Lazos de hermandad
Un desgarro en el alma, un quiebre en las ilusiones, incredulidad ante un abismo de decepción, en un primer momento pensó que se trataba de una broma, pero jamás confundiría al hombre que más amaba, era él, dejándose tocar, ¡besar! por otra persona, ¿cómo se atrevía a hacerle daño de esa manera?, ¿a elegir a alguien más para ese contacto que solamente era de los dos?, el sabor de la traición, le traía un desagradable tinte de dolor, se sentía roto, y el enojo con la impotencia se estaba acumulando en sus venas, con la sangre hirviendo a punto de explotar como un volcán.
¡No lo podía creer!, todavía se negaba, en una ráfaga de segundo, volvió a mirar esa desagradable imagen, que se llevó consigo en un arranque de coraje, deseaba destruirla, arrojarla en el fuego para que ardiera junto con su desesperación... ahí estaba la fecha, 31 de diciembre de 2019, era el colmo, aniquilar de ese modo el concepto que tenía de su lindo amor, después de pasar una maravillosa noche de entrega íntima en su departamento, y días anhelando su regreso, dejando ir definitivamente lo que sentía por su primer amor Shoko, ¿tan rápido se le olvidó?, quería escapar, huir como siempre que se encontraba acorralado, al punto de perder el control de sus emociones negativas, se contenía lo mejor que podía, las lágrimas se escapaban de sus ojos azules, sin embargo los sollozos morían antes de salir de sus labios, caminaba lo más rápido que la armadura dorada se lo permitía, y escuchaba los pasos apresurados de alguien más tras él.
Lo oía a lo lejos, tratando de darle explicaciones, su voz era distante, cortada, ahogada, sin esa serenidad que lo caracterizaba, en serio quería ignorarlo, sepultarlo, porque no se atrevía a voltearse y darle la cara, temía que ese bello rostro que lo tenía hipnotizado lo convenciera, su dulce tacto, su tierna forma de decirle que lo adoraba a su manera, ¡no!, ¡no podía soportarlo!, si le hacía caso lo iba a convencer, y su dignidad no era para ser pisoteada, ¡no, no y no!
No tenía ninguna intención de detenerse, ya se estaban perdiendo en la zona boscosa del campus, y Camus no paraba de seguirlo, estaba harto, su corazón comenzaba a molestarle en su pecho, como si cada latido fuera una cuchillada que lo hiriera de gravedad, en un acto de torpeza, casi cae por culpa de una piedra mal acomodada que no logró esquivar, pero unos brazos cálidos, que conocía a la perfección lo detuvieron con toda la fuerza que poseían.
Milo se movía, intentaba separarse del abrazo obligado del profesor de cabello aquamarina, los sentimientos eran un torbellino dentro de su mente, y la separación no daba lugar, ambos poseían la misma fortaleza masculina, aunque el francés fuera más delgado, por lo que el forcejeo se prolongó más de la cuenta, provocando que ambos cayeran al suelo, el médico quedó bajo su ex paciente, el césped amortiguó los golpes, pero el movimiento de sus brazos los seguía lastimando, hasta que Camus, en un momento de descuido por parte del peliazul, le propinó un golpe seco en una de sus mejillas a puño cerrado.
La pelea era inminente, no se le ocurría ninguna otra manera de paralizarlo, estaba al borde del colapso, Milo quiso regresar la agresión, pero el galo lo detuvo con mucha habilidad, inmovilizándolo, con sus dos manos sujetando firmemente las muñecas del Doctor Antares, nunca en su vida se desesperó tanto por aclarar las cosas con alguien, y es que su griego era lo mejor que le pasó jamás, ¡lo adoraba con todo su ser!, estando tan cerca, con las respiraciones chocando, Camus por fin se atrevió a hablar, o más bien, gritar todo lo que lo carcomía por dentro.
-¡Tienes que escucharme Milo! , ¡Entiende que esto tiene una explicación!, yo sólo te quiero a ti, nadie más ocupa mis pensamientos.
-¡¿Cómo te atreves a lastimarme así?!, ¡rompiste todo!, ¡no quiero saber nada de ti!, ¡y no hablo de ese golpe que me diste!, que para mi no significa nada, púdrete.
-¡Mon amour!, por favor... te lo suplico, te lo ruego, créeme, no es lo que piensas, ese hombre es parte de mi pasado.
-¿Entonces cómo permitiste que te besara?, eso es una vil burla hacia mi, ¿te das cuenta?, me siento totalmente traicionado, ¿cómo rayos quieres que acepte esto?, ¡y lo peor es que no puedo odiarte!, ¿qué me hiciste maldito traidor?, siento que me muero, que desfallezco por ti, estás acabando conmigo...
-¡Si tan sólo no fueras tan necio!, ¡me obligarás a que te agreda de nuevo estúpido!, ¡si eres un estúpido por no querer que te aclare las cosas!
-¡Estúpido soy yo al pensar que podría reemplazar a Shoko contigo!
-¿Reemplazar...?, Milo... retráctate..., dime que no es cierto...
-¡No!, no lo haré!, ¡si ella estuviera viva, jamás me fijaría en ti!
-Idiota...
Las cosas ya no tenían un retorno, con el último aliento e insulto de Camus, salió de su palma derecha una cachetada a la otra mejilla de Milo, esta fue lanzada con tanto odio que le volteó la cara, dejando a su paso una gran marca roja que no se quitaría fácilmente a causa de la inflamación, el médico estaba aturdido, la verdad no entendía de donde le salieron esas crueles palabras, ni siquiera se detuvo a pensar si realmente las sentía, le salieron de la boca como un vómito verbal, que cumplió su objetivo de lacerar hasta lo más profundo los sentimientos del joven de L'eau, el tiempo se detuvo por unos segundos, el aquamarina se incorporó, sentado sobre el Doctor, soltó lentamente las muñecas de su compañero, desganado y adolorido, su fllequillo le tapaba sus orbes, la angustia podía palparse, al lado de la más grande de las decepciones, ahora por parte de ambos amantes.
El aire alrededor de ellos bajó de temperatura de una forma drástica, los cristales de hielo aparecieron tan rápido en las pequeñas hojas de los arbustos que los rodeaban, que parecían haberse bañado de miles de copos de nieve de manera instantánea, un aura de energía estaba cubriendo a Camus de la cabeza a los pies, Milo estaba en un estado de estrés post traumático, incapaz de reaccionar o entender.
Con el nulo control de sus actos, el docente levantó al médico del suelo, dispuesto a lastimarlo físicamente otra vez, a lo que el griego también estaba abierto, el coraje de ambos era demasiado, sus manos se entrelazaron de nuevo, como muchas veces lo hicieron, pero en esta ocasión, un destello de energía salió al choque de esas palmas, las miradas eran de un amor lastimado, inconsciente, imprudente, las barreras del cosmos de los dos se estaban rasgando, los sellos de Atena cederían, si no eran detenidos, sucedería una tragedia.
Como pudieron, Shion y Dohko corrían a toda velocidad, ese detonante de ken era inconfundible, cuando encontraron a sus protegidos, se colocaron atrás de ellos, no podían darse el lujo de perder el tiempo, y que Milo despertara su aguja escarlata, supieron de inmediato que debían separarlos antes de que se enfrentaran como sucedió en su reencarnación en Asgard, fue realmente horrible verlos en esa misma posición, por lo que no les quedó otra opción más que noquearlos con un potente golpe en la nuca, que los desmayó al instante, apagando el fuego de sus cosmos, Shion sujetó a Camus, y Dohko a Milo.
-Dohko, ¿te diste cuenta?
-Si, estuvieron a punto de sacar a flote su naturaleza, debemos reprimir esto a toda costa, además de mantener a raya a esos malnacidos que insisten en atacarlos, lo mejor será decirles que después de su pelea se desmayaron.
-Con un simple reacomodo a sus memorias, pensarán que todo esto pasó sin el recuerdo de sus poderes sobrenaturales.
-¿Aún posees tus habilidades psíquicas?
-Si, aunque son muy limitadas, sólo las utilizo en emergencias como estas.
El ex caballero de Libra y el antiguo patriarca, acostaron a sus pupilos en el suelo nuevamente, Shion colocó la punta de sus dedos índices en las frentes de cada uno, de ellos brilló una luz de tono morado apagado, que no incomodó a los que yacían ahí completamente inconscientes, después de 5 segundos, las manos del director volvieron a la normalidad.
-Listo, con esto no sabrán nada de sus técnicas, si es que se dieron cuenta que las poseen, por el momento, no las despertarán de nuevo, a menos que algo externo los obligue, tenemos que vigilarlos.
-Shion, ¿cómo haremos eso?, estos tontos se aman con locura, pero son unos cabeza hueca que no saben arreglar sus diferencias como siempre.
-¿Te olvidas de sus antecesores?, por algo son sus hermanos mayores en esta vida, dejemos el asunto a cargo de Kardia y Dégel, mientras tanto, tracemos un plan para acabar con esos malditos soldados renegados que jamás debieron formar parte del ejército de nuestra Diosa.
-De acuerdo, llamemos a nuestros viejos compañeros para que recojan a sus hermanitos, no hay nada como la familia después de todo.
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Camus, Camus otra vez... Dégel conducía su sobrio, pero lujoso Mercedes blanco, en busca de su hermano pequeño, eso era como un deja vu, era la misma sensación que cuando le avisaron que su petit estaba a punto de morir en un hospital, estaba sumamente preocupado, no podía permitir que nada le pasara, no se lo perdonaría, después de los descuidados que fueron sus padres con ellos, ese chico era su mundo entero, y no quería que algo malo le pasara de nuevo.
El camino al campus se le hizo eterno, y todavía le pareció más largo el andador de empedrado que lo llevaría hasta la oficina del director del Instituto, ahí le darían razones de su único familiar en esa nación, ya no andaba con su elegancia natural, las piernas se movían como desquiciadas, que siguieron haciendo lo mismo cuando le indicaron que Camus estaba en la enfermería.
Al llegar al lugar, escuchó desde fuera una voz tremendamente sexy que ya tenía grabada en cada uno de sus sentidos, Kardia... quizá algo le pasó a Milo también, vaya manera de encontrárselo otra vez, después de que salió huyendo de su departamento en el año nuevo, habían pasado casi dos meses, y en ese tiempo, volvió a esconderse de él, lo sabía, era un cobarde, no le quedaba el título de hombre, porque se comportó como un niño asustado, si, se reconocía a si mismo que le gustaba, pero ¡vamos!, pasó todos sus años de existencia negándose a los sentimientos que no fueran los fraternales por Camus.
Le fue muy duro abrirse al mundo, era una vergüenza para él que ni siquiera se atreviera a tener su primera relación sexual, era virgen... y ese hombre parecía el mismísimo Dios de la sensualidad con sólo verlo, ¿no era obvio que le pareciera un insignificante inexperto?, qué tristeza le daba admitir algo así.
El abogado de cabellos verdes no pudo continuar con sus lamentaciones porque la puerta frente a él se abrió, revelando a un peliazul vestido con chamarra de mezclilla y camiseta negra, cargando en la espalda a un muy dormido Milo, los ojos de Kardia se abrieron grandes... muy grandes, Dégel estaba tan perfecto como siempre en camisa y corbata, cada que se lo encontraba, un rayo le paralizaba todas las células de su cuerpo, era una visión bellísima, que casi se olvida de la rápida explicación que le dieron del estado de su hermano.
-Yo... hola, ¿cómo estás?, nuestros hermanos... se pelearon, bueno, estuvieron en peligro... y los tenemos que cuidar, ¿te parece si hablamos de ello para ayudarlos?, Dégel... ya no me evites...
Kardia hablaba torpemente, como nunca le pasó, en su larga y muy rica experiencia en conquistas y actividades de riesgo en países y continentes desconocidos para él, el chico impulsivo, ruidoso, agresivo y hasta cruel que había sido, se esfumaba en la presencia de ese francés, estaba muy nervioso, suplicaba a Atena porque Dégel ya no se negara a dejar que lo conociera mejor, práticamente se derretía por él, y le parecía tan inalcanzable...
-Kardia... si, no hay problema, a mi también me parece muy extraño que acabaran así, cuando ambos sabemos lo que sienten el uno por el otro.
-El jefe de Milo me explicó a grandes rasgos lo que pasó, no sé por qué, o qué instinto es el que me persuade, pero yo no puedo desconfiar de tu hermano, quizá la edad me hace menos testarudo que el bicho menor, o las experiencias que he tenido con tipos verdaderamente ruines, ustedes no me parecen así...
-No lo somos... ¿te parece si nos vemos en la noche?
-Si... ¿qué tal la cafetería Rodorio?
-Muy a tu estilo, de acuerdo, escríbeme al messenger, prometo contestarte esta vez.
Dégel se perdió en la enfermería, y el peliazul mayor no lo podía creer, ¡por fin tendría su oportunidad!, porque claro, Milo le preocupaba como nunca, pero no desaprovecharía esos instantes a solas con su amor platónico, dos pájaros de un tiro, era lo más genial, el chico a sus espaldas casi se le cae de la emoción, y le habló mientras buscaba la salida del edificio, aunque el menor no pudiera escucharlo.
-Oh si, Milo, mini alacrán tonto, ¿qué hiciste esta vez eh?, no deberías dejar ir a ese francés, ahora que está contigo, si supieras lo complicado que es amar, ya sé que tú crees que soy un insensible, y si, no te equivocas tanto, pero no sabes lo que es desear tanto a alguien, y que ni siquiera te mire..., ya sé a donde vamos a ir, pequeño imbécil.
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Camus tenía una serie de pesadillas, se veía a si mismo y a Milo en una feroz batalla, aparentaba ser una pelea a muerte, su amor no paraba de reprocharle la traición a él, ¿traición a qué?, en una de las escenas era de noche, en lo que parecían ser las ruinas griegas, en la otra, no había más que un paisaje nevado, una, tras otra, las imágenes se repetían torturando su espíritu, lastimándolo, al punto que le calaba en cada uno de sus huesos, no, eso era lo último que haría, su adorado escorpión, era más que una simple relación, era su mejor amigo, su cómplice, su compañero, su todo...
Despertó sudando y gritando, tenía su reserva de energías agotadas, y un profundo vacío en su corazón, recordó el ataque a la escuela, la defensa de su amado Doctor, tan protector... lo amaba... y lo arruinó todo de la forma más absurda, Saga no era más que un recuerdo, Milo era su todo, y lo perdió... o quizá nunca lo tuvo, lo que le dijo... lo destruyó, él jamás podría competir con ella, no era Shoko, ¿sería esa misma chica?, ya no valía la pena indagarlo, estaba indefenso ante el dolor.
Hasta ese momento, el francés no había abierto los ojos, porque estaban húmedos por la tristeza, por lo que se sorprendió al sentir una cálida mano posándose sobre la suya, y de repente se transportó en el tiempo cuando tenía 5 años, y vio a su padre con otra mujer que no era su mamá, lloraba como solamente un niño sabe hacerlo, desconsolado, aferrado a su muñeco de peluche con la tierna forma de un osito polar, su hermano... su inseparable ejemplo a seguir, abrió sus párpados para enfocar al peliverde, que le sonrió igual que en esos días grises en París, no existía otra persona en el mundo que podía calmarlo como él, se incorporó de la camilla en la que se encontraba, y por un impulso, lo abrazó, y lloró en su hombro, hasta que se le secaron todas las lágrimas, ninguno emitió una sola oración, con su presencia, acompañándose hasta el fin de todas las guerras santas bastaría, ya llegaría el momento de hablar.
Una hora después, se dirigían rumbo a su hogar, Camus no hablaba, miraba perdidamente al exterior de la ventana del auto, sin realmente prestar atención a nada, estaba totalmente apagado, Dégel preocupado por el estado de su hermano, se decidió a darle un consejo, aunque no se lo pidieran.
-Habla, los malentendidos han destruido hasta imperios, por lo que me enteré en la escuela, algo salió mal con Saga, no me tienes que confiar lo que sientes, yo sé lo que significa Milo en tu vida.
-No quiere escucharme, además, me dijo que si su ex viviera, yo ni siquiera estaría en su vida, es más ya me borró de ella...
-No confíes tanto en lo que una persona despechada y dolida dice... tú y yo sabemos que no somos nada buenos para las relaciones interpersonales, pero la manera en la que Milo te mira, es evidente hasta para mi, no te rindas Camus...
-No Dégel, no deseo luchar... él no me perdonará, ¿y sabes?, yo tampoco lo disculpo, me hirió al no confiar en mi, y saber que jamás podré competir con esa chica... no puedo con eso, no quiero verlo más.
-Camus...
-Hermano, no insistas.
-De cualquier forma, ¿sabes que siempre estaré para ti verdad?
-Lo sé, y yo para ti.
Los chicos extranjeros se sonrieron débilmente, Camus se estaba dando por vencido antes de tiempo, Dégel lo sabía, y en contra de todos sus principios, esta vez no le haría caso a su sentido común, y hablaría con la única persona que podría ayudarlo a que su hermano fuera feliz de nuevo, estaba decidido a cuidar junto con Kardia del amor que hacía tan felices a Camus y Milo, era su deber por ser los mayores, en este caso, serían cómplices, para la seguridad física, ya se encargaría la policía.
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Un peliazul se removía entre las sábanas, una angustia nublaba su mente, la ira, la nostalgia, y la decepción lo dominaban, no sabía qué era parte de la realidad y la ficción, su cerebro le estaba jugando una mala pasada, en sus sueños, ahorcaba a Camus, y no sabía por qué, definitivamente no era por la asquerosa fotografía de él besándose con otro, que todavía tenía en el bolsillo de su pantalón que usó bajo su armadura, eso ya le era insignificante, era algo más... serio, trascendente, e inaceptable, ¿qué era?, la frase: "amigo mío, ¿por qué nos traicionaste? ", le retumbaba en cada espacio de su mente, estaba decepcionado.
Despacio, abrió sus ojos, sin reconocer el lugar en el que se encontraba, la luz proveniente de un enorme ventanal con cortinas blancas lo cegó por un momento, esas blancas paredes, repletas de pósters de bandas de rock le dieron la bienvenida, la mesa de noche con el reloj con la figura del escudo del Capitán América, la guitarra eléctrica marca Gibson de un vibrante color rojo cereza que colgaba de un muro, junto a un perchero con todos los cinturones que usó en su adolescencia, le confirmó que se encontraba en la enorme residencia de sus padres, más específicamente en su habitación que le perteneció, hasta que se mudó de su casa para estudiar su posgrado de medicina, ¿cómo llegó ahí?
La pregunta no tuvo que ser resuelta, porque su hermano entró de improviso, sin tocar, como siempre, no tuvo ganas de pelear con él también, de hecho se alegraba por verlo, después de la fatídica pelea que tuvo con Camus, su Cammie... de verdad se sentía morir sin él, y no sabía cómo desahogarse, Kardia notó la mirada triste de Milo, y se adelantó a ser el primero en hablar.
-Hey bicho... supe algo de lo que te pasó, la policía y las fuerzas especiales ya están más cerca de quien los atacó, pero... sobre lo otro...
-No quiero hablar de eso Kardia.
-Vamos, no puede ser tan malo...
Milo enojado, le arrojó la fotografía a su hermano, porque no tenía las ganas ni las fuerzas para explicarle todo lo que pasó, el mayor, sólo abrió la boca por la impresión, y se notaba a leguas que quería darle su opinión al respecto, lo cual no iba a ser permitido por parte del médico.
-Juzga por ti mismo, no vale la pena, ni siquiera por una sola de mis lágrimas, no como ella...
-Mira, sé que no me vas a escuchar a mi, sin embargo, quiero que sepas que te quiero hermano, y me preocupo por ti, así que te dejaré con alguien a quien si vas a escuchar, nada más una cosa antes de irme... yo conozco a este sujeto, fuimos amantes en una ocasión, Saga Gemini, claro que es él, Atenas es demasiado chica, Saga andaba por ahí intentando olvidar a un joven profesor de Matemáticas... que lo rechazó por que no lo amaba... fíjate bien tarado.. tu novio tiene los ojos abiertos en esta foto, y una cara de agonía, para mi esto parece un beso robado, en fin, cuando quieras mi ayuda me dices, me retiro.
Milo se quedó muy sorprendido, miró nuevamente el papel que Kardia dejó a su lado en la cama y obviando su dolor de estómago al ver eso, descubrió que era verdad, Camus no parecía disfrutar de ese contacto, en la foto se podía apreciar que sus manos estaban tensas, su cuerpo arqueado hacia atrás, como si tratara de alejarse de ese contacto, y al otro con las manos aferrándose a la nuca de su aquamarina, como si lo obligara a no separarse, ciertamente era un tarado como Kardia decía... ¿ahora qué rayos iba a hacer?, los pasos en el reluciente piso de color verde bandera lo sacaron de sus reflexiones, y sus párpados pestañearon, sacando lágrimas nuevamente, su hermano dio en el clavo al llevarlo a su vieja casa, la necesitaba como nunca.
-Mamá...
-Hijo... tu hermano es más sabio de lo que crees, y ya me comentó un poco la situación, cariño... ¿qué pasó?
-Pasó... que soy el peor hombre sobre la Tierra... le dije cosas horribles al amor de mi vida...
-Milo...
-Le grité que si Shoko estuviera con vida, yo no lo hubiera mirado...
-¿Y eso es verdad bichito?
-Por supuesto que no mamá, yo lo adoro como nunca lo hice, de hecho, no vale la pena mencionarlo, pero no puedo evitar pensar que si Camus se me hubiera cruzado antes... antes de que ella muriera, me habría tambaleado totalmente, habría dudado mamá...
-Arregla eso entonces... le entregaste tu existencia a Shoko, pero comprende hijo, no le fallaste y la dejaste partir, lo hiciste bien, pero ahora cometiste un error, hiciste una afirmación muy grave, por ser tan impulsivo, al igual que este joven, al no explicarte las cosas, Milo, tu padre, Kardia y yo, sentimos que se nos iluminó la vida al verte feliz nuevamente, Camus... él es tu luz en esta vida, como madre, sé estas cosas, y en cuanto a la seguridad... hablamos con Sísifo, él y su hijo Aioros tienen a las fuerzas policíacas nacionales en el caso, a ti te toca arreglar tu corazón.
Milo se aferró a las piernas de su madre, mientras ella le acariciaba su larga melena, como cuando era un niño, y lo calmaba ante el dolor de rasparse las rodillas, tenía mucho que agradecerle a su hermano, lo cuidó y lo llevó al mejor lugar posible, a los brazos de la primera mujer que amó en el mundo, necesitaba con urgencia ver a su Cammie, para suplicarle su perdón de rodillas, haría lo que sea por tenerlo de nuevo con él.
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Kardia estaba sentado en la mesa que daba a la terraza en el café Rodorio, su inseparable expresso le acompañaba en la dulce espera de cierto galo, seguía preocupado por Milo, pero se sentía tranquilo al dejarlo con la madre de ambos, esa mujer era la culpable de que no fueran unos libertinos, personalmente le debía el pensamiento, aunque vago hasta entonces, de que existía el amor verdadero, y de que en algún momento, se cruzaría en su camino una persona a la cual no podría separar de sus pensamientos, siempre le mencionó que sentiría una vibración y un fuego interno al verla, y cuando Dégel caminó hasta él, con sus sensuales guantes blancos, y esos lentes que le daban un aire intelectual, supo que era verdad, se estaba incendiando de anhelo.
-Buenas noches Kardia.
-Dégel de L'eau, pensé que no vendrías...
-Lo hago por mi hermano.
-Y yo también vine por el mío, aunque, me gustaría aceptar que también lo hice por mi... después de que arreglemos algo el amor de Milo y Camus, deberíamos pensar en el nuestro.
-¿Nuestro?
-Lo habrá.
Continuará...
Comentarios: ¡Hola! (se esconde atrás del muro de los lamentos para que no le caigan los tomatazos), ya sé que estoy tardando en actualizar, disculpen de verdad, lo que sucede es que tengo mucho trabajo en estas fechas, pero siempre me tomo un tiempo para la historia, estoy tan contenta de la respuesta que he tenido, me hacen muy feliz, les prometo que cuando termine de escribir Mi amado Doctor, leeré los fics de algunas chicas que siempre me comentan y me retroalimentan, yo también quiero conocer que hay en su maravillosa imaginación, gracias a todos y a todas, sus votos y lecturas van directo al corazón, y como premio a su espera... en el próximo capítulo quizá venga un lemon que no es de Milo y Camus, y que votaron mucho... cha chaaaaaaan, espero les guste, bendiciones.
Nos leemos pronto, Yare.
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