la que salgo, ella viene todos los días a verme a mi, y de paso aprovecha para ver a su AMIGO, no puedo creer que creyeras otra cosa, ¡me vas a matar de la risa!

-No lo puedo creer... eso quiere decir... que acabo de cometer un error terrible, mira, me encanta perder mi tiempo contigo Aioria, pero tengo algo importante que hacer.

-¿Vas con él verdad?

-No lo dudes, ya me voy, cierra la puerta con llave león famélico, no quiero que uses mi espacio.

Aioria y Milo se sonrieron, ya sabían lo que el chico de cabellos azules iba a hacer, esa plática de verdad valió la pena, por lo que el Doctor Leo regresó satisfecho a la cena con sus amigos y su novia, ya esperaría para enterarse de los detalles de lo que acontecería.

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Milo llegó con sigilo hasta el cuarto número 11, detuvo por un momento su pecho con la mano derecha, ahí se encontrara el hombre más hermoso de la ciudad, y no tenía temor a equivocarse, ya había contado con la maravillosa imagen de sus ojos abiertos, después de que estuvo al borde de la muerte, tenía la fortuna de haber divisado su preciosa sonrisa, de escuchar su elegante voz con el acento francés más sensual del mundo, de sentir sus labios con el sabor más dulce, de ver su cabello tan suave que invitaba a tocarlo sin parar, lo observaba con cuidado cada que iba a revisarlo, inteligente, culto, refinado, elegante, prudente, buen hermano, amigo, su paciente tenía tantas cualidades, que lo abrumaban en el mejor de los sentidos, y a Camus le gustaba él, se lo había insinuado hace unas horas, y la expectativa era tanta en su ser, que peligraba con desbordarse y consumirlo, ¿se atrevería?, volver a besarlo..., lo anhelaba más que a nada, pero primero, tenía que disculparse, no deseaba mirar lágrimas nuevamente en él, no quería causarle dolor, estaba harto de esa desagradable sensación a a su alrededor.

Entró con cuidado, toda la habitación estaba a oscuras, el reloj de la pared marcaba que eran las 11:45 de la noche, la única iluminación era dotaba por los tenues rayos de la luz de la luna llena que se colaban por las blancas cortinas de la ventana, el aroma a rosas rojas del ramo en la mesa junto a la cama inundaba el aire y en la cama Camus reposaba boca arriba con restos de lágrimas en sus blancas mejillas, se veía tranquilo, respirando armoniosamente, parecía dormido. Milo se acercó hasta colocarse frente a frente con él, lo miró con arrepentimiento, pero también con mucho deseo, y no sexual, si no espiritual, sentimental, de verdad que se moría por él, tal como lo había dicho Aioria.

Con suavidad, volvió a posar sus labios sobre los de él, con ternura, como si con eso pudieran borrar su pelea de más temprano, no se atrevía a iniciar un movimiento mayor, porque temía romper la atmósfera, como si de un delicado cristal de hielo se tratase, lo que no esperaba es que Camus realmente no estaba dormido, y notó cuando él entró en el cuarto, el francés se incorporó un poco, y lo observó detenidamente, pensando que ojalá siempre pudieran estar así.    

-Discúlpame...

-No tengo novia Milo...

-Lo sé, Aioria me lo dijo.

-¿Pensabas que Marín era mi novia?, eso si que es gracioso.

-Lo sé, soy un tonto verdad.

-Vaya que lo eres... yo prefiero otras cosas... 

-Me imagino cuáles...

-¿Ya me contarás tus secretos?

-Todo a su tiempo Camus, todavía tengo que asimilar muchas cosas, pero por ahora, sólo quedémonos así, esta noche no hay problemas... Feliz Navidad.

El reloj de la pared ya marcaba la media noche en punto, Milo recorrió a Camus con cuidado, como si se tratara de un valioso tesoro, fue a la puerta y puso el seguro, se quitó la bata de hospital, la corbata y los zapatos, y entró en la cama con Camus, al cual se le dilataron las pupilas de la excitación, era tanta cercanía... podía sentir toda su perfecta anatomía aún a través de la ropa, la calidez de ambos hombres los envolvió en un manto ardiente, con las manos temblorosas el aquamarina desabotonó los tres primeros botones de la camisa del peliazul, el médico contuvo un gemido, eso le pareció una acción en extremo sexy, invitante...

Milo abrazó a Camus por la cintura, lo acercó hasta que sus miembros se rozaron, la fricción les provocó a ambos una erección que desataba ligeras oleadas de placer con cada segundo, y esta vez fue el turno del más joven en tomar la iniciativa para besar a su querido Doctor, lo que en un momento inició tranquilo, e inocente, se empezó a tornar pasional, intenso, Milo no aguantó más e introdujo su lengua en la boca de Camus, saborando su delicioso néctar, explorando, marcando el territorio como suyo, el otro por su parte hizo un ruido de deseo, y mordió el labio inferior del griego con lentitud, disfrutando como nunca lo había hecho, estaban perdiendo la cordura... y antes de que las cosas pasaran a un nivel más alto, Camus se detuvo.

-Milo, aquí no, tienes razón todo a su tiempo, sin embargo, no te vayas todavía...

-Está bien, complaceré a mi paciente favorito, aunque no como quisiera, tendremos nuestro momento después.

El viento frío de afuera, hacía una sinfonía junto con las copas de los árboles, que acrecentaba el calor en ese cuarto de hospital, esa noche no hubo entrega física, como si hubo una entrega del alma, tenían razón en que quedaban muchos cabos sueltos, pero con el tiempo lo aclararían, en esa navidad no importaba nada más que ellos, y su acercamiento gracias a su sinceridad nocturna.



Continuará.........

Comentarios: Mil gracias por sus votos, y lindos mensajes de dos personitas, me siento feliz porque es la primera vez que me animo a escribir una historia y publicarla, y saber que le gusta aunque sea a alguien ya me hace sentir más que satisfecha, si llegaste hasta aquí, de corazón, te pido que continúes, aún no se termina, nos leemos pronto.

Yare.


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